Lucys x capítulo 1

Lucy es una mujer de 34 años atrapada en una relación intergaláctica con un hombre al que no ama. Así que decide dejarlo todo para ir a perseguir su sueño de ser capitana de su propia nave interestelar.

1- NUEVA VIDA

Mi cara tocaba la pared de la habitación repetidamente debido a las embestidas de mi marido. Mientras él me penetraba con fuerza, mi mente viajaba por las galaxias más lejanas en busca de un motivo por el cual quedarme dónde estaba y no salir corriendo sin mirar atrás.

Pero no lo encontré.

—Uf, joder ha sido intenso... — Dijo James mientras sacaba su miembro hinchado de mi húmeda entrepierna.

—Sí cielo, me ha gustado mucho. —Dije con desdén. Realmente me había gustado pero no había llegado a correrme.

No siempre ocurría, normalmente siempre acababa en el sexo, me encargaba personalmente de ello, pero esta vez no fue así. James tenía la manía de obligarme a hacerle una mamada cada vez que se corría dentro de mí para así sentirse “completo” como bien solía decir.

—Toma cariño, cómeme un poco a ver si queda algo para esa carita tan dulce que tienes. —Dijo.

A mi marido le encantaba decirme guarradas, al principio me gustaban, pero después de dos años de casados he empezado a perderle la gracia y hasta empieza a molestarme. Él nunca me trataba dulcemente, solamente pedía las cosas amablemente cuando se trataba de sexo.

Me agaché, me hice una coleta con mi melena rubia de rodillas en el suelo y sin tocarle con las manos, abrí la boca y metí su caliente polla en mi boca, haciéndole la mejor mamada que le había hecho en años. Como si fuera la última o como una especie de despedida.

—Joder cariño, voy a volver a correrme si sigues así, es increíble... —Dijo entrecortadamente.

Después de oir eso, me di cuenta de que en aquel momento tenía el poder y podía conseguir de él cualquier cosa en ese mismo instante.

<<¿Se lo digo ahora?>> Pensé.

—Nena, me corro...Dijo mientras estiraba de mi coleta con fuerza para follarme la garganta.

Yo me dejaba hacer, me gustaba ser sumisa en el sexo. Cuando sus testículos tocaban mis labios de repente noté cómo su polla latía dentro de mi y su espesa leche recorría mi garganta. No pude hacer nada más que mirarle y tragar todo lo que me estaba dando. Pero aún así se lo solté.

—James, quiero el divorcio. —Le dije mientras me relamía lo que quedaba de su semen.

—¿Cómo?¿Qué? —Dijo con esa cara de tonto que ponía cuándo estaba confuso.

—¿A qué viene eso ahora? —Preguntó, mientras se subía sus estrechos pantalones de militar.

—He pensado mucho en esto, el sexo contigo es genial pero ya no siento ese vínculo que teníamos antes, James. Me falta algo.

—Se que no estamos pasando por nuestro mejor momento pero eso que dices es una estupidez. Deberíamos hablarlo tranquilamente después de la reunión.

“Eso es una estupidez”. La típica frase de mi marido.

—No es una estupidez, llevamos años estancados en una relación sin amor en la que tú me usas como si fuera un masturbador. Me gusta lo que me haces, pero necesito mucho más y me has demostrado que tú no puedes dármelo. —Le dije mientras le miraba desafiante y con los labios hinchados de... Bueno, ya sabéis.

James me miraba perplejo. Él era comandante de la Nilfgaard, una nave interestelar destinada a preservar y mantener el orden en nuestro sistema. Un ser humano fuerte, de más de metro ochenta y con un buen miembro, tengo que añadir. Nacido para la batalla y condecorado con la medalla al honor por su valía en la Guerra del Edén, una guerra intergaláctica que estalló debido a la falta de recursos en los sistemas ATMOS (humano) y PREST (cerps) en la cual no hubo ningún ganador, como en ninguna de las guerras anteriores en la historia de la humanidad.

—En fin, voy a llamar a Verónica para que venga a buscarme. —Le dije mientras le tocaba el hombro.

—Siento que esto acabe así, pero necesito un descanso. Estoy agotada de tanto viaje y tengo que reorganizar mi vida, siento que estoy viviendo siempre a tu sombra y yo también necesito la libertad para elegir lo que más me convenga. —Espeté mientras sacaba mi comunicador del bolso para llamar a Verónica.

Abrí la puerta del camarote, me giré y le dediqué unas últimas palabras a quien había sido mi compañero de vida durante 7 largos años.

—Gracias James, espero que la vida te sonría y que encuentres lo que buscas. Te deseo lo mejor. —Le susurré con una sonrisa, realmente agradecida por la vida que me había dado durante ese tiempo y sobretodo por el sexo, pues no fue para nada malo.

James se limitó a mirarme con el ceño fruncido pero visiblemente relajado por la mamada que le acababa de hacer y solo me dedicó unas palabras.

—Maldita sea, vete mujer, se feliz.

Me di la vuelta y por un segundo dudé después de ver lo soprendentemente comprensivo que había sido. Aunque con una sonrisa me alejé para no volver a aquella habitación.