Loving him was RED (4)
Un mágico despertar y un intenso romance.
Los rayos de sol comenzaron a filtrarse por las cortinas de la habitación. Abrí los ojos, pude sentir el contacto con su cuerpo, con su suave piel. Todo en aquel momento era perfecto. Nuestras piernas entrelazadas, sus brazos rodeando mu cuerpo, mi cabeza recostada en su pecho. Deseaba que aquel momento fuera eterno. Estuve así un rato hasta que sentí los dedos de Diego jugar con mi cabello, entonces me moví para darle un beso de buenos días.
-Buenos días- me dijo antes de besarme la frente.
-Buenos días- le dije abrazándolo.
-No quiero moverme de aquí, quiero quedarme todo el día contigo-
Aquel momento era perfecto, era mejor de lo que había imaginado. Sentirlo tan cerca me hacía sentirme extremadamente feliz, nada más me preocupaba pues en ese momento sólo existíamos el y yo.
-Esto es tan perfecto- le dije mientras acariciaba su pecho.
Fue entonces cuando un recuerdo me regresó a la realidad. Estábamos en mi casa, alguien podría aparecerse en cualquier momento para ver si “estaban bien”. Por supuesto que lo estábamos, estábamos lo mejor posible pero los demás no comprenderían. Entonces me intenté levantar, pero Diego me presionó contra su cuerpo con más fuerza y me sujetó para que no me fuera.
-Diego, tenemos que ponernos ropa. ¿Y si llega alguien?- le dije con cara de preocupación.
-Eso tiene fácil solución.- después de haber dicho esto se levantó y puso seguro a la puerta. Ver su cuerpo desnudo fue apreciar una de las cosas más bellas que apreciaría jamás. Su piel blanca era hermosa. Sus nalgas redondas y su espalda marcada eran irresistibles. Cuando se giró para regresar a la cama se percató de que no le había quitado la mirada de encima y me miró, esbozando su sonrisa pícara que me ponía de rodillas.
-Me encanta tu sonrisa, me derrite- le dije contemplándolo.
-Lo se ¿Porqué crees que siempre sonreía así en los entrenamientos y cuando te veía en las escaleras?- me dijo mientras se acomodaba en la cama de nuevo.
-Que mal que ya no nos veremos a diario-
-Ya se... pero tenemos dos meses de vacaciones y podremos vernos cuando queramos.-
Después de dormir un rato más nos vestimos y salimos de la habitación. En la cocina de mi casa nos tenían el desayuno listo. Desayunamos y platicamos sobre la graduación, tratando de guardar las apariencias. De vez en cuando Diego me acariciaba la pierna con su pie bajo la mesa, pero yo mantenía mi semblante como si nada sucediera para no levantar sospechas.
Los días pasaban y cualquier pretexto servía para irme a casa de Diego, salir juntos a algún lugar discreto, ir a tomar unos tragos o simplemente invitarlo a “dormir”a la casa. Claro que lo que menos hacíamos era dormir. A veces Laura, la novia de Diego nos apestaba los planes, pues le reclamaba que ya no pasaba tanto tiempo con ella y le exigía que la llevara a algún lugar. Yo sabía que no podía exigirle a Diego que terminara con ella pero dentro de mi ardía la esperanza de que un día supiera de su ruptura.
Un día al despertar como de costumbre cheque mi celular para ver su mensaje de buenos días. Ahí estaba su mensaje como siempre pero esta vez era más largo. El mensaje decía lo siguiente:
<>
Cuando terminé de leer el mensaje tenía una amplia sonrisa en mi rostro. Sus mensajes mañaneros me encantaban y me ponían de buen humor. Me levanté de la cama y fui a desayunar. Después del desayuno salí al patio a ponerlo en orden y a darle una arreglada al jardín y a mis plantas. Estaba escuchando música y cuando cambié la canción en mi iPod pude ver la fecha. Había pasado un mes desde aquella maravillosa noche de mi graduación, cuando nos mostramos nuestro amor por primera vez. Era una fecha especial y la pasaríamos juntos. No podía creer que ya había pasado un mes, un mes que sin duda había sido el más maravilloso que podía recordar. Mi humor había mejorado considerablemente en ese último mes y todos los que me rodeaban lo habían notado. Mientras anteriormente me comportaba grosero y distante, no cuidaba mi imagen personal y llevaba una vida de excesos ahora parecía ser todo lo contrario. Diego me hacía ser mejor persona.
Por fin llegó la hora acordada, me arreglé especialmente para él, me puse su perfume favorito y salí en dirección a su casa. Cuando llegué me estacioné, toqué el timbre y esperé a que me abriera. Cuando abrió pasé rápidamente y cerró la puerta. Teníamos acordado no darnos muestras de afecto cuando estuviéramos en público o donde alguien pudiera vernos, pero Diego una vez cerrada la puerta de la calle me tomó por la cintura y me besó para mi sorpresa. Me separé de él.
-¿Qué te pasa? Nos pueden ver tus padres- le dije desconcertado.
-No están en casa- me dijo mientras sonreía para después acercarme a él de nuevo y besarme.
Después de estar un rato besándonos nos separamos.
-Te ves precioso hoy- me dijo al oído. -Vamos, que te tengo preparada una sorpresa.-
Me tomó de la mano y me llevó hacia el interior de su casa. Pasamos por el recibidor y me llevó hacia el comedor. Cuando entramos quedé sorprendido. Las sillas que normalmente estaban en su comedor no estaban, solo había dos. Las ventanas de la habitación estaban cubiertas por las cortinas por lo que no entraba la luz del día, pero había velas por todas partes que iluminaban la habitación. Sobre la mesa había dos platos, dos copas y una botella de vino.
-¡Sorpresa!- me dijo al ver mi reacción de asombro -Gracias por el mes más maravilloso de mi vida-
No tenía palabras para expresar mi asombro. La verdad no me esperaba aquel detalle. Me lancé a su cuello y le planté un beso en la boca.
-Eres el mejor- le dije cuando nos separamos.
Pasamos a la habitación y nos sentamos en la mesa. Diego me sirvió una copa de vino, sirvió otra para él y nos pusimos a platicar. Tiempo después comenzamos a comer lo que Diego había preparado. La comida era muy buena y Diego tenía muy buen gusto a la hora de elegir vinos. Después de comer seguimos ahí sentados, platicando. Era impresionante cómo podíamos platicar sobre cualquier cosa, podíamos platicar por horas sin aburrirnos uno del otro.
Me dieron ganas de ir al baño y pasé. Cuando salí y regresé a el comedor Diego ya no estaba ahí. En la mesa había una nota que decía que fuera a su habitación.
Cuando entré encontré en la puerta un sobre que decía “Instrucciones”. Lo abrí y las leí. La nota ponía que cuando entrara al cuarto encontraría una toalla blanca doblada. Debía quitarme la ropa, recostarme sobre la cama de Diego boca abajo y cubrir mis nalgas con la toalla. Cuando entré a la habitación encontré un ambiente muy relajado, con un aroma agradable y las cosas que la nota decía que encontraría. Hice lo que ponía la nota y me relajé, ayudado por el ambiente que había en la habitación. Después de un rato pude escuchar que la puerta del cuarto se abría y pude ver las piernas de Diego, las reconocía de inmediato. Diego se acercó a mi y cuando estaba junto a mi pude sentir sus manos en mi espalda. Esparció un aceite con aroma por mi piel y comenzó a masajearme. El tacto de sus suaves manos en mi espalda hizo que me empalmara de inmediato. Sus manos recorrían mi espalda y me relajaba cada vez más. No solo se dedicó a masajear mi espalda, sino que también masajeó mis piernas y mi cuello. La excitación que me provocaba sentir a mi chico pasar sus manos por mi cuerpo era cada vez mayor. Diego lo sabía perfectamente, me tenía en sus manos. Poco a poco fue concentrándose en mi espalda baja, bajando cada vez más y más. Me despojó de la toalla y comenzó a masajear mis nalgas, esta vez sin aceite. Después de masajear por unos momentos comenzó a darme suaves nalgadas. Comencé a soltar gemidos de satisfacción cada vez que sentía sus manos golpear mis nalgas.
De pronto, pude sentir su húmeda boca en mis nalgas. Me daba pequeñas mordidas y pasaba su lengua. Mis gemidos aumentaban y mi pene estaba duro como roca. Estuvimos así un rato y de pronto se detuvo, yo sabía lo que seguía.
Sentí su peso sobre mis piernas y la punta de su duro pene entre mis nalgas, se abrió paso hacia mi esfínter y lo atravesó. No pude suprimir un fuerte gemido al sentirle atravesarme. Juntó su cuerpo con el mío y movía su pubis lentamente, para que mi cuerpo se acostumbrara a su presencia. Podía sentir su piel resbalarse con la mía gracias al aceite que me había pasado por el cuerpo cuando me daba el masaje. Después de un rato me acostumbré a su pene y cambiamos de posición. Me puse en cuatro y Diego comenzó a entrar y a salir cada vez más rápido. Lo estábamos gozando mucho y no reprimíamos nuestros gemidos, pues estábamos solos en casa. Sus embestidas eran cada vez más fuertes y podía sentir sus pelotas chocar contra mis nalgas. Sus gemidos eran como música para mis oídos, me volvía loco saber que podía darle placer a mi chico. Mi pene seguía duro como una roca y estaba echando grandes cantidades de precum de lo excitado que estaba. Yo también movía mi cuerpo junto con el de Diego, quería sentirlo completamente dentro de mí. Volvimos a cambiar de posición. Me acosté de lado y Diego me levantó una pierna con su brazo y siguió bombeando. Me entregué totalmente al momento, todo lo que había en mi mundo éramos él y yo. De pronto lo sentí, ya no podía aguantar más y sentí una corriente pasar por mi pene. Salió un gran chorro de semen y sentí mi ano contraerse. Salieron otros chorros mientras los jadeos y el bombeo de Diego aumentaban. Momentos después se corrió dentro de mi. Sacó su pene de mi ano y el semen comenzó a brotar de mi. Estábamos completamente cubiertos por sudor. Diego se acostó agotado conmigo y nos quedamos dormidos.
Aquel día fue muy especial. Lo hicimos varias veces y fue sensacional, aunque lo mejor no era el placer que nos dábamos el uno al otro, sino el amor que nos transmitíamos. Nos amábamos el uno al otro con intensidad, pasión y entrega.
...
Era Diciembre de nuevo, regresé a la ciudad por las vacaciones navideñas y tenía la oportunidad de verme con Diego todas las tardes. Un día por la mañana recibí una llamada suya.
-Hola Diego- contesté al teléfono, cuando hablábamos por ahí no nos mostrábamos afecto, pues alguien podía escuchar.
-Hola Gonzalo, oye tengo un plan para hoy- me dijo, visiblemente emocionado.
- A ver, ¿De que se trata?- dije esbozando una sonrisa.
- Te voy a llevar a un lugar sorpresa, paso por ti a las 7-
- Bueno, aquí te espero, adiós- Terminé la llamada, aguantando las ganas de soltarle un “te amo”
La tarde pasaba y Diego fue enviándome mensajes con información sobre la sorpresa que me tenía preparada. Me dijo cómo me podía ir vestido e hizo algunos otros comentarios. Por fin llegó la hora esperada y yo estaba listo para irnos. Diego me llamó al celular para decirme que estaba afuera. Salí y subí a su auto. Arrancó hacia el norte de la ciudad y tomó mi mano. Todo el camino fuimos platicando acerca de muchas cosas, riéndonos y viéndonos con amor. En las paradas de los semáforos nos veíamos el uno al otro. Verle sonreír era una de las cosas más reconfortantes para mi. Al ver felicidad en su rostro era completamente feliz.
Llegamos a un restaurante y entramos. Nos sentamos en una mesa para dos en una especie de zona privada, nadie podía vernos ahí. Después de cenar seguimos platicando sobre cosas intrascendentes. Lo notaba algo nervioso.
-¿Que sucede?- le pregunté preocupado.
-Tengo algo muy importante que decirte.-
Mi corazón dio un vuelco ¿Sería acaso que me dejaba? No sabía que pensar así que preferí sacarme toda idea de la cabeza y le pedí que continuara.
-Sabes, llevo tiempo pensando sobre esto, y creo que no podemos seguir ocultando lo nuestro. Llevaba mucho tiempo con la persona incorrecta y he decidido que quiero estar contigo, libremente y sin tener que ocultarnos. Hoy terminé con Laura, le dije que no sentía nada por ella y que hacía tiempo que pensaba cómo decírselo. Fue impresionante saber que ella tampoco sentía algo por mi ya y me sentí muy aliviado de que se lo tomara bien. Me siento libre y quiero pedirte una disculpa por no haber hecho esto antes. Quiero que sepas que en todo este tiempo, desde que te vi por primera vez has sido la causa de mis sonrisas, quiero que sepas que te amo completamente y con todo mi ser.-
Me quedé sin palabras, estaba feliz pero seguía en shock. Solo podía sonreír y temblar de la emoción.
-¿Quieres ser mi novio?- me preguntó mirándome fijamente, haciendo cara de que no rompía ni un plato.
-¡Claro que si!- dije emocionado, me levanté y lo abracé, nos fundimos en un beso y reímos.
Nos tomamos de la mano y seguimos platicando. Jugábamos con nuestros dedos y nos veíamos fijamente a los ojos mientras platicábamos. Mi felicidad en aquel momento era enorme.
Tiempo después salimos del restaurante en dirección a mi casa. Ibamos de la mano en el carro, siendo felices el uno con el otro, disfrutando el momento. En un importante crucero nos tocó una luz roja y nos detuvimos. Cuando la luz cambió Diego comenzó a avanzar y lo miré. Lo vi y pude notar tras él una luz blanca de alguno de los carros que esperaban la luz verde. Pero la luz fue aumentando. Se acercaba cada vez más y a una gran velocidad. Todo pasó en cámara lenta. Cuando el auto estaba prácticamente sobre nosotros grité su nombre, apreté su mano y me lancé hacia él para cubrirle. Todo se puso oscuro.
...
Desperté. Mis ojos tardaron en acostumbrarse a la luz que había en el lugar. Poco a poco fueron formándose siluetas y pude ver a mis papás sentados en un sillón junto a mí. Estaba en una cama de hospital. No podía recordar nada la cabeza me daba vueltas y no sabía que estaba pasando.
-Mamá, ¿Que pasó?- dije con voz queda.
-¡Por fin has despertado!- me respondió mientras se incorporaba junto con mi padre. Mi padre llamó a la enfermera para que le avisara al Doctor.
-¿Porqué estoy aquí?-
-Estuviste en coma, llevabas así dos meses- dijo mi mamá con lágrimas en los ojos.
-¿Cómo está Diego?- pregunté en cuanto recordé lo último que había vivido. Estaba muy preocupado al recordar la luz, el ruido, el dolor,
-El...-
-¿QUE LE PASÓ?- Pregunté perdiendo la calma y alzando la voz. Sentía un nudo en la garganta y mi corazón estaba acelerado.
-El murió- dijo mi mamá mientras las lágrimas resbalaban por sus mejillas.
Sentí mi mundo derrumbarse. Las lágrimas bajaron por mi rostro mientras ahogaba un grito de dolor. Comencé a llorar y a gritar al no poder reprimir mis sentimientos ni un momento más, mi mamá y mi papá me abrazaron fuertemente. Repetí una y otra vez “¿Porqué?”.
Dias después salí del hospital. La vida era gris para mi, lo único que le daba color era el recuerdo de los momentos felices que pasé con Diego, La noche de mi graduación, aquel verano, su sonrisa... Su sonrisa, esa hermosa sonrisa llena de amor que recordaría por siempre, sus hermosos ojos oscuros en los que pude verme reflejado tantas veces. Comía poco y no sentía motivos para salir. Mi vida se había derrumbado por completo.
Un día recibí una visita. Era la mamá de Diego. Tocó la puerta de mi habitación y la dejé pasar. Se sentó junto a mi cama, donde yo estaba acurrucado.
-Fuiste bueno para él, lo hiciste mejor persona.- comenzó a decir, su voz se quebraba a ratos y tomaba aire para continuar, la miré y vi que sus ojos se llenaban de lágrimas.
-Antes de morir en el hospital, me pidió que te dijera que no sufrieras por él, que lo último que quería era tu dolor y sufrimiento. Me pidió... que te dijera que... le diste los días más felices de su vida. Que... en ti encontró al mejor de los amigos- No pudo continuar y se soltó a llorar. Me incorporé con los ojos llenos de lágrimas, ya rojos de tanto llorar. La abracé y lloramos juntos, lloramos el recuerdo de Diego, aquel maravilloso joven que llenó mis días de felicidad y tuvo que dejar este mundo de manera prematura.
Los días pasaban, son el recuerdo de Diego en mi mente, el recuerdo de un amor del que ya no había rastros, un amor intenso del cual ahora solo yo sabía. Un amor que había llenado mis días de felicidad. Un amor que tenía mucho futuro, pero que por razones desconocidas la muerte decidió cortar de un tajo cuando aun era muy pronto. Aun así agradecí el haber tenido la oportunidad de vivir nuestro amor aunque fue por poco tiempo.
Los años pasaron, pero el amor por Diego se ha mantenido intacto. Yo tengo la certeza de que un día nos volveremos a reunir.