Lucha de sexos en un piso de estudiantes 3 (Final)
BALLBUSTING. Un chico y dos chicas comparten piso de estudiantes. Al principio la convivencia es buena, pero cuando esta comienza a deteriorarse, la vida del joven se convierte en un infierno por culpa de una de las chicas.
Remunen de las dos primeras partes: Pedro es un chico de 24 años que convive con Lorena de 18 años y Carmen, de 23 años y estudiante de medicina. Las dos son chicas preciosas, Carmen la típica rubia con cuerpo de modelo, mientras que Lorena es más baja, de pelo castaño, piel bronceada y ojos verdes, con unas piernas anchas fortalecidas gracias a la práctica del krav-maga.
La convivencia comienza a torcerse entre Pedro y Lorena, hasta que tienen una pelea en la que Lorena le demuestra quién manda con un potente rodillazo en los testículos y un posterior apretón. Tras una humillante visita al hospital, el chico intenta vengarse grabando a Lorena en la ducha, esta lo pilla pero al salir de la bañera resbala y queda a merced de Pedro, que se tumba sobre ella y se venga haciéndose una paja con las tetas de la chica.
Pero en el momento de la corrida, Lorena le da un rodillazo en la espalda y aprovecha el desconcierto para hacerse con los testículos de Pedro. Tras una serie de apretones, retorcidas y tirones, Lorena le ofrece no castrarlo a cambio de ser su esclavo y de darle el control total de su cuerpo, teniendo que ir desnudo por la casa en todo momento. Ahora los testículos pertenecen a la chica y puede hacer lo que quiera con ellos cuando quiera.
Parte 3 (Final):
Un par de horas más tarde, volvió Carmen al piso y se encontró con Lorena sentada en el sofá del salón, y a su lado un Pedro totalmente desnudo con la mirada clavada en la televisión.
- ¿Qué haces desnudo? – preguntó inmediatamente sin poder evitar mirarle el paquete.
Pero el chico no respondió, apenas podía mirarla a la cara con gesto de vergüenza y dolor. Fue Lorena la que le explicó la situación con total entusiasmo mientras Pedro seguía mirando la televisión, sin querer ver la reacción de Carmen, que no se podía creer lo que oía. Para demostrárselo, Lorena no dudo en llevar su mano a la dolorida entrepierna del varón, que no opuso ninguna resistencia.
- Ahora entiendo porqué los chicos se llevan todo el día tocándose los huevos, su tacto engancha. – dijo mientras amasaba los inflamados testículos ante la mirada de sorpresa de Carmen.
Pedro apretaba los dientes para no expresar el terrible dolor que todavía sentía y que aumentaba por el tacto y los movimientos de Lorena.
Carmen iba a explicarle de nuevo todos los problemas que puede tener un hombre si le maltratan constantemente los testículos, pero asumió que no serviría de nada y, además, como mujer no le gustó nada lo que Pedro le hizo a Lorena en el baño y en el fondo creía que merecía un castigo, aunque como estudiante de medicina sabía que ese castigo era demasiado.
Los siguientes días Lorena se contuvo y no lo golpeó para dejar que Pedro se recuperara un poco, pero este no se libró de ir desnudo en todo momento y de hacer todas las tareas de la casa de Lorena.
Al cuarto día Pedro estaba fregando los platos y oyó la puerta abrirse. Era Lorena y venía acompañada por dos amigas.
- “Mierda, mierda, mierda, esto no me gusta nada”. – pensaba el chico, al que le avergonzaba que más chicas lo vieran desnudo y que vieran lo que Lorena hacía con él.
Como ya no le daba tiempo de esconderse, continuó fregando mientras rezaba porque las chicas se marcharan. Pero esto no sucedió. Las amigas de Lorena comenzaron a reír al ver que estaba desnudo y comentaban sorprendidas que la historia de Lorena era cierta. Miraban impresionadas como Lorena se acercaba al chico, que seguía de espaldas, en silencio.
- Así me gusta, que hagas las tareas sin que te lo pida. A ver cómo están mis huevecitos. – dijo Lorena.
Puso su mano en el interior del muslo izquierdo del chico y la subió lentamente hasta encontrar lo que buscaba. Pedro sentía la femenina mano acariciando sus expuestos testículos, era muy placentero, pero el miedo que le tenía a Lorena y la vergonzosa situación le impedían disfrutar.
- Parece que están mucho mejor. Creo que ya podemos volver a divertirnos. – dijo la chica antes de apretar las gónadas durante unos segundos.
Pedro, que esperaba algo así, pudo evitar gemir de dolor, aunque por dentro se moría.
Las chicas se sentaron en el sofá y Lorena ordenó a Pedro que fuera con ellas. Él obedeció y se colocó de pie frente a Lorena esperando una nueva orden, colorado como un tomate por la vergüenza que sentía.
- ¿Qué coño haces tapándote? – le recriminó Lorena al ver que Pedro se cubría los genitales con las manos.
- Lo siento. – se excusó apartando las manos inmediatamente.
Pero la disculpa no fue suficiente para Lorena, que en cuanto Pedro apartó las manos le dio un potente puñetazo en los huevos.
- Ni se te ocurra agarrarte.
Pedro tuvo que poner las manos sobre sus muslos mientras gemía para el deleite de las chicas, que no le quitaban ojo a los externos genitales. No poder agarrarse hacía que la sensación de dolor fuera mayor, tanto que no pudo evitar hincar rodillas ante Lorena y seguir sufriendo sin agarrarse.
Cuando parecía que se estaba recuperando, Lorena levantó su pie y lo pateo en los indefensos y doloridos testículos. No fue una patada fuerte ni profunda, de las que aplastan los testículos contra el hueso púbico, esta fue una patada rápida y ligera que golpeó como un látigo la parte baja de los testículos del chico. Esta vez Pedro tuvo que agarrarse sus partes y caer del todo al suelo lleno de dolor ante las chicas que no paraban de reír.
- Qué pasada, déjanos probar a nosotras, Lore, por favor.
- Si, por favor, esto es demasiado!
Pedían sus amigas a Lorena sin parar de reír.
- No sé chicas, ya tiene los huevos bastante mal, no quiero que me lo castréis.
Pero las chicas insistían, alegando que tendrían “cuidado”.
Ante la insistencia, Lorena se arrodilló junto a Pedro.
- ¿Cómo están nuestros huevecitos, Pedro? ¿Te duelen mucho? – le preguntó en un tono maternal
- Si… me duele muchísimo. – dijo entre gemidos.
- ¿Debería dejar a mis amigas que jueguen contigo?
- No, por favor, están muy mal.
Pero las chicas no estaban conformes.
- Venga no seas maricón.
- Si Lore solo te ha dado un puñetazo y una patadita, no es para tanto.
- Se un hombre y demuéstranos que tienes huevos.
- Ese es el problema, que tiene huevos.
Le recriminaban las dos chicas entre risas.
- Por favor… - volvió a suplicar.
“Tener que suplicarle a estas niñatas, ¿Cómo es posible? ¿Cómo he acabado en esta situación? Pero no puedo hacer nada, me tienen cogido por los huevos las muy putas. Menos mal que todas las mujeres no son así, si no sería la perdición de los hombres” – pensaba Pedro lamentándose de su suerte.
- Os prestaré mis pelotas, pero solo podréis darles un golpe ¿De acuerdo? Y así no me las cascáis. – dijo Lorena a sus amigas, que se conformaron.
Ayudaron a Pedro a levantarse y la primera no perdió tiempo en prepararse. Eligió la clásica patada frontal, así que ordenó al chico que se mantuviera quieto con las piernas separadas. Luego se posicionó para el ataque. Pedro pidió clemencia, pero Lorena le dijo que si no se callaba dejaría a sus amigas hacer lo que quisieran con él.
La chica fijó la mirada en su desnudo objetivo y, un par de segundos después, lanzó una precisa patada a la entrepierna de Pedro. La chica no tenía la técnica ni la brutal fuerza de Lorena en sus piernas, pero no por eso fue un mal golpe. Pedro se inclinó, agarró sus genitales, cayó de rodillas y luego se tumbó en posición fetal, rompiendo a llorar por el enorme dolor.
- Levantémoslo para que Ana pueda dar su golpe. – dijo Lorena sin darle ni un segundo de descanso a su esclavo.
- No hace falta, puedo hacerlo estando en el suelo. – dijo la chica.
Esta chica cogió las piernas de Pedro y las levantó, poniéndolas en vertical para luego separarlas. Él seguía agarrándose y llorando, pero tuvo que apartar las manos de sus maltrechos testículos para dejar que esa chica vuelva a golpearlo.
Tanto Pedro como Lorena y la otra chica esperaban un pisotón o una patada, pero Ana los sorprendió saltando hacia arriba y cayendo con todo el peso sobre una rodilla, que impactó justo entre las piernas del varón.
El golpe fue fatal para Pedro, que se revolcaba de un lado para otro a toca velocidad, llorando a más no poder mientras sentía que le habían explotado los testículos. Lorena y la otra felicitaron a Ana por el brutal ataque y se quedaron observando la agonía de Pedro, que estuvo así más de una hora hasta el dolor disminuyó un poco. Los lamentos fueron tan desgarradores que las chicas llegaron a pensar que lo había castrado.
Pero por suerte para el chico sus frágiles amigos vivieron para contarlo, aunque esta vez la recuperación tardó más de una semana.
Pedro no sabía qué hacer para acabar con esa situación, su única salida era abandonar el piso, pero eso supondría dejar la carrera en el último año, sin tener una explicación para sus padres, ya que jamás les contaría la verdad. Otra opción sería denunciar, pero sabía que solo serviría para que todo el mundo sepa que una chica de dieciocho años lo ha vapuleado una y otra vez, ya que a Lorena le bastaría con alegar que lo hizo en defensa propia.
Llegó a la conclusión de que debía solucionarlo él solo, como un hombre. Después de mucho pensar tuvo una gran idea. Rápidamente fue a una farmacia y compró una caja de somníferos para dormir a Lorena y echarle fotos desnuda para chantajearla y que lo deje en paz, e incluso que le hiciera algún favor sexual. Y así lo hizo, cuando Lorena lo obligó a hacerle la comida el chico le echó varias pastillas y Lorena cayó desplomada a los pocos minutos.
Pedro no perdió el tiempo y comenzó a desnudarla arrancándole la ropa hasta que la tuvo tirada en el suelo totalmente desnuda.
- Hija de puta que buena está. – dijo apreciando el perfecto cuerpo de Lorena.
Estaba totalmente empalmado y le entraron unas ganas increíbles de follársela. Sin embargo, su primera reacción fue darle un fuerte puñetazo en la vagina por todo lo que le había hecho. Luego se arrodilló junto a ella y comenzó a manosearle las tetas cuanto quiso, apretándolas y pellizcando sus pezones.
Estaba tan cachondo que se dispuso a meterle la polla, pero en un momento de lucidez se contuvo y cogió el móvil para hacer primero las fotos. “En cuanto haga las fotos se la voy a meter por todos lados, pero primero esto”, pensaba cogiendo su móvil y haciendo todo tipo de fotos a la desnuda e inconsciente Lorena.
Pero entonces llegó Carmen, que estaba acostumbrada a ver a Pedro desnudo, pero se sorprendió al ver también a Lorena, y mucho más cuando descubrió lo que sucedía.
- Ella no me ha dejado otra salida. – se excusó Pedro siguiendo con las fotos.
- No puedo permitir que hagas esto, Pedro. Encima estás empalmado, ¿Ibas a violarla? Dame el móvil inmediatamente. – pidió Carmen acercándose para quitarle el móvil.
- Espera, Carmen, sabes que se lo merece…
Él levantó el móvil para que Carmen no pudiera quitárselo mientras intentaba tranquilizarla, pero ella no quería escuchar nada y, casi por instinto, levantó la rodilla y le dio un rodillazo en sus desnudos huevos. El chico tuvo que soltar el móvil para agarrarse sus partes mientras caía al suelo.
De Carmen nunca esperaba un ataque a los genitales, ya que a pesar de las muchas invitaciones de Lorena a hacerlo, nunca lo hizo porque sabía lo frágiles que son. Pero esta vez Pedro se lo merecía y la estudiante de medicina no dudó y no pensó en las consecuencias de ese golpe.
- Por favor, Carmen, es la única forma de que me deje en paz. Si borras las fotos cuando se levante me va a castrar…. – suplicó él pensando en lo que le espera si Lorena se despierta y no tiene nada con lo que chantajearla.
Pero así será, ya que Carmen borró todas y cada una de las fotos ante el impotente Pedro, que gemía de dolor por el rodillazo. Después Carmen le echó agua en la cara a Lorena y la llamó hasta que se despertó.
- ¿Qué me ha hecho este cabrón? – preguntó Lorena sintiendo dolor en la zona externa de su vagina y en los pezones.
- Tranquila, he llegado justo a tiempo y he borrado todas las fotos que te había hecho. – informó Carmen.
- Veo que has aprendido algo de mí. ¿Te ha gustado machacarle las pelotas? – preguntó Lorena al ver a Pedro en posición fetal.
La verdad es que Carmen se había sentido poderosa al derribar a un hombre con tanta facilidad y teniéndolo ahora a sus pies sin poder hacer nada, pero prefirió no decir nada al respecto.
- Ya estoy harta de vuestras peleas y tonterías, quiero que acabéis con esto de una vez. – dijo Carmen visiblemente molesta.
- Tienes razón, ya es hora de poner punto y final. – reconoció Lorena.
Las palabras de la chica eran música para los oídos de Pedro.
- Pero la libertad debe ganársela. Si quiere que lo deje en paz tendrá que vencerme en una pelea, si no lo hace seguirá siendo mi esclavo y no solo en este piso, si pierde empezaré a sacarlo a pasear por la calle.
A Pedro no le gustó nada la propuesta, pero supo que era su única oportunidad, así que la aceptó.
Las chicas apartaron los muebles del salón y le concedieron unos minutos de recuperación al chico.
- ¿Vais a pelear desnudos?. – preguntó Carmen.
- Claro, lucha cuerpo a cuerpo, mujer contra hombre, sin tapujos. – respondió Lorena segura de sí misma y de su cuerpo.
Pedro en cambio estaba preocupado por la total exposición de sus genitales, sin ninguna protección ni sujeción.
Finalmente, Carmen se apartó para observar en la distancia y, a la de tres, dio comienzo el combate por la libertad del hombre.
Lorena comenzó a andar lateralmente alrededor de él, que se giraba para mantenerla a la vista. Ella fue cerrando el círculo hasta estar a menos de un metro de su adversario, pero sin atacar.
Pedro se mostraba dubitativo en cuanto a atacar y, a pesar de lo que se jugaba en esa pelea, no podía mirar como los se meneaban las tetas de Lorena con cada paso, era casi hipnótico. Finalmente se centró y lanzó un puñetazo al rostro de Lorena, que lo esquivó aumentando la velocidad de sus pasos laterales. El pulso del joven se aceleró al perderla un segundo de vista, por lo que su reacción fue cubrirse el rostro con una mano y los genitales con la otra.
El temor porque Lorena ataque de nuevo sus testículos era más que evidente, lo que le dejó a esta vía libre para lanzar una patada lateral al estómago de Pedro, que lo encajó con firmeza y rápidamente volvió a localizar a Lorena.
- Eres demasiado lento. – le dijo ella lanzándose de nuevo al ataque.
Él se protegía la entrepierna con una mano y utilizaba la otra para detener los golpes. Pero una sola mano no era suficiente para detener la avalancha de patadas y puñetazos de Lorena, que consiguió dar primero un puñetazo en su ya golpeado estómago, luego una patada en el costado que dejó a Pedro casi sin aire, acto seguido un puñetazo en el mentón y, por último, una fortísima patada (como todas las que da Lorena) en la entrepierna.
Por suerte para él su mano aún seguía ahí, aunque sí se le escapó un “Ohh” y tuvo que inclinarse un poco. Ni siquiera con su mano como protección fue capaz de defender la totalidad de la patada, aunque sin ella la pelea habría acabado con ese golpe.
- No me digas que vas a caer incluso con la mano defendiendo los huevos. – dijo Lorena sorprendida al ver que su patada no fue inútil.
Pedro seguía inclinado y tuvo que llevar ambas manos a su entrepierna, ya que un molesto dolor comenzaba a subir por su bajo vientre. No era suficiente para hacerlo caer, pero si para inmovilizarlo unos segundos.
Lorena se dio cuenta de que el hombre no servía ni para darle emoción a la pelea, así que dio el golpe de gracia. Con las dos manos de Pedro protegiendo el punto débil masculino, aprovechó la inclinación para asestarle una potente patada en la cara.
Pero Pedro se dio cuenta de que únicamente defendiendo sus testículos solo conseguirá prolongar la derrota, así que antes de ser pateado apartó las manos de su entrepierna y golpeó la pierna de Lorena con fuerza, que perdió el equilibrio y cayó al suelo.
Pedro no dudó un segundo y fue como un tiro a patear a Lorena antes de que se levantara. Carmen vio peligrar a su joven compañera por primera vez, pero subestimó los reflejos de Lorena, que consiguió tumbarse del todo en el último momento y cuando la pierna del chico pasó sobre ella se irguió para darle un fuerte puñetazo en los bajos. La chica suspiró aliviada al sentir el inconfundible tacto de los testículos cediendo ante su puño. Sabía que mínimo le daría unos segundos para poder levantarse.
Desde la perspectiva de Pedro la experiencia fue totalmente inesperada, pues en su cabeza ya celebraba la victoria y la consecuente libertad y, en vez de eso, sentir los nudillos de Lorena en la parte baja de sus gónadas no fue precisamente agradable. Un sudor frío recorrió su frente a la espera de que apareciera el retardado dolor.
“ha sido solo un puñetazo, ha sido solo un puñetazo, no ha sido una de sus patadas, aguanta, puedes hacerlo, casi lo consigues, aguanta, ha sido solo un puñetazo”- se decía Pedro a sí mismo sin querer agarrarse para engañar a su mente.
Pero aunque solo fuera un puñetazo no fue un puñetazo en cualquier zona, fue un puñetazo en LA zona.
“Solo unos segundos de descanso mientras ella se levanta”- volvió a decirse aceptando que debía agarrarse la entrepierna en busca de alivio. Pero su optimismo fue disminuyendo a medida que el dolor testicular aumentaba y se extendía por su cuerpo. Pronto los pocos segundos de agarre pasaron a ser una lucha agónica por mantenerse en pie.
“¿Por qué duele tanto? ¡Dios!….- pensó mientras se rendía y caía de rodillas al mismo tiempo que Lorena se levantaba.
- Muy bien, chico, has estado cerca, ya pensaba que iba a ser pan comido, aunque tampoco es que hayas aguantado mucho. – dijo Lorena acercándose a Pedro, que incluso en esa situación no podía dejar de admirar el desnudo cuerpo de su oponente.
Luego le agarró el cuello y puso fin a la pelea con un fuerte puñetazo en el ojo que tumbó definitivamente al varón.
- Voy a comprar una bonita correa para atarte los huevos y pasearte por la facultad.
- No… espera…. – dijo Pedro intentando ponerse en pie. Ese comentario de Lorena le hizo no darse por vencido todavía.
- ¡Así me gusta, machote, demuéstranos que aún tienes pelotas!
Pedro quería levantarse enérgicamente, pero tuvo que conformarse con hacerlo patéticamente ayudándose de una silla que tenía cerca. Luego miró a la expectante Carmen, que lo miraba con cara de sentir mucha lástima por el humillado chico.
Una vez en pie, comenzó a gritar como un animal y a darse golpes en el pecho. Con esto consiguió que la adrenalina ocultara el dolor, aunque en el fondo aún le ardían los testículos.
Así pues, dando berridos, se abalanzó sobre Lorena dando toda clase de patadas. Ella, sorprendida por su recuperación, tuvo que defenderse con los brazos por ser incapaz de esquivarlas. Intentaba contraatacar, pero sus puños solo encontraban los brazos de Pedro. En un acto desesperado, levantó la rodilla con un objetivo claro, pero esta fue detenida por el puño descendente de Pedro, que siguió pateando.
Harto de que Lorena detuviese sus golpes, lanzó una patada frontal con todas sus fuerzas dirigida al pecho de Lorena para romper de una vez su defensa. Esta vez ella no detuvo el golpe, sino que se arriesgó a esquivarlo al ver la gran fuerza que traía.
Consiguió esquivarlo de tal forma que quedó de espaldas a Pedro y, antes de que este recuperara la estabilidad, gritó de rabia y pateó con todas sus fuerzas los colgantes testículos que asomaban entre sus piernas.
Pedro sintió una brisa de viento subir por el interior de sus muslos hasta sus testículos, lo siguiente que sintió no se puede describir con palabras.
El varón tenía a Carmen justo en frente, que observó estremecida como el empeine de Lorena alcanzaba brutalmente los testículos del chico y lo levantaba unos centímetros del suelo para luego hacerlo caer de boca. Esta vez el dolor fue instantáneo y no hubo progresión. Pedro miró a Carmen por un segundo pidiendo ayuda con la mirada, justo antes de perder el conocimiento.
Lorena se arrodilló para recuperar el aliento después de la agotadora pelea mientras Carmen corría hacia el cuerpo de Pedro al ver que se había desmayado.
- ¿Está muerto? – preguntó con la respiración acelerada.
Carmen le dio la vuelta para ponerlo bocarriba y comenzó a darle palmaditas en la cara y a llamarlo para que se despertara.
- Carmen, creo que ya no soy propietaria de ningunos testículos. – dijo Lorena mirando el paquete de Pedro.
Rápidamente Carmen se dirigió a esa zona, pero nada más tocarla dio un grito de temor y apartó la mano. Tomó aire y volvió a llevar su mano a la zona, primero tocó sus ingles, buscando, pero fue de nuevo en el escroto fue dónde encontró la respuesta. Le bastaron pocos segundos para confirmar lo que se temía: la patada de Lorena le había reventado los testículos. Carmen notaba al menos cuatro “trozos” dónde antes había dos jóvenes y ovalados huevos, que han sido destrozados por la fuerza de un pie femenino.
- Esta vez sí que lo has castrado, Lore. – concluyó Carmen
FIN