Lost & Found (II)

Se produce el reencuentro de la pareja, que tiene muchas cosas que contarse.

Espero comentarios y/o críticas en mi dirección de correo: laurita18@iespana.es indicando el titulo del relato.

(Sólo asuntos relacionados con los relatos, cualquier otra petición será ignorada)

  • Nous verrons-nous à nouveau?

  • Je n'ai sais pas.

  • Au revoir, mon amour.

  • Au revoir.

Rubia, pelo liso y largo, cercano a su cintura, ojos azules, carita dulce, curvas en las que descarrilarían muchos pilotos de carreras, dos pechos pequeños y redonditos coronados con sendos pezoncitos rosados, y una gran belleza interior. Este era el aspecto de Jacqueline, una francesa con la que estuve liado durante mi estancia en Paris. Mi último escarceo antes de regresar a casa, nada menos que un año y varios meses después de marcharme a mi cruzada intereuropea. Italia, Suiza, Austria, Alemania, Hungría, Dinamarca, Bélgica, Holanda, Francia, Inglaterra... Cada país con sus pros y sus contras, sus idas y venidas, sus gentes y sus costumbres.

Lo que en un principio iban a ser unas vacaciones de no más de un mes de duración, se convirtió en un ir y venir por albergues, hostales, casas de ocupas, casas de amigos, etc, que me llevó a vivir experiencias únicas en mi vida. Pero durante todo ese tiempo en el cual conseguí inspiración artística (recuerden que pinto cuadros, aunque no sea un Goya o un Van Gogh) para muchas obras; todo ese tiempo en el que gocé de mujeres extraordinarias; todo ese tiempo durante el cual conocí a grandes personas y realicé bastantes locuras; en todo ese tiempo, no pude dejar de pensar en una persona: Elena.

Cuando salí del hostal y la dejé sola en la habitación, estuve casi media hora esperando en recepción. No me decidía a partir sin ella. Deseaba que se despertara y bajara corriendo y nos encontráramos. Pero finalmente, logré marcharme. En aquel momento estaba convencido de lo correcto de mi acción. Cada día que pasaba me iba dando cuenta de mi error. Al cabo de una semana, supe que me había equivocado. Pero por qué no volvía? Mi corazón clamaba la vuelta a casa, pero por otro lado era consciente del evidente rechazo que Elena tendría hacia mi. No obstante, la había abandonado vulgarmente. Para qué molestarse y remover más la mierda? De este modo, pude autoconvencerme de que aunque mi decisión fue el mayor error de mi vida, debía afrontarlo y tirar hacia delante. Y eso hice.

Con mi madre hablé al cabo de 1 mes de estar danzando por Europa sin rumbo fijo. El cabreo que se pillaron ambos, tanto ella como mi padre, al saber que pensaba quedarme indefininidamente en el extranjero fue brutal. El resultado fue que no volví a llamar. De modo que cuando regresé a casa y me encontré huérfano, me vi bastante desorientado. Los colegas me ayudaron bastante, aunque en el fondo, mi problema no era la muerte de mis padres, sino la muerte de mi relación con Elena. Intenté contactar con ella en varias ocasiones pero había cambiado los números de teléfono. Pregunté a amigos y amigas en común y, aunque todos me daban respuestas distintas, todos coincidían en que estaba ilocalizable. Desde luego era evidente que no quería verme. En varias ocasiones me pareció reconocerla a lo lejos, entre la multitud. Sin embargo, dudo que fuera algo más que un espejismo causado por la locura creciente en mi mente. Quizá no resultara algo tan malo. Después de todo, a lo mejor así conseguía ese punto de demencia de todos los grandes genios de la historia. Bah, ni por esas, mis cuadros eran, son y serán una porquería. Y qué más daba aquello si no podía contárselo a Elena?

De modo que, a la llegada de la primavera decidí echarme otra vez a la calle. Todos los días me instalaba en un cruce peatonal de un conocido parque de mi ciudad. Desde las 8 de la mañana hasta las 7 u 8 de la tarde en que la luz dejaba paso a la oscuridad. Pasarse el día viendo a la gente andar de un lado para otro da para muchas suposiciones. Y para muchas erecciones. Algunas chicas de las que se podían ver haciendo footing o montando en bicicleta estaban para mojar toda la barra de pan. Cierto día, alrededor de las 12 de la mañana divisé a lo lejos un bombón sobre ruedas. Una chica alta con brillantes curvas embutida en unos pantaloncitos cortos de lycra de color rosa y un escaso top deportivo negro venía patinando hacia la posición en que me encontraba. Su ritmo oscilante de izquierda a derecha fue captado rápidamente por mi mirada y tuve incluso que dejar de pintar para admirar tamaña belleza. Según se iba acercando, su cara iba tomando rasgos más fáciles de diferenciar.

Barbilla de rasgos suaves, nariz pequeña, ojos verdes, pelo castaño y largo... toda hermosa ella, toda idéntica ella, toda...

  • Elena... - Susurré casi con un hilillo de voz -. Elena!! - Comencé a gritar y hacer aspavientos con los brazos para que reparara en mí.

Parecía no oír lo que decía, de hecho llevaba un walkman, pero finalmente me vio. Se detuvo con cara de sorpresa y se acercó hasta mí.

  • Elena, llevaba mucho tiempo buscándote.

  • Hola - Un saludo seco que dejaba ver el rencor hacia mí, perfectamente comprensible.

Me acerqué a ella para abrazarla y me rechazó.

  • Elena, comprendo que me odies pero me gustaría que habláramos como en los viejos tiempos. Tengo tantas cosas que contarte!

  • A lo mejor a mi no me interesa.

  • Por lo menos déjame explicarte por qué hice lo que hice.

  • No creo que haya nada que explicar. Quedó bien claro en su día.

  • Sí, en aquel momento estaba muy confuso.

  • Yo no te pedí correspondencia a mi amor, el "no" me lo podrías haber dicho a la cara, no crees?

  • No tengo justificación es cierto, pero pienso que podríamos hablar de ello de forma más relajada - Parecía dudar -. Nos compramos una bolsa de pipas y nos vamos debajo de algún árbol? - Esto era algo que hacíamos bastante a menudo antaño -. Qué me dices? Sí?

  • De acuerdo.

Al principio, le expliqué a marchas forzadas las razones de mi abandono y parte del largo viaje. Me interesé por ella en varias ocasiones y por todo lo que había ido sucediendo en este tiempo. Mis primeras preguntas eran contestadas con monosílabos pero poco a poco se fue soltando. La amistad prevalece por encima de todo y pronto estuvimos hablando a rienda suelta. Mi excusa inicial fue tomando algo más de cuerpo y, aunque seguía sin gustarle lo que hice, cada vez más comprendía que lo hice por ella. La verdad siempre es fácil de argumentar.

Me contó que a pesar de quedarse aquí sus estudios decayeron mucho y ella cayó en una depresión. Gracias a su hermana y al gran apoyo de algunos amigos y amigas especiales pudo ir saliendo del hoyo, aunque nunca dejó de pensar en mí y en aquella noche en el hostal.

  • No he echado muchos polvos en mi vida, pero aquel día sentí mucho más que cuando me acostaba con el resto de personas. Tú me hiciste sentir bien, estupendamente bien. Se podría decir que fue la primera vez que hice el amor. Por eso el palo fue mayor cuando no te encontré a mi lado al despertar y en tu lugar, una estúpida nota.

  • Puedo asegurarte que aquello también fue especial para mí. Y por eso me asustó y me desconcertó.

Ella ahora estaba saliendo con un chico y me aseguraba que estaba feliz y había conseguido reemplazar mi sitio. No sé por qué, pero mi corazón y sus ojos me decían lo contrario, tenía la esperanza de no equivocarme. Le conté muchas cosas de mi viaje y ella algunas de las que aquí habían ocurrido. Hablamos también de mis padres, de esperanzas y más sueños, de cómo andaba el mundo... en fin, de muchas cosas. El mediodía se nos echó encima y decidimos comer allí mismo. Compramos algo de comida en un restaurante chino cercano y nos fuimos a la sombra del mismo árbol a saciar nuestro apetito. Pronto el ambiente de rencor se esfumó y conseguí arrancarle alguna sonrisa de vez en cuando. Es increíble lo que pueden conseguir años de cultivo de una amistad. Ya en la sobremesa, le enseñé algunos dibujos que había ido haciendo en mi viaje, algunos simples bocetos, otros a medio acabar. Le llamó especialmente la atención uno de una chica medio desnuda, tan sólo cubierto su cuerpo en determinadas zonas por una sábana.

  • Quién es?

  • Jacquie. Una chica que conocí en París.

  • Es muy guapa.

  • Sí que lo es.

  • Te la has tirado? - La pregunta me pilló por sorpresa. No esperaba algo así.

  • Sí.

  • Con cuántas más lo has hecho? - Notaba un aire raro en el tono de su voz.

  • Bastantes. He hecho muchas cosas en este viaje y el sexo ha estado muy presente. Pero nunca olvi...

  • Cuéntame algo. Algo raro pero excitante - No me dejó terminar de decirle que yo tampoco había olvidado nunca aquella noche en el hostal.

  • Algo raro? - Sabía perfectamente a lo que se refería. De hecho, quizá no sea raro, pero había hecho muchas cosas que jamás imaginé hacer.

  • Sí, sabes perfectamente a lo que me refiero.

  • Con Jacqueline o en general?

  • Con Jacqueline... y en general. Tiempo hay de sobra.

  • Mujer, raro, raro... tampoco. Aunque sí podría decir que he probado casi todo lo convencional.

  • Vale.

Esperaba que insistiera pero no dijo nada más. Mi evasiva era tan sólo para pensar en algo que contarle pero la tomó como definitiva. Estaba bastante rara, eso en ella no era normal. Lo lógico habría sido que hubiera insistido aún más intrigada pensando que ocultaba algo. Pasó a la siguiente página. Jacqueline mostraba ahora todo su cuerpo al desnudo. Elena observó el dibujo con detenimiento.

  • Tiene pinta de ser una fiera. Y bastante provocativa.

  • Es una fiera, pero bastante recatada. Más tímida de lo que parece.

  • Ya veo, tímida pero se deja retratar en pelotas. Cómo la conociste?

  • Nos presentó un amigo en común.

Volvió a pasar página. Ahora aparecía un hombre echado en una cama de espaldas. Al pie de la misma se encontraba Jacqueline con un camisón. El hombre se percibía ligeramente musculoso, con un culo duro y atrayente. Sus gruesas piernas se extendían hasta cerca de la chica y la cara de perfil denotaba cierta pero no exagerada hermosura.

  • Quién es?

  • Didier.

  • El amigo en común?

  • No. Un amigo de ella.

  • También te lo tiraste? - No pudo reprimir la bromita, pero la sorpresa fue mayúscula cuando contesté.

  • Sí.

  • Cómo? - Volvió la cara y me miró fijamente -. No me lo creo

  • Asentí con la cabeza -. Qué fuerte... Y tú decías que no habías hecho nada raro? Cuéntamelo, cómo fue?

  • Fue por culpa de Jacquie.

Pasó página otra vez. Ahora Didier aparecía mostrando su principal encanto, si bien estaba en semierección. No era nada del otro mundo, pero Elena le dedicó algunos elogios. En la siguiente lámina aparecían los dos juntos pero en el resto ya no había alusiones sexuales, a pesar de lo cual Elena dijo:

  • Voy a cambiar de postura, que se me van a dormir las piernas.

Y se levantó ligeramente y se sentó encima mío. Noté la forma de su culo amoldarse sobre mi relajado miembro. Comencé a contarle mi historia con Jacqueline y Didier:

Después de que nuestro amigo en común nos presentara, dialogamos largo y tendido y ambos percibimos a la atracción que ejercíamos sobre el otro. Fue cuestión de tiempo que acabáramos sentados en un rincón oscuro metiéndonos mano y besándonos. Apenas veíamos en la penumbra pero nuestro instinto nos hacía tocar allí donde nuestras caricias eran más necesitadas. Durante un par de segundos dejé de tocarle los senos pequeñitos para comprobar el calor que se estaba gestando en su entrepierna y cuando regresé a sus pechos, estos ya estaban desnudos, de modo que me prodigué en caricias linguales. Fue cuestión de tiempo tenerla arrodillada demostrándome los secretos del verdadero francés. De verdad que es algo completamente distinto. Lo hizo de una forma impresionante. Cada lamida, cada beso, cada caricia me hacía enardecer la sangre más que la anterior. Como un volcán dormido durante años exploté en su boca para deleite de sus papilas gustativas, evitando en todo momento el acto de tragar, pues me reservaba ese derecho a mí al darme un beso en el cual me pasó todo mi semen para que yo lo tragara. Tras aceptar esto me miró de forma extraña, como quien está maquinando algo y me sacó de allí y me llevó a la que creía su casa, pero lo cierto es que hubo de llamar a la puerta para que la abrieran.

La narración de la felación hizo que Elena entrara en calor. El fino pantaloncito de lycra desprendía un sutil calorcillo que era captado por mi pene adormilado y que iba despertando poco a poco como quien huele un delicioso desayuno. Esto no podía pasar desapercibido por ella, pues estaba sentada justo encima, así que tuvo que notar cómo algo se endurecía bajo ella y presionaba contra su culo cada vez con más tenacidad. Yo tenía las manos apoyadas en sus muslos, acariciándolos sin ánimo sexual aunque esto iba cambiando progresivamente.

Subimos un par de pisos por las escaleras y Jacquie llamó a la puerta con el puño. Una chica bajita de pelo corto y castaño con una camiseta por única vestimenta abrió la puerta y ambas se saludaron dándose un corto beso en los labios. Igual tratamiento recibí yo de parte de aquella chiquilla. En el salón se encontraba Didier, echado en el sofá, vestido con una camiseta de tirantes y unos calzoncillos tipo short. Una dulce música con un deje romántico se oía por toda la estancia. Una sensación de haber interrumpido algo se propagó por todo mi cuerpo. La chica, Anais, se echó en el sofá sobre Didier, recuperando la postura que seguramente tenían antes y mostrando unas pequeñas braguitas rojas estampadas que se me antojaban finísimas. Jacquie y yo nos sentamos en el otro sofá. Se interesaron por mí y por mi viaje durante un cierto tiempo, intercalando sus preguntas con otras dirigidas a Jacquie, a la cual parecía que no veían desde hacía tiempo.

Didier le pasaba la mano por la espalda a Anais, frotándola contra sí y ella de vez en cuando besaba su pecho. Breves y cortos besos. Durante la charla mantuvieron esta actitud cariñosa y tierna. De vez en cuando él agarraba la teta que tenía más a mano. Me preguntaron qué opinaba de Jacqueline y les dije mi opinión, añadiendo al final con picardía: "... aunque es un poco guarrilla". Tal afirmación les tomó con cierta sorpresa y temí pasarme con aquello pero mis temores desaparecieron cuando sonrieron y soltaron una carcajada. "Ya ha practicado el trasvase contigo, no? Jajaja." dijo refiriéndose, supongo yo, a pasarme el semen con un beso. "Es muy juguetona, sí, vaya si lo es!" comentó Didier, que ahora de vez en cuando, besaba también a su pareja, aunque más que besar, sus lenguas se entrechocaban fuera de sus bocas. Una pequeña excitación iba apareciendo en mí pero esta desapareció por completo cuando él me dijo: "Sabes? Tengo un poco de complejo, creo que la tengo un poco pequeña, por qué no me la enseñas y comparamos?". Me quedé de piedra pero acepté.

Al imaginarse la situación, Elena soltó un par de risitas. Dos chicos en medio del salón comparando el tamaño de sus miembros mientras dos chicas observaban sentadas enfrente la una a la otra, mirando atentamente la escena. Se movió un poco hacia un lado y colocó una mano sobre mi paquete, comenzando a moverla por encima. Tuve que hacer una pausa y tomar aire después del primer contacto. Miró hacia atrás y me mostró una dulce, bella y provocativa sonrisa. La correspondí con lo mismo al tiempo que reiniciaba la historia.

Didier se bajó los calzoncillos hasta los tobillos y mostró una verga en estado de erección, descapullada y mirando hacia arriba. En tamaño era similar a la mía pero tenía más color, producto quizá de la asistencia a playas nudistas. Yo mostré la mía, flácida por completo y más pequeña que nunca. "Oh, no, así no podemos comparar", comentó y acto seguido añadió: "Ven, deja que Anais te ayude, es la mejor levantando pollas" susurrándome esto último cerca del oído. Esbocé una sonrisa tras escuchar, imaginándome una nueva disciplina atlética, el "levantamiento de pollas". Me acerqué a ella, que la tomó con sus pequeñas manitas. La frotó suavemente para poco después meterla en su boca. Colocó una mano de modo que la palma aguantaba mis huevos y con los dedos me iban tocando el perineo y los alrededores del ano. Estas pequeñas caricias y la calidez de su boca hicieron que se me levantara en poco tiempo. Para mi desgracia, dejó en ese momento de chupármela. Volví al centro y las comparamos por fin. La mía se mantenía más horizontal y estaba más pálida, pero por lo demás eran bastante parecidas. Didier les preguntó a las chicas que cuál preferían y ambas contestaron que la suya. Miré a Jacquie sorprendido, pensé que me defendería y me dedicó una sonrisa.

Yo ya esperaba empezar a follar y demás, pero no. Recogimos nuestros aparatos y nos sentamos de nuevo. La conversación era ya puramente sexual y no perdí la erección. Me sorprendieron muchas de las cosas que me contaron, desde luego tabúes no tenían ninguno. En determinado momento, él cogió y le levantó la camiseta a Anais, mostrándonos un pezón traspasado por un arete. Nos dijo que nos acercáramos más para verlo de cerca. Jacquie, que estaba detrás de mí, apretó sus tetas sobre mi espalda y colocó una de sus manos sobre mí abultado paquete. A una indicación de Didier, acerqué mi boca al pezón perforado y Jacquie aprovechó mi dedicación para dejarme desnudo de cintura para abajo y comenzar a chupar. Mientras supervisaba el trabajo que hacía mi lengua, con una mano, Didier comenzó a acariciar el coñito de Anais por encima de la delicada lencería. Mi querida felatriz en ese momento dejó lo que estaba haciendo y se puso a besarla, de modo que los tres estábamos a su disposición.

  • Qué envidia! - comentó Elena.

  • Sí, jeje. Es una experiencia brutal, todos dedicándose a darte placer.

  • A ti también te lo hicieron?

  • Sí, pero eso fue otro día.

  • Ok.

Su mano seguía frotándose por el bulto que formaba en los pantalones mi verga. Yo también estaba tocándole el coño del mismo modo, perfilando sus labios sobre los pantaloncitos de lycra. Con la otra mano, acariciaba su muslo izquierdo. Cuando su mano se adentró dentro de mi ropa y tocó directamente mi pene, di un respingo.

En poco tiempo Anais empezó a gemir de excitación. Ella se quedó sola en el sofá mientras los tres estábamos arrodillados frente a ella, cada uno en una zona distinta, cambiando cada cierto tiempo. Fui yo el encargado de quitarle las delicadas braguitas. Un coño completamente depilado apareció ante mis ojos. Tan preciado bocado no puede ser despreciado así que empecé a comerme aquella delicia. Noté cómo una boca se hacía con mi olvidada polla y di por hecho que sería Jacquie, por lo que me asusté cuando vi la cabeza de Jacquie ocultando los pechos de Anais. Jacquie sonrió mientras me tranquilizaba y me decía que me dejara llevar. Lo cierto es que Didier estaba haciendo estragos en mi pene. Me la estaba chupando estupendamente, así que me relajé al tiempo que seguía disfrutando de aquel coñito rasurado de Anais. Los gritos de ésta eran bastante escandalosos, pero me dijeron que siempre había sido muy ruidosa, por lo que me despreocupé de este aspecto. Mientras sorbía los jugos que soltaba aquella muchachita me iba preparando psicológicamente para penetrarla, pero mi ilusión se deshizo cuando Didier dejó de chupármela y la cogió en brazos, llevándola hasta una mesa cercana. "Ahora me toca gozar a mí", me dijo guiñando un ojo y allí comenzó a follársela. Cuando fue penetrada, sus gritos agudos se oyeron nítidamente en toda la casa. Una voz sensual hablando jadeante en francés mientras follas es excitante, pero aquello eran auténticos gritos. Como Jacquie y yo nos quedamos sólos, nos pusimos a lo nuestro y nos desplegamos en un 69 de muerte. Cada poco tiempo uno de los dos tenía que parar debido a la gran excitación que sentíamos cada uno.

Unos diez minutos después, Anais por fin se calló, después eso si de un último y desgarrador grito. Mientras tanto, Jacqueline se había corrido ya varias veces y ahora íbamos a por el último. Mi polla se hundía frenética en su cueva. Ella estaba apoyada en el sofá mientras yo la penetraba desde atrás. Por detrás se me acercó Didier que comenzó a acariciarme el culo y a lamer con su lengua mi ano, intentando en ocasiones introducir un dedo. Yo estaba confuso pero el placer era indescriptible. De todos modos, pareció desistir pues lo tenía muy estrecho. Con unas rápidas indicaciones, se situó en el lugar de Jacqueline, preparado para ser penetrado. Yo dudaba, pero el énfasis que pusieron ambos me animó a ello. Además, estaba cercano al orgasmo y en aquel momento me habría follado cualquier cosa susceptible de ello. Jacquie se encargó de lubricar suficientemente su orificio trasero y fue ella misma la que dirigió mi polla hasta allí. Yo sólo tuve que empujar y aguantarme las ganas de eyacular, pues aquel agujero tan estrecho, exprimía mi polla al máximo. Aquel día estaban ocurriendo muchas cosas que derribaban los muros de mi sexualidad, tabúes que iban desapareciendo... y aquello me gustaba. Cada vez con más fuerza, con más ganas, penetraba el culo de Didier. Delante, Jacquie le brindaba una mamada de lujo a la vez que con su mano libre se masturbaba a sí misma. Finalmente no pude más y empecé a correrme como una bestia en el interior del culo de Didier, el cual al mismo tiempo terminó sobre los pechos de Jacqueline, que recibió gustosa el regalo. La tarea de limpiar su pecho fue mía y la llevé acabo gustoso, recorriendo todas sus curvas con mi lengua y recogiendo el semen esparcido allí para luego intercambiarlo entre los tres.

Una suave brisa corría por el parque. Ocultos a la vista de la mayoría de la gente, sentados al lado de un árbol, Elena escuchaba atentamente mi historia encima de mí mientras me hacía una lenta y deliciosa paja. Yo intentaba corresponderla con mi mano bajo su ropa, con un par de dedos dentro de su coño y la palma de mi mano en contacto con su clítoris, captando todo el calor desprendido.

Su delicada mano subía y bajaba por completo, descubriendo y ocultando alternativamente mi glande. Una vez hube terminado la historia, no sin pocos problemas para continuar hablando medianamente bien, aceleró un poco el ritmo, acercando irremediablemente mi orgasmo. Giró su cara y comenzó a besarme apasionadamente. Un brutal chorro de semen se elevó en el aire, cayendo sobre mis pantalones. Su mano quedó pringada en un momento de mi esencia aunque no por ello dejó de mover su mano de arriba abajo. Como pude, después de recuperarme de aquella impresionante corrida, yo también aceleré los movimientos de mi mano, aprovechando la otra que me quedaba libre para retorcer sus pezones duros que se marcaban en el top negro. Los dos dedos que tenía en su interior empezaron a sentir las vibraciones de su vagina al tiempo que la zona parecía humedecerse aún más. Los músculos vaginales apretaban y soltaban mis dedos mientras ella se deshacía en un terrible orgasmo, ahogado tan sólo porque la estaba besando, pues sino habría gemido sonoramente.

Una vez repuestos, ella cogió una servilleta para limpiarse la mano. La detuve y empecé a lamérsela, recogiendo en mi boca toda la leche que escurría por sus dedos y su palma. Después la besé. Se rió.

  • De qué te ries?

  • Jajaja, es que eres un cerdo, tío.

  • Por qué? No veo nada raro en lo que he hecho.

  • Y tampoco en follar con un tío?

  • Ese es un estúpido tabú. El sexo es sólo eso, sexo. Qué mas da con quien lo practiques? Lo importante es disfrutar.

  • Ya - Respondió no muy convencida.

  • En serio, con la bisexualidad se puede disfrutar el doble, nada más.

  • Ni siquiera yo dejo que me den por culo y ahora vas y me dices... qué fuerte! No te creía capaz de eso.

  • Ahora soy más abierto.

  • Sí, ahora tienes el culo más abierto, jajaja - Me reí con ella, tenía gracia.

  • Aparte de eso, señorita. Y el día que lo pruebes ya verás.

  • Yo nunca probaré eso.

  • Si estuvieras conmigo lo probarías.

  • Tan seguro estás? - Nuestras miradas se cruzaron.

  • Vuelve conmigo y verás hasta qué punto estoy seguro.

  • Tengo novio - Me dijo desviando la vista.

Ahora estaba más seria. Miró mis pantalones y vio la mancha de semen. Extendió un dedo y tomó lo que pudo. Acercó el dedo hasta mi boca y saqué la lengua para chuparlo pero la esquivó y se lo llevó a la boca, chupándolo cerrando los labios alrededor del dedo. Mientras hacía esto volvió a sonreír.

  • Muy bien, vas aprendiendo.

  • Jejeje, sí.

  • Te quiero - Su sonrisa se desvaneció.

  • Por qué has tenido que decir eso?

  • Porque es verdad y quiero intentarlo otra vez.

  • Lo podrías haber pensado antes.

  • Lo pensé antes y no lo tenía claro; ahora lo tengo claro y no me hace falta pensarlo más. Depende de ti.

  • Yo te quería.

  • Y ya no?

  • Me hiciste mucho daño.

  • Era necesario. Podría haberte hecho mucho más.

  • Veo tu punto de vista pero no lo comparto; es muy cobarde.

  • Lo sé.

  • Quizá algún día podamos quedar y hablar como hacíamos antes.

  • Quizá podríamos irnos a vivir juntos y hablar cada mañana, cada tarde, cada noche, no como hacíamos antes, sino como pareja.

  • Ya tengo novio.

  • Eso también lo sé. Pero la decisión es tuya. Todavía me quieres? - Se mantuvo en silencio e insistí -. Elena - Tomé su barbilla con una mano y la miré a los ojos -. Me quieres?

  • Sí, claro que sí.

Nos fundimos en un romántico y sensual beso. Ella dejó a su novio y se vino a mi casa a vivir. Desde entonces nada ha podido con nosotros y la felicidad parece haberse asentado. Y, por supuesto, sexo sano y variado, pero eso ya es íntimo.