Lucia. Despertando a la bestia
Los instintos de sumisión de Lucía renacen. Una sumisa siempre será sumisa.
Despertando a la bestia
La conocí en un chat. Me encontraba muy aburrido y el insomnio me impedía dormir. Decidí entrar buscando que el azar me permita conocer a alguien interesante y sin nada mejor que hacer en esos momentos. Su nick, Lucía38, me atrajo por la belleza del nombre y la aparente edad, suficientemente experimentada pero con un horizonte por descubrir. El mío, Eduardo40, seguía la misma estrategia de naming. Al principio la conversación transcurrió sobre temas vanales, gustos personales, libro o película favorita, etc. Pero en un momento dado, y ante la deriva hacia los ligoteos virtuales que iba tomando la charla, intenté averiguar si tenía perfil en alguna página de contactos o red social.
Disculpa la pregunta, ¿sueles entrar en esta página para conocer gente, pasar el rato, o te pasa como a mí y eres demasiado vieja para usar Instagram?
Ja ja. Pues la verdad que entro de vez en cuando, cuando estoy aburrida, y si conozco a alguien especial pues eso que me llevo, ¿no te parece?
Claro, yo he conocido a alguna mujer divertida y he mantenido alguna conversación interesante en este chat precisamente.
¿Ah sí? Cuenta, cuenta, no me dejes en ascuas.
Bueno jaja digamos que empezamos a hablar del sexo de los ángeles y finalizamos haciendo el sexo de los demonios.
Anda, Eduardo, ¿debo ser precavida contigo?
Yo en tu lugar, me dejaría llevar, siempre es más divertido. Y en el peor de los casos, hablando conmigo te entrará sueño. Aunque algo me dice que te excitarás más de lo que te adormilarás.
¿Excitarme? Señor Eduardo, ¿qué opinión tiene de mí? Yo soy una señora.-bromeó.
Señora en la calle y puta en la cama. ¿No dice eso el refrán? jajaja
Bueno, señora sí pero hace bastante tiempo que no me comporto como una puta. Ya sabes que cuando llevas cierto tiempo casada y tienes hijos, te conviertes en una madre tanto para tu niño como para tu marido. Así que poco puterío tengo yo jaja –. Detecté cierta nostalgia en su manera de describir su estatus, y reflexioné sobre la existencia pretérita de una verdadera mujer, fuerte e independiente, con los instintos carnales adormecidos pero a punto de estallar cual magma. Y ahí estaba yo para jugar bien mis cartas y ser el canalizador de esa energía.
¿Hace bastante tiempo? ¿Significa eso que en algún momento de tu vida lo fuiste? ¿Qué parte de tí has ocultado? Sincérate, al fin y al cabo este canal de comunicación es absolutamente anónimo. En cualquier momento puedes cerrar la ventana y hasta nunca. Bueno, eso si confías en mí. –Le estaba insinuando si le apetecía jugar, y qué tipo de juegos había disfrutado anteriormente. Este momento fue sin duda el punto de inflexión que nos infundió confianza mutua, y ella especialmente me abrió su interior, sus recuerdos.
Bueno, ya sabes, la juventud es loca. Pero eso fue antes de conocer a Pedro.
¿Pedro es tu marido?
Sí, un buen hombre...
¿Pero...?
Jaja. Pero... no me sacia como mujer. En la cama, quiero decir. Es demasiado blando. Me gusta que sea cariñoso pero en ocasiones...
Desearías que te tratase como la zorra que eres y que pugna por salir y revivir viejas aventuras, pasiones, juegos... ¿Me equivoco?
Bueno, no. Vas bien encaminado. Vaya, puede que te esté contando más de la cuenta, al fin y al cabo no te conozco.
Y precisamente por eso es tan perfecto. Nos podemos sincerar, sacar a la luz nuestras más oscuras fantasías y marcar nosotros el límite de la relación. Como te dije, en el momento que te sientas incómoda y quieras cortar no tienes más que cerrar la ventana.
No, no me siento incómoda.
Ok. Cuéntame alguno de esos juegos que tanto disfrutabas y que tu marido no sabe explotar.
Bueno, lo cierto es que yo jugaba a lo que me decían.
¿Eras sumisa?
Sí, es decir, algo así supongo. Me dejaba hacer.
Pero al darle el poder de tu cuerpo a tu compañero o Amo, al entregarte sentías un placer inmenso, ¿verdad?
Verdad.
Muy bien, permíteme hacerte una pregunta, ¿quisieras recuperar tu antiguo rol?
¿El de sumisa? ¿Pero cómo? A mi marido no lo veo muy dispuesto, ya te dije que él es algo...
Vainilla. Como sabes, así se llama a quienes practican el sexo convencional, aburrido y exento de pasión, de entrega.
Parece que controlas el mundillo, ¿eh?
Digamos que puedo ser un buen Amo, y por lo poco que te conozco diría que tú vas a ser una buena sumisa. Las personas que tienen latente una sensación tan fuerte durante mucho tiempo, cuando la sacan a la luz son como conversos, se aplican con mucha más disciplina a su rol.
La conversación se paró durante unos minutos, la espera hizo que comenzase a entrarme sueño y me disponía a abandonar y apagar el ordenador cuando reapareció.
Me gusta cómo hablas, pareces muy seguro de tí mismo. –Esa frase abrió sus defensas, comenzaba a confiar en mí y, lo que es más importante, en mi rol dominante. Decidí mostrar mis cartas.
Te propongo un juego: podemos hacer una pequeña sesión en la que comprobarás si puedes disfrutar conmigo y hasta dónde te puedo llevar. ¿Qué me dices? –Se lo pensó unos minutos, aunque accedió.
De acuerdo, ¿por qué no? Estoy sola en casa, voy a dejarme llevar como dices tú jaja.
Ok. Yo realizo mis sesiones virtuales a través de whatsapp para poder enviarnos fotos, videos o incluso realizar videollamada si se diera el caso. Y no te preocupes, al menos de momento no te pediré que se te vea la cara. Seguirá siendo un juego anónimo y tú podrás cortar la comunicación si te sientes incómoda. Y si temes que siga teniendo tu número, no tienes más que bloquearme. Dame tu número si quieres continuar....
Bueno, no sé, siento miedo pero, si te soy sincera, también empiezo a estar excitada.
Déjate llevar...
Anda que no eres listo tú. Está bien, mi número es 555 432 765. Espero que me contactes.
En el momento que me dio el número, la agregué como contacto no sin antes mirar atentamente la foto de perfil. Su silueta curvilínea se distinguía en la playa, en un bonito atardecer. Formas voluptuosas que insinuaban una personalidad salvaje, dinámica y con carácter. Indudablemente, su fuego no estaba extinguido.
Antes de iniciar la charla, cambié mi foto de perfil de whatsapp por una en la que aparecía vestido íntegramente de negro, cubierto por un abrigo tres cuartos del mismo color nocturno y con un efecto de sombras que me daba un aire misterioso. Es una foto muy apropiada para este tipo de menesteres.
-Hola Lucía –comencé diciendo, adornándolo con un emoticono de un diablo sonriente.
Hola Eduardo, ¿o debería llamarte Amo? –contestó metiéndose en el papel. Esta mujer sabe más de lo que ha dejado traslucir, pensé, habrá que ir con tacto para extraer esa personalidad sumisa y entregada que desea poner en juego.
Me llamarás Sir. Me gusta tu foto de perfil, das morbo. Ahora, demuéstramelo. Comencemos. Quiero hacerme una idea de cómo vas vestida y en qué entorno te encuentras. Sé que estás sola pero, ¿en qué habitación estás? ¿Qué tipo de casa es?
Sí que estoy sola, Sir. Como ya era tarde, estoy vestida únicamente con unos leggings negros y una camiseta de tirantes, ropa cómoda. Y ahora mismo estoy en el sofá del salón.
Muy bien, ¿llevas ropa interior?
Debajo de los leggings un culotte. De encaje negro. Es sexy pero bastante cómodo. Y no llevo sujetador, me siento más cómoda con los pechos al aire cuando estoy en casa.
No digas pechos. Por la silueta que se percibe en tu foto, diría que son grandes. Pechos son los de las señoritas. Pero tú no eres una señorita, eres una zorra, una perra para mi disfrute. Y las zorras tienen tetas o ubres. ¿Has entendido?
Sí, Sir. Voy con las tetas al aire. Y ahora tengo los pezones duros marcándose en la camiseta.
Bien, perra. Veo que vas entrando en calor. Envíame una foto de tus ubres, sin quitarte la camiseta. Quiero ver cómo se marcan esos pezones. –Me envió un selfie en el que aparecían unas tetas grandes pero firmes, posiblemente una 95. Sus pezones, completamente marcados en la fina camiseta de tirantes, parecían dos canicas. La camiseta dejaba adivinar todo el contorno de sus tetas.- ¿Y los llamabas pechos? Esos pezones son gruesos como los de una vaca, y como a una vaca tendrás que ordeñarte. Manipula esos pezones con tus dedos, pellízcalos...
Oh, sí, lo estoy haciendo Sir, los tengo tan duros que me duelen.
Muy bien, sigue manipulándolos, estira de ellos hacia fuera, con fuerza. Piensa que si estuviera ahí los apretaría sin compasión, los pellizcaría, los mordería, tiraría de ellos con mis dientes.
Mmmm me pone muy caliente. ¿Puedo quitarme la camiseta? Me duele el roce con los pezones.
Serás zorra, ¿ya estás cachonda? Te duelen los pezones porque eres una vaca a la que no han ordeñado en mucho tiempo. Ahora quiero que te saques la camiseta y me envíes otra foto, pero no dejes de pellizcarte los pezones. –Me envió otra foto de sus tetas desnudas, blancas por la ausencia de sol sobre un cuerpo también níveo. Una gran areola marrón oscuro como una galleta Campurriana rodeaba sus pezones, que pellizcaba con sus dedos estirándolos. Podía sentir el dolor que estarían experimentando esas ubres.
¿Le gustaron mis ubres? Soy una vaca Sir, su vaquita particular, y estas bolitas pezoneras están para su disfrute.
Bien vaquita, me gusta que me entregues tu cuerpo. Dentro de poco ya no te pertenecerá, será mío y haré uso de él cuando desee, solo podrás tocarte ese cuerpo de perra cuando yo te lo permita. Ahora quiero que cojas un par de pinzas de la ropa y pellizques con ellas tus pezones, no quiero que en ningún momento dejen de estar en tensión, quiero tenerlos bien preparados para sacarles la leche. Y te ordeno que lo grabes en vídeo, no muestres tu rostro de puta si no lo deseas, pero quiero ver claramente cómo te pinzas los pezones. Quiero que cuando te pongas las pinzas retuerzas los pezones en círculo, quiero que grites de dolor. Y grábalo con sonido, quiero oírte gemir. – Me envió un documento extraordinario en el que, en 30 segundos, aparecía colocándose las pinzas en los grandes pezones, que estaban perdiendo color por la ausencia de riego sanguíneo, tal era la dureza con la que estaba presionándose las canicas. Al retorcer con saña, restalló en un aullido de dolor. Pero no me engañaba, bajo esa expresión de dolor pude percibir algún gemido señal de que comenzaba a gustarle.
¿Puedo tocarme el coño? Estoy tan cachonda que noto que me arde. Y me duelen los pezones...
Pero te gusta, ¿verdad?
Mmmm sí, tiene razón, un escalofrío me recorre el cuerpo y siento mi coño encharcado.
No te toques el coño hasta que yo lo permita o te castigaré. Bien, quiero que te desnudes completamente. ¿Te quedaban los leggins y el culotte, ¿verdad?
Sí, ¿me lo quito todo?
Quítatelo todo, pero deja el culotte cerca. Ahora te diré qué vas a hacer con él. Y cuando estés desnuda, graba un vídeo cogiéndote las piernas, quiero que se muestren claramente los flujos de tu coño.
Mmm síii. Ya lo verá, estoy mojadísima. Necesito tocarme, no puedo aguantar más.
Aguantarás. Lo harás porque eres mía y solo yo te autorizo a disponer de tu cuerpo cuando lo desee.- Me envió un vídeo de un minuto digno de verse. Tenía un culo rotundo, dos enormes globos blancos, en apariencia duros y sin celulitis. El anillo tenía un tono oscuro, acre, dejando ver un ano en forma de estrella, indudablemente más que estrenado. Tras el perineo, asomaban unos labios rosados. Tanto los labios superiores como inferiores sobresalían, llegando a superponerse y dejando ver un agujero abierto por la excitación, exageradamente encharcado y con un flujo denso y blanquecino derramándose hacia el ano y continuando hacia los muslos. Sus muslos, fuertes, grandes pero no gordos, mostraban su potencial, su estampa de cortesana rubeniana. Sexual, animal, salvaje.
Oh, ¿lo ve, Sir? Tengo el coño como una fuente.
Y el ano se te abre espasmódicamente. Es tu alma perdida, pervertida, la que aflora, abriendo todos tus agujeros para el aprovechamiento carnal de tu Amo. ¿Lo sientes? Ese placer, ese escalofrío es la sensación que tenías oculta, y esa necesidad de placer carnal, salvaje, digno de una bestia. Sientes cómo entregas tu cuerpo, ahora disfrutas si yo te lo permito y eso te hace sentir plena. Ahora coge el culotte y restriégalo por tu coño, mételo bien adentro, empápalo con tus fluidos, densos, blancos, con olor sexual. Quiero que tiñas de blanco la prenda, y una vez que esté bien empapada quiero que la metas en la boca, tu aliento olerá a coño, tu fuente, mi objeto. ¿Te gusta el sabor a sexo, a pasión, a coño, mi coño?
Mmmm sí, Sir. Tengo el culotte empapado. Me estoy bebiendo mi coño. Ahhhh noto cómo mi ano lo recorre un líquido, se introduce en mi culo. Ahhh Dios, qué cerda me siento.
Eres una bestia, mi vaquita nacida para ser ordeñada, sentir placer, dolor, siendo la más puta, mi perra. Quítate las pinzas y siente el dolor que recorre tu cuerpo, que emana desde la punta de tus ubres y llega hasta tu ano, recorriendo todos tus nervios, fusionándose con el placer de tu coño.
Ahhhh que doloooooorrrr. Ahhhh cómo duele. Mira, tengo los pezones aplanados y alargados. Ahhh siento cómo la sangre vuelve a regarlos, duele. Pero... mmmm ahhh que gusto, qué cerda me siento, que primitiva, soy una zorraaaaaaaaa.- Absolutamente sorprendido con su reacción, su entrega ya absoluta, decidí darle lo que buscaba, había sacado el animal que llevaba dentro, la purificación por el dolor, y mi zorra necesitaba su clímax.
Muy bien, creo que por ser el primer día está bien, ya hemos comprobado lo que tienes dentro. Esa ansia desatada, que voy a canalizar hacia la superficie. Bien, ahora voy a permitir que te toques. Pero sigue estas instrucciones. Quiero que te folles con tres dedos, con fuerza, ímpetu. Quiero que te machaques el coño, y quiero que lo grabes. Fóllate el coño, imagina que te meto mi polla dura y gorda con ansia, deseo, dolor. Métete la mano profunda, hasta el útero, y date con saña hasta que acabes.
Me envió un vídeo en el que aparecía con las piernas levantadas, comenzó introduciendo tres dedos con fuerza, sin delicadeza alguna. Fue una masturbación visceral. Su coño chapoteaba, emitiendo un sonido constante y expulsando flujo con fuerza, mojando la cama. Sus gritos, desatando toda la represión acumulada los últimos años, se oirían por todo el piso. Parecía estar siendo torturada. Y precisamente, ese ensañamiento con su coño, en un orgasmo constante, fue su liberación. Gritó por el orgasmo, por el dolor que recorría su cuerpo desde sus grandes pezones atenazados hasta su ano, que se abría y cerraba constantemente. Así, desoyendo mis instrucciones, fue un paso más allá y mientras machaba con furia su coño con tres dedos, su mano rebotando en sus paredes vaginales, deslizó firmemente un dedo de la otra mano en el interior del ano. Instintivamente, con la falange introducida al completo, su pelvis reaccionó en un espasmo, explotando en un orgasmo apoteósico que la dejó extasiada, en trance, su cuerpo temblando, la sábana completamente empapada de un flujo que invariablemente expulsaba su coño como una cascada, arrojando fuera de sí sus deseos ocultos. Su instinto animal.
He despertado a tu bestia, querida Lucía.