Luci & Fer (4) Tercer día en la playa
Luciana y Fernanda siguen entregandose a Gabriel que las va llevando cada vez más profundo en la perversión, hasta llegar al punto en que las presta a sus amigos
Quería comentarles que fue bastante dificil terminar este relato xD no podía de la excitación, espero lo disfruten tanto o incluso más que yo al escribirlo
-¿A donde iremos hoy? -Preguntó Fernanda mientras se aplicaba algo de rubor en sus mejillas.
-Otra playa. Más tranquila que la de ayer -Respondió Gabriel sin sacarme su pene de la boca -De hecho, espero que estemos solos, es privada y pasa todo el año sola, pero los cuidadores son amigos míos, así que no habrá problema. -Agregó y dejó mi boca libre. Consintiendo mi cabeza remató: -Incluso te dejare ponerte lo que quieras, perrita.
Mientras yo me ponía de pie, Fernanda tomaba mi lugar. De rodillas puso su boca en el pene de Gabriel y con dedicación empezó a darle una mamada sonora, dejé la habitación de Fernanda y me atreví a pasar por la habitación de Gabriel, ahí tenía su ropa. Desde el día anterior me preguntaba de donde había sacado el vestido de baño que me había prestado; revisando sus cajones encontré varios vestidos de baño de mujer de todas las tallas, deduje que eran de otras mujeres en la vida de Gabriel, habían de todas las tallas, colores y formas.
Gabriel y Fernanda me llamaban y me apuraban a salir, mi mente no terminaba de procesar mi imagen al otro lado del espejo, hace poco era una niña con miedo al sexo y sintiendo culpa por masturbarse, y en ese momento el espejo me enviaba una imagen totalmente opuesta. Hasta ese momento podría decir que me había dejado llevar por los demás, por Fernanda, por Gabriel y por la calentura propia de alguien de mi edad. Pero ahí, frente al espejo no existía nadie dirigiendo, ninguna orden, solo yo era dueña de mis actos. Me decidí.
Al salir Gabriel y Fernanda quedaron boquiabiertos, según pude ver antes de bajar la cabeza por la vergüenza. Ahí estaba yo, con un vestido de baño incluso más vulgar que el del día anterior, era de color vino tinto, la parte de arriba consistía en dos triángulos que tapaban algo más que mis pezones y dejaban al descubierto toda la curvatura de mis tetas; para rematar la vulgaridad de la prenda, los pezones parados se marcaban claramente a través de la tela. Los triángulos estaban unidos a dos cuerdas, una para ajustar en la espalda y otra en el cuello. Las dos las había apretado lo suficiente para que me apretaran las tetas. La parte de abajo también tenía un diminuto triangulo que apenas tapaba mi rajita y dejaba mis nalgas completamente al descubierto. La diferencia entre estar desnuda y usar ese traje de baño era poca, y de hecho, me vería menos vulgar sin nada puesto, porque así, con ese traje que yo había sacado del cuarto de Gabriel y había decidido ponerme, junto con el collar de perra que llevaba en el cuello me veía como alguien que quería provocar los peores instintos de los hombres, como alguien que había decidido verse como una puta de las sucias, como la más vulgar entre las mujeres, como alguien que buscaba que un hombre le metiera su verga y la dejara tirada, como una perra e incluso como solo un objeto, un juguete sexual para que los más sucios de los hombres se quitaran las ganas usando sus agujeros.
-Eres una perra -Dijo Fernanda entre risas, yo no levanté la cabeza y ella al ver mi vergüenza me abrazó. Entramos los tres al auto y arrancamos.
Al fin llegamos a una reja con letrero de propiedad privada, Gabriel bajó y habló con unos de los cuidadores, al volver al auto nos comentó que tendríamos que entrar a pie, lo que hizo que mi rostro se pusiera de color rojo. Pasamos frente a los tres cuidadores que me devoraron con la mirada, cuando ya estaban a nuestras espaldas, Fernanda me sonrió, se dio vuelta para mirarlos y se quitó la parte de arriba de su traje de baño. Tuve demasiada vergüenza como para atreverme a mirar la reacción de los tres hombres a nuestras espaldas, más aún cuando Gabriel se puso en el medio de las dos y me agarro mi cola, me di cuenta que hacía lo mismo con Fernanda. Los hombres debían estar muriendo de envidia.
Llegamos a un kiosco justo frente al mar, Gabriel se sentó entre las dos y nos besó a cada una. Metió su mano en el vestido de baño de Fer y supe por sus gemidos que había empezado a meterle los deditos.
-Se una buena perrita -Me dijo. Entendí perfecto el mensaje y me dispuse de rodillas a chupar su miembro. Escuchando las olas y los gemidos de Fer me fui excitando y dedicándome más a la mamada.
-Me encanta cuando hace esa carita -Dijo Gabriel -Mírala Fer, mira la carita de puta que hace -Fer sonrió y me consintió la cabeza, Gabriel la siguió masturbando y besándole sus pezones. Fer, excitada, empezó a empujar mi cabeza contra el miembro de Gabriel. -Pajéame -Le dijo de pronto a Fer, yo entendí, dejé la mamada e intenté pararme, pero Gabriel me hizo fuerza en la cabeza para mantenerme en el sitio -Saca la lengua y mastúrbate -Me ordenó -Hazme venir en la cara de tu amiga - Dijo a Fer, quien empezó a pajearlo frente a mi rostro. Después de un concierto de gemidos a tres voces, Gabriel gruñó y empezó a soltar su leche en mi cara. -No lo pases hasta que te vengas- Alcanzó a decir. Fer pasaba la verga por toda mi cara, haciendo énfasis en mi boca, y con su dedo ayudaba a que el semen de Gabriel llegara a mi boca. Gabriel dejó de tocarla y ella continuó masturbándose
-Te quedo algo en la mejilla -Dijo después de un tiempo, se arrodilló a mi lado y pasó su lengua por mi mejilla sin dejar de masturbarse, en ese momento estallé en un orgasmo, momentos después Fer me replicó, terminamos las dos recostadas juntas y cansadas, Gabriel sonreía con satisfacción.
Fer y yo fuimos al mar a limpiarnos, Gabriel se quedó observándonos, me distraje hablando con Fer y cuando me di cuenta dos de los cuidadores y una chica estaban sentados con Gabriel. Los chicos estaban enfrente de él tomando cerveza, la chica a su lado. Cuando nos acercábamos pude ver que Gabriel le tocaba sus piernas. Tenía cabello negro, era morenita, un poco más alta que yo, flaca, con pechos medianos pero bien parados. Tenía una falda negra y una blusa blanca. Los muchachos, uno era parecido a la chica, de pelo negro también, con piel también de color tostado, con ojos cafés. Era alto y se notaba que se ejercitaba, llevaba una pantaloneta azul y una camiseta negra. El otro chico era rubio, un poco menos alto, más flaco, tenía un piercing en su ceja y un arete en su oreja derecha, llevaba una camiseta estampada de un grupo de rock. Al llegar Gabriel nos presentó, la chica se llamaba Sandra, el chico moreno era su hermano, Saúl y el rubio Mateo. Sandra no nos quitaba la vista de encima. Los chicos nos miraban como pedazos de carne.
Por mi vestido y las miradas estaba realmente avergonzada, Fer mientras tanto parecía ni afectarse por estar con sus tetas al aire. Los chicos habían traído cerveza, lo que fue haciéndome sentir más cómoda e incluso hablar un poco. Eso hasta que Sandra, quien ya había besado a Gabriel varias veces, le dijo algo al oído. Gabriel llevó a Saúl aparte y volvió con una sonrisa que me heló la sangre.
-Las dos, de rodillas.
Obedecí mirando al piso completamente avergonzada.
-Dime perrita -Me dijo Gabriel -Con cual de estos dos chicos te gustaría follar esta noche -Como no pude emitir un solo sonido, Gabriel me tomó de mi rostro y me repitió la pregunta.
-Saúl -Respondí con un hilo de voz.
Dejamos la playa en el auto de Gabriel, como no había espacio tuve que irme en las piernas de Saúl, quien no paró de meterme mano en todo el camino. Yo podía sentir como su verga se ponía dura debajo de mi. A mi lado Fer y Mateo no paraban de besarse y les faltó muy poco para empezar la noche ahí mismo. Al llegar Gabriel le puso un collar como el mío a Fernanda, pero de color negro, puso una correa a cada una y la entregó a nuestros respectivos amantes y mientras Gabriel entraba con Sandra abrazada a su cuarto, Yo y Fer llegamos a nuestros cuartos gateando como perras.
Al entrar vi mi imagen en el espejo, no podía decir que me viera sexy o sensual, no; me veía como una puta sumisa y sucia, una ramera de la calle a la que todo podían hacerle. Jamás en mi vida me había visto así de vulgar, tal vez muchas mujeres en mi posición se hubieran sentido mal de la imagen en el espejo, por llevar ese traje de baño o por el collar de perra en el cuello, o por la correa en la mano de un hombre que habían conocido un par de horas antes. A todas las mujeres les excita sentirse putas en determinado momento, pero no así, no una puta barata, recogida. Excepto a mi, moría de excitación con la imagen del espejo, con la idea de ser la más vulgar de las putas.
Saúl me ordenó sacar su miembro y chuparlo, yo obedecí y saqué el pene de su pantaloneta, las sospechas que había tenido mientras íbamos en el auto de Gabriel se comprobaron, su miembro era más grande y grueso que el de Gabriel, tuve que abrir bastante la boca para meterlo. Saúl empezó a follar mi boca con fuerza, ocasionándome arcadas y haciendo que babeara sobre su pene y mis tetas.
Me concentré en la mamada que estaba realizando hasta que empecé a escuchar los gemidos de Fernanda, y momentos después los de Sandra, empecé a masturbarme con furia, pero Saúl me detuvo, me llevó a la cama, me puso en 4 patas y empezó a follarme con un salvaje, su verga me hacía doler un poco de lo grande que era, pero el placer que sentía, lo llena que me hacía sentir me superaba; ya nada sabía, ya nada me importaba más que sentir el placer y gemir de manera vulgar. Después de un par de orgasmos o tal vez más, volví a la realidad cuando sentí un dedo de Saúl ingresando en mi cola. Chillé de dolor, la follada de Gabriel aún tenía mi culito resentido y la intromisión me irritaba más el dolor.
-No, por favor, por ahí no
-¿Eres virgen de culito perra?
-No, pero…
-Entonces te lo voy a meter –Dijo mientras un segundo dedo entraba.
-Pero el tuyo es muy grande, me vas a partir en dos, me vas a matar.
Saúl rió de mi comentario y metió un tercer dedo. Me follaba con sus dedos un tiempo, luego los sacaba, los lubricaba con mis jugos y los volvía a meter. En mi mente el placer y el dolor ya no podían distinguirse el uno del otro. En ese estado Saúl sacó sus dedos de mi culito, sacó su pene de mi concha y lo metió en mi ya dilatado agujero. Me folló así un rato mientras yo me masturbaba con furia, hasta que se detuvo jadeando de cansancio, se sentó en la cama y me pidió que me desnudara toda (por fin, hasta el momento tenía aún el traje de baño puesto, aunque con la tanga corrida y ya los pezones de mis tetas al aire) y que le pajeara su verga con mis tetas. Tuvo que explicarme un poco como hacerlo, pero al final termine moviendo mis tetas de arriba abajo con su verga en la mitad, la cabeza salía y entraba de mis tetas y empecé a usar mi lengua para darle más placer. Finalmente derramó su leche en mi cara y en mis tetas.
-No te limpies –Me dijo y cuando se repuso de su orgasmo me llevo hasta la sala en cuatro patas, allí los gemidos de Fernanda y Sandra se escuchaban con claridad –Sabes… -Dijo Saúl –Dejé que Gabriel se tirara a mi hermana siempre y cuando dejara que Mateo y yo las folláramos, la verdad que no me arrepiento, lo haces delicioso.
-Gracias –Atiné a decir
-De nada perrita… ¿Cómo es que te llamas?
-Luciana
-Lindo nombre
En ese momento la puerta de Fernanda se abrió y salió ella desnuda llevando la correa en su mano. El collar que antes había tenido ahora estaba en el cuello de Mateo que desnudo caminaba a cuatro patas. Saúl de la sorpresa había quedado mudo y Fer se reía coqueta mientras consentía a su perro. Al verme se sorprendió y luego rió con malicia.
-Mateo, ve y bésale las tetas.
-No, que asco, tiene semen.
Fer le lanzó una nalgada y le agarró sus bolas con fuerza.
-¿Vas a empezar a desobedecerme ahora?
-No Fernanda, perdón.
Acto seguido Fer le soltó su correa, y Saúl, aún impactado hizo lo mismo conmigo, me acosté boca arriba y Mateo empezó a besar mis tetas haciendo gestos de asco cuando sentía el sabor a la leche de su amigo.
-Así perro, lamela con tu lengua, déjala limpia de semen. Te la puedes follar cuando termines.
Mateo terminó su tarea y yo lo besé para que sintiera también el sabor a semen de mi boca, llevé mi mano a su pene y lo acomodé en mi conchita, Mateo empezó a empujar y logró meterla toda para follarme.
-Buenos perritos –Alcanzó a decir Fer antes de cerrar la puerta de mi cuarto con Saúl adentro. Mateo aumentaba el ritmo de su follada y sus besos se hacían más apasionados. Cuando mi orgasmo estalló sentí como Mateo sacó su pene de mi conchita y derramó su leche en mi abdomen.
-¿Quieres limpiarme? –Le pregunté y el, avergonzado, dijo que no con la cabeza, con un dedo tomé un poco de su leche y dirigí el dedo a su boca –Sabes que te gustó, no te preocupes, nadie lo va a saber. –Mateo recibió el dedo en la boca y entonces empezó a dar lengüetazos para limpiar mi abdomen, cuando me dejó limpia se acercó de nuevo a mi boca y pude sentir el sabor. Luego bajo y empezó a hacerme un oral que terminó con un orgasmo que me dejó, por fin, dormida.