Luis, Jacobo y un verano 03

-Julio, dame algo para limpiarme, mañana tu tía te mata al ver cómo le hemos dejado la cama. –no pude contener la risa, tampoco él y sentí resbalar su esperma por mis muslos.

Me había dejado el recto lleno de leche y había sido…, ¿cómo decirlo? ¡Un milagro!

¡Qué follada Dios mío! Miraba como gozaba mientras entraba en mí, como mordía sus labios pleno de gozo y resplandecía su cara como si se tratara de un ángel, moreno sí pero un hermoso ángel obrero del campo. Aquello no era igual a las folladas de Bruno, no era una follada vulgar, era Amor.

No quiero decir que mi primo lo haga mal, en realidad lo hace muy bien y yo se lo agradezco, muchas veces cuando le pido que me folle el culo se que lo hace al ver mi necesidad de tener una verga metida dentro, pero era solamente eso: Follar.

Se clavó en mi y se quedo quieto, buscando mis reacciones en los gestos de mi cara, solamente cuando le sonreí alegre y contento de sentirme lleno comenzó a bombear muy despacio. Se cansaba de soportar su peso en sus fuertes brazos y apoyaba su pecho sobre el mío para descansar un momento.

Abrazaba sus anchos hombros acariciando sus caderas, pasando mis manos por él una y otra vez, por la dureza de su pecho, por las dunas de su vientre.

-¡Julio!, ¡Julio querido!, soy tan feliz, tú me haces serlo. –entonces me besaba delicadamente ofreciéndome su legua para que se la chupara y mordiera.

-¡Te quiero! ¡Te quiero tanto que parece que vas a hacer que me muera!

Puede que parezca ridículo, patético y hasta cursi, pero me sentía así aplastado por su peso. Después de descansar un momento volvía a sostenerse sobre sus brazos para volver a entrar y salir de mi culo, a veces muy rápido y una de ellas, sin tocarme, sentí un profundo escalofrío que arrancaba de mi ano, pasaba por mis testículos hasta llegar a mi cerebro.

-¡Me voy, me voy cariño! –abracé fuerte su espalda sin dejar que se moviera y comencé a eyacular semen sobre mi vientre, bajo mis piernas que le estrangulaban el cuello y no dejaba de temblar subiendo mis caderas para rozarme con su verga.

Quedé rendido, exhausto y a partir de ahí dejé que me colocara como él quisiera, boca abajo, de costado, montado sobre él, me folló de mis maneras, hasta que al fin explosionó y regó mi intestino con su simiente, me masturbe ligeramente y vertí mi esperma sobre la cama sin darme cuenta. Quedó montado sobre mi pegado su pecho a mi espalda, rendido y sudoroso y aun me besaba con tiernos besos en el cuello.

Su polla se deslizó y se dejó caer sobre la cama mientras yo permanecía de rodillas, con el culo alto para evitar que saliera su leche de mi culo y manchara más sus sábanas.

-Julio, dame algo para limpiarme, mañana tu tía te mata al ver cómo le hemos dejado la cama.  –no pude contener la risa, tampoco él y sentí resbalar su esperma por mis muslos.

Habían pasado las horas, mañana yo tendría tiempo para estar tumbado descansando, Julio tenía que ir al trabajo con su tío y no era una labor descansada, por ese motivo estaba tan desarrollado y tan fuerte. La noche aún era larga y no quería dejarle.

Ronroneaba con mi cabeza sobre su pecho, satisfecho, encantado, mi rodilla encima de su polla para protegerla y que nadie me la arrebatara.

-Mi amor, te quiero, dímelo tú, ¡por favor!, ¡por favor!, ¡por favor! –insistía besando su pezón.

-¿De qué serviría? Tus abuelos no permitirán nunca que nos queramos y estemos juntos, ni siquiera tus primos.  –al menos su mano áspera acariciaba mi cintura mientras hablaba.

-Quiero oírtelo decir, solamente es eso, lo importante para mi es que tú me quieras, ya encontraremos la forma de poder estar unidos.

-No quiero que te hagas ilusiones, no quiero que lo pases mal.  –era terrible mi Julio, mi amor, ¿no conseguiría nunca un compromiso de su parte?  Levanté la cabeza para enfrentarle.

-¿Qué quieres entonces? ¿Seguir persiguiendo a las chicas del pueblo hasta que alguna te  entregue el coño y te cace?  -mi voz sonaba ácida, quería hacerle daño pero fue él el que me hirió.

-Puedes seguir dejándote follar por tus primos así podrás consolarte.  –sentí un mazazo en el pecho, ¿quién era él para cuestionar a mi familia?,  me levante y busqué mi ropa, me coloqué rápidamente el pantalón y el calzado, intentaba retenerme, abrazarme pero estaba roto de dolor y escapé.

-No hace falta que me acompañes, sé el camino de vuelta y haré lo que dices. Le pediré a Bruno que me folle cuando tenga ganas o buscaré a otros. Mis ojos se llenaron de lágrimas corrí el camino de vuelta tropezando hasta llegar al arco de entrada, Julio me seguía desnudo, como un fauno a la luz de la luna, pero creo que no quiso alcanzarme.

A pesar de mi desesperación tenía cuidado, el largo pasillo permanecía silencioso y a oscuras, llegué a nuestra habitación, la puerta estaba abierta y no como la dejé. Mi primo Jacobo permanecía tumbado, podía ve su figura completamente desnudo sobre la cama, su piel brillaba. La cama estaba revuelta y desordenada, adiviné que su hermano había visitado nuestra cama y habían follado.

Las lágrimas volvieron a resbalar por mi cara, Jacobo sabía conformarse con lo que le daba la vida y yo quería lo imposible, que un hombre me quisiera de verdad y no solamente cogerme el culo, en ese momento envidié a mi primo.

Fui al baño silenciosamente para seguir llorando mientras dejaba que saliera de mi culo la simiente de Julio, me limpie bien como nos habían enseñado y volví para meterme en la cama.

Jacobo respiraba suavemente y se colocó de costado mirando hacia mí, estaba profundamente dormido, cogí su mano y pase su brazo por mi cintura, necesitaba sentirme abrazado, protegido, amado.  Miré su cara pecosa ya que un rayo de la luna que entraba por la ventana iluminaba su sonrisa.  –Jacobo, quisiera ser como tú.  –poco a poco me fui tranquilizando, el peso de su brazo sobre mi abdomen hacía el efecto de una pastilla para calmarme.


¿Qué hubiera sido de mi sin su ayuda y la de mi querido tito? Los recuerdos volvieron, revueltos y al principio confusos, de aquella tarde hace ya dieciocho meses. Vacaciones de Navidad, estábamos solos en su casa, concretamente en su habitación, estaba todo en silencio y los únicos ruidos que se escuchaban eran los producidos por el servicio. Mamá y la tía habían salido de compras, Bruno estaba con algún amigo, Papá estaba de viaje y volvería al día siguiente, los abuelos en su casa debajo de la nuestra y el padre de Jacobo no había llegado aún.

Vivíamos las tres familias en la misma casa, juntos pero separados. El abuelo había adquirido una vieja clínica en el centro de la ciudad y la había mandado habilitar para convertirla en vivienda. Constaba de tres pisos, toda la plata baja era la vivienda de los abuelos que habitaban raras veces, preferían la hacienda para vivir, y los dos pisos superiores los dividieron por la mitad en dos viviendas para cada una de sus hijas, con un hermoso jardín rodeando la  clínica donde el abuelo había mandado construir una piscina, no muy grande pero suficiente.

Después de que se marcharon mamá y la tía quedamos solos, los abuelos aunque ahora estaban en su casa para pasar unos días no subían nunca a la de sus hijas.

Habíamos estado jugando, revisando otra vez más los viejos muebles que se amontonaban en el desván sin orden ni concierto y baúles llenos de viejas ropas, lo mismo que en la hacienda donde se encerraban años de historia. Cuando bajamos tuvimos que lavarnos las manos por el polvo que lo impregnaba todo. Me sentía muy cansado y me tumbe en la cama de mi primo, él a mi lado encendió la televisión, daban un programa sobre un concurso de jóvenes noveles cantantes.

Lo miraba distraído hasta que salió un chico con una voz muy bonita que me llamó la atención, pero más que la voz me atraía su figura. Sí, empezaba a descubrir que los chicos me gustaban, hacía algún tiempo que no podía evitar seguirles con mis ojos cuando alguno me atraía en el colegio o en la calle, y mis ojos los seguían como si fueran imán para ellos.

Me sentía raro, distinto a mis amigos que se disputaban el privilegio de presumir por haber tocado las tetas a alguna chica, las duchas después del deporte se convirtieron en un suplicio. Solamente me sentía a gusto con Jacobo y aún así no deseaba que supiera lo que sentía, me daba una enorme vergüenza y temía que perder su amistad que más de primo era de amigo.

El chico de la tele era guapísimo, quizá no lo fuera tanto, a mi casi todos me parecían muy guapos y Jacobo junto con Bruno me parecían soberbios. Miré hacia mi primo temiendo que notara la erección y dureza que mi pene iba cogiendo, viendo moverse en su baile y evoluciones al chico de la televisión.

Jacobo miraba detenidamente la representación, seguía con su pie el ritmo de la música y no tenía ojos más que para la pantalla. Cerré los míos y comencé a soñar sobre que me encontraba a ese chaval y nos hablábamos y me sonreía. Cambió el cantante y me fui quedando dormido con mi mano sobre mi polla para que mi primo no viera como la tenía.

Medio desperté al sentir unas sensaciones muy raras, deliciosas. Alguien…, algo estaba tocando mi pene, en un principio pensé que era el chico de la tele, que estaba soñando, pero no. Abrí somnoliento los ojos, Jacobo, mi primo, tenía mi verga en sus manos, no sé cómo logró sacarla de mi pantalón y el bóxer sin que me diera cuenta, los tenía bajados, por las rodillas. Acerco su boca a la punta del pene y la lamió con la legua, creí que me daba algo y suspiré en un tono alto.

No me movía, solo miraba como Jacobo pasaba su lengua por el tallo de mi pene, mi cuerpo temblaba como si tuviera frío con cada lamida.

-¿Qué haces Jacobo?  -logré musitar sin fuerzas. Levantó la cabeza, tenía mojados los labios y muy rojos, sus ojos echaban chispas de la risa interna, sonrió como él sabía hacer cuando hacía una travesura.

-¡chisss! Tranquilo…, no pasa nada.  –metió la mano debajo de mi niqui y acarició mi vientre muy suavemente a la vez que volvía a lamer mi verga, dejó mi abdomen para ayudarse con las dos manos y deslizar mi prepucio para liberar el glande.

Era la primea vez que alguien que no fuera yo acariciaba mi polla, la primera vez que sentía una lengua pasar por el tallo de mi verga, la primera vez de casi todo. Nunca había estado así con otra persona. En mi familia, excluyendo a los abuelos, todos eran muy liberales, nuestros padres nos enseñaron.  No es que fueran mostrando sus intimidades, simplemente no se preocupaban en ocultarlas. Había visto a mi madre desnuda, a mi padre, a mis tíos y naturalmente a mis primos, pero los veía como una cosa normal, en situaciones no forzadas ni eróticas.

Ahora era diferente, la situación resultaba extraña, mórbida sin ser malsana, morbosa, deliciosa, placentera a veces y sabrosa. Cerré con fuerza los ojos y mordí mi labio cuando sentí la humedad y el calor de su boca envolver el glande de mi polla. Temblaba de pura excitación y sujeté con fuerza la colcha, tenía que sujetarme a algo o caería en un insondable pozo del placer sofocante que notaba mareándome.

Salió un profundo y agudo ¡Ahhhh! de mi garganta y creo que me desmayé sollozando de placer. El primer orgasmo provocado por una persona ajena a mí, mucho mejor que cualquier paja que me había hecho aunque tampoco habían sido muchas.

Pasaron unos minutos hasta que pude abrir los ojos, Jacobo estaba a mi lado mirándome curioso, con una mirada expectante, la boca abierta respirando fuerte, el aliento le olía raro, distinto a como otras veces y pensé que se había comido mi semen, miré mi bajo vientre, la base de mi verga y todo estaba limpio, ni me había dado cuenta.

-¿Por qué lo has hecho?  -fueron mis primeras palabras, salieron de mi boca con miedo, se habría dado cuenta de lo que yo sentía y quiso hacerme un favor, gastarme una cruel broma, o quizá reírse de mí y ahora estallaría en carcajadas llamándome marica.

-Me apetecía, ¿Te ha gustado?  -mi mirada fue suficiente respuesta, le daba las gracias desde el fondo de mi corazón acompañadas de unas lágrimas.

Entonces se acercó, su extraño aliento me llenó y me entregó mi primer beso en los labios, tierno, suave, humedecido por las lágrimas que había rodado hasta ellos.

Permanecíamos en silencio, aún sin colocarme la ropa.

-Creo que me gustan los chicos.  –no sé si escuchó mi voz, no hubo contestación.

-¿Qué voy a hacer Jacobo?  -sujetó mi mano con la suya y la apretó sin mirarme.

-También a mí me gustan primito.  –salté sobre la cama para ponerme de rodillas y mirarle fijamente.

-¿Te ríes de mi? ¡No puede ser!  –me sonreía con ternura y cierta tristeza a la vez.

-No, no puede ser…, pero así es.  –caí a su lado mirándole.

-¿Dos primos maricones?  -y entonces pareció volverse loco y comenzó a reír con carcajadas que se tenían que escuchar en toda la casa.

-Sí, sí, somos tres los varones de la familia y dos salen putos.  –su risa era tan contagiosa y las lagrimas le salían de los ojos corriendo por sus mejillas, escondiéndose entre las pecas, con la boca muy abierta que parecía haberse vuelto loco de remate y comencé a reír con él.

Más tranquilos ya la risa había sido buena, estupenda para descargar los nervios, y ahora sonreíamos los dos, el problema era compartido, no nos sentíamos solos, únicos.

Agarré su mano para llevarla a mis labios, se la besé con tremenda devoción y agradecimiento, seguramente resultaba un egoísta deseando el mismo mal para él que yo sentía.

¿Qué haremos ahora Jacobo? Tenemos que pedir ayuda, saber lo que nos sucede.  –esperaba que la solución se le ocurriera rápido como todo.

-Quizá no sea tan grave, he leído que esto pasa en todas las especies, que no es tan raro ni malo. A Bruno le van las tetas, los coños, se pajea continuamente pensando en ellos, a ti y a mí las vergas. No veo tanta diferencia.  –su simplicidad nos llevo a que arrancáramos a reír de nuevo después de una mirada cómplice.

No nos habíamos dado cuenta pero el padre de Jacobo estaba de pie en la puerta, y yo con mi culo y polla al aire y los dos riendo sin parar. Entró en la habitación, no hice intención de vestirme, mi tío me veía muchas veces desnudo aunque en esta ocasión todo podía parecer muy extraño.

Se quedó delante de nosotros mirándonos mientras nos calmábamos. Diré de mi tío…, no sé qué decir, que es majísimo en todos los sentidos y que nos quiere a los tres con locura, a sus hijos y a mí, es más permisivo aún que mi padre, quizá porque él tiene dos hijos y se ve como con menos responsabilidad, no lo sé.

Lo cierto también es que toda la familia siente una extraña preferencia por mí, un algo especial, desde los abuelos hasta mis primos, pienso a veces que es porque me ven más delicado y frágil, la persona de la familia a la que todos deben proteger y cuidar aunque a veces nos peleemos, si la riña es con Bruno, Jacobo me defiende y al revés. Tampoco me aprovecho de esa debilidad que manifiestan hacia mí, si ellos me quieren, yo los adoro a todos ellos.

Pero bueno, se sienta en el costado de la cama a mi lado, acaricia mi pierna desnuda.

-Vístete Luis y contarme lo que pasa, que sucede con tantas risas, se os escucha desde abajo.  –obedezco y me coloco en el suelo para subirme el pantalón y el bóxer, luego me siento a su lado mientras Jacobo sigue tumbado mirándonos.

-Dame un abrazo y un beso tito, abrázame fuerte. –no solamente me abraza, me pone sobre sus rodillas como cuando era niño y me besa en la mejilla en un beso corto pero yo sujeto su cabeza para que no se separe de mí y mantener nuestras caras unidas.

Reúno todo el valor necesario, ¿y a quien mejor que a mi tío para pedir ayuda?, y musito en su oído las palabras que pueden traerme la desgracia.

-Soy marica tío, me gustan los chicos.  –ya está dicho, no hay vuelta atrás.

Me separa de él con suavidad pero con energía para mirarse en mis ojos, que le suplican, que le ruegan, su piedad, que no se enfade. ¡Ayuda! ¡Socorro! Es tanta la tensión que cierro mis mandíbulas hasta sentir que me duelen. Ve el mensaje que le envió, el esfuerzo tan tremendo que he tenido que realizar y vuelve a abrazar mi cuerpo pequeño, débil, ahora sin fuerzas.

-¡Pequeño!  -entierra su cara en mi pelo y me besa mientras me mece en sus brazos.

Entonces sucede, Jacobo se colocado de pié a nuestro lado y nos abraza pidiendo su parte de cariño.

-Papá, yo también soy como Luis, siento lo mismo.  –nos rodea con sus brazos formado un abrazo cerrado, una cadena que nos protege y nos guarda, una muralla de músculos puesta delante de nosotros para protegernos del mundo, de todo el mal que nos pudiera alcanzar.

¿El abrazo duró un siglo? No, claro que no. A mí me lo pareció, me sentía tan bien, tan arropado y protegido.

Jacobo me diría un día que él se sintió de igual manera, que ese día había querido a su padre como nunca y no deseaba que esa sensación terminara.

Dejarme que tome una ducha para prepararme, hoy cenaremos abajo, donde los abuelos, con invitados aburridos, todo esto lo tenemos que hablar, con más detalle, pero os daré un adelanto.

En esta familia sois muy queridos, amados, antes lo erais y a partir de este momento so seréis más, por todos, pero…, procurar que los abuelos no lo sepan, no lo entenderían, venga niños portaros bien y hablaremos de vuestros juegos y lo que podéis hacer.

Cuando el tío salió por la puerta Jacobo y yo nos miramos asombrados, ¿qué fácil había sido todo? Fácil porque mi tío nos había comprendido, o quizá por el amor que sentía, o quizá…, no importa el quizá, había sido duro…, y fácil.

Nos abrazamos saltando alegres y entonces fui yo quien le besó en la boca, respondió al beso moviendo sus labios sobre los míos pero nada más.

-Qué conste que tú no eres mi ideal de chico, no te lo vayas a creer.  –me lo decía divertido abrazado a mi cintura elevándome del suelo.

-En realidad ni me gustas.  –le apreté fuerte, fuerte contra mí.

-¡Jacobo!

-¡Vale, vale, un poco sí que me gustas!


Dejé de pensar en el pasado, el sueño y el cansancio pudieron conmigo.

Seguirá?