Luis

Mi primera experiencia homosexual

LUIS

A mediados del siglo pasado, yo tenía dieciséis años y tenia muy poca experiencia sexual. Más bien, era nula.

Una tarde de mayo, después de las clases nos encontrábamos un compañero y yo en la playa cercana a nuestros domicilios. Habíamos quedado con otros cuatro más para jugar a fútbol, pero no aparecieron. Entonces mi amigo me dijo:

  • Mira lo que tengo - mientras me enseñaba una revista que llevaba escondida bajo el jersey.

  • ¿Qué es?

  • Una revista con tías desnudas y tíos follándoselas.

  • Enséñamela - le pedí

  • No. Aquí no. Nos pueden pillar. Vamos a La Barca.

La Barca era el cascarón de una barca de pesca abandonado frente a un astillero y a la que le faltaba todo lo demás. Posiblemente no se había acabado por problemas económicos y mi pandilla la utilizaba como escondite, algo así como si fuera nuestro local social.

Subimos a la cubierta y rápidamente bajamos a la bodega. Allí le faltó tiempo a mi amigo para volver a sacarla y, juntos, empezamos a verla. Emilio, que así se llamaba mí amigo iba pasando las páginas y ambos hacíamos comentarios sobre las fotografías.

  • Mira que tetas tiene esta rubia.

  • !¿Has visto la polla de este tío?! - me dijo - ¿Cómo le puede entrar en el coño a esa tía?

Ahí era precisamente donde yo estaba mirándola fascinado. Un tío musculoso, moreno, con una polla larga y muy gruesa. Aquella escena me puso muy cachondo, noté que mi polla crecía bajo mis calzoncillos hasta resultar incómodo por el poco espacio que tenía para su desarrollo. Me llevé la mano a la entrepierna para colocármela mejor, mientras Emilio observaba la maniobra.

  • ¿Se te ha puesto tiesa? - me preguntó

  • Si. ¿Y a ti?

  • También. Y necesito hacerme una paja. ¿Tú no lo necesitas? - respondió mientras se desabrochaba el pantalón y se sacaba la pija.

Yo contemplé la operación. Tenía una polla bastante grande y recta. Aquello aumentó mi calentura y sin decir palabra me saqué la mía e, imitándolo, empecé frotármela.

Al cabo de un minuto o dos me dijo.

Si me la haces a mi, luego te la hago yo.

  • Estás loco. Ni en sueños te hago yo una paja.

  • No tengas miedo. Luego te la hago yo y nadie se va a enterar.

La verdad es que yo tenía unas ganas locas de tocar la polla de mi amigo. Estaba tan caliente que hubiera hecho cualquier cosa que me hubiera pedido. Creo que incluso ofrecerle mi culo.

Le cogí la polla con una mano y empece a frotarsela, lentamente, acariciándosela. Me gustó el tacto, y disfrutaba viendo como con mis caricias iba sobresaliendo el glande. Él empezó a gemir cuando con la otra mano le acaricie los huevos. Cerraba los ojos y me decía:

  • ¡Que bien me lo haces! Eres un experto haciendo pajas. ¿Has hecho muchas?

  • Tú eres el primero. ¿De verdad te gusta?

  • ¡Siiiii! Sigue, sigue. ¡No pares, que me vieneeee!

Y en aquel momento empezó a salir de su polla un surtidor de leche. Cuando acabó me dijo:

  • ¡Ufff! ¡Qué bueno! ¡En mi vida me había corrido así!

Yo acabé de desabrocharme el pantalón pero sin quitármelo del todo, quedando enrollado a mis pies, esperando que Emilio me devolviera el favor, mientras él se colocaba el pantalón y se lo abrochaba.

De pronto, dio un salto, se cogió al borde de la trampilla, se izó a la cubierta y desapareció de mi vista, dejándome caliente, frustrado y muy, muy, muy, cabreado. No pude alcanzarlo porque cuando acabé de vestirme y subí a la cubierta, él estaba muy lejos.

Parte 2

Con mi cabreo y mi frustración, me dirigí a la orilla del mar y empecé a tirar piedras al agua, rumiando mi venganza que llevaría a cabo cuando encontrara a mi, ya, ex amigo.

  • ¡Hola! - oí detrás de mi.

Me volví y me encontré con un chico, mayor que yo, de unos 18 ó 20 años, que había llegado por detrás mío sin que yo lo oyera.

  • ¡Ah! ¡Hola! - respondí

  • ¿Qué haces? ¿Deshagogándote?

  • ¿Qué? No, no. Solo tiro piedras al mar.

  • ¡Ya!

Nos quedamos en silencio mirándonos. Observé a aquel chico, moreno, bastante alto y con un rostro agradable, varonil. No pude evitar mirarle la entrepierna y pude apreciar un buen paquete. Al mismo tiempo me preguntaba yo por qué había dicho si yo me estaba desahogando. ¿Sospecharía algo de lo que habíamos estado haciendo en la barca? ¿Nos habría oído?

  • ¿Qué hacíais en la barca? - me preguntó

  • Nada

  • ¿Nada?

  • Bueno, mi amigo había traído una revista y la estábamos mirando.

  • ¿Una revista? ¿De tías desnudas?

  • Si.

  • ¿Y por qué no me la enseñas?

Entonces caí en la cuenta de que la revista se había quedado en la barca, que Emilio se había largado con tanta prisa que no se había acordado de recogerla. Y también me di cuenta de que aquella situación podía llevarme a algo más. Yo seguía cachondo perdido, el cabreo había desaparecido, pero mi calentura persistía.

  • Bueno, pero tenemos que subir a la barca. La revista se ha quedado allí.

Y nos dirigimos hacia allí.

  • Yo me llamo Luis. ¿ y tú? ¿Cuántos años tienes?

  • César. Y tengo dieciséis años.

  • Pues pareces mayor. Por lo menos de diecisiete.

Subimos a la barca, le di la revista y se sentó en un madero ancho que iba de un lado a otro, de babor a estribor.

  • Ven. Siéntate a mi lado y la vemos juntos.

Así lo hice, muy cerca y enseguida su pierna se pegó a la mía. Un calor recorrió mi cuerpo al notar el contacto, pero no hice nada por evitarlo. Al contrario, apreté mi pierna a la suya.

  • ¡Joder! ¡Que tías! ¿Cuál te gusta más? ¿Esta rubia?

Siguió pasando páginas con una mano mientras la otra se apoyó en mi muslo y yo no protesté. Yo necesitaba esa caricia y deseaba que siguiera.

Hasta que llegó a la página del tío que se follaba a la rubia.

-¡Joder! ¡Que pedazo de polla se gasta este tío! ¿No te parece?

-Si. La tiene muy larga y muy grande.

-¿Y te gusta? - preguntó mientras la mano que tenía apoyada en mi muslo se desplazaba hasta mi entrepierna y empezaba a masajear mi polla por encima del pantalón.

  • Si - respondí con voz queda.

Luis me siguió acariciando por encima del pantalón y me susurró al oído.

  • ¿Y te gusta lo que te estoy haciendo.

  • Si

Entonces comenzó a desabrocharme el pantalón, metió la mano por dentro del calzoncillo y me cogió directamente la polla. Mi corazón latía a toda velocidad y mi mente estaba llena de sensaciones. ¿Debía permitirle que fuera avanzando en sus caricias? Mi mente decía que no, que aquello podía llegar demasiado lejos, pero mi calentura me impedía rechazarlas. Aquello me estaba gustando demasiado.

  • Quítate el pantalón -me ordenó.

Le hice caso y mientras me lo,quitaba el me fue desabrochando la,camisa. Luego me mordisqueó la oreja, me besó en el cuello mientras seguía acariciándome la polla lentamente, subía y bajaba su mano sin prisa, disfrutando de ello y haciéndome disfrutar a mi también.

  • No quiero que te corras pronto. Aguanta y será para ti una tarde inmemorable - me susurró.

Fue bajando su boca hasta que aprisionó uno de mis pezones mientras con la otra mano acariciaba la otra tetilla y pellizcaba el otro pezón. ¡Qué gusto! No sabia, ni me podía imaginar que aquella zona de mi cuerpo pudiera darme tanto placer.

Al cabo de unos minutos continuó bajando la cabeza lamiéndome el vientre hasta llegar a la altura de mi polla. Le pasó la lengua por la punta, lamiéndola y, de pronto, la engulló toda. ¡Me la estaba mamando!

Toda la tensión acumulada, todos los esfuerzos para no correrme, para aguantar todas aquellas sensaciones explotaron. Un fuerte gemido salió de mi garganta mientras lanzaba chorros de esperma. Cuando me relajé miré a Luis, vi que sonreía, que acercaba su cara a la mía, posó su boca en la mía y,dándome un beso soltó en mi boca parte del producto de mi corrida. Me supo a salado y no me desagradó.

  • ¿Te ha gustado?

  • ¡Claro! ¡Mucho!

  • Me alegro. Esa era mi intención.

Entonces caí en la cuenta de que él estaba todavía vestido y que debería estar esperando que yo le correspondiera. Avancé mi mano hasta alcanzar su entrepierna y pude notar que la polla de mi amigo era bastante grande.

  • ¿Te gustaría hacerme ...

  • Si tú quieres...

  • ¡Claro! Ya puedes empezar.

Se desabrochó el pantalón que cayó a sus pies, se desembarazó de ellos y su calzoncillo siguió rápidamente el mismo camino. Y entonces pude ver ante mi una polla casi tan grande y gruesa como la de la revista que había provocado toda aquella orgía.

Y repetí el proceso que él había practicado conmigo: lamer, chupar su polla, con una mano acariciarle los huevos y con la otra acariciarle los pezones.

  • ¡Muy bien! - me dijo- Has aprendido muy pronto.

Una mano suya se metió entre mis pierna hasta alcanzar el ano y con un dedo me lo masajeó, pronto metió un dedo uno o dos centímetros. Me sorprendió aquello pero no dije nada porque la boca la tenía llena y no podía hablar.

  • Espera. Es que no quiero correrme tan pronto. Hay que procurar alargar el placer todo lo posible.

Dejé de mamársela, pero el continuó acariciándome el ano, añadiendo otro dedo al que ya estaba urgando en mi interior,

  • ¿Te hago daño?

  • No

  • ¿Sigo?

  • Siii!

Los dos dedos siguieron profundizando y el gusto que me daba aumentando.

  • Ven. Ponte encima del tablero de rodillas.

Así lo hice y Luis volvió a sus caricias en mi parte posterior. Yo abrí las piernas para facilitarle su trabajo y, de pronto, los sacó, dejándome sorprendido. Entonces noté otra cosa más gruesa que los dedos recorriendo toda la hendidura entre mis nalgas hasta que se detuvo en el ano, presionando ligeramente. Enseguida supe de que se trataba.

  • ¿Sabes que es esto?

  • Si. Tu polla

  • ¿Quieres que te la meta?

  • Es muy gorda y me hará mucho daño, ¿no?

  • Lo haré con mucho cuidado. Además me podré esto - y me enseñó un preservativo - por higiene y porque lleva un lubrificante y ayudará a que entre.

No esperó mi respuesta, entre otras cosas, porque yo mantenía mi posición de cuatro ofreciendo mi culo, con una mezcla de placer, deseo, morbo y miedo. Sacó el condón del envoltorio, se lo puso y sin tardar volvió a colocar su polla en la entrada del orificio e hizo una ligera presión.

  • ¿Te duele?

  • No, pero cuando me duela te aviso y no sigues, ¿vale?

  • De acuerdo, pero aguanta un poquito, al principio te puede dolor pero luego te gustará.

Y presionó más y me dolió un poco, pero aguanté. Hizo más fuerza y noté como pasaba el esfínter.

  • ¿Ya ha entrado? - pregunté

  • Solo un par de centímetros. Ya ha pasado lo peor.

Y entonces, con un golpe de cadera, entró toda. Lo noté. Era una mezcla de suave dolor y placer. ¡Me gustaba! Luis comenzó a moverse, alante y atrás y yo notaba como su polla casi salía de mi culo para volver a penetrar hasta el fondo. Y, a los pocos, minutos noté como su polla palpitaba, temblaba, mientras lanzaba un grito de placer. Se estaba corriendo. Creo que me hubiera gustado notar su leche dentro de mi. Lentamente su polla empezó a destensarse y salió de mi con un ruido parecido al de una ventosa cuando se despega.

Vi como se quitaba el condón y de su polla salía un hilo de semen. Me acerqué y lamí

su polla tragándome la leche.

  • ¡Ha sido magnifico! ¿Te ha gustado a tí?

  • Mucho

  • Si quieres lo podemos repetir otro día.

  • Bueno.

Me abrazó, me besó en la boca metiendo su lengua, yo la busqué con la mía.

Nos vestimos, saltamos de la barca y nos despedimos otra vez.

  • ¡Hasta pronto!

  • ¡Hasta pronto!

Nos fuimos cada uno por un lado y no nos volvimos a ver. Aquella fue mi primera experiencia homosexual, experiencia que no se repetiría hasta casi cincuenta años más tarde. Y no estoy arrepentido, guardo un buen recuerdo de aquella sesión de sexo.

¡Ah! Se me olvidaba. Al dia siguiente esperé a Emilio en un solar que había entre su casa y el colegio. Cuando llegó al lugar salí de detrás de la tapia, lo agarré de la camisa y lo introduje en el solar, fuera de la vista de cualquiera. Allí le sujeté por el cuello y acercando mi puño a su cara le dije:

  • Como digas a alguien lo que pasó ayer en la barca, yo diré que me la chupaste y que te la metí por el culo. Y, además, te partiré la cara.