Los zapatos rojos
No siempre el divorcio es un adiós
Me pongo los zapatos rojos que alguna vez compramos en un viaje a Roma, me dijiste que sería la mujer más sexy del mundo si solo usaba ese calzado y unas bragas que también había pillado ese día , y cuando llegamos al hotel comprobamos que no estabas errado, y los usaré por qué necesito un buen recuerdo en este desagrable momento .
Hoy firmamos los papeles del divorcio, después de tanto tiempo juntos tomamos la decisión de separarnos, la monotonía nos atrapó y la solución es es que cada uno tome su propio camino, así ambos podremos ser los mismos de antes .
Seguimos viviendo en la misma casa, acordamos que sería así hasta que pudiéramos venderla, pero no ha sido fácil, y por ello, aunque me cueste la vida entera, sigo viendote cada mañana , tu eres más sensato y apenas llegas, pero no puedo negar que aún sienta esa necesidad de ti, cuando sales de la ducha con la toalla en la cintura y veo tus brazos, esos que tanto tiempo me abrazaron y dónde me sentía la mujer más segura del mundo .
Llegamos al juzgado y nos sentamos a esperar nuestro turno, todo fue tan fácil por qué estábamos de acuerdo y tras firmar salimos juntos de nuevo, me dijiste que tenías un compromiso y que el fin de semana sacarías tus cosas de la casa e irías con algún amigo a dormir unos días , te agradecí el gesto y yo me fui a trabajar también.
Por la tarde llegue y los zapatos rojos que alguna vez fueron un objeto de deseo entre ambos, eran ahora un triste recuerdo, me descalze y los tiré a la basura, no quería volver a verlos, saque una copa y cogí una botella de vino y me senté en el salón, puse música y me acabe la botella escuchando como Fleetwood Mac hablaba de rumores y pájaros que parecían tener partituras en su cantar .
Las lágrimas no dejaban de fluir, y pensé en tantos planes que jamás se harían realidad, en cuanto disfrutábamos juntos y ahora estamos poco menos que compañeros de piso, habíamos firmado el divorcio como quienes no tuvieran más deseos que ser libres, el amor sin lugar a dudas había pasado a otro termino y eso me dolía más que nada,porque a pesar de todo, seguía locamente enamorada de mi ahora exmarido.
Me quedé dormida y no escuché cuando el llego, pero sentí como me sostenía en sus brazos y me llevaba a la cama, que alguna vez compartimos , me agarré de su cuello y le pregunté qué nos había pasado , y como si de una presa de agua contenida en totalidad, rompí en un llanto que no podía detener , nos sentamos en la cama y me atrajo hacia el , me beso la frente y espero a que mis sollozos se detuvieran y si decir nada me acompaño en esta perdida que los dos seguramente compartíamos.
Comenzamos a hablar sobre lo mucho que habíamos cambiado, de como el trabajo y el éxito laboral nos hizo ser independientes y olvidar que una pareja necesita siempre reforzar los vínculos , recordamos nuestros momentos felices, nuestro noviazgo tan largo y también lleno de cosas que auguraban un matrimonio exitoso, sin embargo ahí estábamos ambos, divorciados y sin saber qué había sido el detonante del fracaso .
Me recosté y le dije que me dejara sola, no tenía ganas ni fuerzas de seguir viéndolo, y se disculpo y se fue a la habitación de invitados, la cual era la suya desde el acuerdo y me dejo sola, pero llena de su olor y su presencia al mismo tiempo, en realidad quería tenerlo conmigo y que me hiciera el amor como antes y que me dijera que me amaba mientras se corría en mi interior, pero eso se habia acabado y la realidad me miraba de manera castigadora desde su invisibilidad, me acurruqué y las lágrimas y un callado llanto me adormecieron.
Soñaba con sus manos en mis piernas, con su boca besando mis muslos, el sueño era tan real que un gemido nació de mi garganta y me despertó, cuando abrí los ojos me di cuenta que no estaba soñando y era él quien me besaba, lo atraje hacia mí y lo bese, un beso húmedo, urgente y necesario, sus manos que antes acariciaban tiernamente mis piernas, estaban en mi cintura y me ayudaban a despojarme de la ropa, él solo llevaba un pantalón de pijama, así que no tuve más que bajarlo para ver qué su polla no me había olvidado, estábamos desnudos, en una penumbra que nos hacía cómplices de algo que sentíamos prohibido,pero no nos detenía y seguíamos buscándonos con la boca,con las manos, y por fin nuestros cuerpos que siempre se habían complementado , se volvieron uno solo.
El estaba encima mío, una de mis piernas estaba en su cadera y sus manos entrelazadas con las mías, se movía despacio, disfrutando su entrada y salida de mi cuerpo, rozaba mi pubis y lentamente despertaba un calor familiar que siempre había sido capaz de provocar en mi, nos besábamos y gemiamos al mismo tiempo, no había nada de urgencia o desesperación, éramos dos amantes que parecían querer vivir un momento eterno, lleno de cadencia y suavidad y con esa paciencia , el orgasmo llegó, sin fuegos artificiales o aspavientos, llego silencioso y me invadió totalmente, haciéndome temblar en sus brazos y a los pocos segundos el suyo llegó, llenándome y calentando aún más interior.
Nos miramos a los ojos y me dijo
¿ Quieres tener una cita conmigo? Me gustaría que te pusieras los zapatos rojos ...