Lucía (1)

Hoy me arriesgaría a que mi madura amante se convirtiese en una puta o, por el contrario, la perdiese.

Arriesgué a que Lucía ya estaba a punto de caer y no fallé. El hecho de que admitiese depilarse el pubis a petición mía me indicó que, o ya no tenía relaciones sexuales con su marido o le daba igual, pero el hecho indicaba que estaba madura para iniciarla.

No era solamente el depilado de sus genitales. Ya se peinaba como le dije, se lacaba las uñas con mi color preferido y cada vez con más frecuencia se presentaba sin ropa interior. A todas las últimas citas acudió con las bolas chinas dentro de la vagina y el ano untado de crema lubricante sujetando el pequeño cilindro que le entregué para entrenar el esfínter cuya virginidad me había entregado no hacía ni dos meses y que yo ya usaba en cada cita sin ninguna reticencia por su parte.

Así que me atreví a sugerirle la conveniencia de iniciarse en la bisexualidad. No se negó, condicionando a que yo estuviese presente en cualquier encuentro con mujeres y, arriesgando más en mi apuesta, le pedí que follase en mi presencia con otros dos hombres y que me gustaría verla entregándoles simultáneamente los dos agujeros.

En contra de la resistencia que yo esperaba me sorprendió porque no se lo pensó demasiado. Le tuve que explicar que su primer contacto con una mujer sería con una vieja amiga mía llamada Marta, y que ella se encargaría de reclutar a dos hombres, desconocidos para mi, que la follarían simultáneamente el culo y el coño.

Solamente preguntó además la edad de Marta. 54 años, le informé. Ah!, muy bien. Parece que hacer una tortilla con una mujer 4 años mayor que ella no le incomodaba tanto como montárselo con una jovencita.

Es posible que mi éxito en convencerla emanase de su edad. Con 50 años ella y yo 32, era indudable que si se hacía la remilgada perdía quizá la última ocasión de su vida para disfrutar del sexo. Y más de la calidad del que yo le había proporcionado.

No, no piensen que yo buscaba algo oscuro de nuestra relación. Cierto es que no buscaba amor sino simplemente sexo, Lucía era, para su edad, una mujer sumamente atractiva y culta. Con un cuerpo muy bien conservado y ciertamente acogedor. Una cara graciosa y expresiva. Me atrajo desde el principio y quería llevarla a explotar todas sus ocultas cualidades antes de terminar su vida sexual. Realmente experimentaba con ella.

Llegó el día de la cita con Marta. Marta y yo mantuvimos hace tiempo una ambigua relación de dominación-sumisión en que la balanza oscilaba según el estado anímico de cada cual. Unas temporadas ella era mi esclava y otras veces era yo el suyo. Marta estaba divorciada y mantenía una intensa actividad sexual con personas que yo no conocía, fundamentalmente en el ámbito de la dominación. Algunas malas lenguas me dijeron que era profesional. El caso es que Marta era otra madura de bandera, fuera prostituta o no, y me garantizaba una perfecta sanidad de los partenaires que yo necesitaba para mis ligues y que ella me facilitaba. Ese día, los dos hombres que iban a follarse a mi seductora Lucía en mi presencia solamente los conocía ella.

Recogí a Lucía en una cafetería. Vestía como siempre, con un traje chaqueta elegante al que, a petición mía, había recogido la falda unos centímetros para mostrar mejor el inicio de sus robustos y bien torneados muslos y al que también había entallado algo la chaqueta para resaltar el volumen de sus bien dotados pechos. Derrochando simpatía se embarcó conmigo hacia la aventura de la bisexualidad y a experimentar el primer sándwich de su vida con dos hombres desconocidos. Ella, que a sus años solamente había conocido carnalmente a su marido y a mi.

Por el camino acaricié sus muslos sin que ella se mostrase remisa, pese a que, al levantar su falda, mostraba su pelada raja a los conductores de cualquier vehículo más alto que el mío. Para probarla fui avanzando por sus contundentes muslos hasta llegar a su raja de abultados labios y metí un par de dedos dentro, verificando que el trabajo con los muslos había hecho mella y ya tenía mojada la entrada de su cueva. No le importó que los conductores apreciasen su entrega. Es más. Deslizó un poco el culo en el asiento para facilitar mi maniobra y de paso la visibilidad de sus intimidades.

  • ¿Ha visto tu marido lo bonito que queda tu coño sin pelos?

  • No, desde hace dos semanas ya dormimos en habitaciones separadas. En realidad hace tres o cuatro años que no me toca. Esto tenía que llegar.

  • ¿Le hablarás de mi?

  • No creo que sea necesario.

  • Tu decides. Mira a ese camionero como se le cae la baba viendo tu coño.

Lucía dedicó al camionero la más espléndida de sus sonrisas, se llevó los dedos a la raja para abrir los labios mientras los míos estaban dentro y le hizo un gesto de relamerse con la lengua. El hombre tocó la bocina entusiasmado.

Llegamos al chalet de Marta, llamamos al portero automático y nos abrió. La puta nos esperaba en el salón vestida de una forma que sorprendió a Lucía. Marta se había ataviado con un sujetador de cuero sin copas que levantaba atractivamente sus regulares tetas coronadas por los gruesos pezones anillados en oro y unidos por una cadena también de oro. Un collar tachonado y con argollas, un grueso cinturón igualmente con argollas, ambos de cuero también, y unas medias de ancha rejilla sin liguero eran sus únicas prendas junto a los zapatos de alto tacón. En el clítoris se había colocado el anillo de oro más grande de su colección de joyas que destacaba imponente sobre su depilado monte de Venus. En sus preciosas y pulcras manos de uñas pintadas en rojo relucían gruesas sortijas.

  • Marta, te presento a Lucía. Espero que os gustéis mutuamente congeniéis.

  • Lucía, Juan ya me ha hablado mucho de ti. Yo creo que seremos buenas amantes. Eres preciosa y muy elegante.

  • Encantada de conocerte Marta. Tu también te ves pre ... eeer atractiva y sexi. Juan, el atavío de Marta no significará que me vaya a hacer daño.

  • Oh no. Marta quiere impresionarte ya que le he dicho que tu eras bastante ajena al mundo del sexo hasta hace poco. No te hará más daño que el que tu consientas.

  • Ven aquí cariño. Verás como dentro de unas horas te gusta algo de dolor junto al placer. El dolor es lo que resalta el placer.

Marta buscó con sus labios la boca de Lucía quien, si bien pasiva al principio, pronto tuvo su lengua dentro de la boca contraria mientras la experta madura sobaba las nalgas de la novata. Hábilmente fue desnudándola y pronto la tuvo solamente con sus medias, liguero y zapatos.

La descarada Marta sometió a Lucía a un minucioso examen alabando lo bien conservada que estaba para su edad y el desafortunado retraso que había tenido para entregar su cuerpo a los deleites del sexo.

  • Pero vamos a recuperar todo ese tiempo cariño. Vas a conocer todos los placeres de forma intensiva. Prepárate a ser feliz como nunca.

La llevó al amplio sofá donde la tumbó para besarle y lamerle y amasar las grandes tetas cuyos pezones succionaba y pellizcaba hasta que mostraron una hinchazón reveladora del gusto que recibían. No dejó sin palpar un centímetro de su cuerpo y dedicarle a cada uno las adecuadas caricias que la experta conocía de sobra. Lucía, más tímida inicialmente, pronto pasó a acariciar también la anatomía de su reciente amante. Yo solamente miraba, ni me había desnudado. No quería participar de momento. No quería perderme ni un solo detalle del emputecimiento de aquella madura ama de casa.

Pronto estuvo la cara de Marta sobre el trasquilado pubis y se entretuvo un buen rato en sacar y meter las bolas chinas en su alojamiento, obteniendo así un buen caudal de jugos que lamía y saboreaba de cuando en cuando. El placer de Lucía se reveló cuando no pudo retener el cilindro alojado en su ano. Su salida hizo que Marta buscase otras posibilidades. Dejando las bolas chinas en su cálido escondrijo se levantó y trajo un maletín. Al abrirlo se manifestó una buena variedad de juguetes.

El primero que la vieja zorra utilizó fue un consolador doble de regular tamaño que introdujo en el coño de mi novia sin sacar las bolas chinas y con el que comenzó a hacerle una enérgica follada a la que Lucía respondía con gemidos de placer y un buen caudal de flujo vaginal. Sin duda mi madura amante estaba ya apreciando las mieles de Lesbos.

Abandonó un rato el coño de mi presa para dedicar su atención al lindo y apretado agujero posterior. Lo chupó y lamió mientras seguía agitando el consolador en el otro orificio y después empezó a insertarle un pequeño tapón anal que Lucía admitió sin queja ya que no era mucho más grueso en su parte ancha que mi polla a la que ya estaba habituada. Dejó el tapón puesto, sin duda con la intención de dejar relajar el esfínter para utilizar después otro de mayor calibre y progresar en el camino que ya habíamos acordado.

Era delicioso ver las hermosas, hábiles y enjoyadas manos de Marta trabajar sobre el pulido y abultado monte de Venus de Lucía. Retiró el consolador y buscó en el maletín un tapón anal de un grosor un tanto amenazador, pero lo utilizó sobre el coño no sobre el ano. Vi como Lucía mostraba un gesto de desagrado, pero solo fueron unos instantes, pronto se acomodó al vaivén del enorme chisme que agitaba en su interior las bolas cada vez que penetraba. Marta acusaba el esfuerzo de hacer pasar por el esfínter la parte ancha, aunque eso no le impedía atender simultáneamente con el pulgar de la otra mano el clítoris de mi cincuentona. Y acabó obteniendo un escandaloso resultado, ya que Lucía no se recató a la hora de manifestar su profundo y prolongado orgasmo.

Mientras Lucía se reponía del orgasmo, Marta aprovechó para colocarle dos pinzas de presión regulable en los pezones que provocaron su protesta. Pero la veterana zorra la convenció diciéndola que pronto su molestia se convertiría en placer y mi amante se conformó a regañadientes tras pedir que volviese a trabajarle el coño.

Marta extrajo el tremendo tapón anal de la vagina para tallar con él el ano de la cincuentona que volvió a protestar, pero Marta no hizo caso y siguió intentando delicada pero firmemente hacer pasar el tremendo juguete por el esfínter. Lucía profería quejidos e imprecaciones hacia su torturadora, pero en ningún momento intentó escapar de la entregada postura de su culo. Por fin, al tiempo que lanzaba un alarido de dolor, la parte ancha del juguete consiguió superar el esfínter de mi sodomizada amante y éste quedó herméticamente clausurado.

La torturadora retornó su atención al coño para tomar otro dildo doble pero más grueso que el anterior para, con las bolas aún dentro, metérselo primero por un extremo y después doblando el instrumento, meter el otro extremo. Los ya de por si gordos labios vaginales de Lucía, mostraban una desmesurada hinchazón por la presión a que les sometía el tremendo pene artificial con sus dos cabezas pugnando cada una por separarse de la otra. Me imaginé que su ano estaría igual, pero no lo veía, oculto por la ancha base del tapón anal.

Entonces Marta colocó otra pinza metálica con protectores de goma en el clítoris de Lucía quien lanzó un berrido como si la estuvieran desollando. Marta le arreó dos palmetazos en las nalgas diciendo:

  • Ya verá que bonito cuando sientas un orgasmo y te quite las pinzas. De momento aguanta zorra vocacional.

Sorprendentemente Lucía no replicó y se limitó a respirar fuertemente. Cuando pareció más calmada, la puta veterana colocó ante ella su perforado clítoris y le dijo:

  • Ahora le toca el turno a mis cositas. Vamos a ver que tal te las apañas la primera vez que te comes un conejo.

Mi taponada viejita no dudó en aplicar su boca al coño de Marta mientras esta enganchaba una cadena de la formidable argolla de su clítoris para estirarlo mientras era lamida y sorbida. Parece que Lucía tenía un sentido innato para el sexo, porque no delató inexperiencia alguna en el sexo oral con persona de su género. Hasta Marta se sorprendió:

  • Qué bien lo haces guarrona. Lástima de tiempo perdido. Hubieras hecho felices a muchas mujeres y hombres de haber dejado explotar tu cuerpo antes.

Poco después Marta le pidió a Lucía que le metiese dos dedos en el coño. Al cabo de un rato tres y posteriormente cuatro. Yo me deleitaba viendo las bonitas manos de mi amante, adornadas solamente con su brillante alianza de matrimonio, manejarse diestramente sobre el pulcro coño de la otra vieja.

  • Y ahora, cerda mía, vas a meter en mi coño el pulgar y meter la mano hasta la muñeca, ten cuidado con las uñas para no dañar mis tejidos internos. Después cierras el puño dentro de mi cueva y comienzas a follarme sin miedo y enérgicamente.

Lucía obedeció con cara de no creerse que su puño entrase dentro de una vagina. Pero al cabo de medio minuto ella y Marta ya habían tomado un buen ritmo que terminó con las sonoras manifestaciones del orgasmo de ésta.

  • Y ahora haces lo mismo por mi culo. No te preocupes que me lo he limpiado con un enema.

  • No es posible, te haré daño.

  • De eso nada, verás cuando te lo haga yo.

Lucía sufrió en silencio un estertor y me di cuenta de que de entre su labios vaginales salía un chorrillo mientras ella misma se estiraba su clítoris aprisionado por la pinza.

A todo esto mi polla estaba gruesa como nunca y mis testículos reclamaban un vaciado, pero no quise interferir en tan hermosa escena.

CONTINUARÁ