Lucía y Sonia: cuando el amor triunfa...

A veces mentimos sin mala intención, pero todo se puede solucionar hablando...

Hola, este es el primer relato que escribo, disculpadme si no lo hago muy bien, pero si os diré que está escrito con el corazón y que es 100 % fabricación propia. Espero que os guste.

"Ring ring"

Sonó el teléfono mientras Lucía salía de la ducha secándose el pelo.

-¿Sí?

-Hola mi amor, necesito hablar contigo-logró balbucear Sonia mientras secaba sus lágrimas.

-¿Qué pasa mi vida? ¿Porqué lloras? Me asustas

-Necesito verte y que hablemos por favor

-Vale tranquila, ¿vienes a mi casa?

-Si.

-Te espero en 30 minutos, ¿ok?

-Vale cielo, te quiero.

Lucía terminó de vestirse mientras no entendía muy bien qué pasaba, no sabía porque lloraba así la mujer que más amaba.

Llegó la hora y el timbre sonó puntual. Al abrir la puerta, Sonia se abalanzó desconsolada a los brazos de su amada. Lucía trataba de consolarla, pero era algo imposible; entre el asombro preparó una tila para intentar calmarla. Parece que lo consiguió pero no logró quitar esa tristeza profunda que había en su mirada.

Besó su frente dulcemente y le pidió que le contara que pasaba; Sonia apenas podía articular palabra, pero sacó fuerzas de donde no las había y decidida comenzó a decir:

-Antes que nada déjame pedirte perdón, no he sido del todo sincera contigo... estoy casada...

-¿Qué?- fue lo único que pudo decir Lucía que quedó paralizada.

-Lo siento de verdad, no quise engañarte pero tenia miedo de perderte si te decía la verdad.

-¿Qué lo sientes?, vete por favor, no quiero verte más, vete.

-Déjame explicarte Lucía, te lo suplico, deja que te lo cuente todo...

-¡No!- la interrumpió- déjame sola, vete de mi casa.

-Pero...

-Vete por favor.

Y se fue llorando con la sensación de haber perdido en un suspiro a la persona que más amaba.

Lucía calló llorando en su cama pensando cómo Sonia le había podido mentir de esa forma, no había consuelo para ella.

Los días pasaron y Sonia no dejaba de llamar a Lucía, pero ésta no respondía a sus llamadas. Era sábado por la mañana y Lucía aun estaba decidiendo si ir a la boda de su amiga Tere o no, sabía que Sonia estaría allí y no quería sufrir más si la veía con su marido.

-Bueno tendré que superar esto, de todas formas vivimos cerca, la veré por el barrio algún día seguro, es cuestión de tiempo- dijo mientras peinaba su larga cabellera.

Llegó la hora de la boda, Lucía se veía hermosa y no menos Sonia. La una se percató de la presencia de la otra y no podían dejar de mirarse, al fin y al cabo seguían queriéndose.

En el banquete todo eran fiestas y risas, comían, bebían, bailaban; la noche iba pasando y el alcohol cada vez afloraba más en la gente y no menos en Sonia y Lucía. un roce por aquí, un tropiezo inesperado por allá, y casi sin darse cuenta estaban casi juntas bailando al son de la música que las embriagaba.

Lucía quiso poner un poco de freno al asunto, sabía que si seguía así no iba a poder reprimirse, así que decidió

Ir al baño a refrescarse un poco.

Sonia no iba a desaprovechar la oportunidad de, al menos, intentar hablar con ella, por lo que decididamente la siguió. El baño estaba solo y Lucía se echaba agua en la cara como queriendo despejarse, centrarse sólo y exclusivamente en la fiesta. Sonia estaba detrás, la sujetó suavemente por la cintura y le susurró al oído lo hermosa q estaba...

-Tú también estás muy guapa-dijo Lucía como sin dar importancia.

Y quedaron las dos calladas frente al espejo, Lucía no quería darse la vuelta.

Sonia se acercó más y volvió a susurrarle:

-Dime que no me quieres y me iré, dime que ya no me amas y no volverás a saber de mí, pero si no es así te espero fuera en 5 minutos...

Lucía quedó absorta, estaba como hipnotizada por la voz de sirena de Sonia, y sin saber cómo salió fuera. Sonia la estaba esperando en su coche, subió y de repente se besaron apasionadamente, no podían dejar de tocarse, de acariciarse, se deseaban mutuamente, eran como dos lobas en celo sedientas de mujer, la excitación se palpaba en el aire...pero como en un momento de cordura, Lucía apartó a Sonia e hizo el intento de bajar del coche. Silvia la sujetó por el brazo y le pidió por favor que la dejara explicarle lo que pasó, sólo quería hablar y después se marcharía sin más.

Lucía aceptó, amaba demasiado a esa mujer y al menos le daría la oportunidad de explicarse.

-Vamos a mi casa-dijo Lucía-allí estaremos más tranquilas, pero sólo para hablar, ¿queda claro?

Sonia asentó con la cabeza, era su última oportunidad y no quería cometer más errores. Llegaron a casa de Lucía, se sentaron en el sofá y Sonia comenzó a hablar:

-Yo tenía 18 años y casi sin darme cuenta empecé a notar que sentía algo más que un simple cariño hacia esa compañera de clase de mi facultad, no sabía que estaba pasando, era todo tan extraño, se suponía que a mí me gustaban los chicos y no podía creerlo. Es más, no quería creerlo pero no podía dejar de pensar en esa muchacha rubia que me quitaba horas de sueño.

A todo esto, Javi, mi amigo Javi, el hijo de los mejores amigos de mis padres, el chico con el que me había criado, me confesó que me quería, que siempre me había querido, pero yo no podía corresponderle, era para mi como un hermano y sí lo quería pero no de la misma forma. Él insistía en que era el hombre de mi vida, que con él sería la mujer más feliz del mundo, pro no podía ser yo no podía quererlo de esa forma ni tampoco decirle que amaba a una mujer.

Un día tuvimos Laura (mi "compañera") y yo que hacer un trabajo juntas, por suerte me tocó con ella, no habíamos hablado mucho, tal vez un Hola y Adiós, pero a mí me parecía conocerla de toda la vida. Al día siguiente quedamos en la biblioteca de la Uni por la noche, ya que era la única hora en la que podíamos coincidir. Yo llegue antes, me senté y quedé absorta en mi pensamiento cuando esa dulce voz logró sacarme de mi letargo.

Sólo me dijo "buenas noches" y se sentó. Poco a poco fuimos hablando más y más y algo se notaba en el aire, yo estaba en una nube, no podía creer que estuviera a solo centímetros de esa niña con mirada angelical.

De pronto los artículos de la Constitución española dejaron de existir y nuestros labios se encontraron como quien busca el agua para calmar la sed. Fue el beso más dulce y apasionado que me habían dado nunca. Suerte que la biblioteca estaba vacía ya que un sábado por la noche no suele haber mucha gente.

Y ahí quedamos las dos mirándonos embobadas hasta que yo conseguí pronunciar un "¿porqué?". Me dijo que se había fijado en mi desde principios de curso y que le gustaba muchísimo pero que creía que yo no le haría caso, cuando nos tocó hacer el trabajo juntas, decidió que sería la noche.

Desde ese día nos hicimos inseparables, nada podía sacarnos de ese embobamiento que nos invadía, hasta que un día, estando en mi habitación, sacaba unas ropas de mi armario y la puerta estaba entreabierta. Laura como una gata sigilosa me abrazó por la cintura y comenzó a besarme el cuello; un escalofrío recorrió todo mi cuerpo, quise girarme pero no me dejó, seguía besándome el cuello, la oreja, la mejilla, la nuca, sabía donde hacerlo. Por fin pude girarme y contemplar esos ojos azules que me hipnotizaban. Posé mis labios en los suyos y le di un beso muy suave, casi sin rozarle, eso le excitaba mucho. Comenzamos a acariciarnos mutuamente, cada vez más, cada vez más salvaje, yo tocaba sus pechos redonditos mientras ella aprisionaba mi trasero masajeándolo y no dejábamos de besarnos como si se nos fuese la vida en ello.

Pero de repente algo nos hizo salir de ese mundo en el que sólo estábamos ella y yo, ese algo era mi mejor amiga, Silvia, nos quedamos perplejas y Laura recogió sus cosas y se fue de inmediato.

Silvia se quedó atónita, no creía lo que acaba de ver, ¡su mejor amiga besaba a otra chica!. Silvia era una niña criada en el más estricto cristianismo, sus padres, al igual que los míos veía la homosexualidad como una enfermedad, por tanto ella también. Cuando consiguió hablar sólo dijo esa palabra, enferma. Eso me dolió como un puñal que se clava en el pecho, mi mejor amiga me llamaba enferma, por el simple hecho de amar a otra mujer.

Antes de irse de mi cuarto me dijo que, o dejaba a esa chica, o contaría a todo el mundo lo que había visto.

No sabía que hacer, no era capaz de aceptar públicamente que me gustaban las mujeres, mis padres no lo entenderían nunca y yo no me atrevería a contárselo. Por otro lado, no quería dejar a la única persona que me había hecho feliz en toda mi vida, no podía perderla.

Me fui a hablar con mi amiga, a decirle que no podía meterse en mi vida así, que no podía hacerme eso y lo único que me dijo es que me haría la vida imposible, a mí y a Laura también. No entendía ese odio.

Decidí que debía dejar a Laura, conocía muy bien a Silvia, demasiado bien y sabía de lo que era capaz, cuando se propone algo no descansa hasta conseguirlo y ya había conseguido que algunos de los amigos de Laura la dejaran de lado. Prefería estar separada de ella a que le hiciera daño. Debía dejarla ir.

Laura no quería, decía que me quería demasiado, que no le importaba lo que pudiera hacer Silvia, pero cuando sus padres se enteraron de lo nuestro fue la gota que colmó el vaso, no podía más y se acabó lo nuestro.

Me sumergí en una especie de depresión que no me dejaba vivir, pero siempre estaba ahí Javi para protegerme y sin ni siquiera hacerme una sola pregunta, estuvo conmigo y me ayudaba. En un momento de debilidad me besó y yo le correspondí, no sé porque hice eso si no quería, pero lo hice.

Él se alegró de lo ocurrido, me dijo que siempre me había querido y que no me iba a dejar nunca; yo no podía decir nada, sólo oía lo que decía pero si escucharlo, sólo pensaba en Laura y en el porqué de mi desdicha.