Lucía y Sonia: cuando el amor triunfa... (2)

Segunda última parte de la que espero os guste aún más.

Esta es la segunda parte de mi relato, espero que la primera os haya gustado.

-Sin quererlo empecé una relación con Javi, una relación ficticia para mí, pero muy real para él con la que, al menos, callaría a Silvia. Para mis padres fue la mayor alegría de sus vidas ellos siempre habían querido que fuésemos algo más que amigos, era el hombre que querían para mí, un gran abogado, un buen chico, en fin, el mejor esposo posible, y lo habían conseguido.

Mi relación con Javi siguió durante meses, no manteníamos relaciones, no podía y me agarraba a la condición cristiana de nuestras familias para llegar "casta y pura" al matrimonio; él lo aceptaba.

Cuando ya llevaba un año con Javi, recibí una llamada de mi madre, había preparado una cena familiar. No me sorprendía mis padres organizaban una cada cierto tiempo en las que mi padre contaba sus batallitas como abogado y los casos tan importantes que había llevado en los últimos tiempos. A mi no me gustaban esas "fiestas"; estudié derecho por puro deseo de mi padre y eso de tener que escuchar esas historietas no me hacía nada de gracia, pero había que ir.

Llegamos a casa de mis padres y ya estaba todo el mundo allí, mis padres, los de Javi, los de Silvia, Silvia...y demás amigos y familiares. La cena transcurría normal hasta que Javi interrumpió, se levantó y sacó un gran anillo de brillantes y pronunció esas palabras que no quería oír y que tanto deseaba no oírlas nunca: "¿Quieres casarte conmigo?" me quedé paralizada y sólo pude poner una sonrisa falsa como nuestra relación y decir "Sí" mientras mi cuerpo me pedía salir corriendo. Fue el día más feliz para todos, menos para mí que me sentía la mujer más desdichada del mundo.

El día de la boda no tardó en llegar y unos minutos antes de salir hacía la iglesia entró Silvia en mi habitación y con toda la cara del mundo me dijo que era lo mejor que podía hacer. En ese momento vi mi única oportunidad, le pedí que me comprendiera que entendiera mi postura pero no entraba en razones, o me casaba o me descubriría delante de todos en la iglesia. Salí de la habitación y me agarré del brazo de mi padre que me estaba esperando fuera.

Llegamos a la iglesia, Javi se veía realmente guapo y feliz, todo lo contrario que yo que la cara de tristeza se me veía a leguas. El momento del Sí quiero llegó y por un momento dudé, pero Silvia me miró y muy bajito, lo solté...

La noche de boda fue un día que no olvidaré, pero no por ser la más feliz junto a mi nuevo esposo, sino por ser la peor noche que recuerdo. Había rechazo a Javi miles de veces con el cuento de lo del matrimonio, pero esa noche ya no había excusas, hice de tripas corazón y me acosté con él, no podía soportarlo se me hizo eterno, jamás había fingido un orgasmo como ese.

Los meses pasaban y éramos la pareja perfecta a los ojos de los demás pero eso no era así y Javi lo sabía aunque se negaba a reconocerlo, vivía en su mundo de fantasía y yo en mi mundo de desdicha y tristeza...

Lucía la miraba sin decir nada, sólo escuchaba sin interrumpirla.

Sonia prosiguió con su historia:

-...hasta que un día entraste en mi despacho. Al principio no te hice demasiado caso, sólo eras una clienta más en busca de asesoramiento, pero al oír tu voz algo se movió en mí, algo que no se explicar pero que me hacía sentir bien y sonreír por un momento, cosa que ya ni sabía que sabía hacerlo.

Tu me expusiste tu caso, querías llevar no se qué de una herencia familiar, por lo que nos veíamos con bastante frecuencia, incluso a veces quedábamos para tomar un café mientras charlábamos de lo tuyo (lo que me gustaba mucho ya que me hacías sentir muy bien) pero nunca traspasando la barrera de lo profesional. Yo quería saber algo de la mujer que me apartaba por un momento de mi frustrante visa, que hacía que al menos sonriera cada vez que la veía entrar a mi despacho, me estaba empezando a gustar esa chica, pero me daba miedo admitídmelo a mi misma.

Pero aquel día de lunes, dichoso lunes, algo era diferente, yo me encontraba bastante animada, con más energía de lo habitual, te ví entrar, me armé de valor y no me lo pensé dos veces, te invité a cenar. Tu quedaste un poco asombrada, mas que nada porque fue lo primero que dije, ni un "Buenos días Lucía, ¿que tal estás esta mañana?", ya teníamos una relación algo más que clienta abogada, éramos casi amigas así que tu no pusiste ninguna objeción, es más se te iluminó esa carita de ángel que tienes y esa misma noche estábamos las dos en ese restaurante tan romántico que busqué para la ocasión, una frente a la otra, te veías hermosísima.

Hablábamos de cosas normales, cotidianas. Yo te pregunté si tenías novio y tú echaste una carcajada que iluminó toda la sala. Me sentía genial contigo, por un momento me olvidé de mi infeliz vida y me agarraba a ese momento para que no acabara nunca. Terminamos la cena y tú me propusiste tomar la última copa en tu casa. No podía decir que no, en sólo unas horas había sido más feliz que en todos estos años y no podía ni quería dejar de estar a tu lado.

Llegamos a tu casa, pusiste tu música preferida, una balada recuerdo y me ofreciste un cóctel preparado por ti, que no sé que tenía, pero estaba delicioso. Un cóctel, dos, tres...y yo ya estaba contenta, no acostumbraba a beber y se notaba. En ese momento me sacaste a bailar, sonaba una melodía lenta, no alcanzo a recordad cuál, sólo sé que me dejé llevar por la música y tus manos rodearon mi cintura.

Fue un beso corto y suave pero intenso el que me trajo de nuevo a la realidad pero estaba bastante bebida y no podía reaccionar. Me recostaste en tu cama y ahí quedé dormida como un bebé. A la mañana siguiente me desperté de repente sin saber dónde estaba, miré a un lado y ahí estabas tú completamente dormida, cogí mis cosas y me fui sin más.

Al llegar a casa Javi me esperaba ya despierto le dije que había estado toda la noche trabajando, que el móvil se quedó sin batería y él hizo como que se lo creía.

El día pasaba tranquilo, sin mucho trabajo en el bufete, pero yo seguía inmersa en mis pensamientos, no podía dejar de pensar en ese beso, en esas manos rodeando mi cintura, en esa mirada azul penetrante...hasta que un mensaje al móvil me hizo volver a la tierra, eras tú, sólo decías: "Si quieres acabar lo de anoche, te espero en mi casa a las 22:00".

Un escalofrío recorrió todo mi cuerpo, tenía que ir a esa cita, no podía perder la oportunidad de estar con la mujer que me había devuelto las ganas de vivir, pero tendría que decirle algo a Javi sino sus sospechas llegarían a más; ya quedó algo atónito esta mañana. Le dije que tenía que salir de viaje por esa noche y todo el día siguiente, no hizo más preguntas, sólo que me esperaría.

El día pasaba lento, no podía esperar hasta la hora citada así que a las 20:00 cerré el bufete, fui a casa, me duché y salí a tu casa dispuesta a acabar lo que empezamos ayer. Pulse el timbre de tu puerta no sin antes dar un suspiro de nervios, tú abriste y sólo dijiste hola, cogiste la botella de vino que traía y la metiste en la nevera. Intentando romper un poco el hielo, te dije que esa noche no bebería tanto, que no quería volver a quedarme dormida y tú me sonreíste de manera dulce y pícara a la vez.

Quedamos calladas, la una frente a la otra, sólo se oía el ruido de nuestra respiración que se agitaba más y más por la emoción del momento. Te acercaste a mi sigilosa, lentamente, me agarraste la cara y me diste un beso cálido de complicidad. Yo te correspondí e hice lo mismo. Comenzamos a acariciarnos sin dejar de recorrer ni una sola parte de nuestros cuerpos y me llevaste a tu cama, sin parar de besarnos, la misma en la que quedé a merced de los brazos de Morfeo la noche anterior y allí continuamos con el recital de besos y caricias que nos proporcionamos. Cada vez era más intenso, cada vez estábamos más excitadas y nuestros cuerpos calientes pedían algo más que caricias...comenzaste a besarme el cuello, fuiste bajando hasta encontrarte con mis pechos, uno, otro fuiste saboreando como quien saborea un caramelo, estaban durísimos ya para ese entonces, yo me encontraba en el séptimo cielo, me moría de placer.

Poco a poco me quitaste la ropa sin dejar de besar ni un centímetro de mi anatomía, bajaste hasta mi sexo sediento de placer. Solo un roce y me tenías a tu entera disposición, mi piel se erizaba más y más, sentía como me venía mientras tu jugueteabas con mi clítoris hinchado, pero me querías hacer sufrir y volviste a subir hasta mi cara, me mordías el labio y de nuevo jugabas con mis pezones. No podía más, tu lengua buscaba de nuevo mi sexo y así encontró toda una fuente de pasión a punto de explotar; bastó unas leves caricias para que tuviera el mayor orgasmo de mi vida, mi cuerpo se estremeció como nunca antes lo había hecho. Me abracé fuerte a ti agradeciéndote tanto placer y tanto amor, pero ahora me tocaba a mí devolvértelo.

Me dispuse a acariciar tus pechos, besaba tu boca sin dejar de deleitarme con esos pezones durísimos que me incitaban a morderlos. Recorría tu cuerpo palmo a palmo con mi boca, no quería dejar ni un centímetro sin probar. Fui bajando lentamente hasta ese manjar prohibido que invitaba a ser probado y no podía resistirme, tu me pedías por favor que no paraba, el verte así de excitada me excitaba aún más y quería hacerte sentir tocar las estrellas con mi boca. Introduje mi lengua en tu cueva, queriendo llegar a lo más profundo de tu ser, tu te estremecías de placer. Introduje un par de dedos y comencé un mete y saca sin para hasta que tu cuerpo se contrajo de repente y supe que lo había conseguido. Fue una explosión de locura que llenó con su olor la habitación, subí hasta tu boca y nos besamos, quedamos ahí las dos abrazadas, dándonos amor toda la noche, quería recuperar contigo todo ese el tiempo perdido hasta entonces y te hice jurar que no te separarías nunca de mí. Tu sólo me besaste, pero supe que sería así.

Los ojos de Sonia habían dejado de llorar y sentía aliviada, sabía que podía perder definitivamente a Lucía pero tenía que contárselo, no podía seguir así.

-Dime algo por favor-dijo Sonia.

Lucía no decía nada, sólo se acercó a ella y la besó; no soportaba las mentiras pero sabía que Sonia la amaba de verdad y lo que es peor ella la amaba como nunca había amado a nadie.

-Te juro que no quise engañarte -continuó Sonia- no quería perderte y no tenía el valor suficiente para decirte que estaba casada porque pensé que no querrías saber más de mí. Te amo Lucía, te amo como nunca amé a nadie, eres la razón de mi vivir, por la que despierto cada mañana. Mi matrimonio es una farsa y él lo sabe, es puro teatro.

-Vale mi amor, ya está, yo estoy contigo, ya sabes que no me gustan las mentiras, pero te comprendo y te juro que no te voy a dejar nunca.

-Tengo que hablar con Javi, decirle que lo nuestro no puede ser, nunca lo he querido y esta pantomima se tiene q acabar.

Se quedaron calladas y con una mirada cómplice Lucía volvió a besarla, pero esta vez con pasión...

Sonia volvió a casa, quería terminar esto cuanto antes, y se dispuso a hablar con Javi. Le dijo que ya no lo quería, que quería el divorcio, no podía seguir así. Javi no quería, estaba cabreado y le decía que lo dejaba porque tenía un amante, que no lo quería ya porque había otro- tuvieron una discusión muy fuerte y ella cogió algo de sus cosas y se marchó.

Volvió a casa de Lucía, no tenía donde ir y ésta no la iba a dejar, le abrió las puertas de su casa, esa casa que había sido testigo de tantas noches de pasión. Sonia lloraba, pero su corazón estaba alividiado, no podía dejar de abrazar a Lucía.

Mientras Sonia estaba en el baño sonó su móvil, Lucía lo cogió, era su marido que quería hablar de lo ocurrido:

-¿Sí?

-¿Quién eres?

-Lucía, una amiga de Sonia.

-¿Está contigo no?

-Sí, es mejor que la dejes, ella no quiere hablar contigo.

-Tú no eres nadie para decirme que tengo que hacer, pásamela.

Sonia salió y cogió el teléfono.

-Sonia por favor vamos a hablar-dijo Javi más calmado.

-No hay nada de que hablar, está todo dicho.

-Por favor, déjame hablar por última vez, sólo la última, peor no me dejes así. Dime dónde estás y voy por favor.

-Está bien, pero hablamos y te vas para siempre.

-De acuerdo, ¿dónde estás?

-En la calle Río nº 3.

Javi corrió hacia la dirección y cuando llegó estaban las dos en el sofá. Entró y le quiso dar un beso a Sonia, pero ésta apartó la cara.

-¿Podemos hablar en privado?

-No, lo que tengas que decir lo puedes hacer delante de ella.

-Está bien. No me dejes Sonia por favor, tú eres lo único que tengo, sin ti me muero.

-No puede ser Javi, no me lo pongas más difícil, no te quiero, nunca te he querido y tú lo sabes.

-¿Hay otro verdad, tienes un amante?

-No tengo un amante, no hay nadie.

-No me engañes – y se puso violento hasta tal punto que Lucía tuvo que saltar.

-Déjala en paz, si te dice que no hay nadie es porque no hay nadie ¿vale?

-¿y tú quien coño eres?

-Ella es la "otra" como tú dices -dijo Sonia- es la persona que amo, la amo más que nada en el mundo.

Y Javi quedó perplejo, esperaba cualquier cosa menos esto, no dijo nada, sólo cogió su abrigo y se marchó.

Sonia estaba triste no quería haber acabado así con él, pero tenía que ser así. Lucía la abrazaba y le susurraba al oído que la amaba y nunca se separaría de ella...

Fin.

Espero que os haya gustado y que haya sido mejor que la primera parte. Si tiene buena aceptación me propondré seguir escribiendo.