Lucy, la gorda lujuriosa (03)

Estoy enamorado. Y feliz de darle el gusto a mi Lucy, aunque me corra cuando lo hago... Claro que Lucy es un poco exigente... ¿pero qué me cuesta?...

Lucy, la gorda lujuriosa. (03) Por Mujer Dominante 4.

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Cuando bajó para abrirme, Lucy despidió a una amiga, con un beso en la boca. "Venite mañana, que la seguimos. ¡Hola pichoncito! ¿Listo para seguir jugando?" A juzgar por las ojeras de la amiga que se iba, ella no estaba como para seguir jugando más por ese día. "Es una amiga casada" me contó Lucy mientras subíamos a su departamento. "Pero hay ciertas cosas que el marido no le puede dar…"

Lucy estaba deslumbrante. Aún desde mi actitud de amigo no pude sustraerme a la enorme atracción que me provocaba. Y ella, coqueta como era, hacía contorneos con su voluminosa figura, como para obtener toda mi atención.

Ella tenía un no-se-qué capaz de provocar mis más sinceras emociones de amistad. Me había prometido que podría ayudarla en otro de sus más secretos deseos. Y yo ardía de ganas de poder darle todas las pruebas de mi amistad que ella quisiera.

Apenas entramos, fiel a su gusto, Lucy se puso cómoda.

"¡Uf, no sabés el baile que le di a esta chica…! ¡La pobre estaba muy tensionada, pero la dejé completamente planchada!"

No me animé a preguntarle qué técnica había usado para relajar tanto a la mujer. Estaba más bien ansioso de saber que tenía deparado para mí. Me había anunciado que me haría chuparle las tetas, pero uno nunca sabe

"Lucy, he venido para ayudarte nuevamente…" comencé el tema.

"Ah sí, mi ángel, ¿y qué ideas cruzan por tu mente?" Y coquetamente, Lucy sacó limpiamente sus enormes tetonas afuera.

Yo tragué saliva, Lucy sabía el efecto que me producían sus colosales redondeles. Y ella lo disfrutaba. "¿Qué tenés ganas de hacer, vidita, para ponerme contenta?"

"Bue-bueno, vos me dijiste que querías que te chupara las tetas…" atiné a decir, casi sin aliento, a la vista de su enorme tetería.

"¿De veras te gustaría que te dominara con mis melones?" preguntó, dejando frente a mis ojos sus potentes redondeles.

A mi se me empezó a caer la baba.

A estas alturas, mis piernas se habían aflojado, haciéndome caer de rodillas. Lucy pareció satisfecha ante mi actitud. Y luego se recostó lentamente, ofreciendo a mi avidez sus fabulosos pechos. Y con voz ronca me instó: "Dale, nene, satisfáceme, chupame las tetas, corazón"

"Cielos" pensé "¡Como me gusta ayudar a esta chica!" Y en pleno empleo de mi responsabilidad solidaria de amigo, comencé a recorrer esos maravillosos pechos, mientras mi amiga iba soltando gemidos. Impensadamente me fui subiendo encima de ella, dando rienda suelta a mi pasión de mamón. Como Lucy había cruzado los brazos como un marco para ofrecerme generosamente sus tetpnas. Sus manos quedaron a la altura de mi polla, que tenía una erección correspondiente a la circunstancia. Y entonces, mientras yo la mamaba apasionadamente, sus deditos habían comenzado a pellizcar la cabeza de mi polla. Eso me tomó totalmente de sorpresa, las sensaciones que sus dedos producían en mi polla eran completamente deleitosas. De modo que mis gemidos se unieron a los suyos. El pecho de Lucy se movía agitado, y ella iba regulando su caricia para obtener un orgasmo, antes de que yo me corriera. ¡Qué sacudía la de mi amiga! Me tuvo mamándola hasta obtener dos cataclísmicos orgasmos, hasta que accedió a apurarme el mío. Me vine como un pajarito, inundando mis pantalones.

"Esperá, pichoncito" dijo, mientras sus deditos liberaban mi chorreante y todavía erecta polla de mis pantalones. Y la mantuvo entre sus deditos, piel a piel, renovando su caricia. Yo, naturalmente, seguí sumergido en el océano de sus pechos, envuelto en sensaciones que me nublaban el pensamiento. Y sus deditos seguían pelliscando y acariciando, con seducción irresistible.

No sé cuanto tiempo duró este deleite, si una hora o un minuto, pero cuando finalmente me derramé en sus dedos, sus jadeos se transformaron en un suave alarido, mientras me transmitía las pulsiones de su cuerpo tembloroso. Volví a acabar como un pajarito, oliendo y lamiendo esos pechos colosales, bajo el dominio implacable de esos deditos. Yo quedé completamente en Babia, sumergido en sus tibiezas.

Entonces le dije "Lucy, no quiero incomodarte, ya que para vos soy sólo un amigo, pero ¿no querés ser mi novia?"

Veloz como el rayo, Lucy se levantó con una expresión de alegría golosa en su cara. "¡Esto tenemos que festejarlo, cielito!" Y poniéndose de cuclillas me señaló un lugar bajo ella para que pusiera mi cara. "Ponete acá"

Y yo, obedientemente, puse mi cara bajo sus nalgas para darle mi más ferviente ayuda. Cuando vi. bajando sobre mi cara el colosal culo de mi amiga, me sobrecogió un sentimiento casi de fervor religioso.

Al fin había llegado el amor a mi vida. "¿Sos feliz, mi pichoncito? Todos mis pichoncitos y pichoncitas lo son… ¡Disfruta, mi cielo, disfrutá…!"

Querido lector, ya vez que no debes desesperar, el amor al fin llega.

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