Lucía (6)

Las chicas siguen explorando el mundo de la sumisión. Dedicado a Cristina, de la que hace tiempo no se nada, y a los demás que con vuestras lecturas y comentarios haceis posible que siga contando cosas.

El castigo y la llamada.

Lucas sacó las hamburguesas, si bien ya casi frías, y las dijo:

De rodillas chicas.

Ellas se arrodillaron y él pudo contemplarlas. Lucía empapada por haberse metido entera en la fuente. Su pelo mojado caía apelmazado sobre sus hombros. Finas gotas de agua resbalaban por sus pechos, que se movían aún agitadamente por la excitación del encuentro sexual. María, por el contrario, sudorosa, su rubio cabello corto con gotas de sudor, su espalda brillante por el mismo. Ambas estaban una junto a la otra, sus muslos se tocaban ya que se buscaban siempre para estar juntas.

Lucas sacó las hamburguesas y poniéndose una en cada mano, las hizo morderlas sin poderlas sujetar. Ellas devoraban la comida ya que el hambre hacía ya mella en sus cuerpos. Apenas se miraban, el ketchup resbalaba por sus barbillas y caía sobre sus senos y sus piernas. De vez en cuando, Lucas las cambiaba la comida por unas latas de refresco que ellas bebían con fruición.

Cuando acabaron de comer, ambas estaban llenas de restos de carne, ketchup, lechuga y cebolla. Lucas dijo sonriendo:

menuda pinta tenéis, si pudierais veros

No quiero ni pensarlo – contestó María mirándole con devoción.

Esto me ha dado una idea para otro día, pero ahora, no pensaréis ir así al coche, lo pondríais todo perdido.

¿Qué quieres que hagamos? – preguntó Lucía mientras buscaba mejorar la postura porque las ramitas y tierra del suelo empezaban a clavársele en las rodillas.

Yo creo que os deberíais limpiar.

Ambas se miraron. Sabían lo que habían hecho con anterioridad, pero también sabían que había sido en la intimidad de su soledad. Ahora Lucas, implícitamente les pedía que lo repitieran y no aprobaría una negativa por parte de ninguna de ellas. María fue la primera en vencer la vergüenza. Lentamente acercó su mano hacia la espalda de Lucía y apoyándose en ella fue bajando su boca hacia la barbilla de su amiga donde había restos de tomate y mahonesa. Lentamente sacó su lengua y comenzó a lamer esa zona. Podía notar la respiración entrecortada por la excitación creciente de su amiga y sentía la mirada de su Amo fija en ella.

Tras dejar esa zona limpia, se incorporó. Le dolían las rodillas pero sabía que no podía desfallecer. Ambas habían decidido no volver a fallar y eso hacía que el dolor, aunque era cada vez más intenso quedara a un lado.

Lucía, por su parte, se decidió finalmente y acariciando uno de los muslos de su amiga, tomó uno de sus pechos entre sus labios y comenzó a lamer los restos de mostaza y ketchup. María comenzó a sentir de nuevo la excitación y emitía leves gemidos entrecortados. Lucas, mientras tanto, disfrutaba de su hamburguesa mientras observaba a sus chicas entregadas. Lucía, succionaba ya el pezón con fuerza, mordisqueaba cada centímetro del mismo. Cuando levantó su cara, busco la boca de María y ambas totalmente excitadas se fundieron en un beso largo, jugando con sus lenguas. Fue un mordisco pasional, ambas se ayudaban de las manos para sujetar la cabeza de la otra, mientras buscaban unir sus cuerpos. Los pechos de ambas chocaban violentamente formando un solo cuerpo. Lucas disfrutaba enormemente con la visión que tenía delante. Sus dos compañeras de trabajo habían dejado atrás todos sus miedos y temores y se habían convertido en lo que él deseaba que fueran: su propiedad. Levantándose de la mesa del merendero donde había estado sentado, las dejo que disfrutaran y comenzó a recoger las bolsas del almuerzo. Las dijo:

No os mováis pase lo que pase.

Ellas, al escuchar la voz de su Amo, se separaron lentamente. María, que era más bajita, apoyó su cabeza en el pecho de Lucía. Comenzaron a darse pequeños besos uniendo sus labios por un breve espacio de tiempo. Ninguna sabía lo que iba a pasar, pero estaban realmente cansadas a la par que excitadas. Lucas las abandonó unos minutos para volver al coche. Al estar solas, ambas se miraron y comentaron:

Me duele todo, los años no pasan en balde – dijo María.

Estás genial, ¿quieres apoyarte un poco más? – pregunto Lucía.

No, estoy bien así – repuso ella, mientras bajaba su mano hacia la cara interior de los muslos de su compañera y comenzaba a buscar la parte íntima de Lucía.

Ésta, a su vez, comenzó a arquear la espalda para permitir la llegada de quien había comenzado a ser más que una compañera.

De repente oyeron unos pasos a su espalda. Ambas se asustaron porque quizá fuera alguien desconocido. No se movieron, estaban auténticamente aterradas, desnudas, sucias, sin la ropa cerca. Los pasos se seguían acercando. María quiso levantarse, pero Lucía la sujeto diciendo:

Pase lo que pase no te muevas, quizá no nos haya visto.

Tranquilas, chicas, soy yo – dijo Lucas -. Quietecitas ahí. Por cierto, veo que os gusta juguetear la una con la otra. ¿Será que ya os conocéis íntimamente y no me habéis dicho nada?

Ambas se ruborizaron, ninguna quería confesárselo, pero sabían que él lo sabía.

No pasa nada, era lo que buscaba de vosotras – continuó él -. Seguís en vuestro aprendizaje de que dos son una y eso me encanta. Tengo aquí algo para vosotras, pero claro, necesito saber quién lo quiere de verdad.

Lo que haya lo compartiremos entre las dos... – contestó Lucía -, para eso somos una, o tratamos de...

Antes siquiera de que pudiera terminar la frase, notó algo cayendo por su cabeza. Lucas había abierto una botella de coca-cola de 2 litros y bañaba todo su cuerpo con el refresco. Antes de que siquiera pensara en moverse, él dijo:

No os mováis, quiero ducharos

Ellas, seguían en la misma postura, acurrucada María sobre el cuello y pecho. Ambas tenían los ojos cerrados mientras notaban como la coca-cola recorría todo su cuerpo. Cuando pensaban que había terminado, Lucas volvió a abrir una nueva botella, esta vez de refresco de limón y continuó con la ducha. Las chicas respiraban ya de forma entrecortada debido a todo el líquido que caía por sus cabezas. Lucas podía ver como el refresco serpenteaba por sus pechos, caía libremente por sus pechos para perderse en la cara interior de sus muslos. Sus pelos mojados y llenos de azúcar se apelmazaban sobre sus cabezas. Cada vez que Lucas paraba, ellas jadeaban buscando aire y se abrazaban más fuertemente como si buscaran darse ánimos. Lucas aún vació un par de botellas más sobre sus cabezas y espalda. Cuando acabó, estaba tremendamente excitado, sus chicas, desnudas, empapadas de refresco, abrazadas. Decidió, aunque le apetecía lo contrario, no tener sexo con ellas. Prefería esperar un poco más, para poder disfrutar del resto del día con ellas.

Lucas las ofreció la blusa y el top que ambas habían traído para que secaran la cara si querían. Ellas, aunque sabían que esa ropa tendrían que tirarla, necesitaban volver a abrir los ojos. No podían ir a casa o donde fueran con los ojos cerrados. Cogieron las prendas y amabas se secaron. Debido al calor, en unos minutos, empezaron a secarse y a notar todo su cuerpo pegajoso. María dijo:

Lucas, no nos hagas volver así, estoy asquerosa, si estuviera en casa no me importaría, podría tirarme a la piscina y listo, pero hay que ir en el coche, vestirse y estar en el mundo civilizado. Así no podemos ir..., además, no se como decirlo, pero tengo que ir al baño...

Así que, lo necesitas..., estamos en confianza, cariño, puedes hacerlo aquí y ahora.

Ella, mitad asombrada, mitad avergonzada, no sabía qué hacer, aunque necesitaba orinar, no podía aguantar más. De repente notó un beso en su mejilla de los suaves labios de su amiga y vio como de entre las piernas de Lucía salía un líquido amarillento. Ésta le estaba ayudando haciéndolo ella primero. Lu, por su parte, también lo había estado necesitando, pero ella, a diferencia de María, no había podido resistir más y se había visto obligada. Su cara de descanso y placer lo decía todo. María, viendo que su amiga apoyaba y cumplía la orden dada, trato de relajarse y comenzó a orinar también. En su caso, fue un torrente blanquecino y poderosos, fruto de haber aguantado mucho tiempo. Podía notar como el calor de la orina recorría sus pies, y al fin, respiró aliviada.

Lucas las miraba con una expresión divertida y placentera. Sabía que estaba logrando envilecerlas y humillarlas cada vez más, Cuando vio que ambas se relajaban, las preguntó:

¿Cómo os sentís?

Sucia, pegajosa pero ahora mismo descansada, tras lo que ya has visto – contestó Lucía.

Humillada, baja, rastrera pero feliz por servirte – apostilló María.

Yo creo que así no podemos irnos, me dejaríais el coche perdido, así que, os tendréis que lavar un poco en el pilón. Luego seguiremos. Eso sí, habrá que secarse al aire – continuó Lucas.

Lo que daría por poder lavarme el pelo – dijo sonriendo Lucía, lo tengo sucio, pegajoso y hecho un desastre.

Os he traído unas gorras y unas gomas para el pelo..., no te preocupes, también tengo champú, aunque quizá en el pilón no sea muy higiénico – continuó él.

A mí me da igual eso de la higiene, déjanoslo aquí, ¿vale? – insistió María.

Ajá, venga tenéis 15 minutos para lavaros, luego alguien tendrá que hacer algo por su error anterior – terminó Lucas mirando a Lucía, que empezó a enrojecer y mirar al suelo -. Venga, el tiempo está ya contando.

Las chicas se levantaron del suelo. Ambas se frotaron las rodillas llenas de arena mojada de todos los líquidos para tratar de aplacar el dolor. Lucas miraba maravillado como sus pechos caían al estar ellas mirando el suelo. Los pezones duros de la excitación de los momentos anteriores, las grandes mamas de ambas moviéndose mientras se frotaban. Cuando se levantaron, ellas sonrieron y empezaron a andar hacia la fuente.

Al llegar, empezaron a echarse agua por la cara y los brazos. Al fondo la voz de Lucas les recordaba el tiempo que les quedaba. María sin dudarlo y viendo que el tiempo se les echaba encima, agarró con su mano derecha el caño del pilón y metió la cabeza bajo el caño del agua fría. Lucía sin embargo, no estaba tan segura. Seguía mojando su cuerpo con las manos. La voz de Lucas atronó: 10 minutos. Tras respirar profundamente se sentó en el borde del pilón y mirando su fondo, emitió una mueca de asco y pasó sus piernas dentro de la fuente. Sin dudarlo comenzó a frotarse todo su cuerpo poniéndose en cuclillas.

María la miró asustada. Ella sólo había comenzado a lavar su pelo con el champú. Lucía en cambio había preferido limpiar el resto de su cuerpo. Pudo ver como su amiga pasaba la mano por su sexo y frotaba para dejarlo todo limpio. María decidió aclararse el pelo y meterse directamente en la improvisada piscina. Para dejarla sitio, Lucía se sentó en el borde de piedra y comenzó a mojarse el pelo para lavarlo. Sabía que con el pelo más largo, tenía que darse prisa porque intuía que el tiempo se estaba acabando. Tras frotar con champú toda la cabellera de forma rápida y salvaje (ella no recordaba nunca haberse lavado el pelo con tanta ansia), introdujo en el caño de agua fresca su melena. La voz de Lucas les indicó que quedaban apenas 2 minutos, y que la no llegara a tiempo se quedaría allí a pasar la noche. Sabían que si no se daban prisa, él cumpliría su amenaza y las dejaría en el bosquecillo.

Ambas salieron del pilón y se pusieron las sandalias que su Amo les había llevado. Estaban empapadas, aunque la sensación parcial de limpieza y frescor hacía que se sintieran reconfortadas. Las dos comenzaron a correr porque Lucas les dijo que las esperaba junto al coche. Mientras iban corriendo, los pelos mojados de Lucía se movían al ritmo de la carrera. Las tetas de ambas saltaban sin tener nada que las retuviera. Sus jadeos por el esfuerzo hacían que empezaran a enrojecerse las mejillas. María pensó que parecían dos salvajes de una tribu desconocida de algún punto recóndito del mapa en vez de dos mujeres del teórico mundo civilizado. Cuando llegaron al coche, él las dijo:

Casi no lo lográis – mostrando el cronómetro parado en 11 segundos.

Ha sido duro, apenas teníamos tiempo – contestó Lucía entre jadeos por el esfuerzo.

Bueno, en el asiento de atrás está la ropa que tenéis que llevar hasta al menos la entrada al pueblo de María – repuso él.

María abrió la puerta del coche y miró al interior. Su mirada se congeló como el hielo, volvió la cabeza hacia Lucía y Lucas y dijo tartamudeando:

Pero, pero, si sólo hay un bikini y de los pequeños -. Era un bikini de tanga y generoso escote negro con una franja de color rojo en la copa derecha del sujetador y en la parte delantera del tanga.

Sí, así es. Había dos, pero decidí que como el equipo había fallado antes, era la primera parte del castigo – contestó él, mirando a ambas alternativamente. -. Además, ya no quiero conducir más, así que dejaré que una de vosotras conduzca mientras la otra está conmigo en el asiento trasero. Y como Lucía aún tiene que pagar su falta anterior de forma individual, deberá bajar simplemente con sus sandalias hasta la entrada del camino de tierra que nos trajo hasta aquí.

¡No por favor! – suplicó María -. Yo pagaré por ella lo que sea, pero debe haber al menos tres kilómetros y medio sin nada que la cobije, podría verla mucha gente.

Lucía sujetando las manos de María entre las suyas, dijo que lo haría, que había sido su error y que ella tendría que pagarlo y lo que no pensaba era que nadie se sacrificara por ello. Lucas les comentó que deberían elegir como se repartían la ropa y quién conduciría el coche desde la carretera al chalet.

Ellas se miraron y empezaron a comentarlo. María le dijo que la que condujera, al menos debería ir tapada de arriba, ya que al cruzarse con coches en el carril contrario no fuera tan expuesta. Además la que fuera detrás podría ir más tapada al ir con el Amo. Lucía le respondió que eligiera ella, porque estaba muerta de miedo con el castigo que tenía impuesto. María le dijo que conduciría ella y se puso la parte de arriba. Pensaba divertida que era como un topless invertido. Dejó en el asiento trasero el tanga del bikini y vio que en su móvil tenía cinco llamadas perdidas. Se dijo que tenía que pedirle permiso a Lucas para consultarlo, pero ahora debía apoyar a su amiga, ya habría tiempo para ella.

Cuando salió del coche vio que Lu tenía cara de asustada. Se acercó a ella y la abrazó. El contacto con su piel le provocó un escalofrío de placer. Ya no analizaba lo que la pasaba, simplemente sentía. Acercando su cara al oído de Lucía dijo:

No tienes por que hacerlo. Si te castiga, compartiré contigo el castigo. ¿Quieres que baje contigo por el camino desnuda? Si eso te hace sentir bien y segura, iré contigo.

No, de verdad. Se que lo haces por mi bien, pero es mi castigo y tengo que asumirlo y afrontarlo yo sola – dijo ella.

Mucha suerte, te espero abajo– le contestó ella, y tras eso le dio un beso en la mejilla.

Lucía se ató las sandalias y le dijo a Lucas:

Estoy lista. ¿Puedo llevarme las gafas de sol?

Sí. Te esperamos abajo. No salgas hasta que recibas una llamada perdida en el móvil – contestó él mientras le entregaba su móvil.

Dicho esto, se subió al coche con María en el asiento del conductor. Cuando arrancaron, Lucía se quedó de pie, inmóvil, mirando nerviosamente el teléfono. Deseaba salir de allí, susurraba diciendo, "vamos suena ya de una vez". Pasados 3 minutos, que para ella parecieron 3 horas, el teléfono sonó una vez y pudo ver el nombre de su Amo en el mismo. Respirando hondo para insuflarse ánimos, comenzó a andar.

Los primeros pasos fueron nerviosos, rápidos, mirando hacia todos los lados. Pensaba que esta era la parte fácil, protegida por los árboles donde podría esconderse si escuchaba algún ruido. Su cuerpo estaba muy tensionado, apenas podía relajarse. Cuando vio que los árboles se acababan y tenía que salir al camino se detuvo: "no puedo, pensó, le llamo y le digo que no puedo. No, debo hacerlo, se fuerte, es tu castigo. ¿Y si bajo por la arboleda hasta casi llegar al cruce?". Decidió desechar todo esos pensamientos, comprendió que era una prueba casi definitiva y que era lo que ella había querido ser, nadie la había obligado, fue una decisión propia.

Tras este conflicto mental, al final, volvió a andar. Se puso sus gafas de sol y salió al camino. Pudo notar los rayos del sol en su piel. Miró su móvil. Las 17:30. Aún no hay gente, tranquila. Y comenzó a andar. "3 kilómetros y medio son aproximadamente media hora, puedo hacerlo. No hay ninguna granja cerca y es día de diario de verano, no hay nadie". Esos pensamientos la hicieron empezar a relajarse. Al cabo de 5 minutos, comenzó a relajarse. El sol en su cara le daba una sensación de bienestar. Iba desnuda pero apenas se acordaba. Sus pechos saltaban libremente, el polvo que levantaba al andar se pegaba a sus piernas. Cada paso que daba se sentía más cómoda. Incluso comenzó a acariciarse los pechos. "Estoy medio loca, ¿cómo puedo estar excitándome con esto?". Siguió caminando. Al fondo vio un coche saliendo de un camino. ¿La estaría viendo? Se detuvo en seco. "¿Me escondo?, ¿sigo?. ¿Qué hago?". En un acto reflejo se tiró al suelo apartándose del camino. Unos matorrales ocultaron su cuerpo mientras ella veía al coche girar en dirección contraria a donde ella estaba. Se levantó y volvió al camino "¡Seré idiota! Aún no estaba seca del todo y mira como me he puesto" pensó interiormente. Aceleró el paso. Apenas le quedaban unos metros hasta ese cruce. Al llegar frente al cruce, siguió en dirección a la carretera principal. Sabía que desde esta intersección al destino apenas quedaban unos pocos metros. En coche era poco tiempo, pero "¿cuánto sería andando?". Sin pensarlo mucho más, siguió andando. Al fondo vio un coche aparcado, pero no era el de Lucas. Una pareja salía de la parte delantera del coche y pasaba a la trasera. El chico iba sin camiseta y la chica estaba en sujetador. "Genial", pensó. Una parejita que viene aquí a echar un polvo, y yo voy a pasar por delante. Espero que no me hayan visto cuando pasaban detrás". Esperó un par de minutos a que ambos estuvieran ya en la faena y siguió andando. Se acercó hacia el coche. Tenían las ventanas bajadas y se oían gemidos y jadeos de la chica. Desvió su camino hacia la arboleda desde donde podía ver con claridad el coche y ella se sentía segura. Cuando se puso a su altura no pudo evitar mirar. Vio a una chica de unos 20 años desnuda, de grandes pechos que se movían salvajemente mientras cabalgaba a un chico un poco mayor. Se detuvo un instante para verlos. "Me estoy volviendo una depravada, madre mía, a ver si le veo la herramienta a él. No venga, sigue, que al final te van a ver. Lo que daría por estar yo encima de Lucas ahora botando como ella" pensaba Lucía mientras acariciaba su clítoris excitado. Muy discretamente se retiró hacia el interior de la arboleda y tras caminar unos cien metros, volvió a salir al camino. Al girar una curva, vio a Lucas y a María. Ella estaba desnuda completamente, se había quitado el sujetador del bikini y la esperaba agarrada al Amo. Cuando llegó, aunque no tenía permiso para hacerlo se colgó de su cuello e introdujo su lengua dentro de la boca de quien era su Dueño absoluto. Él le devolvió el beso y le dijo:

Vamos a casa. ¿No has tardado mucho?

Es que no puedes imaginarte lo que he visto – respondió ella -. Una parejita follando como locos a mitad del camino. Siento decirlo así, pero me he quedado un par de minutos mirando.

¿los del coche rojo que han pasado? – preguntó María -.

Sí – repuso ella -. Que jovencitos eran, estaban desatados. Desde luego que me he puesto a cien. No podía parar de fijarme en ellos, era increíble y yo allí desnuda como una idiota. Hasta llegué a pensar en abrir la puerta y meterme dentro. Con eso os digo todo.

Lucía – intervino Lucas -, ¿qué te ha pasado? Estás llena de polvo y de suciedad.

Bueno – contestó ella -, es que vi un coche a lo lejos y me asuste, pensé que podía verme y me tiré al suelo. Estaba histérica.

¿Cómo te sentiste? – inquirió María con una mirada pícara.

Al principio, aterrada, sola, desnuda y en un bosque, imagínate, lo que una siempre deseó – comentó ella con una sonrisa divertida -. El tiempo que tardasteis en llamarme, pensé que me moría de miedo. Luego, cuando empecé a andar, nerviosa, mirando a todas partes porque pensé que me iba a encontrar un montón de coches. Luego asustada porque vi aquel coche. Y cuando el coche de los chicos se paró, pensé que me daba algo, porque no sabía cómo iba a poder pasar. Luego cuando me di cuenta que iban a lo que iban, me aparté un poco para que no me pillaran, pero al pasar a su lado y verlos allí como dos salvajes, uf, empecé a excitarme de verdad. En fin, una experiencia – terminó riéndose a carcajadas -. No se si recomendarla, pero desde luego cuando se me relajen los nervios, me quedó dormida segura.

Entonces, cariño – dijo María cambiando de tema - ¿Quieres que lo lleve yo el coche? Lo único, Lucas, es que tengo 5 llamadas de mi hermana y un mensaje de voz, ¿puedo llamarla antes de irnos? No se si es que pasará algo.

De acuerdo, utiliza mi teléfono y así te oímos por el bluetooth, me apetece conocerla. Espero que no te importe complacerme en esto.

Para nada, claro, pero te pido que no hagáis nada..., porque si no podría sospechar algo – contestó ella.

Subieron los tres al coche. María se sentó en el asiento del conductor. Se veía rara desnuda salvo sus sandalias y la parte superior de un bikini. Lucía subió detrás con Lucas. Ésta le dijo:

Toma, póntelo tú, yo voy a ir detrás y a ti te vendrá mejor, te sentirás más cómoda

¿Estás segura? Con lo que has pasado, ¿no prefieres ir mejor con el tanga? – preguntó María.

En serio, de verdad, póntelo tú.

María le sonrió y se ajustó la parte inferior. Ahora estaba más segura, aunque al mirar hacia atrás vio a su amiga completamente desnuda y pensó: "¿por dónde puedo ir que no haya mucho follón de tráfico"?

Lucas le entregó los dos teléfonos y ella consultó su buzón de voz. Él le pidió que conectara el altavoz para que todos pudieran escucharla. Una voz atronó desde el teléfono:

" María, soy Isabel, tu hermana. Te he tratado de localizar varias veces pero no me coges el teléfono, imagino que no lo has oído. Simplemente decirte que tengo que ir por allí por motivos de trabajo una semana y como sabes que voy por dietas había pensado, como otras veces, en quedarme en tu casa. Llámame cuando puedas.

Un beso cielo"

Cuando acabó el mensaje, María apagó el teléfono y miró por el espejo retrovisor. Lucía estaba en silencio y Lucas tenía el aspecto de estar pensando alguna nueva maldad. Al final habló:

Bueno, no creo que suponga ningún problema que no podamos afrontar. De momento, vayamos a casa, que tenemos mucho que hacer allí.

¿Más? – dijeron ellas al unísono – Yo no se si puedo más, necesito descansar un poco, estoy realmente molida – continuó Lucía mientras se acurrucaba en las piernas de su Amo.

Cuando lleguéis a casa, veréis que todavía nos quedan muchas más cosas por hacer. Por cierto, ya hablaremos de eso de las visitas sin consultarme. Muchas cosas van a cambiar de ahora en adelante.

En ese momento, María arrancó.