Lucía - El viaje a la playa II

Lucía y Thiago, una pareja joven se van de vacaciones a una paradisíaca playa, donde Lucía comienza a descubrir obscuros deseos dentro de ella. En esta entrega, Lucía se entrega por primera vez a sus deseos de ser observada.

Esta es la segunda entrega del cuento Lucía - El viaje a la playa. Les recomiendo antes leer el primer capítulo para entender la evolución de los personajes, sus personalidades y sus deseos. Espero lo disfruteís tanto como yo escribirlo. Si les gusta, déjenme saber para seguir escribiendo más capítulos, así como cualquier recomendación, sugerencia o corrección.

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Aún con el sabor del semen de Thiago en la boca, Lucía se apresuró a colocarse el traje de baño que ella había comprado, que era según ella atrevido, pero más conservador que el que Thiago le había regalado. Se trataba de un conjunto blanco, con un top blanco tipo Bandeau y la parte de abajo tipo tanga brasileña que dejaba al descubierto la mayor parte de sus nalgas, pero estaba lejos de ser el simple hilo que su novio había elegido para ella. No tardó mucho en estar lista y antes de salir del baño para encontrarse con su su esposo, se dio una última mirada en el espejo y notó que la tela era muy delgada, no recordaba haberse percatado de ese detalle cuando compró conjunto por internet, ni se dio cuenta cuando se lo probó. Tal vez el calor de la playa y su sudor habían transparentado un poco la tela. Eso la dejo un poco intranquila, si apenas algo de húmedad había logrado que sus pezones se vislumbraran en la prenda ¿qué pasaría cuando se metiera al mar?.

Mientras se miraba en el espejo, insegura sobre si debería de bajar así a la piscina, el recuerdo del botones, admirando su maravilloso culo mientras Thiago levantaba su vestido, volvió a provocar una placentera punzada en su vulva. Entonces se sintió valiente, se sintió sensual y poderosa y cuando se miró al espejo de nuevo, le gustó lo que encontró; una mujer con el cuerpo de una diosa, envuelta en una prenda atrevida que haría que cualquiera la volteara a ver. Decidió salir así.

Al salir del baño Thiago se sorprendió de verla usando un traje de baño con tan poca tela y la llenó de halagos. Él estaba encantado, mientras miraba a su mujer caminar con ese conjunto y le decía que todas las miradas estarían sobre ella en la playa.

-Te lo digo en serio, no puedo creer que al fin te atrevas a utilizar algo así cariño. Es que eres una diosa y no lo compartes con el mundo normalmente y eso es injusto. Pero con esto amor, con esto vas a hacerles el día más feliz a muchos hombres y mujeres - Dijo Thiago mientras se colocaba las sandalias.

Lucía se colocó un tapado blanco, corto, semitransparente que lograba disimular un poco lo atrevido del bañador. (

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) y se calzó las sandalias, mientras se reía de las expresiones de su novio. Se sentía halagada y un poco nerviosa al mismo tiempo. La mayor parte de su vida había sido tímida y cuidadosa de no enseñar de más ni de dar de qué hablar a la gente. Salieron del cuarto tomados de la mano y bajaron por el elevador.

A lo largo de camino hacia la alberca, Lucía comenzó a sentir las miradas sobre ella. Miradas curiosas, mujeres celosas, hombres calientes, le dedicaban miradas lascivas, fijas y llenas de deseo. No estaba acostumbrada a esto y no sabía si podría soportarlo mucho tiempo más. Tomó a Thiago del brazo y sus miradas se cruzaron. Los ojos de Thiago, al igual que los de aquellos hombres que la observaban deseando su cuerpo, estaban llenos de fuego, de lujuria, pero a diferencia de los demás, en la mirada de su novio se percibía amor, orgullo, protección. Lucía se sintió más segura, se sintió segura de ser lo más preciado de Thiago, motivo de orgullo y de envidia. Sonrió al pensar en el impacto que causaría una vez que se hubiera quitado el tapado de playa y sólo quedará en aquel atrevido traje de baño.

Llegaron a la alberca, eligieron un par de camastros y ordenaron un par de tequilas. Ambos se sentían como en un sueño, habían esperado mucho tiempo y habían realizado varios sacrificios para poder disfrutar del sol, del sonido del mar, de esos tequilas en ese momento.

Lucía decidió aún no quitarse el tapado ni el sombrero porque aunque se sentía mucho más segura de sí misma, aún había una lucha dentro de ella con su parte tímida y conservadora.

Comenzaron a platicar de lo bonito del lugar, del clima, de la alberca y de otras banalidades, pero Lucía no podía sacarse de la cabeza al botones y su polla, no podía dejar de pensar en su traje de baño, en la transparencia y en todos los hombres que la estaban discretamente. Los tequilas llegaron, brindaron, media hora pasó, el volumen de la música subió, el bar de la alberca se llenó, vino otra ronda de tequilas, más risas, más plática y cuando el sol estaba en su máximo esplendor, Lucía se levantó casi sin pensarlo y se quitó el tapado, dejando al descubierto su divino cuerpo apenas cubierto por el atrevido bañador.

Su mirada, se encontró con Thiago que estaba recostado en el camastro y al percibir su cara de sorpresa se hizo consciente de lo que traía puesto. De un momento a otro sintió docenas de miradas llenas de deseo. Fue entonces plenamente consciente de su cuerpo, sintió el sudor recorrer su cuello, sus piernas, sintió el sol calentando su espalda erguida, sus nalgas blancas cubiertas de bronceador, y sus maravillosas piernas. Sintió su rostro con las mejillas cansadas de tanto reír las últimas dos horas, sintió en su pecho el paso del tequila, su boca seca, sus labios sonrientes y la suave brisa marina recorriendo cada centímetro de su cuerpo, refrescando su piel y provocándole un escalofrío.

Miró hacia abajo y encontró que el sudor había transparentado el top de su bañador y sus pezones eran prácticamente visibles. Durante unos segundos se sintió tímida, avergonzada y sus manos fueron automáticamente a cubrir sus pechos.

Atrás de Thiago, en el camastro siguiente encontró a una pareja ya entrada en años, pero muy en forma para su edad, ambos con los ojos clavados en su cuerpo, el hombre maduro no tuvo ni la decencia de fingir, mientras que la esposa reía mientras algo le dijo al oído. Lucía giró la cabeza hacia la derecha y encontró a algunos meseros que esperaban bebidas en el bar con la vista clavada en ella, mientras reían de algo que alguno de ellos dijo, cuando se encontraron descubiertos por la mujer, ellos desviaron la mirada y se giraron hacia la barra. A su izquierda un grupo de jóvenes la admiraba con descaro, un grupo de amigas a sus espaldas y otro hombre solo en la alberca. Ella era el centro de atención en ese momento, el foco de deseo, la pasión y la lujuria. Todo ellos y otros tantos que ella no alcanzó a percibir la deseaban, la desvestían con la mirada, imaginaban su aroma, su piel.

Lucía cerró lo ojos por un segundo, sintió sus pezones duros y percibió la delgada tela del traje de baño sobre ellos, sintió su piel erizada, el caluroso tacto del suelo en sus pies y sintió también la húmedad de su sexo. Se dio cuenta del impacto que tenían aquellas miradas de lujuria sobre ella, se sinceró consigo misma y aceptó que estaba excitada, que estaba mojada, que sentirse deseada, en medio de toda aquella gente la ponía caliente, sentirse el objeto de atención y deseo, saberse sensual, deliciosa y prohibida la excitó como hace mucho que no le pasaba.

Tal vez fue la playa, tal vez el tequila, tal vez el botones, pero algo en ella cambió. Tan sólo fueron un par de segundos que tuvo los ojos cerrados, pero cuando los abrió, era una mujer diferente. Era una diosa sexual, rodeada de se sus seguidores y adoradores, listos para rendirle tributo en cuanto ella lo deseara. Se quitó las manos del pecho y una sonrisa traviesa se dibujó en su rostro. Sus ojos buscaron a Thiago y lo encontraron con la mirada pérdida en sus curvas y una emoción que no podía disimular. Le encantaba ver a su mujer así. Lucía rió y se dio una pequeña vuelta, presumiendo el bañador, un espectáculo que él disfrutó en primera fila, pero que en la mente de su mujer estaba más dirigido a todos sus observadores que a Thiago.

-¿Y bien? ¿Te gusta cariño? ¿Se me ve bien? - preguntó Lucía juguetona.

-Eres una diosa Lucía, no puedo esperar el momento de llevarte a nuestro cuarto y darte la cogida de tu vida, mujer - contestó él mirándola fijamente.

-Eso tendrá que esperar señor, tendrás que sufrir un pequeño castigo por el show que pusiste a costa de mi nalgas más temprano cari - dijo Lucía riendo, mientras se llevaba las manos a la cadera. Thiago puso los ojos en blanco y le dio un trago al tequila.

-¿Otro tequilita amor? - contestó.

-No cari, ya ando borracha. Creo que prefiero ir a la playa por ahora. Te parece si aprovechamos que hay todavía sol, caminamos por la playa y si encontramos un lugar escondido, tal vez pueda darte aquello que estás buscando - propuso Lucía coqueta.

Inmediatamente, Thiago recogió las cosas y en menos de un minuto estaba listo para partir hacia la playa. Lucía pensó en volver a ponerse el tapado para caminar por la playa, pero la puta que había salido de su interior estaba ahora en control y no se lo permitió. Quería seguir siendo el centro de atención, quería seguir atrayendo las miradas y coleccionando seguidores.

Ambos se calzaron las sandalias y comenzaron a caminar por el camino que llevaba de la alberca del hotel a la playa. Mientras caminaban, ambos podían percibir todas las cabezas girando en cuanto pasaban en frente. El culo de Lucía, grande, generoso, cremoso era imposible de ignorar en esa tanga brasileña y sus senos medianos, casi visibles a través de la tela del bañador eran simplemente un espectáculo de muerte. Lucía caminaba erguida, con la frente en alto y segura de sí misma. También se aseguró de caminar un poco más lento que de costumbre y de mover las caderas de forma seductora. Thiago se dio cuenta de esto.

-Me parece que alguien está disfrutando de la atención - bromeó y como única respuesta recibió una sonrisa de Lucía que mostraba emoción y algo de vergüenza, pero no cambió su andar.

Llegaron a la playa y se quitaron las sandalias y comenzaron a caminar cerca de las olas. El sol seguía en su esplendor aunque eran ya pasadas las 5 de la tarde y no tardaría en empezar a esconderse. La parte de la playa que estaba inmediatamente afuera del hotel se veía llena y aunque había un par de camastros disponibles Thiago quería aprovechar la propuesta de Lucía y estaba dispuesto a caminar kilómetros si fuera necesario para encontrar un lugar sin turistas donde pudiera hacerle el amor a su novia. Ella percibió su urgencia en el andar apresurado y eso la divirtió, pero ella siguió caminando lenta y seductoramente.

Al pasar por los diferentes grupos de bañistas, Lucía seguía atrayendo las miradas y esto seguía avivando el fuego dentro de ella que ya la dominaba. Mientras caminaba, ella sentía los ojos de la gente puestos sobre su cuerpo, sobre sus tetas, sobre su culo, sobre sus piernas y cruzaba miradas con sus observadores cada que los encontraba mirándola. No podía dejar de pensar en aquellos hombres y alguna que otra mujer, deseando su cuerpo, su aroma, su sexo. Tomaba fotos mentales de sus rostros y los imaginaba masturbándose pensando en ella e intentaba calcular cuantas pollas estarían duras gracias a sus nalgas. Se pensó hincada en medio de todas aquellas pollas, recibiendo chorros de semen en aquel traje de baño blanco transparente y ella masturbándose violentamente en medio de aquel círculo mientras los chorros espesos tibios de caían en la cara, la boca, los pechos y el pelo. Sólo pudo despertar de su trance, cuando sus pies sintieron el agua del mar que le acariciaban los dedos, refrescándola y trayéndola de vuelta a la realidad.

Estaba tan mojada que sintió miedo de que pudiera transparentarse la parte de abajo de su traje de baño por sus jugos y su sexo fuera completamente visible. Pronto ella tampoco podría aguantar y tendría que tener a Thiago dentro.

Tomaron camino, alejándose del hotel, sin platicar mucho. Ambos se sentían embriagados del tequila, pero también del lugar, del sonido del mar y de las miradas que los seguían acompañando, a pesar de que la cantidad de turistas se hacía más pequeña conforme caminaban. A pesar de lo mucho que estaba disfrutando de ese romántico momento, Thiago no había olvidado la propuesta de Lucía y seguía buscando atentamente un lugar solitario en el que pudiera llenar a su mujer de verga. Caminaron más de 15 minutos, y a medida que se alejaban, menos gente invadía la playa y sus alrededores, pero ningún lugar sin mirones pudieron encontrar. Habían llegado a un lugar donde había un grupo de tres amigos, probablemente un poco más jóvenes que ellos, pero era la parte más sola que habían encontrado hasta el momento. Era un buen lugar, pero no el lugar en el que podrían tener sexo sin ser descubiertos.Thiago quería seguir caminando hasta encontrar un mejor lugar, pero su novia tuvo una mejor idea.

-No quiero ir tan lejos cariño, ¿por qué no vamos al mar y te ayudo a descargar un poco guapo?- dijo Lucía con una sonrisa traviesa - tal vez no podamos coger como nos gusta, pero estoy segura que puedo hacer que te vengas rico. Sólo si prometes que cuando lleguemos al cuarto, tu sexo estará listo para llenarme.

Thiago no contestó, la felicidad en su cara era evidente, dejaron las pocas cosas que llevaban en la arena y tomó a Lucía de la mano para adentrarse en el mar.

El agua estaba fresca, pero los cuerpos de los dos amantes estaban llenos de fuego y el cambio de temperatura no hizo más que avivar aún más la llama que les llenaba el sexo a ambos en ese momento. El agua apenas le cubría a Thiago la cintura y un poco más arriba a ella, cuando comenzaron a besarse. Fue un beso lento, húmedo y pasional. Las manos de Lucía se entrelazaron alrededor del cuello de su acompañante. Las manos del hombre fueron directamente al frondoso culo de la mujer y sintió la tela del pequeño traje de baño que tanta excitación había provocado en él y en todos aquellos que tuvieron la suerte de tener aunque sea un vistazo de las deliciosas nalgas de su novia. Su miembro, que ya estaba grande, no tardó mucho en ponerse duro como una roca. Thiago tenía un pene de tamaño poco arriba del promedio, 17 centímetros, con una cabeza rosada, un muy buen grosor y una curvatura hacia arriba que hacía sentir a Lucía en el cielo cada vez que la penetraba.Cuando ella sintió en su piel el duro miembro que reclamaba atención, detuvo el beso y mirándolo a lo ojos y con una sonrisa en el rostro, bajó con su mano derecha el traje de baño de Thiago. Su pequeña mano abarcó la circunferencia del grueso pene y lentamente comenzó a subir y bajar con suaves movimientos. El hombre no pudo evitar cerrar los ojos, sería su segundo orgasmo del día, pero su mujer llevaba tentándolo desde hacía más de dos horas, sentía que pronto explotaría y suspiró. Lucía siguió jugando con su mano derecha, por debajo del agua, mientras que su mano izquierda bajo a acariciar las pelotas de su novio. Los apretaba suavemente, desde la base del pene hasta llegar casi al ano del Thiago. Aumentaba el ritmo con el que su mano derecha recorría con firmeza la verga de su novio y luego lo reducía, le encantaba jugar con él. Aceleraba y desaceleraba a su gusto, sacando sonidos de placer de la boca de Thiago y pequeños espasmos. Ella sonreía y lo miraba a los ojos. Él la miraba de regreso, pero a veces tenía que cerrarlos del placer que ella estaba provocando.

Su mano se detenía en también en la cabeza del sexo y acriciaba con su pulgar el frenillo, suavemente. Se daba el gusto de detenerse en cada parte unos segundos y luego volver a su masturbarlo.

-¿Te gusta esto que te hago cari? - preguntó Lucía en voz baja con inocencia fingida.

-Me encanta- contestó el hombre entre gemidos ahogados mientras que su mano apretaba firmemente una nalga de la mujer.

-Uff, cariño, a mi me gusta más. Me encanta jugar con esta pija rica y gordita. Me encanta sentir sus venas palpitantes, me encanta sentir lo duro que está y saber que yo lo provoqué. Me encanta darte placer, me encanta ser la dueña de tu deseo - decía Lucía mientras el ritmo se aceleraba - ¿Sabes cariño? Creo que gracias a este traje de baño y al pequeño show que me hiciste dar rato, muchos hombres quisieran estar aquí en tu lugar, quisieran tener mis pequeñas manos acariciando sus huevos y recorriendo su verga de arriba a abajo. Muchos de ellos no aguantarían ni un minuto amor, pero tú sí. Sólo tú tienes esta pija que me vuelve loca, quisiera meterla en mi boca como hace unas horas y hacer que te vengas con mi lengua. Me urge sentirla dentro de mí, llenándome… - Lucía no terminó porque un gemido de placer de Thiago la detuvo, mientras chorros de semen se perdían en las olas del mar. Lucía deseó poder sentir el líquido caliente y esposo sobre su mano, pero era demasiado tarde. El mar se lo había llevado todo y sólo había dejado el sexo de Thiago, aún duro y palpitante. Lucía sonrió y lo besó en los labios.

-Eres una diosa - dijo Santiago aún recuperando la respiración.

-Bueno cariño… tengo un talento natural para esto - contestó Lucía - y tú lo haces muy fácil amor. Voy a acostarme a tomar un poco de sol antes de que se oculte amor ¿vienes? - preguntó Lucía.

-Creo que me quedaré aquí unos minutos amor, el sol me está matando y el agua está fresca. Te alcanzo en unos minutos cariño - contestó Thiago todavía sintiendo cosquillas deliciosas en el sexo.

Lucía asintió y caminó hacia la orilla, orgullosa de sus talentos sexuales. Al llegar a la arena, se percató de que el grupo de 3 amigos que habían visto al llegar a esa parte de la playa, se habían acercado a la orilla y la miraban fijamente. Pensó que tal vez los habrían estado observando y sabrían lo que ella hizo debajo del agua. Este pensamiento causó una ola de electricidad que le recorrió desde la punta de los pies, hasta el clitorís y le erizó la piel. No se sentía ella misma, se sentía una cualquiera, una zorra descarada y el hecho de que esos jóvenes de cuerpos marcados supieran que hace unos momentos masturbó a su novio, volvió a mojar su vulva. Se aseguró de caminar despacio y de cruzar miradas con aquellos extraños a lo largo de su corto trayecto a donde Thiago y ella habían dejado sus cosas.

Cuando llegó al lugar, tomó la toalla y comenzó a secar su cabello. Había estado tan distraída pensando en aquellos jóvenes y su excitación que hasta ese momento fue cuando se percató de lo transparente que se había tornado su top después de estar en el mar. Sus pezones erectos y rosados eran casi completamente visibles. Automáticamente sus ojos se dirigieron a los extraños con los que hace unos momentos había intercambiado miradas seductoras. Ellos seguían mirándola, pero no tenían la mirada fija como acosadores, sino más bien como expertos en el juego de la seducción. A Lucía la embargó una sensación muy diferente a la que había experimentado en la alberca más temprano. Esta vez no había vergüenza ni pudor, ni siquiera duda. No intentó taparse, ni se sintió tímida. Algo había cambiado en ella en tan sólo algunas horas y ella no estaba segura si era la playa, el calor, el traje de baño, el tequila o los juegos de su marido, pero dentro de ella, una Lucía completamente diferente, sensual, atrevida, seductora, se había despertado y no quería regresar a su encierro. Lucía ahora se sentía una puta y le encantaba. Comenzó a secar su cuerpo lentamente, primero su cara y cabello, asegurándose de arquear la espalda para darle a sus admiradores una buena vista de sus pechos perfectamente redondos y de sus pezones respingones. Ellos la miraban a veces directo, a veces como si no quisieran, siempre sonriendo y buscando cruzar miradas con ella de nuevo. Bromeaban entre ellos, se reían, abrían otras cervezas. Todo esto mientras Lucía se secaba delicadamente. Después se secó el torso, pasando la toalla sobre sus brazos definidos, sobre sus tetas y sobre su abdomen. Antes de empezar a secar sus piernas, se giró y les dió la espalda, brindándoles una vista perfecta de su maravilloso y abundante culo en aquel traje de baño pequeño que dejaba al descubierto casi la totalidad de sus nalgas. Se inclinó para secar sus pies, sus pantorrillas y les dio un espectáculo digno de recordarse. Ella no podía mirarlos, porque estaba de espaldas a ellos, pero los imaginaba excitados, calientes, con sus vergas duras, listos para devorarla. Los imaginaba hablando de ella, diciéndole todo lo que le harían en la cama, bromeando con compartirla una noche y ella estaba más que dispuesta.

Terminó y al voltear su cabeza, alcanzó a distinguir que uno de ellos, el más alto tenía su celular en la mano. Se preguntó si estaría tomando una foto o video y se alegró de que su rostro no fuera visible. En cualquier otro momento, Lucía hubiera tenido un arranque de furia o de preocupación, pero no este día. Ese día caluroso en la playa se sintió como una estrella de Hollywood siendo espiada en la playa.

Después de secarse, Lucía se puso sus lentes de sol y tomó el bronceador. De la firma forma seductora y lenta comenzó a llenar su cuerpo de aquel líquido aceitoso que hacía brillar su cuerpo y le daba un toque aún más sensual, si es que eso era posible) a su delicioso cuerpo de diosa. Su piel, pálida adquirió un brillo de sol y pudo percibir el claro impacto que estaba causando en los extraños que la admiraban ya casi sin ningún recato. Thiago seguía lejos, en el mar y ella ya no aguantaba con el fuego que tenía en sexo. Necesitaba que su novio se la metiera en ese momento, necesitaba ser poseída, cogida como una perra en celo, necesitaba a su hombre o, en este caso, a cualquiera. Lucía se sobrepuso a sus pensamientos y logró domar su deseo, se recostó sobre la toalla con los pies hacia el mar para mirar a su novio y se decidió a buscar un sueño ligero mientras esperaba a Thiago. Cerró los ojos e intentó distraer su mente en algo más. Pensó en el trabajo, pensó en su dieta, pensó en que no habían comido nada y automáticamente eso la llevó a entender porque aún se sentía borracha. Se dijo a si misma que por eso estaba disfrutando ser vista y que por eso estaba siendo tan zorra. El maldito tequila en su estómago vacío. Pensó en eso, en su traje de baño, en el botones, en el semen caliente y espeso de Thiago en su boca, pensó en los jóvenes musculosos que la admiraban desde lejos y se encontró a sí misma en la situación que había buscado evitar con sueño. Su coño estaba despertado por atención, su humedad llegaba ya a sus piernas y se salía del traje de baño, su clítoris estaba rojo, inflamado y eléctrico.

No podía aguantar más. Lucía abrió los ojos y levantó un poco el cuello. Thiago seguía lejos, nadando en el mar. A veces era un niño pequeño con sus juegos y modos, cosa que a Lucía le encantaba y que en este momento le daba unos minutos de libertad para hacer algo que nunca antes se consideró capaz de hacer. La mujer subió las rodillas, mientras sus manos se apuraron a tomar la toalla de Thiago para colocarla sobre sus piernas. Una vez que escondió de la mirada de cualquier curioso toda su parte inferior, desde su vientre bajo hasta sus tobillos, recostó la cabeza y cerró los ojos. Su mano derecha se deslizó hábilmente hasta la parte interna de su muslo, donde pudo sentir su humedad y la sensibilidad que su cuerpo tenía en ese momento, después de haber vivido las 3 horas más eróticas y de autodescubrimiento de su vida. La delgada tela del traje de baño no fue difícil de retirar para su dedo índice la fina capa blanca para dejar su sexo, caliente y mojado al alcance de su mano. A pesar del riesgo de que Thiago se acercara, ella se tomó su tiempo. El peligro la estaba excitando aún más, si es que eso era posible. Thiago seguía nadando y los jóvenes seguían buscando a la mujer con la mirada.

El dedo índice de Lucía se mantuvo separando la tela del traje de baño, dejándole espacio a sus dedos medio y anular de llegar a su inflamada vulva. Ambos dedos se posicionaron sobre los jugosos labios de la mujer y empezaron a moverse lentamente de arriba a abajo, llenándola de un placer inimaginable. Deliberadamente no tocó su clítoris, no aún. Apoyada de un movimiento de muñeca experto, siguió su masaje a sus labios vaginales lentamente de arriba a abajo, agregando pequeños movimientos circulares que apenas si rozaba su punto orgásmico externo.Después de más de un minuto de este masaje sobre sus labios, su dedo medio se posó sobre el clitorís de la mujer. La electricidad corrió por todo su cuerpo, desde sus pies hasta los músculos de su rostro y la piel de su cuello que se erizó por completo. Tuvo que hacer un esfuerzo por no gemir y apretó los dientes, pero no pudo controlar la aceleración de su respiración que se incrementaba cada segundo. Delicadamente la punta del dedo comenzó a trazar pequeños círculos sobre el órgano de la mujer que estaba más sensible que nunca. Cada cambio de ritmo, de movimiento causaba espasmos en el cuerpo de la mujer y si algún observador ponía atención, tal vez sospecharía algo derivado de la tensión que los pequeños pies de la mujer mostraban, asomados por fuera de la toalla que escondía el espectáculo más sensual de todos.

Después de algunos segundos jugando de esta forma, Lucía comenzó a utilizar dos dedos que posicionó sobre el clitorís y presionó sobre su monte de Venus. Estuvo a punto de tener un orgasmo y su pierna derecha tuvo un pequeño espasmo que la tensó  la hizo extenderse. La toalla se atoró con la delicada pulsera que la mujer usaba en el tobillo y Lucía que no podía detenerse a esas alturas, sólo pudo jalar la toalla violentamente y retirarla en su totalidad. Ya no le importaba nada. Ni Thiago, ni sus admiradores. Ni siquiera abrió los ojos.

En ese momento, se dio cuenta que ya había cruzado en el punto de no retorno y decidió que si iba a hacer una locura, la iba a hacer bien. Si iba a ser una puta, iba a ser la mejor. Así, pausó por unos momentos el placentero ejercicio de masturbación que se estaba regalando y giró para cambiar de posición. Sus pies ahora se dirigieron hacia donde los jóvenes musculosos estaban, de forma tal que ya sin el estorbo de la toalla y con una perspectiva frontal sería fácil admirar a la mujer dándose placer a sí misma.

Lucía no perdió mucho tiempo. En cuanto tomó su nueva posición, automáticamente recostó la cabeza de nuevo y su mano se dirigió instintivamente de nuevo a su sexo, sólo que esta vez, no retiró la tela, sino que metió sus 4 dedos de la mano derecha debajo de la tanga blanca. Ella no se percató, pero afuera los jóvenes se dieron cuenta de inmediato de lo que estaba sucediendo, abrieron otro par de cervezas y se pusieron a disfrutar del show.

En cuanto entró por debajo de la tela, los dedos de Lucía se deslizaron sin ninguna dificultad sobre su empapada vulva. Pasó por encima de sus labios haciendo presión, y luego uno de sus dedos llegó hasta su clitorís. Ya no podía aguantar más, tenía que ser penetrada. Lentamente, su dedo medio bajo hacia la entrada de su sexo. Lucía tomó aire y aguanto la respiración de forma inconsciente. Su delicado dedo entró suavemente dentro de su apretada vulva, el calor y la húmedad de su vagina hicieron presión y apenas un segundo después hubo una explosión dentro de ella que detonó oleadas de placer que partían de lo más profundo de su útero hacia el resto de su cuerpo. Este orgasmo la tomó por sorpresa, no recordaba haber llegado tan rápido en su vida y no quería que terminará tan rápido así que se apresuró y metió un segundo dedo. Los impulsos eléctricos de placer subían y bajaban por su cuerpo como la marea sobre el mar pero a una velocidad increíble, toda la piel de la mujer se erizó, su abdomen se contrajo, sus muslos se tensaron y no pudo más contener sus gemidos. Sus dedos entraban y salían de su vagina rápidamente en un ritmo constante y delicioso, Los pies de Lucía estaban un poco en el aire, y sus gemidos eran audibles para cualquier que se encontrara a unos metros de ella. Ella no pensaba en nada de esto, lo único que estaba en su mente en ese momento era el placer, ya ni siquiera pensaba en Thiago, en los jóvenes ni en verga. Para ser más precisos, ni siquiera estaba pensando. Su mente, su cuerpo y su alma estaban entregados plenamente a ese momento. Si alguien hubiera estado más cerca, hubiera logrado escuchar el sonido húmedo de su mano chocando contra la vulva que parecía una fuente.

La intensidad del placer llegó a un punto máximo que detonó el gemido más alto de Lucía y luego desapareció poco a poco mientras, dejaba un ligero temblor en la pierna izquierda de Lucía. Su cuerpo entero se relajó como hace años que no sentía. Su cuello tenso, ahora se recostó sobre la toalla y dejó caer todo el peso de su cuerpo. Lucía pensó en buscar con la mirada a sus observadores, pero su cuerpo estaba demasiado cansado. Sus ojos se entrecerraron y el calor, y el tequila y el placer la arrullaron para llevarla al sueño más profundo. Justo antes de caer dormida, pudo ver los pies de Thiago caminando hacia donde estaba ella. No tuvo vergüenza, ni miedo y dejó que su cuerpo se relajara y cayera dormido por completo mientras el sol acariciaba su cuerpo delicioso y aún tembloroso de placer.