Los vicios de mi tía

Histaria de porqué como me enrrollé com mi tia divorciada. Porque tiene un vicio que me pone a 100, es fumadora...

Los vicios de mi tía

Me llamo Javier, tengo 23 años, soy estudiante de Informática y vivo en Madrid.

La historia que les voy a contar ocurrió el verano pasado cuando mi padre que es pediatra se fue a un congreso a Barcelona acompañado de mi madre. El congreso duraba 5 días. Mi madre habló con mi tía Carmen para que me quedara en su casa ese tiempo y ella accedió gustosamente.

Mi tía se divorció hace 2 años porque el capullo de su marido, comercial de profesión, se había largado con una mulatita que conoció una noche en un club de alterne. Carmen tiene dos años menos que mi madre, 37, el pelo castaño, unos preciosos ojos marrones y un cuerpo bien moldeado por el aerobic, buen pecho (talla 100) y unas caderas bien pronunciadas. Supongo que eso sería suficiente para poner a tono a más de uno, pero hay en ella otra cosa que a mí me pone más que todo eso. Es fumadora. Sí, seguramente pensaréis que soy un bicho raro y sobre todo porque yo no fumo, pero a mí ver a una mujer fumando me pone a 100.

Ese viernes, de camino al aeropuerto, mis padres me dejaron en el piso de mi tía que sólo queda a unos minutos en coche de mi casa. La verdad es que yo tenía a mi tía por una mujer moderna pero bastante tímida y nunca creí que tras esa apariencia engañosa se escondía una auténtica viciosa, como ya veréis más adelante.

El primer día en su casa trascurrió normalmente, ella dedicada a sus tareas domésticas y yo a estudiar Redes de Computadores para septiembre. Esa noche salí del cuarto hacia el baño y me la encontré en el salón viendo la tele y encendiéndose un cigarrillo.

_ ¿Por qué no descansas un poco y te sientas con migo a ver la tele?

La verdad es que la tele me importaba más bien poco pero el verla allí sentada en el sillón fumando me estaba poniendo como loco. Accedí y me senté en frente suyo durante un rato donde estuvimos criticando la programación basura que solían poner en la tele. Yo no podía dejar de mirarla mientras ella daba caladas al cigarrillo con una sensualidad que a mí me estaba excitando sobre manera. Me estaban dando ganas de abalanzarme sobre ella y comérmela, pero mi subconsciente me decía: ¿estás loco?, pero si es tu tía. Al final y en vistas de que estaba perdiendo el control por momentos decidí levantarme y volver al estudio. Antes tuve que pasar por el baño y hacerme una paja para aliviar la tensión que tenía acumulada.

Al día siguiente ella se fue por la mañana al gimnasio y a hacer compras mientras yo me quedé estudiando. A mediodía durante la comida ella me dijo:

_ Esta noche no me apetece cocinar, ¿te apetece cenar fuera?

_ Vale

Era verano y ella se puso un vestido de gasa granate con estampados muy ajustado con un escote bastante sugerente. Nos fuimos a un Italiano. Mientras esperábamos a que nos sirvieran ella se fumó un cigarrillo y yo empecé a excitarme. Tenía ante mí la mujer de mis sueños, hermosa, con un escote impresionante que dejaba entrever dos hermosos senos y fumaba con una sensualidad que rallaba la provocación. Además sólo me miraba a mí. Yo estaba empezando a creer que lo hacía a propósito, que quería provocarme y que lo estaba consiguiendo porque yo la miraba de una forma distinta a la habitual, con deseo. Trataba de apartar esta absurda idea de mi imaginación pero me era realmente difícil.

_ Perdona, tengo que ir a por tabaco. Vuelvo enseguida

Mientras se levantaba yo no pude quitarle el ojo de encima viendo cómo aquel vestido marcaba su sinuoso cuerpo y resaltaba sus preciosas curvas. Ella se percató de que la miraba, se giró hacia mí y me guiñó el ojo. Cuando me recuperé del sobresalto me di cuenta de que varios de los hombres que estaban a nuestro alrededor tampoco le quitaban el ojo de encima. La sensación de estar con la mujer más deseable del local hizo que me excitara aún más.

Luego nos fuimos a un pub a tomar unas copas y volvimos a casa. Cuando llegamos yo, haciendo lo posible de refrenar mis deseos le dije:

_ Me voy a la cama. Estoy cansado y mañana tengo que estudiar.

_ ¿Tan temprano? Yo voy a fumarme el último cigarro. ¿Por qué no me haces compañía?

Eso ya fue demasiado para mí. No estaba seguro de si era mi imaginación calenturienta o ella me provocaba con el arma para mí más mortífera. No tardé en salir de dudas. Me senté a su lado y ella se acercó a mí y me dijo:

_ Javi, perdona la indiscreción pero me he fijado que últimamente me miras de forma diferente, sobre todo cuando estoy fumando ¿te gusta verme fumar?

Me puse rojo como un tomate y contesté:

_ Perdona no quería molestarte, pero sí, la verdad es que me excita mucho ver a las mujeres fumar y sobre todo a ti.

_ No te pongas rojo tesoro, que no pasa nada. Además, me gusta que me mires así, hace años que nadie lo hacía.

_ ¡¡Pues será que todo el mundo se ha vuelto ciego porque la verdad es que estás para comerte!!

No se como salieron esas palabras de mi boca, pero me alegro de haberlas pronunciado porque a continuación mi tía, que en ese momento estaba dando una calada, se acercó a mí y me plantó un beso con lengua que todavía me hace temblar cuando lo recuerdo. Su lengua caliente y húmeda con el olor del tabaco me resultaba deliciosa. Luego se quedó mirándome como si ella también se hubiera sorprendido por su reacción, pero yo le evité el momento de duda volviendo a besarla. Los dos estábamos excitadísimos. Ella comenzó a acariciarme los pezones y luego el paquete. Hizo ademán de apagar el cigarrillo pero yo le dije:

_ No! Fuma para mí, por favor.

_ Eres un viciosillo, ¿lo sabías?

Comenzó a desabrocharme la camisa e iba dando caladas al cigarro mientras me pasaba su humeante lengua por el torso. Se incorporó para encenderse otro cigarrillo y en ese noté como sus enormes pezones marcaban por debajo del fino vestido. No llevaba sujetador. Yo le bajé los tirantes y pude contemplar los pechos más bonitos que había visto en mi vida. Eran enormes pero firmes y con unas areolas rosadas también muy grandes y parecían estar diciendo: ¡¡cómeme!!.

_ ¿Te gustan? Pues son todas tuyas.

Comencé a chuparle los pezones y ella gemía de placer mientras seguía fumando. Luego ella hizo que me tumbara en el sillón y empezó a quitarme los pantalones. Tenía el nabo duro como una piedra.

_ Menuda cosita tenemos aquí.

Me bajó los gayumbos y tras darle una nueva calada al cigarrillo se metió mi polla en la boca. Yo estaba que no podía más y le dije

_ Lo siento, pero creo que voy a correrme ya!!

_ No importa, córrete en mi cara.

No podía creer lo que estaba oyendo, ¡mi tía me estaba haciendo una mamada mientras fumaba y encima me pedía que me corriera en su cara! Eso ya era demasiado para mí y no puede aguantar más. Fue la corrida más grande que jamás he tenido. Le llené la cara y la boca de esperma y para mi sorpresa ella comenzó a tragárselo todo.

_ Qué rico está. Quiero más.

Me levanté y le quité el vestido. Llevaba un tanga granate de encaje que resaltaba su preciosa cadera. Se lo quité lentamente. Ella me dijo:

_ Dame otro cigarro

Se lo di y yo mismo se lo encendí. Me quedé mirándola mientras daba la primera calada y me dijo.

_ Cómelo, tesoro.

Estaba totalmente mojada y yo comencé a pasarle la lengua por el clítoris y los labios. Ella se retorcía de placer mientras seguía gimiendo y fumando como una loca. Yo le metía la lengua por el agujero y el sabor de su flujo era sencillamente delicioso. Yo comencé a practicar todas aquellas cosas que siempre había visto en la pelis porno que me bajaba de Internet pero que nunca había podido llevar a la práctica. Le lamí el culo y ella empezó a gritar aún más de placer. Le metí un dedo y ella me decía: sigue!, sigue!, … Luego le metí uno por cada agujero. A pesar de haberme corrido hacía tan solo unos minutos estaba otra vez tieso como una estaca.

_ Métemela mi amor. Métemela entera!

Yo me tumbé sobre ella y se la metí lentamente hasta atrás y comencé a moverme mientras ella seguía dando caladas y diciéndome:

_ Así, así. Sigue, sigue. Yo fumo para ti, pero no pares mi amor, no pares

Ella empezó a gritar aún más y a apretarme con tanta fuerza que me hasta me clavaba las uñas en la espalda. En ese momento sentía de todo menos dolor. Entre gritos decía:

_ Sigue, sigue, … me corro, me corro

En ese momento comencé a sentir un fluido calentito en su vagina y me di cuenta que se estaba corriendo de verdad. Yo siempre había creído que las mujeres no se corrían como los hombres, que eso era un mito, pero cuando le saqué la polla de dentro comenzó a salirle un líquido cremoso y blanco muy parecido al semen masculino. Yo no pude aguantar más y me corrí encima de ella.

Se quedó mirándome y me abracé a ella. Comenzó a susurrarme al oído.

_ Ha sido el mejor polvo que me han echado jamás. Yo nunca me había corrido así. Qué cositas sabes hacer, mi amor. ¡Tu tío era un inútil que se corría a los 30 segundos! Anda y que se joda la mulata.

_ Para mí esta ha sido la primera vez y la verdad es que no creo que nunca vaya a haber otra igual

_ ¿Cómo? ¿Me quieres decir eras virgen? No me lo puedo creer. ¿Pero con todas esas jovencitas universitarias al tu alrededor y lo guapo que eres ninguna te había estrenado todavía?

_ Pues no, pero no me arrepiento. Ninguna me podría excitar tanto como tú.

_ ¿Ni aunque sea fumadora?

_ Eso le daría muchos puntos, pero aún así

_ Bueno, bueno. Tendrás que contarme algún otro de tus fetiches

_ Por supuesto

Desde ese día la relación con mi tía cambió totalmente y claro que le confesé alguna otra de mis perversiones pero, además, fui poco a poco convenciéndola de que ella me confesara las suyas. Pero eso ya es otra historia