Los viciosos sementales
Debía satisfacer la lujuria de aquellos hombres poderosos, sólo tenía mi cuerpo y mis ansias de sexo
Los viciosos sementales.
Esta historia es continuación de Conejita.
El centro de la sala estaba iluminada con unos enormes hachones, mis sentidos enervados por la bebida que me había dado el Maestro percibían el olor de mareante de la cera mezclado con el del incienso. Vi el incensario que se movía colgado de una viga y que envolvía en niebla a varios hombres que venían hacia nosotras. Llevaban una batas con extraños dibujos, atadas a la cintura, debajo estaban desnudos.
- Lucy, estos son los sementales: Fernando padre de los Fernández. Gonzalo, padre de los González. Martín, padre de los Martínez. Rodrigo, padre de los Rodríguez y Sancho..
-Padre de los Sánchez- rematé yo, pensando que la sesión de sexo para mi cuerpo venía bien armada, pero no pude menos de gastar una broma, que me salía de la concha- Faltan los Pérez y los López.
Sentí un azote en las nalgas, parecía que mi humor no le acaba de gustar al Maestro, me volví a mirarle, no le desafiaba, sólo quería que se diera cuenta que estaba contenta y necesitaba coger.
- Y Pelayo, el gran Maestro. Son descendientes de los primeros cristianos que lucharon contra los moros en estas tierras, eran pocos, y necesitaban reproducirse para ser más. Se encomendaron al santo apóstol en esta ceremonia de procreación y siembra. Desapareció durante un tiempo, ha vuelto hace dos generaciones de Pelayos y ahora además tiene una misión de caridad, deben donar su semen a una clínica especializada en ayuda a mujeres que quieren tener hijos. Nosotras somos las recolectoras y las que sacerdotisas de la recompensa.
Lo de sacerdotisas me aumentó aún más la lujuria, porque me pareció que eramos como cerditas y yo me sentía una conejita guarra y muy puta.
Los hombres se acercaron, cada uno llevaba un vaso grande en la mano. Laia me sentó en un extraño sillón, me recordaba donde se sentaban los ricos en las películas de romanos.
Todos quieren que tú les saques la leche- me susurró al oído mientras me acariciaba las tetas.
Chicos venid, que la nena les va a ordeñar como torazos que son. De dos en dos creo que podré hacerles una buena paja. Y vos, mi querida compañera sóbame para que esté bien calentita. Seguro que así los bichos salen más animados.
Aquellos tipos se abrieron los batones, estaban fuertes, algunos quizás un poco gordos con tripa cervecera, los rabos en alto. Yo nunca había tenido a mi alcance tantas pollas. Había una enorme, las demás gordas, pero de tamaño mas normal, como la de mi marido y la de los novios que yo había tenido, con los que había cogido y disfrutado. Miré la pija bestial, pertenecía a Gonzalo, decidí dejarla para el final. Laia me lamía el conejito y yo agarraba un rabo con cada mano y lo meneaba adelante y atrás hasta que saltaba la leche que los donantes recogían en vasos. Se sustituían a medida que los iba dejando contentos. La última , la enorme, la agarré con ambas manos e intenté deleitarme con pajear semejante enormidad, pero duró poco. Un chorro de semen llenó el vaso.
Y ...ahora...¿ cómo sigue? - pregunté a mi compañera que me besó saboreando mis labios. Yo no me quedé atrás en el morreo y restregué mi cuerpo con el suyo.
Ahora viene lo que cansa, el que te follen, y todos van a querer follarte. Y tardan en cansarse.
¡Uauuu ! Parece interesante, y vos ¿ qué vas a hacer?.
Te ayudaré- me dijo tras besarme en la boca- se la pongo dura mientras miran como te joden sus compañeros y así tardan menos . De otra forma, acabas muerta, te lo digo por experiencia.
Bésame, mi compañera. Y vamos a por ellos.
Espera que te dé otra copa de licor.
Evidentemente aquella bebida tenía propiedades excitantes, apenas la tomé, me invadió una calentura mayor aun de la que tenía. Me di cuenta que mi coño palpitaba ansioso de verga. Laia me metió la lengua en la boca, buscando un beso sucio, de hembra viciosa, yo le respondí no quedándome atrás. Fue un encuentro de dos hembras que desean gozar del sexo a tope. Me reclinó en el sillón, me miró al separarse de mí y ver como se acercaba el primero de aquellos hombres.
Yo estaba ardiendo de hambre de macho , me agarró los tobillos, los separó, me levantó las piernas y se colocó entre ellas con la polla . Laia le agarró el arma y la colocó apuntando mi puerta entreabierta por la postura y el deseo. Y él hombre me la metió, quise recordar su nombre , creí que era Martín, yo estaba ya dispuesta al goce, pero cuando empezó a moverse, comprendí las virtudes de la bebida. Me estaba llevando al súmum del placer de forma rápida, tan rápida como eran las embestidas de aquel macho salvaje que me jodía con furia.
Acabó y me besó la frente, Laia estaba a mi lado, con otro hombre pija en alto. Me limpió el coño con una toalla , apenas acabó, el siguiente me penetró. Duró poco, volví a subir a la montaña del placer, pero seguí en la cumbre. Al sacarla me dio un beso en la frente y me dijo agradecido:
- Soy Fernando. Luego seguiremos.
Aquello iba a ser largo si iba a haber bises, Laia me volvió a limpiar y me ofreció otra copa. La bebí dándome cuenta que aquel licor me hacía gozar más del placer de follar.
Y me tomó Rodrigo, salvaje y tierno en el final. Luego fue Sancho el que me folló. La nirvana en la que estaba era un placer sublime, estar en la cumbre del orgasmo como si surfeara en las olas sin llegar caer.
Mi niña … eres buena amante. Te voy a dar un poco más …
Sí, dame , mas vuelve mas puta. Me gusta...dame.
He dejado al final de la serie a Gonzalo, que tiene una polla grande de verdad, te va a llenar ...déjate llevar al final de placer. No te quito la leche del anterior para que te sirva de lubricante, es muy gorda y viene bien tener un líquido que ayude a deslizar esa tranca.
Y me volvió a besar, yo estaba en la nube del orgasmo, continuado, si llegar a explosionar, gozando como no creía que se podía gozar, y entonces comenzó a entrar aquel ariete enorme en mi coño. Me iba llenando, dilatando, no sabía como podía entrar pero entraba despacio hasta que me le metió entera. Y se movió adelante- atrás, fuera dentro, lento al principio, más rápido y de pronto todo el placer que había acumulado saltó, fue como una avalancha eterna que no podía parar, solté un AAAAHHHHH que no callaba, Laia me tenía agarrada de las manos y el peso de Gonzalo evitaba que levitara de lujurioso placer.
No sé cuando ni como acabó aquel semental majestuoso, yo no dejaba de venirme, sin poder parar. Sin dejar de venirme, cambié de postura, apoyé mi vientre en el sillón, dejando mi culo al aire , expuesto mi coño a nuevas embestidas, agarré una copa del licor afrodisíaco y supliqué.
- Mi amiga, mi compañera, necesito y quiero más. Uno que me la meta a lo perro y otro que me la ponga en la boca. Y rápido antes de perder este orgasmo que no acaba – solté con voz entrecortada.
Y rápido vinieron a darme placer. Sólo sé que fui perdiendo la noción de la realidad, las vergas entre mis labios, en mi concha, cambiando, moviéndose, soltando su semen, con la ayuda de aquella droga que cada poco bebía, me hizo entrar en un viaje en el que me convertí en un río de aguas caudalosas que caía en la catarata del perpetuo orgasmo.
No supe cuando volví en mí, Laia me estaba refrescando la piel con un paño mojado que aplacaba el calor de mi cuerpo. Me besó mimosa en los labios.
Eres una mujer hecha para el placer del sexo, incansable, maravillosa- Y volvió a besarme, recorriendo mi rostro desde la frente a los labios. - Deje que te unja con este aceite hasta que todo tu cuerpo sea un volcán de deseo.
Mi maestra...¿ crees que voy a poder con mas sexo?- le musité curiosa por saber qué podían hacerme más.
Eres una conejita que tiene algo que vuelve locos a los hombres, y a ti te gusta, pero la ceremonia acaba. Ahora es el turno del Maestro, será él último en disfrutar de tu lascivia, de esas ansias que desbordan tu cuerpo.
Así que ese limpiarme y encremarme tenía por objeto prepararme para Pelayo, el gran capo de aquella orgía, me moví gatuna mimosa, y di un besito a Laia, besito que enseguida pasó a besazo de lenguas bien jugadas y manos que me extendían una crema y me acariciaban. Aquel ungüento tenía propiedades afrodisíacas. Cada centímetro de mi piel se estaba haciendo tan sensible como suelo tener los pezones, era un placer para mí desconocido, que recorría todo mi cuerpo. Empecé a gemir ansiosa de sexo.
Laia me tomó de la mano y me llevó hacia un lateral , recién iluminado por hachones encendidos clavados en las paredes. Yo estaba muy caliente, había tenido tanto macho pero necesitaba más. Soy muy cachonda, me había deleitado con la salvaje cogida de aquellos hombres, pero me daba cuenta que la bebida y la crema en la piel me habían convertido en una bestia en celo.
Donde me llevó mi compañera había una extraña estructura. Un pilón largo y una viga de madera que se apoyaba en las paredes, de la viga colgaban dos cadenas con argollas y en el suelo había otras dos cadenas con argollas similares. Comprendí que lo iban a usar en la fase siguiente. Así que pregunté:
¿ Qué es esto?
Un pesebre de apareo.
¡ Qué dices!- exclamé extrañada y excitada.
Un pesebre de apareo.
Y añadió viendo mi cara de asombro.
- Las vacas en celo suelen dar cornadas por la excitación cuando las cubren, por eso se las traía acá, se ponía heno en el pesebre, se le ponían esas argollas en los cuernos ( me señaló las que colgaban del techo) y estas en las patas traseras para tenerlas bien abiertas y que el toro pudiera follarla bien. Ahora tú vas a ser la vaca. En el pesebre se ha puesto un plástico un plástico para que los machos echen su leche haciéndose pajas mientras entre Pelayo y yo te llevamos al mas allá.
Aquello me puso todavía más cachonda, así que levanté los brazos, Laia me colocó unas pulseras de algodón y me enganchó las muñecas. Repitió la operación en los tobillos. Quedé enganchada en aquel invento de apareo, de follar, de coger, de ser una hembra sometida y me di cuenta que mi coño rezuma de flujos. Los hombres se fueron acercando, todos ante mí, al otro lado de pesebre, con las pollas gordas y en la mano.
Me quedé asombrada cuando entre ellos estaba mi marido.
- Conejita, tranquila, a tu marido le hemos dado una pócima que va a creer que todo lo ha soñado cuando esto acabe. Os dejaremos en la habitación del hotel y pensará que ha tenido un sueño erótico.
Laia comenzó a acariciarme, sus dedos me hacían vibrar de placer, cuando jugó con mis pezones pensé que iba a a volver a correrme, a saltar la barrera del orgasmo continuado en el que me encontraba, pero la muy perra, sabía tenerme ahí , en lo alto sin dejar que me desbordara. Los machos ante mí, empezaron a menearse la pijas. Mi compañera pasó a usar la lengua sobre mis tetas , mis temblores de placer se acentuaron, necesitaba verga.
La mano del Pelayo recorrió mi sexo mojándose con mis jugos, luego fue al ojete del culo, lo embadurnó, metió un dedo, lo sacó, metió dos . Gemí de deseo. Laia se colocó entre mis piernas , el maestro apoyo su cipote en mi agujero trasero y empujó hasta que la enorme polla entró en mí. La lengua de Laia atacó mi clítoris. Los hombres canturreaban un extraño son, con el ritmo de las embestidas de Pelayo, yo chillaba como una gata bien cogida .
Su polla en mi culo, entrando saliendo, volviéndome loca. La noche había empezado con mi marido enculándome y aquella fiesta de sexo acaba con otra verga, mas grande, en mi trasero. Me dejé llevar.
Era vivir un sueño de placer, de locura erótica, de tener todo el sexo que una podía imaginar y más, de un viaje al mas allá de la lujuria.
Me desperté en la cama del hotel, a mi lado dormía mi marido. Sabía que no había sido un sueño, recordé las palabras de Laia en mi nube de orgasmos:
- Te espero el año que viene.
A Laia Rommel por su novela Alma.