L.S.D. y los mosqueteros

Una chica descubre en sus amigos un increible reflejo de sus vicios.

Habíamos liado ya un par de porros y bajado botella y media de vino cuando la pelicula terminó. Había estado bien, pero no nos apetecía comernos los créditos, por lo que cambiamos para ver que echaban. En el plus estaba porno, y al final, decidimos que era lo menos malo de la tele. Al principio nos reíamos, Aramis, D’artagnan y yo, pero en el fondo, yo me estaba poniendo bastante caliente. Las escenas de la tele eran muy sugerentes, a medida que la cosa se ponía más caliente fueron cesando los comentarios, y el silencio se adueñó de la sala. Me tapé con la manta hasta el cuello, para acariciarme por encima del pantalón, y que no se notase mucho. De vez en cuando deslizaba mi mano hacia la pierna de D’artagnan, que disimuladamente se retiraba y hacía como si se colocase la manta, mientras con la pierna, mas disimulado. no sé por qué lo hacía, instintivamente, sin malicia. Pero de repente me sentía muy excitada, y me apetecía locamente follar. Esperaba que alguien hiciese algo, o me tendría que...

De repente Aramis se movió, y al moverse la manta pude ver como su verga tensaba la tela de sus pantalones. D’artagnan estaba igual porque hacía ya rato que una de mis manos se había colado por dentro de su ropa. Aramis se levantó.

  • Me voy, me voy porque sino... Es mejor que me marche.- y D’artagnan añadió.

  • Bueno, pues yo también me voy.

  • Os vais?- esperaba que al menos D’artagnan se quedase- No te vayas.- dije, y le agarré la mano- Si quereis podemos cambiar la película...

  • No, si a mí la película me mola, pero es mejor que me vaya.

  • Pues para ir a casa y hacese una paja, quedaos aquí. A mi no me importa.

  • Pero a mí sí.

  • Mira, si quieres te la hago yo. A mí no me importaría, y si quieres- dije dirigiendome a D’artagnan- a ti también. Puedo hacéroslo a los dos- dije sin darle mayor importancia.

En ese momento no me parecía sexual. Eran mis amigos y después de todo, hacerles unas pajas no era para tanto. Yo solo quería que se quedasen para que alguno calmase mi calentura.

  • No te atreves- dijo Aramis de coña.

  • Bueno, tu siéntate- y le coloqué en el sofá a mi lado.

Fui desabrochando el pantalón, y cuando lo hice, el se incorporó para facilitarme que sus pantalones callesen hasta los tobillos. El de D’artagnan tenía cinturón, y me costó un poco más, pero tenía práctica.

Allí estaba yo, con las resplandecientes pollas de mis amigos en la mano haciéndoles unas pajas. D’artagnan tocó mi mano y entonces un escalofrío delicioso recorrió mi cuerpo al ver lo que estaba haciendo. Cada uno me rozaba casi sin querer, uno en una pierna, otro en la cabeza... Yo estaba realmente caliente, y buscaba esas caricias moviéndome. A veces les miraba a la cara, y me ponía como una moto al imaginar lo que estarían pensando. Me acerqué a Aramis y lo besé muy dulce en los labios. Luego a D’artagnan, y me dispuse a quitarles las camisetas. Primero uno y después el otro, besando sus pechos desnudos. Cuando los tuve desnudos se levantaron y me senté en el sofá entre ellos. Empezaron a desnudarme, primero la camiseta, y después el sujetador, cubriendo con sus besos y caricias cada cm de piel que descubrían. Me acostaron en el suelo y siguieron y mientras uno me besaba, el otro me quitaba el pantalón y las bragas, acariciándome. Besaron mi cuello, el vientre, los muslos, los pechos, los labios... Uno de ellos separó mis piernas y empezó a recorrer mi sexo de arriba abajo con su lengua, mientras mi otro amigo devoraba mis pezones, apretándolos entre sus labios.

Cuando estaba a punto de correrme se pararon y cambiaron de lugar. Sentí unos dedos que entraban en mi, mientras unos labios apagaban mis gemidos y sus manos seguían acariciándome. Les pedí que parasen, porque yo también quería jugar, y sentando Aramis en el sofá me arrodille entre sus piernas de forma que el otro pudiese penetrarme desde atrás. Empecé muy despacio, jugando, pero cuando D’artagnan me introdujo la suya tan despacio y llegó hasta el fondo, metí la polla de Aramis en la boca de una vez. Estaba disfrutando muchísimo con el calor de aquellas vergas tan ricas que mis amigos tenían. Aramis acariciaba mi cabello mientras gemía al sentir mi lengua bailando sobre su sexo. D’artagnan, por su parte, me la metía una y otra vez con un movimiento lento y profundo. Quería sentir su placer, pero el mío estaba siendo tan intenso que tuve que sacarme la polla de mi boca para gritar de placer cuando me corrí.

Sin darme tiempo se cambiaron, siendo ahora la verga de D’artagnan la que tenia en la boca mientras Aramis me la clavaba desde atrás. Ellos estaban muy cachondos, mi placer los había excitado y sentí que les faltaba poco. Note sus pollas hinchándose dentro de mi, entre mis labios. Empecé a chupársela más fuerte, apretándola entre mis labios. Aramis me la metía cada vez mas adentro, mas profundo. Sentí el semen de D’artagnan en mi boca, salado y espeso, y me lo tragué golosa. También Aramis llego al orgasmo, llenándome con su leche caliente, haciendo que me corriese por segunda vez.

Nos dejamos caer en la alfombra, temblando todavía.

No creo que hubiesen pasado ni cinco minutos, pero en mi estado, podrían haber sido cinco horas. Me tumbaron sobre la alfombra, y me colocaron el cojín bajo la cabeza. Todavía estaba extasiada. Me colocaron los brazos con suma delicadeza, mientras me acariciaban despacio, parándose en cada centímetro de mi piel. Uno me besó, mientras el otro buscaba mi oreja, y le metía la lengua haciendo círculos en el interior. Yo intentaba acariciarles, pero mis brazos no respondían. Dejó mi boca para llegar hasta el pezón que saboreaba mientras acariciaba con delicadeza mi vientre. Las manos de Aramis apretaban mi otro pecho e iban apartando el alborotado pelo de mi cara. Me empezaron a responder las manos y buscaban el miembro de Aramis, mientras D’artagnan descendía por mi vientre. Me derretía con cada caricia y con cada beso, pero no dejaba de acariciar la polla Aramis, que iba recuperando su erección. Con la otra mano dirigía la cabeza que iba descendiendo hasta alcanzar mi mata de pelo, mientras me acariciaban las piernas con suavidad. Llegó hasta el chocho, pero todavía estaba demasiado sensible desde la sesión anterior, por lo que continuó por las piernas acariciando la cara interior, chupando y pasando su lengua por cada lado sin parar. Aramis dejó de besarme para dedicarse a mi cuello mientras sus manos se apoderaban de mis tetas, bajando lentamente, besando toda la piel hasta que su lengua coronó un pezón haciendo que me estremeciese de placer. Lo acerqué hasta colocarlo sobre mi boca, y mientras le besaba su pecho, una boca se aplicaba para comer alternativamente sus pezones, otra estimulaba mis piernas. Me incorporé. Me sentía bastante recuperada, con lo que le dije a Aramis que se tumbase en el suelo. Le besé. Me había gustado mucho como estuviera besando mis tetas, y ahora era yo quien besaba su cuello, su oreja. Agarré su polla y empezé a mover la mano arriba y abajo muy despacio, mientras le besaba el pecho. Las manos de D’artagnan se posaron en mi espalda y sus labios me besaban el culo. Temblé con el roce de esa lengua. Continuaba bajando por su pecho mientras a mi espalda D’artagnan se acomodaba entre mis piernas y me acariciaba el clítoris con suaves lengüetazos que también se paraban con las piernas. Después de descender por su vientre llegé hasta la base de su polla, mientras acariciaba sus huevos con una mano, pasaba su lengua por el pene de Aramis, sin meterla pero recorriéndola toda. A veces bajaba hasta los huevos con la boca, y los recorría con delicadeza, hasta que me la metí en la boca y mientras la cogía con la derecha, con la otra mano acariciaba el pelo D’artagnan. Esa lengua hacía que yo no fuese capaz de chupársela rítmicamente, cosa que le producía si cabe mas placer. Aramis me apartó la cara con dulzura de su polla hasta acercarla a sus labios. Al principio me enfadé, porque quería seguir así, pero me besó y dijo:

  • Quiero ponerme a tu espalda.

  • Vas a hacérmelo por detrás?

  • No, no te preocupes. Te va gustar.

Se colocó y me la ensartó hasta el fondo. Estaba muy caliente y empezó a moverse muy despacio, mientras yo acercaba D’artagnan, que estaba tumbado enfrente hasta que su polla quedó a la altura de la boca, y empezó a dar largos lengüetazos desde la base hasta el glande, mientras acariciabas sus pelotas con ternura. A veces el placer era tal que intentaba gritar, pero no podía, porque la polla de D’artagnan ocupaba toda mi boca. Lo cogía por las caderas para poder chuparla mas adentro, como posesa, y él acariciaba mi cabeza. Ponía tanto ímpetu que a veces me daban arcadas, pero la volvía a sujetar con la mano para tomar la medida y continuaba. La mano de D’artagnan, que se había incorporado me estimulaba el clítoris, mientras la otra acariciaba mis pechos. La sacó de mi boca. Quise abrazarle, con lo que la polla de Aramis se salió. Me volví inmediatamente para abrazarle también, y me dijo.

  • No me voy a ninguna parte- y sonrió.

Se tumbó de espaldas y le monté como buena amazona. Empezé a moverme con cuidado. Cada vez que me movía mil impulsos eléctricos erizaban hasta el más diminuto de mis cabellos. Las manos D’artagnan recorrían mi espalda y su lengua lamía cada centímetro de mi piel. Con un dedo empezó a hurgarme en el culo. Primero jugando en la entrada, y luego introduciéndolo poco a poco. Rezumaba placer por todos mis agujeros, con lo que entró con relativa facilidad. Me sorprendí un poco. Era algo raro al principio, pero sumado al placer de la verga que tenia dentro le resultaba muy agradable. Seguro que su dedo notaba el entrar y salir acompasado de la polla de Aramis a través de mi. Yo no cabía dentro de mi gozo. Pronto metió un segundo dedo. Me paré.

  • Te duele?

  • Un poco, pero no los saque. Muévelos despacio.

Me hizo caso, y pronto continué cabalgando con mas ímpetu aún, mientras los dedos entraban y salían a un frenético ritmo.

Noté como Aramis se iba a correr, y acompasando su movimiento nos fundimos en un maravilloso orgasmo. Quedé tendida sobre él, mientras D’artagnan continuaba trabajándome el culo, pero muy suavemente.

Me incorporé sin sacársela, y después de besarlo en los labios me volví y bese a D’artagnan. Él sacó sus dedos del culo y le dije:

  • Quiero que me la metas por detrás mientras él me folla.

  • No se si seré capaz- respondió Aramis, mientras le acariciaba las tetas- necesito descansar un poco.

  • Que pena, pero si no te importa me la puedo meter en la boca, mientras descansas- respondió mientras pasaba lascivamente su lengua por sus labios.

  • Estás hecha una golosa.

Me levanté un poco, lo justo para que se saliese y le di un beso en los labios. Recorría su cuello regalándole pequeños besos, llegaba a su oreja e introducía su lengua. Mis manos acariciaban el torso de Aramis, mientras D’artagnan se colocaba detrás de mi y metía un dedo en mi culo. Me movía para sentirlo mejor y él respondía agarrándome las piernas por su cara interior. Bajaba por su pecho parándose en cada pezón. Agachándome cada vez mas, hasta llegar a su polla. Estaba floja y húmeda de mis propios jugos. La cogí mientras con la lengua recorría el glande en círculos. Tenía el culo en pompa, y D’artagnan apoyó la punta sobre el orificio y empujó con suavidad hasta que entró el capullo. Busqué las manos de Aramis, mientras introducía su polla en la boca y D’artagnan entraba en mi culo. Notaba como las paredes del ano se separan y no me pareció especialmente agradable, pero cuando Aramis se incorporó y empezó a acariciarme la espalda mientras con la otra mano buscaba mi clítoris, y el placer que me recorrió entonces hizo que callese de bruces y me la tragase hasta el fondo. Me recuperaba como podía mientras la tranca de mi culo aumentaba el ritmo, hacia que me retorciese de gusto. Me había corrido tantas veces que me lo podía creer. Note que D’artagnan se correría pronto, me agarro por las caderas para ajustarme a su ritmo hasta que ella noté como mi culo se llenaba de semen, y un calor delicioso me inundaba. Calló sobre mi espalda, y ambos de lado, abrazando a Aramis.

Estabamos rendidos sobre la alfombra, acariciándonos con suavidad. Sonreíamos. Unos minutos después ella dije:

  • Ha sido increíble- y regaló una caricia a ambos- Sabéis que? Me gustaría que me la metieseis los dos a la vez....

  • Ufff, no sé si va a poder ser...

  • Yo también necesito descansar...

  • Tranquilos, que tampoco tiene que ser ahora. Si os parece me pongo algo y voy a preparar una infusión. Algo de efedra, para recuperarnos antes.

  • Vale, nos parece bien.

Salí de la sala, y tras unos minutos regresé con una falda plisada y un top. En mis manos llevaba una jarra y tres vasos. Ellos se habían puesto unas camisetas y hacían zapping en la tele, que no ponía nada interesante.

  • Hay que dejarla reposar. No echan nada?

  • La verdad es que no. No tienes ninguna peli?

  • No como no queráis terminar de ver la porno...

...

En ese momento nada me parecía importante. Estaba sentada entre mis dos mejores amigos, compañeros del viaje psicotrópico que había comenzado una hora antes en el salón de mi casa. Empezamos a hablar de sexo, cada uno comentando sus experiencias, lo que más le gustaba de una pareja. Les dije que tenia que buscarme un novio urgentemente, que no podía pasarme las noches masturbándome, y Dártagnan me miro con su sonrisa maliciosa y me pregunto:

  • ¿Cómo haces para masturbarte?¿Te acaricias el clítoris o te metes el dedo? Cuéntanos, nosotros no sabemos de estas cosas.

Como la poca vergüenza que tengo la había dejado en la estación de la conciencia, decidí darles una buena sesión de sexo autocomplaciente en vivo. Me puse de pie y me coloque frente a ellos. Sin levantarme la falda me baje las braguitas y me recogí el top.

-Primero tengo que estar medio desnuda y ya sabéis que las niñas malas no solemos ponernos las bragas.

Me senté en el sofá con las piernas cruzadas, de forma que pudiese acariciarme sin que ellos lo vieran directamente gracias a la falda que apenas cubrían mis muslos. Les dedique mi sonrisa más lasciva y me imagine lo indecente que debía estar medio desnuda, con mis trencitas y mi mirada perversa, y confieso que me excito pensar como me verían ellos.

Me metí un dedo en la boca, dispuesta a ser mala, tanto que ellos ardiesen en el fuego de mi juego. Jugué un rato con el entre mis labios, dándoles tiempo para que se imaginasen el placer de tener sus sexos erectos dentro de mi boca, con mi lengua lamiéndolos vorazmente. Con la otra mano me acaricie el cuello, dejándola resbalar sobre el pecho. Me acaricie muy despacio los pechos, recorriendo despacio cada cm de piel, sosteniendo los pezones entre mis dedos, pellizcándolos y frotándolos hasta que sentí que una caliente humedad fluía entre mis piernas. Instintivamente me lleve la mano a mis muslos empecé a ascender por debajo de la tela oscura. Ellos no podían verlo, pero cuando un gemido brotó de mis labios supieron que había llegado al fondo. Volví a gemir, realmente lo estaba disfrutando, pero ellos querían verlo todo, hasta el más mínimo detalle de lo que hacían mis dedos entre mis piernas. Les complací, encaje mis piernas en los brazos del sofá, quedando abierta, totalmente expuesta a sus miradas. Y lo que vieron les gustó. Dos de mis dedos entraban y salían de mi vagina empapados, mientras con la otra mano me abría los labios y rozaba mi clítoris. Ya no me importaba mostrarme seductora. Mis jadeos los excitaban, mi forma de moverse los hacia sentir deseos de poseerme. Y creí que lo harían cuando a un guiño de D’artagnan, el y Aramis se levantaron del sofá. Pero en lugar de hacerlo, me cogieron de los brazos y me sentaron entre ellos en la alfombra.

-No, no por favor, no. Estaba a punto de...

-Vaya, alguien se quedó atrapado en su propia red- susurro Aramis a mi oído mientras me vendaba los ojos.

-Dejadme terminar, por favor, no puedo más, por favor...

-No, mi niña, ahora jugamos nosotros, solo intenta relajarte y disfruta- murmuró D’artagnan a mis espaldas.

Sentí cuatro manos que me acariciaban, una lengua en el lóbulo de mi oreja que bajaba por mi cuello a mis hombros, unos labios que mordían mi boca. Pero era imposible relajarme. Una y otra vez intenté llevar mis manos a mi sexo, pero ellos me lo impedían otras tantas.

Me pusieron a cuatro patas sobre la alfombra y sentí el sexo de uno de ellos sobre mis labios entreabiertos. Saque mi lengua y la pase por el glande de mi amigo, dispuesta a comérmelo todo después, pero este lo retiro y en su lugar sentí la de mi otro amigo pidiendo las mismas atenciones. Estuvieron así un buen rato, alternándose uno y otro para recibir las caricias de mis labios en sus falos erectos, compartiendo como buenos amigos. Notaba su excitación.

De repente se pararon. Uno de ellos se deslizó debajo de mi cuerpo, entre mis piernas, mientras el otro se colocaba a mis espaldas. Me penetraron a la vez, muy despacio para que no me doliese, pero estaba tan excitada que era yo la que me apretaba contra sus cuerpos para tener mas cm suyos dentro de mi. Empezaron a moverse, perfectamente acompasados, muy profundo. Cada acometida era un gemido desgarrado que recorría mi cuerpo de parte a parte. Me sentí totalmente llena cuando ambos llegaron al orgasmo. Su calor me hizo temblar mientras el placer me desgarraba en oleadas.

No quise quitarme la venda. Solo cuando salieron de mi cuerpo y se acostaron a mi lado, desnudé mi vista y ellos estaban allí abrazándome. Todavía temblaba.