Lucía (4)

Lucía y María continúan experimentando juntas el placer de la sumision

De vuelta a la oficina.

La mañana siguiente, como siempre, Lucas fue a buscar a Lucía a su casa. Como siempre, la puerta del garaje estaba abierta y ella le esperaba desnuda tumbada en las escaleras de acceso a casa, tal y como le habían ordenado. Aún no se había duchado y llevaba el pelo recogido en una coleta. Ella sabía que era su Amo quien debía supervisar cada uno de sus pasos. Cuando entró en la vivienda, Lucas sin decir nada, la cogió de la coleta y la levantó. Ella sumisamente obedeció y subió recostada en el pecho de Lucas mientras él guiaba sus pasos con suaves toques en sus pechos..

Al llegar al dormitorio, ella pensó que iba a tener su rato personal de placer (como ella mismo le llamaba). Lucas, mirándola, la dijo:

Hoy no, Lucía, hay que esperar a que esté tu compañera de juegos.

Sí, Lucas, lo que tú digas – respondió ella con el gesto visiblemente contrariado por el cambio de su rutina. Y es que desde hacía 3 días, el día empezaba con esa ración de sexo.

Lucas, cogiendo su cara entre las manos la llevó al baño y la dijo:

Hoy tienes un reto nuevo. María y tú competís por quien puede estar más seductora en la oficina. El reto comienza a las 15:00 cuando se haya ido todo el mundo y acaba a las 18:30. Puedes escoger la ropa que más te guste, no es ahora cuando puedes ganar, será luego tu arrojo y tu pasión las que te pongan en juego.

Lucía se duchó y se arregló con Lucas delante. Él pensaba que era una situación deseable por una persona como él: dos mujeres competían en destreza como sumisas por su atención, pero tal y como les había enseñado, tendrían que hacerlo siendo un equipo. Cuando Lucía terminó, Lucas la dijo:

Estás muy bien, y por ser, día de reto, hoy irás completamente normal a la oficina. Cuando lleguemos allí os daré a las dos las reglas del juego.

Ambos salieron hacia a la oficina. Una vez llegaron, Lucas las citó en el despacho que compartía con Lucía. Al llegar María, ambas pudieron verse: María llevaba un pantalón blanco pirata ajustado que marcaba un tanga del mismo color, una camiseta escotada negra que dejaba sus hombros al aire y un sujetador. Calzaba sus pies con unas sandalias de tacón medio de color rojo. Su pelo corto estaba engominado dándole un aspecto arrebatador. Lucía, por el contrario, llevaba una falda de vuelo azul claro por encima de la rodilla, un tanga violeta, una blusa sin mangas roja de 5 botones, de los cuales llevaba dos abiertos, unas sandalias negras de tacón alto. Su pelo lacio suelto caía sobre los hombros, confiriéndole un aspecto de mujer sensual. Ambas iban maquilladas ligeramente, como Lucas les había dicho.

Hola María – dijo Lucía levantándose y abrazando a María.

Hola cariño – respondió ella devolviéndola el abrazo -. ¿Dormiste bien después de lo de ayer? Yo hace mucho tiempo que no estaba tan cansada.

Perdonad, pero estoy aquí – dijo Lucas con una sonrisa. En el fondo le encantaba ver a sus chicas tan contentas - . Si os parece os cuento las reglas del juego.

Lo siento, claro, adelante – respondieron ellas con una sonrisa.

Bien, las reglas son sencillas: durante la jornada laboral, todos trabajaremos a nuestro ritmo y sin comportamientos extraños. En el momento en que la gente se vaya para casa y nos quedemos los tres aquí solitos, comenzará nuestro reto. El reto, como bien sabéis, consiste en saber quien es capaz de arriesgar más para conseguir mi atención. A ambas os he dejado elegir ropa para que cada una pueda desarrollar su táctica. Como ambas estáis en igualdad de rol, podréis ayudaros o provocar a la compañera, ¿entendido? Lo que hagáis y como lo hagáis es cosa vuestra.

Sí, está claro – respondieron ellas.

Una cosa antes de empezar: responded sinceramente a mis preguntas, ¿ok?

Claro – dijo María.

¿Qué medidas lleváis de sujetador?

Una 95 con sujetador de media copa, B – dijo Lucía.

Una 90 con sujetador de copa entera, C – dijo María.

Bien, entonces cambiadlos ahora mismo.

Sin siquiera preguntar si en el baño o en el despacho, María se sacó la camiseta y con un gesto rápido soltó las tiras del mismo, quedándose con sus pechos al aire. Lucía, aún asustada, empezó a quitarse los botones de la blusa cuando escuchó:

1-0, para María. Esta rapidez bien merece un punto.

Lucía, con una cara de asombro terminó de quitarse la blusa y el sujetador y sin mediar palabra, acarició ligeramente el pecho de María, quien no pudo cuanto menos que reprimir una mueca de placer.

1-1. Esto promete ser interesante – dijo Lucas-. Estoy deseando que llegue la hora del partido. Por cierto, no hay más puntos, no quiero ventajas porque ambas estéis en diferentes lugares de la oficina.

Ambas se vistieron con la ropa interior de la otra y, María tras mirar a Lucía le guiñó un ojo y le dijo:

Buena suerte.

Lo mismo digo – contestó Lucía.

15:00.

Lucas escuchó el ruido de la gente y mirando a Lucía, llamó por teléfono a María:

En 5 minutos en la sala de reuniones – dijo. Tras colgar, le dijo a Lucía: - allí os espero. Buena suerte a ambas.

Sin esperar respuesta, salió del despacho. Un par de minutos después, Lucía se aproximó a la sala con el bolso en el brazo. Al llegar, miró a ambos lados y sin mediar palabra, se quitó la camiseta, que guardó en el bolso y, quedándose en sujetador, entró en la sala. Sin que nadie la dijera nada, se arrodilló junto a Lucas. Un minuto después llegó María.

María llamó a la puerta, y asomándose, pidió permiso para entrar. Cuando se lo concedieron, cerró la puerta tras de si. Lucas, sonrió cuando vio a su posesión en tanga y sujetador. Al preguntarle dónde estaba su ropa, ella contestó:

Está en el armario de Lucía, ya que compartimos todo, pues ahora compartimos también nuestras cosas – dijo, señalando el sujetador de su compañera.

Bien, creo que este punto está ya asignado. Lucía, tendrás que esmerarte. ¿No tenéis sed, chicas?

Yo tengo la boca seca del miedo – dijo María.

Yo también. ¿Queréis que traiga algo de la máquina?

Bien – dijo él -. Pero tendrás que ganarte ese derecho. ¿Qué harás para conseguirlo?

Lucía, sin siquiera decir nada, se levantó y se quitó la falda. Lentamente, pasó sus manos por su espalda y soltó el sujetador. Sus hermosos pechos quedaron al descubierto, subiendo y bajando acompasados por una respiración agitada. Sin mediar palabra, tomó la mano de María y arrodillándola la puso a la altura de la entrepierna de su amo. Silenciosamente, desabrochó el pantalón de Lucas y tomando en sus manos su miembro, guió la cabeza de María hasta alojarlo en su boca. Después dijo:

Lucas, te dejo bien acompañado mientras voy por las coca – colas. Espero no cruzarme con nadie.

Buena suerte, y gracias por el detalle, Lucía, pero te recuerdo que estas decisiones no son potestad tuya. Ven aquí antes de irte.

Lucía se aproximó y recibió un pellizco en sus pechos como medida reprobatoria. Ella, que no se lo esperaba, no pudo por menos que emitir un gemido entrecortado, que no hizo si no espolear su entusiasmo.

Al salir, miró a ambos lados. Su diminuto tanga apenas cubría su cuerpo. Lucas oyó su taconeo rápido hacia la máquina y mientras le dijo a María.

La competición es dura. ¿Qué harás para excitarme?

No lo se, pero espero ganar la competición.

Cuando Lucía volvió a la sala, su respiración era agitada por los nervios. Una fina capa de sudor, provocada por la adrenalina, recorría su pecho y su canalillo. Al llegar, se desplomó en una silla dejando las bebidas en la mesa.

He traído agua, no había otra cosa – dijo-. Amo con su permiso, querría refrescarme.

Claro cariño – respondió Lucas.

Lucía sin preguntar nada más, abrió su botella, y tras beber un trago comenzó a esparcir el resto desde su cuello. El agua corría haciendo auténticos senderos por sus pechos y sus piernas. Su vello de su sexo arreglado, pero no rasurado, se transparentaba a través del tanga que se iba empapando a medida que el agua descendía por su cuerpo mientras y ella suspiraba excitada.

María consciente de su desventaja, dudaba sobre la conveniencia o no de arriesgarlo todo o no. Un segundo después tomó la decisión más difícil de su hasta hora tranquila vida.

Levantándose del suelo, y aún dudando de que fuera lo acertado, se quitó toda la ropa y se acercó a Lucía. Sin mediar palabra introdujo su lengua en la boca de ésta, que asombrada, no pudo reaccionar. Cuando lo hizo, trató de separarse pero no pudo. La pasión del beso de su amiga era mayor y rindiéndose ante la evidencia del placer que esta acción le proporcionaba respondió al beso con pasión.

Lucas asistía divertido y excitado, mientras pensaba que había sido demasiado fácil, que sus chicas iban adiestrándose demasiado bien, lo cual le proporcionaba una sensación gratificante.

María estaba desatada. No sabía lo que hacía, pero con este gesto, intuía que su vida había terminado de cambiar. Ella, profesional intachable, secretaria de confianza, estaba desnuda en su oficina, abrazando a una mujer semidesnuda en presencia de la persona que, por su propia decisión, dominaba su voluntad a su antojo.

Cuando se iban a separar, María notó como unos brazos la abrazaban y la conminaban a seguir abrazada a Lucía. Ésta a su vez, volvió a lanzarse sobre María y tras mordisquear su oreja la dijo:

No podrás conmigo. Esto me ha encantado y ahora siempre que él lo pida me tendrás.

Sí, Luci, te deseo y a mí me tendrás a tu lado también. Él nos guiará y fielmente seremos compañeras siempre.

Lucas divertido dijo:

Habéis cumplido el objetivo, buscaba esto de vosotras. Ahora sois verdaderamente una y lo que una disfrute se lo transmitirá a su compañera. María ven aquí. Necesito que vayas a por algo de comer.

Sí mi amo. ¿Os parece bien que veniros a casa? Podemos coger algo de comida en el burguer.

.Bien, voy a por vuestra ropa – dijo Lucas-. De momento quedaros desnudas y dadme lo que falta.

Lucía se quitó el tanga y se lo entregó a su amo. Éste una vez que lo tomó dijo: tenéis un intento cada una. Yo elegiré una ropa para cada una. A continuación os propondré una prueba. Vosotras decidiréis quien compite por cada prenda.

Acto seguido Lucas abandonó la sala de reuniones. Desde su despacho, las llamó a la sala. María respondió a la llamada.

¿Sí?

Hay que ir a la fotocopiadora de la sala de mapas y traerme un email. El precio es un tanga. ¿Quién acepta el reto?. No se puede correr.

Un silencio envolvió la sala. María respondió:

Iré yo. Cuando quieras.

Ya está enviado. Lo esperó en mi sitio.

María abrió la puerta y respiró hondo. La fotocopiadora en cuestión estaba en el otro extremo de la planta. Tenía que pasar por delante de las cristaleras. Lentamente empezó a caminar. Estaba expuesta, lo sabía pero su determinación de no fallar era aún mayor. Pasaba entre las mesas mirando a todos lados. Sus pechos se movían rítmicamente. Cuando llegó a las cristaleras, empezó a caminar lentamente. En la fotocopiadora estaba el mensaje de Lucas: "el tanga morado está en tu cajón". Póntelo. María sabía que era el tanga de Lucía. Al principio sintió un poco de repelús, pero luego un sentimiento erótico la embargó. Siguió leyendo: vete a la sala de reuniones, la siguiente prenda es un sujetador. Estará encima de la papelera del despacho de Pablo Herrera. Buena suerte.

Cuando llegó al cajón tomó el tanga y se lo puso. Al tener ambas una talla 40 sintió que le quedaba bien. Caminando llegó a la sala y abrió. Lucía estaba acurrucada en un rincón mitad muerta de miedo, mitad excitada.

Traigo la segunda prueba. ¿Quieres hacerla tú? – dijo María pasándole el papel a Lucía.

Cualquier cosa menos quedarme aquí asustada esperando que entre alguien – respondió ella. Tras leer el texto dijo- : ¿el despacho de Herrera? Uf, está muy lejos, pero de acuerdo. Voy para allá. Por cierto, no me había fijado, llevas mi tanga, te queda muy bien.

Gracias – contestó ella -. Buena suerte, cariño, te espero aquí.

Ambas se dieron un beso breve pero intenso y Lucía salió de la sala. El despacho en cuestión estaba enfrente de la máquina de las coca-colas. Tenía que atravesar varias mesas. Sin dudarlo comenzó a andar. El contacto del aire con su sexo hacía que se excitara mucho más. Iba muerta de miedo, pero también de placer. Al llegar al despacho y ver la puerta cerrada se asustó. Pegó la oreja a la puerta y tras darse cuenta de que no había nadie, entró y vio el sujetador negro que ella antes había llevado y un papel dentro. Sin dudarlo, cogió el sujetador y salió sin leerlo.

Al llegar a la sala, abrió y le dijo a María.

Tengo tu sujetador. ¿Lo quieres? Te lo doy sin dudarlo.

No, me gusta verte con él puesto. ¿Hay alguna otra orden? – preguntó María mientras acariciaba sus pezones enhiestos.

Sí, pero no lo he leído. Dice: "hay una falda azul en la entrada al despacho de Gerencia y un pantalón pirata en la salida hacia el garaje. Buena suerte, cuando acabéis venid al despacho.

María, yo no llevo tanga, así que si quieres voy a por mi falda y tú que llevas parte de abajo ponte tus pantalones, ¿te parece?

¿No te importa ir a pelo con la falda? – preguntó María mientras acariciaba el vello púbico de su amiga.

Para nada, me encanta, así estará a vuestra disposición rápidamente – contestó ella, mientras cerrando los ojos se adentraba en el placer de la bisexualidad.

Pues vamos – dijo María soltando a su amiga.

Ambas salieron hacia sus respectivos lugares. Iban cogidas de la mano para darse ánimo. Al llegar a las mesas centrales tuvieron que separarse. Mirándose, ambas empezaron a andar y recogieron con mucho miedo la falda y el pantalón. Tras ponérselo, ambas se dirigieron al despacho donde estaba Lucas.

Éste las vio entrar y las dijo.

Niñas, estoy impresionado, sois buenas, pero lo que os queda es lo duro. Tengo aquí dos camisetas blancas iguales. Vuestras ropas están en un sitio que ahora os diré. Podéis cambiarlas por estas camisetas si admitís luego unos azotes como castigo. O bien podéis jugar el último envite y quizá tener sexo en casa de María esta tarde.

Lucas, creo que hablo en nombre de las dos – dijo Lucía -, cuando digo que no vamos a rendirnos ahora. Dinos donde están las cosas.

Buena respuesta. Entonces dejaremos aquí las camisetas. Vuestras partes de arriba están en mi coche. ¿Nos vamos? –dijo sonriendo Lucas.

Uf, ¿nos podemos arrepentir? – preguntó nerviosa María.

No – repuso Lucas -. Vamos pues, chicas.

Los tres salieron de la oficina. Lucas le preguntó a Lucía si era capaz de bajar la primera y que sus tetas estaban tapadas. Ofreciéndole las llaves, ella aceptó pero Lucas aún tenía una última jugada.

Si te quieres sacrificar por ella, dame tu sujetador – dijo.

No, por favor. – imploró ella sin mucho convencimiento.

La mirada de Lucas lo decía todo. Ella miró a María que le decía que no, que bajaba así. Lucía, mirándola se desató el sujetador y salió corriendo. Sus pechos se movían salvajemente por el esfuerzo en la carrera. Llegó al coche, abrió el maletero y buscó las blusas. No estaban. Desesperándose, abrió las puertas traseras. Seguía sin haber nada. Sabía que estaba exponiéndose. Tenía miedo, era excitante pero se moría de miedo. Al abrir la guantera, las vio. Suspiró de alivio y tras cogerlas salió de nuevo corriendo hacia el acceso al garaje donde Lucas y María esperaban.

Al llegar, entregó las llaves y Lucas la correspondió entregándole su sujetador y repartió entre ellas sus ropas. Con la ropas que llevaban, María escogió la camiseta que llevaba por la mañana y Lucía la blusa ya que el sujetador le daba mayor seguridad.

Una vez estuvieron vestidas, Lucas las besó y los tres se fueron camino del burguer

El siguiente capítulo será la llegada al burguer.