Lucia
Esto es pura ficción y lo imaginé conversando con una amiga lesbiana.
LUCIA
Esto que voy a contar sucedió hace unos cuantos años, cuando tenía 30. Aún lo recuerdo gratamente y lo que es más, me excito muchísimo cuando lo hago. Debo decir que en más de una oportunidad ha sido mi inspiración para masturbarme, con resultados exitosísimos.
Actualmente tengo 37 años, soy les y no tengo una relación estable ni la he tenido. Sólo mantuve relaciones pasajeras, que a lo sumo duraron unos cuantos meses. Exceptuando esta, con un final absolutamente imprevisto que aún hoy llega a asombrarme.
Había ido a la biblioteca por unos datos para un trabajo y cerca de donde yo me ubiqué había una chica mucho menor que yo absolutamente compenetrada en su tarea, pese a lo cual nos miramos cuando me senté. Debo decir que siempre me sentí muy atraída por chicas jóvenes. En mi actividad, constantemente tengo contacto con mujeres adultas de mi edad, que en muchos casos me atraen, y en algunos hasta he tenido relaciones esporádicas, pero una chica joven ejerce una atracción indescriptible. Si es de mi agrado y siento que tengo feeling inmediatamente mi fantasía se ve exaltada. Especialmente si supongo que es virgen.
No sé bien cómo ocurrió, pero no había pasado más de media hora desde que llegué, cuando estábamos tomando un café abajo, en la misma biblioteca.
Estuvimos mucho tiempo conversando y cada vez me sentía más atraída por ella. Cuando se hizo casi de noche, me invitó a cenar a su casa, algo que ella misma prepararía. Inmediatamente acepté como hipnotizada. No podía creer lo que escuchaba. Avisé que no iría a cenar, junté mis cosas y fuimos a su casa.
A esa edad yo ya tenía una vasta experiencia en el juego de la seducción, pero en este caso, a medida que pasaba el tiempo, sentía que las cosas se me iban de las manos y temía cometer algún error que echara a perder todo en un instante, aunque debo aclarar que, si bien no estaba muy segura, sentía que la atracción era mutua.
Llegamos a su casa, puso música, a solicitud mía me sirvió un whisky y se disculpó diciendo que iba a ducharse.
Mientras tanto yo no podía dejar de imaginármela desnuda bajo la ducha, con sus pequeños pero bien formados pechos y su conchita mojada. No pasaron más de quince minutos y volvió al living en una imagen que aún recuerdo y me calienta. Una remera blanca, sin corpiño, un short que terminó de cerrar camino hacia donde yo estaba y me permitió observar, creo que con total intención, que no tenía tanga, ojotas y el cabello castaño mojado casi chorreando. De un trago terminé mi whisky y me serví otro, porque sentía cada vez más mi impotencia, ya no para manejar la situación, sino para contener mis deseos de besarla y hacerle el amor.
No sé qué cenamos, sólo sé que tomamos vino blanco bien frío, ni qué charlamos exactamente, pero sé que todo transcurrió en un ambiente perfecto y sin quererlo, por lo menos de mi parte, muy excitante aunque en ningún momento se habló de sexo.
En varias ocasiones, durante los movimientos de cada una durante la cena, rozamos nuestras manos y cada vez que eso ocurría una electricidad recorría todo mi cuerpo que hasta me parece resultaba ostensible para ella y me avergonzaba y a la vez hacía que me moje toda, cosa que pude comprobar las veces que debí ir al baño. Mientras que ella se manejaba con absoluta naturalidad, lo cual me excitaba aún más.
Después de cenar, me ofrecí a levantar la mesa y lavar los platos, aduciendo un sentido de equidad, pues ella había cocinado sin mi ayuda, pero en realidad lo que quería era despejar un poco mi excitación producto de la mezcla de su imagen, mi fantasía y, por qué no decirlo, del vino blanco.
Cuando terminé de levantar la mesa, mientras ella ponía música comencé a la tarea prometida. Entonces vino hacia mi y diciéndome que podía manchar mi ropa, comenzó a sacármela. Con un plato mojado en la mano, y sin saber qué decir ni qué hacer, permití que me sacara mi blusa, la pollera y los zapatos; quedando más indefensa todavía. Creo que no esperaba mi cuerpo, porque lo miró con sincero asombro y deleite, alabando mis pechos, que en ese entonces se mantenían mucho más erguidos que ahora y mi cola que estaba en idéntica situación, aunque debo decir, sin pecar de inmodesta, que hoy, siete casi ocho años después, sigo manteniendo una figura bastante atractiva aunque no tan erguida. A continuación retrocedió un paso, me observó detenidamente por un instante durante el cual yo estaba petrificada y luego se acercó, me sacó el plato de las manos cerró la canilla y me besó sin decir una sola palabra. Un beso largo, con dulzura que me desarmó inmediatamente. Nos abrazamos mientras sus manos me acariciaban de una manera espléndida. Casi inmediatamente mis pezones se endurecieron, mi almejita comenzó a mojarse, y al mismo tiempo supe que estaba totalmente a su merced. Me llevó al living me sacó el corpiño y la tanga, me sentó en el sillón donde comenzó a acariciar con lengua cada centímetro de mi cuerpo maravillosamente. Creo que cuando la posó sobre mi clítoris ya tuve mi primer orgasmo.
Yo solamente gemía de placer. A esta altura mis pezones estaban durísimos, mi almejita todo jugos de placer y excitación y todo mi cuerpo necesitaba del suyo.
Nos levantamos y fuimos a la habitación. La ventana estaba abierta y penetraba una tenue luz. Me quedé en la cama mientras ella se desvestía y allí la vi desnuda por primera vez. Era menuda, un metro setenta tal vez, sus pechos eran tal como los había imaginado mientras tomaba mi whisky en el sillón del living. Su cola paradita y su conchita perfectamente depilada con apenas un pequeño monte de Venus muy bien delimitado. Tenía unos hermosos pies, que es una de las cosas que me encantan mirar. Calzaría 36, arcos bien marcados, empeines altos y unos deditos perfectos. Me dejó mirarla, a pedido mío, parada sobre la cama girando lentamente, mientras yo metía mis dedos entre mis jugos, calentándome como pocas veces.
No hice nada más. Todo lo hizo ella, para mi asombro, pues siempre que tuve relaciones con chicas jóvenes fui yo quien mantenía el control. Continuó con su tarea del sillón, acariciándome y besándome y recorriéndome con su experimentada lengua hasta sacar todos los orgasmos habidos y por haber.
No sé cuanto duró. Hicimos de todo. Chupé su conchita depilada hasta saciarme de sus jugos que por cierto eran de lo mas sabrosos y abundantes. Acabamos varias veces en un hermoso 69 exploramos nuestras almejitas con nuestros dedos y nuestras lenguas hasta sacar los más escandalosos orgasmos una de la otra. Cuando yo no daba más y creía no poder seguir acabando, abrió mis piernas posó su boca sobre mi clítoris, primero, luego siguió por mis labios, mi culito y cuando adivinó que estaba por acabar de nuevo, metió su lengua dentro de mi concha y al mismo tiempo un dedo en mi culito. Allí experimenté el orgasmo más grandioso de mi vida. Sería imposible describir las sensación de sentirme penetrada por su lengua en mi concha y su dedo en mi culo. Solamente puedo decir que fue el orgasmo mas fenomenal de mi vida, que me lo enseñó ella, pues hasta ese momento nunca habían penetrado mi ano y que aún hoy, cuando me masturbo y al momento de acabar me meto un dedo la recuerdo entre gemidos y jugos de lujuria.
Siempre sostuve que la primera vez es la menos linda. Por eso de los temores, las vergüenzas y otras lindeces por el estilo. Pero esta, por lejos fue mi mejor primera vez. De ahí comenzamos una hermosa relación viéndonos no muy seguido pero si cada vez con mayor intensidad. Pocas veces, desde que nos conocimos, nos veíamos para salir juntas. En general, nuestra relación se basó en cafés esporádicos en algún bar y siempre en su casa. Sólo una vez fuimos al cine a ver una película de Harrison Ford que viajaba en un avión con una chica y tuvo un aterrizaje forzoso en una isla, pero nosotras aprovechando la oscuridad del cine nos acariciamos levemente hasta que por la mitad de la película nos fuimos casi corriendo para su casa porque estábamos muy excitadas las dos.
Nunca me había quedado a dormir con ella, porque vivo aún hoy con mis padres, y no quería dar explicaciones, porque no saben de mi inclinación sexual. Ya era tarde para explicarles a dos personas mayores y provocar un conflicto familiar que no tenía ganas de enfrentar. De cualquier modo esto satisfacía ampliamente mis expectativas y considero que también las de Laura. Así se llama.
Cada vez nos entendíamos mejor, especialmente en la cama, que para ser sincera, es lo que más me interesa de una relación, aunque en este caso me daba cuenta que iba tomando otro cariz. Realmente eran fantásticas nuestras relaciones sexuales. Cada día que pasaba nos entendíamos mejor. Una vez, después de hacer el amor, me confesó que era bisexual. Que disfrutaba de estar con un hombre, pero que durante este tiempo no había estado con ninguno. Ya hacía unos 3 meses que nos conocíamos. No he de negar que quedé un poco anonadada, pero no pude pensar demasiado en el tema, en ese momento, porque empezó a acariciarme e inmediatamente me excité y, como de costumbre cuando hacíamos el amor, era como si flotara en el aire. Especialmente cuando me mantenía pasiva, como esa noche.
A veces, me pedía que no haga nada. Que ella haría todo. Me desvestía lentamente, me recostaba en la cama y comenzaba a besarme por todas partes hasta que acababa. Eran orgasmos espectaculares. Esa noche, después de mantenerme pasiva, tuve mi primer orgasmo y el siguiente acabamos una en la boca de la otra tan espectacular como el primero.
No tengo mucha experiencia sexual, pues mi práctica sexual se limita, casi con exclusividad a la masturbación. Puedo decir que soy casi una experta. Siempre me costó mucho esfuerzo relacionarme. Cuando tuve oportunidades siempre fue con la iniciativa de la otra parte. Pero con Laura era diferente. Inmediatamente me "solté". Casi me desconocía a mi misma, por mi falta de inhibiciones. Y lo disfrutaba en grande. Creo que deliberada e inconscientemente, con el tiempo, fui olvidándome de su confesión. Estaba muy deseosa de estar con ella y disfrutar nuestros encuentros. Nunca más se tocó el tema, ni siquiera tangencialmente. Pero creo estar segura que no estuvo con ningún hombre mientras duró lo nuestro.
De modo que seguimos adelante, siempre maravillosamente. Al poco tiempo de esto, me dio las llaves de su departamento, para no tener que bajar cuando llegaba o cuando me iba. Nos hablábamos por teléfono para combinar y yo iba a su casa.
Un fin de semana, que resultó bastante desapacible por cierto, mis padres viajaban y arreglamos para que vaya a cenar a su casa y, a instancias mías, con champagne, que yo me encargaría de comprar. Pobre mi tarjeta de crédito !!! Llevé un estuche que viene con dos botellas y dos copas. Dispuesta a que fuera muy especial. Al fin y al cabo era la primera vez que dormiríamos juntas. Que nos despertaríamos juntas y que, posiblemente, cambiaría mis caricias manuales matutinas, por sus hermosas caricias linguales, de las que tanto disfrutaba.
Ese día me desperté más temprano que de costumbre para un sábado. Acaricié mi clítoris como todas las mañanas, hasta casi tener un orgasmo varias veces y luego me di una ducha para calmarme y reservar mi energía para la noche.
Llegué temprano, como para dar tiempo a la bebida que se enfríe debidamente y ayudarle en la cocina. No voy a describirla cómo estaba para no ser demasiado pesada, pero sólo diré que acababa de salir de la ducha, tenía el cabello mojado y se puso una pollera levemente corta y una remera de algodón, que permitía adivinar sus pezones. Inmediatamente me excité. Nos dimos un largo beso, nos acariciamos por encima de la ropa y ya, sus pezones erguidos, eran totalmente ostensibles.
Hoy, viendo las cosas desde lejos, creo que lo que me fascinaba era su juventud y su frontalidad. Nunca estuve enamorada plenamente. Pero si sentía una verdadera atracción física, que era mutua, y me gustaba tener su aprobación para hacer algo, por ejemplo. Sigo:
Estábamos en los preparativos para cenar cuando sonó el portero eléctrico. Bajó a abrir la puerta y a los pocos minutos estaba de vuelta con Darío.
Joven, 23 años y francamente...atractivo...
Inmediatamente decidí irme. En un momento, fui para la habitación a buscar mi cartera y ella, que percibió mi malestar se acercó. Sin enojos, dije que me iba, porque creía que esto estaba planeado, cosa que no me extrañaba para nada por la liberalidad de Laura. Y yo pensé que tenía in mente una menage a trois sin consultarme. Aquí debo aclarar que jamás tuve una relación con un hombre. Soy lesbiana ciento por ciento.
Estuvimos un buen rato solas, hablando del tema y me juró que no lo había planeado, que Darío llegó imprevistamente. No sé si por convicción o por el beso que me dio al final pero le creí y me quedé.
Durante toda la comida Laura se mantuvo equidistante de ambos. No puedo negar que tuve un poco de celos, pero con el correr de la noche, el diálogo y, por qué no decirlo, el champagne, se fueron desvaneciendo. Además, Darío era supersimpático, para nada provocativo y sus temas de conversación fueron de lo más agradables y debo decir, con toda sinceridad, que si estaba planeado, fue de lo más sutil como para que no lo parezca, tanto de su lado como del de Laura.
Habíamos terminado de cenar y comenzábamos con la segunda botella de champagne, para Laura y para mi, porque Darío prefirió cerveza. Mientras nosotras ordenábamos la cocina, él fue al living y puso algo de música. No recuerdo qué, pero era muy suave y romántica. Nosotras terminamos, preparamos café y lo llevamos al living, no sin antes darnos un beso, largo y profundo, en la cocina. Creo que Darío lo pudo percibir. Pero me asombré de no sentir vergüenza. Supongo que el champagne influyó.
Llevamos el café que nadie tomó porque prefirió seguir con el alcohol y él le propuso bailar a Laura. Puedo asegurar que no sentí ni una pizca de celos. Al contrario, me gustaba verlos bailando lentos. Hasta diría que me excitaba. Terminó el tema y para sorpresa mía, Darío me invitó a mi a bailar. Casi diría que lo esperaba, por no decir que lo deseaba. Y más grande fue mi sorpresa al darme cuenta que no sentía el habitual pero disimulado rechazo que siento cuando algún hombre me abraza, excepción hecha de mi padre o mi hermano.
Bailamos, alternativamente, un tema cada una con Darío y así fue transcurriendo la noche y el champagne. Y yo estaba verdaderamente excitada. Había tenido oportunidad de observar muy bien a Laura mientras bailaba con Darío. Y el solo hecho de observarla y de imaginar como sería dormir con ella me hacía mojar toda.
No sé cómo lo hice, pero en un alarde de caradurismo, le pedí a Laura que bailásemos. Y mientras lo hacíamos, no me pude contener y la besé, ya de lo mas caliente. Ella, como no podía ser de otro modo, sin ninguna inhibición, pues no las tenía, en la intimidad, me correspondió con su lengua recorriendo mi boca y luego siguió por el cuello y las orejas. Ya no daba más...Y Darío se mostraba de lo más divertido y creo que adiviné una erección.
Laura se soltó de mi, se acercó a Darío y lo invitó a bailar. Yo los miraba atentamente, cuando ella lo besó. Efusivamente y él la correspondió. Siguieron, se excitaban mutuamente y ella acarició su pene por encima del pantalón. En un momento fue como si yo no existiera. Entonces fui a la habitación, tomé mi cartera para irme sin que ellos se enteraran. Sólo supieron que estaba, cuando saqué la música y dije que me iba. Sin enojarme, sin poner tensa la situación pero firmemente. Laura, que me conoce, insistió para que me quedara, pero no siguió cuando me negué. Me fui diciéndole que mañana la llamaría.
No sentía celos, pero la verdad que me iba con algo de bronca, porque esa iba a ser "nuestra noche". Era tarde, pero igual caminé un par de cuadras antes de tomar un taxi. Le dije la dirección al chofer y seguí pensando en que Darío había arruinado mi noche. Ya en la puerta de casa, le pedí al taxista que me llevara de vuelta a donde me había recogido, que había olvidado algo. No podía ser que esta no sea nuestra noche. Si alguien debía irse era él y no yo. Sin bronca, pero con firmeza, iba a decirle a Darío que esta iba a ser una noche muy especial para nosotras y que nos dejase disfrutarla. Subí, saqué las llaves, entré y no había nadie en el living.
Fui a la habitación, todavía pensando en qué y cómo decirle a Darío lo que pensaba y los vi. Estaban desnudos, haciendo el amor, sin siquiera percatarse de que estaba yo. Me quedé mirando como él la penetraba y se movía. Y cómo Laura gozaba. El disgusto, lentamente, mientras miraba, se iba transformando en excitación. Ellos, increíblemente, no se dieron cuenta de mi presencia o lo simularon. Abrí mi pantalón y comencé a masturbarme. Con asombro noté que estaba por acabar, cuando Laura me vio. Se quedó asombrada totalmente...Se levantó de la cama, vino hacia mi, me besó y terminó con sus maravillosos y hábiles dedos, lo que yo había comenzado con los míos. Acabé como pocas veces. El champagne o la excitación que todavía tenía hicieron que no tuviera el más mínimo recato frente a Darío que nos observaba perplejo.
Laura me desvistió, me acarició como solamente ella sabía hacerlo, me llevó a la cama y allí me abrió las piernas y chupó mi almejita hasta que estalló en un orgasmo de los mejores. Mientras esto ocurría yo lo miraba a él que estaba con su pene duro a un costado de la cama, mientras nosotras disfrutábamos, ahora una de la almejita de la otra, hasta que acabamos juntas. En un momento, Laura me mueve en la cama como para continuar su maravillosa actividad lingual y quedo frente a frente con el instrumento de Darío.
Laura comenzó por comer mi almejita, mientras con las manos acariciaba mis pechos y pellizcaba delicadamente mis pezones, que para ese entonces estaban durísimos. Luego, cuando estaba cerca de acabar otra vez, cosa que ella percibía perfectamente, me metió un dedo en el culito, sabiendo que me encanta acabar así.
Yo seguí enfrentada con "eso" de él que lo acariciaba lenta y sensualmente y como ofreciéndomelo y para mi incredulidad, cada vez más caliente. Y Laura moviendo su lengua y su dedo a la perfección.
En un instante, sin poder aguantar mas, agarré el pene de Darío y me lo puse en la boca. No sé si la lengua en mi almejita o el dedo en mi cola, o ambas cosas llevadas a cabo por ella, pero estaba tan caliente como nunca en mi vida lo había estado.
Comencé a chupar, siguiendo las sutiles indicaciones de Darío, y hasta podría decir que disfrutaba de chupárselo a la vez que disfrutaba las maniobras de Laura.
Seguí hasta que lo sentí casi gritar a Darío y acabó en mi boca en el mismo momento que yo acababa en la boca de Laura, con mi culito y mi almejita.
Me volví totalmente loca. Nunca, pero nunca, tuve una sesión de sexo como aquella. Darío, luego quiso penetrarme pero me negué rotundamente. Ni siquiera podría haberlo acariciado o besado. El solo pensarlo me produce rechazo, aún hoy después de tanto tiempo.
Ahora Laura insistía para que me deje penetrar por Darío pero demasiado insistente, argumentando que quería masturbarse y acabar viéndome penetrada. Yo estaba totalmente en una nube, pero no tan alejada de la realidad como para no saber que no lo deseaba. Es más...deseaba irme rápidamente. Había tenido una experiencia que me había dado satisfacción como nunca, pero no quería seguir estando allí.
Reflexioné mucho al respecto en los días siguientes, sola en mi casa y hasta me masturbé pensando en esa noche, que me hacía mojar toda de solo recordarla.
Creo que sin quererlo, Laura deseaba introducirme en las costumbres bisexuales, después que pude acabar de esa forma con su lengua, su dedo y el pene de Darío en mi boca. Verdaderamente disfruté del dedo de Laura en mi cola, de su lengua en mi almejita y del pene de Darío en mi boca y de sentirlo acabar dentro mío, pero fue solamente una experiencia, pero para nada la repetiría.
El domingo Laura me llamó, charlamos por teléfono pero me negué a verla. Después de esa noche no quise que nos veamos más. No sé si porque me avergoncé después que pasaron los efectos del alcohol o porque sentía que verla era como una amenaza de querer convertirme en bisexual. Con el tiempo, cesaron sus llamados y nunca más la vi. Durante mucho tiempo evité los lugares y los momentos en los que podríamos encontrarnos, aunque no he de negar que algunas noches me masturbé pensando en ella, en esa noche y que tenía unos orgasmos sensacionales.