Lucia y Adan

Lucia y Adan, una pareja tan normal como cualquiera, deshinibidos y deseando continuar su historia. Me encantaria saber si os gusta para continuarlo y sobre todo, que hagais sugerencias de las situaciones donde os gustaria ver a los protagonistas.

No quedaba ya mucha gente en el vivero a esa hora, el verano llegaba a su fin y la afluencia en esos comercios ya se había visto reducida por la cercanía del otoño. Solo algún jubilado que había ido a la costa a pasar sus últimos días curioseaba las plantas. Lucía se paseaba entre ellos con su habitual soltura y cierto exhibicionismo. Venía de la playa y solo llevaba una falda sobre la parte inferior del bikini y arriba una camiseta blanca, de tirantes, sin nada debajo pues no quería que quedasen cercos de humedad en la ropa. Seguramente fuese más llamativo que fuese sin sujetador, con el movimiento lento y cadencioso de las tetas bajo la ropa que un simple cerco producido por el agua. Adán, su pareja desde hacía ya muchos años la acompañaba, orgulloso vestido también solo con el bañador y una camiseta.

¿Cuánto tiempo llevaban con los juegos? Ambos habían perdido la cuenta. Los dos eran bastante desinhibidos y sentían una gran atracción por las insinuaciones en público. Quizá fuesen incluso inocentes pues la mayoría de las cosas que hacían pasaban inadvertidas para todo el mundo excepto para ellos. Le daban más importancia a sus roces y toques de la que cualquiera que les viese le daría pero daba igual, a ellos les excitaba y les gustaba.

-¡Mira cariño, que bonito es este cactus! -Lucía se agacho a ver los que había en una balda inferior y al hacerlo, involuntariamente, dejo entrever el bikini al ponerse en cuclillas y abrir ligeramente las piernas.

-Sí, es muy bonito.- No era la planta lo que miraba Adán.

Es curioso lo que nos puede llamar la atención algo que vemos a diario en un momento inesperado. Venían de la playa donde había estado todo el día con ese mismo bikini pero el verlo ahí, en un lugar público bajo una falda puso tontorrón a Adán.

-¿Le puedo hacer una foto? –Dijo Adán, sacando el móvil.

-Claro cariño.

Lucía se había dado cuenta de donde miraba Adán, de hecho cuando se percató se quedó en la postura, en cuclillas y abrió las piernas sutilmente volviéndolo a mostrar. Había algún cliente más cerca pero no lo suficiente. La foto no quedo muy clara, la cámara del móvil no daba mucho de sí pero no importaba demasiado.

-Voy un momento al servicio, cariño.- Lucía, sonriendo.

Cuando volvió no necesito hablar, se acercó a Adán y le pidió que le enseñase la foto, al verla le comento que no le gustaba mucho la calidad y que mejor la repitiesen.

Se volvió a colocar en la misma postura, disimulando entre otras planas y Adán apuntó con el teléfono, esta vez cuando abrió ligeramente las piernas la sonrisa de Lucía quedó en segundo plano al ver, Adán, que ya no llevaba el bikini. Los abultados labios se notaban perfectamente entre las piernas, bajo la corta falda.

-Vaya, desde luego ha salido mejor. –Dijo Adán enseñando la foto a su compañera.

-Si quieres hacemos alguna más. –Lucía besó a Adán en la mejilla.

Siguieron avanzando por el vivero, entre la gente ajena al juego que se traían ambos. Salieron a la zona donde estaban las plantas de exterior que aún estaban iluminadas por el sol que se resistía a esconderse bajo los cerros que rodeaban esa zona. Lucía se detuvo junto a unos olivos y se paró junto a uno cargado de aceitunas.

-A ver si me sacas la foto justo cuando la cojo, agachado.

Las aceitunas estaban lo suficientemente altas para que Lucía tuviese que ponerse de puntillas y estirar los brazos. Al hacerlo y estar Adán agachado pudo ver perfectamente las nalgas bajo la falda de Lucía, se veía perfectamente el culo, quizá más grande de lo que gusta a muchos pero tan querido por Adán. Le encantaba azotarlo con cuidado y manosearlo en cuanto podía. Su única frustración era que Lucía nunca le había permitido follarla por ahí aunque más de una vez con algún dedo sí que habían tenido juegos. Los pensamientos de Adán se interrumpieron cuando pasaron al lado dos alemanes, de bastante edad, mirando hacia otro lado, claramente disimulando. Este comportamiento más que frenar a Lucía le dio ganas de seguir.

Mientras continuaban paseando por el vivero Lucía siguió con el juego. En una zona donde había rosales trepadores de gran altura que la mantenía fuera de casi todas las miradas volvió a adelantarse a su pareja y pararse para una nueva foto. Se levantó la camiseta lo suficiente para que las tetas asomasen, sin llegarse a ver el pezón. Adán, con el teléfono, ni se molestó en hacer la fotografía pues prefería verlo directamente.

-¿Por qué no me has hecho la foto?- Lucía realmente quería tener el recuerdo.

-Ya sabes que con esas cosas me despisto. ¿Repetimos?

Unos metros detrás, aun en la zona de los trepadores Lucía repitió la jugada, esta vez miro bien a todos lados antes de levantar la falda con una mano y la camiseta con otra, dejando uno de los pechos al aire. Adán si hizo foto esta vez. Lucía fue un pasito más lejos y apenas si comprobó que seguían solos se giró, dando la espalda a Adán y regalándole otra visión de su culo, al levantarse la falda poniéndose de puntillas para realzar la figura. En vista de la situación el joven se acercó a Lucía a la que cogió de la mano, como casi siempre que paseaban, y se fueron hacia la salida del vivero entre risas y besos.

No compraron nada y estaban ellos más pendientes de las miradas del resto de lo que lo habían estado los demás. Seguramente nadie se hubiese percatado y el calentón que llevaban ambos era solo producto de su propio miedo a ser descubiertos. Sin embargo, justo al salir, hubo una mirada y una sonrisa que no les dejo más remedio que irse con una risa entre vergonzosa y juguetona al coche. El vivero era enorme y para la vigilancia había un circuito cerrado de televisión con una persona a su cargo. Esa persona, un vigilante, parece que si había sido testigo de lo ocurrido y la mirada descarada que les echo al salir era la mejor prueba.

-¿Tú crees que nos habrá visto?- Decía Lucía mientras se ponía el cinturón de seguridad.

-Bueno, mejor para él, tiene que ser aburrido estar 8 horas mirando plantas por la tele.- Arranco Adán y se puso en marcha.

Del vivero a su casa no habría más de 10km. Solían pasar por allí al volver de la playa, más concretamente de una cala de difícil acceso que les daba un plus de intimidad que no encontraban en la playa de su ciudad. El vivero, más cerca de la cala que de la casa era una parada habitual. Si esa carretera hablase tendría muchas cosas que contar. No pocos días habían ido jugando por el camino al volver de la playa. Ese día se escribiría un capítulo más de esa costumbre tan querida por ambos.

Lucía era una mujer bastante hábil para los juegos, quizá no fuese tan lanzada o imaginativa como Adán pero sabía provocar perfectamente. Tenía el don de hacer las cosas sin querer. Cuando subían en un ascensor con gente ella se encargaba de ponerle las nalgas contra su cuerpo o de rozarle con una mano la entrepierna “sin querer”. Adán ya se lo sabía y se dejaba hacer o incluso la incitaba. En el coche Lucía solo tuvo que subirse un poco la falda para provocar la reacción de Adán. Hay que decir que cuando Lucía quería sexo era imposible de parar. Si no conseguía convencer a Adán acabaría, irremediablemente, masturbándose ella sola.

-Este año has cogido mucho color. – Dijo Adán poniendo la mano en el muslo, frio por el aire acondicionado del coche.

-Más me gustaría tener, lástima que no hayamos podido venir más veces a la playa.

La mano de Adán no tuvo problemas en seguir subiendo arrastrando su falda. No encontró ninguna resistencia, más bien lo contario pues Lucía levantó las nalgas ayudando a que la falda llegase hasta arriba. Desde su ángulo, el chaval, veía perfectamente los labios de Lucía, tan carnosos y totalmente depilados como les gustaba a ambos. Con dos dedos formando una “V” comenzó a acariciar alrededor de la raja. Apretaba los dedos en la zona del clítoris, masajeándolo a través de los propios labios de Lucía para después abrir la zona suavemente como le gustaba a Lucía.

Ayúdame.- Pidió Adán.

Lucía, sin hablar, bajo su mano derecha a la zona y la puso sobre la de Adán, le guio al ritmo que ella quería, casi siempre más fuerte que el que le ponía, hubo un tiempo en el que la mano de Adán enseñó a Lucía aquello en lo que era ya una maestra con ese mismo sistema. Le colocó de nuevo como había estado hacia un momento, abriendo la raja, ella era la que esta vez tocaba el clítoris aprovechando la postura. Lucía no era de orgasmo fácil, para que se corriese necesitaba un buen rato de juegos y casi siempre la mejor manera de conseguirlo era con caricias en el clítoris. No era el sitio ni el momento y Adán dejó de tocarla para ser él quien la guiase a ella. Soltó la mano derecha de Lucía para cogerle la izquierda y llevarla a su propia entrepierna. No fue fácil sacar el rabo del bañador pues la erección y la postura hacían que se enganchase con la ropa. Lucía tenía ya experiencia en manejar ese rabo y cuando la sacó sintió sus deseos habituales de chuparla sin más. No lo hizo pues tampoco era el lugar ni el momento.

Lo que sí hizo fue dedicar unos segundos a acariciarla. Paro sólo para estirar el brazo y coger la bolsa donde tenían las cosas de la playa. Tras rebuscar dio con el bote de After-Sun y se echó un poco de la crema en la mano. Adán soltó un ligero quejido cuando noto aquello tan frio en su rabo. No duro mucho la sensación pues Lucía se encargó de frotarlo con fuerza, calentando la zona y extendiendo la crema con la mano, a ambos les hacía gracia lo pequeña que parecía la mano de Lucía cuando le cogía la polla a Adán. ¡Que placentera sensación era aquella! Adán, pendiente de la carretera apenas si podía observar lo que le iba haciendo con lo que siempre le había gustado mirar. Ella, Lucía, no tenía ese problema y no desvió la atención del rabo que tanto amaba ni un instante. De haber tenido unos kilómetros más antes de entrar en la ciudad seguramente Adán habría tenido que pedirle que parase pues empezaba a tener problemas de concentración. Sin embargo fue la ciudad la que les detuvo. Semáforos, coches a ambos lados y miradas indiscretas.

Dejaron el coche en el parking de la urbanización, al aire libre. Vivian en una urbanización cerrada situada en la ladera de una de las montañas que comenzaban apenas a 500 metros de la playa. El camino del parking a la entrada estaba flanqueado por césped natural y algunas plantas ornamentales que estaban regando generosamente con aspersores, muchas de ellas ni siquiera habían enraizado aun. Casi llegando a la puerta y al comprobar, como casi siempre, que no había vecinos entrando o saliendo Lucía decidió dar otro regalo visual a Adán. Se acercó lo suficiente a los aspersores como para que un chorro de agua impactase en su camiseta quedando humeda como para que las curvas de Lucía se notasen más. Adán entró al portal rápido y llamó al ascensor deseando no cruzarse con nadie que viese a Lucía en ese estado. No quería causar mala impresión en el barrio.

Nadie había en el portal y al abrirse el ascensor estaba tan vacío como siempre. Era una urbanización de nueva construcción y ni siquiera se habían instalado todos los vecinos. Además muchas de las casas se usaban para alquilarlas en verano y en esos días, con septiembre ya avanzado apenas si había turistas. Una vez dentro Adán no tardó mucho en fijarse en los pezones de Lucía, perfectamente visibles a través de la camiseta mojada. Se habían puesto duros con el fresco y eran generosos. Los redondos pezones contrastaban con una aureola bastante más pequeña, oscura y muy definida. Lucía sin duda agradeció las manos de Adán pues en el portal siempre hacia más frio que en el exterior y tras un día de sol y playa el cuerpo no llevaba bien una baja de temperatura, mas con la ropa empapada. No sólo le calentaron las manos, el profundo beso que se dieron ayudó. Las manos de Lucía torpemente acariciaban la espalda de Adán que, más frio en esos temas, acertaba a masajear las nalgas de Lucía llegando incluso a rozar, voluntariamente el coño de ella que después de todo lo vivido se encontraba jugoso, con esa humedad que tiene una mujer después de unas horas de juegos que sabe que terminaran, irremediablemente, en un buen polvo.

Lástima que solo fuesen 4 pisos, de haber vivido en una torre de 40 habrían follado allí mismo. Lucía rebuscó las llaves en la bolsa y finalmente entraron en la casa, ahora, después de un buen rato, sin una sola mirada que les impidiese ir más allá.

Adán se dirigió directamente a la cocina, la tarde de playa le había dejado hambriento y confiaba en que mientras Lucía se duchaba podría comer algo. Lucía se fue a tender las toallas y guardar la bolsa con las cremas solares y las gafas de buceo. Lo primero que encontró Adán fue una cerveza helada que abrió sin más, bebiendo de la lata mientras buscaba algo con lo que hacerse un sándwich. No había demasiada variedad y justo cuando iba a sacar embutido notó que Lucía se acercaba por detrás. No tardó demasiado en notar las manos de ella, frías, abrazándole cariñosamente. El abrazo se acompañó con una serie de besos en el cuello de Adán que pasaron de la pura ternura a la pasión en cuestión de segundos. Mientras, poco a poco, las manos fueron colándose bajo la camiseta la boca de ella cambió el roce más sutil por la presión y la humedad. Los labios se alternaban con la lengua y finalmente Adán se dio la vuelta. Siguieron besándose pero ahora las manos de ella no eran las únicas que recorrían el cuerpo del otro. Las de Adán, bastante más calientes, se plantaron en las nalgas de Lucía bajo la falda. Siempre que la besaba acababa con las manos ahi.

En el beso tomó el control Adán, como casi siempre y fue dirigiendo con un lento movimiento a Lucía hacia la encimera de la cocina. Apoyados contra ella continuaron con los besos mientras las manos de Lucía seguían buceando entre la ropa de Adán. Este, ansioso por seguir manteniendo el control aparcó los besos y metiendo la mano bajo los sobacos de su compañera y la invitó a dar un pequeño salto para subirla en la encimera. Un nuevo beso, aún más fuerte salió de Adán y sirvió para dejar a Lucía unos segundos quieta, tiempo suficiente para quitarle la camiseta. Continuaba sin nada debajo, para deleite de Adán que rápidamente tuvo a su disposición las tetas de Lucía. Estaban morenas, no tanto como el resto del cuerpo pues no siempre iban solos a la playa y en según qué condiciones no hacia topless. El moreno de los pechos no era suficiente para que los pezones dejasen de resaltar, con su tono oscuro y siempre apuntando hacia arriba. Había habido momentos en los que Lucía había perdió unos kilos y sus curvas se habían reducido considerablemente. No era uno de esos momentos y las generosas tetas acompañaban al precioso culo, que Adán tanto adoraba.

Lucía supo dejar hacer a Adán y aparto sus manos de él, las apoyo en la encimera echándose hacia atrás indicando a su compañero que jugase con ella. Adán se hizo de rogar, dedico unos segundos, de nuevo, a besar a Lucía mientras que con sus manos, hábilmente, acariciaba el canalillo y la zona del abdomen y las caderas, pero cuidándose mucho de no tocar las tetas. Puso las manos en la cadera de Lucía e hizo un amago de comenzar a lamer los pechos, para finalmente limitarse a rozar un pezón con la barbilla mientras se dirigía a besar a Lucía, bastante más ansiosa que él. No la hizo esperar más y, alejándose del beso, subió ambas manos desde la cadera hacia los pechos, poniendo las manos bajo ellos para bruscamente subirlas y apretarlos entre sí. Le encantaba hacer eso y ver como las redondas tetas se juntaban dejando en medio el hueco perfecto para que el metiese su polla. Muchas veces lo habían hecho así. El apretón dio paso a un suave roce de los dedos en las tetas, ignorando de momento el pezón.

Era la boca la que se iba a encargar de los pezones y así fue, repentinamente y casi con violencia Adán se abalanzó y comenzó a succionar el pezón derecho de Lucía que movió las manos para agarrar de la cabeza a su compañero. La mano derecha del joven se encargaba de apretar la otra teta con más torpeza que otra cosa, estaba demasiado centrado en el beso. Separo los labios dejando una generosa cantidad de saliva que rápidamente seco con un suave soplido, poniendo el pezón durísimo y provocando un escalofrió en Lucía.

-La otra tiene envidia.- Dijo Lucía apuntando a su otro pecho.

-Es que esa hoy no me apetece.

Lo cumplió y se siguió centrando en el pecho derecho. Esta vez en lugar de los labios uso su lengua, moviéndola en círculos a ratos, con movimientos rápidos, rozando arriba y abajo en otros momentos. A Lucía le encantaba eso y si podía verlo, como era el caso, le gustaba mucho más.

-Venga, chúpame esta.- Insistió Lucía, rozándose su pezón.

-He dicho que no.

En lugar de obedecer a Lucía Adán decidió bajar a otras cosas. Sin mucho miramiento ni delicadeza abrió las piernas de Lucía y la acerco un poco más al borde de la encimera donde estaba casi recostada. En esa postura Adán podía ver perfectamente como a través del bikini, húmedo y no precisamente por la playa, se veían los gruesos labios de Lucía. Tan bien los veía que acertó en cuanto planto el dedo. Se distinguía la forma de la raja y el sabía a que altura estaba el clítoris. Lo rozó observando, bastante excitado, como los labios se abrían a través del bikini cuando presionaba con el dedo. Lucía volvió a ponerle la mano en la cabeza aunque ahora ya apenas miraba, empezaba a cerrar los ojos con cierta frecuencia.

La presión con el dedo dio paso a un suave pellizco en los labios que no gustaba especialmente a Lucía, pero que a Adán le encantaba hacer. Le gustaba sentir entre sus dedos esos rosados trozos de carne que hacían aún más sugerente la raja de Lucía. A pesar de los años de relaciones el coño de Lucía seguía teniendo el mismo aspecto virginal que la primera vez que Adán lo probó.

Deslizando los dedos bajo el bikini se notaba perfectamente la excitación de Lucía. Seguramente de no haberla tocado el flujo habria quedado dentro pero en cuanto el dedo hubo abierto y agitado la zona el fluido de ella se notaba fuera. Se empapó bien los dedos con ello y empezó a deslizar un solo dedo por la raja, evitando tocar el clítoris o introducirlo dentro. Fue Lucía, la que cada vez más ansiosa aparto el bikini a un lado dejando a la vista todo lo que Adán quería ver, pero con cierta calma que ella no estaba dispuesta a darle.

-¿Tienes prisa?- Dijo Adán, mientras seguía masajeando la raja titimicamente.

-No, pero me apetecía hacer eso.- La voz de Lucía era entrecortada por el roce.

-Pues ahora, por prisas, voy a hacer que te corras en un momento.

Uso ambas manos para separar los labios dejando al aire el pequeño clítoris, rojizo y bien protegido. Como había dicho hizo todo lo posible para que Lucía se fuese lo más rápido posible. La conocía, no era fácil que se corriese salvo que, como en ese momento, se centrase en el clítoris con toda intensidad. Con la lengua inicialmente comenzó a frotar esa parte tan sensible, de arriba abajo presionando bastante. Solo dejaba ese movimiento para alternar con alguno circular. Como había supuesto Lucía empezó a retorcerse y a acercarse al orgasmo. No puso ninguna pega y si bien disfrutaba de una comida de coño que durase media hora, con lubricantes o usando las manos le apetecía correrse ya. Llevaban ya un buen rato de juegos. Cuando Lucía estuvo a punto Adán paró solo para rematar con los dedos, con un movimiento aún más veloz que el que podía hacer con la lengua. Tuvo que bajar los dedos hacia la vagina para humedecerlos pues del roce se secaban y el placer disminuía.

No debían haber pasado ni tres minutos y Lucía comenzó a tensar sus músculos. Los de las piernas fueron los primeros que reaccionaron, apretando con todas sus fuerzas obligando a Adán a apartar la mano. Le siguieron los brazos que, en tensión, acertó a colocar sobre su pubis tratando de sujetar el orgasmo. El joven se alejó, dejándola unos segundos disfrutar a gusto.

Cuando ella comenzó a relajarse Adán se acercó, cuidadosamente y comenzó a besarla el cuello acercándose a la boca con más ternura que pasión. Lucía, bastante excitada, cambio el registro y torpemente comenzó a buscar el rabo de Adán con las manos.

-Hoy, por prisas, te quedas sin tocarlo.- Dijo Adán alejándose lo suficiente como para que ella no llegase.

-¡Jo! Déjame un poquito solo.- Lucía realmente adoraba jugar con la polla.

-No, hoy no.

Adán termino la frase bajando a Lucía de la encimera, no lo hizo bruscamente pero si con bastante fuerza. Sabía que a ella le gustaba sentirse un objeto en sus manos. Con la misma intensidad con la que la había bajado o incluso más le dio la vuelta, le puso una mano en la barbilla sujetándola la cabeza y la beso de nuevo en el cuello y en la oreja con toda la fuerza que tenía. Casi le hizo daño pero Lucía disfrutaba con ese tipo de demostraciones al límite. No necesito más que un leve gesto en el bikini para que Lucía se lo bajase y dejase caer a toda velocidad. Adán, en cuanto tuvo el culo a su disposición le dio un par de cachetes a los que ella respondió con gemidos, suaves.

Adán sin embargo quería algo más que darle unos azotes y se bajó su bañador. Tenía el rabo duro como una piedra y sus gordo capullo no tardo demasiado en empezar a tropezar con las nalgas de Lucía. La froto un par de veces por todo el culo y en la raja, presionando incluso en el ano. Lucía, siempre con cierto miedo a que la penetrase analmente dirigió una de sus manos atrás para coger la polla y apuntarla a su coño. Adán no acepto el gesto de Lucía y la cogió la mano, retorciéndosela sobre la espalda y obligándola a recostarse sobre la fría encimera. No se quejó de la sensación que la tuvo que provocar el mármol sobre sus pechos, aun con la saliva de Adán.

Con la otra mano y como había pedido Lucía coloco la polla en la raja del coño y empezó a empujar. Si algo disfrutaba Lucía era la enorme polla de Adán. Pocas veces se había corrido solo por la penetración pero no cambiaba sentir que la llenaba hasta el fondo por nada del mundo. En según qué posturas y esa era una de ellas no podía soportar las penetraciones profundas de Adán que, sabedor de esto, solía apretar y apretar a Lucía para darle la cantidad de dolor que ella soportaba y agradecía. Tras asegurarse de que la lubricación en la polla era más que correcta empezó, aun con Lucía inmovilizada, a meter el rabo. El capullo, gordo, fue lo primero que hizo gemir a Lucía. Cuando paso abriendo el agujero y finalmente entro fue como absorbido por el coño que no tuvo más momentos de relax. Mientras iba entrando la polla Lucía apretaba la mano que Adán tenía inmovilizada. Fue casi al final, cuando apenas unos centímetros del rabo se quedaban fuera cuando Lucía dio muestras de que no le entraba más. Un dolor agudo al final de la vagina la hizo moverse lo suficiente para que su pareja lo entendiese. Sin embargo siguió llegando hasta ese límite durante unos minutos, los que dedico a penetrarla despacio, haciéndola sentir cada centímetro, cada vena, cada pliegue de la polla hasta el fondo, sacándola del todo para, de nuevo, abrirla violentamente.

Adán libero el brazo de Lucía para cambiar el ritmo. Se colocó un poco más lejos para controlar la penetración que comenzó despacio para, unos segundos después, acelerar violentamente. En este caso no la penetraba hasta el fondo, no hacía falta, el movimiento rápido y el capullo, curvado hacia arriba eran suficientes para dar placer a Lucía que si bien prefería sin duda la sensación de la penetración profunda nunca rechazaba una follada rápida. Tan rápida era que Adán tuvo que parar unos segundos para no correrse. Aprovechó esos segundos para rodear con su brazo la cintura de Lucía y ponerle la mano en el coño. La penetró con fuerza de nuevo y tuvo que ubicar el clítoris que con la tensión de tener la polla dentro se bajaba hasta casi colarse dentro. Una vez localizado lo empezó a masajear rápido, a un ritmo muy diferente al que llevaba su polla que de nuevo penetraba despacio pero profundo. Lucía, casi como una muñeca, apenas si había acertado a agarrarse a la encimera pues de pie, los orgasmos, no eran sus favoritos y tendía a desequilibrarse. A pesar de eso cuando llegó lo disfruto incluso más que antes. Adán apartó la mano del coño de Lucía pero no saco la polla y en contra de la voluntad de ella siguió penetrándola, cada vez más fuerte, cada vez más rápido hasta que él también se corrió. Mientras ella apretaba su vagina notaba los espasmos lanzaban la corrida en su interior. Noto el calor del borbotón, la humedad y la enorme suavidad de la polla, ahora ya menos dura, resbalando entre la mezcla de fluidos hacia el exterior.

Finalmente ella se giró lo suficiente para que el la besase, ahora con tranquilidad, mientras un pequeño chorro blanco resbalaba por el interior del suave muslo de Lucía.

Continuara…