Lucas, el camionero (12 años después)

Lucas se encuentra con su primo a quien le cuenta su vida, su historia con su nuevo amor, un chico negro, y luego se dan una mamada de campeonato.

Este relato es la continuación de "Verdades ocultas, mentiras compartidas". Lo comento por si los que la leen quieren saber los comienzos de la historia.

LUCAS EL CAMIONERO, DOCE AÑOS DESPUÉS

Recibí un mail de mi primo Lucas contándome que estaba en Madrid y que quería verme.

Habían pasado más de12 años desde que huyó de Gandía con un camionero llamado Stephan. Se enamoró y dejó todo, mujer, hijos, familia, amigos...todo. Entre los amigos que abandonó estaba yo, su primo, amigo y amante ocasional. Nos habíamos criado y educado juntos. Primero fue la curiosidad, luego el juego, luego las hormonas de la adolescencia y luego, ocasionalmente, nos desahogábamos sexualmente. Eramos íntimos amigos, nos contábamos todo. Y de repente, un día desapareció. Yo sabía que se veía con Stephan, pero no sabía hasta que extremo se había enamorado. Mi tío Mat me lo contó, estaba al cabo de todo lo sucedido.

No volví a saber nada de mi primo Lucas hasta que recibí el mail en el que me decía que quería quedar, estaría en Madrid hasta el día siguiente y le hacía ilusión volverme a ver y contarme su vida. Le contesté diciéndole que de acuerdo y me dijera lugar y hora. Recibí su contestación para quedar a las 22 horas en un local del barrio de Chueca.

A la hora indicada entré en el local, al principio no le reconocí. Yo iba buscando a aquel joven alto, delgado, pálido, con el cuerpo depilado y con un estilo un poco hortera. Ya se que había pasado tiempo pero era mi recuerdo. Miré por el local y no vi a nadie que me lo recordara. Al final de la barra, un tío alto, ancho y fuerte, cabeza rapada, barba de candado, con una camiseta blanca que se le ajustaba al cuerpo, unos jeans gastados y unas chanclas negras, se levantó, me sonrió y abrió los brazos en muestra de saludo cariñoso.

No es que hubiera cambiado, era otra persona. Pero estaba como un tren. Le sonreí, me acerqué y nos abrazamos. Nos besamos y Lucas aprovechó la ocasión para besarme en la comisura de los labios. Me impactó la reacción que tuvo en mi ese roce, ese acercamiento.

Nos saludados, comentamos lo típico: ¿Qué ha sido de tu vida?, ¿Cómo te ha ido?, ¿Dónde has estado? Etc. etc.

Nos sentamos en la barra uno frente al otro. Nos mirábamos con curiosidad mientras hablábamos, pero el cariño que nos habíamos tenido seguía intacto, y la intimidad hizo contarnos nuestras vidas con 12 años de paréntesis. Mientras hablábamos nuestros muslos y nuestras piernas se rozaban y a mi me gustaba el contacto de mi cuerpo con el de Lucas.

Me contó que había tenido una vida plena y feliz al lado de Stephan, viajes por todo, o casi todo el mundo abordo del camión, países, gente, experiencias sexuales por separado o en grupo, en fin, una vida muy interesante que me excitaba lo mismo que lo hacía aquel hombre tan inmenso que acariciaba mis piernas con las suyas.

Estuvimos horas hablando, riendo, bebiendo...hasta que me dijo que se había vuelto a enamorar pero que no sabía si iba a salir bien o no. - Me he enamorado niño. Me enamorado de repente. Ha sido un flechazo. Le he dicho que se venga conmigo, pero tiene que decidirse ya porque yo me voy pasado mañana hacia Asia y tardaré en volver, no se el tiempo.

Me contó su historia y es la que voy a escribir (algo habrá de mi cosecha pero en lo fundamental soy fiel a su relato).

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LUCAS Y ENZO

Lucas aprovechó su escala en Madrid decidió alojarse en un pequeño hotel en el barrio de Chueca, quería volver a disfrutar de la ciudad, hacer alguna compra, darse una vuelta por el barrio de Chueca y practicar la caza en alguno de los locales que conocía.

Desde que había perdido a Stephan en una reyerta con unos delincuentes de algún país del este que intentaron robar el camión, su incursión en el sexo había sido prácticamente inexistente. Pero su llegada a Madrid y el tiempo pasado sin su amante le había inducido a probar suerte. No sin embargo, su polla se lo reclamaba cada vez más a menudo.

Se rapó la cabeza, y la barba y luego se afeitó para dejar clara la forma de candado de su barba. Se duchó a fondo, se dio crema suavizante en brazos, piernas y ano y luego se observó en el espejo.

Vio a un hombre de cuarenta años, alto, fuerte (las sesiones de entrenamiento con Stephan durante los años que habían vivido juntos habían dado su fruto), con un vello que le cubría el pecho y el abdomen, además de los brazos, piernas y glúteos (lo de afeitarse el cuerpo había pasado a la historia), se dio desodorante sin perfume en sus rapados pero no afeitados sobacos (no le gustaba que en ese lugar hubiera demasiada pelambre). Se miró, observó su miembro viril en estado de semi erección, fuerte, potente, nervudo y venudo. Asintió con la cabeza. Si. Se gustaba.

Se puso unos suspensorios negros, unos jeans viejos cortados a la altura de las rodillas, una camiseta de tirantes negra y unas deportivas usadas. No le gustaba dar la impresión de ir demasiado elegante, le gustaba más el aspecto desaliñado. No se puso colonia. Quería oler a él, limpio, pero a él.

Decidió que no quería sexo duro tipo leather, le gustaba, pero en ese momento no le apetecía, tampoco le apetecía entrar en locales de osos, que los adoraba, pero ese día tampoco era de su gusto. Ese día quería algo más suave, más tranquilo, por lo que se decidió por una bar discoteca que conocía y en el había un ambiente menos cerrado.

Entró en el local y se sentó en la barra. Le sirvió un chico adicto al gym con el torso desnudo y con una sonrisa encantadora. Miró el ambiente mientras bebía su gintónic. Había de todo.

Se relajó. No tenía ninguna prisa, observaba. Si entraba alguien, bien, si no, bueno...ya se vería.

En la barra, unos metros más lejos, se dio cuenta de que un chaval, le miraba de vez en cuando. Era un chico negro, más bien color chocolate, bastante joven, guapo, con un buen cuerpo enfundado en una camiseta de tirantes morada y unos sorts de tela de chandal grises. No tenía un pelo en el cuerpo lo que le daba un aspecto de talla de ébano. El pelo iba recogido en finas trenzas que las recogía en la nuca con un broche de cuentas de colores. La verdad es que era bastante afeminado y ese no era el estilo que le atraía a Lucas.

De vez en cuando le miraba y Lucas le sonreía con sarcasmo. Pero si es un niño, pensaba. Pero le hacía gracia el coqueteo que se traía. Si había algo especial en Lucas era que tras su aspecto de hombre duro y currado, los ojos y la sonrisa delataban sensibilidad, bondad y tranquilidad. Al cabo de un rato, el chico se acercó, se sentó en el taburete de al lado y le preguntó:

  • ¿Estás sólo?.

  • Hasta hace un segundo, si. Le contestó.

  • ¿Quieres que te acompañe esta noche?

  • Pues la verdad, no lo se.

  • Si te molesto me voy.

  • No, quédate. Si quiero que te vayas te lo diré.

  • Eres muy borde. ¿No?

  • No. Es que no eres mi estilo.

  • Vale.

Se levantó, cogió su bebida color melocotón y se dispuso a irse.

Lucas le sujetó el brazo.

  • ¿A donde vas?

  • A buscar algún tío que sea de su tipo

  • Anda, siéntate. No seas suspicaz. ¿Cómo te llamas?

  • Enzo

-¿Enzo?. Eso es italiano ¿no?

  • Si, es que soy etíope y...

  • Ya, ya conozco la historia...

A partir de ese momento, comenzaron a a hablar, de mil cosas mientras se rozaban las pantorrillas, las manos, los muslos. Enzo había metido su pierna entre las de Lucas y su rodilla rozaba su paquete con leves toques. Comenzaron a sentirse bien y el buen humor de uno y del otro hizo que rieran en más de una ocasión.

  • ¿Te gusta bailar?- dijo el moreno

  • Si, me gusta, pero quiero ver como lo haces desde aquí.

Enzo se levantó, rozó levemente sus labios con los de Lucas y fue hacia la pista. Lucas vio como se alejaba aquel cuerpo joven y perfecto y como el pantalón se ajustaba a las nalgas redondas y duras del joven.

Llegó a la pista y comenzó a bailar con movimientos provocadores y casi femeninos que a Lucas le excitaron en extremo. Dejó que bailara unos minutos sin dejar de mirarle. Se acercaron al chico algunos hombres y vio como los despedía, mirándole a el con provocación. Era como Salomé bailando para El Bautista, sólo que en este caso, El Bautista se dejó seducir. Si no fuera porque el suspensorio sujetaba su polla, allí se habría izado una tienda de campaña.

Se levantó y fue hacia el. Comenzó a bailar a su lado con movimientos más secos y viriles. Bailaban diferente pero bailaban bien. Uno de manera sensual , provocativo y sinuoso, el otro con poder y fuerza. Era un baile de una fuerza erótica que quien lo veía se excitaba. Enzo se arrimaba al cuerpo de Lucas, acariciando su cuerpo y rebozando su culo, su polla y su pecho al de su macho. El otro ofreciéndose como en una danza sexual entre dos animales en celo y dejando que el menor le oliera el pecho y las axilas para que aspirara el poder que destilaba. Tal era la tensión sexual que Enzo ya no pudo más y le susurró al oído - Ven...ven conmigo que te voy a hacer feliz-. Y cogiéndole por la mano le llevó al fondo del local donde estaban las cabinas.

Enzo se quitó la camiseta, se amorró a Lucas y se abrazó a su cuerpo como una sanguijuela. El hombre aunque con una excitación de caballo, le separó

-Tranquilo...tranquilo...no he venido a que me desangres... Disfruta.

  • Es que me excitas mucho.

  • Pues disfruta esa excitación.

Lucas acercó su cara a la del joven, le acarició la cabeza, la nuca y acercó los labios para que su lengua lamiera los labios oscuros del chaval y su lengua entrara en la cavidad húmeda y rosácea de su boca para excitarle aún más y, mientras, sus manos acariciaban con lujuria la piel lampiña y suave del chico. Le levantó el mentón para dejar el cuello a su disposición y se lo lamió primero y luego le mordió con lujuria. El chico gemía y se apretaba a el rebozándose en su cuerpo.

Al hombre siempre le habían gustado hombres maduros y viriles, pero no sabía que tenía esta criatura que tenía entre los brazos que se desbocaba con el. No sabía si era la suavidad de su piel, o de sus labios, la mezcla de feminidad y masculinidad, la mirada viciosa y acuosa de sus ojos rasgados. Pero le estaba volviendo loco.

Le giró el cuerpo con un gesto rudo y le bajó el pantalón dejando al aire su miembro erecto y el culo. Con una mano le acariciaba el sexo rasurado, con la otra las nalgas, con su boca le mordía el cuello y el lóbulo de la oreja y su polla, aún oculta ocupaba el lugar entre los dos cachetes, apretó su miembro contra la raja con fuerza para que el chaval sintiese la dureza de su entrepierna. Y Enzo gemía le abrazaba donde podía, le acariciaba los brazos, los muslos, intentaba sobarle el culo y el paquete. La tensión creció hasta que le dijo entre gemidos: - Déjame mamarte.

Lucas le dio la vuelta le miró a los ojos vidriosos y consintió -Mama.

El chico le acarició el pecho, metió la mano por la camiseta y la fue levantando. El hombre se la remangó tras el cuello dejando al descubierto su pecho y se dejó lamer, besar y morder hasta que los oscuros labios llegaron a la cintura. Dejó que le desabrochara el pantalón y que lo bajara, dejó que lamiera su tranca bajo el suspensorio, dejó que esa lengua entrara por la entrepierna hasta llegar al punto más sensible y húmedo...-Mama...mámala ya...

Enzo le bajo el suspensorio con delicadeza, miró su presa, su manjar, y con la misma delicadeza comenzó a lamérsela mientras el hombre le acariciaba la cabeza. Al principio lo hizo con delicadeza saboreándole los efluvios, oliéndole el cipote y los huevos para luego comenzar con una mamada gloriosa.

Lucas pensó que ese chico era el rey de las mamadas por el interés que demostraba. El placer que le daba hacía que una tensión le recorriera las piernas hasta pasar por la polla y el ano hasta llegar al cuello. Aquella tensión tenía solo una finalidad...y sin avisarle estalló en su boca.

El chico supo que se venía porque notó que el cuerpo del hombre se ponía tenso, la polla se hinchó y lo huevos se encogieron. Aprovechó el momento para darse placer y mientras aquel macho descargaba en su interior, el chico se corrió.

El hombre le alzó para besarle y beber de su propio semen mezclado con la saliva de joven.

El chico se apartó y le miró.

  • Uff, ha sido bestial...pero me apetece otras cosas contigo. ¿Quieres que vayamos a algún sitio?. ¿Tienes casa?. ¿Quieres?. Me gustas y me pones a mil tío.

  • Estoy en un hotel aquí al lado.

-¿Vamos?...

  • Vamos.

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Joder tío. Para ya Lucas, me estas poniendo a cien, mira como tengo la entrepierna ¡Joder!.

  • Pues te advierto que queda más. Mira niño, te cuento esto por que quiero que sepas porque me he enamorado de Enzo. Te lo tengo que contar. Quiero que lo sepas. Te lo debo después de mi huida con Stephan y que no te dijera nada. Que no te lo dijera me ha dejado un amargo sabor durante años y ahora quiero que seas mi confidente.

Bebí un largo trago de mi gin. -Vale. Cuéntame. No se porque te quiero tanto después de todo.

  • Yo también te quiero...y mucho...muchísimo-. Se acercó a mi y me dio un beso fraternal en los labios. No me lo esperaba y sufrí un subidón. - Siempre dispuesto, ¿eh?, campeón.

  • No seas idiota.

  • ¿Soy idiota?- dijo mientras me agarraba el paquete.

  • Venga...sigue y no me provoques porque con lo bueno que te has puesto no se si te dejaría ir sin violarte.

  • Bueno...eso ya lo veremos luego..

Me dejó con un gesto de interrogación en la cara y continuó con la historia...

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  • Lo primero, una ducha- dijo Lucas al entrar en la habitación del hotel - Estoy sucio y pejajoso.

  • OK - respondió Enzo desnudándose y entrando en el baño.

Lucas se desnudó mientras oía caer el agua de la ducha y entró en el baño. Se quedó en la puerta observando el espectáculo del joven a través de la mampara de cristal. La espuma le caía por el cuerpo como si chorros de esperma cayeran del cielo y el agua corría por su cuerpo oscuro. Caía desde la cabeza por su cara, mojando las pestañas y bajando por la boca y la barbilla hasta el pecho, el abdomen y la polla. Lo imaginó como si fuera una fuente en medio de un parque, una maravillosa fuente que la gente observaba.

Se quedó mirándole hasta que comenzó a calentarse y a querer ser la esponja que le enjabonaba...y entró en la ducha, le abrazó y comenzó a acariciar todo el cuerpo con las manos llenas de gel. El chico se arrimaba al cuerpo macizo del hombre, se dejaba sobar, se rebozaba al de Lucas. Los cuerpos eran dos esponjas llenas de jabón que resbalaban entre ellos y se acariciaban los sitios más recónditos dejando que sus dedos entraran y salieran, que sus manos apretaran donde más placer daba y que sus labios y cuellos se rozaran. El joven se enjabonó la cabeza y comenzó a acariciar con sus trencitas el cipote y los huevos de su amante. Con el broche de la coleta le masajeaba el ano dándole un placer que estuvo a punto de enloquecer de placer.

Sus cuerpos estaban a estallar pero el chico paró - Espera... espera...vamos a la cama...quiero otra cosa...

Se secaron el uno al otro sin dejar de meterse la lengua en las bocas y fueron al dormitorio.

De repente, Lucas se encontró tumbado en la cama boca arriba y Enzo se subió de un salto y se sentó de horcajadas sobre el vientre de su amante.

Miró su cara detenidamente, su gesto duro, sus ojos amables ahora enrojecidos de lujuria, su sonrisa encantadora, su pecho fuerte y velludo (no en exceso), su vientre serpenteado de pelo oscuro donde el se sentaba y apoyaba sus huevos depilados y su polla hinchada y mirando al cielo. Se inclinó y le besó en los labios y le susurró en los labios : - Voy a ser el jockey de mi semental, te voy a cabalgar.

Le levantó los brazos dejando los sobacos al aire, le sonrió y cogiendo el frasco de lubricante que estaba en la mesilla se untó su entrada, luego cogió un preservativo y con gran habilidad se lo puso a su hombre - Voy a cabalgarte - le dijo. Lucas le sonrió - Vamos a ello- le contestó.

El chico puso la punta del cipote de su hombre en el centro del orificio y se masajeó con el unos minutos hasta que notó como se endurecía y se hinchaba. Su culo saboreó con ansia lo que se iba a comer a continuación y se lo comió, abrió la boca trasera y la tranca entró de un solo impulso, lento, saborándolo, notando el placer que le producía en el borde de su ojal...y entró entera hasta que notó el vello pubital en su culo. Irguió su cuerpo y gimió de placer a la vez que Lucas gemía de placer al notar su polla abrazada por el orificio del chaval.

Miró ese maravilloso cuerpo moreno, de piel suave sin un pelo en él, con un olor dulce después de la ducha, miró el gesto de placer que le proporcionaba y las largas pestañas que enmarcaban los ojos cerrados por el goce que le estaba ofreciendo la penetración.

Enzo comenzó a moverse lentamente sobre él hasta que las embestidas fueron mas rápidas y frecuentes. Le cabalgó mientras el se movía debajo metiendo el vergajo cuando el chico bajaba el culo. La excitación era tal que no duraron mucho en correrse. En plena euforia el chaval eyaculó con fuerza llegando la lefa hasta el cuello de Lucas. Con la misma fuerza apretaba el falo que tenía alojado hasta que provocó la corrida del hombre que hinchaba el pollón en cada descarga hasta que quedó seco.

El joven se dejó caer sobre el hombre para besarlo notando como su propia humedad se extendía entre los dos. Le besó los labios, el cuello, el pecho y de nuevo la boca llevando en sus labios y en su lengua parte de su leche y compartiéndola con su macho.

Durmieron abrazados toda la noche.

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  • Para por Dios - Le dije - Entre lo que me cuentas y el roce con tus muslos mira como me tienes-. Le dije señalando mi entrepierna en la que se veía una mancha de humedad.

  • Pues mira como estoy yo - me dijo señalándose el . Tenía un calentón de caballo y también ofrecía una mancha importante. - Tenemos que aliviarnos- dijo riendo.

  • Antes tienes que decirme cómo terminó la historia.

  • No, no ha terminado. Hemos estado juntos unos días y esta mañana le he dicho que se venga conmigo. Que sea mi compañero, que le enseñaré el mundo. Me ha dicho que lo tiene que pensar, que no es fácil dejarlo todo. ¿Qué es todo?. Yo te daré todo. En fin, pasado mañana por la mañana me iré y le he dicho que le espero en el hotel. Espero que venga,lo único que quiero es hacerle feliz y ser feliz yo. Creo que podemos intentarlo.

  • Y ahora- continuó -vamos a aliviarnos nosotros, que estamos chorreando. Además, me sigues gustando. Con el tiempo estás mas atractivo.

  • Pues no te digo como te has puesto tu. Estas como un tren.

  • Pues vamos. Una cabina nos está esperando.

Nos levantamos, fuimos al fondo del local con nuestras pollas indicándonos el camino y entramos en una cabina.

Se quitó la camiseta dejando a la vista aquel cuerpo esplendido, forjado, duro, un cuerpo de hombre que nada tenía que ver con el que yo había disfrutado doce años antes. Me quité el polo y le abracé, nos besamos disfrutando de nuestras lenguas y de nuestros labios, le apreté el paquete que ya estaba en su justa medida, mientras el hacía lo mismo conmigo.

  • Venga niño - me dijo al oído, - vamos a mamarnos, como lo hacíamos. No he dejado de pensarlo desde que te he visto entrar en el bar.

Me agaché, le bajé los pantalones y le observé. Desde luego no era la polla del chaval que recordaba, seguía siendo pálida pero era una tranca dura, fuerte, con unas venas azules que le recorrían el tronco y un capullazo rosado y brillante gracias al jugo que había estado emitiendo por la excitación de su relato y la cercanía de mi cuerpo.

Como agradecimiento, le lamí, le chupé, le mamé y le agarré lo mismo el mástil que los huevos, mientras también le acariciaba el pecho, los pezones o el culo. Así estuve el tiempo necesario hasta que se corrió en mi boca con espasmos acompañados de gemidos que más parecían gruñidos. Cuando se vació, me levanto, me besó con el fin de compartir su semen. Luego, se agachó el y me bajó el pantalón para comenzar a mamarme y lo hizo con tal maestría y regodeándose con mi jugo, con mi capullo, me bajaba y subía el prepucio, me mordía el escroto, me acariciaba el ano, se metía el cipote hasta la garganta, me pellizcaba las tetas, subía su boca arriba, abajo, arriba, abajo, mientras apretaba los huevos y hacía que mi miembro se hinchara hasta que estallé y gruñí hasta casi gritar del placer que me hizo sentir.

Era un maestro. Un auténtico maestro. Sentí envidia de lo que había vivido, de lo que había aprendido durante estos años. Me cayeron dos lágrimas por pensar que no sabría más de el en no se cuantos años.

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Al cabo de dos días recibí un mensaje en el móvil: "Voy camino de Asia. Enzo va conmigo. Soy feliz. Te tendré al corriente. Te lo juro. Te quiero. Tu primo del alma.