Lost-town IV

Supongo que esa fue una buena decisión.

Si bien no podía evitar que la Aiz más joven conociera a Zoé, si podía evitar que se enamorara de ella. Al día siguiente, luego del millón de preguntas que los chicos me hicieron, salí a escondidas de nuevo mientras todos dormían, evitando hacer el menor ruido.

– Mamá dice que no está bien que a una niña le gusten otras niñas – decía la pequeña mientras se sentaba a mi lado.

– Ya sé lo que opina tu mamá al respecto, pero será inevitable que en el futuro te gusten algunas, además, a algunas también le gustarás – ella sonrió.

– Entonces ¿de quién no debo enamorarme? – preguntó apoyando los brazos en sus rodillas.

«Laura me había obligado a ir a aquella fiesta en la playa, a pesar de mis negativas. El mar estaba tan quieto que parecía una mancha negra en la oscuridad, un abismo. Las pocas luces del lugar hacían que el cielo estuviera iluminado por las maravillas de la vía láctea. La música estaba a un volumen soportable para mis oídos y empezaba a hacer frío.

La verdad es que nunca la vi venir, ella solo apareció de la nada»

– Puedes hablarle, responder sus preguntas, pero no aceptes salir con ella, ni mucho menos le des tu número de teléfono – le expliqué.

– ¿Tanto daño me hará? – preguntó.

– Ni te imaginas – dije mirando a la nada – pero, por ella conocerás a alguien más – agregué con una sonrisa – llevará tiempo, debes ser paciente, pero valdrá todo.

– ¿Cómo sabes? – preguntó llena de curiosidad.

– Yo la conozco – le dije – es increíble.

– ¿Y a mí me conoces de dónde vienes? –

– Más de lo que crees – respondí sonriéndole.

– Es muy raro que sepas tantas cosas sobre mí y que te llames igual que yo – dijo – no soy tan tonta, tú deberías saberlo – llevé una mano a mi cabeza, atrapada.

– Solo me tiene confundida el hecho de que pude viajar hacia el pasado ¿cómo ocurrió? – esta niña me dejaba sorprendida cada vez que hablaba.

– Logré dejar a quien tanto daño me hizo y Laura me llevó de viaje a un pueblo… un poco misterioso – le dije resumiendo todo.

– Si lograste venir por eso, ¿cómo iré yo si nunca voy a terminar con esta chica? – era una buena pregunta.

– Ya habrá una razón, sino no estuviera aquí ahora – respondí dudosa.

– Tal vez deba dejar que todo ocurra como debe ocurrir – dijo pensativa.

– ¿Qué? No, no puedes hacer eso, no te imaginas el infierno por el que pasé – empezaba a alterarme – si estoy aquí es porque alguien me dio la oportunidad de cambiar las cosas, harás lo que te dije – concluí molesta.

– No te haces demasiadas preguntas – dijo divertida.

– Tú tampoco – y reímos.

– ¿Cómo conoceré a esta chica que te vuelve loca ahora? – preguntó para cambiar el tema y liberar la tensión acumulada.

« – ¿Acaso no tienes frío? – me preguntaron.

La fiesta había terminado, el viento empezaba a crear olas que chocaban en mis pies. Me encontraba cruzada de brazos en la orilla de la playa, cuando ella me habló.

– Sí, mucho, pero no quería perderme esto – le dije señalando hacia el mar.

– ¿Qué cosa? – preguntó ella acomodándose a mi lado.

De la oscuridad del mar, empezaron a aparecer pequeñas motas de luces, de un color verde brillante. Cada ola que rompía en la orilla brillaba intensamente a nuestros pies. Miré a la chica a mi lado, estaba realmente sorprendida.

– ¿Qué es? – preguntó sin dejar de mirar el espectáculo.

– Bioluminiscencia – le dije – ¿Quieres entrar? – pregunté tendiendo mi mano hacia ella para que la tomara.

Me miró dudosa durante un momento.

– Vamos – la animé.

Me tomó de la mano y entramos. A nuestros pasos el agua se iluminaba con fuerza. Ella no dejaba de sonreír. El agua salpicaba y se encendía a cada movimiento.

– Es impresionante – dijo entre risas.

Estuvimos salpicándonos agua hasta que la luz se fue haciendo más tenue y débil.

– Soy Jem – dijo cuando salimos del agua.

– Aiz – le respondí. »

– Espero recuerdes todo lo que te he dicho – dije mientras me ponía de pie.

– Cuando llego a casa lo anoto todo – respondió ella segura – no se me ha pasado ningún detalle.

Estaba orgullosa de esa niña, pensé en un ataque egocéntrico.

Al cruzar la cerca algo en mí había cambiado.

Ya no sentía dolor, el peso en mi pecho había desaparecido. Todos los recuerdos dolorosos habían desaparecido, ella lo había logrado, la había rechazado.

– Ahora si deberás darme una explicación – otra vez Jem me esperaba.

Pero a diferencia de los otros días, sentí una inmensa felicidad al mirarla. Corrí hasta ella y la abracé muy fuerte.

– ¿Y esto a qué se debe? – preguntó confundida.

Tomé su rostro entre mis manos y la besé.

La besé por todo el tiempo perdido y todas las veces en las que antes quise besarla y no había tenido el valor.

Supongo que esa fue una buena decisión.

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