Lucía y Laura, hermanas enamoradas

Le comí el coño a mi hermana.

Le comí el coño a mi hermana. Creo que lo mejor es empezar por ese hecho, porque es el núcleo de lo que fue y será nuestra relación.

Me llamo Lucía, tengo 24 años, y mi hermana Laura y yo siempre hemos sido uña y carne. Solo es un año mayor, así que todos los juegos, riñas, descubrimientos y confesiones que acompañan el crecimiento de cualquier cría los compartí con ella. Siempre ha sido mi mejor amiga y la persona a la que más quiero del mundo. Tenemos un hermano pequeño, y aunque por supuesto le adoramos con locura, el vínculo no se puede comparar, una era la sombra de la otra. Incluso compartimos cuarto.

Está claro entonces, que también compartimos el despertar sexual. De forma inocente, al menos al principio. Curiosear, hacerse preguntas, comentar cosas sobre chicos. Pero cuando llega la pubertad una empieza a masturbarse como una mona, estábamos siempre juntas y teníamos ordenador en la habitación. El resultado es obvio: nos matábamos a dedos una al lado de la otra. Lo cual tampoco creo que sea raro o escandaloso. El problema vino cuando nos pusimos a ver un vídeo lésbico. Ya habíamos echado un vistazo a ese tipo de porno, por curiosidad, pero nunca acababa de funcionar. Pero este sí. Hoy en día sé que no tenía nada de especial, pero en aquél momento aquellas chicas y lo que hacían era lo más sexy y morboso que habíamos visto jamás. Buena forma de descubrir que éramos bisexuales, aunque no lo aceptaríamos abiertamente hasta unos años más tarde, primero ella y poco después yo. El caso es que nos calentamos como nunca. Aprovechando que ibamos a estar solas un buen rato, incluso nos desnudamos por completo y nos permitimos gemir junto con las chicas del vídeo. Y de pronto... no pude evitarlo. Una estupidez propia del calentón y la adolescencia, supongo. Me lancé a chupárselo, y ella no me detuvo. No lo hice precisamente bien, no fue sexy ni hábil, pero con lo cachondas que estábamos, no tardó ni un minuto en correrse, y yo con ella, sin tocarme siquiera.

Nuestra relación no cambió, pero nunca volvimos a masturbarnos juntas ni mencionamos nunca lo que ocurrió. Sabíamos que era como mínimo raro, así que fingimos que nunca pasó. Pero yo lo recordaba a menudo. Y no fueron pocas las pajas en la ducha recreándome en ese momento e imaginando que le hacía más cosas. Durante los próximos 10 años no era raro que me quedase embobada mirándola cada vez que sonreía, y ya no digamos si tenía la oportunidad casual de verla desnuda o ligera de ropa. Ahora veo claramente que estaba coladísima por mi hermana, aunque siempre en un plano secundario, algo en lo que ni pensaba, nunca fue una traba con mis ligues... aunque pensándolo bien, a veces, cuando me tiraba a una chica, no podía evitar pensar en Laura, aunque solo fuese un momento. Y es que su desarrollo en este tiempo no me puso las cosas fáciles. Es una mujer sencillamente espectacular de casi metro ochenta, el prototipo de pelirroja tetona explosiva. La genética fue buena con ella, dándole un cuerpazo fuerte y esbelto, y dirigiendo todo lo carnoso únicamente a muslos, culo y tetas. Madre mía, que tetas. Enormes y perfectamente redondeadas y firmes, pero proporcionadas con su figura y con la caída justa para botar con cada paso y que te mueras por hincarle el diente (no suele llevar sujetador, la muy cabrona, y no la culpo). Pero es que además el gimnasio ha terminado de perfeccionar su cuerpo, dejándole unas proporciones de diosa. Parece una superheroína de cómic. Y para colmo, una cara preciosa y pecosa, llena de dulzura, con labios carnosos y unos ojos verdes que te atraviesan, rematado todo con un melenón rojo y brillante como el fuego.

En cuanto a mí... está mal que lo diga, pero también soy una belleza. Mucho más bajita y delgada, de aspecto delicado y juvenil, pálida y con una melena también pelirroja pero de tono mucho más clarito. Tengo una boca risueña y sexy, según dicen, y los ojos verde azulado con una expresión muy picarona, como decía una novia que tuve. Y estoy muy bien formada: caderas anchas, un culito redondo y bien subido y, aunque no tanto como mi hermana, también soy pechugona teniendo en cuenta mi complexión, es lo primero que destaca de mi cuerpo. Un par de tetas preciosas, redonditas y tan firmes y con unos pezones tan respingones que parece que alguien esté tirando.

Os imaginaréis que ambas teníamos mucho éxito con hombres y mujeres. Teníamos una vida sexual muy activa, sana, plena y variada, y eso fue, indirectamente, lo que nos llevó a cruzar definitivamente la línea, dando respuesta a 10 años de enamoramiento inconsciente. Había ido a su piso a ayudarla con unos muebles, y ya decidí pasar el día allí. Hacia la noche empezamos a beber, y poco después estábamos hablando de sexo, intercambiando anécdotas y confesiones. Ella me contaba cómo, estando borracha, estuvo a punto de desvirgar a un chaval menor de edad, y aunque al final se echó atrás, se quedó con un recuerdo inapropiadamente morboso. También me explicaba cómo una vez ligó con una embarazada y, al comerle las tetas, salió leche que, según sus palabras, "se bebió como una niña buena". Cada vez más calientes, eso nos llevó a que yo le hablase de BDSM (me gustaba principalmente con chicas) o de cómo cumplí con éxito una triple penetración con unos amigos de confianza. De ahí nos pusimos a recordar nuestras primeras experiencias con el anal, y de ahí a nuestra primera vez en general. Al menos esa era la versión oficial. A esas alturas los pezones estaban casi agujereándome de forma evidente un ya de por sí apretado escote, estaba muy húmeda y un poquito borracha, y no me pude aguantar:

+En realidad... bueno, no sé si te acuerdas, pero una vez estábamos viendo porno juntas y... te comí un poco el chocho. Eso cuenta como primera vez, tía.

-Claro que me acuerdo, y claro que cuenta. Por fin lo mencionas, joder, ¡que han pasado diez años! ¿Tan horrible fue para ti?

+Pero qué dices, si me corrí sin tocarme y todo. Y anda que no lo he recordado una y otra vez. Me encantó, fue... una de las mejores experiencias de mi vida. Pero obviamente es una movida muy rara y no quería incomodarte comentándolo...

Guardó silencio. No sabía cómo interpretarlo, estaba perdida en sus pensamientos, pero sonreía, como con cierta... emoción. Finalmente dijo "ven, te voy a enseñar una cosa". La acompañé hasta su ordenador, en su habitación. Abrió un vídeo. Era el lésbico de hace diez años.

+¿Lo... lo encontraste de nuevo... y lo guardaste?

-Sí, en fin... una forma de recordar aquél momento.

Estaba a punto de echarme a llorar. Llevaba un rato cachondísima, pero esto era una excitación distinta. Simplemente quería besarla. Dios mío, ¡para ella también fue algo memorable! Qué felicidad.

-¿Quieres comprobar si sigue dando morbo?

+¡Claro!

Fui a buscar otra silla para ponerme junto a ella, y en ese momento ya sabía de sobra cómo iba a acabar aquello, pero no iba a joderlo metiéndonos prisa. El vídeo era un lésbico normalito, como os decía, pero eso era lo de menos. Estábamos las dos desnudas de cintura para abajo, masturbándonos furiosamente. No dejábamos de mirarnos sin vergüenza alguna. Era evidente que competíamos por ver quién era más sexy, a ver quién caía antes. Gemíamos, nos metíamos los dedos hasta que chapoteaban y luego nos los lamíamos con lascivia. Hasta empecé a meterme un par de dedos en el culo, sabiendo que el anal es su debilidad. Pero ganó ella, sin hacer nada en especial. Veía cómo sus tetazas temblaban bajo la camiseta con el movimiento de su brazo, y no pude más: me lancé a subirle la prenda y a estrujarle, chuparle y morderle las berzas con una pasión como nunca había sentido. Ella soltó un gemido escandaloso mezcla de excitación, dolor y alivio por poder soltarse, y se puso a acariciarme el clítoris. Mi conciencia tomo el mando por última vez, aunque sin convicción alguna:

+Laura, espera. ¿Estás segura? Esto... es serio. No creo que estemos bien de la cabeza, no hay excusas, ¿entiendes que esto es incesto?

-Luci, escúchame: te quiero. No sé si como hermana o como... lo que sea esto, y me da igual. Lo que sé es que estoy loca por ti, y que aunque he intentado que no sea así, llevo diez años deseándote más que a nadie en el mundo. Te quiero.

+Y yo a ti.

Y sin más, por fin, la besé. Un beso largo y lento. Un beso romántico de película. Nos desnudamos por completo y fuimos a la cama. Laura me empujaba hacia allí agarrándome el culo con fuerza, tenía tal ímpetu que parecía estar a punto de llevarme en brazos. Me tiró con furia en el colchón y se me puso encima. Estaba claro que quería marcar el ritmo, pero no la iba a dejar:

"Oye preciosa, me halaga que me tengas tantas ganas, pero llevo una década soñando con hacer una cosa como es debido" le dije, y le indiqué que nos intercambiásemos, quedando yo encima. Empecé a darle besos por todo su cuerpo mientras bajaba hasta llegar a ese coño que cambió mi vida. Lo llevaba como yo, depilado pero con un mechón pelirrojo. Que se note que no nos teñimos. Lo rocé suavemente con los labios, estaba empapada. Hundí mi boca en su raja y cerré los ojos, concentrándome en su sabor, su olor y su respiración. Era lo más maravilloso del mundo. Enseguida me centré en su clítoris, porque aquello no iba a tardar mucho. Gemía muchísimo, se agarraba las tetas con fuerza y me decía "Lu... Lucía, madre mía... ay Dios mío, mi amor, has aprendido muchísimo... esto es... uuufff". Decidí retrasarlo un poco y empecé a lamerle el culo. Se lo lubriqué muchísimo y le metí la lengua todo lo que pude. Normalmente no me gusta mucho, pero el culo de Laura me lo comería cada día. Además, quería que dilatase. Respiraba con mucha rapidez, me tiraba del pelo y oí cómo decía susurrando "Luci... Luci, amor...". Era el momento: empecé a darle por el culo con un par de dedos, se los metí de golpe y la follaba a toda hostia mientras me volvía a centrar en comerle el coño. A los pocos segundos me clavó las uñas en la cabeza, arqueó la espalda y se puso a gritar como una loca hasta correrse y dejarme la boca y la barbilla llena de un flujo que relamí y saboreé como si me lo fuesen a quitar. Le saqué los dedos del culo, se los metí en la boca para que los chupase y después la besé. Un beso guarro, con mucha saliva y chupándonos las lenguas y los labios. Volvía abajo, esta vez para comerle la almeja con calma, recreándome. Cuando volví a llevarla al orgasmo, ahora sí, después de todos estos años, estaba satisfecha con mi trabajo. Pero solo era el principio.

"Bueno, sí, no ha estado mal", me dijo entre risas y suspiros y con tono irónico, "pero ahora me toca a mí, princesita". La idea de dejarme hacer por esta amazona como si fuese una niñita desvalida me puso a mil, y ella me siguió el juego. Me manejaba como a una muñeca y me puso bocabajo, dejándose caer encima. Me inmovilizaba por completo pero sin llegar a hacerme daño. Aun así me preguntó dulcemente "¿estás bien así, amor?". Mientras asentía, pensaba en cuantisimo la amaba.

Me escupió en el ojete y me metió ahí el primer dedo. Sí, ya sabía yo que el tema culos le vuelve loca. Después el segundo, y finalmente el tercero. Muy suavemente. Me estaba haciendo el amor. Mientras tanto, se me acercó al oído y susurró "necesito contarte una cosa: una noche, pocos días después de que me desvirgases, usé tu mano para masturbarme mientras dormías. Después te la limpié para que no sospecharas. Pero no pude parar ahí. Me obsesionaba devolverte el favor, yo también quería desvirgarte, así que esa misma semana te lamí el clítoris despacito, para no despertarte, y te corriste en sueños. Me dijiste que tuviste un sueño guarro. Je, cada vez que te pasaba eso durante las semanas siguientes era yo, cariño. A veces te comía el coño, a veces te metía un dedito con cuidado. No tardé en dejarlo porque... me sentía fatal por abusar así de ti. Estuvo mal, lo siento de veras, mi vida. ¿Me odias?". Ante semejante confesión, lo único que me salió del alma decir fue:

+Quiero casarme contigo y ser la madre de tus hijos.

-Te tomo la palabra.

Y ahora sí, aceleró a tope la follada y me bombeaba el culo frenéticamente. Yo estaba enajenada, fuera de mí. El chocho me goteaba y manchaba las sábanas, y encima se me caía la baba mientras balbuceaba cosas sin sentido. Hasta empecé a gemir como un animal llamándola "Labua", como cuando era tan pequeña que ni sabía hablar. Eso la volvió loca y me levantó la cabeza tirándome del pelo, acelerando más si cabe. Me corrí de forma explosiva, dejándome la garganta y soltando chorros por el coño. Eso llamó su atención. "Ah, que haces squirt, haberlo dicho antes". Y sin darme ni tiempo a responder, me sacó los tres dedos del culo, me dio la vuelta para quedar cara a cara y con esos mismos dedos me penetró vaginalmente de golpe, poniendo los dedos en la postura adecuada y con el movimiento de muñeca que hay que hacer para el squirting. Por el sonido que hacía mi coño y la excitación que sentía, casi como si estuviese en un orgasmo continuo, no iba a tardar mucho. Mientras tanto, para ponerme más, Laura gemía, se sobaba las tetas con su mano libre, sacaba la lengua para dejarse caer saliva en el entreteto y me comió las tetas hasta dejarlas llenas de babas y con los pezones rojos. "Dios mío... serás guarra..." es lo único que pude decir con dificultad antes de correrme de una forma que casi me hace perder el sentido. Solté un chorrazo que a mí me salpicó, pero a ella la dio de lleno en la cara y en el pecho. Eso sí, estuvo rápida, se aseguró de que la mayoría fuese directo a su boca y se lo tragó. Después, la muy marrana restregó su cuerpo contra el mío para dejármelo igual de pringoso, y me besó para que degustase mi corrida.

Aún estaba mareada, temblorosa e hiperventilando, pero necesitaba más.

+Espera, hazme una cubana.

-Jaja, ¿pero qué dices, boba?

-Mira, déjame intentar algo, túmbate.

Me senté a horcajadas sobre su pecho, le junté las tetas bien prietas con las manos y empecé a restregar el clítoris contra ellas como si fuesen un cojín. Funcionaba. "Así, perfecto, mira cómo te follo las tetas... venga, tócate, quiero que te corras conmigo", le ordené, y se puso a ello. Estuvimos así un par de minutos, yo empotrándola cada vez con más fuerza, hasta que acabamos casi a la vez. Yo solté todavía un chorrito más en su pecho, lo cual casi nunca logro sin penetración. Y prácticamente me desmayé sobre ella. Suficiente por hoy.

Estábamos agotadas y pringosas, con el pelo húmedo y enmarañado y olíamos a sudor, saliva, corrida femenina, coño y culo. Nos fuimos a la ducha juntas, nos pusimos ropa de dormir, cambiamos las sábanas y fuimos al sofá a ver la tele abrazaditas como lo que éramos, una pareja enamorada. Aun así, es como si Laura no acabase de creerse que el sueño se hubiese cumplido:

-Entonces, a ver... quiero decir... ¿somos novias o...?

+¡Pues claro, tonta! Dije en serio lo de casarme contigo. No sé cómo cojones lo vamos a hacer, pero ya se nos ocurrirá algo.

Y empezamos a partirnos de risa, cerrando así la primera noche del resto de nuestras vidas.