Luci & Fer (3) Segundo día en la playa
Luciana recibe más castigo de Gabriel y tanto ella como Fernanda siguen aventurándose en el infinito mundo del sexo.
Quería pedirles disculpas por la demora en la continuación de está historia, espero les siga gustando.
-Me parece que no te castigué bien perrita -Me dijo Gabriel cuando apenas despertaba.
-¿Por qué lo dices?
-Te gustó demasiado -Dijo sonriente y salió de la habitación.
Minutos después Fernanda se apareció en mi cuarto ya con vestido de baño listo, era de dos piezas rojas que le marcaban su buena figura. Mientras me alistaba le conté lo que había pasado la noche anterior.
-¿Quién pensaría que serías más perra que yo? -Me dijo jugueteando con mi collar de perrita.
-¿Están listas? -Preguntó Gabriel desde la entrada, lo que hizo que nos apresuráramos a salir.
Yo iba con un vestido de baño de una sola pieza, pues me acomplejaba un poco no tener un cuerpo perfecto, sino más bien algo rellenito, encima tenía una salida de baño que me gustaba mucho. Salí de la cabaña para que al verme, Gabriel frunciera el ceño y me mirara de arriba abajo.
-¿Por qué estás vestida así?
-¿No te gusta?
-No, me gustan de dos piezas.
-Ayer también lleve uno de una sola -Dije ya algo fastidiada.
-No me importa, hoy quiero verte con otro.
-Pues te jodes, porque no traje ninguno así -Respondí para arrepentirme casi inmediatamente.
Gabriel entró a la cabaña y salió segundos después con un vestido de baño de dos piezas para mi en sus manos.
-Cámbiate -ordenó y yo intenté tomar el vestido de baño de sus manos -Aquí -Agregó.
Ante la mirada divertida de Fernanda me desnudé e intenté llegar al vestido de baño que debía ponerme, Gabriel no lo permitió moviéndose y tomándome de la mano. Usó fuerza para recostarme frente a su auto, sacando mi colita. En esa posición, desnuda, frente a mi mejor amiga, me azotó hasta dejarme con mis nalgas rojas y doloridas, mis ojos llorosos, mi espíritu humillado y mi conchita empapada de excitación. Me pasó entonces el vestido de baño, que puse sin siquiera darle una mirada desafiante. Era de color negro y por lo menos dos tallas menos que lo que mi cuerpo pedía; la parte de arriba me aprisionaba mis pechos de manera vulgar y la parte de abajo tapaba mi conchita a duras penas y dejaba mis nalgas rojas a la vista de todos. El único consuelo fue que la playa a la que nos llevo Gabriel era más solitaria que la del día anterior, aunque claro, ninguno de los pocos presentes se quedó sin detallarme.
Después de ubicarnos en un lugar donde todos pudieran verme Gabriel puso dinero en el borde de la tanga de mi ajustado vestido de baño y me pidió traer bebidas, para lo que debía atravesar toda la playa.
Al volver los encontré en el mar abrazados, no tardé en darme cuenta de que estaban teniendo sexo cubiertos solo por el agua de las olas. en nuestra toalla encontré una nota:
Luci:
Ya que tanto te gusta masturbarte, deberás hacerlo aquí y ahora, te quiero perrita caliente.
El vestido de baño era mi castigo por responderle de mala forma, esto era mi castigo por haberme masturbado sin su permiso.
Sabía que habían varios presentes que no se perdían uno solo de mis movimientos, pero mi concha estaba empapada, pasé tímidamente mis manos por mis tetas, encima del vestido de baño, luego mi mano derecha bajó a mi conchita y empezó a repasarla por encima, luego metí la mano en el diminuto tanga y empecé a masturbarme con los ojos cerrados, concentrándome en el placer que me producían mis dedos y no en la vergüenza de ser observada. Ya con un dedo entrando y saliendo de mi conchita tuve que bajar mi tanga hasta las rodillas para tener más comodidad, y dejándome llevar liberé mis grandes pechos de su minúscula prisión. Terminé follándome de manera furiosa con dos dedos mientras apretaba mis pechos y pellizcaba mis pezones. El orgasmo me trajo a la realidad, abrí los ojos y vi a Gabriel y Fernanda observándome, me ayudaron a vestirme y volvimos inmediatamente a la cabaña, donde Gabriel me folló salvajemente en medio de la sala en presencia de Fernanda, sin quitarme el vestido de baño, apenas corriendo un poco el tanga y liberando un poco mis tetas. Me la metió duro y hasta el fondo, sentía como sus bolas pegaban en cada arremetida, luego me puso en cuatro y me folló agarrándome desde el collar para asegurar la violencia de la cogida profunda que me estaba pegando, no hice más que gemir y jadear como una autentica perra siendo follada por su macho. Al terminar Fernanda se acercó visiblemente excitada.
-Supe que se lo hiciste anoche por el culito.
-Así fue.
-Házmelo a mi.
Gabriel me observó y sonrió, le dijo algo a Fernanda y fue a esperarla al cuarto. Fernanda me ayudó a levantarme, me llevó a mi cuarto y me dio ropa cómoda, me acostó en la cama y me abrazó.
-¿Duele mucho?
-Solo al principio... ¿Que te dijo Gabriel?
-Que debo amarrarte para evitar que te masturbes, perrita.
Le sonreí y Fernanda procedió a amarrarme a la cama, dejándome ahí para que más tarde escuchara los gritos salvajes de Fernanda, primero de dolor y luego pidiendo más en su culo antes virgen. Creí que moriría de la excitación cuando escuché el orgasmo de Fernanda, y más cuando más tarde los observé por la ventana de mi cuarto follando bajo la lluvia, mi mirada se cruzo con la de Fer, quien me sonrió coqueta y excitada, mientras recibía una y otra vez la verga de Gabriel.
Esa noche Gabriel pidió que durmiéramos los tres para poder vigilarme y que no tuviera que dormir amarrada. Gabriel durmió profundamente, no tanto Fernanda que se despertó, me vio masturbándome, sonrió, me besó en la mejilla y volvió a dormir, dejándome en mi faena nocturna.