Luis, Jacobo y un verano 09

-¿Y si volviéramos donde el gasolinero?, ahora te tocaría a ti ser el primero. -¿Para que se rompiera el condón? No, no, no...

Me despertaron los ruidos de la casa, abrí los ojos para ver a mis primos aún dormidos, abrazando Bruno a Jacobo, pasando su brazo por la cintura y su pierna sobre las del otro.

Restregué mis ojos  y abrí la boca mirando al techo, tenía que ser una hora avanzada y por las ventanas entraba ya el sol atravesando los visillos, frote mi mano sobe la cadera de Bruno y éste se movió despertando, también Jacobo se estiraba apartando la pierna de su hermano.

Al final no era tan tarde, cuando bajamos estaban comenzando a desayunar y el abuelo no se había incorporado aún a la mesa. Se les notaba un poco nerviosos o exaltados, entusiasmados por la travesía en barco que les llevaría a recorrer los países del norte de Europa.

Irían a casa para hacer su equipaje y en dos días embarcaban, iban otros amigos con ellos y compañeros de trabajo. Estaban entrando en sus coches, nos habíamos besado multitud de veces, nuestras madres no dejaban de besarnos. Jacobo y yo no podíamos dejar de salir unas lágrimas, enseguida se nos olvidaría absorbidos  por nuestros juegos.

No es lo mismo despedirse para unos días, o una semana, que hacerlo para un mes. Bruno no lloraba aunque deseara hacerlo, sobre todo delante de Julio que había venido por si necesitaban algo que él hiciera.

-Tú eres el mayor Bruno, cuídalos.  –le decía mamá a mi primo mientras le abrazaba.

-Vosotros obedecerle en todo y portaros bien.  –nos decía a Jacobo y a mí en el penúltimo beso.

Entonces se acercó a Julio, este para entonces era más alto que mi madre, le abrazó e hizo que bajara la cabeza para besar su mejilla.

-Tú también eres mayor, ayuda a Bruno.  –volvió de nuevo a abrazarle por la cintura y besarle.

-Si señora lo haré.  –sería hipócrita, si no me hablaba y pretendía que iba a cuidar de mí.

Todos contemplábamos la escena, menos el abuelo que tenía apartada la mirada, como si las muestras de efusivo cariño le cansaran. Montaron en sus respectivos coches y emprendieron el camino, los jóvenes les seguimos a la salida del arco, hasta que los vehículos cogieron la carrera, y permanecimos allí viendo como se volvían borrosos perdiéndose en la distancia.

Bruno nos pasó un brazo por nuestros hombros en un gesto de cariño, y en un intento de que no nos sintiéramos solos, eso duró solamente un instante, nos apretó como si nos ahogara y soltó una carcajada.

-¿Habéis escuchado muchachitos? A partir de ahora soy el jefe,  el mando me pertenece y tenéis que obedecernos a Julio y a mí, esas son las órdenes de la tía.  –Jacobo se soltó y anduvo unos pasos para atrás poniendo cara de enfado.

-Ha dicho que tengáis cuidado de nosotros solamente.  –Bruno comenzó a reír, miré a Julio que no podía evitar una sonrisa viendo la escena, sin poder ocultar que la situación le divertía.

-Bien ¿qué hacemos? ¿Vas a ir a trabajar Julio? –antes de responder negó con la cabeza.

-Durante la mañana no, mi tío me ordeno que me quedara por si los señores necesitaban de mí.  –le miré buscando un segundo sentido en lo que terminaba de decir.  –Yo sí que te necesito Julio.  – pensé para mí, pero estaba claro que su tío no se refería a mí persona al darle la orden.

Como estaba Julio se encargó él mismo de ensillar los caballos mientras nosotros entrábamos en la casa para pedir permiso a los abuelos y cambiarnos de ropa. Después de las recomendaciones de siempre, sobre todo dirigidas a Bruno, emprendimos el paseo.

Resultó una maravilla, resplandecían nuestros ojos ante el espectáculo que se nos ofrecía subiendo la colina, bordeando su falda, hasta llegar al Cristo donde descansamos poco tiempo. Julio quería volver temprano así era su horario de comida y tendría que marchar con su tío de vuelta al trabajo.

Transcurrió toda la semana, nos veíamos con Julio en contadas ocasiones y muy breves. El domingo Julio y Bruno volvieron al pueblo, imagino que para hablar con las chicas y sus amigos nosotros no estábamos interesados, como también marcharon los abuelos con Rufo nos dejaron solos.

Jacobo subió a nuestra casita para buscar un cigarro y luego nos tumbamos cerca de la piscina para disfrutarlo, dábamos una calada uno, luego el otro y a mi primo se le ocurrió que nos cambiáramos el humo pasándolo de una boca a la otra. Podíamos hacer lo que quisiéramos, estábamos solos, con el servicio que no se acercaba a la piscina.

-¿Y si volviéramos donde el gasolinero?, ahora te tocaría a ti ser el primero.

-¿Para que se rompiera el condón? No, no, no...

-Sería un condón pequeño o dañado. –me metía el humo con fuerza haciéndome toser.

-No sé si el condón era pequeño pero su verga era muy grande. –así pasábamos el tiempo, no íbamos a ir, no habíamos pedido permiso para salir y además no estaba muy convencido de que hubiéramos hecho bien ese día. No era seguro y sentía que no cumplíamos el trato que hicimos con mi tío de tener cuidado.


Había pasado más de un mes desde nuestra visita al médico y ya probábamos de todo, gozando del sexo siempre que podíamos. Procurábamos estar solos para masturbarnos o hacernos felaciones, antes era Bruno el que escapaba de nosotros y ahora era todo lo contrario.

Sospecharía que algo sucedía, vería cosas extrañas, y fue él que ató cabos, o fuimos espiados según me refirió Jacobo.

-Bruno sabe lo  que hacemos.  -me lo dijo tan tranquilo, como si no pasara nada, aun no me había sincerado con mis padres, se descubriría mi secreto y lo iban a saber por otros.

-¿Qué es lo que sabe?  -ya estaba nervioso y a punto de ponerme a llorar.

-Todo, lo sabe todo.

-Es imposible tu padre no puede haberlo hablado y nosotros tampoco.

-Se lo he dicho yo…  -no podía creer que Jacobo hubiera revelado nuestro secreto y menos hasta que hubiera hablado con mis padres.

-¡Tú estás loco!  -no sabía si llorar o tirarme a su cuello y degollarle.

-Pero ¿por qué?, ¿por qué lo has hecho?

-Dijo que nos había visto pero que podía confiar en él, que no lo contaría a nadie.

-¿Y qué había visto?

-Todo…, no lo sé.  -era increíble, Jacobo dejándose engañar por su hermano, sucedía lo contrario que hubiera sido lógico.

-¡Ayy! Jacobo, aún no he hablado con mis padres, no quiero que se enteren antes de que yo se lo diga.  –entonces sonrió muy seguro de sí mismo.

-No lo sabrán, Bruno guardará silencio si le dejamos participar.  –otro mazazo que tiraba por el suelo mis convicciones sobre lo que era la gente que nos rodeaba.

Discutimos un buen rato, pero ya estaba todo el mal hecho y no quedaba otra solución más que hablar con mis padres lo más pronto posible, después de Bruno se enteraría mi tía y entre ella y mamá no había secretos.

A pesar de mi disgusto y enfado no puse objeciones a que sacara mi verga, me la pusiera dura y aceptara una mamada, ciencia en la que empezaba a ser maestro, yo le pagué con la misma moneda. Terminamos como siempre lamiendo de nuestros labios la corrida el otro.

Esa noche le daba muchas vueltas a la cabeza, pensando el mejor momento para sincerarme y hablarle a mis padres, algunas veces se metía la imagen de Bruno por medio y me producía morbo pensar que mi primo quisiera jugar a lo marica con nosotros, porque para él todo eso eran mariconadas y así pensaba de los chicos que actuaban como su hermano y yo, claro que nosotros no éramos tan amanerados como Felipe a quien no soportaba.

Me dormí con un ligero cosquilleo en el pene, pensando en las posibilidades que se nos presentaban con la participación de mi primo Bruno.

Mi primo parecía haberse olvidado de nuestra conversación y no sucedía nada, cuando estaba delante de Bruno le miraba esperando encontrar en él algo que me rebelara lo que Jacobo me había confesado, sin éxito salvo que desviaba su mirada al encontrarse con la mía.

Una de esas noches mama me llamó para que bajara a cenar, papá llegaría un poco tarde y debía cenar para marchar a la cama. Todo pasaba normal, cené y después de ducharme y lavar mi boca me metí en la cama.

No podía dormir dando vueltas en mi cabeza a la idea de que debía de hablarles cuanto antes, era mucha mi suerte de que todo se hubiera calmado. Comencé a escuchar el ligero crujir de las escaleras, casi siempre dormía con la puerta abierta y vi en ella las siluetas de mis padres y como se acercaban a mi cama.

-¿No duermes aún Luisito? -se sentaron cada uno a un costado de la cama, papá se inclinó para acariciar mi cabeza y luego bajó la suya para besarme en la frente, sentía en mi nariz su característico olor, mezcla de su colonia, tabaco y alguna bebida alcohólica que había tomado, sus calientes labios se apretaban en mi frente, entonces rodeé con mis brazos su cuello para que no se apartara.

-Papá, papá, os quiero. –cayó sobre mí su pecho, mamá encendió la lámpara y no dejaba de abrazarme a papá.

-Para, para, chiquitín. Nosotros también te queremos hijo pero, ¿a qué viene esto?  -reía, a pesar de lo que decía no se movía para apartarse.

-No os enfadéis conmigo, por favor, no lo hagáis.  –papá se debió de dar cuenta que algo grave sucedía por la tensión de mis brazos apretando su cuello, me apartó con suavidad para que nos miráramos  a los ojos.

-¿Qué le pasa al niño de esta casa?  -sonreían sus ojos y su boca también.

-Me gustan los chicos papá. –fue un susurro que ellos entendieron, se quedó quieto, su mirada no cambió y extendí los brazos para que me abrazara, como cuando era pequeño y caía al suelo y necesitaba que me levantara.

Resultó un abrazo largo, donde me rodeo en sus fuertes brazos para estrecharme en su pecho y mamá acariciaba mi cabeza.

Cuando me dejaron solo no podía creer que hubiera sido tan fácil, que todo se resolviera en un minuto. Me soltó del abrazo aunque yo no quería, aún me avergonzaba mirarle a la cara después de mi confesión, encontrarme con cualquier detalle que indicara rechazo.

¡Dios mío! Sabían lo que era su hijo desde siempre y ahora agradecían que confiara en ellos. No hablamos mucho esa noche, sería después cuando les revelaría lo que Jacobo y yo hacíamos, tampoco les sorprendió demasiado y sobre lo del tío no les dije nada, era un secreto entre él y nosotros, no podía denunciarlo, si él lo creía oportuno se lo revelaría en su momento. Si que les sorprendió todo lo que conocía sobre el sexo y les agradecí que no quisieran indagar de donde me había llegado.

Pasó más de un mes hasta que Jacobo me confesara que ya le mamaba la verga a su hermano, que a pesar de gustarle las chicas su curiosidad era igual o mayor que la nuestra y que las mamadas de Jacobo le habían hecho alucinar. No me resultó extraño pero si violento el encontrarles una tarde de domingo en la habitación de Jacobo. Bruno permanecía tumbado en su cama con los pantalones bajados, el bóxer justo debajo de sus pelotas y el rabo al aire, tieso como un mástil, descapullado y el glande rojo y brillante.

En un principio Bruno quiso tapar  su virilidad con las manos y subirse el bóxer mientras Jacobo no le dejaba tirando de ellos para bajárselos más.

-No decías que querías estar con nosotros y ahora tienes vergüenza.  –luchaban con la prenda para bajarla o subirla y venció mi primo menor.

Le había visto la polla a mi primo muchas veces pero en el estado en que la tenía cuando llegué nunca, no era muy diferente a la de Jacobo o mía, ¿pero qué digo? Me ganaba por más de cuatro centímetros y resultaba más gruesa, la mía era ligeramente más larga que la de mi primo Jacobo. Eran iguales en otros aspectos como que el prepucio de los tres cubría los glandes, que eran más morenas que el resto de nuestra piel, que el vello de mis primos era rojizo y el mío rubio.

Llamó mi atención desde la primera visión que tuve de ella, me acerqué hasta la cama y baje la mano para coger las de Bruno que tapaban su polla, no opuso resistencia como hacía con su hermano, su verga ahora estaba rendida sobre su pubis, aún húmeda y el glande se había vuelto a esconder.

No la toqué, en su lugar pasé los dedos por su escroto suavemente notando los pelitos que tenía allí, me gustaba sentirlos acariciar las yemas de mis dedos, apreté ligeramente la arrugada bolsa y Bruno emitió un suspiro, Jacobo desabotonaba su camisa acariciándole el pecho.

Mi mirada resbalo de sus huevos a su polla que comenzaba a vivir, a su abdomen que ya sobresalía marcado y ahora subía y bajaba tembloroso, a su pecho de pectorales anchos y fuertes de tetitas doradas, presagio de lo que serían en un futuro muy próximo, y a su cara tan querida y conocida, su piel toda salpicada de pecas, como el cielo de la noche lo estaba de estrellas.

Tenía los ojos cerrados y los abrió de golpe cuando Jacobo metió la punta de su verga en la boca. Grito un ligero ¡uff!, para morderse el labio seguido.

Fueron necesarios unos segundos para que Jacobo y yo chupáramos disputándonos su verga, de olor delicioso a macho joven pero en plena potencia. Pude sentir y notar la diferencia de una verga más grande y gorda a la que tuve que acostumbrar mi boca. Su glande que Jacobo descapulló sabía a gloria, tan suave, tierno y esponjoso, más caliente que mi boca.

No quería dejarle, lo abrazaba con mis labios por su corona y lo acariciaba con la lengua dentro de la boca recibiendo su precum de sabor delicioso a frutas. Jacobo y no aprovechábamos, al pasar nuestros labios rojos y mojados por el fuste tan recto de la verga hasta la punta, para darnos un beso antes de hacer el camino inverso.

No tardé en sentir las contracciones que anunciaban el orgasmo de mi primo, su respiración se aceleraba, su verga adquiría una dureza de piedra, elevaba su cadera buscando follar el aire o alguna de nuestras bocas. Acaricié su tetilla y el aferró mi mano apretando tanto que me dolía.

Mientras Jacobo le masturbaba con movimientos rápidos de su mano, nuestras bocas esperaban ansiosas la llegada de la leche que discurría por la polla. Parte de ella cayó dentro de nuestras bocas y también en nuestros labios y caras, salía abundante y caliente, primero en fuertes golpes que nos hacían cerrar los ojos asustados, luego más suaves hasta que fue un chorro que se escapaba de la punta resbalando hasta sus testículos.

Jacobo y yo nos miramos antes de comenzar a saborear la leche de su hermano e irla tragando. Me gustó tanto su sabor que bajé con mi lengua a buscar lo que se había pedido resbalando por el tronco, hasta dejar toda su verga y huevos limpios como el coral entre Jacobo y yo, luego nos lamimos la cara eliminando todo rastro de lo que terminaba de suceder.

Miré a Bruno que nos observaba hacer acariciando nuestros hombros, temblando todavía su abdomen y pecho, sonreía satisfecho y feliz, yo lo hice a mi vez, ya pertenecía al grupo, había sido conquistado, de momento por nuestras bocas, luego llegarían otras cosas.


-Luis, estás con la polla tiesa.  –salí del trance de mis recuerdos por las palabras de Jacobo.

-¿Estabas pensando en el tipo de la gasolinera?  -no hace falta que me mirara sentía vibrar mi verga.

-Métela ya, deja de jugar.  –metí la polla de una vez, sin parar hasta quedar clavado, enterrado dentro de Jacobo.

Habíamos salido corriendo de la piscina hasta llegar a nuestra habitación sofocados, con unas ansias locas de tener el culo lleno de carne caliente, estaba tan enfervorizado, tan cachondo que volvía a convertirme en su hombre.

Una vez desnudos chupé su culo con fuerza, estábamos en un sesenta y nueve donde engullíamos apasionados nuestros penes y tentábamos nuestros anos, metíamos nuestros dedos en los culos para sentir más placer.

-Tú primero, dame por el culito esa verguita.  –abría y cerraba sus piernas hasta elevarlas por encima de mis hombros, mi polla palpitaba en la entrada de su culo, miré sus bonitos ojos llenos de deseo, lujuriosos, límpidos y brillantes, empuje con saña queriendo arrancar ese rictus de placer que hacía, frunciendo en un redondel perfecto sus labios cuando se sorprendía al sentirse lleno el culo.

Entraba y salía con fuerza de su ano, no dudaba de que yo era un mariquita, tanto como él, pero a veces nos encantaba tener el pene dentro de un culo para sentirnos…, no sé el qué, pero nos gustaba hacerlo como sucedía al principio, nunca podría olvidar que el primer pene que me abrió, que desfloró mi ano y arrebató mi virgo  fue el suyo.

Temblaba cuando en un momento sublime eyaculamos los dos, él sobre su vientre y yo dentro de su culo, luego lamí el esperma que tenía sobre su pecho, algo en forma de gotas confundidas con sus pecas.

Descansamos entre besos y bromas, y cuando nos repusimos volvió a hacerme suyo, como mi primera vez que fui hembra, que sentí el placer de mi culo ocupado, que supe con tremenda claridad que ya todo era diferente, que necesitaría una verga que satisficiera mis deseos de macho.

El ruido del motor que paraba en el patio nos hizo volver a la realidad, Rufo traía de vuelta a los abuelos, nos levantamos para volver a vestirnos y bajamos a la piscina para, ahora sí, bañarnos.

Continuará?