Lucha de gigantes 4
¡Muchas gracias por vuestros comentarios! Siento que sean cortos, pero la imaginación no me da para más. Espero os guste este.
-No voy a ser amiga de alguien que teme a amar a alguien solo por lo que piensen los demás. Además cuanto más lejos este de ti, más fácil te será que no te guste, ¿no?- Esto último lo dije ya saliendo de la habitación, y terminé dando un portazo, dejando a Iria y a Hugo dentro de la habitación. Y ahora, ¿a dónde iba? No conocía la ciudad, e iba en un pantalón corto de chándal y una camiseta que usaba para dormir, dos tallas más grandes. Por suerte antes de salir, me acordé de coger el iPod así que me puse los cascos y me puse a caminar, intentando no perderme mucho, aunque eso era lo que menos me importaba. Empecé a llorar casi sin querer. Me gustaba. Ahora me daba cuenta. No era solo atracción, era más que eso. Llorando llegué hasta un parque lo suficiente alejado para que no me encontraran pero lo suficientemente cerca como para acordarme de cómo se volvía. Me senté en un banco no muy alejado, no había mucha gente. Eran las 3 de la tarde de un domingo en pleno mes de agosto, nadie salía a estas horas. Mientras me regodeaba en mi dolor, con las piernas encogidas y la cabeza metida entre ellas noté como alguien se sentaba a mi lado. Joder, ¿no hay más bancos en todo el parque? Entonces noté que me tocaba el hombro y al levantar la cabeza, la vi.
Capítulo 4.
Al levantar la cabeza, me topé con los ojos más bonitos que había visto jamás. Un azul eléctrico se imponía ante mí. Levanté un poco más la vista y pude ver a una chica tras esos ojos. Una chica rubia, con cara aniñada pero se la notaba madura, y en su mirada, ¿preocupación? Salí del trance y me quité los cascos para intentar averiguar que era exactamente lo que me decía.
-Hey, ¿qué te ocurre? ¿por qué lloras?- Dijo ella, con una voz muy dulce.
-¿Qué? Yo… yo no lloro.-Dije sin poder apartar mi mirada de aquellos ojos.
-Pues entonces te estas deshidratando por los ojos-Dijo ella con una sonrisa. Yo me reí por pura inercia. En realidad no me enteré del chiste.
-¿Cómo te llamas?- Me preguntó, aún con esa sonrisa en la cara.
-Kiara.
-Yo soy Valeria, encantada.
-Encantada.
-Ahora dime, ¿qué hace una chica tan mona como tú a las 3 de la tarde, con 40 grados a la sombra, en un parque perdido llorando?
-Bueno… digamos que el amor me esquiva.
-Vaya, ¿tu novio te ha dejado?
-No.
-Entonces, ¿novia?
Me reí.
-Tampoco.
-Entonces, ¿Qué te ha pasado?
-Bueno, digamos que la persona que me gusta y a la que pensaba que yo también gustaba, me ha dejado claro que no puede haber nada entre nosotras.
-¿Nosotras?-Dijo ella con ¿felicidad?
-Sí, soy bisexual.-Dije yo, intentando que desde un principio no me confundieran con lesbiana.
-Vaya, que suerte tengo.- Dijo ella riendo. – No conozco a ninguna chica en mi ciudad, y al venirme al pueblo, me topo con una chica guapa y bisexual. Y encima… espera, ¿cuántos años tienes?
-16- Conteste yo, incrédula.
-¡Y encima de mi edad!- Contestó divertida. La verdad es que hablar con ella me estaba alegrando bastante.
-¿Estás ya mejor?
-Supongo.
-Bueno… entonces, ¿Qué tal si te invito a un helado? Hay una heladería muy buena aquí cerca y con el calor que hace apetece.
-No sé.- Contesté yo, desconfiada.
-Tranquila, que no muerdo. Solo intento ser amable. Podemos ser amigas.-Dijo ella sonriendo.
Su sonrisa me tranquilizaba, y no sé muy bien por qué, pero me levanté y la seguí. Durante el camino hablamos de cualquier cosa. Me dijo que vivía en Madrid, relativamente cerca de donde yo vivía. Que estaba estudiando 4º ESO de letras y que quería hacer el bachillerato de artes. Una chica creativa pensé. También me contó que era lesbiana, que sus padres lo sabían y también todos sus amigos, que solo había estado con una chica que no acabo muy bien. Más o menos como lo mío, era una chica hetero que no quería saber nada de la otra acera, y que desde entonces decidió buscar solo chicas lesbianas o, como mucho, bisexuales. Que estaba aquí de vacaciones y que se iría en una semana. Yo por mi parte le conté que hacía 4º de ciencias, que no sabía que quería hacer en el futuro. Mis padres sabían lo mío pero no todos mis amigos, y que, aparte de Iria no había estado con ninguna otra chica. Cuando me quise dar cuenta ya eran más de las 8. El tiempo se pasó volando. Así que decidí irme ya a casa.
-Bueno, yo me voy ya. Ha sido un placer.- Dije yo.
-Lo mismo digo. Prometo nada más llegar a casa enviarte un mensaje al número que me has dado, espero que sea el de verdad. – Acto seguido me miró con cara acusadora. Cuando me pidió el número estuve media hora vacilándola, diciendo números al azar. Me reí.
-¡Luego soy yo la desconfiada! Prometo que ese es el de verdad.
-Más te vale, si no iré a por ti a Madrid.
-Ojalá.-Susurré yo.
Nos dimos un par de besos y cada una siguió por su camino, pero, entonces.
-¡Valeria!-Dije yo gritando, ella ya estaba a más de 20 metros.
-¿Qué ocurre?- Me dijo mientras se acercaba de nuevo a mí.
-Verás…- Dije un poco avergonzada.
-Dime.
-Es que no recuerdo como se vuelve a casa de mi amigo.
-¿Cómo?-Dijo con sorpresa.
-Eso.
Entonces ella estalló en una carcajada.
-A ver, ¿te sabes por lo menos la dirección?
-Más o menos.- Se la di, o algo parecido y ella me acompaño.
Cuando estábamos fuera de la casa apareció Hugo visiblemente preocupado en la puerta, y detrás de él, Iria.
-¿Ella es?-Me preguntó Valeria susurrando.
-Sí.-Contesté yo del mismo modo.
-Está bien. Bueno, he de irme. Creo que ya sabrás llegar hasta la puerta tu sola, ¿no?- Dijo en ironía.
-Jajaja, sí, tranquila.
Me dio dos besos y se marchó. Yo me dirigí hacia la puerta donde estaban Hugo e Iria. Ella fue la primera en hablar.
-¿Quién era ella? ¿Y por qué no has aparecido en 5 horas? Estábamos preocupados.
-A las preguntas, no creo que te importe las respuestas y a lo de preocupados, al menos tú, no lo creo. Eso era lo que querías, ¿no? Librarte de mí. Pues ya lo has conseguido.
-Mira yo…- Pero no pudo seguir porque la interrumpió Hugo.
-Vale, ya está. Vamos dentro y me cuentas donde estabas anda.