Lucia 3. Recuerdos viciosos

Aquí está de nuevo Lucía, en esta ocasión recordando vicios pasados. ¿Será que es más perra de lo que parece? Recomiendo leer los relatos pasados.

Recuerdos viciosos

Y ahí estaba yo a las 7 de la mañana sacándome un selfie para enviárselo a mi Amo. La verdad que Él tenía razón, esta situación me excitaba mucho. Frente a mi novio, que se desvive por mí y me trata con cariño, Eduardo saca la perra que llevo  dentro, y eso me mantiene todo el día cachonda. Mi ropa interior lo atestigua. Siempre llevo unas bragas de respuesto en el bolso porque a mitad del día debo cambiármelas, de lo húmedas que están. La situación de entregarme a él, ser suya, me tiene en tensión todo el día. Ahora mismo, según lo estoy pensando, mis pezones se han puesto como el acero e incluso me hacen daño al rozar la tela de mi camiseta.

Le envié tres selfies. En el primero, sacado desde abajo, se podía percibir mis piernas, con los rotundos muslos que tanto le gustan a mi Señor. Le envié esta foto para que comprobase que no llevaba ropa interior. Mis labios se mostraban en toda su plenitud, sin nada de vello púbico que los cubriese. Incluso, en la foto se apreciaba una gota de flujo que asomaba entre mis labios. A pesar de ser temprano, ya me encontraba completamente caliente como una perra.

El segundo selfie era una imagen de mi torso hasta mi cuello. Vestía una camiseta blanca de tirantes, muy fina, en la que mi canalillo se mostraba abiertamente. Mis pezones apuntaban bien firmes, como un par de aceitunas, y no es que hiciera frío, pero la situación me tenía muy hot.

En la tercera imagen, me agaché y puse el culo en pompa, subiéndome un poco la falda, para que pudiese ver que no llevaba pantalones y el comienzo de la raja de mi blanco culo.

La respuesta de mi Sir no se hizo esperar mucho.

-Buenos días, es un verdadero placer levantarse con semejante regalo de mi vaquita –escribió con un par de emoticonos del diablo sonriente.

-Como puede ver, su vaquita es una buena sumisa y cumple los deseos de su Señor –respondí entrando en el juego. Me excitaba soberanamente seguir este rol, sentirme una verdadera zorra con él.

-Estupendo. Hoy es viernes, puede que al final del día tengas una sorpresa y te permita correrte. Porque no te has masturbado, ¿verdad?

-No, Sir, llevo 5 días sin tocarme, como me pidió. Me alegra saber que por fin podré hacerlo porque estoy muy caliente. Se habrá fijado que en una de las fotos se aprecia una gotita de flujo que sale de mi coño.

-Jaja Sí, claro que lo he visto. Así me gusta, que te sientas muy zorra. Es lo que deseabas, ¿verdad?, lo que tenías reprimido con el tontito de tu novio. ¿Me equivoco?

-Bueno, he de reconocer que en el pasado he hecho alguna guarrería jajaja –sonreía mientras, en el autobús, recordaba viejos tiempos con Jon, un novio un tanto vicioso que tuve antes de conocer a quien es mi pareja actual.

Jon era doce años mayor que yo. Lo conocí cuando yo tenía diecinueve años y estaba en plena fase de experimentación. Y el sexo era uno de los aspectos de la vida que más me interesaba y en el que deseaba profundizar. Jon, con bastante experiencia y pocos tabúes, hizo de gurú y me condujo por caminos hasta entonces inexplorados por mí.

Con él nada era normal, siempre había algo de morbo cada vez que nos juntábamos. Y con él he alcanzado los mayores orgasmos de mi vida. Por ejemplo, cuando las parejas normales se enrollan en un coche intentan encontrar un lugar apartado en el que nadie les moleste. Con Jon, nos íbamos a follar a una zona de dogging.

La primera vez que nos lo montamos en su coche fue una experiencia que jamás olvidaré. Sería hacia el final de la tarde cuando pagamos en la terraza en que nos encontrábamos y nos montamos en el coche, dispuestos a ver anochecer en un paraje que él conocía. En nuestra relación, él era claramente dominante y yo me dejaba hacer. Me ponía mucho que me controlase a su antojo y explorase mis límites, que en su caso eran pocos. Así que no me sorprendió nada cuando me pidió que me quitase las bragas. No me lo pensé dos veces y, levantando el culo, me quedé con el chichi al aire.

Él me pidió las bragas, que apretujó en su mano y se llevó a la nariz. Aspiró profundamente, poniendo una cara de vicioso terrible que me excitó. Le encantaba hacer eso, jugar con mi ropa interior, olerme, lamer mis jugos. Y no eran pocos, puesto que con él llevaba todo el día las bragas mojadas. Segrego mucho flujo y con lo caliente que me tenía, empapaba continuamente.

Poniendo las bragas sobre el asiento, comenzó a acariciar mis muslos subiendo poco a poco. Yo le facilité el acceso subiendo ligeramente mi falda. Eso le permitió llegar hasta mi coño. En aquella época no me rasuraba, por lo que se dedicó a juguetear con mi vello rizado mientras con un dedo jugueteaba por mis labios vaginales. En breves instantes, tenía el dedo absolutamente empapado. Con una sonrisa, dijo que ya estábamos llegando. Tomó un desvío y condujo por un camino de cabras hasta que paró en un claro del bosque. A mí me pareció un lugar perfecto, discreto y en plena naturaleza, lo que despertaba mi instinto animal. Me puse muy cachonda y, mirándole con cara de vicio, desabroché los botones de su camisa y comencé a besarle el pecho mientras acariciaba sus pectorales de gimnasio. Con mis dedos pellizcaba suavemente sus pezones, jugando, lo que produjo algún gemido en él.

Seguí bajando por su vientre, lamiendo su ombligo, mientras le desabrochaba el pantalón. Su dura verga asomaba, con el capullo morado sobresaliendo por la tela de los boxers. Con mi lengua, saboreo esa fresita, delicadamente. Jugueteo por todo el contorno del capullo. Mi lengua acaricia su uretra, introduciendo ligeramente la puntita, con un gran gemido por su parte. Sé que esto le encanta, sabe algo a pis pero a mí me pone muy caliente ese sabor a macho, algo sucio. Soy muy perra.

Él sube el culo y de un solo movimiento bajo sus pantalones y calzoncillos hasta sus tobillos, quedando su polla dura y venosa expuesta para mí. Con mi lengua la recorro en toda su longitud y suavemente, arriba y abajo, en varias ocasiones. Y cada tres o cuatro lamidas, aprisiono el capullo con mis labios y succiono como si fuera un chupa chups. Él se estremece de placer. Coge mi cabeza y la sostiene, mientras comienza a mover su pelvis y a introducir su polla con fuerza hasta mi campanilla. La sostiene ahí unos segundos, hasta que toso rozando la arcada. La tiene muy larga, unos 22 cm, así que me atraganto. Él me levanta la cabeza para que pueda respirar y vuelve a meterla hasta el fondo. Vuelvo a atragantarme y unas babas se escurren entre mis labios, bañando su capullo. Una vez que ha entrenado mi garganta, como lo dice él, comienza a follarme verdaderamente la boca. Con fuerza, y metiéndola hasta el fondo, sus movimientos de mete y saca son muy rápidos y bruscos. Sus huevos golpean mi barbilla. Estoy cachondísima, me meto un dedo al mismo ritmo que él me folla. Me machaco el coño. Noto que su polla palpita, está a punto. Súbitamente, varios chorros de semen llegan hasta el fondo de mi garganta. Me trago todo lo que puedo, pero su corrida es abundante y no puedo evitar que restos blancos de semen se mezclen en su polla junto a mis babas. Le miro con vicio y recorro su polla con mi lengua, tragándome su leche y mis propias babas. Él me empuja la cabeza hacia atrás, agarrándome del pelo, y me pide que sea una buena zorra y abra la boca. En mi boca abierta apenas se distingue mi lengua, bañada en la blancura de su corrida y mis babas biliosas. Pero él, no contento con ello, escupe una flema verde en mi boca, conformando una sopa guarra que me tragó con una sonrisa de puta en mi cara. Me hace sentir tan perra...

-Has estado muy bien, puta. Me encanta como me comes la polla –dice él satisfecho.

-Claro, Señor, soy una buena putita, ¿a qué sí? Yo me he puesto muy cachonda además, mira cómo tengo el coño.

Cojo su mano y la dirijo a mi coño, cogiendo tres de sus dedos y metiéndolos en mi vagina, caldosa por mis jugos. Su expresión muta. Su mirada, fija en mí, me atrapa mientras sus dedos hurgan profundamente en mi coño, en un movimiento hacia dentro que roza perfectamente mi punto G. Me muerdo los labios para no gritar, me está acariciando con rudeza, como me gusta, en una zona muy erógena. Y junto a la lubricación natural de mi coño, me transporta a otro mundo, uno en el que el éxtasis es divino.

Alzo los ojos y, sorprendida, veo fuera del coche a un hombre observándonos con vicio. Nuestras miradas se cruzan, y puedo ver que sus pantalones están por los tobillos y se sacude con firmeza la polla, una dura verga. Esa visión me pone todavía más cachonda y profiriendo un grito desgarrador, me corro expulsando un líquido que sale a chorro de mi coño, mojando toda la mano de Jon y parte del asiento. Mi cuerpo se estremece en pleno éxtasis orgásmico mientras veo cómo el observador también se corre, alcanzando su leche al capó del coche. Él se queda mirando, esbozando una gran sonrisa de satisfacción.

Tras unos momentos de relajación, vuelvo a la realidad y algo avergonzada le susurro a mi novio que tenemos compañía. Él sonríe y exclama que tenía una sorpresa preparada. Me dice que me ha traído a un lugar de dogging.

-¿Dogging? ¿Eso qué es, Jon? ¿Qué quieres de mí? –le interrogo, algo enfadada por haberme encontrado en esa situación sin haber sido advertida. Comienzo a vestirme, pero él me lo impide, encendiendo la luz interna del vehículo para que podamos ser vistos desde el exterior.

-Dogging, querida putita –dice con una voz firme y autoritaria-, es esto que hemos hecho y vamos a disfrutar: follar en el campo con la presencia de extraños, que pueden participar o no. En nuestro caso van a participar, tengo una buena zorra que quiero compartir, y ya sabes quién manda aquí. ¿No querías experimentar? Pues déjate llevar, abre la ventanilla y chupa la primera polla que tengas a tu alcance.

Sorprendida por su actitud y algo mosqueada por la forma en que me habla, decido demostrarle lo zorra que soy. Abro la ventana derecha del coche, la del asiento del copiloto, y espero. No pasa ni un minuto cuando una figura se acerca. Todavía cachonda del orgasmo anterior, me despojo sensualmente de la camiseta y el sujetador mostrándole mis tetas con mis pezones duros como piedras. El extraño sonríe e introduciendo una mano en el coche comienza a amasar mis tetas, pellizcando con sus dedos mis pezones, lo que provoca mi primer gemido. Por detrás, noto la mano de Jon agarrando mis nalgas con fuerza, apretándolas con desesperación. Le noto muy cachondo por la situación, y eso me moja más.

El extraño no pierde el tiempo y se baja los pantalones, asomando una dura polla, venosa, de unos 18 cm, que introduce por la ventanilla y, guíada por su mano, la frota sobre mis pezones. La mano de Jon no se está quieta y noto dos dedos suyos frotando mis labios mayores. La humedad que exhuma mi coño, con el asiento totalmente empapado, facilita la labor de sus dedos, que rápidamente se introducen en mi coño, comenzando a hacer un agresivo movimiento de mete saca, que acompaña de un ruido de chapoteo en mi mojado coño. La extracción de sus dedos es bañada por gotas de flujo que, cachonda perdida, expulsa mi conejo. Estoy a punto de gritar de placer, así que decido acallar mi voz con la polla del extraño. Cogiéndola con mis manos, palpando su dureza, la dirijo hacia mis labios. Tras saborear su capullo, rosado y suave, más pequeño que el de Jon, introduzco toda su polla en mi boca, llegando en el primer envite a rozar con mis labios su vello púbico. Mantengo esa posición unos segundos, acostumbrándome a su tamaño. Entonces la saco, le miro a los ojos con vicio y le digo: fóllame la boca, cabrón.

Sus rápidos movimientos perforan mi garganta, produciéndome ciertas arcadas que acrecienta mi calentura. Las babas caen hasta sus huevos, que agarro con fuerza. Cojo las babas con mis dedos y las utilizo para lubricar la polla de Jon, que a mi espalda está follándome literalmente el coño con sus dedos. Comienzo a acariciar la polla de Jon con fuerza, poniéndome muy cachonda con sus gemidos. Mis orgasmos son constantes, prácticamente nado sobre el empapado asiento.

Una dura y venosa polla follándome la boca en una extrema garganta profunda que como no termine pronto me dejará afónica. La práctica totalidad de la mano de Jon follándome violentamente el coño mientras azota mi culo, que ya enrojece. Mis movimientos sobre la polla de Jon le aproximan al orgasmo, noto sus contracciones.

En un momento dado, aunamos nuestros orgasmos. Exprimiendo los huevos del extraño, su polla se derrama en mi boca, con una gran cantidad de leche algo agria para mi gusto que no soy capaz de tragar del todo y cae sobre mis tetas. Jon se corre al unísono sobre mi culo rojo, cogiendo con dos dedos su propia corrida y llevándola a mi boca. Así, el muy cabrón mezcla su corrida con la del extraño, en un nutritivo batido de leche viciosa que trago con gusto hasta el final.

Sonrío con cara de viciosa mientras me bajo del autobús y, no pudiendo aguantar más tiempo, entro al primer baño que encuentro y me cambio las bragas, totalmente mojadas tras el recuerdo que ha acompañado mi trayecto en bus.

Abro mis piernas y me saco otros tres selfies para enviar a mi Amo. El primero, con las bragas totalmente empapadas, a través de las que se percibe nitidamente mi rasurado coño. El segundo muestra un primer plano de los labios de mi coño, pringosos por un líquido blanco. Y el tercero, muestra mi culo blanco envuelto en un tanga de hilo dental que llevaré el resto del día.

Qué zorra soy.