Lucía I
Introducción a la serie de Lucía, mi última sumisa a la que he ido moldeando y dando forma para adaptarla a mis apetencias...
Lucía I
Con sus apenas 25 años, Lucía es toda una belleza. De mediana estatura, morena, con unos pechos de tamaño perfecto y la carita de no haber roto nunca un plato se me antoja como una golosina.
Yo a mis 50 años y una posición económica y social desenvuelta soy, y lo he sido siempre, un amante de las relaciones de Dominación Sumisión, algo que llevo practicando desde hace más de media vida, siempre como dominante. La curiosidad surgió con mi primera novia, que luego se convirtió en mi primera mujer, y siempre ha sido un eje en mis relaciones de pareja. Físicamente me mantengo en forma: comida sana salvo ocasiones, gimnasio regularmente y largas caminatas ocasionales hacen que esté en una forma física casi envidiable.
Lucía, a pesar de su edad, es toda una zorrita en bruto. A los pocos minutos de conocerla sabía que tenía madera de sumisa. No simplemente la curiosidad por experimentar sirve. A las sumisas se las ve, yo las veo. Tienen ese punto en su mirada que dice: estaré encantada y excitada de que me uses y adiestres.
Nos conocimos en una página de contactos BDSM y ella me abordó con el desparpajo típico de su edad ante un “viejales” como yo:
- Lanncelott? Oye, me gusta tu nick. Me gustan maduros y me excita un montón que seas de mi ciudad.
- Buenas noches Lucía. No crees que son horas para que las niñas buenas estén en la cama?
- Me darías el biberón antes de dormir?
- Sólo si te lo ganas...
La conversación siguió por esos derroteros, ella provocándome y yo pensando que era la típica niñata que lo único que buscaba era calentarse en una conversación con alguien como yo. Como su perfil tampoco tenía foto no le di mas importancia. Los que entráis de manera habitual en estas páginas sabéis perfectamente la fauna que en ellas habita.
Por motivos laborales y de vida no suelo entrar a diario, pero cada vez que entraba en esta página me encontraba con algún mensaje de Lucía y cada vez que coincidíamos charlábamos un rato. Ella provocándome y tratando de que yo le contase mis andanzas en el mundo BDSM y yo haciéndome el tío serio que no entendía la mitad de sus indirectas. Y de verdad, me tenía descolocado porque no tenía ni idea de qué buscaba ni exactamente quien era.
Una noche, ya un poco harto de ese “acoso” por parte de ella, para nada en concreto, le propuse:
- A ver, si tanto interés tienes en mis experiencias mañana te veo en el bar que está frente a la Facultad de Derecho - Me había dicho que hacía un Máster en Relaciones Internacionales allí.
- Y cómo sé que no eres un cerdo y un pervertido y querrás violarme o algo peor?
- Sabes que soy un cerdo y un pervertido... por eso me hablas cada noche. Violarte? No digas chorradas...
- No sé, una cosa es hablar por aquí, en persona no sé.
- Al final tendré razón y lo que eres es una pajillera. Y ya dudo que no seas un pajillero, granos y gafas de pasta incluidos.
Tardó unos segundos en responder, raro en ella que es de mente ágil.
- Si quieres, entro en clase a las 5, podemos tomar un café a las 4.
- Me parece perfecto. Sólo un detalle, no tengo ni idea de como eres ni como te reconoceré.
- Ni yo a ti.
- Te jodes! Te toca apostar, dime.
Parecía que le estaba haciendo dudar pues volvió a tardar unos segundos en responder.
- Falda vaquera, camisa blanca, mi pelo con coleta en un coletero rojo. Llevo una carpeta morada. Te sirve?
- Me apañaré - Dije con sorna, aunque casi seguro no entendió la ironía.
Al día siguiente, quince minutos antes de las 4, allí estaba yo tomando un café en una esquina de la barra mirando hacía la puerta sin saber qué es lo que me iba a encontrar, si es que venía, o simplemente me estaba vacilando. La pérdida era poca, la verdad.
Abrí el periódico y me dediqué a hojearlo, a la vez que aprovechaba a responder correos electrónicos del trabajo y algún WhatsApp. Había movimiento de chavales, pero la mayoría se quedaban en la terraza, así que eran pocos los que entraban al local.
Cuando faltaban un par de minutos para la hora acordada la vi entrar, decidida pero a la vez con mirada de corderita, perdida, sin saber exactamente que estaba buscando. La descripción que me había dado de su vestimenta era exacta y yo, haciendo gala de mis dotes de cabrón, bajé la mirada al periódico y me hice el distraído. Por el rabillo del ojo vi como pedía un café con hielo mientras dejaba su carpeta morada en el mostrador. Que se tense un poco, pensé...
Pasados un par de minutos, que a buen seguro a ella se le hicieron eternos, como por descuido levanté la vista hacía donde estaba ella y mirándola fijamente me llevé el índice de la mano derecha a la ceja y la saludé. Sin bajar la mano la llamé. Estábamos en mi juego y lo íbamos a jugar a mi manera.
- Hola - Dijo acercándose resuelta, aunque sus ojos decían otra cosa.
- Hola, Lucía. Me gusta la gente puntual - Le dije sin apartar mis ojos de los suyos mientras me acercaba a ella para darle dos besos que le pillaron por sorpresa y casi hasta la asustaron.
- Vienes recién duchada, chica previsora. Pero hoy no voy a follarte, no te preocupes - Tampoco captó la broma y se puso roja como un tomate.
- Me ducho todos los días...
- Tienes aspecto de ello - Le guiñé un ojo - Y cómo llevas el Máster?
- Bueno, no es complicado, pero nos vuelven locos a trabajos, ensayos, exposiciones. Es lo peor, la cantidad de tiempo que se pierde - Me contestó del tirón bastante más relajada al ver que yo había bajado el “ritmo”.
Pasamos la siguiente media hora hablando de cosas banales, familias, trabajos... Así supe que ella es hija única y vive con su madre, otra Lucía. También me contó que perdió la virginidad a los 20 años con un noviete y que hasta pocas semanas antes de empezar a hablar conmigo había estado saliendo con otro chico de la Facultad al que había dejado plantado por soso: juventud divino tesoro.
- Y como llegó Lucía a tener interés en que le pongan el culo rojo como un tomate?
- No sé - Volvió a ponerse de todos los colores - Un día viendo porno llegué a algún vídeo de dominación y ahí empezó mi interés. Vi a chicas atadas, azotadas, folladas de todas las maneras posibles, leí relatos, conocí algún Amo por internet... no sé, supongo que lo normal, no?
- Y Lucía ha tenido alguna experiencia real?
- No...
- Vaya, todo un tesoro para un cerdo y pervertido como yo.
- No digas eso, no sé muy bien que me esperaba de ti, pero eres muy educado y agradable.
- Espero que no te enamores de mi - Dije riendo - No tengo edad para novias de facultad.
Se quedó mirándome fijamente. Su mirada ya no era de niña perdida, se la veía bastante más tranquila y relajada que en los primeros minutos de nuestra charla. En este momento de verdad que habría pagado por sus pensamientos, aunque suene a tópico.
- Lucía, te quedan 5 minutos para que tu clase comience - Le di una servilleta con mi número de teléfono - Sal corriendo para la facultad y antes de entrar en clase pasa por el baño, quítate la ropa interior, hazle una foto en tu mano y envíamela por WhatsApp. Esto como prueba de que quieres que invierta mi tiempo en ti. Si no lo haces, no te preocupes no pasa nada.
La mirada de susto volvió a su carita de niña buena y salió apresurada por la puerta. No habían pasado ni dos minutos y mi móvil vibró. En la pantalla estaba una foto de una mano sujetando un tanga morado y un sujetador a juego.
- Guárdala en el bolso, hoy pasaras la tarde sin ella.
- Vale...
- Espero que disfrutes de la sensación.
- No sé si disfrutaré, pero excitante es muy excitante.
- Ya hablaremos con calma de eso. Atiende en clase.
Apuré mi café y llamé al camarero para pagar ambos. Lucía podía ser todo un hallazgo. Un trozo de arcilla perfecto para moldear a mi antojo...