Lucìa se folla a chicos jovenes. Parte I
Lucía, esposa infiel emputecida por su marido, queda con su amante favorito para una sesión de sexo sin saber que éste último ha avisado a otro amigo para entre los dos tratar de poder saciar el voraz apetito sexual de la furcia.
Lucía es mi mujer desde hace 14 años. Ella siempre ha sido muy sexual y hace unos tres años nos iniciamos en tríos con chicos mucho más jóvenes que ella. Con estos tríos ha disfrutado tanto y se ha emputecido de tal modo que ahora busca ya chicos por su cuenta y se lo monta tal y como le apetece. Aquí os incluyo un relato de la última vez que quedó por su cuenta con un chico al que se había follado ya antes varias veces….
Quedaron en el bar del hotel. Lucia se había puesto una minifalda de cuero rojo que dejaba al aire más de la mitad de sus muslos y que le obligaba a cruzar las piernas si quería evitar que se viera su diminuto tanga negro. Para provocar un poco más a José se había puesto una blusa escotada que ofrecía generosamente más de la mitad de sus tetas. Lucia se estaba acomodando en uno de los sofás del bar cuando José apareció por la puerta. Llevaba el mismo aspecto desaliñado de siempre: camiseta con símbolos parecidos a tatuajes y pantalón vaquero no demasiado ajustado. La camiseta marcaba ligeramente la anatomía de su torso y la manga corta definía perfectamente la musculatura de sus brazos moldeados por horas de gimnasio y boxeo. Lucia que llevaba más de dos meses sin pegar un polvo, notó, al verlo, como su raja empezaba a humedecerse.
Se saludaron con un discreto beso y José se sentó en un sillón situado al lado del sofá de lucia y encargaron unas bebidas. Tras un poco de charla informal José le pregunto a Lucia si al final había podido traer la viagra. Lucia contesto asintiendo con la cabeza y José sugirió tomarla ya, ya que el efecto solía demorarse al menos media hora. Lucia le entregó la píldora y José la engullo con un poco de coca cola.
José se cambió de sitio y se sentó al lado de Lucía en el sofá. El vaquero de José rozaba la piel desnuda de los muslos de Lucia, provocándole escalofríos de deseo.
- ¿me has echado de menos? –le susurró José a Lucia en el oído. Los labios de José rozaron el cuello y la cara de Lucia con el movimiento y Lucia se estremeció imaginándose el placer que le esperaba. ¿Cuánto tiempo hace que no follas? Le preguntó José en voz baja.
- Algo más de dos meses-contestó Lucia con un tono de voz que se asemejaba a un gemido.
- Ummm…no sé por qué no quisiste que trajera a mi amigo el gitanillo. Con las ganas que debes de tener te hubiéramos pegado un buen repaso entre los dos.
- Bueno, no es que no me apeteciera, contesto Lucia en tono dubitativo, pero es que me daba corte y pensé que me iba a sentir demasiado puta subiendo con dos chicos tan jóvenes a mi habitación de hotel.
- Ufff pues no veas la polla que calza el gitanillo… Ayer lo sorprendí en la ducha del gimnasio pajeándose a tope cuando yo iba a ducharme. El tío se cortó un poco al verme y entonces paró de meneársela. Y va y me cuenta: “Es que ayer salí con mi novia y cuando quise follármela me dijo que andaba con la regla. No veas la cabrona: toda la noche dejándome que me pusiera cachondo y cuando quise metérsela me dijo que llevaba un tampax. Se ve que le di algo de pena y al final me hizo una mamada…uff pero no veas hoy como sigo de perraco”. Y era cierto porque aunque había dejado de tocársela, el chaval seguía empalmado a tope y no veas el pedazo de tranca que calza, es por lo menos tres dedos más larga que la mía y encima mucho más gorda.
- Calla José que con el hambre de polla que tengo me están dando ganas de pedirte que le llames y se junte con nosotros.
Lucia no se podía imaginar cómo había continuado la conversación. José la tenía morcillona al meterse en la ducha y con el calorcito del agua caliente su polla empezó a crecer visiblemente. El gitanillo se percató perfectamente de ello y le dijo: “pues tú tampoco debes de haber follado recientemente porque tu polla anda también con ganas de marcha”.
- Es que mañana por la noche he quedado con una amiga y como le pone mucho mi leche, llevo dos días sin masturbarme para poder llenarla a tope.
- ¿De veras te deja llenarla de leche? ¿Es que te deja follarla sin condón?
- Sólo cuando anda cerca de la regla. Hemos planeado esta cita desde hace un mes más o menos para que pueda joderla sin condón. Dice que quiere que le eche por lo menos dos corridas seguidas dentro.
- Uff que pedazo de zorra debe ser, exclamo el gitanillo mientras su polla se llenaba de más sangre aun por la excitación que le provocaba imaginarse a la chica de su amigo follando sin condón y recibiendo en su coño oleadas de leche una tras otra. Ya me gustaría a mí que mi novia María me dejara metérsela sin condón, con lo lechero que soy le iba a llenar el coño de una sola corrida.
- ¿De veras que eres tan lechero? Uff pues con lo que le gusta la leche a Lucía podrías venirte conmigo y la follábamos juntos
- ¿Qué dices? ¿No te importaría que me follase a tu novia?
- No es mi novia. Está casada, de hecho tiene cerca de 40 años, pero es tan zorra que le gusta follarse a jovencitos bien dotados. Seguro que tu polla la vuelve loca y así me ayudarías a saciarla porque parece que el marido anda fuera de España y creo que no folla desde hace meses.
- Y ¿crees que quiera que vaya yo contigo?
- Si le pregunto seguro que dice que no porque es bastante cortada en frio. Pero si te viera aparecer cuando yo le estuviera dando, seguro que se dejaba follar también por ti.
El gitanillo se había puesto tan cachondo imaginándose la situación que no pudo evitar retomar su masturbación discretamente.
José vio como había empezado de nuevo a tocársela y le dijo: ¿qué, te apetece la idea eh?
-Pues claro dijo el gitanillo pero ¿cómo haríamos para que yo también pudiera follarla?
-Mira, le explicó José. Hemos quedado mañana a las 10 de la noche en el bar del hotel Seven. Es un bar oscuro y discreto donde se puede tomar una copa sin que nadie se fije en ti. Siempre que nos vemos solemos quedar de esa forma. Tomamos algo y cuando ya la tengo cachonda subimos a su habitación y allí le hago de todo. Como nunca te ha visto podemos llegar juntos al hotel en mi moto. Primero entro yo y cinco minutos después entras tú y te colocas en algún sitio discreto desde el que puedas vernos sin que ella se dé cuenta. Cuando veas que subimos a la habitación te esperas unos pocos minutos y subes detrás nuestro. Yo te dejo entreabierta discretamente la puerta de la habitación y cuando oigas que ella está gimiendo te metes sin hacer ruido, te quitas la ropa en la entrada y te incorporas a la fiesta.
Y ¿no me verá al entrar?
No, porque yo ya me ocupo de llevármela rapidito a donde está la cama que queda bien lejos de la entrada, en un sitio desde el que no se ve la puerta.
Y ¿cómo se en que habitación estáis?
Yo te mando un whatsapp en cuanto lo sepa.
Lucia no se podía imaginar el caliente plan que había urdido José y que de hecho hasta el momento se había cumplido a la perfección ya que mientras José iba poniendo a Lucia poco a poco más cachonda en el sofá, el gitanillo no perdía detalle desde un taburete de la barra situado en un punto en el que Lucia apenas si podía verle a él. El gitanillo llevaba unos vaqueros ajustados que marcaban un pedazo de paquete que se puso a reventar cuando José empezó a besar a Lucia en el cuello metiendo discretamente una mano por el hueco de su minifalda. Mientras, Lucia acariciaba suavemente la ya abultada verga de José por encima de su vaquero.
Así estuvieron un buen rato: besándose y magreándose hasta que Lucia, que debía estar ya como perra en celo, le susurro algo al oído de José. El Gitano se imaginó que le había pedido ya irse a follar porque de inmediato ambos se levantaron y se dirigieron a los ascensores. Camino de éstos pasaron cerca del Gitano y aunque Lucia no se percató de nada, José aprovechó para giñarle un ojo al gitano cuando se cruzaron. El gitano pudo comprobar lo buena que estaba Lucia y lo empalmado que había puesto a su amigo ya que su erección abultaba enorme en la entrepierna de su vaquero.
El gitanillo miró su móvil y comprobó que la habitación a la que ambos se dirigían era la 705 según le había enviado José. El Gitano estaba mucho más empalmado que José, porque, aunque aún no había podido catar a Lucia, lo morboso de la situación lo tenía completamente descontrolado.
Un par de minutos después, el gitanillo llegaba a la planta siete y comenzaba a buscar la habitación 705. La habitación de la novieta de su amigo se encontraba al final del pasillo de la séptima planta, en un ángulo en forma de “L” de modo que se pudo situar en la puerta del cuarto sin que se le viera desde ningún punto del pasillo. ¡Ese José lo había organizado bien! La puerta efectivamente se encontraba tan solo entornada y Lucia y José debían haber llegado hace un momento y además completamente calientes porque los jadeos de ambos se escuchaban inmediatamente al otro lado de la puerta. Debían de estar dándose el lote justo a la entrada de la habitación. CONTINUARA……