Lucía..., la puta de benjamín...

Primera parte del capitulo correspondiente a Lucía. Una historia de un cornudo consentidor. Formará parte de uno de mis libros siguientes, cuyo titulo provisional es: "Historias de cornudos consentidores..."

  1. El contacto y la presentación de la puta...

Como todos ustedes saben, el relatante es asiduo escritor de relatos en la página de relatos.com

Hace unas semanas me escribía un nuevo amigo. Me decía que se llamaba Benjamín,  que vivía en Rosario, provincia de Argentina,  junto a su esposa Lucía. Aún no tienen hijos de su feliz matrimonio.

Alabó mis relatos y mi forma de escribir, aunque no lo merezco aún. Le gustaban especialmente los relatos de cornudos. Deseaba detallarme, si a este escritor le parecía bien,  algunas de sus calientes experiencias cuando descubrió querer ser un perfecto cabrón, para que las publicase.

Este relatante aceptó de inmediato encantado la proposición. Como saben ustedes es un gran morboso entre otras cosas.

Lo primero que le fue sugerido a Benjamín, es que detallase como es su mujer, la puta, para que todos ustedes pudieran conocerla previamente a leer sobre sus andanzas sexuales, que serán muchas y buenas. Eso intuía, quien les escribe.

Enseguida comenzaron a llegar sus primeras experiencias a través del correo electrónico, empezando como se le había sugerido por la descripción de esta bella puta de nombre Lucia.

El marido ilustraba a este aprendiz de escritor sobre las formas de Lucia, su puta... Decía el cornudo que su mujer ha sido siempre muy atlética, amante del gimnasio desde muy joven.

La puta que hoy les presentamos entre ambos..., el cornudo y este humilde relator, es además de  una autentica y sólida deportista, extremadamente bella de rostro y de formas. Cuando contaba apenas dieciocho años  había ganado varios premios de belleza, entre ellos varios de miss traje de baño en diferentes eventos, principalmente en discotecas de la ciudad.

Dejemos que Benjamín nos presente a su esposa, la puta...

Lucia es de piel muy blanca, de media estatura y de pechos muy erguidos pero no excesivamente grandes. Su cabello es rizado. Sus ojos de color negro azabache.

Yo la conocí cuando era muy joven, apenas con 18 años. Yo era cinco años mayor que ella. Nos enamoramos desde el primer segundo. Intuía que no era virgen, no me importaba. Yo también había tenido varias relaciones antes de conocerla a ella.

No hablamos generalmente de nuestro pasado.

Empezamos a convivir juntos y desde aquel momento todas las noches practicábamos un sexo de alta intensidad. Éramos y seguimos siéndolo, absolutamente felices. Estamos enamorados y nos lo pasamos genial en la cama. Ambos somos hípersexuales.

Terminamos casándonos.

Años después de nuestra boda, nuestra relación se fortalecía de día en día y con ocasión de un cambio de trabajo, nos mudamos de vivienda, a una más céntrica, más cercana a mi nuevo trabajo.

Mientras recogíamos cosas, al transportar una caja con objetos personales de Lucia, apareció un libro que trataba de historias de la Ley seca en Nueva York. Como todos ustedes saben, la prohibición de vender alcohol, fue un episodio de muchos años que ocasiono mucha violencia entre gánsteres y policías a partir de 1.920, no solo en aquel estado, sino en todo el país.

Sin malicia y por puro interés, lo ojeé en aquel momento. Me agradó lo que leía y lo dejé en mi mesita de noche para leerlo en las noches en que me apetecía leer algo antes de dormir, generalmente,  después de hacer sexo con mi querida y amantísima esposa.

Al cabo de unas pocas noches, en una de las páginas de aquel interesante libro, mientras ella dormía cansada del sexo practicado, vi anotado en el margen de una de sus páginas el nombre de una persona y un número de teléfono. El nombre era desconocido para mí, no era de ninguno de sus compañeros de trabajo, ni de sus amigos, pues yo los conocía a todos, al igual que Lucia, mi esposa,  conoce de sobra a todas las personas de mi entorno en cuanto a mujeres, amigas y compañeras de la oficina. Aquel enigmático nombre era: Sebastián.

En aquel instante, aquello me pasó desapercibido y no le di realmente importancia. Pero cuando paginas después apareció el mismo nombre y una dirección postal, aquello me empezó a intrigar.

Recuerdo aquella noche como si fuese hoy mismo. Habíamos hecho un sexo salvaje. Nos habíamos devorado recíprocamente nuestros sexos y al final ella súper excitadísima se había montado encima de mí. Quiso cabalgarme hasta su saciedad. Se correría media docena de veces antes de sentirse satisfecha y consentir en que yo me corriese finalmente.

Exhaustos dos horas después de iniciar aquella sesión maravillosa de sexo, estábamos abrazados y le sugerí que aún sin sueño leería unos capítulos del libro.

-          ¿Qué libro estás leyendo, mi amor?

-          Uno que encontré entre tus cosas.

La noté algo nerviosa, al mismo tiempo que se dibujaba en su cara una leve sonrisa impregnada absolutamente de una picardía fuera de lo normal. Se empezó a morder los labios, de esa manera que me pone cardiaco. No dejaba de parpadear mientras yo buscaba la página en donde estaban las primeras anotaciones.

Sin darle importancia, le decía:

-          Mira Lucia, hay un nombre y un número de teléfono... (Se lo mostraba).

-          ¿Qué nombre?

-          Sebastián.

Seguía mordiéndose los labios, mientras me miraba de reojo, sin saber qué decir.

-          Ah..., sí, fue un novio que tuve siendo muy joven, durante un corto periodo de tiempo. Casi no me acordaba de él...

Lo decía, como sin darle importancia.

Me había hablado de él hacía años, aunque sin mencionar su nombre, al rememorar juntos nuestra primera vez de sexo por separado. Yo  ni lo recordaba. Me había dicho que fue en un gimnasio. No le había preguntado más detalles.

Lo de morderse los labios de esa forma tan especial, no era la primera vez. Yo me había dado cuenta en indudables momentos, de que cuando ponía así sus labios, las mamadas que me hacían eran bestiales. Después de hacerme sexo oral, quería ser poseía de manera brutal.

Le había preguntado en el pasado por aquel primer novio brevemente y me había dicho que su relación había terminado cuando él, había salido del país buscando un trabajo mejor. Pocas semanas después de dejar aquella relación, nos habíamos conocido y no nos habíamos separado desde entonces.

Empecé a atar cabos.

Seguro que cuando se acordaba de aquel novio se ponía cachondísima. Mordía de esa manera tan peculiar sus labios...

A pesar de haber hecho sexo de alta intensidad, Lucia parecía cachonda y a mí tampoco me desagradaba aquella situación.

Fue a buscar mi polla y empezó a hacerme suavemente una mamada de récord, de auténtico record, amigos.

Mientras yo le preguntaba, si el tal Sebastián, aquel novio de su juventud, era el que la había desvirgado en el gimnasio. Quería confirmarlo, además de querer rememorarlo con ella y guardar esa imagen dentro de mi mente para siempre. En el fondo quería disfrutar a toda costa revivir a cualquier precio aquellas imágenes si ella aceptaba contármelo.

Ojalá, pudiera conseguirlo.

Desde hace años pensaba en pedirle a mi esposa que fuese mi puta, pero no en exclusividad. Me pone cachondo y vicioso pensar en ver como alguien penetra a hondonadas salvajes el coño y el culo de mi esposa Lucia.

También me gustaría que me lo contase, si yo no podía verlo...

Quizás esta era una buena ocasión para proponérselo.

Lo sé, amigos, no es una perversión normal. A mi excitaba ese pensamiento. Aunque jamás le había dicho nada a Lucia.

Lucia seguía mamándome mi nuevamente endurecida polla, podía observar como sus pezones volvían a endurecerse.

Sin duda mi esposa estaba nuevamente caliente y esa mirada que me echaba, me decía que quería en su boca mí preciado néctar caliente para tragárselo con cara de vicio.

Estaba tan cachondo que olvidé por aquella noche seguir la conversación sobre Sebastián, su desvirgador.

Como acababa hacia unos minutos de correrme, tardaría en correrme una vez más. Ella lo sabía. Se volvió a acomodar como jinete y se volvió a correr un par de veces más. Aproximadamente unos veinte minutos después, cuando mi cara le decía que me correría, me dejó de cabalgar y quiso terminarme en su boca. Ella lo deseaba y yo también.

Después de aquello, nos quedamos vencidos y dormidos plácidamente, aunque la conversación había quedado a medias, lamentablemente.

Mis últimos pensamientos antes de dormir fueron que deseaba saber todo sobre aquel novio, y la razón por la que ella se ponía tan cachonda al recordarlo.

Estaba seguro de que algo me ocultaba.

Al día siguiente nos levantamos y cada uno fuimos a nuestro quehacer laboral. Yo a la oficina y ella al centro de entrenamiento en donde trabajaba como eficaz entrenadora. Salía yo el último de casa y como no puede ser de otro modo, le dejé una pequeña trampa. Volví a ojear los apuntes manuales de aquel libro antes de irme, volviendo a calentarme. Mi polla babeaba nuevamente. Dejé aquel maravillosos libro sobre nuestra mesa de la concina. Quería comprobar, por la tarde, que haría Lucia con el libro.

En el trabajo, mi cabeza no dejó de dar vueltas a la idea: Tenía que saber lo sucedido y todos sus detalles.

Me asaltaban dudas, sobre aquel libro en aquella mesa: ¿Lo cogería? ¿Lo llamaría? ¿Lo desearía llamar?

Tenía claro una sola cosa: Lucia se ponía cachonda y excitada al recordarlo. Esa era mi gran intuición.

Debió de ser un buen amante. Esa sin duda era la causa de que Lucia se pusiese tan caliente a veces. Siempre era caliente pero en ocasiones muchísimo más.

Mi mente maquinaba durante todo el día, como podría conseguir que me contase todo...

Aquella tarde, cuando llegué a casa, encontré a Lucia en el sofá leyendo el libro.

Al llegar, lo soltó de sopetón, corrió a besarme y empezó a tocarme mi polla, que se endureció nuevamente de manera bestial.

Nos desvestimos e hicimos un sexo frenético, primero en el sofá, luego en la mesa de la cocina. Era un sexo mucho más pasional y salvaje que el resto de las noches. Ambos estábamos muy cachondos, aunque por diferentes razones. Ella seguramente por el recuerdo de él,  yo por el pensamiento de ellos, imaginándolos juntos follando en aquel gimnasio...

No pudé contenerme mientras la follaba enérgicamente:

-          Lucia, has de contarme todos los detalles.

Ella sabía de sobra de lo que le hablaba. Sus ojos la delataban...

Se mordía nuevamente los labios de esa manera tan especial. Estaba teniendo uno de sus mejores orgasmos.

Una vez se le pasaba las consecuencias del ese grandioso orgasmo, quizás el sexto o séptimo de la noche..., mientras seguía dándole convulsas metidas con mi miembro en su aguada cueva de sobra lubricada me decía:

-          Benjamín, yo solo te quiero a ti. Eres el hombre de mi vida. Jamás te dejaré por nada ni por nadie. Sé que tú me amas también como nunca has amado a otra mujer.

Me miró y volvió a morderse los labios, diciéndome a continuación:

-          Si lo deseas, te contaré todo lo que ocurrió aquella única vez.

-          ¿Una única vez?

-          Si mi amor, estuvimos tan poco tiempo juntos que solo me penetró una sola vez.

Después de tomar algo para reponer fueras, pues no habíamos cenado, fuimos a la ducha y directamente al dormitorio.

Eran apenas las ocho de la tarde y teníamos tiempo para todo.

Sus ojos de deseo y morbo eran espectaculares.

Yo también me sentía raro. Estaba más excitado que nunca en mi vida.

Después de hacer otra vez sexo frenético, unidas nuestras manos y ella recostada en mi hombro. Le dije:

-          Cuéntame Lucia.

Ella con cara de inocente, me contestaba:

-          Sí, mi amor... Lo haré.

Sin mediar palabra, me empezaba a contar los detalles de aquella vez, de aquella única vez...

Ella tenía por entonces casi 18 años. Aquel verano los cumpliría.

Sebastián acudía a trabajar su esculpido cuerpo al mismo gimnasio en donde ella entrenaba todos los días. Tenía 31 años entonces.

Él la halagaba permanentemente. Sin duda quería hacerla suya. Había tenido muchas relaciones con otras chicas del gimnasio. Tenía fama de conquistador de primera.

Sebastián no dejaba pasar ninguna ocasión para intentar conquistarla. La ayudaba en sus máquinas. Le ofrecía toalla para el sudor. Le ofrecía agua fresca. Siempre con detalles...

Empezó a tocarla con cuidado de que nadie se diese cuenta, cuando se encontraban solos. Le pasaba las manos por sus glúteos, espalda, y pechos de manera rápida y libidinosa, con ojos de vicio y deseo.

Lucia no quería tener sexo de momento con nadie, pero se dejaba tocar e incluso a veces también le apetecía tocarlo a él. Sus músculos y cuerpo eran escandalosamente atractivos y sensuales.

Ambos cuidadosos de no tocar sus sexos respectivos. Él intentaba llevar la mano de Lucia a su miembro que a veces parecía erecto en enorme medida.

Deseaba ver aquel probablemente enorme pene, pero no quería abrir la puerta al sexo.

Ella intuía sin duda una gran herramienta en Sebastián. Soñaba con ella  muchas noches...

Lucia mientras contaba esto, miraba picaronamente a su marido volviendo su cara a sus ojos, para comprobar el interés de Benjamín por la historia. La mano en su polla le decía que estaba encantado de oír aquel erótico relato de momento y deseoso de que llegase el momento de la iniciación de su esposa.

Llegarían a tener bastante confianza los futuros amantes, pero Lucia tenía claro que quería llegar virgen al matrimonio. Aquel hombre maduro le encantaba. Le encantaba todo en él y más aquella probable enorme polla que guardaba y que aún no había podido ver en detalle.

Deseaba mamar aquella polla...

El dueño del gimnasio conocía a Sebastián, pues tenían mucha confianza,  y un día le dejo las llaves para que lo cerrase él, ya que tenía que ausentarse para hacer gestiones.

Aquella ocasión podría ser la idónea para intentar seducir a Lucia.

Los clientes del local fueron terminando sus ejercicios. Pasaban a la ducha y se iban yendo a sus casas. Finalmente, solo quedaban ellos dos en todo el gimnasio.

Lucia deseaba a aquel hombre. Aunque por otra parte, dudaba si entregarle el tesoro de su himen a él, aquel día. Quizás no habría otra posibilidad nunca.

Sebastián jugó bien su papel. Se haría el indiferente. Ella le buscaba para manosearlo o besarlo, pero él no le hacía ningún caso.

Lucia se ponía más caliente cada segundo que pasaba...

Después de recoger todo, Sebastián le dijo que pasaba a la ducha.

Ella, estaba por un lado triste, pero por otro orgullosa de no ceder su virginidad aquel día. Estaba totalmente ofuscada en aquel momento.

Mientras él se duchaba, Lucia por curiosidad natural, se acercó a mirarlo...

Aquel hombre musculado se duchaba y entonces lo vio...

¡Aquel miembro era enorme!

Mientras Lucia refería este detalle, Benjamín su esposo, alcanzó a mirar una vez más como Lucia mordía sus labios con viciosa y sensual artimaña.

Su polla estaba poniéndose erecta nuevamente.

Lucia mientras seguía contándole a su marido aquellos morbosos recuerdos, friccionaba rítmicamente su polla endurecida. Lo hacía suave, muy suave...

Volvamos a la ducha.

Lucia no pudo remediarlo. Cuando Sebastián cerro el grifo, se lanzó dentro de la ducha como una posesa y arrodillándose se puso a devorar aquel enorme falo que aún no estaba duro del todo y apenas le cabía en su boca.

Sebastián cogió la cara de su deseada compañera de gimnasio y empezó a follarle su boca.

Aquella enorme pollaza empezaba a engordar y endurecerse.  La boca de Lucia no alcanzaba a tenerla totalmente entera dentro.

Recuerda Lucia que no pudo meterse más allá de la mitad de aquel enorme trozo de carne una vez estuvo dura del todo, aquella piedra de mármol caliente. Aun así, la excitación culminó con un orgasmo enorme de Sebastián. La boca de Lucia se llenó de aquel caliente esperma. Trago poco a poco.

Lucia estaba en la gloria.

La satisfacción de saborear aquel liquido viscoso y deseado, hizo reconsiderar a Lucia su posición virginal y en aquel mismo instante en qué terminaba de tragar todo aquel semen, decidió que aquella noche habría de estrenarse con aquel armario de hombre.

Los ojos de Lucia, confesaban a Sebastián que deseaba ser follada por primera vez...

Salieron de la ducha. Ella se desnudó. Aprovechando un banco del vestuario sin  barandillas, se acomodó en posición de perrito.

Quería ser poseída por aquel enorme trozo de carne que aún estaba duro y enfebrecido, a pesar de acabar de correrse.

Ella se sentía totalmente húmeda. Su lubricación natural había preparado ya aquella vagina para ser poseída de inmediato.

Sebastián acercó aquella enorme herramienta de taladrar y poco a poco, muy despacio...,  fue insertándola en aquella virginal cueva que ofrecía poca resistencia.

Lucia sentía dolor al ser penetrada y especialmente al ser desgarrado su himen, aun cuando el placer era mucho mayor que cualquier incomodidad primeriza.

Aquel ensartador hacia mella en aquella profundidad poco a poco. Las pocas molestias se olvidaban y el placer ocupaba del todo el cuerpo entero de Lucia que se aproximaba sin dudar a su clímax.

Por curiosidad, pasaba su mano izquierda entre sus piernas para comprobar la distancia que aún quedaba de entrar de aquella enorme estaca de durísima carne.

Deseaba que entrase todo aquel trozo de aquella enorme estaca caliente, dentro de su ser, pero no podría ser...

La superior experiencia sexual de Sebastián le hacía ser un caballeroso amante y no quería destrozar el interior de aquella joven, intentando forzar aquella entrada desproporcionadamente.

La follaría poco a poco..., hasta llegar a profanar todo su interior, y metería toda su polla hasta el límite, pero con cuidado.

Lucia no aguantaba más, su excitación...

No llegando a meter entera su polla, consiguió sin problemas, que el clímax llegase para Lucia. Un enorme y deseado orgasmo, único hasta el momento por la situación y la intensidad de su placer.

Aquel orgasmo había sido para lucia, el mejor hasta ese momento de su corta vida sexual, a pesar de las molestias.

Él no llego a descargar leche alguna, puesto que un ruido en la puerta del gimnasio se lo impidió. Alguien entraba en el local. Los ruidos eran evidentes. Sacó aquella herramienta de aquel bendecido coño recién profanado y se vistió rápidamente. Lucia hizo lo mismo y simuló salir de la ducha.

Mientras terminaba de contar esta morbosa historia de su iniciación, no dejaba de masturbar la enervada polla de su marido, que estaba llena de caliente sangre que la endurecía ilimitadamente.

Final y lamentablemente Sebastián salía del pais una semana más tarde sin volver a hacer disfrutar a nuestra puta de hoy, Lucia. Como ya les he dicho, de manera inmediata Benjamín y Lucia se conocieron, se enamoraron y finalmente años después se casarían.

La futura puta miraba a su morboso marido, después de contarle aquel momento del desvirgue con aquella enorme, inmensa y gigante polla.

Lucia, confesaba a su marido en este momento que no sentir dentro de sí, aquella enorme polla al completo, le causó gran frustración desde entonces y del mismo modo, aquel deseo le inflamaba su excitación cuando la recordaba.

Decenas de noches había soñado con haber sido profanada con aquella enorme polla entera del todo.

Benjamín estaba súper excitado después de aquella confesión.

Dejaba de masajear la polla de su marido y volvía a morderse los labios. Su cara lo decía todo. Quería sexo, mucho sexo...

Hicieron sexo intenso casi toda la noche.

Aquella noche, Lucia se quedó seca de orgasmos y Benjamín, se quedó sin una sola gota de leche...

Aquel marido, después de horas inagotables de sexo, mientras intentaba descansar unas pocas horas antes de volver al trabajo, solo pensaba que al día siguiente le preguntaría a su esposa:

-          Amor..., ¿Querías terminar algún día, aquello que Sebastián dejo a medias?

Pero eso..., tanto la pregunta, como la respuesta..., queridos lectores, lo descubrirán todos ustedes en el próximo capítulo...

FIN

Espero les guste, especialmente a los cornudos consentidores, de los que parece haber bastantes.

Si desean escribirme, les contestaré a todos, especialmente a estos útimos...

PEPOTECR.