Lucy, la gorda lujuriosa (02)

Donde sucumbo a los encantos de Lucy y nos ponemos de novios. Y les comento que sucumbir bajo el culo de Lucy es una experiencia trascendente.

Lucy, la gorda lujuriosa. (02) Por Mujer Dominante 4.

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Lucy me recibió con la alegría que se le dispensa a un viejo amigo, como si en vez de habernos conocido ayer, tuvieramos la confianza de años.

"¿Viniste a conocer mis más secretos deseos, amor…?

Mientras subía detrás de ella por la escalera, me complací por sus palabras, que eran un anticipo del pedido de la ayuda que yo le había ofrecido. Me sentí halagado, porque esto significaba el principio de una hermosa amistad. Y mis ojos disfrutaban al ver a mi amiga, que me estaba conduciendo a la intimidad de su casa.

Cuando llegamos a su departamento, Lucy me precedió alegremente, moviendo la cola de ese modo tan simpático, con que la había visto hacerlo al despedirse.

Es así, hasta para caminar, mi amiga tiene gracia y desenvoltura. "Ponete cómodo, pichoncito" extendió su mano invitándome a sentarme. "Aquí traigo a los pichones como vos", agregó calidamente.

Yo pensé en los pajaritos abandonados que había recogido, y que me comparara con uno de ellos me resultó enternecedor.

"¿Te gustan los pajaritos?", dije, como para que supiera que había entendido su comparación.

"Sí, me enloquecen los pajaritos. Y cuanto más grandes mejor…"

Qué buenos sentimientos y cuanta paciencia, pensé, porque adoptar y criar un pajarito grande es más difícil, por la misma razón que la gente prefiere adoptar bebés, que niños más grandes. Era evidente que mi amiga tenía un corazón enorme.

"Me voy a poner un poco más cómoda, corazoncito, y vos también podés hacer lo mismo." Dijo, sacándose el apretado pantalón, sin la menor inhibición, pese a mi presencia, como corroborando la confianza que me tenía.

No pude evitar algún sentimiento admirativo al mirarla mientras contorneaba su cola para librarse del pantalón. Procuré obviar esa admiración; su confianza no merecía esos sentimientos de mi parte.

Pero si ella necesitaba estar cómoda para contarme "sus más secretos deseos", yo debía, como buen amigo, respetar esa necesidad.

Pero cuando, luego de terminar con el pantalón, Lucy comenzó a desprenderse de sus braguitas, debo confesar que me puse un poco inquieto.

Lucy no se daba cuenta, pero su actitud podía tomarse por un poco provocativa. Me conmovieron su candor e ingenuidad. "¿Te gusta lo que vez?" me preguntó con aire orgulloso por lo que me estraba mostrando.

Apenas, si pude farbullar algo confuso, pues la voz me salió algo insegura. Lucy se rió, moviendo un poco la cola al hacerlo, como quien bate una coctelera. Me da vergüenza decirlo, pero estaba teniendo un principio de erección, y mi amiga no merecía esto. Tuve miedo de que ella lo advirtiera, pues seguí moviendo la cola juguetonamente, sin advertir el efecto que esto me estaba produciendo. Evidentemente, Lucy no conocía a los hombres.

Creo que Lucy advirtió algo de mi turbación, así que se puso una faldita breve y se recostó en el sofá, para mi alivio. "Ahora podemos charlar tranquilos, vidita. Espero que vos también te sientas cómodo" dijo, echando una breve mirada a mi pantalón.

"¿Es de veras, pichoncito, que quieres hacerme sentir bien…?" ¡Al fin llegábamos al tema…! "Sí, Lucy, para algo soy tu amigo."

"Eso es lo que necesito, cielito, un amigo verdadero, que me haga feliz"

"Para eso estoy, Lucy" dije procurando no mirar sus hermosos pechos.

"¿Pero de veras de veras estás dispuesto a darme lo que yo te pida? ¿Harías eso por mí?" preguntó con voz mimosa.

"Claro, Lucy, contá conmigo."

"¡Qué humilde, mi ángel, yo supe que en vos encontré la persona adecuada para calmar mis ansias…!"

"¿Cuáles ansias?" Me alegré de ir finalmente al grano. Si Lucy quería hacerme confidencias que aliviaran su alma, yo era la persona que ella necesitava. A pesar de mi erección, que procuré ocultar, ya que no había oodido hacerla disminuir.

Con un mohín de timidez, Lucy me confió, como si le costara contar algo tan íntimo. "Yo siempre he tenido el secreto deseo de que un buen amigo me besara el culo, adentro de las nalgas…" Se atrevió a confesar al fin. "Pero a lo mejor vos no estás dispuesto, y lo que me dijiste eran nada más que palabras…"

Eso desperdó mi amor propio: "¡Tu duda me ofende, Lucy! ¡Te he dicho que puedes contar conmigo!"

Lucy se rió, y levantándose, acercó el culo hacia mi rostro. "Separame los glúteos, amoroso, y dame un besito" Tener el enorme culo de mi amiga tan cerca de mi rostro, en vez de inhibirme logró animarme más. No pude esconder el pensamiento de que si yo sacaba algo de placer con eso, ella no tenía por qué enterarse. Y puse manos a la obra. O mejor dicho "rostro al gulo".

Al hundir mi cara entre esos colosales glúteos sentí que la cosa no me desagradaba para nada.. El interior del culo de Lucy estaba caliente y perfumado con el olor de su piel. Lucy lanzó un suspiro, y abriendo un poco más sus nalgas las acomodó rodeándome más la cara. Y poniéndo su mano en mi cabeza me la empusó por la nuca, haciendome llegar más adentro. "Usá la lengüita, nene" Está mal que yo lo diga, pero mi erección parecía a punto de explotar. Comencé a usar la lengüita, y mi amiga respondió al halago, con otro gran suspiro, y comenzó a culearme el rostro con movimientos lengos e intensos. Seguramente lo estaba disfrutando. Y saber que yo, entre tantos hombres del mundo, estaba teniendo la posibilidad de librarla de un secreto deseo de toda su vida, me inflamó de orgullo. Me inflamó tanto, que en forma totalmente sorpresiva, mi polla comenzó a temblar, y mientras mi amiga con algunos gemidos y jadeos, seguía su inocente jueguito, mi polla se derramó.

"¡Así, así, mi nene!" jadeó a viva voz mi Lucy, comenzando con unas profundas contracciones de su posterior, casi aplastándome el rostro por ambos costados, por la intensidad de sus temblorosas contracciones.

Finalmente, me soltó la nuca, y caí derrumbado y sin casi saber ya quien era.

Cuando me sacó el culo de la cara, se puso nuevamente la falda y se sentó, viéndome con la expresión de quien sabe a quién tiene enfrente.

Dándo una ojeada divertida a la enorme mancha en mis pantalones, Lucy me tranquilizó: "No te hagas problema, cielito, a todos mis pichoncitos les pasa lo mismo, cuando me hago chupar el culo. Y a las mujeres también, aunque no se les nota porque no se le manchan de semen los pantalones."

Me pregunté a qué "pincitos" se refería, ya que a mi me había dicho que era un secreto deseo que me pedía satisficiera. Le pregunté. "No te hagas problemas, nene, la cuestión no es la cantidad, sino la calidad"

Eso me tranquilizó en cierto sentido. Si a todos les pasaba lo mismo, entonces yo no había estado mal. Y si habían sido tantos " los pichoncitos" , eso quería decir que su "secreto deseo" era que muchos hombres le chuparan el culo. T ti había hecho mi parte.

"Es una especie de vicio, mi vida, ¿querrás seguir ayudándome con eso?"

Además tengo otros deseos secretos. Siempre quise tener a un buen amigo chupándome las tetas."

Le aseguré que podría contar conmigo también para eso. "Lo sabía, mi cielo, lo sabía".

"¿Pero, por hoy nos atendremos sólo a mi culo. ¿Está lista esa lengüita?"

Estaba muy listo.

He visto, por tus cartas, que comprendes el sentido de la verdadera amistad, tal como lo comprendemos Lucy y yo. Me alegrará que me cuentes como te sientes. Escríbeme a mujerdominante4@yahoo.com.ar . A medida que voy conociendo a Lucy ha ido surgiendo en mí la idea de que quizá precisa colaboradores, no importa de que sexo, siempre y cuando estén dispuestos a demostrar una verdadera amistad.