Lourdes

Historia de amor y sexo con una mujer 20 años mayor. Basada en hechos reales.

  • Tranquilo, ya estamos llegando, ¿tienes llaves?

  • No joder, creo que las he perdido...

El muchacho se iba despejando un poco, pero la cogorza que llevaba encima era de las buenas. Seguramente seguiría sin mantenerse en pie por sí solo, asique me tocaría bajarlo del coche y ayudarlo a llegar a la puerta de su casa.

  • Pero hay alguien en casa, ¿verdad?

  • Sí sí, pero no digas que he bebido.

  • Pero Javi, si apestas a alcohol de lejos...

No pude evitar reírme. A pesar de su 1,85 de estatura seguía siendo un crío de 18 años, muy majo, pero bastante inconsciente, como la mayoría a su edad. Ese sábado había estado de botellón con los amigos, se le había ido la mano y se había pillado una buena borrachera, de esas que te enseñan que si te pasas bebiendo lo pagas caro.

Llegamos a su casa y aparqué el coche a escasos metros de la puerta de entrada. Era una casa unifamiliar de 2 plantas, típica de la zona. Miré mi reloj, casi las 3:00 de la mañana y lógicamente no se veía ninguna luz encendida. Había varias ventanas abiertas y es que aunque el verano se estaba terminando, seguía haciendo mucho calor.

  • Espera que te ayudo a salir del coche.

Me bajé y di la vuelta para abrir la puerta del copiloto. Le ayudé a salir y a incorporarse.

  • ¿Estás mejor?, ¿tienes ganas de vomitar? - le pregunté.

  • No, no quiero vomitar, solo sigo un poco mareado.

  • Pues venga, para dentro a dormirla... - le pasé su brazo izquierdo por encima de mi cuello para ayudarlo a mantenerse en pie y empezamos a caminar hacia la puerta.

Al llegar, toqué el timbre y enseguida se encendió una luz en el piso de arriba. Su madre asomó la cabeza por la ventana de la habitación y nos vio a los dos abajo. No sé lo que se imaginaría, pero no tardó ni 10 segundos en bajar y llegar a la puerta de entrada.

Al abrirse la puerta apareció Lourdes, mi compañera de trabajo y madre de Javi. Iba descalza y llevaba puesto un pijama corto de verano de color rosa claro. La parte de arriba era una camiseta de asas, sin apenas escote, y aunque no era muy ajustada, debido al buen tamaño de sus pechos y a que no llevaba sujetador, se le marcaban unos pezones grandes y redondeados. Eran más grandes de lo que yo me había imaginado. La parte de abajo era un pantalón corto de color un poco más oscuro, que le llegaba justo por debajo de las nalgas, dejando a la vista unos bonitos muslos.

  • Javi, ¿qué ha pasado?, ¿estás bien? - le preguntó con cara de preocupación, acercándose a su hijo.

  • Nada mamá, estoy bien...

La expresión de Lourdes no tardó mucho en cambiar de preocupación a enfado. El chico estaba pálido, con los ojos brillantes y apestaba a alcohol.

  • ¿Pero qué ha bebido? - preguntó dirigiendo ahora su mirada hacia mí, en un tono que no me gustó nada.

  • Pues no lo sé.

Mientras yo contestaba, a Javi le dio una arcada, me soltó y entró a toda prisa directo al baño, tapándose la boca con una mano para intentar no empezar a vomitar por el camino. Por suerte el baño estaba solo a un par de metros de la entrada y pudo llegar a tiempo. Lourdes lo siguió hasta dentro y yo entré hasta el marco de la puerta por si necesitaba ayuda para llevarlo hasta su habitación.

  • ¡Mira cómo te has puesto!, ¿pero qué coño has bebido Javier?, ¡qué vergüenza! - nunca había visto a Lourdes tan cabreada.

  • Mejor deja la bronca para mañana... - intenté calmar un poco la situación - ahora que se acueste a dormir, que le hace falta.

Lourdes me lanzó una mirada envenenada, como si yo fuese el culpable de la borrachera de su hijo.

  • ¿Acostarse?, si se ha puesto perdido. - Javi se había vomitado en la camiseta y en la mano y el antebrazo derecho. - Anda, quítate la camiseta y acerca el brazo a la bañera para limpiarte - ordenó al muchacho.

Éste obedeció, se quitó como pudo la camiseta que llevaba y se acercó a la bañera, arrodillándose delante y colocando dentro su brazo, mientras su madre se sentaba a su lado en el borde y cogía la alcachofa de la ducha para ayudarle a limpiarse.

  • ¡Pero qué peste, por dios! - refunfuñó mientras dirigía el chorro de agua a los restos de vómito de su brazo - límpiate bien. ¿Te has manchado en algún sitio más?

  • Creo que no mamá. Lo siento mucho, no lo volveré hacer...

  • Calla y sécate, ya hablaremos mañana - Lourdes seguía enfurecida - ¡no vuelves a salir en todo el año!

Estaba tan centrada en reprender a su hijo que, a la vez que hablaba, se puso a gesticular con las manos olvidándose de que el agua seguía abierta. Se le escapó la ducha y empezó a salpicar por todas partes, mojando el suelo, a Javi y a ella misma, hasta que de un manotazo cerró el grifo. Al verlo no pude evitar que se me escapase una pequeña carcajada, cosa que no le hizo ni pizca de gracia.

  • ¿Y tú de qué te ríes? - me preguntó con muy mala leche, mientras se secaba la cara y el cuello con una toalla.

  • De nada mujer, ¿podrás tu sola ayudarle a que se acueste?

  • Estoy mejor, puedo yo solo - dijo Javi mientras se secaba con otra toalla. Parecía que la ducha que le había dado su madre por sorpresa lo había espabilado un poco más.

  • Ya me apaño yo sola, no te preocupes. Ya has hecho bastante - me dijo Lourdes con sorna.

  • Entonces mejor me marcho - le respondí secamente.

Me estaba empezando a tocar las narices, encima que me encuentro por ahí al chico borracho y lo acerco a casa... y ni las gracias. Me dirigí a la salida y ella me siguió, dejando la toalla en el baño. Al cruzar la puerta me di la vuelta para despedirme. Y allí estaba mi compañera de trabajo, a dos metros de distancia, ofreciéndome una visión que me dejó completamente embobado.

Además de la cara y el pelo, también se había mojado parte de la camiseta y podían apreciarse perfectamente sus pechos, y menudos pechos. Aquello eran unas tetas 5 estrellas. Eran grandes y redondas, de una talla 100 o quizá 110. Tenía unos pezones enormes de color rosado oscuro, de unos 2 centímetros de diámetro, rodeados de unas areolas del mismo color, grandes como una galleta maría. Y, a pesar de que a sus 50 años ya estaban algo caídas, esos maravillosos pezones seguían apuntando al frente, directamente hacia mí.

  • Buenas noches Víctor - me dijo.

Yo estaba como hipnotizado, sin decir nada, con los ojos como platos y la mirada clavada en aquel par de melones. Ella se dio cuenta que no miraba su cara sino su escote, bajó la vista y vio la razón. Levantó la cara de nuevo y con una expresión de enfado, cerró de un portazo.

  • Adiós - fue lo único que acerté a decir, con la puerta ya cerrada. Subí al coche y me dirigí a casa sin dejar de pensar en aquella imagen, ¡vaya par de tetas tenía Lourdes!. Y vaya efecto habían tenido en mi polla, estaba dura como una piedra.

Hacía tres años que me había mudado a vivir a aquel pequeño pueblo costero del norte de España. Un nuevo trabajo, implicaba hacer las maletas, pero merecía la pena. A Lourdes la contrataron poco después de mi llegada. Desde entonces compartíamos oficina con dos compañeros más, un chico y una chica. El ambiente de trabajo era bueno y el trato siempre había sido cordial. Por eso el comportamiento de Lourdes conmigo aquella noche me había sorprendido tanto.

Pocos días antes Lourdes había cumplido los 50, me sacaba 20 años justos. Estaba divorciada desde que Javi era pequeño, aunque hacía ya varios años que convivía con su hijo y su nueva pareja. Era de esas mujeres que pueden pasar completamente desapercibidas o llamar mucho la atención si se lo proponen. 1,65 de estatura, pelo largo castaño, boca pequeña y ojos oscuros y grandes. Llevaba gafas, aunque alguna vez se ponía lentillas. Se conservaba bien para su edad, y aunque tenía algo de sobrepeso, lo compensaba con sus grandes pechos y un trasero bien puesto. Solía vestir informal pero con clase, casi siempre con pantalón y ropa ceñida que favorecía su figura. Se llevaba bien con todo el mundo y nunca discutía con nadie.

Yo por mi parte soy un tipo de lo más normal, 1,80 de estatura, moreno, delgado y con una bonita sonrisa. Nunca he sido un gran seductor, pero a mis 30 años he vivido lo suficiente como para saber aprovechar las oportunidades cuando se me presentan.

Al día siguiente me levanté, desayuné y salí a correr como de costumbre. Al regresar tenía un whatsapp de Lourdes:

« Hola Víctor, muchas gracias por traer ayer a Javi a casa. Perdona si estuve borde contigo. Mañana hablamos. Un beso »

Le respondí con un escueto « Ok, hasta mañana » y me fui a la ducha. Recordar otra vez la escena de la noche interior me puso cachondo. No era la primera vez que me hacía una paja en honor a Lourdes, pero tenía tan fresca en mi mente la imagen de sus pechos que aquella paja fue especialmente buena. No iba a resultar fácil, pero esas tetas tenían que ser mías.

El lunes, como solía ocurrir casi siempre, fue bastante ajetreado en el trabajo. Lourdes normalmente era la primera en llegar a la oficina y solía salir un poco antes que el resto. Yo en cambio, era el que cerraba casi siempre. Ese día Lourdes esperó a que el resto se marchase para hablar conmigo. Cuando nos quedamos solos se acercó a mi mesa y se sentó en una de las sillas destinadas a los clientes.

  • Víctor, quería darte las gracias por cuidar de Javi y traerlo a casa el sábado. - Me explicó que el chico, para retrasar su hora de llegada, la había engañado contándole que él y sus amigos irían a ver la final del campeonato de dardos en el que yo participaba y que me había ofrecido a acercarlos a casa al terminar. Teníamos confianza y ya les había hecho de taxi alguna vez, asique ella accedió sin desconfiar.

  • Pero ayer me contó la verdad. Me dijo que habían estado tomado chupitos en el parque jugando a no sé qué juego y que luego en la zona de pubs empezó a sentirse mal, salió a la calle a tomar el aire y que ya no recuerda nada más hasta estar en casa vomitando en el baño. Yo creía que estaba contigo y por eso cuando llegaste con él en ese estado reaccioné como si tuvieses parte de culpa. Y te pido perdón por ello. - Lourdes también me confesó que ese día había discutido con su pareja y por eso estaba más irascible que de costumbre.

  • No te preocupes, me sorprendió la forma en que me hablaste porque nunca te había visto tan cabreada, pero ya está olvidado. ¿Javi está bien? - no le había preguntado antes por no airear el tema y que no se enterase nadie más.

  • Javi está castigado de por vida.

  • Jajaja - no pude evitar reírme - es un chico listo, seguro que ha aprendido la lección.

  • Eso espero, ayer estuvo todo el día diciendo que le dolía la cabeza y el estómago y que no iba a volver a beber nunca... jajaja - a Lourdes también se le escapó una pequeña carcajada.

Ya roto el hielo, pensé que era un buen momento para sacar el tema de su exhibición, a ver como reaccionaba.

  • Yo también debería pedirte disculpas y darte las gracias Lourdes.

  • ¿Tú? ¿por qué? - preguntó sorprendida.

  • Perdona si te incomodé al despedirme... me quedé embobado cuando vi que tenías la camiseta mojada y se te transparentaban las... - hice un gesto con la mirada dirigiéndola a su escote.

  • Calla calla, me desperté y bajé a abrir la puerta tan rápido que ni me di cuenta de que apenas llevaba ropa, espero que no se me viera demasiado...

  • De cintura para arriba se te veía todo... - le dije con una sonrisa pícara.

  • No seas malo y no te rías anda... - Lourdes empezaba a sonrojarse - ¿y las gracias por qué?

  • Pues por alegrarme la vista mujer, una delantera así se le presenta a uno pocas veces en la vida - esta vez lo dije con rostro serio, aunque imaginaba que ella se lo tomaría a broma.

  • ¡Pero serás capullo! - se puso colorada pero al mismo tiempo se dibujó en su rostro una expresión de satisfacción. Se lo había tomado con humor pero era evidente que se había sentido halagada y le agradaba.

La situación se ponía interesante. Iba a decirle que hablaba totalmente en serio cuando de repente sonó el teléfono. A esas horas seguramente sería el jefe con alguna urgencia de las suyas. Descolgué y efectivamente era él, necesitaba un par de presupuestos para adjuntar a un informe. No tardaría más de 5 minutos en enviárselos, pero nos había cortado el rollo. Lourdes se ofreció a ayudarme pero le dije que no, que  se marchase a casa que ya me ocupaba yo. Me lo agradeció y nos despedimos. Aquella conversación quebaba pendiente para mejor ocasión.

Pasaron los días y no volvió a surgir la oportunidad de retomar el tema. Además, me enteré de que Lourdes tenía problemas con su pareja desde hacía un tiempo y que posiblemente terminase separándose. Yo la apreciaba y, sabiendo que estaba pasando una mala racha, no era momento de intentar nada. Me comporté como un buen amigo y todo siguió como antes.

A las pocas semanas, Javi empezaba en la universidad y se marchó a vivir con su padre a Salamanca, iba a estudiar medicina. Días después, Lourdes nos contó en el trabajo que iba a separarse de su pareja y a mudarse a vivir a un pequeño apartamento a las afueras del pueblo, con la promesa de que cuando estuviese instalada nos invitaría a comer para estrenarlo. Y así fue, a mediados de octubre nos invitó un sábado a comer a todos los de la oficina.

Lourdes nos sorprendió con un arroz con bogavante estupendo y de postre un tiramisú casero fantástico, era una buena cocinera. Fue una comida muy amena. Al terminar, mientras charlábamos en el salón, me preguntó si podía echarle un ojo a la wifi de casa ya que no funcionaba.

  • Faltaría más, después de ese tiramisú pídeme lo que quieras - todos se rieron.

El router era un modelo antiguo que ya estaba en el piso de antes y no daba señal. Casualmente tenía yo uno igual en casa de la misma compañía y que no utilizaba. Le dije que se lo llevaba y se lo instalaba sin problema y quedamos en que me pasaría al día siguiente después de comer.

Ese domingo había quedado con una chica con la que llevaba un tiempo viéndome, no era nada serio, poco más que amigos con derecho a roce. Después de comer, me presenté en casa de Lourdes con la intención de instalar el router y marcharme rápidamente a recoger a mi amiga para pasar la tarde con ella. Lourdes me abrió la puerta y me invitó a pasar. Llevaba puesta ropa de casa, nada especial, pero aún así estaba estupenda.

En pocos minutos la wifi funcionaba correctamente, simplemente había que enchufar el router y conectar los dispositivos (tv, portátil y móvil) a la nueva red.

  • Qué rápido has sido, ¿te apetece un café Víctor? - me preguntó amablemente - Queda un poco de tiramisú de ayer si quieres.

  • Pues traía algo de prisa, pero a eso no puedo decirle que no - Lourdes sonrió.

Preparó un par de cafés y trajo un trozo de tiramisú para cada uno. El mío lo terminé rápidamente, estaba espectacular.

  • Madre mía, esto está de muerte, tú naciste para pastelera.

  • Tengo mano, pero no es para tanto, ¿te apetece otro trocito?

  • Venga va, un día es un día, gracias Lourdes.

Se levantó y fue a la cocina a por otro trozo de tiramisú.

  • Gracias a ti Víctor, además así me haces un poco de compañía, no me acostumbro a estar sola y no sabes cómo extraño a Javi desde que se marchó...

  • Ya me imagino, ¿y qué tal está, como le va en la universidad?

  • Está contento aunque echa de menos esto y a sus amigos de toda la vida.

  • Normal... ¿y tú como estás Lourdes? si necesitas algo sabes que puedes contar conmigo.

  • Ya lo sé y te lo agradezco. Yo estoy un poco desubicada todavía, han sido muchos cambios pero necesitaba dar un giro a mi vida. - Me habló de su separación y de su ex. Desde que lo habían prejubilado un par de años atrás, Eduardo, que así se llamaba, había empezado a beber y si no había terminado antes su relación con él era por no hacer pasar a su hijo el mal trago de la ruptura. Me confesó que el día que llevé a Javi a casa, su ex también había llegado bebido y que se había asustado al ver borracho a su hijo ya que bajo ningún concepto quería que siguiese los pasos de su padrastro.

Seguimos hablando un buen rato. Yo me había olvidado por completo de mi cita, prefería estar con Lourdes. Aquella mujer empezaba a gustarme de verdad. Ya no era solo atracción física, era algo más. Y parecía que a ella le pasaba lo mismo conmigo.

Cuando nos dimos cuenta, la tarde había volado y ya estaba anocheciendo. Era hora de retirarse. Cogí mi chaqueta y Lourdes me acompañó hasta la puerta.

  • Muchas gracias por tu tiempo Víctor, me ha venido muy bien hablar contigo y desahogarme.

  • Ha sido un auténtico placer, y gracias a ti por el postre... un tiramisú así se le presenta a uno pocas veces en la vida - lo dije sin pensar. Ambos nos miramos y empezamos a reírnos con ganas.

  • Jajaja, ¡serás tonto! tú y tu frasecita... - a las risas siguió un corto silencio por parte de ambos.

  • Nunca digo esa frase en broma. - Al oírlo, el rostro de Lourdes se puso serio.

Me acerqué a ella y la miré fijamente a los ojos sin decir nada. Quería besarla, pero algo me detuvo. Estaba nerviosa. Aún no era el momento, necesitaba tiempo y se lo daría. Me pegué a ella y le di un abrazo cariñoso.

  • Ya sabes que aquí tienes un amigo para lo que necesites - le susurré al oído.

  • Gracias Víctor - fue su respuesta, devolviéndome el abrazo. Parecía aliviada. Nos despedimos y me marché.

Ese día fue un punto de inflexión en nuestra relación. A partir de entonces se volvió mucho más cercana y hablábamos casi todos los días aunque no trabajásemos. Nos lo contábamos todo, había una confianza especial entre nosotros. Y cuanto más la conocía más me gustaba.

Pasó el tiempo, se acercaba la Navidad, y con ella las cenas de empresa. En la nuestra ese año decidieron hacerla a lo grande, juntando todas las delegaciones de la provincia en un hotel de la capital. Estaba a media hora en coche del pueblo y decidimos repartirnos los 4 de la oficina, las 2 comerciales y los 3 del almacén, en dos coches para que solo los que condujesen tuviesen que cortarse con la bebida. Yo, como nunca fuí de beber mucho, me ofrecí para ser uno de los chóferes.

Esa noche Lourdes estaba especialmente guapa. Labios de color rojo intenso, pelo ondulado, y se había puesto lentillas. Llevaba unos pantalones ajustados de color negro, una camisa blanca entallada mostrando canalillo y unos zapatos de tacón de aguja.

Llegamos al hotel y nos reunimos con el resto de compañeros que ya estaban allí. Cuando llegaron los que faltaban pasamos al comedor. En total seríamos unos 40 y nos sentaron en 5 mesas redondas. Lourdes se sentó en la misma que yo, justo enfrente de mí, entre la otra compañera de la oficina y Eloy, el jefe de compras. Eloy era bajito, pasaba ya los 60 pero era un cachondo total, el alma de la fiesta. Con sus chistes y anécdotas no parábamos de reírnos. Además, le gustaba mucho el vino, y a medida que iban llegando botellas a la mesa, el show iba en aumento. Bebía él y hacía beber a los demás, siempre estaba pendiente de que su copa y la de los de su alrededor estuviesen llenas.

A medida que avanzaba la cena Lourdes y yo empezamos a buscarnos con la mirada. Eran miradas cada vez más descaradas e insinuantes. Una evidente tensión sexual se había despertado de repente entre nosotros. Si el resto de la mesa no hubiesen estado achispados por el vino y pendientes de las ocurrencias de Eloy, se hubiesen dado cuenta fijo.

Al terminar la cena, empezaron las despedidas. Parte de la gente se marchó y los que quedábamos nos dirigimos a un par de pubs que había muy cerca del hotel a tomar unas copas. Nada más salir a la calle Lourdes me agarró del brazo con sus dos manos y se pegó a mí.

  • Deja que me agarre compi que me da vueltas todo jajaja - Lourdes apoyó su cabeza en mi hombro y comenzamos a caminar.

  • ¿Pero qué le has dado a Lourdes que va piripi? jajaja - le pregunté a Eloy que venía un poco más atrás.

  • Nada nada, eso lo arreglamos ahora con una tónica y unas gotas de esas digestivas jajaja.

Entramos al local. Estaba abarrotado, apenas había sitio para moverse. Fui al baño mientras el resto pedía algo en la barra. Cuando volví la gente ya se había desperdigado en varios grupos. Pedí un agua y me encontré con un par de conocidos. Estuve un rato charlando con ellos y cuando me despedía vi a Lourdes que volvía del baño. Nuestras miradas se cruzaron y se dirigió hacia mí colocándose a mi lado. Estaba radiante. Olía fenomenal. Y me miraba pidiendo guerra. Había llegado el momento, ahora sí era hora de ir a por todas.

  • ¿Qué tal Lourditas, ya no te da vueltas todo? - le pregunté en tono vacilón.

  • Un poquito solo. ¿Y tú que tal, te ha gustado la cena?

  • Bueno, me falta el postre, lo he dejado para más tarde - la miré fijamente a los ojos mientras le hablaba.

  • ¿Ah sí? - me preguntó con una sonrisa pícara.

Pase mi brazo izquierdo por su cintura, la acerqué a mí y le hablé al oído.

  • Sí, antes de dormir me espera un postre de verdad.

  • ¿Cual, tiramisú? jajaja.

Bajé mi mano hasta su culo y de un tirón la pegué a mí para que sintiese mi paquete.

  • Hoy no te me escapas - le susurré.

  • Eso espero - me respondió también al oído, arrimándose todavía más a mí y acariciándome el brazo.

En cualquier otra situación le hubiese comido la boca allí mismo, pero rodeados de jefes y compañeros de trabajo no era buena idea. Me contuve y dejé que se despegase un poco de mí para guardar las apariencias. En ese instante llegaba Eloy a la barra.

  • ¿Momento de rellenar el depósito Eloy? - le pregunté.

  • Luego luego, ahora vengo a por esta señorita para echar un baile con ella. - Y se llevó a Lourdes con él a la pista, menudo crack el Eloy.

Al cabo de un par de horas, la mayoría decidimos retirarnos y volver a casa. Me las ingenié para que subieran a mi coche, aparte de Lourdes, otros dos que vivían por el centro del pueblo, así ella sería la última a quien acercaría a casa. El viaje de vuelta se me hizo eterno.

En cuanto nos quedamos los dos solos en el coche, la miré por el retrovisor. Lourdes iba en el asiento detrás del copiloto. Le guiñé un ojo y ella sonrió. En pocos minutos llegamos a su portal. Aparqué el coche justo en frente y apagué el motor. Se acercaba el instante que tanto deseaba.

  • ¿Vienes a por tu postre? - me preguntó mientras abría la puerta y se bajaba del coche.

Salí y me acerqué a ella. Me agarró y me llevó de la mano hasta el portal. Abrió la puerta y nos subimos al ascensor. Acerqué mi cara a la suya y empezamos a besarnos. Nuestras lenguas se enredaban la una con la otra. Nos abrazamos y la apreté contra mí. Con una mano jugaba con su pelo y con la otra le sobaba el culo mientras ella me acariciaba la espalda.

Llegamos a su rellano y nos bajamos sin dejar de besarnos. Se giró para abrir la puerta dándome la espalda y continué besándole el cuello y la nuca mientras mis manos se colaban por dentro de su chaqueta para adueñarse de sus pechos. Aquellos fabulosos pechos por fin eran míos.

Entramos a su apartamento y comenzamos a quitarnos la ropa el uno al otro sin dejar de comernos la boca. Le desabroché y le quité la camisa y ella hizo lo mismo conmigo. Llevaba un sujetador blanco con algo de encaje que transparentaba parte de sus grandes areolas rosadas. Se lo desabroché liberando sus tetas y empecé a lamer y chupar sus maravillosos pezones. Abría del todo mi boca para poder atrapar aquellas enormes delicias. Primero una y después otra. Lourdes gemía mientras me desabrochaba el cinturón y el pantalón.

Fuimos a la habitación. Estábamos descalzos y yo ya sin pantalones. Se estiró de espaldas encima de la cama y aproveché para desabrocharle los pantalones y quitárselos junto con las bragas. La tenía en la cama completamente desnuda. Unos bonitos muslos, caderas anchas, el vello púbico negro y bien recortado, una raja grande, con los labios mayores oscuros y los menores que sobresalían bastante. Si las tetas eran 5 estrellas el coño también.

Me cogió del pelo y tiró de mí hasta quedar a su altura encima de ella. Nos besamos apasionadamente. Me bajó un poco los calzoncillos, me agarró la polla con su mano y empezó a pajearme lentamente. Yo bajé mi mano a su entrepierna y le acaricié el coño. Estaba empapada y mis dedos la penetraban sin dificultad.

  • No aguanto más, métemela ya... - la tenía muy cachonda.

Me quité los calzoncillos y me coloqué entre sus piernas. Acerqué mi polla a su raja y guié mi capullo para separar sus labios vaginales. Empujé y mi polla fue abriéndose camino en su cueva. Una agradable sensación de calor y humedad envolvía mi verga. Empujé un poco más y ya la tenía toda dentro. Comencé un mete saca lento pero profundo. Lourdes gemía y me abrazaba con fuerza pegando mi cuerpo al suyo.

Poco a poco fui subiendo el ritmo, bombeando más fuerte cada vez. Quería comerle las tetas mientras la follaba pero no me soltaba la boca, asique me conformé con magreárselas con las manos. Los gemidos de Lourdes iban a más y empezaba a mover el culo al compás de mis embestidas. Aceleré el ritmo y ella subió sus piernas a la altura de mis caderas cruzándolas por detrás de mi cintura y apretándome más contra ella en cada penetración.

  • Sigue, sigue... me voy a correr... - me susurró al oído.

Comencé a follarla a toda velocidad. Yo también me iba a correr, mi polla estaba a punto de reventar.

  • Dios, dios, me corro, me corro, me corrooo...

A la vez que Lourdes se corría, mi polla empezaba a descargar dentro de ella. En cada chorro que soltaba, notaba las contracciones de su vagina apretándome la verga. Con cada descarga se la metía más hondo para que mi leche llegase a lo más profundo de sus entrañas. En mi vida me había corrido tan abundantemente.

Estábamos los dos sudorosos y sin aliento. Mis huevos quedaron completamente empapados de sus flujos. Poco a poco nuestras respiraciones se fueron calmando. Lourdes bajó sus piernas pero seguía abrazada a mí, apretándome contra su pecho. Mi polla continuaba dura, palpitando dentro de ella.

  • ¿Te ha gustado el postre? - le pregunté. - A mí mucho.

  • Me ha encantado - me contestó, y volvimos a besarnos.

Me aparté a un lado y mi polla se escapó de su coño, embadurnada por la mezcla de nuestros jugos. En pocos minutos nos quedamos fritos. El cansancio, el alcohol y sobre todo, el polvazo que habíamos echado, nos hicieron dormir como bebés.

Cuando me desperté, Lourdes todavía dormía. Era domingo y llovía a cántaros. Fui al baño y aproveché para darme una ducha. Al regresar a la habitación, ella se estaba levantando de la cama. Estábamos los dos totalmente desnudos. Me acerqué a ella y la abracé contra mí.

  • Buenos días - le dije mientras mis manos se posaban en su culo.

Con el roce de su cuerpo contra el mío, mi polla empezó a ponerse dura, presionando contra su vulva. Al notarlo, en su rostro se dibujó una sonrisa.

  • Anda, que es hora de desayunar - me dijo después de darme un beso. - Voy a darme una ducha y preparo algo.

  • No te preocupes, ya me encargo yo del desayuno.

Me vestí y bajé a buscar unos cruasanes a una pastelería cercana, que sabía que le encantaban. Al volver, Lourdes ya había preparado dos cafés con leche. Llevaba puesta una bata de casa y tenía el pelo mojado. Nos sentamos a desayunar. La expresión de su rostro era seria.

  • Víctor, tenemos que hablar de lo que ha pasado. Somos amigos, trabajamos juntos y podría ser tu madre. Todo esto me asusta un poco.

  • A qué te refieres exactamente, ¿te sientes mal por haberte acostado conmigo?, ¿te ha molestado algo?

  • No, al revés. Siempre te has portado genial conmigo y sé que te gusto. El problema es que tú también me gustas mucho. Lo de esta noche estuvo bien, pero no sé qué esperas de mí ni a donde nos puede llevar todo esto.

  • Yo tampoco sé qué esperas de mí, Lourdes. Siempre me has atraído, pero estas últimas semanas ha ido a más y ya no es solo atracción lo que siento por ti.

  • Pero Víctor, te llevo 20 años. Se supone que tendrías que estar con alguien de tu edad y yo con alguien de la mía.

  • Se supone, pero con ninguna mujer de mi edad he estado tan cómodo como contigo, ni ninguna ha llegado a gustarme tanto como tú. Y nadie me había puesto nunca tan cachondo como tú anoche. - La cara de Lourdes se iluminó al oírlo.

  • Yo tampoco había sentido con nadie en la cama lo que sentí contigo. Con ninguna pareja había tenido una complicidad así.

  • Ya me parecía a mí que lo de anoche se merecía más nota que un simple bien. - Los dos sonreímos.

  • No seas tonto, esto es serio. ¿Qué vamos hacer?

  • Lourdes, anoche se podría pensar que el alcohol y el deseo nos habían nublado la razón, pero esta mañana me he despertado totalmente despejado. Y cuando te vi a mi lado, por primera vez en mi vida sentí que estaba donde debía estar.

Lourdes se levantó y se acercó a mí. Se sentó de lado en mi regazo, me cogió la cara con ambas manos y me plantó el mejor beso que me han dado en la vida.

  • Cuando volviste del baño a la habitación y nos abrazamos yo sentí lo mismo Víctor...

Nos miramos fijamente a los ojos y volvimos a besarnos apasionadamente. Las manos de Lourdes acariciaban mi pelo. Yo con una de las mías hacía lo mismo y con la otra desaté su bata. Debajo únicamente llevaba unas braguitas negras. Sus maravillosos pechos volvieron a quedar a merced de mis manos y mi boca. Volví a lamer y chupar aquellos enormes pezones mientras ella besaba mi nuca y acariciaba mi espalda.

Me levanté con ella en mi regazo y la llevé en brazos hasta la habitación. La bajé a los pies de la cama y ella dejó que su bata se deslizase desde sus hombros hasta el suelo, quedándose en bragas. Se tumbó de espaldas en la cama y me hizo gestos con el dedo índice para que fuese con ella. Me quité toda la ropa y me acosté a su lado.

Comencé a besarle el cuello y fui bajando despacio, primero a sus pechos, luego a su ombligo y luego hasta sus braguitas. Se las agarré con ambas manos, ella levantó el culo para facilitarme el trabajo y se las bajé despacio hasta quitárselas. Entonces Lourdes abrió las piernas y me regaló un primer plano fantástico de su coño.

De su raja húmeda sobresalían sus grandes labios menores, abiertos y brillantes, coronados por un clítoris prominente. Acerqué mi cara y comencé a pasar mi lengua de abajo hacia arriba, recorriendo todo a lo largo su chocho, presionando y haciendo círculos al llegar al clítoris. Con cada pasada Lourdes se estremecía. Después, con mi boca atrapé la mitad superior de su coño e introduje los dedos corazón y anular de mi mano en su vagina, estimulando su punto g. A la vez que succionaba la zona de su clítoris con mis labios, mi lengua lo lamía en círculos y mis dedos seguían entrando y saliendo de su raja. Lourdes gemía sin cesar mientras sus manos acariciaban mi pelo.

En cuestión de un par de minutos su cuerpo empezó a tensarse, dando señales de un orgasmo inminente. Me apretó la cabeza con sus muslos y empezó a arquear su espalda. Se corrió intensamente. Cuando se relajó, separó sus piernas y tiró de mí hacia arriba hasta que quedé a su altura. Me besó y saboreó en mis labios y en mi lengua sus propios fluidos vaginales.

Se incorporó y me recostó de espaldas. Ahora era su turno. Cogió mi polla con una mano y se agachó metiéndosela en la boca. Su lengua acariciaba mi glande y sus labios subían y bajaban. Con su otra mano me acariciaba los huevos. Lo hacía de fábula.

Sin decir yo nada, colocó una pierna a cada lado de mi cabeza y bajó su cuerpo, invitándome a llevar de nuevo mi boca a su chocho. Volví a lamer su raja, estaba deliciosa. Su ano era pequeño y estriado, de color púrpura. Por lo cerrado que estaba, daba la impresión de que muy pocas o ninguna vez lo habían penetrado. Lo lamí también, introduciendo la punta de mi lengua un par de veces mientras ella seguía chupando mi verga.

  • Ven, date la vuelta - le dije. No quería correrme sin follarla antes. - Cabálgame.

Lourdes se dio la vuelta y con su mano derecha se introdujo mi polla en el coño. Se quedó un rato encima de mí sin moverse, disfrutando del placer tener todo mi miembro dentro. La sensación de calor y humedad que de nuevo envolvía mi verga era una delicia. Poco a poco empezó a subir y a bajar, primero lentamente y luego más rápido. A medida que aumentaba el ritmo, sus tetas botaban y chocaban entre sí con más fuerza. El bamboleo de sus grandes y rugosas areolas con esos pezones gordos y duros en el centro era casi hipnótico.

Me incorporé un poco para volver a saborear aquellas enormes golosinas. Lourdes seguía cabalgándome, cada vez con más fuerza. Me incorporé del todo y ella estiró las piernas, cruzándolas por detrás de mi cintura, de tal forma que quedamos abrazados, yo sentado con las piernas un poco flexionadas y ella encima, rodeándome con sus piernas. Mi polla estaba entera dentro en su coño. Como ya no tenía punto de apoyo, Lourdes movía su culo adelante y atrás, apretándose con fuerza contra mí para conseguir una penetración más profunda cada vez.

  • Sigue, no pares, no pares que me voy a correr.

  • Sí sí, córrete, córrete dentro de mí, córreteeee...

Bajé las manos a su culo y tiré de ella hacia mí para enterrar mi polla en lo más hondo de su coño. Empecé a soltar chorros de leche en su interior mientras su vagina se contraía rítmicamente al compás de mis descargas. Fue otra corrida brutal. Estuvimos un buen rato así, sin movernos, con sus pechos aplastados contra mí, notando cada uno la respiración del otro. Cuando nos separamos, estábamos otra vez sudorosos, con nuestros sexos brillantes, empapados de nuestros fluidos.

Nos dimos una ducha juntos y decidimos pedir una pizza para comer. Por la tarde seguía lloviendo a cántaros y hacía mucho viento, asique nos quedamos en casa y ya os imagináis lo que volvió a pasar. Esa vez la follé a cuatro patas y terminé en su boca. Fue un domingo irrepetible. A partir de entonces seguimos viéndonos siempre que podíamos y follando de todas las formas imaginables.

Llegaron las navidades y Lourdes las pasó con su hijo que había venido de Salamanca. Yo siempre cogía unos días libres en el trabajo para pasar las fiestas con mis padres y mi hermana en Galicia. Hasta la noche de fin de año no volvimos a vernos. Javi ya había vuelto con su padre y yo adelanté mi regreso para empezar el año nuevo con ella. Después de las campanadas, Lourdes me recibió en su casa llevando únicamente un liguero y unas medias de color negro. Se había depilado completamente el coño y tenía ganas de polla. Esa noche le follé el culo por primera vez. Costó un poco metérsela al principio, pero luego fue genial y me corrí dos veces dentro mientras la enculaba.

Pasaron las semanas y llegó un momento en que era imposible ocultar nuestra relación en público. Incluso en el trabajo, a pesar de que intentábamos disimular, la mayoría ya se lo imaginaban. Ese verano me ofrecieron un ascenso, el cual implicaba irme a trabajar a otra provincia donde casualmente vivía la hermana de Lourdes. Tras darle muchas vueltas, acepté. Fue una temporada difícil, donde sólo nos veíamos uno o dos fines de semana cada mes.

Finalmente, antes de que terminase el año, Lourdes dejó el trabajo y se vino a vivir conmigo. Montó una pequeña empresa de catering con su hermana que funcionó bastante bien desde el inicio. Desde entonces no hemos vuelto a separarnos nunca.

Dentro de pocos días Lourdes cumplirá los 60. Este relato es un regalo para ella. Llevamos casi 10 años juntos, los mejores de nuestras vidas. Seguimos igual de enamorados que al principio y cuando follamos, lo hacemos con la misma pasión que la primera vez.

TQL