Luis, Jacobo y un verano 05

-¡Ohh! Bruno. –exclamé inclinando la cabeza a un costado y dejarle el cuello libre para su boca. Acariciaba con fuerza mis caderas y besaba con suavidad mi cuello mordiendo sin dañarme la nuca.

Los siguientes días se me hicieron muy largos al no conseguir hablar con Julio, ya no era importante tenerle para hacer sexo, me conformaba con que me mirara y pudiéramos hablar, decirnos alguna palabra. Nos veíamos y cuando estábamos juntos, nunca los dos solos, eludía mi mirada, si supiera el daño que me causaba.

Mis padres y tíos por su parte preparaban su viaje ya que partirían el lunes siguiente. Los abuelos disfrutan de sus nietos, nosotros de la libertad de los espacios abiertos, de la piscina, del cigarro compartido en la casita del árbol después de comer, cuando los mayores echaban la siesta, todo dentro de una placentera y perezosa rutina.

A pesar de lo mal que lo pasaba por culpa de Julio, no me privaba de nuestras mutuas pajas o las mamadas de nuestras pollas al calor de casita, disfrutando del viendo que entraba cálido entre las rajas de las maderas, tumbados y soñando, quedándonos dormidos algunas veces hasta la hora de la piscina.

A las noches Bruno se pasaba a nuestra habitación, no solo para follarnos, jugábamos a las cartas, a hacernos la guerra de almohadas sin meter mucho ruido y preparábamos el programa para el día siguiente.

Invariablemente todo terminaba con la verga de Bruno dentro de Jacobo y yo mirándoles, deseando que Julio estuviera allí y también me la metiera. Bruno generoso me la ofrecía,  se la rechazaba entre bromas de Jacobo, solo los acompañaba excitándome al verles gozar y masturbándome pensando en mi chico. Sinceramente, algo sí que hacía, mamarle la polla al pequeño mientras su hermano lo follaba, o acariciar la verga del mayor mientras entraba en el culo de Jacobo.

Era todo un vicio delicioso que compartíamos los tres y nos gustaba muchísimo, todo radicaba en proporcionarnos placer los unos a los otros sin forzar nada, permitiendo que todo fluyera natural y armonioso, propio de nuestras particulares tendencias. A Bruno no le gustaba que le diéramos por el culo, pues muy bien. Le gustada darnos y a nosotros recibir. Tampoco le gustaba mucho mamarnos la polla, pero lo hacía.

Bruno sí que hablaba con Julio y a veces desaparecía para ir con él,  le acompañaba en la ranchera o a caballo, le ayudaba en sus labores, lo que podía y no era mucho, miraba y estaba a su lado. También envidiaba eso.

-Dime lo que pasó la primera noche cuando estuviste con Julio, ¿o aún no puedes?  -habíamos salido del agua donde estuvimos jugando con papá y el tío, nadando y divirtiéndonos. Era un momento en que Bruno había ido a buscar a Julio y Jacobo aprovechó la oportunidad para insistir en lo mismo.

En susurros para que los mayores no escucharan se lo fui contando. Mi primo no parecía tomárselo en serio, sonreía malicioso y sus ojos brillaban como si se alegrara de mí mal, no era así porque en el fondo veía su inmenso cariño por mí.

Cuando terminé, o di por finalizado el relato de lo que quería que supiera, acercó su mano para tocar con la punta de sus dedos los míos, estábamos tumbados sobre nuestras toallas, boca abajo con los rostros girados para vernos, las manos extendidas como si fuéramos ranas.

-Suena tan bonito lo vuestro.  –le salió como un susurro de la boca con cierto aire soñador, enseguida volvió a ser él y a tener su sonrisa maliciosa e irónica, el sentimentalismo le duraba muy poco tiempo.

Nos faltan chicos, más gente para poderle dar una lección, que viera que no es imprescindible y puedes tener a otros que desean tenerte y usar tu culo.  –le miré tristemente.

-Pero yo le quiero a él…  -no me dejó terminar la frase.

-Esa es la suerte que tiene.  –paramos de hablar un momento.

-¿Cómo es tener una polla como la de Julio dentro de ti?, es tan larga.  –muchas veces me preguntaba cosas así que yo respondía como podía y a veces callaba, en esta ocasión no tenía ganas de hablar y contar algo que iba a excitarme.

Las veces en que lo habíamos hecho en grupo Julio nunca quiso dársela, solo lo hacía conmigo y eso le tenía molesto a mi primo, a mi no me importaría que le follara y pudiera sentir lo que tanto deseaba.

Y pasaron los días y llegó el sábado. La mañana resulto normal, preparamos nuestras bicis ya que el domingo iríamos en ellas al pueblo, a dar una vuelta como habían planeado los mayores, para rematar la mañana dimos nuestro paseo a caballo.

Después de comer fuimos a por el cigarro de rigor a la casita, Julio nos esperaba con una sorpresa, una botella de licor aun frío de melocotón con vasitos de plástico, nos saludamos, a mi no me habló, bueno no podía ser descortés y respondió con un vulgar “¡hola!” al que yo le dirigí.

Nos habíamos bebido el vasito que nos sirvió y fumado el cigarro, en este caso encendieron dos y no sabíamos cómo empezar la acción, fue Jacobo el que comenzó a acariciar a Bruno, besándose los dos mientras Julio y yo permanecíamos quietos como dos estatuas de piedra.

Por mis primos estaba dispuesto a rebajarme e intentar retomar nuestra amistad, ese motivo, a todas luces espurio, se me ocurrió sabiendo dentro de mí que moría de ganas de acariciarle besarle y comérmelo entero.

Alargué despacio la mano para tocar la suya esperando una reacción de aceptación, en un principio la mantuvo quieta debajo de la mía, se la apreté llamando su atención, se mantenía frío como un témpano sin alterarse hasta que deslizó la suya apartándose.

Me sentí triste, frustrado, como si me hubiera abandonado y dejado solo en un desierto, tenía que haberme lanzado a su cuello y obligarle a que me mirara y sellarle la boca hasta que se ahogara con mi beso, pedirle perdón a viva voz, o a gritos para que se enterara el mundo entero de mi amor. No lo hice, no. Tampoco manifesté mi dolor.

-Si no vamos a participar, es mejor que vayamos a darnos un baño.  -al escucharme Jacobo dejó de lamer el pene de Bruno y miró con algún odio a Julio. Bajamos mi primo pequeño y yo del árbol seguidos por los otros dos.

Si era cierto el odio que vi en la mirada de mi primo hacia Julio, se disipó al cabo de poco tiempo y terminamos jugando los cuatro dentro del agua, Julio y yo sin tocarnos pero jugábamos entre los cuatro tirándonos la pelota, el tío y papá se animaron a acompañarnos divertidos  como si hubieran vuelto a su juventud, aunque con cuarenta años tampoco se puede decir que fueran mayores.

Salimos para descansar y quedaron Julio y Jacobo jugando entre ellos metiéndose debajo del agua y luchando, si se puede llamar una lucha lo que podía haber entre ellos tan diferentes de fuerza y tamaño.

Después de estar un rato tendidos descansando me levanté para ir a orinar.

-Voy arriba a echar una meada.  –le hablé a Bruno que estaba entretenido mirando los juegos de la piscina.

-Sera mejor que te acompañe.  –nos levantamos a la vez y nos marchamos corriendo, subí las escaleras rápido, no quería que me quitara el ser el primero, el baño tenía dos lavabos pero un solo váter.

Me bajé el speedo corto que llevaba y me puse a mear, cerré los ojos satisfecho de vaciar mi vejiga y escuché el chorro de orina golpear fuerte en la loza. Sentí las manos de Bruno colocarse en mis hombros y bajar acariciando mi espalda hasta posarse en mis caderas, apretó en ellas a la vez que sus labios besaban mi cuello, después mordieron mi oreja. Suspiré hondamente soltando lo último que contenía mi ya vacía vejiga.

-¡Ohh! Bruno.  –exclamé inclinando la cabeza a un costado y dejarle el cuello libre para su boca. Acariciaba con fuerza mis caderas y besaba con suavidad mi cuello mordiendo sin dañarme la nuca.

Mi primo sabía muy bien cuales eran mis partes erógenas y las sabía explotar para nuestra conveniencia y mi placer.

-Mi bonito primo me necesita, ¿verdad?, yo te cuidaré pequeño.  –Bruno me llamaba pequeño y Julio enano, estiré mi cuerpo para levantar los brazos y abrazar su cuello apretándolo contra mí para que no separara la boca ni dejara de besarme.

-Antes has interrumpido lo que Jacobo me estaba haciendo, estoy muy caliente y voy a follarte.  –sabía que sería así y no me opuse, lo deseaba a mi vez y más al escuchar las alegres voces que llegaban de Jacobo en la piscina.

-Déjame un momento que me prepare.  –odio el manchar la verga de mi amante.

-Es igual, no importa, no quiero enfriarme.  -me desplazó para que me apoyara en la repisa de los lavabos.

-Quítate el bañador.  –ordenó imperativo, me agaché para sacarlo de los pies y quedar totalmente desnudo, a su vez se quitó el suyo. Volvió a abrazarme, ahora pasando sus brazos por mi vientre y pegando su polla entre mis nalgas.

La sentía muy caliente en el frío del culo e instintivamente me encogí para apretarme contra él abriendo ligeramente las piernas y que metiera en ellas su pene.

-Ahora tu primito te va a dar una cogida muy rica que te dejará tranquilo.  –Bruno no cesaba de acariciar mi abdomen y llegaba a mis tetillas para acariciar los pezoncitos que respondían a su estímulo poniéndose tiesos.

Elevé el pie derecho para colocarlo sobre la taza del váter, le vi coger algún producto del armario, una crema que sentí como la extendía en la entrada de mi culo y empecé a notar la punta de su pene queriendo entrar en mi cuerpo. Tenía que flexionar sus rodillas para coger el ángulo necesario y me coloqué de puntilla sobre mi pie izquierdo y así cooperar y ayudarle a acoplarnos.

A pesar de la crema sentía plenamente la magnitud de su polla entrando en mi, era más corta que la de Julio y algo más gorda y redonda, dejó de flexionar sus rodillas cuando estuvo toda dentro, se apoyó sobre mi espalda para besarla y decirme con júbilo.

-Ya la tienes toda ahora viene lo mejor. –pensé que iba a comenzar a entrar y salir con violencia, pero no, eran estocadas suaves y profundas sacando todo su sable y volviendo a meterlo y al final empujaba más hasta que mi pubis golpeaba en el mueble.

Bruno se estaba convirtiendo en un maestro ensayando en los culos de su hermano y primo, unos minutos después jadeábamos los dos, de satisfacción y placer que veía reflejado, mirando nuestros cuerpos encorvados y caras rojas, en el espejo del lavabo.

-Dame fuerte, más primito, más.  –no conforme con su movimiento tiraba mi culo para atrás, y entonces él paraba para dejarme que fuera yo el que lo metiera y sacara como quisiera.

Me apartó un poco del lavabo para poderme agarrar el pene y acariciarlo mientras yo me clavaba en su polla. Aceleré el movimiento, sus caricias en mi glande estaban ocasionando la llegada de mi leche hasta que eyaculé contra el mueble, mi ano se cerraba y abría causándole un masaje a su polla como si la estuviera mamando y se clavo hasta los huevos comenzando a vaciarse en mi recto.

Apoyé el pecho sobre el lavabo y llevé mis manos a su culo para que no se saliera todavía, mientras mi ano boqueaba con convulsiones nerviosas sacándole hasta la última gota de leche. Me sentía lleno y la eyaculación había sido abundante.

Después de unos segundos quería retirarse, tiró hacia atrás apoyándose en mi cintura y salió dejándome un vacio aterrador.

-Ohhh, no!  -exclamé.

-Espera, espera un poco, ha sido tanta leche que me has llenado.  –acarició mi espalda y me besaba antes de terminar de sacarla.

-También yo quisiera seguir y repetir lo que ha pasado, pero levantaremos sospechas si nos retrasamos más.  –no podía oponerme, él tenía razón, en el sexo todos son más razonables que yo, excepto Jacobo.

Me senté en la taza para vaciarme y miré como se lavaba la verga, no estaba sucia gracias a Dios, hubiera sido tan vergonzoso, se la limpió bien con jabón, hasta el rojizo y enmarañado pelo del pubis tuvo su ración de limpieza. Me encantaba verles a mis primos esa parte de su anatomía cubierta de rojizos vellos, tan iguales entre si y diferentes con el resto.

Sentía placer al salir su abundante semen de mi recto, realmente me había dejado toda su carga en mi culo y además, como Jacobo decía:  “El macho de la familia es un lechero”.

-Recoge esto mientras bajo para que no sospechen.  –se había terminado de poner el bañador y se inclinó para besarme en la cabeza, luego revolvió mi pelo y se marchó.

Mientras me limpiaba y recogía las evidencias de mi eyaculación pensaba que Bruno tenía razón, me había dejado tranquilo por lo menos a mi culo, el recibir su ración de rabo lo había apaciguado, el dolor de mi corazón seguía latente. Tenía un primo increíble e intuitivo que adivinaba mis necesidades como nadie. Si Julio fuera así, pero él tenía otras cosas.

Cuando bajé estaban todos en el agua, se habían añadido mamá y la tía y los abuelos estaban desaparecidos. Estaban a lo suyo y creo que en el primer momento nadie se dio cuenta de mi llegada excepto Julio que me dirigió una fugaz mirada, ¿de dolor?, ¿de frustración?

No se había puesto el sol y la abuela llegó para preguntar a las mujeres cómo querían la cena, Julio se fue sin despedirse de mí, le vi hablando con Bruno. Cuando bajamos para cenar me llevé una sorpresa, mamá y la tía hablaban animadamente con Julio, hablaban ellas Julio asentía y sonreía. Estaba…, para mi divino.

Vestía un pantalón vaquero negro, ceñido a la robustez de su cuerpo de breve cintura y culito elevado, pantorrillas como las columnas de Hércules, una camisa blanca y floja que colgaba de sus anchos hombros, de manga larga recogidas hasta el codo mostrando sus morenos brazos con el vello negro poblándoles, sembrando y apoderándose de su piel.

La angustia en mi pecho, al ver su viril belleza, que no había descubierto hasta hacia un año, me oprimía. Resultaba tan poderosa su presencia. Lo primitivo que emanaba de él le hacía ser misterioso y el que hablara tan poco y fuera tan reservado. Todo él resultaba un misterio que atraía y quería descubrir todo el mundo. La atracción mítica del investigador, del arqueólogo que disfrutan ante el misterio por descubrir.

Mamá colocó su mano sobre la piel desnuda de su brazo y la pasó con suavidad mientras reía con la tía, era un gesto de cariño, nada sexual y sin embargo amargó mi alma. Bebió de su alta copa de champán y entonces se dio cuenta de que entrabamos los tres primos, éramos los últimos en llegar. Nos hizo un gesto para que nos acercáramos.

-Mirad quien nos acompaña esta noche. –mamá parecía encantada de que Julio se encontrara allí, no era la primera vez que comía o cenaba algún sábado o domingo en nuestra mesa pero no se prodigaba.

En el momento de sentarnos Bruno se las arregló para dejar libre la silla entre Julio y él y brindármela con un gesto, no tuve más remedio que tomar asiento entre ellos.

Hablaban cruzando la conversación, mis ojos se encontraban con los de Julio cuando miraba a mi primo para contestar a sus preguntas y Bruno me propinaba pequeños codazos para que interviniera y dijera algo. Era incapaz de hablarle delante de todos y que llegara a ignorarme.

Mamá estaba sentada enfrente de nosotros, por una vez no estaba a la derecha del abuelo, miraba a Julio y parecía encandilada, cautivada y atraída por mi Julio, preguntándole por sus estudios y sus notas que la dejaban asombrada, luego desviaba la mirada a su hijo sonriéndome con dulzura. ¿Qué estaba sucediendo?

La cena terminó sin que nos habláramos a pesar del empeño de mi primo, le agradecí el esfuerzo, el ahínco demostrado para que nos reconciliáramos. Su amor por mi era genuino y sincero, sin sombra de egoísmos y solo quería mi bien y que fuera feliz.

-Deberías venir más a menudo. –mamá se despedía de mi amor envolviéndole en su mirada afectuosa y de aprecio.

-Lo haré señora, siempre que tenga tiempo. -la alegría de sus ojos se apagó al ver cómo le miraba yo.

Julio, a pesar de la confianza y de haber corrido por aquella casa tantas aventuras desde niño, llamaba a mamá señora, y a la tía lo mismo, a papá y al tío se dirigía a ellos como señor, ¿ y a los abuelos?, no le veía nunca hablar con ellos en casa. Fuera, en el campo, en el complejo de la hacienda, cuando tenía que dirigirse a Julio lo hacía hablándole a Rufo y Julio entendía que sus palabras iban dirigidas a él aunque hablara a su tío. Una forma extraña de relacionarse que de pequeño no me importaba y ahora veía tan rara.

Esa noche me quedé dormido antes de que Jacobo volviera del baño de donde me llegaban ahogadas las voces de él y de Bruno. Estaba tan cansado, me sentía débil física y emocionalmente. Soñé con Julio y hasta le sentía presente abrazando su cuerpo, recibiendo su calor en el frío de la estrellada noche.

A la mañana desperté abrazado a Jacobo, este tenía los ojos abiertos mirándome sin moverse, al verme despierto se cambió de postura.

-Daba gusto sentirte respirar dormido y no quería despertarte, pero los abuelos van a salir para ir a misa al pueblo. Bruno quedó con Julio para ir un rato en bici los cuatro, ¿recuerdas? vamos a llegar tarde.

Saltó de la cama, estaba sin ropa y se dirigió al pasillo para ir al baño, unos segundos más tarde estaba debajo del chorro de la chucha con él preparándonos para bajar a desayunar y lo que nos deparará el día.

Seguirá?