Lucía. cinco dias en un taller de sexo tántrico

Cuando mi amiga Lucy acabó de contarme su inconfesable experiencia en un taller de aprendizaje de sexo tántrico, lo primero que hice fue pedirle la dirección del centro para inscribirme cuanto antes y después pedirle permiso para compartirla con los lectores de TR, por medio de este relato.

LUCÍA. SUS CINCO DIAS EN UN TALLER DE SEXO TÁNTRICO

Lucía, de 27 años, una linda morena de cara sensual, piel satinada y suave, ojos grandes color miel, cuello largo, boca grande y tentadora, cabello negro largo, que caía como una lisa cascada sobre su espalda. De estatura media, formas pronunciadas, unas piernas bien torneadas, culito macizo y redondeado, hermosos senos de tamaño medio, turgentes y coronados por una aréola abultada color canela. Sin ser una gran belleza, de su físico en conjunto, podría decirse que estaba muy buena,  en un momento esplendoroso, como para provocar miradas de admiración y deseo en los hombres. Pocos  podían abstraerse al deseo de poseer una hembra con los atributos de Lucía.

Lucía vivía desde hacía algún tiempo con Carlos, su novio, en un confortable chaletito adosado, en la periferia de la ciudad. Él era un joven profesional de 30 años, delgado de buena estatura, pelo castaño y una buena apariencia. Tenía una mentalidad abierta, de carácter alegre y confiado. Trabajaba en una empresa como responsable técnico comercial, un puesto bien retribuido y de mucha responsabilidad que le absorbía   bastante de su tiempo y energías.

La pareja disfrutaban de una convivencia estable como dos enamorados, pero últimamente su armonía sexual sufría altibajos y no era tan completa como al principio. Interiormente pensaban que algo andaba mal, o que uno de los dos estaba fallando. Lucía notaba que su novio no rendía bien en la cama, su resistencia sexual estaba mermada. Su problema era que se vaciaba en eyaculaciones muy tempranas que dejaban a Lucía insatisfecha y con gran desazón. Para la chica que estaba acostumbrada de siempre a disfrutar de buen sexo, empezaba a ser preocupante; parecía que a su chico le estaba afectando algo, o era el estrés y el cansancio de su trabajo, o es que tenía una amante secreta.

Lucía que en este aspecto era muy exigente, le planteó el problema con suspicacia por si estaba manteniendo alguna amante secreta y si no era así, le sugería hacer algo que les sacara de su apatía sexual y les devolviera su vitalidad amorosa. Carlos le juró que no había otra persona por el medio, hasta que  un buen día vio un anuncio en un diario, sobre un taller de sexo tántrico, para parejas, impartido por un experto en artes orientales y terapias alternativas para  la mejora de la salud sexual. Sin más demora, visitaron  juntos dicho centro por ver de qué iba aquella exótica terapia del sexo tántrico.  Deslumbrados por la información que les dieron en el centro, depositaron su confianza en los ritos misteriosos del tantra y se inscribieron para realizar el curso.

El taller estaba dirigido por un hombre joven de muy buen ver, alto y de piel oscura que delataba su origen hindú. Se llamaba Ravi,  y tenía como auxiliar a Iris, una chica de aspecto agitanado, también instruida en las técnicas del tantra.

El tantra era para ellos una filosofía  desconocida, originaria de la cultura de la India; el maestro director les hizo saber que se trataba de un sistema de vida y una disciplina filosófica, que se extendía al conjunto de la vida, conectando el sexo intensamente con el espíritu.

Durante la  primera semana les dieron a conocer la parte teórica  del taller, que comprendía enseñanzas de la filosofía tántrica, originaria de la cultura de la India, un sistema de vida que se extendía al conjunto de la vida pero que tenía una aplicación específica en relación sexual. Se trataba de borrar su memoria anterior en materia de sexualidad, iniciando un aprendizaje, canalizando  la energía sexual de forma distinta a cómo se hacía en Occidente. Uno de puntos más importantes era  el dominio y control del  orgasmo masculino, evitando la eyaculación, porque, según ellos, esta descarga aleja al hombre del verdadero éxtasis sexual, ya que para el tantra la eyaculación frena en seco la experiencia de los amantes y por eso algunas mujeres no alcanzaban el orgasmo debido a que  muchos hombres son eyaculadores precoces. (Por cierto, que este argumento les resultó familiar a Lucía y a Carlos). Por  ello, la solución tántrica era prolongar la última etapa del placer, la más intensa, inhibiendo temporalmente el derrame de esperma propio del orgasmo convencional con la ayuda de ciertas técnicas. El papel de la mujer, tenía que ser el gozar de las oleadas de excitación y disfrutar de varios orgasmos durante la sesión, orientando el intercambio a obtener mayor goce y aprovechar la eyaculación retardada del hombre.

Con este lavado mental teórico, se preparó a las cinco jóvenes parejas que hacían el taller para realizar la parte práctica del mismo, que tenía lugar en una sala común, sobre un tatami cubierto de cojines. Allí, separados por mamparas, cubiertos por pareos y taparrabos de seda, cada pareja se iniciaba en los juegos, masajes y demás tocamientos. Aprendieron a hacer ejercicios de "Mula Bahnda" y "Ajroli Mudra" para evitar la eyaculación del hombre y fortalecer los músculos vaginales de la mujer.

Los instructores, maestro y ayudante, vigilaban los ejercicios personalmente, mostrándoles la forma de realizar las caricias y masajes. De todas las chicas que asistían al taller Lucía era la más sexy y la que acaparaba más atención y exigencia por parte del maestro. La tercera y última semana se reservaba para practicar  los lances preliminares a la verdadera unión sexual, incluido el coito tántrico entre la pareja.

Precisamente en  esa última y definitiva semana del taller, por una jugarreta del destino sobrevino algo que contrariaba los planes de Lucía y Carlos. Repentinamente, el lunes por la mañana, a Carlos le surgió una emergencia que le obligó a salir de viaje a otra provincia, para solucionar un problema urgente de trabajo por cuenta de su empresa. La ausencia de Carlos en principio sería de una semana, lo cual  trastocaba sus planes de asistencia al taller.

Lucía se puso en contacto con el maestro Ravi para solucionar el problema de la ausencia de su novio, pero el tantrika  reaccionó muy contrariado, negándose a posponer la realización del taller para ellos. Tendrían que dejarlo como estaba o esperar que se organizara otro taller en el futuro. Lucía se marchó muy fastidiada por el contratiempo, precisamente en la etapa más importante  y decisiva del aprendizaje.

Todavía no se había repuesto Lucía de su frustración, cuando recibió una llamada del maestro para comunicarle que se le había ocurrido una solución para permitirle aprovechar de alguna manera lo aprendido. Lucía recibió la noticia con gran contento y quedó en visitar el centro, hacía las 20:30 de  ese día, para que el maestro le diera a conocer su plan de trabajo.

LUNES. Esa misma tarde, a la hora convenida Lucía  llegó al centro, intrigada por escuchar al maestro.  A esa hora el lugar se veía muy solitario. El maestro la recibió complacido y la hizo pasar a un pequeño escritorio, donde platicar  tranquilamente. Durante unos minutos comenzó a hablarle sobre la importancia que tiene la parte femenina en la práctica del sexo tántrico, por lo que estando ella tan interesada en el taller lo mejor era continuar como fuera y más tarde transmitirle a su pareja la técnica adquirida, hasta que él hombre alcanzara el nivel deseado para disfrutarlo juntos.

El maestro le dijo que podrían ayudarle personalmente, Iris o él mismo,  para hacer sesiones especiales individualmente.

-Si tengo que emparejarme con un hombre va a ser que no, pero si me ayuda Iris de alguna manera podemos intentarlo. –advirtió Lucía.

-De acuerdo, Iris la atenderá personalmente cada tarde y yo sólo participaría si se diera alguna necesidad puntual. El último día yo mismo comprobaré el aprovechamiento para dar mi aprobación, ya que ella es una simple monitora.  –convino el maestro

El programa consistía en visionar unos vídeos avanzados sobre sexualidad tántrica, que tenían grabados, incluyendo actos de Maithuna y coito tántrico.  Según lo visto cada día, Iris le comentaría el sentido y fundamento de cada secuencia que apareciera en la pantalla. También podrán realizar alguna práctica sensual preparatoria. No era muy completo pero era algo.

-Está noche llamaré a mi novio para informarle a ver que le parece. Si no surgen problemas, mañana vendré a esta misma  hora.

-Claro, puede preguntarle a su chico. Si es necesario yo hablaría con él para tranquilizarle. Yo lo entiendo, Vd. tiene su vida, sus sentimientos y experiencias personales y eso le impide cualquier acercamiento íntimo distinto a la costumbre. Esa actitud  es normal y puede respetarse. Lo más importante es darnos su  confianza para colaborar  en lo que pueda y quiera.

-Bueno, no sé….no cuesta nada probar, si no me compromete a nada. –admitió Lucía.

-Entonces, si está de acuerdo, lo primero es que debemos tutearnos, yo Ravi. –dijo el hombre.

-Me parece bien, puedes llamarme Lucy. –le respondió ella.

-Supongo que habeis venido al taller por algún trastorno de tipo sexual, no es así? –preguntó él.

-Si, la verdad.

El maestro les aconsejó mejorar mucho el acto sexual para alargarlo y lograr el disfrute de la mujer, sin depender de los segundos intentos. Interiormente, se alegró de confirmar lo que sospechaba. La chica era un descubrimiento, un verdadero tesoro abandonado, que él había encontrado por casualidad, al producirse la ausencia de su novio en la última fase del taller. Algo le decía que se podrían sacar favores de aquella muchacha de mirada profunda y cálida, de ardores contenidos, de carácter asequible y mente abierta. Aislada de su enamorado, apasionada y sufriendo un déficit de placer sexual por culpa de su pareja, eran condiciones ideales para dedicarle una atención especial y ver que podía pasar.

-Para ayudarte a decidir, podemos ver una demostración ahora mismo. –dijo el maestro.

-Vale….así me hago una idea. –respondió Lucía conformada.

El maestro se levantó y la invitó a acompañarle a un saloncito del tamaño de un dormitorio, ambientado cuidadosamente con una suave música relajante, una iluminación tenue de velas de colores, cuyas esencias perfumaban la atmósfera a propósito. El atrezzo del local consistía en una cama futon con varios cojines alrededor, más una mesita en uno de los lados con un aparato de TV sobre la misma. El maestro colocó un disco en el reproductor y lo puso en marcha. El se sentó sobre una de las almohadas  y le indicó a ella acomodarse igual frente al televisor. Lucía accedió insegura, pensando que el recinto era demasiado sugerente, más bien parecía una especie de  picadero amoroso muy exótico y sofisticado, que una sala del taller.

El vídeo representaba al maestro Ravi sentado frente a Iris realizando juntos el Maithuna, que era un ritual erótico preparatorio para elevar el deseo sexual. Practicaban algunos de los cinco actos del Maithuna sobre la mirada y la palabra como portadoras del deseo hasta la mente.

Lucía había observado la demostración del vídeo con mucho interés, comprobando que allí todo se realizaba de otra manera más mística y refinada, donde el tiempo no contaba. Los otros actos más avanzados como las caricias, incluidos los masajes sensuales suaves y los de tipo sexual tántrico de “Yoni” y de “Lingam”, así como el beso, fueron reservados para otras sesiones posteriores.

-Que te ha parecido? -preguntó el maestro.

-Se ve bastante demostrativo, si. –dijo ella.

-Es un mínimo que se puede ampliar sobre la marcha, si tú lo decides.

Entonces, el maestro animó a Lucía a practicar alguna de las acciones suaves que habían estado viendo, con el fin de comprobar su comprensión. Estuvieron simulando con los bustos inclinados y las caras muy próximas, los ritos del deseo, la mirada y la respiración conjunta, como si fueran una pareja implicada mutuamente. Lucía acabó turbada y sin poder aguantar la mirada coactiva del maestro, que mientras respiraba sincronizada con él en posición de loto, parecía querer devorarla con los ojos, con un gesto de manifiesta lascivia, mientras le decía que sus ojos eran la puerta de entrada al paraíso del placer y otras lindezas similares. Menos mal que las prácticas restantes tenía que hacerlas con Iris y no con el maestro.

Ella misma, levantó  las dos manos extendidas en señal de detener la acción, apartando  la mirada, para que el maestro se diera cuenta de su azoramiento.

Sin embargo, al tantrika le pareció favorable y natural la reacción de Lucía, significaba que le había llegado adentro el mensaje  gestual que le había enviado intencionadamente. Ahora, la chica ya estaba avisada de cual era su designio. El maestro Ravi, en presencia de Lucía se sentía mentalmente cachondo por  el reclamo de su belleza  y por las circunstancias de  dominio que  podía tener sobre ella. Desde el primer momento que la conoció, se sentía atraído por los atributos físicos que la enriquecían. Le fascinaba su hermosura natural, casi salvaje, además de su carácter abierto y confiado. Respetuoso y educado, intentaba disimular bien su fuerte deseo de cortejarla y seducirla a través del aprendizaje, aprovechando que estaba sola y vulnerable, con la esperanza de tener algún intercambio íntimo con ella, pero la negativa de la chica a realizar el plan de taller con él le entristeció mucho, obligándole a cambiar de estrategia. Deseaba aprovechar su buena disposición, pero en aquellos momentos, convenía ir con mucho tacto para no dar al traste con todo. Pensó que sería cosa de prepararla subliminalmente, con la ayuda de su fiel ayudante Iris,  para confundirla o atraparla a alguna forma de interacción carnal con ella.

El maestro entendió que ese día Lucía ya había llegado al límite y procedió a dar por finalizada la sesión, aconsejándole que relajara su actitud, tomándolo por el lado divertido para asimilar todo mejor   y  pasarla muy bien mientras aprendía.

Una vez fuera del centro, Lucía decidió llamar a su chico  para  contarle lo ocurrido y el plan que le había propuesto el maestro para aprovechar lo que faltaba del taller. Su chico no vio muy claro ese experimento sin su presencia, pero como él se sentía causante del problema, al fin accedió  y se mostró conforme, confiado en que a su chica no le iban a tocar ni un pelo.

MARTES. Al día siguiente, asistió al taller para tener la segunda sesión. En el fondo, le gustaba realmente tener esas lecciones privadas tan especiales, así como el detalle del maestro de dedicarle un tiempo extra  de su ayudante, de forma tan voluntariosa. Por este motivo, admitió que debía poner lo que pudiera de su parte.

El maestro Ravi en persona, le abrió la puerta, acogiéndola con una alargada sonrisa de satisfacción. Pasaron directamente al saloncito reservado para las prácticas. Allí estaba Iris esperándola, para iniciar  la sesión, una vez que desapareció el maestro.

Iris  sacó de un cofrecito unos palitos de incienso, encendiéndolos para llenar la atmósfera con sus vapores aromáticos y penetrantes, cuya inhalación resultaba muy agradable. Le explicó que era  Spice Gold, una hierba con efecto euforizante y relajante que consideraba apropiada para el momento.  Sobre el suelo, al lado del futon había una bandeja y un servicio de té, con las tazas humeantes, al parecer para tomarlo ellas. Iris la invitó a sentarse sobre una almohada, sirviendo una taza de té para cada una, antes de ubicarse a su lado sobre otro cojín. Lucía notó en seguida que la infusión tenía un sabor diferente al del té convencional, algo ligeramente ácido con cierto regusto a canela.  Al preguntarle qué infusión era aquella, la mujer le dijo que era un té especial que les enviaban desde Nepal.

Seguidamente, puso en marcha el vídeo donde se daba una demostración visual de los masajes sensuales simples entre Ravi e Iris, practicados con la mayor parsimonia y fruición.

De hecho, los primeros masajes se realizaban sobre todo el cuerpo meticulosamente, ya que para el tantra el cuerpo es erógeno en su totalidad, cuidando de no tocar las zonas íntimas que se reservaban para otro tipo de masaje  más sexual,  el masaje "Yoni" (vagina) y el masaje "Lingam" (órgano sexual masculino).

Después ejecutaban el último escalón del Maithuna, el beso. En el vídeo se les veía besarse con delicadeza por todo el cuerpo, después con pasión sus besos en la boca se prolongaban voluptuosamente. Se deleitaban como si fuera besos terminales, y no un medio de excitarse.

Iris paró la reproducción de lo que estaban viendo, asegurándole que el contacto de los labios y la  mucosa bucal reproducen el aspecto y la textura genital, pudiendo elevar a la pareja al éxtasis mientras se besa, mirándose a los ojos.

Lucía se sentía muy rara, como si no fuera ella misma, no sabía si por la demostración que había visto, si por el ambiente refinado que les envolvía o por el brebaje o té que le había dado a tomar. La monitora,  percibiendo su confusión, le inculcó una serie de reflexiones para grabarle en la mente que para penetrar en la mística del placer tántrico, tenía que compartir todo lo  bello de sí misma, no ocultarlo ni reservarlo.

Tenía que acceder a la nada existencial, pensar que no era nadie, que era sólo suya y no pertenecía a nadie. Su misión en el amor tántrico, como mujer y diosa del placer, era gozar largamente y traspasarle al hombre su gran energía sexual, ayudándole a controlar sus eyaculaciones y atemperando sus ritmos para recibir el premio de un placer prolongado lleno de exquisitos orgasmos.

Estaban recostadas, a corta distancia, sobre blandos cojines en la cama futon, en medio de un  espacio perfumado con los inciensos nepalíes, las velas, la música suave y relajante para el reencuentro con un nuevo yo interno. El recinto presentaba una cualidad paradisíaca, donde la sensualidad era como una corriente eléctrica con fuerza propia, invitando a perder la personalidad.

-Tienes que abrir tu espíritu a través de tus ojos, vaciarte mentalmente para ampliar el espacio de tu libido.

-Mírame fijamente a los ojos. –ordenó Iris.

-Piensa en tu chico como sujeto de placer. –siguió Iris.

-Ahora hazlo en otro hombre distinto….-insistió.

-Muy bien Lucy, despides casi la misma luz en un caso y en otro. Te estás liberando de tus apegos y condicionantes.

-Te quiero descubrir lo que son los chakras. Los siete centros de almacenamiento de energía que fluye por unos circuitos conocidos. Para la propia fluidez de energía es necesario abrir los chakras y dejarla salir. Como ejemplo, te sugiero  probar a abrirte el más importante de los  siete canales que  existen.

-Vale, si. –admitió Lucía con naturalidad.

-Mira, así....  -respondió ella, posando su mano un poco más abajo de su  ombligo.

Iris se acercó más a su alumna, para mantener su mano derecha por debajo de la sudadera, con la palma pegada a la trémula piel de su vientre inmóvil. La otra mano igualmente se apoyaba sobre el final de la espalda de Lucía. Ella le dejaba hacer y así estuvieron varios minutos. Lo cierto era que el contacto de sus dedos extendidos en un lugar tan sensible, rozándole el área velluda del pubis le producía unos síntomas muy sospechosos, alterando sus pulsaciones con  un  hormigueo interno creciente.

La monitora no tardó en darse cuenta de que su  manipulación había sido efectiva. Retiró sus manos y  puso una apoyada sobre el rostro  de la chica.

-Ves..? Comprueba que caliente está mi mano, te he abierto el chakra sexual y ha funcionado. Ahora tienes las mejillas muy rojas …!  -exclamó.

Lucía puso cara de asombro, con un gesto de complicidad. Iris  se animó a comprobar si la chica estaba en el buen camino, se volteó hacia ella acariciándola cautelosamente los brazos, hombros y espalda. Confiada,  retuvo a su alumna abrazada durante un  instante, con su cuerpo pegado al suyo.

-Sabes? Tenemos muy buenas vibraciones. –le dijo sin soltarla.

-Vale, pero suéltame  un poco. Me pones nerviosa….!

-Ese nerviosismo es por la erupción de tu energía, Lucy. –le dijo

  • No sé lo que me pasa, será por el hecho de que eres mujer. –le respondió Lucía.

-Que pasaría si fuera un hombre,  por ejemplo el maestro, en lugar de ser yo? –provocó Iris.

-Creo que nada. –respondió Lucía.

-Ja..ja, me gustaría verlo, Lucy.

-Acaso tu eres lésbica, Iris? –interrogó Lucía.

-Yo soy bisex, pero el maestro Ravi no me permite implicarme con las alumnas del centro.

Para Iris, Lucía parecía algo reservona y retraída, pero, debido a la poción que le añadía al té, su resistencia era muy pasiva y manejable. El maestro le había encargado que fuera debilitando la voluntad de su alumna para anular su actitud defensiva,  sin que ella lo acusara demasiado.

Después de un corto silencio, Iris tomó la iniciativa una vez  más.

-Ya que te he alterado el ánimo, creo que debo relajarte con un masaje tantra simple, como el que hemos visto antes en el vídeo.

Lucía no se opuso para nada, sin entenderlo bien, según avanzaba la sesión se sentía más sumisa a participar en cualquier  juego, a ser una pieza más de aquel escenario misterioso e incitante,  sin ganas de actuar  por la razón.

Antes de empezar, se dieron una ducha para iniciar con el cuerpo relajado. Le dio  una prenda de ropa sedosa para cubrir su desnudez después de la ducha. Lucía  fue al cuarto de baño para volver en unos minutos envuelta con un pareo anudado por encima de los senos, que le cubría hasta las rodillas. Iris aparecía con otro pareo anudado a la cintura dejando sus pechos al descubierto.

-Túmbate boca abajo, Lucy –le ordenó

Iris se arrodilló sobre la misma cama de futon colocándose alrededor de las  piernas extendidas de Lucía. Comenzó a darle fricciones suaves y prolongadas sobre la nuca. Acto seguido tomó un frasco de aceite especial, derramando una porción sobre el hueco de su mano derecha para aplicarlo friccionando  sobre su espalda, masajeando con deleite y movimientos lentos su zona lumbar;  después, pasó a acariciarle los  hombros, sin dejar de tocar ni un milímetro de su piel, con recorridos repetidos en varias direcciones.

-Humm...qué sensible te noto! -comentó Iris.

-Si...! -le respondió ella tímidamente.

Sus dos manos siguieron deslizándose suavemente por su piel, debajo de la seda del pareo,  alcanzando su mano a rodear el cuello de Lucía, acariciándolo con tacto firme y casi opresivo. Le practicaba el masaje en una ejecución perfecta, mientras le prodigaba exquisitos tocamientos le dedicaba palabras incitantes sobre su cuerpo como fuente de placer. También le hacía muchas preguntas personales sobre su sexualidad, así como comentarios favorables sobre el maestro Ravi y sus excelencias personales. En un movimiento cuidadoso le subió el pareo hasta la comisura de las nalgas, antes de abordar sus piernas como si estuviera modelando una escultura, palpando sabiamente el dorso y el interior de sus muslos. Sus dedos la tocaron concienzudamente durante un largo rato, recreándose al final en un manoseo insistente de sus nalgas por debajo de la tela.

Lucía, por su parte, aguantaba complacida la acción de las  manos hábiles y resbaladizas de Iris. Mientras la trataba le iba diciendo palabras halagadores sobre su piel tersa y sedosa, sugiriéndole cuánto atrae a los hombres esa cualidad del cuerpo femenino. Con aire de misterio le confesó que leía en sus ojos la añoranza por un ser nuevo en su vida, alguien que pudiera cumplir sus fantasías sensuales. Creía que el objeto de su deseo oculto era un hombre sensible y atractivo, que estaría en alguna parte deseando complacerla con gusto. Con todo y sus palabras, la monitora logró intrigar a Lucía y hacerla sentir motivada al despertarle fantasías sobre otros hombres. Sentía una extraña complacencia, dudando si estaba en el mundo real o en una delirante experiencia de deseos desordenados. Ya no pensaba que aquello pudiera tener intenciones torcidas de Iris para avivar su sensualidad con alguna finalidad indeseada.

-Te gusta lo que te he hablado mientras te hacía el masaje? –pregunto Iris.

-Sí, estuvo muy bien.

-Te ves pletórica y caliente, emites una poderosa sensualidad. –comentó Iris.

Ella seguía en silencio, con la cabeza hundida sobre una almohada.

-Creo que algún día te hará bien expulsar esa sobrecarga.

-Espero que no sea necesario llegar a tanto, Iris.

-Date la vuelta hacia arriba para terminar el masaje, porfa…. –sugirió Iris.

Lucía se revolvió lentamente quedando recostada sobre su espalda, facilitando que Iris le aplicara aceite en la base del cuello y los hombros.

-Te importa que te friccione los pechos? –inquirió la monitora.

-No, eso mejor que no! -protestó ella débilmente.

-Porqué no, mujer? Venga…no pasa nada, déjate y verás que bien te sientes.

Lucía, se quedó callada, sin responder, mientras contemplaba el techo de la sala. En ese momento hubiera deseado tener voluntad y escapar de allí súbitamente, pero no se atrevió a desperdiciar el  alivio corporal que le estaba facilitando su instructora.

Entonces, Iris tomó un pañuelo de tafetán negro y se lo ató alrededor de su cabeza cubriéndole los ojos, diciéndole que era para sacarla de la realidad diaria  y  hacerla descender al mundo subconsciente. Le desató el pareo que la cubría y se lo anudó más abajo, alrededor de la cintura, dejando ver la hermosura de sus pechos turgentes y tentadores. Lucía, pudorosamente se cubrió los senos con las manos, pero Iris se las retiró sin esfuerzo, rodeando  con delicadeza los  pechos de su alumna, con las dos manos bien lubricadas; luego  procedió  a acariciarlos y amasarlos profusamente con afanosa maestría.

-Tienes unos pechos preciosos, Lucy. Son algo envidiable, te lo confieso!  –exclamó Iris.

Luego comenzó a oprimir los pezones, retorciéndolos entre sus dedos, según se iban tornando duros y erectos. Mientras, la tentaba con palabras para provocarle fantasías de tipo erótico.

Lucía disfrutaba en silencio de las travesuras y de las  amables  caricias de la monitora, quién percibía su  acalorado  estado de ánimo por la agitada respiración de su alumna. De nuevo, comenzó a hablarle del maestro Ravi, alabando su magnetismo y sus cualidades viriles poco comunes, mientras sus manos se extendieron por debajo de las costillas, y el vientre hasta las caderas, rozando el pareo, avanzando sus dedos por el corte lateral de la túnica de seda, con curiosidad y osadía,  para explorar su pubis lentamente. Lucía carraspeó ligeramente en señal de alarma, apartándole la mano para detener el avance hacía su entrepierna, lo cual hizo desistir a Iris momentáneamente, pero sin renunciar a su  objetivo provocador.

-Te hago el masaje “Yoni”, Lucy, a estas alturas veo que lo necesitas. Es delicioso ya verás. –dijo Iris.

Sin esperar respuesta, siguió tocándola con pericia hasta conquistar la fortaleza del “Yoni” de su alumna. En ese momento Ravi había entrado sigilosamente en el saloncito, permaneciendo de pie para contemplar embelesado el buen trabajo de su ayudante. Ravi siguió allí mudo, con ojos de lujuria clavados en los preciosos pechos de su alumna, notando que por su respiración acelerada, la chica debía estar en trance de admitir cualquier cosa. Pero él, aun contra su deseo,  tenía que demostrar que el sexo tántrico no funcionaba a impulsos del primer calentón, era otra cosa. No era cuestión de pasar de la nada, a la súbita explosión incontrolada del deseo. Ravi estaba loco por entrar en juego con su alumna, pero a pesar de verla tan dispuesta, como  buen tantrista, él sería quien elegiría el momento.

Los dedos de Iris colmaban de exquisitas caricias el “Yoni” de Lucía, que en esos momentos era como un volcán en erupción; al tocarle su botoncito de fuego la chica tensó su cuerpo para potenciar el roce de los suaves dedos de Iris. El pulgar se ocupaba del clítoris y otro dedo  se perdía tanteando el interior de la gruta rosada y húmeda de Lucía, produciéndole un intenso goce, que le hacía morderse los labios. Viéndola en el colmo de su éxtasis, Iris le dijo, mirando a Ravi con complicidad:

-Estás en el punto ideal, Lucy. –afirmó Iris.

-Hummm…creo que si! Me has puesto a mil! –dijo Lucía suspirando.

-No te gustaría mejor tener contigo al maestro Ravi?

-Sii…¿qué dices? no, no! –rectificó  Lucía.

-Ja, ja! Creo que se lo que te pasa, nena. –insistió Iris, mientras miraba al maestro significativamente. Él le hizo una seña negativa con la cabeza y desapareció, incapaz de ver más.

En seguida, Lucía comenzó a agitar su cuerpo por las convulsiones de su orgasmo, mientras Iris extraía sus dedos mojados del interior del sexo de su alumna. Le quitó el improvisado antifaz para dejarla ir a la ducha.

-Parece que ha estado super rico, no? –bromeó Iris.

-Uufff…si! No esperaba hacer esto. –contestó Lucia

-Si disocias el cuerpo de tu mente, aquí podrás experimentar todo. Lo que pasa es que ahora no estabas preparada y se ha demorado tu clímax. Este ejercicio tienes que hacerlo más veces para controlar los tiempos de tu excitación y acoplarte a tu pareja.

El  tiempo había corrido por su cuenta y ya era la  hora  de finalizar la sesión. Se despidieron hasta el día siguiente.

MIÉRCOLES. Esa tarde, Lucía volvió al centro para tener su tercera sesión de “entrenamiento”. Pensaba que Iris lograba siempre provocar su excitación pero la desviaba a su jefe. ¿Seguía instrucciones del maestro o era para no comprometerse personalmente?  De todas formas, no se acostumbraba a que fuera una mujer quien le realizara tales tocamientos.

Al recibirla, la monitora  la miró con interés, comprobando que todo iba bien. Se dieron el baño habitual, aligeraron sus ropas y una vez en el saloncito, Iris  puso en marcha todos los elementos ambientales que formaban parte del juego. Sin faltar la misteriosa  y alienante infusión.

La lección del día, en el vídeo,  consistía en las dos modalidades muy sexuales de masaje, del “Lingam” (miembro masculino) y del "Yoni" (de la vagina) incluido un final feliz. La sesión en el video se representaba también por  Iris junto con el maestro Ravi, que aparecían completamente desnudos.

-Abre bien los ojos, Lucy….! –exclamó Iris.

La visión de la pareja preparándose mutuamente impresionó mucho a Lucía, especialmente los hábiles tocamientos de Iris sobre el espléndido paquete genital del maestro, hasta que su miembro adquirió un tamaño espectacular. Luego el hombre acarició el portal del placer de su ayudante, mortificándola con sus sabios dedos,  para que ella le invitara a penetrarla  de forma prolija, hasta ultimar la unión sexual completa. Era lo más excitante que había experimentado visualmente esos días.  El momento de la penetración era una toma impresionante hecha por un cámara experto. Se podía ver como el grueso “Lingam” del maestro abría en redondo los labios genitales de Iris y se hundía en su cuerpo. Luego, los vaivenes de sus cuerpos, pujando por encontrarse en movimientos rítmicos controlados, la muestra perfecta de cómo lograr una larga cópula, en la que la mujer disfrutaba intensamente hasta el final.

Lucía, veía así al maestro por primera vez, al natural, confirmándose a sí misma la buena impresión que se había formado sobre él, pues como hombre no se le podía pedir más, ostentaba unos atributos de hombría generosamente dotados.  Envidió a Iris por poder gozar, sin trabas, con un garañón tan interesante como parecía el maestro.

Después de la visión del vídeo, Iris la invitó a seguir con ejercicios del Maithuna. Como ejemplo, le propuso a Lucía realizarle otra vez el mismo masaje sexual del “Yoni” para intentar demorar el momento de su clímax.

Lucía sospechaba que el maestro se interesaba por el progreso de las sesiones de cada día. Iris parecía actuar siguiendo sus instrucciones personales estrictamente, averiguando todo lo que podía de su libido con preguntas inocentes, para luego informar al maestro. Para Iris suponía una tentación el aspecto físico de Lucía, la muchacha estaba realmente buena, muy deseable y rebosante de lozanía. Además, le agradaba el hecho de que su alumna se mostrara asequible a sus manejos. Lucía debido a la necesidad de su cuerpo joven por experimentar  las invenciones sexuales de su instructora, tenía sus hormonas muy activadas.

-Iris, me estaba preguntando si tu y el maestro Ravi sois amantes.

-Sólo compartimos algunas cosas, incluido el sexo. Él es excepcional en el arte del amor. –contestó ella con devoción.

-¿Y tú, Lucy? ¿Hay un segundo hombre en tus sueños? –interrogó Iris.

-No, en mi mente solo habita Carlos, aunque últimamente en algunos momentos de las sesiones tántricas  me siento rara, como si no quisiera ser de nadie, y al mismo tiempo ser deseada por  todos. -respondió Lucía con aire ausente.

-Si, pero entre tantos habrá alguien de carne y hueso, cuyo nombre ocupa tu pensamiento. –afirmó Iris.

-No, sólo veo un cuerpo sin rostro, como alucinando, alguien que me persigue por una playa desierta hasta que me alcanza, me atrapa por detrás y me derriba para poseerme. En ese punto vuelvo a la realidad –dijo Lucía.

-Eso es premonitorio, detrás de ese hombre hay alguien que pronto ocupara algo más que tu mente, querida Lucy. Quienquiera que sea, yo te estoy preparando para él, porque estoy segura de que te hará mucho bien. -concluyó la monitora.

-Desde que vengo aquí noto un cambio. Al regresar a casa por la noche, me cruzo con hombres que me sueltan miradas o palabras procaces que se me quedan grabadas, como si fuera sensible a ellas.

-Eso es que estás en celo, Lucy. Puede leerse en tus ojos que tu libido está a flor de piel.

Lucía, escuchaba aquellas sugerencias, confundida, como en un sueño poco profundo, sin atreverse  a fijar su pensamiento en la identidad de ese ser misterioso que parecía predestinado a ella.

Iris, cambiando de tema, le comentó a Lucía que había observado con sorpresa el imponente aspecto de su sexo con todo el vello natural. Sin embargo, su consejo era rasurarlo, ya que entre otras cosas, los masajes resultaban mucho más placenteros.

Lucía respondió que le daba pereza depilarse ese sitio porque el vello le crecía rápidamente y le creaba una tarea casi diaria.

-Yo misma puedo hacértelo, Lucy, aunque sea para estos días del taller. –propuso Iris.

-¿Ahora..?

-Si, claro. ¿O prefieres que te lo haga el maestro? A él le disgusta un sexo peludo, ya viste en el vídeo como también va rasurado totalmente.

  • Espera y verás. –dijo Iris desapareciendo  camino del cuarto de baño.

Al poco regresó con una toalla, una maquinita de afeitar y un frasco de espuma. Le subió el pareo dejando a la vista la hendidura rosada  de su sexo entre un matorral de vello negro y abundante.

-Un “Yoni” tan lindo como el tuyo no puede estar así, tan oculto, Lucía. –le dijo mientras aplicaba la espuma sobre su pubis, bajando hasta cubrir toda la vulva.

Le puso un cojín debajo de las nalgas y le abrió las piernas todo lo que podía, para facilitar su acción con la afeitadora. En unos minutos, la monitora le rasuró todo el vello con suma delicadeza, quedando su sexo depilado como  hecho de manos profesionales, dejando en el suelo un montoncito de flecos negros ondulados.

-Ves qué bien? Te ha quedado un coñito de quinceañera, como para comérselo. –bromeó Iris.

-No te pases….eh? –protestó Lucía.

Lucía se dirigió al baño para lavarse su zona genital de los restos de la depilación, regresando semidesnuda, envuelta en el pareo.

-Ahora ya podemos continuar con el masajito sexual. –avisó Iris.

-No, por hoy ya está bien, lo dejamos para la sesión de mañana. –repuso Lucía.

Lucía se vistió y salió del centro en dirección a su casa. Esa noche habló con Carlos y le contó sus impresiones del día, sin entrar en todos los detalles. Su novio le comentó que no creía que sirvieran gran cosa estos ejercicios con la monitora, pero que podía continuar a ver qué pasaba.

JUEVES. Otra tarde más Lucía acudió  a la cita para seguir las prácticas con la chica tantrika. Le abrió la puerta, la misma monitora, quién al ver a Lucía llegar tan radiante y coquetona, le dio la bienvenida alegremente.

La chica se fue directamente al cuarto de baño, se duchó y regresó en un momento con el pareo de seda puesto. Mientras, Iris ya estaba preparando toda la parafernalia antes de iniciar el taller. Le sirvió el té, que ese día le pareció más fuerte que de costumbre.

Por no repetir los contenidos de los vídeos, esa tarde las dos se pusieron de acuerdo para prescindir del mismo. Se notaban entonadas y dispuestas a seguir con algo más fuerte, así que decidieron proceder una vez más a la práctica del masaje “Yoni” (vagina). Sin más preámbulos, la monitora procedió a retirarle el pareo a Lucía al tiempo que ella misma se desprendía también del suyo, quedándose las dos desnudas.

-Esto no nos hace falta ahora, pero sí que  te voy a poner un tapaojos para que desciendas al paraíso de tus fantasías, libre de tabúes y prejuicios. –dijo, anudando el pañuelo de tafetán negro  sobre los ojos de Lucía.

Iris la invitó a tumbarse boca abajo, vació un poco de aceite lubricante sobre el hueco de su mano y comenzó a masajear con gran esmero todo el torso de su alumna.  Seguidamente, deslizó sus dedos untosos por sus torneados muslos, deteniéndose en el inicio de los glúteos para dedicarles un tocamiento a presión, explorando con sus dedos la gloriosa hendidura entre sus aterciopeladas nalgas. Lucía tenía un cojín debajo de su vientre, para elevarle el trasero y hacer que las friegas alcanzaran mejor su zona genital y anal. Después de unos minutos de sutil tratamiento, la hizo voltearse hacia arriba, recostada sobre la espalda, con un cojín debajo de las nalgas, y las piernas abiertas y un poco dobladas. La monitora tenía ahora a su alcance el delicado “Yoni”  de Lucía y otras partes deseadas de su lujurioso cuerpo; volvió a  llenar  la palma de su mano con el aceite, explorándole el abdomen y los pechos, de forma gentil, creando un preludio antes de tocar el “Yoni”. La magia de sus dedos se dejaba sentir friccionando sus senos con manos voluptuosas y exprimiendo delicadamente los pezones marrones  y erectos.

En ese momento, aprovechando que Lucía yacía recostada con los ojos tapados, el maestro irrumpió en el saloncito a observar, en absoluto silencio, los progresos de las dos chicas.

-Respira...! Relájate, Lucy! -dijo Iris.

Se inclinó sobre su cara para darle la respiración profunda a la que ella se acomodó gustosamente.

Seguidamente, aplicó una porción más de lubricante en el montículo de Venus, extendiéndolo a los  labios vulvares, untando hasta cubrir la parte exterior de la vagina, ahora sin vello más encarnada y sugerente. Sus caricias se fueron concentrando en la zona genital, iniciando un masaje prolijo y gustoso, con las palmas de la mano masajeaba oprimiendo la vulva, insistentemente, luego se dedicó a atrapar cada labio mayor con los dedos índice y pulgar, con suave frotar a lo largo de ellos. Después pasó a acariciarle el clítoris con la yema del pulgar en diversas direcciones, atrapando su botoncito entre dos dedos, con moderada presión durante un tiempo. Lucía, resistió en la cumbre del placer  durante un breve tiempo, pero pronto su respiración se transformó en forma de fatigosos suspiros.

Entonces, Iris  la recostó más horizontal. Ravi contemplaba babeando de entusiasmo la escena de Lucía abierta de piernas con el “Yoni” sonrosado, en carne viva, humedecido, entreabierto y listo para ser  penetrado, sintiendo que su “Lingam” se iba parando tieso como un mástil. El maestro pensó que era el momento y se desprendió de su ropa, acercándose cuidadosamente a las chicas y haciendo una seña a Iris para ocupar su lugar.

Lucía, excitada y trastornada por la dosis especial de té de ese día, suspiraba imaginado las fantasías que le había inculcado Iris sobre el maestro y su extra poder sexual, estaba tan cachonda que deliraba anhelante un último toque para exhalar su ardor.

Iris viéndola en estado cercano al éxtasis, le dijo:

-¿Estás pensando en el maestro, verdad?

-Siii….creo que es él, Ravi…! –dijo Lucía con voz débil.

Iris, al ver al hombre enarbolando su espléndida verga en la  mano, decidido a culminar el tratamiento,  se apartó a un lado sin decir palabra, para observar la improvisada actuación del maestro.

De repente, Lucía sintió el contacto de algo extraño pujando por entrar en su “Yoni”, pensando en principio que se trataba de algún juguete erótico que le introducía Iris, pero en seguida reconoció  que no era ninguna broma, cuando sintió que era la cabeza dura y suave de un “Lingam” de carne caliente que empujaba firmemente para ocupar la  cavidad genital de su ardiente “Yoni”.

-Ay..!  aayyy…! Dios mío …qué es esto? –musitó Lucía.

El maestro cambió el ángulo de entrada de su crecido “Lingam” (pene) para acoplarse mejor  y  no  causar dolor a la chica.

Cuando Lucía quiso reaccionar ya era tarde, tenía alojado en su “Yoni”  un enorme “Lingam” parado que la llenaba hasta el mismo útero. Al mismo tiempo notó el peso y el contacto apabullante de un hombre, yaciendo sobre ella. Por el perfume, la corpulencia del sujeto, así como por el tamaño notable del miembro, era inconfundible, comprendió lo que estaba pasando, y adivinó que era el maestro Ravi que había decidido aparearse con ella por sorpresa para practicarle la unión sexual sin esperar a más. Instintivamente, quiso quitarse el pañuelo de los ojos, para protestar por esa especie de encerrona, esa intromisión inadvertida de Ravi, pero su confusa mente solo escuchaba la voz del placer que le estaba empezando a dar el hombre de sus fantasías. Así,  lo pensó mejor y se abandonó a la corriente de aquella farsa en forma de cópula misteriosa. Sintió una increíble sensación de alivio al notar que su intenso deseo empezaba a ser satisfecho de forma contundente. Un silencio absoluto se hizo dueño del ambiente. Entretanto, sucedía lo que sigue:

El “Lingam” del maestro, una vez dentro del “Yoni” de Lucía, se había moldeado un asentamiento natural  entre sus carnes, adaptado a su forma y tamaño. Después, comenzó a deslizarse entrando y saliendo  con sacudidas cortas y poco profundas, apuntillándola con su  grueso glande, fustigándole solo la entrada de la vagina, con golpes rápidos hasta que Lucía comenzó a sentirlo fuertemente. Lucía disfrutaba encantada de las entusiastas embestidas que le sacudía el maestro, durante largo rato, echando el fuego de su cuerpo por medio de fuertes gemidos. Aguantaría hasta el final para no romper el hechizo del momento. Luego Ravi cambió a mover sus caderas en movimientos más lentos, más profundos y más suaves, haciendo que ella empujara  al mismo ritmo que él le marcaba. El maestro aguantaba tenso y caliente, moviendo su pelvis con un bombeo constante y maquinal, controlando su excitación durante mucho tiempo, sin venirse abajo. Cuando su excitación estaba a punto de llegar al punto extremo, sacaba su “Lingam”  y  recolocaba a la chica para  penetrarla  en otras posturas.

La cópula duró algo más de una hora, donde él aprovechó los cambios para controlar su extremada excitación, de manera que agarrando el cuerpo de la chica, como si fuera una muñeca, la montó en posición misionera, por un lado, extendida sobre él y a cuatro. En los cambios de posición él aprovechaba para cubrir su cuerpo de besos y caricias, sin habla, para no declarar el conocido secreto de su identidad. Ella, suspiraba quejumbrosa de gusto, sin pronunciar palabra. Cuando Ravi parecía que su orgasmo tántrico se podía desbordar, amainaba sus embestidas y superaba el punto culminante para seguir más y más.

Por su parte, Lucía le respondía follando muy entregada y gustosamente; después del primer tramo de su exagerada excitación se fue adaptando y resistió bien durante un rato, luego cambió de su pasividad inicial a la participación activa, pero pronto la larga y concienzuda preparación que llevaba, así como el buen hacer de Ravi, empezó a hacerle efecto provocándole una reacción genital muy intensa obteniendo como premio un  extraordinario orgasmo. Después, se volvió a correr por segunda y tercera vez de forma intermitente  y desconocida para ella. A cada orgasmo, su respuesta no era la de siempre, sino que en vez de relajarse se mantenía en la misma punta de excitación, volviendo una y otra vez a sentir el clímax múltiple, llorando de placer como no lo había hecha jamás.

Iris se había retirado momentáneamente, incapaz de resistir la contemplación de aquel ardiente festival de sexo. Los dejó a solas, reapareciendo cada cierto tiempo. Habían perdido la noción del tiempo, sin darse cuenta de la hora, hasta que finalmente Ravi comenzó a golpearle el sexo bruscamente con su “Lingam” a lo que Lucía respondía con quejidos, elevando sus caderas ligeramente, cogiendo a un ritmo frenético, para forzar la apoteosis de placer. Entonces, ella sintió  de nuevo la inserción de la  poderosa virilidad del maestro, que amenazaba con llegar hasta sus entrañas, avanzando voluptuosamente, topando con el mismo cérvix. Estando así, Ravi estalló finalmente en una eyaculación tremenda, que dejó el “Yoni” de Lucía inundado de una abundante descarga de esperma, largo rato acumulado.

Ravi, con un gesto triunfador extrajo su “Lingam” en estado de flacidez, del que colgaba todavía un hilillo de semen, desfallecido después de tan prolongada erección. Sin decir esta  boca es mía, desapareció por donde había venido, satisfecho de haber cumplido su tarea a la perfección y de haber disfrutado enormemente de su linda alumna. De esta forma, Lucía descubrió que los poderes genitales y el aguante del maestro eran algo más que una fantasía de Iris y que el sexo tántrico era una forma especial de hacerlo. Era tan bueno, como un lujo inalcanzable, que no podría practicarse a diario.

Entonces, Ia monitora  que había regresado a su puesto, procedió a quitarle el pañuelo de los ojos, quedándose las dos cara a cara.

-No debí haber consentido esto…sabes? –lamentó Lucía, con el rostro todavía congestionado.

-¿Porqué no? He presenciado todo el acto y humm…parece que lo has cogido con muchas ganas y te sabía  bien rico….! –dijo Iris.

-Lo has preparado tu todo, verdad? –inquirió Lucía.

-Si, la verdad. Él me lo había pedido …y yo le he dado toda la información sobre ti para asegurarse de que ya estabas lista para aceptarle.  –respondió Iris.

-Si, pero eso de que alguien me folle sin contemplaciones, ni  protección alguna….!. –se quejó Lucía.

-En el tantra no se usan los condones y menos el “coitus interruptus”, pero no te preocupes por eso, él que te lo ha hecho tiene el test reciente de salud sexual.  Una analítica sobre VIH y ETS, con resultado negativo. Mañana te lo mostraré para que te quedes tranquila. Solo podría dejarte preñada, si tú no llevaras protección anticonceptiva. –dijo Iris.

-Tú podías haberme preguntado. Menos mal que por mi parte no hay problema. Además,  yo últimamente sólo  he tenido sexo con mi novio. –contesto Lucía.

Lucía pasó por el baño rápidamente para limpiarse  el semen que fluía de su sexo.  Sentía su cavidad genital irritada por haber sido fustigada tanto tiempo por aquella enorme verga, notando ligeras molestias al caminar. Después, no se entretuvieron para nada, las dos mujeres se despidieron hasta el día siguiente. Esa noche, Lucía se fue a dormir  recreándose en las sensaciones recién vividas y en seguida se quedó dormida como un ángel, exhausta y relajada, disfrutando de un sueño reparador y placentero.

VIERNES. El viernes, último día de su asistencia al centro de tantra, Lucía se presentó como una perrita en celo, en busca de su ración de placer disfrazada de aprendizaje, pensando que después de lo ocurrido el día anterior, el cristal ya estaba roto y  ya la suerte estaba echada. Se quitaría la careta y no disimularía más.

El maestro Ravi la recibió directamente, saludándola con una risita pícara y misteriosa.

-Estás bien,  Lucy? –preguntó Ravi.

-Si, si, me siento bien. –respondió ella.

-Ahora ya puedes decir que conoces todos los secretos del sexo tántrico. –le dijo el maestro

-Si, eso parece, pero creo que alguien se salió del guión, sin darme otra opción.

-Es mejor así, Lucy, si no, los prejuicios te hubieran anulado tu ansia de gozar. Yo sé que lo querías.

-Mira mi prueba de salud sexual reciente. Y esta otra es la de Iris. No va a pasar nada, nena! –le dijo él mostrándole unas hojas.

La tomó de la mano y la condujo al saloncito, para iniciar a solas la última sesión del taller, la confirmación de su aptitud  sexual, como habían convenido al principio. Iris se sentía indispuesta esa tarde y no podría estar presente.

-Ha sido genial, como Iris te ha puesto a punto para mí. Tiempo bien aprovechado. Hoy vamos a  comprobar, pero esta vez  abiertamente, sin tapujos ni pretextos de ningún tipo, mirándonos a los ojos. –avisó Ravi.

Ravi  se sentía dueño y señor de la situación, se le veía tranquilo y orgulloso en su papel, más de amante que de instructor. Ella, le miró con ojos profundos, se sentía como entre nubes, olvidada de quién era realmente, solo existía la mujer gozosa dispuesta a caer otra vez en los brazos del hombre que tenía delante.

Después de los preparativos del salón, el maestro la hizo recostarse sobre el futon, tumbándose junto a  ella, se dispuso a  abrazarla con fuerza, enrollando sus cuerpos completamente pegados para besarla largamente en la boca, en una demostración del beso pasional en toda regla. Compartieron sus salivas y sus lenguas calientes, se enzarzaron en una batalla de succiones bucales y mordiscos incruentos, hasta que los labios de Lucía y sus comisuras estuvieron visiblemente congestionados por tantas fricciones.

Fue un beso perfecto, un anticipo muy rico, en el que ella participó muy activamente, como una novia enamorada.

-Mmm…, tu sabor es delicioso, Lucy! –le dijo él.

Ella le sonrió dulcemente como respuesta.

-Creo que tenemos tan  buena química personal, que podríamos alcanzar el orgasmo solo besándonos.

-Tu crees…? –desafió ella.

-Siii…sabes que te deseo con muchas ganas, Lucy!  Ojalá fueras siempre mía…!

El maestro la tomó por la cintura sentándola sobre su regazo, abrazado a su cuerpo, acariciando su cabello por la nuca y besando con chasquidos de sus labios su cara y su cuello, con gesto cálido y delicado. El hombre se sentía feliz de la posesión que estaba consiguiendo. Sus ojos centelleaban de dicha y lascivia al observar el canalillo de los bonitos pechos de Lucía en el inicio del escote. Entonces sus manos descendieron por debajo de la ropa para agarrarse ansiosamente a los deliciosos senos de su alumna.

-¿Sabes, Lucy? Esto es un milagro, no estaba seguro de que podría tenerte así, de complacerte toda. –confesó Ravi.

-Ni yo misma se como he llegado a consentir tanto,  contra mis sentimientos, pero ya ha pasado y no quiero pensar más en ello. –dijo Lucía.

-Me gustas mucho, Lucy. Al verte sola y sin la atención que mereces, hice una locura por conseguirte. Tú sabías algo, verdad? –dijo Ravi.

-Bueno, como dice Iris, hemos matado dos pájaros de un tiro. –contestó Lucía.

-¿Qué es eso? –preguntó el maestro.

-Tú me has hecho una demostración viva de sexo tántrico y al mismo tiempo me has dado algo que me faltaba.

Me dijo Iris que desde que viste nuestro vídeo de Maithuna, haciendo sexo juntos, te impresionó mucho a mi favor. Por eso, pensamos que era posible meterme en tus fantasías eróticas para que pudiera pasar esto.  Ella es muy bruja y sabía como sacar tu mente del cuerpo y abrirte para todo. –confesó el maestro.

-Ahora me explico lo de las infusiones, cada taza de té me hacía más tuya. –respondió Lucía.

-Hummm….ahora, vamos al baño, princesa! –dijo Ravi.

Él la tomó  por la cintura y la acompañó al cuarto de baño, entrando con ella. Una vez desnudos, uno frente al otro, Lucía se quedó indecisa contemplando la pequeña serpiente medio adormecida que había entre las piernas del maestro. Ravi poseía un pene de piel oscura, de un grosor inusual, aun en estado de flacidez se veía como una verga extensible, coronada por un glande cabezudo en forma de seta y bien diferenciado del resto del tallo. Más abajo, la bolsa de piel marrón oscuro colgaba por el peso de dos huevos compactos que  la llenaban en buena parte. El maestro al ver que ella estaba como fascinada contemplando su miembro, sin decir nada,  tomó la mano de la chica amablemente y la puso sobre su pene, hasta que Lucía abrió los dedos y lo acarició temerosa, notando como esa carne suave y cálida     iba creciendo y cobrando vida propia según la iba tocando. Lucía lo agarró, empuñándolo con una mano mientras con la otra acunaba la  bolsa,  sopesando amorosamente  sus voluminosos testículos. De forma compulsiva, Lucía  disfrutaba recreándose en la posesión de los atributos de su maestro, algo casi increíble para ella,  como si fuera un botín de guerra, de esa guerra que había sostenido contra sí misma, mientras él, embelesado, acariciaba sus pechos.

Luego, la mano del hombre subió arrastrándose por su cuello hasta alcanzar la boca de su alumna, apoyando el dedo pulgar sobre el labio inferior, avanzando ligeramente hasta  que quedó atrapado entre los labios de la chica; el maestro al comprobar que era aceptado, metió todo el dedo en su boca, esperando recibir una respuesta. Los labios y la lengua de Lucía se apresuraron  a chupar el dedo con deleite y absorberlo todo dentro de su boca. Ravi interpretó el gesto de la chica como una aceptación simbólica de su deseo,  la miró fijo a los ojos y ella le correspondió, chupándole el dedo con más fruición.

Sin duda alguna, los dos estaban pensando en lo mismo, solo el rito tántrico con su prohibición  los estaba frenando. Pero estaba escrito que todos los límites ya estaban superados. El maestro tomó la cabeza de Lucía con ambas manos,  empujando hacía abajo hasta que ella apoyó sus rodillas sobre el suelo de forma que su rostro quedaba frente al sexo duro y  parado del hombre, que rozaba la piel de su cara remoloneando en busca de su boca; ella  postrada delante del maestro, prendió gustosamente entre sus labios la verga rígida y vibrante, chupando y lamiendo aquel rico pedazo de carne que tanto goce le había dado ya. La cabeza hinchada del glande, a duras penas le cabía dentro de la boca.  Le propinó varias succiones, recordando otros tiempos donde iniciaba el acto sexual precedido de suculentas mamadas a su pareja.

Ravi, gruñía como un oso malherido, diciéndole entre dientes:

-Dame gusto, Lucy….!

Intentaba enterrarle todo su falo hasta la garganta, no había forma, aquella tranca no le entraba bien, no pudiendo tragarse más que la punta y poco más, a riesgo de asfixiarse. Lucía, lo chupaba y lo lamía con verdadero deleite, manteniéndolo con la mano, pasando su lengua por todo el tronco tiernamente, extendiéndose a chupar sus sensibles huevos como si fuera a devorarlos.  Era tan tremenda la excitación del maestro que Lucía estaba segura de llevarle pronto a su terreno y producirle un explosivo orgasmo líquido de un momento a otro. ¡Se estaban olvidando del modo tántrico!

El maestro de repente hizo una maniobra para sacar su polla de la boca de  su alumna, tomándola por las axilas y poniéndola de pie a su altura. Se abrazaron debajo del chorro de agua de la ducha, él tomó un frasco de gel y con mano  suave le dio una aplicación de jabón sobre los senos, que luego extendió al resto del cuerpo, deteniéndose en ciertos rincones, dándose fricciones y caricias mutuamente hasta que sus cuerpos se prendieron como teas. En posición de parados, como estaban, tuvieron un acceso sexual fantástico, con la pierna de ella elevada hacia arriba mientras él la penetraba, valiéndose de la longitud de su pene; luego cambiaron y aprovechando su  corpulencia,   Ravi  agarró a la chica por debajo de los glúteos, elevando  sus 55 kgs. para apuntar a su sexo  y clavarle su gruesa polla, mientras ella abrazando sus piernas a la cintura del maestro, se colgaba de su cuello, debatiéndose con ardientes besos en la boca. El acoplamiento y la penetración eran así tan profundos que Lucía comenzó a retorcer su cuerpo contra él, balanceándose en todas direcciones y  después de un rato dando ruidosos gemidos, se corrió sin remedio.

Luego, se secaron, él la tomó en brazos transportándola al futon, manteniendo un largo idilio sexual, intercambiando todas las caricias del mundo sobre sus cuerpos. Acostados en la cama futon se dedicaron a disfrutar de aquel increíble romance erótico, él la besaba los pechos con pasión, el cuello, lamiendo sus orejas hasta tenerla bien cachonda en busca del culmen del placer prohibido que gozaban. Era  la unión  sexual deseada, fuera de toda regla, mitad estilo tántrico, mitad sexo convencional, como cualquier pareja del lugar, pero de alta calidad y morbo por lo prohibitivo.

Ravi, con el pene bien duro y lubricado estuvo dentro de Lucía muchos minutos, corriéndose la primera vez como un toro, precisamente en el momento en que su alumna sentía la llegada de su segundo clímax, después de una larga cópula  con ella tumbada sobre el maestro, pecho a pecho, mientras él la sujetaba por la cintura moviendo sus caderas con las manos en todas direcciones. Lucía practicaba lo que había aprendido en los ejercicios de contracción muscular Ajroli Mudra, comprimiendo su hueco vaginal para aprisionar más fuerte la gruesa porra del maestro dentro de su sexo,  con lo cual le producía un  roce más intenso, que casi doblegaba su resistencia.

El maestro podía haber insistido en su método, pero renunció a ello, vaciándose en fáciles eyaculaciones, resultado de coitos suficientemente prolongados para hacer las delicias de la chica.

El hombre gozaba apurando sus cuantiosas energías, con ardor y adoración,  satisfecho a más no poder. Había tenido la suerte de encontrar a Lucía, una chica caída del cielo, linda, deseable y sensual, que en aquel momento andaba sedienta de buen sexo. Con el pretexto del taller de sexo, y lejos de su flojo enamorado, había logrado que ella se entregara totalmente, más allá del aprendizaje tántrico. Ahora los dos cara a cara, no había lugar para la pausada  mística del sexo tántrico, ni para el retardador  orgásmico que se solía aplicar para demorar sus descargas con ella.  Era tal la excitación que le producía Lucía que deseaba follarla intensamente, ocupando el lugar de su novio, para demostrarle la diferencia entre ellos.  Estaba teniendo grandes momentos con su hermosa y joven alumna, haciéndola gozar como ella necesitaba, poniendo así las cosas en su sitio.

Por su parte, Lucía se maravillaba de cómo aquel maestro Friki  y superdotado podía comportarse como una máquina de follar, controlando sus orgasmos en favor de ella, colmándola de gusto, y haciéndola gozar locamente.

La tarde llegaba a su fin, se soltaron para darse una ducha, vestirse y dejar el centro. Era ya entrada la noche. Tenían que dejarlo y no sabían cómo, pero Lucía, deseaba despejar  su cabeza, estaba inquieta por todo lo sucedido, próximo el regreso de Carlos.  Por su parte, Ravi no estaba dispuesto a soltar su  valiosa presa, le pidió cenar juntos como despedida. Después de la cena se fueron a tomar unas copas en un discreto pub cercano. Allí, entre trago y trago, tuvieron algunos escarceos,  hablaron de su aventura y del final de la misma.

-La hemos pasado divinamente, no crees Lucy? –dijo Ravi

-Si,  pero lo malo es que con mi pareja no será igual de momento, los fallos de Carlos me afectan.

-¿Qué modo de hacerlo te ha gustado más? –preguntó Ravi.

-El normal de aquí. El tántrico es fantástico, pero no es muy llevadero para el día a día. –aclaró la chica.

-Puede que tengas razón y que no sea tan práctico. No se adapta bien  al modo de vivir aquí.

-Tú conmigo funcionas perfecta de las dos maneras. Si en algún momento te apeteciera seguir, yo  te atenderé gustosamente en privado, si eso no estorba vuestra relación. –siguió él.

-No quisiera engancharme a eso. –respondió Lucía.

-También puedo convencer a Iris para que le haga un tratamiento de mejora  a tu novio; si eso no te pone celosa, podemos hacer algo los cuatro juntos.

-Ja..ja, qué ironía! –exclamó Lucía.

El maestro se acercó a su cara y le dio un beso, sujetándola y acariciando su espalda con una mano, le habló al oído, bajando su mano junto al cuello para posarla sobre su pecho. Antes de darse cuenta Lucía, esa misma mano se había deslizado discretamente por debajo de la ropa y estaba acariciando suavemente su pezón entre los dedos, al tiempo que le prometía una velada sublime si volvían al centro para pasar toda la noche juntos. No le fue difícil convencer a su alumna y a los pocos minutos ya estaban de nuevo acostados en el futon.

A lo largo de la noche, el maestro Ravi tomó a la chica por completo, estimulándole el coño  con su lengua mientras ella saboreaba su verga una vez más, en un 69 glorioso. Después, la volvió a poseer largamente, cogiéndola en varias poses, haciendo que Lucía se corriera varias veces seguidas otra vez. Habían logrado que los orgasmos de ella se expandieran a todo su cuerpo, produciéndole unos reflejos temblorosos desconocidos.

Ya en la madrugada, la verga de Ravi, extenuada, se le había aflojado de forma notable, aunque se resistía a sacarla de su sagrada madriguera, mientras Lucía yacía abandonada totalmente, con las piernas abiertas y extendidas, cubierta por el largo abrazo  del maestro, los dos tirados como fardos sobre el futon, él exhausto y ella relajada, después de tan largo  “entrenamiento tántrico”. Habían dormido muy poco, pero les había valido la pena.

A la mañana siguiente, serían casi las diez cuando despertaron. Antes de ducharse y vestirse para marchar a su casa, Lucía le dijo:

-Quiero olvidar esto, Ravi. Carlos ignora que tú has ocupado su puesto y que he estado practicando a solas contigo.

-Yo te guardaré el secreto y además respondo por Iris, ella no estará celosa, queda tranquila. –dijo el maestro.

Era sábado y lo dedicó a prepararse para recibir a su novio, que llegaba por la tarde. Se sentía exultante y feliz, pero también angustiada por las reacciones del primer encuentro con su pareja. El hecho de volver a su mundo real, le atenazaba la conciencia. Tendría que contarle otra historia más creíble de su experiencia en el taller.

Desde entonces, Lucía intentaba transmitirle a su novio la técnica y las sensaciones que había aprendido durante la semana de taller tántrico, incitándole a tener sexo con frecuencia para obtener resultados cuanto antes. Sin embargo, guardaba en su interior el regusto de los grandes momentos  con el maestro tantrika y lo recordaba con añoranza. En  más de una ocasión,  tuvo ensoñaciones nocturnas donde en escenas muy tórridas Ravi la hacía feliz llevándola al cielo prendida de su enorme polla. ¿Sería capaz de resistir la tentación de encontrarse de nuevo con su maestro hindú?