Lucía

Cuando la amistad de dos amigos pasa a un estado de intimidad mayor, nunca se sabe donde está el límite.

Capítulo 1. L&L Día 1

No era más que un día cualquiera de un verano cualquiera. Ya se sabe como son los días de agosto en las oficinas: poca gente, poco o mucho trabajo, pero desde luego pocas ganas de hacerlo. Y allí estaban los que quedaban en la oficina de aquella nave en un polígono de la periferia, aburridos, cansados y con pocas ganas. Entre ellos, se encontraba Lucas (nombre ficticio), 30 años, 1.90, de complexión normal, pelo rubio, ojos marrones, vamos una persona que pasaría desapercibida como pasan otras muchas, y Lucía (igualmente ficticio), 42 años, morena, media melena, 1.80, preocupada de su físico. Ambos compartían despacho en la oficina.

Ambos tenían una buena relación, llegaban pronto a trabajar, comían juntos y llevaban años trabajando como compañeros.

Uno de esos días de agosto, Lucas llegó temprano y accedió a su correo personal, donde tenía un mensaje de uno de los foros en lo que navegaba.

"He leído su mensaje en el foro, estoy interesada en conocer más detalles sobre el perfil que demanda"

No pudo contestar al mismo, porque en ese mismo momento, Lucía entró en el despacho y le saludó como todos los días invitándole al café de la mañana.

Durante la mañana, el trabajo le mantuvo ocupado, pero en un momento que Lucía salió del despacho, Lucas se conectó al foro y le respondió: "interesada, nos citamos para esta tarde a las 14:30 en la cafetería del parque, lleva las gafas de sol en la cabeza, deja el bolso en el suelo entre tus piernas y cruza las piernas dejando una sandalia en el suelo, así sabré que eres tú. Si verdaderamente estás interesada, estarás allí"

Cuando Lucía volvió al despacho, Lucas fingió estar enfrascado en la lectura de un informe, mientras trataba de planificar el encuentro. Tras unos minutos en silencio, Lucía abrió su correo electrónico y descubrió el mensaje que, por un lado deseaba, y por otro no quería recibir.

Empezó a moverse inquieta en la silla, se sujetó el pelo en una coleta y tras respirar profundamente, le dijo a Lucas:

"Hoy no puedo ir a comer contigo, ¿no te importa? Tengo un tema personal que tratar"

"Tranquila, ya ves, de todas maneras, pensaba salir un poco más tarde y comerme un sándwich rápido, a ver si acabo este informe de una vez" – respondió Lucas mientras interiormente respiraba ya que la excusa para no comer con Lucía estaba servida.

A las 13:45, Lucía se levantó de su silla y le dijo a Lucas: "quizá llegue un poco tarde, ¿me esperas para irnos luego juntos"?

Lucas respondió: "sin problemas, total, tengo para un rato"

Serían las 14:15 cuando Lucas bloqueó su PC y salió disparado para el parque. Al llegar a la altura en que las sombrillas de la cafetería, su corazón se heló al ver sentada en una de las mesas a Lucía. Al principio pensó que su plan había saltado por los aires..., pero al empezar a mirar a Lucía descubrió que tenía las gafas en el pelo, el bolso en el suelo y una de sus sandalias blancas reposaba tranquilamente en el suelo. Dando un rodeo para llegar detrás de ella sin ser visto, Lucas pensaba que parecía increíble pero real.

Poniéndose justo detrás de ella le susurró al oído: "eres una mujer preciosa, interesada, aunque ya lo sabía desde hace mucho tiempo".

Lucía se sobresaltó y lo único que pudo decir es "gracias mi señor". En ese mismo momento, cayó en la cuenta de que la voz era la de Lucas y girándose con cara de pánico susurró: "Lucas, de verdad, no se que haces aquí..., no es lo que parece".

Lucas, tratando de encauzar la situación lo mejor que podía, se sentó y tras pedir una cerveza, le comentó a Lucía: "Lucía, ¿en serio eres la mujer del foro que busca lo que yo demando?"

"Sí – contestó con voz aún temblorosa Lucía -, busco algo diferente".

Lucas, tras tomarse la cerveza, le dijo: "vamos a comprobarlo, venga volvamos a la oficina, ¿has venido en coche?"

"No, Lucas, hoy no me traje el coche, como me volvía contigo" – respondió Lucía.

"Vamos, pues, te llevo" – dijo Lucas dejando el dinero en la mesa

Lucas, una vez iban en el coche, le preguntó si estaba dispuesta a emprender este viaje, que sería un viaje sin retorno en lo que a su amistad y confianza significaba. Lucía, sin mirarle siquiera, respondió que estaba dispuesta, pero que, por favor, siguiera manteniendo las formas y que terceras personas no debieran estar implicadas.

Lucas comentó que eso estaba fuera de toda duda, mientras su mano se apoyaba en la cara interior de los muslos de Lucía.

Al llegar a la oficina, Lucas sujetó a Lucía y la besó en la boca, lentamente. Lucía devolvió el beso y le dijo que sí, que era suya. Subieron a la oficina, por la hora y la jornada intensiva, no había nadie en la planta.

Bueno - comentó Lucas – creo que deberíamos trabajar un poquito, a ver si nos cunde la tarde, ¿no crees?

Lucas, estoy muerta de miedo, no se si debo seguir con esto – dijo Lucía -. ¿Y si alguien nos ve?, ¿y si se enteran en casa?

Lucía, relájate, nadie de los nuestros se va a enterar, así que calma – replicó Lucas -, esto promete ser tremendamente interesante .

Lucas, mirándola con una sonrisa divertida, la dijo: "Voy a por un café a la máquina, tienes tiempo para pensarlo, si crees que necesitas más tiempo, hablamos mañana del tema"

Tras quedarse sola en el despacho, Lucía empezó a jugar con un lápiz nerviosa, no sabía qué hacer, por un lado, en este momento, su cuerpo pedía seguir adelante, su mente aún era reticente, no sabía qué hacer, sabía que tenía que decidirse pronto. Era la oportunidad que había estando esperando, conocía, o eso creía a Lucas, y sabía que aunque la llevara al máximo, lo haría con cariño y cuidado.

Cuando Lucas volvió, comentó como si nada:

Este café cada día es peor.

Lucas, ¿qué tengo que hacer?

Es tu decisión, para mí la decisión es clara, pero si te quieres echar atrás...

No es eso, es que es algo muy difícil de asumir..., por un lado, tengo miedo, por otro es lo que más deseo. Dame una hora, tendrás la respuesta en una hora.

Para que veas que confío en ti – dijo Lucas -, yo voy ahora a la sala de planos. Si, cuando vuelva, tengo tu ropa interior en mi cajón, entenderé que deseas ser mía, si no, olvidaremos todo esto y seguiremos con nuestra vida cotidiana.

Dicho esto, Lucas cogió su portátil y salió del despacho.

No habían pasado más de 30 minutos cuando Lucía entró a la sala de planos.

Lucas, no quiero pensarlo más.

Lucía, mirándole a los ojos, se desabrochó la blusa y le mostró sus pechos al natural. Eran duros, bien redondeados, fruto de años de trabajo en el gimnasio. Sus pezones, ahora erectos, eran grandes, con areolas más oscuras que el resto de la piel de sus pechos.

Lucas, ye he tomado mi decisión. Y creo que sabes cual es, ¿verdad?

Bien, en ese caso, deberás saber que, desde este momento, careces de cualquier voluntad que no sea la mía, que tu vida y tu cuerpo me pertenecen porque así lo entregas. ¿Aceptas esto como tu forma de vida a partir de ahora?

Sí, deseo ser tuya y de nadie más – repuso Lucía.

Bien, entonces, vayámonos de la oficina. Aquí ya hemos terminado... por hoy...


Una vez volvieron al despacho, Lucas, dijo: "venga recoge tus cosas que nos vamos, queda trabajo por hacer y es momento de hacerlo...".

Lucía contestó: "ahora mismo, ¿qué hago con lo de tu cajón?"

Lucas respondió: "mmm, ven ahora te lo enseño. ¿quieres tus bragas, Lucía"?

Sólo si mi amo quiere que las recoja.

Ven aquí – dijo Lucas, señalando bajo su mesa –

Sí, cariño – replicó inmediatamente Lucía que intentaba llegar allí aunque la estrechez de la falda no se lo permitía -. Lucas, no puedo, no llego.

Lucía, algo tendrás que hacer para poder llegar.

Tendría que quitármela, pero ¿y si viene alguien? – preguntó nerviosa Lucía.

¿A estas horas? Si no quieres hacerlo, dilo, pero esa excusa me parece impropia de ti – contestó Lucas en un tono frío.

Lucía, sin apenas pestañear y con una mirada de fuego, se levantó y se quitó la falda, tirándola a los pies de Lucas. Sus muslos quedaron al descubierto y su vello púbico visible. Apenas un pequeño triángulo de pelo negro ocultaba su sexo. Inmediatamente después se arrodilló y se metió debajo de la mesa.

Lucas, tras verla allí, la dijo: "vamos a ver qué tal te comportas", y acto seguido se desabrochó los botones de su vaquero y dejo al aire libre su miembro.

Lucía, mirándolo boquiabierta, dudó entre esperar y empezar a trabajar sobre él.

Lucas la dijo: - Bien, Lucía, quiero que me tengas caliente hasta que yo te diga, yo te avisaré cuando quiero correrme, ¿entendido?

Lucía asintió y empezó a lamer el miembro de Lucas. Primero desde arriba, y luego repasando sus laterales y sus huevos. Lucas, con un gesto de su mano acariciaba su pelo indicando el sentido de los lametones de Lucía. Una vez, la tuvo suficientemente erecta, la sujetó de la cabeza, indicándola que comenzara a mamarla.

Lucía, ya entregada, empezó a disfrutar y a entregarse con una pasión frenética que Lucas tenía que ir moderando.

Lucas, con una voz suave y autoritaria, pidió a Lucía que se quitara la blusa. Lucía, sin dejar de tenerla en su boca, se desabrochó los botones de la misma, quedándose completamente desnuda en la oficina. Intentó, sin éxito, darse placer acariciándose su sexo, pero Lucas, atentó, sostuvo sus manos y las sujetó con las suyas denegándola las caricias y enseñándola que sólo tendría placer cuando él se lo permitiera.

A una orden suya, Lucía aceleró el ritmo, ya que Lucas buscaba su orgasmo. Él le advirtió que quería su semen dentro de su boca, a lo que Lucía asintió aunque nunca había experimentado eso. Las primeras oleadas de semen llenaron la boca de la ya entregada sumisa y, aunque trataba de que no se saliera de la misma, no pudo reprimir alguna arcada que hizo que, resbalando por su barbilla, algunos restos de semen cayeran hasta sus pechos.

Lucas recostado en su silla acarició su cabeza, y la dijo: "nos vamos a divertir mucho, has estado muy bien"

Lucía replicó con la boca llena de semen: "gracias, has sido brutal, ¿puedo ya limpiarme y escupir esto?"

Lucas contestó:- Trágatelo y déjame bien limpio"

Lucía, que nunca había hecho nada igual, cerró los ojos y tragó. Una mueca de asco que disimuló lo más que pudo asomó a su cara, aunque luego comentó que aprendería, que no se preocupara.

Lucas, alcanzándole su ropa y unos pañuelos de papel, la dejo vestirse, y la dijo: "tu primera lección ha acabado, ahora iremos con la segunda"

Lucía, feliz mientras se abrochaba la blusa, le dijo: "siempre fui una chica aplicada, no te defraudaré". Y tras decir eso, se acercó a él y frotó su cuerpo contra la persona a la que desde instante le entregaba su cuerpo y su mente.

Tras salir de la oficina, ambos fueron hacia el coche, en silencio. Lucía, oculta tras sus gafas de sol, pensaba en el cambio que su vida acababa de dar y que, tras mucho meditarlo, anhelaba. Ahora se sentía diferente, con más ganas de vivir y de sentir, y estaba agradecida a Lucas por haberla puesto en esa senda.

Lucas, por su lado, se sentía eufórico. Poseía mucho más de lo que nunca había poseído, poseía a su amiga y compañera. Ahora sabía que tenía una responsabilidad adicional, no iba a defraudarla, la convertiría en la mejor.

Al llegar al coche, Lucas se detuvo, miró a Lucía y dijo: "este es un momento tan bueno como otro"

¿Bueno para qué?, - comentó Lucía mientras trataba de adivinar lo que Lucas tenía en mente.

Bueno, para empezar a adiestrarte y a que te comportes como yo quiero.

Tú dirás, no se si estaré a la altura, pero quiero intentarlo.

Lucía, cuando vayas conmigo en el coche, quiero que no lleves bragas, así que quítatelas, cógelas con la boca y tráelas hasta mi puerta.

Lucía, mirando alrededor antes, suspiró y pensó: "es mi momento, si esto es lo que quiero, no puedo defraudarle". Con mucha calma se metió la mano por debajo de la falda y empezó a tirar de ellas lo más rápido que podía. Una vez que las extrajo, se colgó las mismas de la boca. Era curioso ver salir de su boca las bragas negras de encaje. Empezó a caminar lentamente hasta llegar a la altura de Lucas, donde las depositó en sus manos. Lucía, con un brillo en sus ojos especial, volvió hasta la puerta del coche y miró de nuevo a Lucas.

Lucas tras abrir la puerta y sentarse le dijo que subiera. Lucía, tras sentarse, le dijo que estaba increíblemente excitada y que ahora mismo no podía parar de pensar en servirle.

Lucas comentó:

Lo se, y es por eso que tu adiestramiento empieza aquí. Lucía, a partir de ahora, cada vez que estés conmigo, serás mía, y yo seré quien dirija tu vida. Por eso, y aprovechando que es pronto, voy a probarte un poco más. Vamos a dar una vuelta con el coche.

Lo que tú digas,- respondió Lucía.

Nada más arrancar y salir a la carretera, Lucas le preguntó:

Lucía, ¿tienes calor?

Un poco, pero es normal, ¿no? – contestó Lucía.

Lucía, ¿tienes calor? –volvió a preguntar Lucas.

Creo que sí, mi señor, si me lo permite, voy a abrirme un poco la blusa – dijo Lucía, una vez comprobó sus motivos.

Hazlo hasta abajo, cariño.

Lucía iba por la carretera del polígono con la blusa abierta y su sujetador a la vista de todos. Trataba de no mirar por la ventana para no ver que las estaban mirando, pero no podía apartar los ojos de los camiones, las fábricas y la carretera. Una vez salieron a la carretera, Lucía le preguntó.

¿esta no es la carretera que lleva al antiguo camino del monte ...?

Así es, ¿por?

Curiosidad - dijo Lucía -. No se lo que pretendes, pero por favor, no me arriesgues así, esto es muy importante para mí y me juego demasiado.

Lucas la tranquilizó con la mirada. Los conductores que los adelantaban no podían creer lo que estaban viendo. Una vez llegaron a la salida que conducía al camino del monte, Lucas giró hacia el antiguo camino y tras doblar por un recodo detuvo el coche. Lucas salió y fue a buscara hasta su puerta.

Ven, sal, no tengas miedo, aquí no hay nadie, son las cinco de la tarde. No te digo yo que a las 3 de la mañana no haya gente, pero ahora tenemos calma para que juguemos un rato.

Voy – dijo Lucía decidida.

Lucía, vete desnudándote mientras yo busco una cosa.

Lucía sorprendida empezó a quitarse la blusa y el sujetador, quedándose solo con la falda. Una mirada afirmativa de Lucas le hizo quitarse también ésta. Lucía, sólo con sus sandalias de tacón y las gafas de sol miraba a todos lados.

Lucas, cogiéndola de la mano, la guió dentro del bosquecillo que se abría a la izquierda de la carretera. Se agachó y cogió un palo del suelo, y la dijo:

Vamos a jugar a coger el palo, ¿de acuerdo?

¿Cómo si fuera un perro? – preguntó Lucía con una sonrisa cómplice.

Lucía, es que es lo que eres, pero tranquila puedes ir andando o corriendo.

Estaremos media horita, a ver que tal se te da ¿ok?

Acto seguido, lanzó el palo relativamente cerca. Lucía, entre avergonzada y excitada fue corriendo como pudo a por el palo y lo trajo en la boca jadeando de placer. Su pelo negro se movía siguiendo el ritmo de sus pasos, sus pechos saltaban y se movían hacia todos lados sin nada que los detuviera. Para Lucía era un poco chocante, pero al mismo tiempo maravilloso. Cada vez que regresaba con el palo entre sus dientes, Lucas la acariciaba una parte de su cuerpo. De vez en cuando, él se sentaba en una piedra y la permitía que se sentara con ella. Lucía nunca había estado desnuda en el campo y el contacto del aire con su cuerpo hacía que sus pezones estuvieran tremendamente duros, que su cuerpo se excitara con cada paso que daba. De vez en cuando, la mano de su amo rozaba la cara interna de sus muslos y ella abría las piernas anhelando que él acariciara más arriba, pero comprendía que la estaba poniendo a prueba.

Así estuvieron más de una hora. A veces Lucas corría con ella para hacerla jadear más. Lucía, en una palabra, era feliz.

Cuando Lucas pensó que era suficiente, se acercó a Lucía y la besó. Ella, desnuda, sudorosa y jadeante, le devolvió con intensidad la lengua que le ofrecía su amo. Sabía que no debía hacerlo, pero le dijo:

Lucas, por favor, no me dejes así, házmelo.

No, Lucía, yo decidiré cómo, cuándo y de qué manera. Deber ser paciente. Vamos, es hora de volver al coche. Toma, v vístete como te he enseñado – dijo Lucas acercándole la blusa y la falda.

Una vez vestida Lucía subió al coche y Lucas, la llevó a casa citándola para el día siguiente en que la recogería para ir a trabajar.