Lucía (5)

Las chicas se ayudan entre ellas.

El Monte.

Cuando salieron de la oficina, Lucas condujo su coche por la carretera hacia el monte donde había estado con Lucía. Lucía iba en el lugar del copiloto y María sentada detrás de ella. Al salir de la ciudad, y sin que él les dijera nada, comenzaron a quitarse la ropa quedándose desnudas.

Cuando entraron en la carretera secundaria, María se desabrochó el cinturón y pasó sus manos por el cuello de su compañera para acariciarle los pechos. Éstos, al contacto de los dedos de ella, comenzaron a endurecerse y sus manos se dirigieron hacia el respaldo del asiento buscando el contacto de María.

Lucas comentaba divertido:

Mmm, como me gusta veros así.

Vamos al monte ¿verdad? – preguntó Lucía.

Así es – respondió él -. Tengo preparada una sorpresa.

Casi me da miedo preguntar qué es – comentó María mitad riendo, mitad preocupada. Sus manos ya amasaban los senos de Lucía.

Ya lo veréis, pero espero que no me defraudéis. Confío mucho en vosotras.

Lo intentaremos, Lucas – dijeron ellas al unísono.

Al llegar al camino de tierra que se adentraba en el monte, Lucas detuvo el coche y les explicó la prueba.

Vamos a ir al descampado donde ambas habéis estado. Al llegar allí os bajaréis del coche sin ropa ninguna y me esperaréis allí hasta que yo vuelva con las hamburguesas.

Pero, pero – balbuceó Lucía -. ¿Nos vas a dejar aquí solas? ¿Y si viene alguien? Entre que vas y vienes pasará más de una hora. No lo hagas, por favor, haremos lo que quieras, pero eso no.

Lu – María había empezado a llamarla así cariñosamente -. Tranquila, debe haber 40 grados ahí fuera , seguro que no viene nadie. Además estamos juntas, lo sobrellevaremos bien. ¿No confías en él? Sabes que nunca nos pondrá en peligro. Lucas, por favor, no tardes –dijo ella mientras abría la puerta y salía del coche -. ¿Podemos quedarnos las sandalias y los móviles?

Tú sí, puesto que confías en mí, ella sólo el móvil

La mirada de Lucas era fría como el hielo. Lucía no supo que había cometido un error hasta que notó sus manos en sus pezones y un fuerte dolor apareció de repente. Él estaba retorciendo sus pezones como castigo. Lucía arqueó su espalda tratando de soportar el dolor, se mordía el labio, pero la presión era demasiado fuerte. Un grito escapó de su boca. Cuando Lucas la soltó en su mirada se veía agradecimiento por el esfuerzo al soportar el dolor. Había aguantado más de lo que él esperaba. Como recompensa, le acarició sus muslos y dijo:

No quiero volver a hacer esto, espero que no me obligues.

Lo siento, Lucas, no volverá a pasar, confiaré siempre en ti. Toma mi móvil y mis sandalias, soy tuya hasta el final.

Acto seguido, abrió la puerta del coche y salió desnuda hacia la arboleda. Sus pies notaban el polvo y las piedras del camino, y las ramitas caídas de los árboles. Se apoyó en un árbol y esperó a que llegara María. Mientras en el coche, Lucas le dijo a María.

Cuídala, tú llevas algo más de tiempo.

Sí, lo haré, y discúlpala, es una buena chica, pero tiene aún demasiado miedo y eso la hace rehusar muchas veces – respondió ella, mientras salía del coche.

Cuando Lucas se marchó ambas se quedaron solas. María, tras dejar el móvil en el suelo, se acercó a Lucía y le preguntó:

¿Cómo estás? ¿te duele?

Bastante, pero me duele más haberle fallado. ¿Por qué dije eso? No lo sentía, pero, ¿por qué tuve que decirlo? – respondió ella entre sollozos.

Ssshhh, no digas nada. Todas cometemos errores.

Acto seguido, acarició la cara de Lucía, que terminando de derrumbarse, se abrazó a ella, mientras lloraba por el dolor físico y su error. En un acto reflejo, se puso a acariciarle la espalda.

Lu, cielo, vale ya, está bien, sabes que nos quiere a las dos – susurraba en su oído.

Lucía, empezó a calmarse y a acariciar la espalda de su amiga. La estampa era de postal. Dos mujeres desnudas, de pie, en mitad de un monte de pinos, abrazadas. Cuando volvió a tener constancia de sus sensaciones, empezó a notar que los miedos se disipaban, dejando entrever una sensación de placer que provocaba el contacto de la piel de su amiga. Empezó a tener consciencia de lo que iba a pasar, sabía que no iba a poder evitarlo, pero lo peor era que no quería evitarlo. Su cuerpo empezaba a tomar el control de todo y ella, como ya sabía, no iba a poder pararlo.

Lentamente comenzó a bajar sus manos hasta el trasero de María. Con su cabeza hundida en el hombro de ella, Lucía podía oler la piel de su compañera, su perfume, mezclado con el sudor que empezaba formarse por el contacto de ambas. Sus dedos acariciaban ambas nalgas, buscaban ansiosos el contacto con la carne próxima. Mientras sentía como ella, a su vez, era explorada. El silencio lo invadía todo.

En el último momento de lucidez que tuvo, separó su cabeza del hombro de María y la dijo:

No se si voy a poder parar, cariño – dijo entre jadeos de la excitación – pero lo haré si tú me lo pides.

No se si quiero que pares – le contestó ella - . Posiblemente sea lo que Lucas quería de nosotras hoy, y si no lo era, seremos castigadas, pero es lo que deseo en este momento.

Dicho esto, María agarró su culo con fuerza y la besó. Sus lenguas se entrelazaron apasionadamente. Ambas buscaban con fiereza la boca de la otra. Cuando se separaron, Lucía aún mordisqueaba los labios de María mientras le decía:

Nunca he estado con una mujer, pero esto que siento por ti es demasiado fuerte para no compartirlo

Yo tampoco – contestó ella -. Quizá no sepa hacerte disfrutar, pero quiero intentarlo. Quiero que él sepa que verdaderamente somos una sola, y para eso, tenemos que aprendernos de memoria. ¿Estás conmigo?

Hasta el final

Ambas volvieron a besarse, esta vez más despacio, sintiendo los labios de la compañera, acompasando sus lenguas. La atracción inicial estaba dejando paso a un placer muy diferente, a una exploración de los sentimientos basadas en la pasión relajada. María, al separarse de su amiga, la acarició el cuello mientras la atraía hacia su cuerpo. Lucía comenzó a lamer el cuello de su compañera, su lengua partía de la mitad del cuello para acabar bajo a la oreja. Los dedos de Lu comenzaban a explorar los enhiestos pezones, jugaba con ellos, los pellizcaba suavemente, provocando suaves gemidos de su madura compañera. Tras succionar el lóbulo izquierdo de la oreja, comenzó a besar sus pechos desde la zona superior.

María con el cuello hacia atrás acariciaba el pelo de aquella hembra, impulsándolo hacia sus pezones. Deseaba el contacto de los labios de su amiga en esa zona del cuerpo y cuando Lucía empezó a succionarlos, un jadeo de placer surgió de entre sus secos labios. El terremoto de emociones que sacudió su cuerpo no tuvo límites. Sus piernas comenzaron a fallarle, necesitaba apoyarse para mantenerse en pie, pero no quería dejar de acariciar ese pelo lacio de Lu.

Lu, por su parte, experimentaba todo tipo de sensaciones. Nunca en su vida se hubiera imaginado con una mujer a solas, nunca se habría planteado estar desnuda y sola al aire libre y mucho menos disfrutar como lo hacía con la combinación de ambas cosas. Pero la llegada de Lucas le había abierto un nuevo mundo y sólo deseaba seguir avanzando por él. Por mucho que le costara, sería la mejor de todas, sólo porque él se lo demandaba. Inconscientemente su mano derecha se dirigió hacia su propio sexo, necesitaba comprobar lo que intuía, y el contacto con esa zona le descubrió que estaba muy mojada.

María le dijo:

Necesito sentarme o nos vamos a caer, esto es demasiado para soportarlo. Déjame que te lo demuestre.

Hoy no – replicó ella sin soltar su pezón -. Hoy soy tuya, te lo debo, te debo este placer, me cuidas como a alguien especial. Así que, quiero entregarme a ti para que una al menos disfrute del placer. Somos un equipo y no quiero privarte de nada.

María se apoyó en un árbol caído. Su trasero se encontró con la rugosidad de la corteza, pero el placer que embargaba su cuerpo podía más que la sensación de la incomodidad. Vio que la luz de su móvil parpadeaba. Era su hermana Isabel. Le daba igual. Pensó "ahora no puedo pensar en nada más, estoy demasiado excitada, me da igual lo que quiera, no existo nada más que para esto".

Lucía, llevada por la sensación de descontrol, se hincó de rodillas y trató de colocar las piernas de su amiga en sus hombros.

Ella le dijo:

¿Estás segura? ¿Quieres hacerlo?

Nunca lo he hecho, quizá ni te guste, pero deseo intentarlo. Quiero que Lucas vea que vivimos para él y que podrá tener de nosotras lo que quiera.

Y lentamente posó su lengua por el sexo. María dio un brinco. Con sus manos en la corteza para no caerse, el sudor se acumulaba en su pelo corto y caía entre sus senos. Lucía comenzaba a mordisquear los labios externos y a hundir su boca en la carne de su amiga. No sabía si lo hacía bien, pero creía que estaba aprendiendo a tenor de lo que llegaba a sus oídos:

Joder, Lu, sigue, que maravilla, lo haces genial, por favor no pares

¿Quieres que muerda aquí?

Sin esperar respuesta, comenzó a dar pequeñas dentelladas en su clítoris, mientras María soltando una mano empujaba sin control la cabeza de Lucía jadeando y gimiendo.

Lucía seguía chupando, succionando y mordiendo todo su sexo. Mientras María trataba de contener su orgasmo, pero sabía que cada vez tenía menos control de su cuerpo. Su espalda se arqueó una última vez, tratando de sujetar lo inevitable..

Lu, aparta, no puedo más, necesito correrme ya.

Pues córrete – le dijo ella -. Aquí lo espero.

¿Segura? – preguntó María.

Sí, vamos, aquí lo espero.

María, con un último grito de placer, tuvo su orgasmo, llenando la boca y cara de Lucía con sus líquidos. Poco a poco, la respiración de María fue haciéndose más regular, sus jadeos hacían que sus pechos se movieran de forma exagerada. Entre sus piernas, Lucía descansaba con toda la cara apoyada en su muslo izquierdo. Podía notar la humedad en su rostro, todos los jugos de su amiga estaban en su cara. Había puesto toda la cara para recibirlos. Le dolían infinitamente las rodillas por tenerlas en un suelo lleno de ramas rotas, arena y piedras.

Lentamente comenzó a levantarse y pudo ver el brillo que el sudor había dejado en el cuerpo de su compañera. Ésta, con la cabeza aún echada hacia atrás, descansaba del esfuerzo con una sonrisa de placer. Cuando notó que Lucía se incorporaba, buscó su mirada y lo que vio la hizo sonreír. El pelo alborotado y sudado, la cara llena de ella, los pechos al aire con los pezones en punta y sobre todo una mirada de felicidad.

Gracias por esto, cariño – dijo ella.- No se como voy a pagártelo.

Sólo te pido una cosa, ayúdame cuando flaquee. Tú eres más fuerte y yo necesito de alguien que me impulse a seguir..., y además me gustaría otra cosa

¿Cuál? – preguntó María.

Un beso, no de excitación, si no de placer, no porque estés como yo, como una perra en celo, si no porque desees dármelo como mujer, como amiga y como compañera.

De acuerdo – concluyó ella -. Ven aquí.

No, déjame que me limpie un poco la cara, quiero estar bien para ti – dijo Lucía.

Pues eso, límpiate en mis pechos

Hacemos otra cosa, vamos a la fuente del merendero, nos lavamos bien y le esperamos, ¿quieres?

Claro - dijo María -, pero ven, dame la mano.

Cuando estaban llegando a la fuente, vieron a Lucas llegar con el coche. Ambas salieron a buscarle y le dijeron que iban a limpiarse un poco porque habían tenido una relación sexual. Ambas esperaban el castigo de éste, en cambio les dijo.

No os voy a castigar como pensáis, porque de hecho me alegro, era parte del objetivo de hoy. Espero que lo hayáis pasado bien, aunque eso viendo vuestras caras es obvio. Además es fácil saber quien ayudó a quien, ¿verdad Lucía? , pero sí que una de las dos tiene que hacer un pequeño esfuerzo para compensar que me lo haya perdido, pero antes quiero ver como os laváis en la fuente.

Al llegar a la fuente, María se acercó y comenzó a lavarse la cara, las axilas y el sexo. El agua fría la proporcionó un placer casi instantáneo y se relajó al notar el frescor del agua frente a los más de cuarenta grados del ambiente. La fuente eran dos caños de agua de la montaña con un pequeño pilón. María utilizaba el agua remansada para refrescarse.

Cuando le llegó el turno a Lucía, se acercó y empezó a lavarse la cara, pero la mano de Lucas en su cuello hizo que se detuviera. Sólo María había visto desnudarse a su amo, pero una mirada y un gesto de que guardara silencio hizo que ésta no dijera nada y esperara nuevas órdenes. La mano de Lucas guiaba a Lu hacia el caño de agua, quería que metiera la cabeza dentro del caño. Cuando el agua comenzó a caer sobre el cuello, ésta soltó un grito por la temperatura. Él la dijo:

No te muevas o me enfadaré.

Ella, sin poder hablar por el agua en su cabeza, sólo pudo asentir gestualmente. Mientras tanto, las manos de Lucas bajaban acariciando su espalda. Se detuvieron a la altura donde empezaban sus pechos, a los que dedicó unas caricias sobre los pezones. Volvió a deslizar sus manos hacia su trasero y su sexo, que empezó a mojarse. Con el agua cayendo sobre su cabeza, no oía nada, sólo podía sentir el contacto de unos dedos por su cuerpo. Cuando de repente, notó como algo inundaba su cuerpo, estaba siendo penetrada. Una sensación que llevaba esperando tiempo recorrió su espalda.

Lucas comenzó a follarla lentamente. Ella notaba como su cuerpo acompasaba el movimiento guiado por las manos de él en su espalda. Sus pechos se movían libre y suavemente mientras rozaban el agua del pilón, proporcionándole una sensación inequívoca placer. Poco a poco comenzó a perder el control de su cuerpo, lo estaba entregando y sólo quería más. Sus manos, una de ellas en el caño y otra en el borde de la fuente, la sostenían. Quería quitarse el pelo de la cara, pero sabía que si se soltaba su cuerpo caería de golpe al pilón. De repente notó como una mano acariciaba su pelo y lo sujetaba hacia detrás. Era María, ya que pudo ver uno de sus pechos cerca de su cara. Quería llegar a él, pero era incapaz debido a la postura y al movimiento de todo su cuerpo. Pero necesitaba tener algo en su boca. Su amiga notó sus esfuerzos y tras recibir la autorización de su amo, se apoyó en el pilón y le acercó su pecho derecho a la boca.

Mientras Lucas empezaba a aumentar el ritmo sobre Lucía. Ésta, con sus labios besando el cuer compañera en la boca, ya no jadeaba, simplemente se había abandonado al placer que estaba recibiendo. De repente y tras recibir una palmada en su trasero, escuchó.

Si quieres correrte, tendrás que suplicarlo, para eso deberás decírselo a María y ella lo transmitirá. La forma de suplicarlo es mordiendo su pezón, ¿entendido?

Creo que lo hemos entendido ambas, amo – dijo María.

Lucas podía notar como Lucía estaba a punto. Ésta trataba desesperadamente de sujetarse, quería más, aunque sabía que no podía darlo. Cuando notaba que llegaba, mordió suavemente el pecho de María.

Lucas, creo que mi compañera está suplicando correrse.

No son maneras de pedirlo, que lo vuelva a pedir – repuso él.

Lucas, su sumisa solicita permita el orgasmo a su otra propiedad – volvió a decir ella.

No he visto que lo haya pedido de nuevo.

Lucía volvió a morder, ya no paraba de mordisquear porque quería correrse y no deseaba volver a fallar al hacerlo sin permiso. Lucas lo notó y aumentó un poco más la embestida. Ella, empezó a morder con fuerza y desesperación. Los jadeos de María, provocados por la situación y la sensación de placer al ofrecer su cuerpo para Lu, se hicieron más poderosos.

Por favor amo, tu perra desea correrse, permite a Lucía su orgasmo, y yo me entregaré luego a usted en nombre de las dos.

Está bien - concedió él – puede hacerlo.

Dicho esto Lucía estalló en un orgasmo que recorrió su cuerpo de arriba abajo. Lucas siguió penetrándola para que disfrutara aún más y cuando él notó que estaba a punto, tomó a María y la puso de rodillas para eyacular en sus tetas. Sus tres descargas fueron amplias y poderosas dejando bien cubierto uno de los pezones y el canalillo. María le dio las gracias, mientras Lu agarrada al caño jadeaba salvajemente para recuperarse con todo el pelo y parte de su espalda chorreando agua

Gracias amo, por este gran placer que me ha dado – dijo ésta última -. No sabes lo que lo deseaba.

Sí lo se, por eso te lo he dado, para que veas que soy justo pero exigente, y por eso quiero más de ti. Ahora ayuda a lavarse a María y vamos a comer