Luis, Jacobo y un verano 06

Cuando el viejo apareció se subió apresuradamente la cremallera hasta el pecho, nos miró e hizo un gesto con la cabeza como invitándonos a seguirle fuera. No lo podía creer, Jacobo le asentía diciéndole que si con un movimiento brusco del cuello como si se rompiera.

Cuando Jacobo y yo bajábamos para desayunar mi primo mayor subía para lavarse la boca. El resto de la familia seguía con su desayuno. Bruno esperó hasta que nosotros subimos de nuevo.

Recogimos las bicis y esperamos en el arco de la salida posterior la llegada de Julio, cuando apareció y con disimulo le analicé, traía un pantalón corto hasta las rodillas y flojo, enseñando sus robustas piernas, morenas y cubiertas de vello negro, el pantalón era amplio pero baboso y su ancha cintura de goma cogía una camisa verde limón de manga larga doblada hasta el codo, igual a que llevaba anoche.

Rápidamente se fijó en mi bici nueva sin estrenar.

-¿Es buena verdad?  -Bruno le habló señalando hacia mi bicicleta.

-La tuya no está nada mal, pero es la viaja que ya no me servía. ¿Qué le has hecho?  -Julio sonreía orgulloso del milagro que a todas luces había realizado con la vieja bici de Bruno.

-El invierno aquí es muy largo y me entretengo, tengo poco trabajo salvo estudiar.  –era la frase más larga que le había oído pronunciar.

-Sí, tiene que ser aburrido. – cuando respondió mi primo, y aunque no le miraba, sé que en ese momento su vista estaba fijada en mi.

-Más que nada solitario.  –estaba claro que nos echaba en falta, quise darle ese sentido a sus palabras.

En ese momento pasó a nuestro lado Rufo su tío, conducía el coche de los abuelos e iba a recogerlos para llevarlos al pueblo.

Habíamos recorrido escasamente un kilómetro cuando el coche nos adelantó, iba entretenido y disfrutando del cambio de marchas de mi bici, el último de todos y Jacobo giraba la cabeza de vez en cuando para ver si los seguía.

El pueblo en la llanura parece pequeño en la distancia, hasta que penetras en sus calles después de pasar las bodegas y las naves de labranza y un pequeño polígono industrial, pero es mayor que alguna de las capitales de provincia. Tiene un pequeño hospital, instituto y otros servicios territoriales más.

La plaza principal estaba concurrida cuando llegamos y rápidamente, antes de que yo me detuviera, un grupo de chicos rodeaba a Julio y Bruno, conocidos suyos o compañeros de clase, recordaba a un par de ellos de verles el año pasado.

Jacobo y yo nos acercamos a ellos y no nos prestaron atención, solo vi que uno nos dedicó una mirada curiosa con una ligera y tímida sonrisa. Era un chico moreno, algo grueso y llevaba pantalones cortos de vaquero, lucía unas robustas piernas muy peludas algo curvadas. Resultaba atractivo.  Alguien de un grupo cercado a la fuente gritó llamando a Julio, los que estaban con ellos se encaminaron hacia las escaleras de acceso al pórtico de la iglesia y alguno se sentó en el primer escalón.

El nuevo grupo al que se unieron estaba compuesto de varias chicas y dos muchachos, una de ellas sobresalía de las demás, para mi estaba muy delgada igual que yo, creo que las chicas para estar sexis debe tener algo más de carne. Julio entregó su bici a Bruno y levantó la mano arriba de su cabeza, la chica intentaba alcanzar lo que tuviera entre risas estirando su cuerpo y poniéndose de puntillas, lucía unas preciosas y larguísimas piernas.

Llevaba un pantalón muy corto de tela vaquera, al estirarse se veía el inicio redondo de sus nalgas y se le subía el breve top que llevaba dejando ver su ombligo, Julio reía y con la otra mano intentaba evitar que la chica se le acercara sujetándola del hombro. Resultaba atractiva con su melena castaña, de pelo largo y ondulado casi hasta la cintura, pero no tenía tetas.

Esquivó la mano de Julio y abrazó su cintura alargando más el brazo, parecía una gata escalando un árbol, la hubiera matado, se pegaba a él apretada a su cuerpo. Todo era un juego de compañeros pero, ¿por qué no le entregaba de una vez lo que llevaba en la mano? Cuando fue él el que se sujetó a ella para no caer, creía que me fundía deseando perderme y no ver, ser un trozo de hielo deshaciéndose al sol y al que absorbe la tierra, desaparecer.

Nos alejamos hasta un banco de hierro, dejamos las bicis y nos sentamos sobre el respaldo con los pies en el asiento para observar a la gente y sobre todo al grupo de Julio y Bruno, esté hablaba también con otra de las chicas y se divertían mirando la escena que montaban Julio con la muchacha.

-¿Hemos venido para esto? Mírales.  – le hable a Jacobo que  golpeó con el pie sobre el asiento.

-¡Bahh! Son hombres, déjales.  –volví la cabeza para mirarle.

-¿Y nosotros que somos?  -todos somos muchachos, ¿por qué  entonces ellos se integran así y nosotros permanecemos solos sin que los chicos se nos aproximen? Jacobo sonríe malévolo enseñándome los dientes apretados.

-Mariquitas primo, lindas mariquitas que asustan a los machos aunque deseen tenerlas en sus manos y recorrerlas con sus dedos, ¿aún no te has dado cuenta?  -no se detuvo, continuó hablando  y me señaló a los chicos de antes, que ahora se sentaban en los escalones de la iglesia.

-Uno de esos chicos nos ha mirado antes, el de las piernas puludas, seguro que ha pensado algo sobre nosotros y le hubiera gustado tenernos en otro lugar, a solas sin la compañía de sus amigos, pero no se decidirá a proponernos algo y ni loco va a hablarnos estando sus amigos delante.  –ahora si se detuvo pare correr con la mirada toda la plaza.

-¡Basura cobarde!  -no sonaba que lo dijera con ira, era una muestra de desprecio ante esa forma de ser.

Seguimos un rato observando sin hablar hasta que salieron de misa, Rufo llevo el coche hasta la puerta, no le había visto por allí y recogió a los abuelos que salían hablando con el sacerdote, éste los acompaño hasta el coche y allí los despidió.

Me estaba comenzando a aburrir y llegó Bruno con una bici en cada mano.

-Os las dejamos un momento, vamos a dar una vuelta con aquellos.  –hablaba deprisa a la vez que dejaba sus máquinas apoyadas en el banco.

-Atadlas si queréis, nosotros nos vamos.  –Jacobo se levantó y tiró de mí para que me pusiera de pie en el suelo.

-Vamos, sígueme.  –Bruno le miró asombrado y molesto pero no habló.

Pedaleamos sin hablar,  no se detuvo y habíamos rebasado la entrada a la carretera de la hacienda y continuamos llaneando, a lo lejos veíamos el siguiente pueblo, disfrutaba del aire que golpeaba mi rostro y resbalaba por mi espalda inclinada, batiendo los faldones de mi camisa que se me habían escapado de la cintura.

Antes de llegar al pueblo había una gasolinera que tenía un bar, estaba como a quinientos metros de las primeras casas, Jacobo se desvió para llegar hasta el edificio, estaba todo solitario, sin clientes a esa hora.

-Vamos a tomar un refresco y luego volvemos para bañarnos antes de comer.  –dejamos las bicis contra la pared, en la puerta, y entramos en el bar, no era nada especial y un señor mayor pasaba un paño por la máquina de hacer café.

En la barra estaba un hombre con un buzo verde, seguramente un empleado de la gasolinera, tomaba un café que el mayor debía terminar de ponerle, aún se mantenía el aroma en el aire.

Nos acercamos a la barra, y Jacobo pidió dos refrescos. El señor dejó el trapo y se volvió, era un bastante viejo de unos sesenta años, fuerte y gordo pero de cara agradable.

-¿De qué queréis el refresco chicos?  -el chicos lo pronuncio con una entonación especial a la vez que nos miraba de arriba abajo.

-Cocas, dos por favor. -Jacobo extendió un billete para pagarlas, al dar la vuelta para ir a sentarnos a una mesa encontré la mirada del señor del buzo observándonos. No era tan mayor ahora que le veía de frente, tendría como treinta años pero era grande y fuerte, moreno y con el pelo alborotado, un poco de barba ennegrecía su cara, nos miraba con detenimiento estudiándonos cada movimiento.

-¿Dando un paseo?  -me giré para contestarle llegando ya a la mesa donde Jacobo se sentaba.

-Si señor…  -tenía una voz gruesa y ronca, agradable diría yo. Me senté en una silla al lado de Jacobo y comencé a sorber de la pajita ya que a mi primo le gusta beber así y había pedido para los dos.

-Esta buena con este calor.  –nos llegó desde la barra la voz del señor, para no resultar descorteses nos giramos ligeramente y en lugar de mirar por la ventana lo hicimos hacia el mostrador.

El señor de detrás de la barra trasteaba con botellas sin prestar a tención, escuchando la televisión y levantando la mirada hacia el rincón donde la tenía.

El de la barra deslizó la cremallera del buzo, bajándola hasta su ombligo, no llevaba camisa ni camiseta y podíamos ver su potente pecho, de amplios pectorales, cubierto de negro y crespo pelo. Sonreía y disimuladamente comenzó a tocarse la entrepierna. Miraba al viejo de la barra algunas veces pero el otro no vería la maniobra aunque mirara al estar pegado al mostrador.

Miraba asombrado las maniobras del hombre y giré para mirar a mi primo, Jacobo no perdía detalle y se estaba comenzando a excitar, se pasaba la lengua por los secos labios, volví los ojos, el hombre se apretaba la tela del buzo para hacer notar lo que llevaba dentro y que ya debía tener duro por el tamaño que presentaba bajando por la pernera, supuse que no llevaba calzoncillo o este era de pata y flojo.

Se  pasaba su mano grande, venosa y llena de pelos por lo que parecía un tubo de plástico, la situación estaba empezando a resultar excitante y erótica y comencé a imaginar lo que el hombre escondía tras el verde de la tela, mi polla respingó cuando agarro la parte extrema, o sea el glande, y lo apretó hasta notarse la humedad que mojaba ya la tela.

El viejo había marchado por una puerta hacia la cocina o almacén y el hombre de la barra corrió repentinamente el resto de la cremallera que faltaba por bajar, entonces apareció lo que esperábamos mi primo y yo, una verga larga como la de Julio pero más gorda, estiró de la parte baja de la tela y sacó dos huevazos que no cabían en su mano, apretaba el escroto haciendo que sus testículos brillaran al estirar tanto la piel que se veía tras la pelambrera negra.

Sentía mi polla encerrada latir como loca y mi culito vibraba llamando a aquella verga de ensueño, imagino que Jacobo estaba sintiendo lo mismo sin perderse detalle de la exhibición que el otro nos ofrecía.

Cuando el viejo apareció se subió apresuradamente la cremallera hasta el pecho, nos miró e hizo un gesto con la cabeza como invitándonos a seguirle fuera. No lo podía creer, Jacobo le asentía diciéndole que si con un movimiento brusco del cuello como si se rompiera.

El hombre se despidió del viejo de la barra y nos dirigió una larga mirada que era un imán hasta que salió por la puerta...

-Qué vas a hacer Jacobo.  –agarré su brazo. –Es una temeridad, vamos a casa.

-Probaremos algo nuevo, ¿te has fijado como está el tío? Eso es un macho.  –no esperó a que le respondiera y emprendió el camino que el otro había iniciado hasta llegar a la puerta, se volvió para hacerme una señal, continuaba sentado, perplejo y asustado ante lo que nos proponíamos hacer.

Me levanté y se seguí apresurado, el sol de la mañana ya alto nos cegó, el hombre permanecía en la puerta del almacén de la gasolinera con la puerta de cristal abierta y hacia allí se dirigió Jacobo seguido por mí.

Sin esperarnos el hombre entro en el local, al traspasar el umbral volvimos a quedar ciegos aturdidos de nuevo por el contraste entre claridad y sombra.

-Sera mejor que las bicis las dejéis detrás de esta caseta.  Su voz ronca sonaba ahogada, agarró la cabeza de Jacobo entre sus manos y comenzó a besarle en los labios.

-Ve tú Luis, tráelas como él dice. –mi primo parecía ido y sin ganas de detenerse en el beso que el hombre le estaba dando.

De nuevo salí a la luz, la distancia era pequeña y fui llevando las bicis, cogiendo de  los manillares arrastré las dos a la vez a la parte posterior de baja caseta. No estaba muy convencido de que fuera bueno lo que irremediablemente íbamos a hacer pero amansaba mi desazón viendo en mi cabeza la imagen de Julio con su amiga, y como Jacobo dijo: Eso es un macho, resultaba totalmente cierto. Resultaba tan, tan excitante la situación que me temblaba todo el cuerpo como si tuviera fiebre.

Traspasé la puerta y la oscuridad me envolvió, escuchaba los gemidos de Jacobo y la respiración fuerte del otro, mis ojos se fueron acostumbrando a la diferencia de luz y comencé a distinguir claramente los objetos.

Jacobo estaba sentado en una pequeña mesa de madera, sin camisa, prendida su boca de una de las tetas del hombre, chupaba de ella con ruidos húmedos.

-Que bien hueles, me gusta, sí. -y pasaba su lengua por el velludo pecho volviendo a chupar su tetilla.

-Supe que erais unos putitos nada más veros, y guapos además, vuestro papá os va a enseñar un juego que os gustará.

-Tú, ven aquí.  –se dirigía a mí con voz poderosa y de mando, me acerqué hasta pegar en la mesa con mi muslo, al lado de Jacobo. Sujetó mi cuello y aplastó su boca sobre la mía, gemí de dolor al aplastar mis labios con su fuerza, era un tipo muy fuerte y empujó mis dientes con su lengua para que le abriera paso, estaba caliente y dura un poco seca también y se la humedecí con mi saliva.

Atrapaba toda mi boca con la suya y tenía que respirar por la nariz, el olor a café me invadió llenándome, su lengua batía contra la mía en una lucha sin cuartel, brusca, áspera y dura pero rica.  Gemí con su lengua dentro.

-Os gusta maricas, se nota como disfrutáis de un macho, ¿os han roto ya el culo?, ¿os han disfrutado ya?, ¿qué cabrón os ha gozado?, ¿vuestro padre?  -sus palabras me excitaban y baje la mano a su entrepierna, encontré la de mi primo sujetando el poderoso músculo, aún quedaba lugar para mi mano y la aferré a la polla caliente y dura.

Jacobo comenzó a masturbarlo sin dejar de comerle el pecho y yo abandoné el falo para agarrar sus enormes bolas y al dejar de comerme la boca acompañé a Bruno lamiendo el pecho del macho que elevó el brazo para que lamiera los pelos de su sobaco.

La testosterona se olía, se notaba en el ambiente, para nosotros era el primer hombre de verdad que nos iba a comer vivos y para el representábamos la juventud, la fragancia y  dureza de la carne joven casi virgen, todos nos deseábamos y la locura enturbiaba nuestra mente.

Se había sacado la parte de arriba del buzo y lo tenía a sus pies, desnudo, agresivo y fiero blandía el terrible pene en el aire, nos arrodillamos ante el ser poderoso y comenzamos a lamer disputándonos el chupar su glande gordo y rojo, sabía y olía delicioso, a hombre, a sudor a macho maduro.

Nuestro placer duró poco, tenía otras prioridades, se aportó para ordenar a Jacobo.

-Quítate el pantalón puto, tú vas a ser el primero en probar mi verga. -mi primo se levantó y en un segundo su ropa desapareció.  –el hombre le mirada estremecido, de su polla salía un hilo de precum que recogí con la mano, me lo llevé a la lengua, sabía dulzón y era pegadizo y pastoso quedándoseme pegado en los labios.

Jacobo se inclino apoyando sus brazos en el borde la mesa y empinó el culo esperando el ariete que lo iba a traspasar, no fue así, el hombre se arrodillo para comenzar a chuparle el culo, sabía cómo tratar a los putitos delicados. Los gemidos de mi primo no se hicieron esperar, yo me bajé la ropa esperando mi turno y me incliné para besar la espalda de Jacobo.

Mi polla rozaba con el brazo del hombre arrodillado que mamaba fuerte, soltando interjecciones cuando descansaba y dejaba de lamerle el culo, llamándonos putos o diciendo que estábamos para comernos.

-Maricones, que buenos estáis,  para comeros enteros. Me miró de soslayo y me cogió la verga para meterla en su boca, se la tragó entera y chupo de ella, solo fue un momento y volvió al culo de Jacobo. Parecía un hambriento que quería comer todo, a los dos a la vez.

-Métela ya, hazme tuyo.  –reclamaba Jacobo empinando más el culo, el hombre se puso de pié y agarro su verga, esperaba que no le hiciera daño, era imposible que el culo de mi primo pudiera contener esa polla tan grande.

Entonces Jacobo reaccionó y volvió la cabeza.

-Espera, espera, ¿tienes condones?  -el sujeto soltó una risa seca.

-Claro, no creerás que voy a meter la verga en el culo de un puto que se regala sin protegerme.  -abrió un cajón de la mesa y tenía un motón de preservativos junto con un tubo de crema, estaba preparado para todo.

En hombre le abrió más las piernas y colocó el glande en la entrada empujando sin parar, como si fuera un toro y mi primo grito cuando el gordo glande entró potente, tiró la cabeza sobre los brazos y mordió uno de ellos, el hombre paró y se mantuvo quieto hasta que Jacobo movió su culo pidiendo con el gesto que siguiera.

Le acariciaba la espalda y sentía como se estremecía del dolor que le causaba la verga entrando, ahora despacio y sin detenerse hasta que los testículos del hombre golpearon en los de mi primo.

Paró un momento bufando apoyado en la espalda de Jacobo, lo miraba y no me lo podía creer, la tenía toda dentro, cuando la sacó un poco vi su culo dilatado y estirado para romperse, el tipo estaba deseoso y comenzó a moverse, los quejidos de mi primo se convirtieron en suspiros, imagino que de dolor y placer unidos, ya no mordía su brazo, ya no se quejaba, ahora movía el trasero deliciosamente aceptando su situación y disfrutando de ella, cuando el bruto empujaba movía todo su cuerpo arrastrando sus brazos sobre la mesa y en cada movimiento a Jacobo se le escapaba una exclamación y la baba le caía de la boca.

-Ya, ya me voy puto, te voy a llenar el culo.  -arreció en sus embestidas y temí por la seguridad de mi primo y por fin se clavó profundamente, le temblaba el culo mientras descargaba todos sus huevos en el ano de Jacobo.

-¡Ahhh!, que buen culo tienes. -se había corrido a mares y tenía llena la bolsa del condón, lo miró y sin cambiarlo volvió a entrar en él otra vez sin detenerse, sin descansar un segundo, el condón se debió de romper y la leche salía a presión del ano de mi primo, pero el bruto no paraba de entrar hasta lo más profundo de su cuerpo.

-Sí, dame, ya me voy yo también.  –Jacobo empezó a temblar y tuvo que apoyar los brazos sobre la mesa para no caer al suelo. Suspiraba y tiraba el culo para atrás cuando el hombre se la sacaba. Todo su semen cayó en el suelo.

La verga del tipo seguía dura cuando la sacó con el condón roto, brillaba y relucía como un sable de acero, se lo quitó y lo dejó caer al suelo junto con el esperma que se había derramado antes.

-Ahora te toca a ti, quítate la ropa.  –le obedecía obsesionado por su polla que era lo único que en ese momento veía y me importaba, sentir lo que había visto en mi primo. Me cogió de las caderas y me colocó en la posición en que estaba Jacobo, a su lado donde aún suspiraba tendido con el pecho sobre la mesa.

Se inclinó y cuando comenzó a darme lengüetazos en el ano escuchamos el claxon de un coche. Había llegado un cliente a la gasolinera, el hombre se levantó y se subió rápido el buzo marchando hacia la puerta.

-Ahora vuelvo, así descansamos un rato.  -y salió dando un portazo que casi rompe el cristal.

Allí me dejó muerto de deseo con el culo palpitando y esperando mi ración de placer. Jacobo se había incorporado y comenzó a reír mirando el desastre del suelo lleno de leche y con el preservativo roto.

-Siéntate en la mesa, se te va a bajar la polla y perderás las ganas. –hice como me indicaba, agarró mi verga y se la metió en la boca comenzando a mamar con ganas. Hubiera preferido la verga del tipo aquel, pero Jacobo sabe como mamar una verga y la mía la tiene dominada.

El individuo tardaba en volver y mi primo mamaba y chupaba con fuerza a la vez que acariciaba mis huevos con una mano y me daba para que le chupara la otra metiendo sus dedos en mi boca. Con lo caliente que estaba no tardé en llenarle de leche, encogido y susurrando agradecido su nombre. Nos besamos mientras degustábamos mi semen y él seguía masturbando mi polla.

Cuando el gasolinero volvió, se venía bajando la cremallera de su buzo para continuar la faena que había dejado pendiente, nos encontró ya vestidos y dispuestos para marchar, se nos hacía tarde y teníamos que recorrer más de cuatro kilómetros.

Nos invitó para que volviéramos otro día, y que si queríamos tenía unos amigos que podrían llenarnos el culo con sus vergas y que eran muy simpáticos.

Jacobo le dijo que si aunque era difícil que fuera así, nunca hay que cerrar las puertas a otras oportunidades.

Continuará?