Lucía - El viaje a la playa
Lucía y Thiago, una pareja joven tienen un viaje a la playa, donde Lucía comienza a descubrir obscuros deseos dentro de ella.
Lucía tenía los ojos cerrados, su corazón latía fuerte y tenía sus pequeñas manos levantadas frente a ella, cargando la emoción que pronto sería sustituida por un regalo sorpresa.
Thiago, la miraba ansiosa, contenta, con una sonrisa juguetona y sus piecitos de puntitas. Colocó una pequeña caja en las manos de su novia.
Antes de indicarle que podía abrir los ojos, le dedicó una buena mirada, lenta, disfrutando el paisaje que tenía enfrente. Lucía llevaba tan solo una tanga color rojo, que apenas si era un hilo, así le gustaba la ropa interior, y una camisa blanca que le quedaba gigante y que por supuesto, era de él. Parte de su cabello estaba amarrado haciendo una cola de cabello y el resto estaba despeinado. Esos segundos le bastaron a ella para intentar descifrar el contenido de la caja.
-¿Ya los puedo abrir?- Dijo ella impaciente al sentir la caja ligera.
Como única respuesta él le dio una ligera nalgada que ella entendió como una afirmación.
Presurosa abrió la caja con una sonrisa y su mirada expectante encontró un par de pedazos de tela con un estampado de flores. En primera instancia pensó que lo que tenía en las manos era un conjunto de ropa interior, puesto que la cantidad de tela era mínima, pero al abrir la bolsa de plástico y sentir con sus manos la textura de la tela se percató que era un traje de baño.
Lucía se puso un poco nerviosa.
-Perdiste la apuesta amor, y tengo que cobrar mi premio y lo haré en nuestro viaje - se escuchó la voz de Thiago con un tono juguetón y alegre. Ella rió nerviosa.
-Amor, no se si pueda usarlo en público… tal vez en un jacuzzi tú y yo solos cari, pero no en una playa -
-Quisiera poder ayudarte, pero tienes que pagar la apuesta amor… ¿Recuerdas cuando perdí y tuve que llevarte al restaurante más caro de la ciudad amor?- dijo éll sonriente, sabiendo que su argumento era contundente - Ni siquiera me alcanzaba en ese entonces, pero créeme amor, uno encuentra los medios y en tu caso… es más sencillo, es sólo el valor.
Lucía, entonces pensó en el viaje que tenían planeado. Una semana entera en la Riviera Maya, sólos ella y Thiago, con cerveza, tequilas, sol y playa. No podía desear nada más. La imagen del viaje le puso automáticamente una sonrisa de niña pequeña en Navidad en el rostro.
-Va a ser el mejor viaje de nuestras vidas - dijo emocionada abrazando a Thiago fuertemente, emocionada, con el traje de baño en sus manos.
-Si que lo será contestó el hombre con sonrisa perversa, imaginando a su mujer en esa tanga, recorriendo la playa.
Los días pasaron rápido. Lucía fue a arreglarse las uñas de las manos y de los pies, con un color rosa vibrante, se depiló a la perfección todo el cuerpo, dejando una delgada ly cuidada línea en su pubis, se cortó el cabello y se compró ropa nueva; ropa interior para sorprender a Thiago, un baby doll, un par de vestidos de playa, unas zapatillas elegantes, otras de playa y siguiendo el juego de su esposo, se compró otro bikini poco menos atrevido que el que su marido le había regalado. Esa semana fue de forma disciplinada y planeada al gimnasio. Quería llegar a ese viaje, perfecta, con un cuerpo de ensueño y lo cumplió con creces, aunque poco se debía a su entrega en el gimnasio esos días y más bien a la maravillosa genética que le habían heredado.
El día esperado llegó y después de un viaje corto, que se sintió aún más breve gracias a un par de cervezas que Lucía y Thiago disfrutaron desde la sala VIP del aeropuerto mientras esperaban el vuelo, llegaron a una paradisíaca playa del caribe.
Ambos disfrutaban de la buena vida y no teniendo hijos ni grandes compromisos financieros se daban gustos y lujos, y para este viaje decidieron no escatimar en absolutamente nada.
El hotel era un majestuoso resort todo incluido, exclusivo para adultos a la orilla la playa y en cuanto pusieron un pie en el lobby, el personal impecable y servicial, los atendieron como reyes.
A Lucía, el mar siempre le había causado una emoción secreta. Desde niña, este tipo de viajes eran para ella sinónimo de aventura, de baile, de fiesta y más grande esa ilusión por la playa se complementó cuando descubrió que hacer el amor con el sol destilando, los cuerpos sudorosos del calor intenso y salados de mar era una delicia. La mente de Lucía vagaba por esos pensamientos cuando Thiago la despertó de su ensoñamiento.
-Listo linda… checkin completo y durante 1 semana completa no haremos nada más que disfrutar del mar, del sol, de margaritas y mojitos y claro… - dijo con una sonrisa coqueta mientras rodeaba por atrás el cuerpo de la mujer- del mejor sexo de nuestras vidas.
Lucía sintió las manos de sus hombre firmes en su cintura y combinado con sus pensamientos pervertidos y la lujuria natural que parecía vivir siempre en el pequeño cuerpo de la mujer, hizo ella sintiera un golpe de electricidad en su sexo, un escalofrío sensual que le recorrió todo el cuerpo.
Ella giró, para encontrarse frente a frente y buscó con sus labios los de Thiago. Sus lenguas se encontraron y comenzaron un apasionado beso que no fue detenido cuando Thiago miró de reojo que el botones, un joven de tez negra, bien parecido y de complexión atlética, los esperaba detrás de Lucía y miraba la escena romántica discretamente y buscando desviar la mirada. Tuvo entonces una idea y lentamente bajó las manos de la cadera de su mujer a sus nalgas y comenzó a acariciarlas sobre el corto vestido vaporoso floreado que traía puesto Lucía. Delicadamente sus dedos comenzaron a sentir la piel por debajo del vestido y fueron subiendo la tela poco a poco hasta que llegó la mitad del culo de la mujer ahora estaba medianamente expuesto a cualquiera que tuviera el acierto de mirar. Apenas el hilo de una tanga era perceptible atrapado entre las dos majestuosas nalgas blancas de Lucia.
Ella sintió las manos de Thiago y embriagada por el momento; disfruto del juego y del atrevimiento. Pero cuando sintió que él seguía subiendo la tela, lo detuvo separándose del beso con una sonrisa.
Deténgase ahí señor - le dijo con una sonrisa pícara- por lo menos espera al cuarto.
Ah pero si ya está listo, ¿no es verdad que ya podemos pasar? - contestó Thiago pero no le hablaba a ella, sino a alguien que estaba detrás y que seguramente había presenciado el espectáculo Thiago le puso. El rostro de Lucia se ruborizó y volteó a mirar de reojo solo para confirmar que no era una broma de su novio. El joven botones desvió la mirada rápidamente, contestó a Thiago y comenzó a guiarlos por los pasillos del hotel hasta su cuarto.
Lucia sintió una mezcla de enojo, sorpresa y vergüenza. Thiago la había exhibido como quiso frente a otro hombre y ella lo había permitido. Ella no concebía que esos juegos le parecieran divertidos a él. Cualquier otro hombre estaría enojado cuando miran a su mujer, pero no a Thiago.
Subieron por el elevador hasta el último piso, ya que ahí se encontraban las más lujosas suites del hotel. Mientras pasaban piso por piso, ni el botones ni Lucia cruzaron mirada y solo era Thiago el que hablaba preguntando sobre las amenidades del hotel. Para no mirar al botones, Lucia clavó los ojos en el piso, pero aprovechando que los dos hombres se encontraban conversando y mirando el pequeño mapa del resort, la mujer movida por la curiosidad quiso conocer aunque sea la cara de aquel hombre que ya le había visto el culo antes que el rostro; al fin y al cabo era lo justo. Así, lentamente fue moviendo su mirada del piso, hacia el botones. Encontró los tenis blancos del hombre, sus pantorrillas negras y fuertes y después un poco de sus muslos marcados asomaban del short blanco que usaban como uniforme y conforme siguió subiendo, se detuvo un segundo cuando sorprendida se percató de que a través de la tela blanca se percibía en la entrepierna del botones un miembro grande y poderoso. No pudo evitar preguntarse si se trataba de una erección que ella había provocado o si ese sería el tamaño natural del hombre. Sabía que los negros eran famosos por su tamaño, pero nunca lo había comprobado y esa duda la detuvo de seguir con su misión de mirar el rostro del joven.
Sonó el timbre que anunciaba que habían llegado al último piso, lo que sacó a Lucia de sus pensamientos y con el rostro rojo, deseo que ninguno de los dos hombres se hubiera percatado de cómo miraba la entrepierna del joven.
Primero bajó el botones y después Thiago dejó pasar a Lucía. Ella lo miró y lo encontró sonriente, pero no pudo descifrar si se trataba de la emoción del viaje, del pequeño show que había provocado hace unos momentos o de que se había percatado de lo sucedido en el elevador. Mientras caminaban por el lujoso pasillo ella era muy consciente de su cuerpo, del calor que la recorría y que la hacía sudar aún con el aire acondicionado que recorría el espacio.
Pronto llegaron a la suite que habían reservado para su escapada y descubrieron que superaba sus expectativas. Una maravillosa vista al mar, una preciosa terraza tan grande que ahí había un jacuzzi y una pequeña mesa con cuatro sillas. Una cama king size cubierta de blanco y un baño gigantesco con una bañera que iba a tono con el resto de la decoración minimalista del cuarto.
El botones les dio la bienvenida de nuevo, dejó sus maletas y antes de irse los invitó a que en caso de cualquier tipo de apoyo o necesidad, el personal del hotel estaba siempre más que dispuesto a apoyarlos. Se despidió cortésmente y salió por la puerta. Lucía, apresurada, sacó unos billetes de su cartera y lo alcanzó en el pasillo.
-Disculpa- dijo con voz alta pero sin gritar. -Toma… Juan- siguió al leer por primera vez el gafete que tenía sobre su camisa blanca y le daba los billetes - gracias por el apoyo y… disculpa” - concluyó apenada mientras bajaba de nuevo la mirada.
Juan sonrió con sus dientes muy blancos.
-Nada que disculpar, se lo agradezco mucho señorita. Espero disfruten mucho su viaje y estamos a sus órdenes - contestó él sin dejar de sonreír.
Lucía no pudo evitar intentar mirar por última vez la entrepierna del joven, pero no lo consiguió. Antes de que pudiera alzar su vista a la altura adecuada, él ya estaba caminando en dirección del elevador.
Cuando Lucía regresó al cuarto, Thiago estaba ya poniéndose el traje de baño.
-No creas que no me di cuenta de lo que hiciste - dijo Lucía enojada - no puedes hacer eso. No es apropiado, no es justo ni para mi ni para el pobre hombre. No sabes lo incómodo que lo pudiste haber hecho sentir o a mi Thiago-
-¿Pobre él? ¿No viste lo dura que la traía después de verte amor? Tienes razón - dijo divertido - seguro estaba bastante incómodo, no podía esconder lo mucho que le gustó el espectáculo y a juzgar por como corriste detrás de él, yo diría que a ti tampoco te disgustó la atención amor- concluyó con una risa.
-Thiago, eso no es cierto. No digas esas cosas - mintió la mujer un poco nerviosa. En ese momento él estaba totalmente desnudo a punto de ponerse el traje de baño.
-Pero sabes que es cierto y no tiene nada de malo amor. Eres una diosa. Cualquiera que vea ese cuerpo tuyo se le pondrá dura como roca- Es más, mira como me la pusiste a mí, sólo de lo rico que estuvo el beso y del buen show que le montaste - dijo él mientras sostenía su miembro duro y lo presumía con una sonrisa.
En ese momento, Lucía sintió un impulso. Miró aquella verga gruesa y larga, lista para ser atendida y no pudo contenerse. Se acercó a Thiago y después de darle un ligero beso en los labios, se hincó frente a él. Su mano derecha se dirigió a la base del pene y su boca abierta abrazó el glande. El líquido preseminal tenía un sabor dulzón en su lengua y la dureza del miembro en su boca le causó un escalofrío. En ese momento se dio cuenta de lo mojada que estaba y aunque no lo quiso aceptar, su tanga estaba húmeda desde el elevador.
Thiago respiraba con dificultad mientras disfrutaba de aquella majestuosa mamada que Lucía le estaba regalando. Su lengua recorría cada centímetro de su polla y hacía algunas figuras que lo hacían retorcerse de placer. La mano derecha de Lucía se pasó a las pelotas de su novio y comenzó a masajearlas con firmeza pero con cuidado. Poco a poco el ritmo comenzó a acelerarse y Lucía sentía el miembro en el fondo de la garganta, pero hacía un tiempo ya había aprendido a controlar el reflejo. Lucía se esforzaba, chupaba, lamía, acariciaba y disfrutaba de aquel pedazo de carne.
-Voy a llegar - avisó Thiago y por un momento Juan llegó a los pensamientos de Lucía. Ella pensó en esa verga negra que había logrado sorprender hace unos momentos. Se preguntó qué tan grande era, si estaría más grande que la de Thiago, a que sabría, qué textura tendría. Imagino a Juan tomándola de la cabeza, forzando su gran miembro hasta la garganta de Lucía con fuerza. Se imaginó sólo en tanga, mostrándole el culo que tan duro le había puesto. De pronto sintió la esperma caliente llenándole la boca, la lengua y la garganta. Sin dudarlo ni un segundo se tragó toda la venida de Thiago mientras con los ojos cerrados, en su mente, se había tragado el semen del botones.
Thiago sacó su verga de la boca de Lucía y eso la trajo de vuelta a la realidad. La vergüenza la embargó de un segundo a otro y se sintió mal consigo misma. Se sintió sucia e indecente y tuvo la necesidad de alejarse. Con el pretexto de ir al baño, se alejó de Thiago, mientras él le aplaudía la maravilla de mamada que le había propiciado. Lucía cerró la puerta del baño y se masturbó furiosamente en silencio.