Luis, Jacobo y un verano 02

Busque mi ano con mis dedos, se había dilatado solo, me lo humedecí con saliva y me los introduje, Julio aparto mi mano y empezó a jugar con mi ano.

Luis, Jacobo y un verano 02

Nos habíamos quedado adormilados, tendidos sobre el duro suelo, cada uno a un costado de Bruno y entonces escuchamos el rumor del motor de un vehículo acercándose, recogimos todo y bajamos del árbol.

Delante de la puerta de la casa donde vive Julio con sus tíos, se detuvo su vieja ranchera entre quejidos del motor hasta que volvió el silencio. Se abrió la puerta del conductor y salió Rufo, se pasó su peludo brazo por la frente para retirarse el sudor y habló con alguien que se encontraba en el interior. No podíamos entender lo que hablaba, y quitándose la camisa camino de la puerta de la casa, avanzó mostrando su abombado pecho y abdomen cubiertos de una manta de tupidos pelos que limpiaba con su camisa de cuadros negros y rojos.

La ranchera volvió a rugir y avanzó hacia nosotros, al llegar a la altura del magnolio se detuvo y asomo la cabeza Julio por la ventanilla del conductor. Julio podía conducir la ranchara siempre que fuera dentro de la hacienda y no saliera a la carretera. Se nos quedó mirando pensativo.

-¡Gracias por los cigarros! ¿Dónde vas ahora?  -Bruno se encaminaba hacia el automóvil y nosotros le seguimos los pasos.  Julio señaló con la mano hacia la caja de la ranchera donde llevaba varios fardos de paja.

-Sabía que os gustarían, ahora voy a llevar la paja a las caballerizas, tengo trabajo que hacer, como siempre.  –su cara estaba sudada y el corto pelo moreno de la cabeza le brillaba del sudor.

-Te acompaño, tenemos que hablar.  –abrió la puerta contraria al conductor e hizo intención de entrar.

-¿Y nosotros qué?  -protestó Jacobo sujetando la puerta para que no la cerrara tras él, yo no decía nada solamente miraba el varonil y cuadrado rostro de Julio y él me miraba a mí con una sonrisa misteriosa y llena de promesas.

-Iros a la piscina, dentro de poco la abuela vigilará para saber dónde estamos, en un rato vuelvo con vosotros, Julio tiene que ponerme al día.  –Julio arrancó elevando el polvo del suelo, mientras me hacia un gesto de despedida con la mano.

Habían transcurrido las horas entre juegos, a veces en el agua y otras tumbados en el borde de la piscina para descansar cuando no podíamos más. Bruno se había incorporado a nosotros. Una chica del servicio llegó con una bandeja y nuestra merienda, la abuela nos llamó para que fuéramos a comer.

-Secaros bien y merendad. –no fue necesario que insistiera y mientras ellos tomaban el té de la tarde con limón, nosotros despachábamos la rica merienda que parecía más sabrosa por el hambre que teníamos. Los tíos habían ido al pueblo donde se encontrarían con mis padres.

Nos sentamos en el suelo para jugar a las cartas hasta que sentimos el ruido de los coches que llegaban. Corrimos descalzos y en bañador a recibirles, hacía solamente unas horas que les había dejado pero quería recibir el equipaje que me faltaba, sobre todo la nueva bici de montaña.

-Aquí está, no me he olvidado. –papá la bajaba del coche y se la arrebaté de las manos.

-¡Impaciente! Eres igual que tu madre.  –me revolvió el pelo que lo tenía aún húmedo y me lo echó para atrás apartándolo de la cara.

-¡Woo! Casi no pesa.  –Bruno la elevaba en sus manos apoyándose luego en ella para probar la amortiguación.

-Quiero una igual.  –Jacobo también la miraba sin llegar a tocarla.

-A vosotros os las regalaron el año pasado, las tenéis nuevas.  –y así llegó la hora de prepararse para la cena, ya estábamos la familia entera.

Mamá hablaba animadamente con su hermana y su madre, las dos se parecían entre ellas, rubias con el pelo recogido ambas en un moño logrando que resaltaran sus largos cuellos de cisne, elegantes y menos estiradas que la abuela, hijas únicas y gemelas. Papá sostenía su copa de vino en la mano derecha, la izquierda la pasaba por el hombro de mi tío y reían los dos hablando con el abuelo, su bigote blanco se movía y no dejaba su bastón de empuñadura de plata, con el lebrel que asomaba la cabeza entre sus dedos.

No necesitaba su bastón, lo llevaba como una reminiscencia de su generalato, como si no se resignara a haber pasado a la reserva y aún quisiera mantener la disciplina, y dirigiera sus tropas por el simple hecho de llevar el bastón y siguiera ejerciendo el mando.

El moreno y corto pelo de papá brillaba a la luz de las lámparas de cristal de roca, el tío era pelirrojo, de él heredaron mis primos su piel con innumerables pecas repartidas por sus cuerpos y sus cabellos rubio oscuro y trigueño. Yo igual que mamá y la tía, rubio tirando a blanco.

Podía haber sido al revés, parece ser que mamá comenzó a salir con mi tío y mi tía con mi padre, amigos los dos, compañeros de aventuras, de estudios y buscadores de amores. Nunca han explicado el motivo del cambio de pareja.

Me sentía impaciente y quería que la cena terminara y se fueran todos a dormir, nos despedimos y los dejamos en su charla interminable sobre política y negocios.

-Bruno, ¿qué tenías que hablar con Julio?  -deseaba saber el motivo de que quisiera estar a solas con él.

-De qué va a ser, de chicas, ¿verdad?, Julio le tendrá algo preparado para el verano, quieren meterla en un coño, lo llevan escrito en la frente. -su hermano le hablaba duro y sin miramientos.

Bruno golpeó con una almohada a Jacobo y este salió corriendo de la habitación riendo escandalosamente camino del baño.

-No le hagas caso a Jacobo. –se levantó de la cama y se acercó a mí, me abrazó y se inclinó para besarme el pelo. Bruno hablaba para tranquilizarme pero yo sabía que en lo que decía su hermano había mucho de verdad.

-Voy a verle esta noche, ¿te ha dicho algo?  -se apartó de mi y llevo su mano a su entrepierna, no sé el por qué pero se le notaba excitado.

-Algo me ha hablado, ten cuidado está con unas ganas locas de cogerse a alguien.  –soltó una pícara risa y volvió a acomodarse el paquete.

-El que parece tener ganas eres tú.  –no esperé su respuesta y me fui al baño para lavarme la boca, Jacobo estaba mirándose al espejo con la espuma de la pasta resbalándole por los labios.

Los nervios no me permitían quedarme quieto, Jacobo se había metido entre las sábanas y yo tumbado a su lado continuaba vestido para salir en el momento oportuno.

-Ya se han retirado, ve a buscar a tu hombre o vas a morir de impaciencia.  –miré su ahora tristes ojos y le di un beso en los labios.

-Guárdame la espalda.  –apagué la luz y esperé afinando el oído, no se escuchaba ruido en casa y de fuera llegaba el canto de algún grillo.

El pasillo estaba solitario y a oscuras, solamente se veía la rendija de la parte inferior en la puerta de la habitación de Bruno que debía permanecer aún despierto. Avancé sin problemas, conocía el pasillo a la perfección y al llegar al final enfilé el tramo que me llevaba a la escalera de la parte de atrás de la casa.

Traspasé el arco de salida y una mano me sujetó y tiró de mí, me sentí abrazado por unos fuertes brazos que me aplastaban contra un robusto cuerpo, al instante sentí su aliento en mi cara.

-¡Julio! ¡Oh mi Julio!  -busqué ansioso su boca besando toda su cara.

-Mi amor, mi vida.  –abrazaba su cintura estrechándole contra mi convulso y excitado. El no hablaba, solamente besaba desesperado mis labios obligándome a abrir la boca para recibir su dulce lengua.

-¡Amor mío! –conseguía balbucear entre sus labios, me separó un poco para volver a abrazarme y posar sus labios en mi cuello, sentí un intenso escalofrío. Me sujetó de la mano y tiró de mí para llevarme.

El señor, tu abuelo está todavía despierto he visto luz en sus habitaciones.  –miré con cierta aprensión y angustia al final del patio, en ese momento la luz  de la biblioteca se apagaba y una tenue luz alumbraba la ventana de la habitación de mi abuelo, ahora se metería en la cama.

-Vamos para mi casa.  –le seguía sujetándome de su mano que cogía la mía con fuerza.

Su habitación estaba junto a la puerta de entrada y sus tíos dormían al fondo, entramos y antes de encender la lámpara corrió las cortinas, se volvió hacía mi para abrazarme otra vez y volvieron los fieros besos que luego se hicieron suaves y tiernos.

-Julio, mi amor, tenía tantas ganas de estar así.  –fue tirando de mi hasta llevarme a su cama, me empujó con suavidad y nos tendimos mirándonos.

-He pensado miles de veces en encontrarnos así, he pensado tanto en ti..., ¿y tú?, ¿me has recordado?  -acariciaba con la punta de mis dedos sus labios calientes y gruesos.

En su barbilla y sobre el labio superior le crecía una abundante pelusilla y entre ella salían algunos pelos gruesos y fuertes, el inicio de lo que sería su barba, pasé mi mano con suavidad por ella jugando con los pelos largos y dejé salir mi risa.

-Te está creciendo la barba.  –subí para besarle y sentir como cosquilleaba en mis labios.

-Me encantas Julio, te quiero y echo mucho de menos.  –me miró entornando los ojos.

-Claro, y mientras tanto entregas el culo a tus primos o al que quieras.  –me asombré ante su fría expresión de celos.

Lo cierto es que con Jacobo solamente nos hacíamos pajas o nos la chupábamos el uno al otro, era muy raro que nos folláramos. Con Bruno era diferente, era un macho que utilizaba nuestro culo para desahogar sus calenturas con las chicas, intentaba evitarlo pero a veces el culo se me abría de ganas, no podía más y sucumbía, le buscaba para que me rompiera el culo y me dejara satisfecho para unos días con una buena follada.

-Solamente lo hago con ellos y es diferente, a ti te quiero como hombre, ellos son mis primos,  jugamos, ya sabes lo que es eso y yo no te niego que vayas con tus chicas o chicos, estamos lejos casi todo el año.

-Yo no ando con chicos, solo contigo y las chicas no son tantas.  –vaya, reconocía que las había.

Se había quedado frío, todo iba de mal en peor y parecía que íbamos a discutir en lugar de querernos, no era así como lo había previsto. Llevaba puesta una camisa como la que vestía su tío a la tarde, retiré algunos botones y metí mi mano para acariciar su pecho, mi mano no llegaba a abarcar uno de sus pectorales, acaricié su tetilla y la metí luego en su sobaco, me hizo hueco para que jugara con sus vellos.

-Julio por favor, no te enfades, te quiero tanto, si tú me lo dijeras alguna vez. –abandoné el calor de su axila y volví a los botones para quitarlos e ir descubriendo su pecho, no tenía vello en él, tampoco en el abdomen solo un montoncito alrededor del ombligo y de allí se iba ensanchando hasta ocultarse en la cintura de su pantalón.

Me alcé y comencé a besar su pecho y lamerlo, me sabía rico y electrizaba mi piel, retiré mi camisa y me subí sobre él para que nuestros pechos estuvieran en contacto. No reaccionaba y mantenía las manos quietas a sus costados, cogí su derecha y la llevé a mi cintura.

-¿Quieres que te pida perdón? Pues bien lo hago. ¡Perdóname!  -sabía ponerme mimoso y empecé a besarle los labios, a jugar con mi lengua en su nariz y pasarla por su barbilla y bigote.

Mi corazón saltó de contento cuando su mano comenzó a acariciar mi espalda. Me dejé deslizar y posé mi mano en su entrepierna, notaba que no llevaba ropa interior aunque su pija aun estaba dormida, comenzando a despertar. Abracé su cuello emocionado y lleno de pasión.

-Mi amor, te amo Julio, te amo.  –y besaba sin parar su cara hasta  que le hice sonreír.

-Para, para ya. -metió mis labios en su boca y los chupaba furioso, besaba tan rico, tan brutalmente hermoso y sensual.

-Quítate la camisa, quiero sentir tu piel contra la mía.  –se sentó para quitársela del todo, el bulto en su bragueta era importante, iba a bajarle la cremallera y temí hacerle daño, cogerle la piel al bajarla, lo entendió y él mismo se la bajó y soltó el botón. Me pareció que su polla había crecido sobre el año pasado, la miré y admiré asombrado, era la verga perfecta o así me lo parecía a mí, delgada, lo parecía al ser tan larga, ligeramente aplastada en el troco, como si fuera el filo de una espada y el glande redondo y alargado cubierto por el prepucio con el meato abierto hasta el punto de dejar que mi lengua entrara en él, ligeramente curvada hacia el abdomen cuando la tenía completamente rígida.

Si en el pecho y abdomen no tenía vello, en el talló de la verga abundaba y también en los muslos y piernas hasta el tobillo.

-¡Te ha crecido!

-¡No!

-¡Sí! Y aún no está tiesa completa.  –dejé de mirarle para centrar mi atención en aquella joya de la naturaleza, en sus huevos cubiertos de negro pelo gordos y siempre llenos de semen, yo lo sabía muy bien. Volví a mirarle a la cara. Le encantaba la admiración que despertaba su polla en mí y que se lo demostrar asombrándome, como todo macho orgulloso de sus atributos viriles, le conocía tan bien. Descansaba sobre su abdomen inclinada sin coger toda su pujanza, esperando mis atenciones.

Me tendí a su costado sin tocarla aún, rodeé su cabeza con mis manos para mirarle a los ojos, acariciaba su pelo tan corto y duro, como un cepillo que hacía cosquillas en las palmas de mis manos.

-Es hermosa como su dueño, ¿me la vas a meter?  -no contestó, en su lugar me abrazó y comenzó a besarme de nuevo mientras arrancaba mi pantalón hasta dejarme desnudo como él estaba. Pequeño y delicado a su lado, mi piel tostada y suave contrastaba con la suya morena del sol casi quemada.

Después de un montón de besos, de chuparnos las tetillas y acariciarnos hasta lograr irritar mi piel, empujo de mis hombros para que bajara, lo hice como él quería besándole el pecho y los marcados abdominales hasta llegar a su ombligo y sentir el olor de su sexo, adelanté la mano antes de que mi boca llegara, para coger el palo caliente y duro que desafiaba el equilibrio temblando de excitación.

Tuve que volverlo a admirar antes de comenzar a lamerlo de arriba abajo, mientras mi mano derecha acariciaba sus testículos y la izquierda se perdía en su pecho pasándola muy apretada por sus pectorales y pezones.

-Mámala Luis, mámala. –le miré y me prendí en su mirada mientras su glande entraba en mi boca, miraba como la metía y su respiración se aceleraba viendo desaparecer parte de su verga dentro de mí. La saqué un momento.

-Está rica y muy sabrosa, la mejor verga del mundo.  –le sonreí sin vergüenza, ya no la tenía y utilizaba todas las artes que conocía para ponerle cachondo, para dar satisfacción al macho que me dominaba, al semental que pronto me montaría para domarme a su gusto. Yo estaba para eso y era lo que más quería.

La sujeté por la base y empecé a azotarme con ella en mis rojos labios, a pasarlos con mucha saliva a lo largo del tallo, notaba su tremenda excitación y como su culo saltaba nervioso elevándose de la cama, chupaba golosamente su glande aspirando entre ruidos con fuerza como si quisiera sacarle la leche, y así era verdaderamente.

-Vuelve a meterla Luis, hasta el fondo.  –Me preparé para lo que deseaba, mientras le miraba ahuequé la garganta y la fui tragando hasta que mi lengua, debajo de su verga, tocaba y lamía sus huevos. Ahora él la metía y sacaba un poco para retirarla y dejarme respirar hasta que volvía de nuevo a meterla hasta fondo, hasta sentirla resbalar por mi garganta.

La sacó cuando me vio congestionado y golpeó mis mejillas con la verga mojándome de mis babas y su precum, descansé apoyando mi cabeza en su abdomen que se movía muy rápido, abrí la boca para morderle el fuste y pasarle la lengua sin moverme siquiera.

Busqué sus ojos, tenía las cejas arqueadas como si me preguntara lo que venía ahora.

Busque mi ano con mis dedos, se había dilatado solo, me lo humedecí con saliva y me los introduje, Julio aparto mi mano y empezó a jugar con mi ano.

-Sí, métela, la necesito dentro de mí, notarme lleno de tu polla.  –no la soltaba de mi mano y notaba como mis palabras le encendían más y más.

Se levantó y tirando de mis caderas me posicionó con el culo en pompa, la cabeza apoyada en el colchón  y abierto para que pudiera preparar mi culo, se colocó detrás de mi después de abrir a tope mis piernas y sentí su aliento en mi ano, luego su lengua pasando por toda la raja, desde mis huevos, por todo el perineo hasta terminar en mi ano.

En unos segundos suspiraba con fuerza ahogando mi voz en la sábana.

-Sí, que bien, que boca tan rica. ¡Ohh! ¡Ohh! ¡Ohh! Julio, mi amor, sigue, fóllame con tu lengua, métela amor.  –a veces desfallecía de placer y me daba la impresión de que me correría si no paraba.

-¿La quieres ya? ¿Te la meto?

-Sí, la quiero, dámela, es mía.  –me golpeaba en el ano con ella y se masturbaba para que volviera a la rigidez de antes cuando se la mamaba, la apoyó en la entrada de mi culo y empezó a empujar.

-No, así no por esta vez, quiere verte la cara, ver tu mirada.  –me dio la vuelta y me coloqué de espaldas sobre el colchón, subió mis piernas a sus hombros y llevó la verga a mi agujero, nos mirábamos a los ojos mientras despacio y sin parar me penetraba, entraba en mi muy despacio, sin dolor partiendo en dos mi culo y solté un grito al sentirla en lo más hondo de mi vientre.

Continuará?