Lucía y los dilpomáticos
Lucía, aprovechando la ausencia de su marido intima con dos viciosa diplomáticos que la llevarán a los límites del éxtasis.
Por mi trabajo viajo mucho al extranjero. Mi empresa llevaba un tiempo intentando introducir sus productos en América sin mucho éxito y esas gestiones, aunque comercialmente infructuosas, personalmente dieron lugar a que mi esposa Lucía y yo hiciéramos amistad con un matrimonio de diplomáticos norteamericanos. Como siempre, la ocasión idónea para avanzar en relaciones y por tanto probablemente en negociaciones comerciales se presentó en el momento más inoportuno. La pareja amiga nuestra celebraba una cena informal en su casa a la que iban a asistir los dos principales responsables comerciales de la embajada y casualmente dos días antes yo salía en viaje comercial con mi jefe para China. Intenté convencerle de la oportunidad de oro que suponía esa reunión pero los malos resultados comerciales con ese país hasta la fecha le habían persuadido de concentrar nuestros esfuerzos de marketing hacia otros rumbos. Si bien con mi jefe no tuve éxito, sí que logré convencer a Lucía de que asistiera sola al evento y de que tratara de trabar amistad personal con los responsables comerciales para tratar de volver a coincidir en una ocasión futura. A continuación voy a narrar lo que allí sucedió según la versión que luego me contaría Lucia.
El día señalado Lucía apareció deslumbrante en la casa de nuestros amigos. La cena no era más que una cena veraniega informal al aire libre pero Lucía había elegido un ligero vestido de seda roja que se amoldaba perfectamente a sus curvas y cuyo limitadísimo largo de falda le permitía exhibir orgullosa sus bellísimas piernas. La cena estaba prevista en principio para diez comensales pero mi ausencia y la de otra pareja de diplomáticos por un imprevisto familiar, redujo la lista de invitados finalmente a siete. Cuando llegó Lucía, nuestros amigos se encontraban atendiendo a otra pareja de norteamericanos Dennis y Laura no directamente relacionados con la embajada pero íntimos amigos de la pareja ya que William, el anfitrión, y Dennis habían sido colegas desde la infancia. Laura, la mujer de Dennis resultaba ser la hermana del agregado comercial de la embajada y este último, Thomas, no solía acudir a ningún evento sin su más fiel colaborador e íntimo amigo Richard.
Los anfitriones presentaron a Lucía a la pareja y todos entablaron una animada conversación.
No habían transcurrido ni diez minutos de la llegada de Lucía cuando finalmente aparecieron los invitados que más me interesaban. Thomas era un atractivo maduro de pelo canoso, de estatura media y complexión fuerte. Lucía pensó que debía dedicar una nada moderada parte de su tiempo a trabajarse en el gimnasio. Richard sin embargo era mucho más joven que su jefe y amigo, o al menos eso aparentaba. Lucía supuso que debía tener no más de 30 años, era alto y delgado con ondulado pelo negro y con unas marcadas cejas negras que transmitían la sensación de que podía conseguir todo aquello que quería. Lucía nada más verle sintió un ligero estremecimiento de deseo y como en su cuerpo, involuntariamente, empezaban a dispararse las hormonas.
Los recién incorporados saludaron a sus anfitriones y al resto de sus conocidos y fueron debidamente presentados a Lucia. Se sirvieron unos ligeros aperitivos mientras los invitados y sus anfitriones charlaban animadamente y al cabo de un rato los anfitriones sugirieron pasar a la mesa.
Jennifer, la anfitriona, presidía la mesa. A su derecha se ubicaba Thomas, el invitado de honor y a su izquierda el apuesto Richard. Lucía y Laura ocupaban el centro de la mesa. No había hecho falta que Lucía comentara el interés de su marido por trabar amistad con Thomas ya que Jennifer quería evitar sentar a Laura, hermana de Thomas al lado de éste. Además, si se quería que la velada fuera un éxito, la fama de mujeriego de la que gozaba Thomas aconsejaba acomodarle preferentemente junto a una atractiva desconocida. Cerraban la mesa el anfitrión, a la izquierda de Laura y Dennis que se ubicaba a la derecha de Lucía y frente a su amigo de la infancia.
La cena transcurrió muy animadamente ya que el tamaño, no excesivamente grande de la mesa facilitaba las conversaciones de los comensales. Lucía no tuvo grandes dificultades en sintonizar con Thomas. Era un hombre de mundo y llevaba la iniciativa de la conversación. Por el contrario, Lucía, trato de disimular el poderoso atractivo que Richard ejercía sobre ella tratándole con cortesía pero al mismo tiempo con ligera indiferencia. Sus respectivas posiciones en la mesa facilitaban además esta labor. Los que mejor lo pasaron durante la cena fueron los dos entrañables amigos, Dennis y William que, después de volverse a ver después de casi un año supieron trasmitir con su conversación amena y distendida, plagada de bromas y chascarrillos, su alegría y buen humor al resto de comensales. Laura, manifestaba ser el contrapunto de su marido ya que frente a la campechanía de éste, ella mostraba un humor mucho más sofisticado y ligeramente ácido que lograba convertir las risas y sonrisas que provocaba la pareja de amigos en auténticas carcajadas colectivas.
Entre una secuencia de estas carcajadas y viendo la atención y la deferencia con la que Thomas obsequiaba a Lucía, Laura logró advertirle con cierta ironía a Lucia de cómo el peligro que Thomas suponía para las solteras se transformaba exponencialmente con las casadas. Thomas, que comentaba jocosamente con la anfitriona la última broma de Dennis, pareció no enterarse del comentario.
El buen humor de los comensales hizo que fluyera la bebida y al concluir la cena la invitación de los anfitriones a degustar unos licores no fue tan bien acogida como hubiera sido lógico esperar. Dennis que sin duda alguna era el que más se había excedido con el alcohol, tras algún comentario irónico de Laura al respecto, hubo de reconocer que dado que su estancia en España se iba a prolongar durante más de una semana, sería conveniente dejar algo de alcohol por lo menos hasta el final de la misma. Los dos diplomáticos, tras aplaudir calurosamente la broma, se sumaron a la propuesta de disolver la reunión ya que según dijeron, al día siguiente también tenían trabajo y reuniones que atender. Los anfitriones a regañadientes iniciaron las despedidas y cuando Richard se despedía de Lucía con dos besos le susurró lascivamente:
- no trates de disimular. Ya me he dado cuenta de que estas por mí, mientras disimuladamente dejaba resbalar su mano de su cintura a su culito respingón
Lucia sintió un escalofrío de placer a la vez que notaba como el morbo que le producía Richard le ascendía por la entrepierna.
- Si quieres te acercamos a casa Lucía, sugirió Thomas. Richard y yo hemos venido con el coche oficial.
Lucía agradeció el ofrecimiento cortésmente y una vez finalizadas las despedidas subió en el asiento trasero del mercedes cuyo lujoso interior le ofrecía el chófer con la puerta abierta. Ambos diplomáticos se acomodaron a su lado y el vehículo inició lentamente la marcha.
El asiento trasero era amplio, pero Lucía pudo apreciar como Richard se colocaba sin rubor alguno pierna con pierna contra ella.
Thomas sin embargo, mucho más correcto mantuvo una discreta distancia con ella. Tras preguntarle la dirección, Thomas le pidió al chofer que se dirigiera al lugar indicado.
Lucía notaba como la euforia que le provocaba el exceso de bebida y el calor de la pierna de Richard contra la suya comenzaban a elevar su libido. Su posición en el asiento había hecho que su corta falda se replegase sobre sus muslos hasta el justo borde de su reducido tanga rojo. Éste no se veía de milagro aunque Lucía temía que el menor movimiento hiciera aparecer por fin a la vista la sensualidad de su ropa interior. El detalle no pasó desapercibido para Richard que aprovechaba la iluminación intermitente de las farolas de la avenida por la que circulaban para apreciar la belleza de los muslos de Lucía.
Thomas, cuya conversación durante la velada había sido de lo más cortés y correcto que se pudiera esperar de un caballero de su rango inició inesperadamente una conversación mucho más sugerente y escabrosa.
- Entonces Lucía dices que tu marido se encuentra desde hace unos días fuera de España ¿no?
- Así es Thomas, se fue a China hace un par de días.
- Y ¿cuánto tiempo piensa permanecer fuera?
- Pues algo más de un mes. Su jefe y él tienen previsto visitar varias ciudades chinas atendiendo diversas actividades promocionales
- Umm y ¿cómo va hacer una mujer tan sexy como tú para soportar tan larga ausencia? indagó sibilinamente Thomas
A Lucía le pareció percibir la mirada del chófer reflejada en el retrovisor. El chófer era un tipo tremendo, afroamericano, de más de 2 metros de altura de unos 40 años de edad y que por su corpulencia Lucía dedujo que además de las labores de chófer también debía de desempeñar el oficio de guarda espaldas.
- Lucía no se dejó intimidar y respondió alegremente. Tampoco es tanto tiempo si tu marido te tiene bien atendida. Jajajajaja. Y con picardía les devolvió la osada intromisión en su vida sexual ¿Y ustedes cómo se las arreglan pasando tanto tiempo fuera de su patria y sus seres queridos?
Richard pareció responder silenciosamente a su pregunta apoyando discretamente su mano sobre la desnuda rodilla de Lucía. Lucía permaneció aparentemente impasible a la caricia como si en realidad no fuera con ella aunque internamente deseaba que él se animase y fuese un poco más allá en su atrevimiento. Se preguntó si habría posibilidad de luego quedarse con él a solas.
- Bueno, no te creas que somos santos. ¿Verdad Richard?. Además, tenemos un sexto sentido para localizar hembras en celo. ¿O no es así Bob? Dijo Thomas dirigiéndose en última instancia al chofer negro
Lucía se sorprendió inicialmente de la familiaridad con que Thomas se había dirigido al chófer con respecto a este tema. Pero luego dedujo que no era la primera vez que ambos elementos salían de juerga acompañados del gorila negro y seguro que éste había visto de todo a través de su retrovisor.
- Jajajajaja. Bueno a mí más que los machos en celo me atraen los hombre elegantes que saben cómo tratar a una mujer, insinuó Lucia sonriendo
- Bueno, respondió Thomas creo que Richard responde exactamente al perfil que comentas no Lucía.
Y como queriendo subrayar el comentario, la mano de Richard, hasta hora estable en la rodilla de Lucía, comenzó a acariciarle deliciosamente la pierna muslo arriba. Lucía se estremeció de placer reprimiéndose para no soltar un gemido.
- Bueno es cierto que Richard es atractivo, reconoció Lucía con desenfado, pero no es exactamente mi tipo dijo terminando la frase con una ligera risita
Richard, como ofendido por el comentario, deslizó con brusquedad su mano desde medio muslo donde se encontraba recreándose en suaves caricias, directamente hasta la entrepierna de Lucía donde la presionó mirándola a los ojos.
Lucía pegó un pequeño respingo alarmada por la intrepidez repentina de Richard, pero su exaltada libido respondió liberando jugos vaginales que comenzaron a deslizarse por su vagina.
Tratando de evitar que sus secreciones mojaran su braguita y el macho que la acosaba pudiera percibir su elevada excitación Lucía trató de cerrar sus piernas pero lo único que consiguió con la maniobra es que la mano de Richard quedara atrapada en su entrepierna ya que el hombre no hizo en ningún momento ademán alguno para retirarla.
Lucía miró al resto de acompañantes tratando de averiguar si habían notado algo. Pero Thomas parecía contemplar ensimismado el paisaje nocturno a través de su ventanilla y el chófer de color permanecía atento a la conducción.
Richard aprovechó el momento e inclinándose sobre Lucía y sin retirar la mano de su sexo comenzó a besarla en el cuello con delicadeza. Lucía no pudo evitar soltar un gemido de placer por sus labios entreabiertos ante lo placentero de las caricias que le brindaba el joven y éste envalentonado ascendió hasta su boca empezando a comérsela de forma apasionada. Lucía no quiso seguir resistiéndose y se abandonó al placer que le proporcionaba el macho olvidando por un momento el reparo que le daba que los otros acompañantes se percatasen de su entrega. Lucía se reclinó hacia atrás en el asiento relajando su cuerpo y entreabriendo ligeramente la piernas. Richard, una vez vencida la resistencia inicial, introdujo ofensivamente su lengua en la boca de Lucía que a su vez chupó con avidez mientras que los dedos de él apartaban el hilo dental del tanga de la raja de su coño, liberando de golpe parte de la humedad contenida, lo que facilitó que dos de los dedos se deslizasen inmediatamente hacia dentro de su almeja. Una oleada de placer ascendió por las paredes del coño de Lucía y ésta comenzó a retorcerse gimiendo de gusto como gata en celo. El otro comenzó a follarle el coño con los dedos, al principio suavemente pero incrementando la intensidad a medida que ella le iba abriendo más y más su concha.
- Umm menos mal que no era tu tipo porque si no ,seguro que ya le estabas comiendo la polla, bromeó Thomas despertando una sonrisa cómplice en su conductor.
Como siguiendo el guion propuesto por Thomas al pie de la letra, Richard interrumpió el morreo con Lucia y suavemente la dejó que acomodara su cabeza sobre su entrepierna permitiéndole percibir en sus mejillas la dureza de su erección. Ella, excitada, comenzó a comerle la polla y los huevos por encima del pantalón y Richard, impaciente deslizó hacia abajo su bragueta para facilitarle un acceso más directo a su dilatado miembro.
Las ansias de Lucia no se hicieron esperar. Introdujo sus dedos en la abertura y en unos segundos logró liberar de debajo del calzoncillo la ya más que hinchada verga. Una robusta polla de unos 20 cm apareció antes sus ojos, amoratada y chorreante y sin pensárselo dos veces Lucía se la introdujo golosa en la boca. El líquido preseminal del macho en celo le supo delicioso a la zorrita que, hambrienta de sexo, comenzó a succionar suavemente el enorme cipote mientras que una de sus manos se introducía nuevamente por la cremallera en busca de las pelotas del joven. Lucía chupaba y succionaba con sus labios y su lengua la deliciosa verga mientras que con sus manos masajeaba y apretaba los huevos perfectamente depilados de su macho. Richard, tras una velada de deseo y lujuria, no quiso reprimir ni un minuto más su placer y se entregó completamente a las hábiles caricias que le proporcionaba su amante permitiendo que sus hinchadas pelotas comenzaran a liberar suavemente y progresivamente su precioso contenido. Calientes chorros de dulce leche comenzaron a deslizarse por la boca y la garganta de Lucía que aunque ligeramente sorprendida por la rápida corrida de su presa, no permitió que el delicioso semen se escapase en ningún momento de su boca succionando y tragando toda la lefa que Richard iba liberando. El esperma de Richard era espeso y cálido e inundaba los sentidos de Lucia que chupaba y mamaba incansable como pidiendo más. El inmenso placer que le proporcionaba a Richard la impresionante succión hizo que éste comenzara a emitir unos profundos sonidos guturales de satisfacción que hicieron que la líbido de todos los presentes se disparase.
- Umm debe de ser buena mamando la muy zorra. aventuró Thomas. ¿Alguna vez le habías visto rugir así, Bob?
- Nunca señor, confirmó el chófer. Para mí que debe ser la mejor mamada que le han hecho. Me atrevo a sugerir que tal vez usted también debería probarlo
- Eso mismo creo yo ratificó el diplomático, que comenzó a acariciar suave y voluptuosamente la cabeza de Lucía, aún apoyada sobre la entrepierna de su amigo.
- Vamos querida, acaba de vaciarle los huevos al muchachito, que a continuación vas a probar el contenido de los de un verdadero macho.
Los esfuerzos succionadores de Lucía, efectivamente habían terminado por ya de drenar los testículos de su amante y la polla de éste comenzaba ya a replegarse dócilmente en busca de un merecido descanso. Lucía en modo alguno quería cambiar de amante pero perfectamente coordinados, los dos amigos intercambiaron rápidamente posiciones y casi sin darse cuenta Lucía se encontró con un nuevo paquete enfrentado a su cara. En algún momento de la conversación Thomas se había liberado de sus pantalones y calzoncillos y la cabeza Lucía se acomodaba ahora entre sus desnudas piernas. Si el paquete de Richard había excitado los sentidos de Lucía, el de Thomas hizo que su coño comenzara a babear de deseo. Lucía estaba caliente como una perra pero aun así no había pensado ni por asomo chupársela también al otro cabrón y menos aún delante de su mejor amigo y del chofer negro. No obstante la tremenda verga que el diplomático le ofrecía hizo que su voluntad se doblegase y que desease engullir inmediatamente aquella nueva herramienta. La polla de Richard era ligeramente más larga y gruesa que la de su amigo y estaba plagada de gruesas y rugosas venas tremendamente hinchadas y amoratadas. Además el enorme mástil iba acompañado de dos enormes y robustos huevos perfectamente depilados y tan dilatados e hinchados que sugerían torrentes de espesa leche deseando de ser liberados.
Thomas acarició una vez más la cabeza de Lucia y tomándola delicadamente entre sus manos la introdujo de lleno en su entrepierna. El olfato de Lucía se inundó con el olor de un auténtico y maduro macho y en ese mismo momento deseó que a toda costa la follase. Lucía se olvidó
inmediatamente de su anterior amante y se aplicó a lamer los enormes huevos del nuevo. Los lamía y besaba como perra mientras que el diplomático la animaba:
- muy bien querida. Lo haces de maravilla no me extraña que Richard disfrutara tanto.
Lucía comenzó a mamar y a chupar todo el delicioso paquete. Jugaba con las enormes pelotas en su boca, lamía y besaba la enorme tranca y masturbaba todo el tronco con sus delicados dedos. Fue tal el despliegue de caricias bucales y manuales que la resistencia del experimentado macho terminó finalmente por venirse abajo y al igual que los testículos de su amigo, los suyos se rindieron prematuramente comenzando a liberar su leche. Lucía quería probar también el esperma del diplomático y aunque llegó tarde a las dos primeras lefadas por encontrarse mamando y succionando los huevos de su amante, sus hábiles labios capturaron rápidamente el glande y engullendo la verga hasta donde pudo, Lucía comenzó a degustar la nueva leche. Lo chorros calientes y espesos brotaban con fuerza de las entrañas de su nuevo macho y el enorme tamaño de sus huevos parecía contener reservas ilimitadas de leche. Lucía no había encontrado hasta ahora un semental así. Thomas, al igual que antes su amigo, rugía como león en celo cada vez que Lucía lograba extraerle un nuevo chorreón de leche y se retorcía como poseso cuando inagotablemente ella volvía a succionar de su polla reclamando más. Lucía succionaba como pura puta extrayendo semen de lo más profundo de sus huevos. El placer era inmenso, los ojos de Thomas se pusieron en blanco y sus acompañantes, alarmados, pensaron por un momento que su jefe se iba a desmayar. Lucía siguió chupando hasta que los huevos de Thomas parecieron vaciar definitivamente su contenido, entonces Lucía extrajo la enorme verga de su garganta y comenzó a besar y a lamer el glande de su nuevo amante limpiándolo de restos de lefa y relajándolo con mimo del enorme esfuerzo eyaculador realizado.
- Umm menudo semental estas hecho cabroncete. Parecía que no ibas a dejar nunca de soltar leche. Y vaya pedazo de polla tienes. Me has puesto tan cachonda que estoy deseando sentir como me follas.
Lucía se encontraba inclinada a cuatro patas sobre su recién ordeñado macho jugueteando con su ahora relajado instrumento, besándolo y lamiéndolo cariñosamente mientras su culito se meneaba respingón mostrando a las claras que era cierto que deseaba que su semental la penetrase saciando así su calentura. Los labios de su vagina se mostraban turgentes e hinchados en esa posición y su concha se entreabría palpitante esperando impaciente la irrupción de una buena verga. En ese momento Lucía sintió como una fuertes manos masculinas se apoderaban de su cintura. Su recién corrido macho aún se encontraba en proceso de recuperación del tremendo orgasmo sufrido mientras que su húmedo coño estaba ya impaciente por la espera por lo que no opuso prácticamente resistencia a que otro ocupara de momento su lugar. Efectivamente, las fuertes manos tiraron para atrás de su culito y arrimaron los labios de su chochito a un enorme y endurecido capullo. La punta del capullo se introdujo levemente en la entrada de su almeja y las mojadas las paredes de ésta comenzaron a tensarse a medida que el enorme y amoratado champiñón pugnaba por entrar. Lucía acomodó su culito para facilitar la penetración tratando al mismo tiempo de relajar al máximo sus músculos vaginales. La hábil maniobra surtió efecto y el capullo se deslizó entero en su coño acompañado de un buen trozo de verga que volvió a tensar de nuevo las paredes de su coño. El placer en el coño de Lucía era inmenso, pero ella quería más, por lo que entreabrió algo más sus piernas y trató de relajar más todavía sus músculos pélvicos. Otro enorme cacho de verga invadió su coño de golpe dilatando a tope su ya más que lubricado chumino y provocándole un fulminante orgasmo. Las paredes de su almeja latían frenéticamente con el orgasmo sufrido masajeando vigorosamente la enorme verga que la penetraba como tratando de provocarle un orgasmo para que el macho invasor liberase de una vez la semilla que la preñase.
- Ummm que bien recibe la muy zorra!! Desde luego que no nos equivocamos con ella señor. ¡Es una auténtica puta!
La ronca voz no procedía de Richard como Lucía había supuesto erróneamente sino de Bob. Lucía giró la cabeza apartándola de los huevos de Thomas en los que había estado ocupada hasta ese momento para encontrarse con que las enormes manazas que la afianzaban pertenecían al chófer negro y que éste se encontraba de rodillas penetrándola, habiendo introducido ya en su coño más de la mitad de una gigantesca serpiente negra de más de 30 cms de longitud. Hizo un ademán para intentar retirarse pero Bob la tenía firmemente sujeta y antes su inútil intento de escapada inició un suave y rítmico mete y saca que centímetro a centímetro fue introduciendo más verga en su coño. La punta del nabo de Bob no dejaba de escupir flujo lubricante y el coño de lucía, en contra de la voluntad de su dueña, se abría deliciosamente a su nuevo macho invasor. Lucía empezó a correrse con un nuevo orgasmo, y aunque en su mente se negaba ser violada por el chófer, su aparato reproductor se prostituía a cambio del tremendo placer que le estaban dando.
- Así es cacho de puta. ¡¡Córrete!! Bramaba el osado chófer al percibir los estertores del coño de Lucía.
Las ofensivas palabras del moreno la ponían todavía más cachonda y su almeja segregaba enormes cantidades de flujo lo que facilitaba aún más la intrusión. Finalmente Lucía percibió el roce de las gigantescas pelotas del gorila en la entrada de su encharcado mejillón. Así que ¡¡el cabrón había logrado metérsela enterita!! Y ahora el muy cerdo se la sacaba y metía a conciencia profanando una vez tras otra su delicada cuevecita.
Lo morboso de la situación provocó una cadena de orgasmos que sacudieron implacablemente el cerebro de la chica. Lucía perdió la noción del tiempo abriendo de par en par su coño y entregándose por completo a su nuevo macho.
- ¡Dios mío Bob no te pares!. ¡¡Sigue dándome!! Me vuelves loca!!
Bob la bombeaba a conciencia mientras la muy puta meneaba y retorcía el culito para darse aún más placer. El moreno no pudo soportar más y empezó a liberar leche en tremendas oledas. La leche del afroamericano inundaba el coño de Lucía que seguía corriéndose sin parar. En unos segundos el fondo de coño de Lucía estaba repleto de semen, y viendo el chófer que sus enormes huevazos seguían soltando lefa comenzó a retirar progresivamente su manguera del dilatado coño de la perra para facilitar la entrada de la nueva lefa que sus huevos, incansables, continuaban segregando. Finalmente, el gorila terminó de retirar todo el nabo de la almeja de Lucía dejándola casi completamente inundada de esperma. Lucía se dejó caer sobre el diplomático agotada por la sucesión de orgasmos y convencida de que era imposible que el moreno no la hubiese dejado preñada con semejante corrida.
Mientras el moreno se retiraba, Richard, tremendamente excitado por lo que había visto ocupó su lugar y agarrando las carderas de Lucía, volvió a incorporarla a cuatro patas. La visión del coño de la chica rezumando la espesa leche del chófer que se escurría por la cara interna de sus muslos hacia sus rodillas puso más berraco aún a Richard que, sin pensarlo dos veces le introdujo de golpe su enorme cipote. Lucía no opuso ninguna resistencia a la nueva intromisión. Las paredes de su almeja pugnaban por replegarse tras la tremenda invasión del negro y se acomodaron amablemente a la verga del nuevo macho. Richard se la metía suavemente, acariciándole las caderas y la espalda de la chica y alcanzando ocasionalmente con las manos las tetas de su amante. Aunque corrida hasta el éxtasis, Lucía comenzó a reaccionar de nuevo a las hábiles caricias de su enamorado, comprobando que su clítoris se había puesto erecto nuevamente. La follada de Richard, al notar la respuesta positiva de la chica fue in crescendo. Le daba cada vez más duro, se la metía entera para volver a retirarla entera del entregado coño. En cada embestida le arrimaba a tope los huevos y los restregaba contra la entrada de su vagina. Lucía comenzó a bramar como perra en celo y comenzó a correrse nuevamente
- ¡Así Richard así!. ¡Que bien me follas mi amor! ¡Hazme tuya!
Lucía meneaba el culito contra las embestidas de su amante y apretaba fuertemente intentando que también sus huevos entrasen dentro del trabajado coño. Los labios de la viciosa almeja se abrían de par en par receptivos, abrazando las depiladas pelotas que, ampliamente lubricadas por los jugos de Lucia y por el semen del anterior macho, acabaron finalmente por introducirse en el chumino. El placer fue indescriptible para ambos. Los huevos de Richard aprisionados y amasados por los músculos vaginales de Lucía comenzaron a correrse ineludiblemente mientras que la dilatación que provocaron en las paredes de la concha de Lucía le provocaron un nuevo y espectacular orgasmo a la muy perra que se retorcía voluptuosa mientras nuevas oleadas de esperma se vaciaban en su interior. Ambos perdieron la noción del tiempo mientras disfrutaban de los estertores de los impresionantes orgasmos. Finalmente quedaron como desmayados en el asiento trasero del coche. Thomas ordenó al chófer que llevara a la zorra a su casa tras dejarlos a ellos en la embajada.
- ¡Umm Lucía que bien que te has portado! Te llamaremos porque esto hay que repetirlo.