Lucía (7)

Lucas les enseña las nuevas normas

El nuevo orden.

Cuando salieron a la carretera, Lucía temblaba de miedo. Desnuda en el asiento de atrás, se sabía absolutamente vulnerable. Todos los coches que adelantara su amiga o todos los que les adelantaran a ellos tendrían la visión de una mujer absolutamente desnuda y llena de polvo, y eso la enloquecía. María, mientras, conducía lo más rápido que podía buscando salir de la carretera principal y escoger vías poco transitadas. Lucas, por su parte, dormitaba tranquilamente en el asiento de atrás.

María, aún con el bikini, se sentía vulnerable también. La visión que tenían los coches con los que se cruzaban era difícil de describir: una mujer con apenas unos centímetros de tela para cubrir un cuerpo y en una carretera que no llevaba a la playa. Rezaba para que no se encontraran con ningún coche de la guardia civil. Al llegar a una rotonda, tuvo que tomar un difícil decisión: parar y cruzar de forma cautelosa o buscar entrar y salir de la misma con decisión. Era la rotonda que permitía abandonar la carretera principal y buscar una vecinal que, aunque tardaran más, permitía llegar a su casa de forma más discreta. Miró por el espejo retrovisor y vio que no se acercaba ningún coche, pero sí observó que en el interior había vehículos. Comenzó a decelerar mientras dijo:

Lucas, ¿qué hago?

Está claro – contestó él – tomar la salida de la derecha, ya que quieres ir por el puerto a tu casa.

Pero nos van a ver en la rotonda – repuso ella.

Tú verás – concluyó él.

Lucía estaba al borde del síncope. Con sus manos, trataba de ocultar su pecho y subía instintivamente la pierna para que no se la viera su sexo. Lucas la sujetó las manos y la atrajo hacia sus piernas. Ella , obedientemente, se agachó mientras María metía el coche en la rotonda. Él aprovechó la situación para acariciar su trasero respingón. Ella, al no ver nada, sólo murmuraba: "que nos ven, que nos ven". Cuando salieron de la rotonda, María dijo:

Ya ha pasado, estamos fuera.

¿Veis como no pasa nada?. María ,¿cuánto calculas a casa?

Pues por aquí tardaremos más, como unos 45 minutos, lo único es que hay que pasar un par de pueblecitos.

¿Pueblos? – chilló Lucía asustada -. Voy desnuda, ¿cómo vamos a pasar por ahí?

Tranquila – trató de calmarla ella -, son pueblos pequeños, de éstos que apenas hay nadie y menos a las 18 en pleno mes de julio.

Mientras María conducía, su amiga empezó a notar como su cuerpo se rendía. Estaba muy cansada y aunque tenía miedo por ir desnuda (aún no se acostumbraba a ir sin ropa en el coche y eso que no era la primera vez), las caricias de su Amo hicieron que poco a poco se fuera quedando dormida. Él lo notó y dijo:

Está dormida. Para aquí al lado que me voy delante contigo, para que ella duerma.

De acuerdo – contestó María desde delante.

Cuando Lucas se bajó, dejó a su sumisa más joven en el asiento trasero. La tapó con unos trapos que llevaba en el maletero y subió al lugar del copiloto. Cuando prosiguieron la marcha, él comentó:

Me dijiste que me ibas a hablar de tu hermana.

Sí – repuso ella -. ¿Qué quieres saber?

Lo que creas que debo saber de ella – continuó él.

Bueno, a ver, se llama Isabel, es un poco más joven que yo, tiene 49 años, está casada, vive en la costa, su marido es un imbécil que se aprovecha de ella o al menos eso pienso yo y tiene una hija de 20 años que se llama Carolina, aunque todos la llamamos Carol.

Eso está muy bien – se rió Lucas -, pero menos el DNI y el número de la seguridad social me has hecho una buena descripción, pero ahora cuéntame algo de verdad interesante.

No se, ¿qué quieres saber? – preguntó ella mientras notaba la mano de su Amo sobre sus tetas. El contacto sobre su piel la hizo suspirar de gusto mientras él hundía la mano dentro del bikini y amasaba su carne.

Todo, María, quiero saber hasta donde eres capaz de saber de tu hermana.

Lo que a ti te gustará saber – dijo ella – es que es un poco gordita, bueno, es decir, no es como nosotras, está entradita.

Vamos – la interrumpió él -, que está gorda, no pasa nada por decirlo - mientras pellizcaba levemente el pezón izquierdo.

Bueno sí, pues esta gorda. Lucas vamos a entrar en el pueblo, por favor, saca la mano.

La sacaré – dijo él – si me apetece. Si la saco, conducirás hasta casa con las dos tetas al aire.

De acuerdo – dijo ella mientras notaba como la mano salía de su bikini -. Pues no se, más cosas de mi hermana es que tiene más pecho que ninguna de nosotras, al estar gorda, como tú dices. Tendrá, no se, como una 110 o así, aunque la verdad, nunca la he visto los pechos, porque es tremendamente recatada, justo lo contrario que yo que últimamente me he vuelto un poquito ligera, ¿eh?

Mmm, interesante – comentó él, mientras paraban en un paso de cebra para dejar pasar a una anciana.

Pues no se – continuó María -, tiene el pelo largo moreno, así como Lucía, fuma, aunque siempre dice que lo quiere dejar..., cuando íbamos a la playa de pequeñas era un poco tímida, siempre le dio miedo estar con chicos y mucho menos hacer topless, no ha tenido más novios que el imbécil, lleva como 25 años casada – continuó ella mientras salían del pueblo y sin que Lucas dijera nada sacaba las dos tetas del bikini y las dejaba al aire.

Pues me gusta tu hermana Isabel. ¿Cuánto tiempo se suele quedar?

Normalmente entre 4 y 5 días, hay veces que más si la pilla el fin de semana.

¿No se va a casa? – preguntó él.

No, dice que se pueden apañar solos allí y que así está conmigo, que no pasamos nunca tiempo juntas. Por cierto, una cosa que seguro te interesa. Le vuelve histérica el que yo haga topless en la piscina de casa, o que ande en bragas por casa, o que me duche con la puerta abierta, dice que soy una guarra, que no debería mostrarme así. Y eso aunque estemos las dos solas. Así que, no se qué vamos a hacer cuando ella venga.

Bueno, hoy tengo pensado algo especial –dijo él cambiando de tema -. ¿Cómo estás tú?

Molida, pero deseando seguir sirviendo – respondió ella -. ¿En qué has pensado?

Te lo diré cuando estemos los tres – contestó él -. Lucía, despierta, hemos llegado.

¡Ahí va! – dijo ella estirándose en el asiento trasero y ofreciendo una vista de ella que nunca antes había mostrado-. Me he quedado dormida. Perdón, lo siento, uf, no se que me ha pasado,

Nada, tranquila, es entendible – comentó él -. Venga, un bañito en la piscina para relajarnos, ¿de acuerdo?, María, pero sin ese bikini. Por cierto, toma deja mi ropa en casa

Sí, ya voy, no te creas, en el fondo me encuentro rara vestida con vosotros – dijo ella mientras se bajaba el tanga-.

Trae unas cervezas y algo de picar a la piscina cuando vuelvas. Tengo hambre. Lucía ven aquí un momento.

Lucía se acercó hacia Lucas mientras trataba de arreglarse el pelo Aún estaba entumecida por la siesta y no opuso resistencia cuando vio que él cogía la manguera. Estaba aún demasiado dormida para imaginar lo que iba a pasar. Él la puso contra la pared y apartándose abrió el grifo del agua. Reguló la presión para evitar hacerla daño y comenzó a lavarla. El agua alcanzó sus piernas y luego fue subiendo

Ella, al notar el agua fría emitió un quejido por lo fría que estaba y jadeando por la impresión comenzó a frotarse para quitarse los restos de polvo. El agua recorría todo su cuerpo cayendo desde sus pechos, al girarse pudo ver su espalda y como el agua surcaba esa zona y saltaba en su culo respingón.

Cuando él cerró el agua oyó la voz de María desde la piscina diciendo que estaba ya todo listo. Cuando ambos llegaron, ella chorreando, vieron unas latas de cerveza heladas dentro de un cubo con hielo, un plato de aceitunas y varios snacks. Él la acarició el pelo en señal de agradecimiento y los tres se lanzaron a la piscina mientras el sol comenzaba a descender hacia el ocaso.

Una vez se hubieron acabado las cervezas, los tres salieron de la piscina. Habían pasado el rato charlando de cosas, de trabajo, con Lucía sentada en el bordillo y Lucas abrazando a María desde su espalda. Ésta última disfrutaba de la vista de su amiga en el borde, Lucía sentada relajadamente, jugaba con su pie en el agua mientras ofrecía una vista de su sexo y del resto de su cuerpo. Una vez fuera, se tumbaron tal cual en el borde de la piscina y permanecieron así largo rato hasta que Lucas dijo:

María, deberíamos ver tu casa con detalle. Lu no la conoce

Vale, voy a por unas toallas porque si no se va a mojar toda la tarima – comentó ella.

No, vamos así, la tarima no se fastidia por eso, tranquila – concluyó Lucas.

Entraron por la puerta corredera del porche trasero y aparecieron en el salón. Dos grandes tresillos de piel ocupaban el rincón del mismo, junto con una mesa y un mural con unas vitrinas con copas y porcelana y la chimenea. En el lado opuesto un comedor con 6 sillas. Desde el salón partía una escalera hacia los pisos superiores, donde según les dijo María estaban los dormitorios y el baño principal, además de la subida a la buhardilla que era donde estaba el estudio con el ordenador. Saliendo del salón se accedía a la cocina y al hall de entrada de la casa. La cocina, amplia y espaciosa estaba decorada de forma moderna. Lucía dijo:

Es una pasada. Como te envidio. Yo vivo en un adosado y no tengo tanto espacio.

Gracias – contestó ella -. Aquí abajo sólo está ya que no hayáis visto el baño de abajo y la salida al garaje donde hemos dejado el coche. Si queréis podemos subir. Una de las habitaciones está vacía, en la otra duermo yo, y la tercera es para invitados, es decir, la que usa mi hermana cuando viene.

Vamos para arriba y se las enseñas también – dijo Lucas

Los tres subieron para arriba. Las vistas del salón desde arriba eran espectaculares. Cuando entraron en la habitación de María, Lucas dijo:

Está muy bien ¿verdad?, tiene su armario empotrado y su baño privado. Y además la cama es king-size, con lo que cabríamos hasta los tres.

Lucas sujetaba a Lucía por la espalda y amasaba las tetas de su sumisa con placer. Comentó:

Lu, deberías llamar a tu casa.

¿por qué? – preguntó ella.

Porque quiero quedarme a cenar y a dormir hoy aquí, quiero probar lo de la king-size con vosotras.

Ambas se miraron. María no puedo reprimir una sonrisa y dijo:

¿En serio? ¿Os queréis quedar a dormir? Para mí sería un auténtico honor poder dormir con vosotros, si es que duermo algo, claro

Lucas, no tengo ropa aquí, ¿cómo voy a ir mañana a la oficina?

María seguro que te presta algo – contestó él – a no ser que te quieras ir y abandonarme.

Ella se giró hacia su Amo y mirándole muy seriamente le dijo:

Nunca, me oyes, nunca me digas eso, estoy contigo y lo estaré siempre. Hace unos días te dije que lo que quisieras de mí, mientras dejes a mi familia fuera, y así será por mi parte. Si tu deseo es dormir aquí con las dos, aquí me tienes, dormiré aquí contigo y muy feliz.

Lucas, sin previo aviso, cogió uno de los pezones y lo retorció hasta provocar un gemido de dolor. A continuación dijo:

De rodillas, vamos. Que sea la última vez que me levantas el tono. No quiero más escenitas. Abre la boca.

Ella se arrodillo maldiciéndose por haber tenido ese acceso de soberbia y abrió la boca. En ese momento, Lucas metió su herramienta en la boca hasta provocarle una arcada. Continuó fuertemente mientras la decía

La próxima vez te haré vomitar de las arcadas.

Dicho esto, la sacó de su boca y se volvió a María. Lucía se quedó jadeando en el suelo y tumbándose le pedía perdón incesantemente prometiéndole una dedicación íntegra. Él la dejó allí unos segundos.

María, aún recuperándose de la escena que acababa de vivir, le dijo:

Hay aquí un armario, una cómoda donde guardo parte de la lencería y las mesillas con la ropa interior de diario.

Ajá – respondió él mientras le hacía un gesto a Lucía para que se levantara -, bien, ahora quiero que las dos me escuchéis atentamente, ¿ de acuerdo?

Sí – dijeron ellas al unísono -.

Bien chicas, en vista de estos buenos resultados, aunque alguna veces falléis – dijo sonriendo a Lucía mientras sobaba el culo de su compañera -, he decidido dar un paso más en vuestra educación. Para una de vosotras será un sacrificio mayor y para otra exigirá mayor dedicación y fidelidad.

Por mi parte, Lucas, ya sabes que soy tuya – dijo María -, y creo que hablo en nombre de las dos cuando digo que te pertenecemos y que lo que tú decidas estará bien.

Eso espero porque, María, vas a sacar toda tu ropa de aquí y la vas a llevar a la habitación de invitados. Esta habitación queda reservada única y exclusivamente para mí. He decidido pasar aquí más tiempo y necesito un lugar donde dejar mis cosas. El baño pasa también a ser de uso exclusivo, a menos que decida que podéis usarlo. – anunció él.

Amo, ¿me estás diciendo que quieres venir a vivir a esta casa con esta humilde sierva? – preguntó María.

Quiero decir que desde este momento, ambas pasáis a un segundo nivel y que viviré aquí cuando yo lo decida. Lucía también considerará esta casa como su hogar y pasará aquí los ratos que podamos contar con ella. Yo, por el contrario, mantendré mi casa pero también viviré aquí.

Será un honor para nosotras – insistió Lucía

Lucas a continuación paso a enumerarles las reglas: para ellas y salvo temas fisiológicos o visitas les quedaba vedado el uso de ropa en la casa, excepto las sandalias. Ambas compartirían cama si el Amo decidía no dormir con ellas, se ocuparían de mantener la casa ordenada y de las labores de cocina. Lucas decidiría en todo momento su situación y aceptaban cualquier acción que él les propusiera, siempre y cuando no tuviera un perjuicio ni legal ni físico.

Cuando Lucas terminó de hablar, María empezó a abrir las mesillas y fue poniendo su ropa encima de la cama. Lucía fue abriendo los demás cajones de la cómoda. Ambas, desnudas, habían empezado, sin decir nada, con la mudanza. Era una situación tremendamente erótica. Sus cuerpos desnudos iban de un lado para otro. Lucía había cogido un boli de la mesilla y había recogido su melena en un moño para poder ir más deprisa. Mientras, Lucas permanecía sentado en el borde de la cama. Sólo se oían las voces de las dos diciéndose la una a la otra que guardara la ropa interior en un cajón u otro, los vestidos en ese armario. Al cabo de una media hora, Lucía le dijo a María:

Cariño, el armario está lleno, ¿dónde piensas dejar todas las camisetas?

Déjalas en las sillas y en el suelo, tengo demasiada ropa y ya me imaginaba que no iba a caber todo, pero Lucas quiere todo esto despejado y así se hará. – contestó ella.

Por cierto, una cosa más, chicas – interrumpió él mirando los cuerpos sudorosos de ellas por el esfuerzo de la mudanza -. Necesito estos marcos de fotos. Aquí sólo habrá fotos vuestras desnudas. Es mi habitación y quiero teneros para mí – dijo él, señalando unos marcos donde se veía a María sola en unas fotos y acompañada por un grupo de gente en otras.

Las quito ahora mismo – dijo María -. Pero la verdad, lo de las fotos desnuda...

María nunca había sentido tal dolor cuando notó como su pezón izquierdo quería abandonar su cuerpo por el tirón que le dio Lucas. Trató de retirar la mano de Lucas, pero sólo consiguió que él apretara aun más. Un gemido de dolor se escapó de su boca.

perdona, María, ¿qué decías? – preguntó él con una mirada fría -. Esto no es un club de debate, chicas, no me hagáis ser malo.

Amo, suéltala, ella no quería decir eso, de verdad, simplemente se asustó – suplicaba Lucía -. Gracias de verdad - continuó cuando él la soltó.

María sólo podía balbucear "lo siento, perdón" mientras su pecho volvía a su posición normal. Lucía le besaba en la mejilla. María no podía ocultar el dolor físico que sentía e interior consigo misma. Había visto a su amiga en idéntica situación y sabía que le podía ocurrir a ella pero no imaginaba que sería tan pronto y de forma tan sencilla.

Tras el pequeño incidente, Lucas decidió concederlas unos minutos de tregua. Comentó con ellas que eran las 19:30, tenían hasta las 21:00 libres, y que a esa hora quería que empezaran a preparar la cena. Él mientras trabajaría un rato. Ellas aceptaron gustosas, y se sentaron en el sofá a charlar tranquilamente.

Lucas las observaba desde la mesa del salón. Le encantaba ver a dos mujeres desnudas charlando amigablemente. De vez en cuando ellas le miraban y le sonreían. María preguntó sobre la cena:

¿Preparo algo ligero o algo un poco contundente?

Algo ligero diría yo – contestó Lucas -.¿ Qué te parece, Lucía, una ensalada bien preparada y un poco de fruta? Por cierto, chicas, necesito la cámara de fotos preparada para luego.

A mí me parece bien – apuntó Lucía -. ¿Te echo una mano?

Vale – agradeció María -. La cámara está arriba, en el armario del ordenador. Está cargada, creo. Ahora subo a por ella.

Ésta se levantó y subió por las escaleras sonriendo. Se veía muy contenta, aunque su pezón aún le molestaba. Estaba en casa con su amo, tan desnudo como ella. Sus grandes pechos se movían libremente mientras iba para la buhardilla. Nunca pensaba que Lucas fuera a querer vivir con ella, aunque fuera por temporadas en ese chalet que había llegado a pensar en vender cuando se divorció de su marido. Ahora, cavilaba, comienza a ser mi verdadero hogar. Todo tiene otro sentido. Cuando bajó con su cámara pudo ver desde la barandilla a Lucas trabajando y a su amiga, de pie a su lado, con el pelo cayendo sobre un lado de su cara, mientras veían algo en el ordenador. Hablaban de trabajo como si estuvieran en la oficina. Se quedó mirándolos durante un par de minutos y pensó: "soy feliz, así, tal y como estoy, lo tengo todo".

Cuando bajó las escaleras, se acercó a la mesa y procurando no molestar, les dejó allí la cámara y se fue a la cocina donde empezó a preparar la cena. Comenzó a lavar la ensalada en el grifo de la pila, cuando unas manos asieron con dulzura sus senos. Era Lucía, que se apoyó en su espalda y la dijo:

¿No te dije que te iba a ayudar?

Te vi allí trabajando y no quise molestarte – contestó ella -.

No es ninguna molestia, me gusta la cocina – respondió mientras lamía el cuello de su amiga -. ¿Qué voy haciendo?

¿Además de excitarme? – preguntó riendo María -. Vete si quieres preparando los tomates y en ese mueble están las aceitunas, atún y demás.

Vale – terminó ella mientras buscaba su boca para darle un beso lento.

Así, desde luego que podría morirme de hambre – rió Lucas desde la puerta.

Los tres comenzaron a reírse a la vez. Mientras Lucas abrió la nevera y sacó unas cervezas para acompañar la cena. Ellas, empezaron a preparar la cena. Se movían a toda prisa por la cocina, se chocaban. Él por su parte las acariciaba las piernas cuando pasaban o les daba pequeños azotes. Cuando todo estuvo listo, ellas se volvieron y le dijeron que dónde ponían la mesa. Lucas les dijo, que como hacía buen tiempo, podían cenar en el porche de atrás, que él lo dispondría todo para la cena.

Cuando ellas salieron al porche con la comida, él les comentó la segunda regla:

Mis chicas, a partir de este momento, comerán como lo que son, unas buenas perras, pero hoy, me siento generoso, podéis comer en la mesa, eso sí sin cubiertos no vasos.

Mmm, suena pringoso – dijo Lucía -. Contigo no hay manera de estar limpias ¿eh?

Ambas se sentaron en la mesa mientras Lucas servía la ensalada. Él comenzó a degustarla con calma, mientras que las chicas se miraban preguntándose cómo comer. María, al final, decidió coger la comida con las manos. Un cachete en la mano de Lucas le indicó que no lo estaba haciendo bien. Lucía, entendió el mensaje, y metió la cara en el plato y comenzó a coger trozos de lechuga con los dientes. Toda su cara se empezó a llenar de trozos de atún. Le daba cierta sensación de asco, pero tenía hambre. A los pocos segundos, ambas comían con la boca.

¿No os parece mejor así? - preguntó él.

Bueno, - contesto Lucía, levantando la cara y notando como la mezcla de aceite y vinagre caía desde su barbilla hacia sus pechos y muslos -, es diferente, un poquito asqueroso, pero como tú lo pides y hay hambre pues no quedan muchas alternativas.

María, mientras, sólo pensaba en comer. Estaba exhausta, y se notaba muy cansada. No sabía cómo iba a poder aguantar otro asalto de sexo..., pero sabía que lo iba a haber y que él no permitiría que no estuvieran ambas a buen nivel.

Cuando acabaron de cenar, Lucas las permitió limpiarse con unos trapos de cocina y las dijo que antes de irse a la cama, iba a haber una sesión de fotos para ir empezando a elegir la nueva decoración de su habitación y de la buhardilla.

Les dijo a las chicas que tenían media hora para prepararse, evidentemente les comentó que nada de ropa para estas primeras. Ellas le miraron y le dijeron que de acuerdo, que si quería fotografiarlas, posarían, pero que por favor, las fotos sólo se guardaran en casa .Él les dijo que por supuesto.

Ambas subieron por las escaleras charlando sobre en qué iban a gastar las media hora. Lucía comentaba que no tenía más que una barra de labios en el bolso y que como mucho, podría pintárselos. María le contestó que utilizara todo lo que quisiera de sus cosas.

Una vez expiró el plazo, ambas bajaron por la escalera. Lucas no tuvo más remedio que aplaudir ante lo que vio.

Lucía se había rizado el pelo con espuma, había utilizado sombra de ojos rosa, rimel, y maquillaje que había matizado con polvos, sus labios rojos destacaban en el conjunto. María, por su parte llevaba el pelo engominado peinado hacia atrás, los ojos con sombra morada, maquillaje y los labios de rosa intenso. Ambas se arrodillaron ante él y le preguntaron si pensaba que necesitaban algún toque más. Lucas respondió que estaban perfectas y que era hora de empezar.

Los tres salieron al borde de la piscina. Lucas le dijo a Lucía que se sentara en el borde de la piscina pero con los pies fuera del agua, que echara la cabeza hacia atrás y que mirara a la cámara. Acto seguido le pidió que se tumbara boca arriba y metiera un pie en el agua mientras él se iba al otro lado y tomaba otra fotografía. Después le dijo a María que se pusieran ambas de pie y se cogieran como para un abrazo. Luego cambiaron de postura y pidió a Lucía que se retirara y que su compañera se tumbara boca abajo levantando una pierna en el mismo borde. Ambas empezaron a sentirse cada vez más cómodas.

Luego decidieron entrar dentro de la casa e ir haciendo fotos en cada habitación. Lucas proponía una habitación y ellas decidían quien salía en la instantánea.

Cocina - dijo Lucas.

Yo misma – dijo María.

De acuerdo, siéntate en la vitrocerámica y míranos – cuando ella se colocó, él tomó la foto -. Perfecto, ahora mira al frente, bien, y ahora túmbate boca abajo.

Lucía mientras estaba sentada en la mesa de la cocina, con sus piernas abiertas, desafiante. Lucas giró la cámara y la hizo la foto así. Luego las colocó a las dos en la puerta de la nevera. Lucía apoyada con el brazo izquierdo sobre su cabeza extendido, y María agarrando su mano y pegando sus pechos sobre los de su amiga.

Salón – dijo de nuevo Lucas.

Las dos – contestaron ambas.

Lucas las hizo tumbarse una en cada sofá y que ambas miraran al techo. Luego las hizo darse la vuelta para fotografiar sus culos. Luego las juntó y puso a María de cara al objetivo y a Lucía de espaldas. Después las cambió la posición y por último las hizo besarse de pie en la escalera.

Con éstas ya vale por hoy – comentó él tremendamente excitado. – Chicas, me apetece desahogarme y para eso vamos a hacer un juego nuevo, a ver quien de las dos consigue que me corra. Yo dictaré las reglas: no podréis hacer nada, sólo usar vuestro sexo, yo os iré penetrando durante 20 segundos a cada una a cuatro patas y vosotras deberéis disfrutarlo y buscar mi orgasmo. La que se corra de las dos sin haberme corrido yo, pierde y directamente me quedaré con la otra hasta el final. Luego, nos iremos a dormir. Por ser el primer día dormiremos los tres juntos, ¿de acuerdo?

Sí, aceptamos –dijeron las dos adoptando esa posición.

Lucas comenzó con María. Su herramienta se deslizó suavemente debido a la excitación y comenzó a bombear despacio. Ésta se estremeció, casi deseando que pasaran los veinte segundos porque se notaba que iba a perder de inicio. Cuando pensó que todo estaba perdido, él salió de ella y entró en su amiga. Ésta le recibió con un gemido ronco y sin moverse comenzó a notar las embestidas del Amo. Se repetía a si misma: "aún no, aún no, aguanta Lucía".

Lucas fue repitiendo esta secuencia cuatro veces más, y al llegar de nuevo a María, ésta se agarraba al sofá buscando no llegar al orgasmo. Se sentía estremecer con cada nuevo envite. No debía de hacerlo aún, quería dar mayor placer. Al salir de ella, gimió desesperadamente, y tuvo que morder el cojín con desesperación para no acabar en ese mismo momento. Cuando entró en Lucía de nuevo, Lucas supo que esta sería la última ronda. Apenas llevaba 5 segundos cuando ésta se retorció finalmente y con un gemido salvaje comenzó a moverse mientras notaba el orgasmo de la sumisa.

Cuando terminó de correrse, Lucas dijo:

Lucía, ¿tienes algo que decir?

Sí – respondió ella -, he perdido. No podía más. Enhorabuena María, disfruta del premio. Pido ser colchón para vosotros.

Sólo si María lo acepta – anunció Lucas mientras salía del cuerpo de Lu a la vez que ella daba un último gemido.

Será un placer para mí que mi amiga esté debajo de mi cuerpo – asintió María.

Lucía, levantándose del sofá se tumbó boca arriba en el suelo. Su compañera se colocó a cuatro patas sobre ella. Podía notar con sus pechos la piel de su colchón humano. Se apoyó en los codos y levantó un poco más su trasero. Su boca estaba a escasos centímetros de la de Lucía. Ambas se besaron al tiempo de Lucas comenzaba a embestir a María. Ésta, con un fuerte jadeo, comenzó a recibir el cuerpo del Amo. Éste disfrutaba de los cincuenta años bien entrados de su sumisa, amasaba sus pecho, hundía su cabeza en la de Lucía. Al cabo de unos minutos la dijo:

¿Algún inconveniente en acabar dentro?

Ninguno, mi Amo, tomó pastillas, ya que aún tengo la regla.

Dicho esto, Lucas aceleró salvajemente entre los gritos de placer de la receptora y se corrió derramándose en el interior. Cuando acabaron, María se giró y comenzó a limpiarle la herramienta a su Amo. Cuando acabaron, las dijo:

Desmaquillaros, en 5 minutos os espero en la cama, desnuditas.

Ambas se levantaron doloridas por el esfuerzo que habían hecho y subieron a desmaquillarse. Cuando salieron del baño, Lucas estaba en la cama. Las hizo colocarse una a cada lado y los tres cayeron profundamente dormidos.