Los tres mosqueteros
Haciendo realidad la fantasía de follar con tres chicos.
Me llamo Ana, tengo 55 años, casada. Soy una mujer grande. Me gusta cuidarme, no hago deporte, no tengo un cuerpo de una niña de 20, ni de 30, ni de 40. Tengo la edad que tengo y aparento la edad que tengo. Pero eso no quita que me cuide, mis potingues. Mis cremas. Mí ropa de marca, peluquería, manicura, y cosas así. Eso hace que mí edad sea llevadera. Sobre todo sentir como los hombres se siguen dando la vuelta a mirarme. Tengo dos buenas razones en mí delantera para que el sexo opuesto nos le quite el ojo, algo de barriga, algunas estrías, arrugas. Tengo buenas caderas, un buen par de muslos, y un culo respingón, del que puedo afirmar que más de uno se ha tropezado al girar la cabeza al mirarme.
Esto que voy a relatar ocurrió hace apenas unas semanas. No ocurrió, empezó. Me gusta leer relatos, por eso lo escribo antes que se me olviden los detalles.
Ha principio de mes, como todos los meses de julio, me fuí sola a nuestro apartamento que tenemos en Zahara de los Atunes. Sola porque mí marido no coge las vacaciones hasta el mes de agosto. Me gusta irme sola, me da tiempo a desestresarme de todo el año en Madrid. Este año iba a venir una amiga, a pasar unos días, pero aún no había llegado.
Nuestro apartamento está ubicado en una residencia, muy grande, donde la mitad de los apartamentos y pisos se alquilan en el verano. Es un engorro, pero es lo que hay. Nosotros tenemos un bajo. Es un bajo con una terraza cerrada, No está a la altura de la calle, está algo más alto, por lo que desde la calle no se nos ve, algo que nos da intimidad en la terraza del apartamento.
El mes de julio había empezado como siempre. Aburrido, tranquilo, era lo que deseaba. Una esquina de la terraza daba al paseo principal, desde allí podía ver el mar. Casi todas las tardes me asomaba y contemplaba el mar, la gente, los chiquillos, los muchachos. Algunas veces fantaseaba con algún bañista y me pajeaba pensando en ser poseída por un desconocido.
Hacía unos días, una tarde sentada en la terraza pude escuchar una conversación que tenían 3 chicos. Los tres estaban sentados bajo mí terraza, no podían verme, y yo para verlos a ellos tenía que salir de la casa, desde arriba me hubieran descubierto. Los escuchaba. Pude escuchar sus nombres, Pablo, Quique y Javier. No sabía quien era quien. Ni la edad que podían tener, aunque me imaginaba que no más de 16 ó 17 años. Revueltos por las hormonas, no dejaban de hablar de las pajas que se hacía cada uno, y a quien se follarían y a quien no. Pude darme cuenta que se fijaban en mujeres mayores, no se fijaban en las chicas de su edad. Toda su atención era para las maduras tetonas y culonas, incluso gordas. Sus comentarios me hacían reír, y sin saber porqué, o sí. Quería ser puntuada por los tres mosqueteros. Mí apartamento tiene dos salidas. Una un poco más retirada y la otra estaba junto a los chicos. Sí salía por la más retirada y entraba por la más cercana, tendría la oportunidad de escuchar sí hacían algún comentario de mi. No me lo pensé. me coloqué un bikini que no dejaba nada a la imaginación, de los que te compras y luego te da vergüenza ponerte en público. Solo lo usaba para la terraza. Una gafas de sol y una pamela y una toalla en la mano, no quería tapar nada de mí cuerpo y dí la vuelta a paso ligero para no ser vista por nadie más que por ello. Ninguno de los tres fue capaz de devolverme el saludo al pasar por delante de ellos. Los tres se quedaron con la boca abierta tocándose los paquetes. Una situación más bien cómica.
Los tres alucinaban con lo que habían visto. Yo escondida en mí terraza los escuchaba hablar, más bien despotricar con lo que me harían o dejarían de hacer. que decir tiene que me puse como los palos de un churrero, más caliente que ellos, que no tardaron en salir pitando para algún sitio para hacerse algunas pajas. No sin antes poder escuchar que ya me conocían por haberme visto desde la terraza de uno de ellos que vivía más arriba y que me tenía enfrente. Sabían quién era, me tenían catalogada como “la más follable”. Me metí en la casa, no quería que se dieran cuenta que los había espiado. Escondida detrás de la cortina intenté averiguar sí salían a alguna terraza, no tardaron en hacerlo, los tres, les daba igual que los vieran a ellos, los tres con sus espadas en las manos, los tres apuntando a mí terraza, se la meneaban como monos. Sentía como la tela de mí bikini se había empapado y como mis pezones me dolían de lo duro que se me habían puesto. Estoy segura que no pensé lo que hice, sí hubiera estado en mis cabales no lo hubiera hecho. Salí a la terraza. Los miraba y ellos me miraban a mí sin dejar de pajearse. Ellos tampoco se escondían, me mostraban sus pollas, grandes, hinchadas. Uno de ellos con su mano me hizo el gesto de querer bajar, apuntó a los tres e hizo señas como sí podían bajar. Solo pude asentir con la cabeza, y en menos de un segundo ya no estaban en la terraza y en quince estaban saltando por encima de la baranda de la mía.
Me habían dejado cortada, no podía reaccionar. Uno se presentó.
. -Me llamo Javier. Este es Quique y este Pablo.
. -Yo soy Ana…
Pablo se acercó colocó su mano derecha sobre mí pecho izquierdo, lo apretó descaradamente y me dio un beso en la mejilla, Quique se acercó e hizo lo mismo con la otra, mí respiración era entrecortada, no me esperaba nada de eso. Javier se acercó y fue más allá metió su mano entre la poca tela que tapaba mí pecho derecho y metió mí duro pezón entre sus dedos. Eso hizo que casi me corriera. Solo pude pensar que allí estábamos demasiado a la vista. Me giré y volví a entrar en mí casa.
Los tres me habían seguido y los tres estaban ya empelotas cuando me di la vuelta. Había soñado muchas veces con algo así, pero es bien distinto que te ocurra de verdad. Vistos de cerca, sus instrumentos eran lo suficientemente grandes como para impresionar, sobre todo la de Pablo. La de Javier le andaba a la zaga y la de Quique algo más pequeña pero más gorda. Me había quedado impresionada y sin habla. No podía dejar de mirar a los tres mosqueteros que me miraban con sus espadas en las manos y apuntando al frente.
El hecho de que fueran tres hizo que no pudiera pensar, no me dió tiempo a controlar, cuando me quise dar cuenta los tenía a los tres a mí lado, me habían quitado la parte de arriba del bikini, tenía cuatro manos agarrando mis tetas, mientras el tercero tiraba de la parte de abajo sacándomela por los pies, solo los escuché reír antes de sentir como comenzaban a chupar mis tetas como sí les fuera la vida en ello. Quique el que estaba abajo, había conseguido abrirme de piernas y sentía como buscaba meter su cara entre mis muslos buscando llevarse a la boca mí coño. Yo no podía articular palabra, apenas conseguía respirar, sentí como Quique reía, me había hecho gemir al meter dos de sus dedos en mí más que encharcado coño.
Pablo y Javier pararon al hablar Quique. No escuché sus palabras, estaba en una nube, parecía que estaba en trance. Solo pude darme cuenta que Quique se había tendido en el suelo y Pablo y Javier me empujaban para que me colocara encima de él. La polla de Quique se coló en mí coño como un cuchillo caliente, me habían colocado a horcajada sobre él. Solo pude soltar un fuerte gemido, ni siquiera se habían dado cuenta que me acababa de correr como una posesa con solo metérmela. No había conseguido controlar mí cuerpo cuando tenía la polla de Javier en la boca, y a Pablo estrujando mis tetas, como el que juega con dos globos llenos de agua. Quique me seguía empalando con su gorda polla, no conseguía reponerme, era como sí el orgasmo durara y durara, aunque no podía gemir con la polla metida hasta la campanilla en la boca. Solo un par de minutos y sentí como la polla de Javier estallaba en mí garganta, nunca había dejado que nadie se corriera tan adentro de mí boca, además me tenía sujeta por los pelos y eso impedía que pudiera ni siquiera mover la cabeza. tuve que tragar sin poder impedirlo. Fue mucha cantidad, solo sentía ese néctar caliente golpear el principio de mí garganta y los gemidos de Javier que aullaba como un lobo. cuando sacó la polla de mí boca, pude mirar hacia abajo, me iba a volver a correr con las embestidas de Quique, me tenía sujeta por las caderas y levantaba su cuerpo consiguiendo que su polla se clavara bien adentro en mí coño.
.-no pares que me voy a correr!!
Sentí mí voz ronca y empalagosa, Quique me daba fuerte y sentí como me corría cuando sentí la leche caliente de ese niño en lo más hondo de mis entrañas. Solo pude soltar un fuerte gemido, antes de que pudiera controlar los espasmos tenía la polla de Pablo en la boca. Ya estaba desbocada, esa polla la cogí con tantas ganas que en apenas dos minutos me estaba soltando una cantidad bestial de leche en la boca.
Me había dejado la boca toda llena de lefa. Quique se había salido de debajo mía. Lo bueno de follar con jovencitos es que se recuperan enseguida y lo bueno de follar con tres es que te aseguras una polla dura siempre. Ahora tenía a Javier detrás de mi, acertó a la primera, me había abierto los labios con su prepucio y me había ensartado hasta los huevos. Esta polla era más grande, la sentía mucho más adentro, me estaba abriendo las nalgas y me embestía con fuerza, Quique se colocó delante, su polla estaba medio flácida, estaba toda mojada, tiré de él como pude hasta llevármela a la boca, sabía a mi.
Javier no se iba a correr tan pronto, estaba gozando, lo sentía gemir y decirle a sus amigos lo buena que estaba. Javier se despegó para dejar que ocupara su lugar Pablo, sus pollas eran parecidas, tanto de tamaño como de grosor. Hacía mucho que no gozaba tanto, había perdido el control, sus pollas eran grandes y eso ayudaba, aunque eran niños, estaban locos con su juguete nuevo, estaba claro que no iba a tener un polvo tranquilo, sí quería follar con ellos iba a ser todo a lo loco. Era alucinante, ya sentía como la polla de Quique se iba poniendo dura por momentos. Dejé de chupar, iba a realizar mí fantasía. Todos mis agujeros cubiertos.
Giré la cabeza y le dije a Javier que me chupara el culo.
.- Tu!! chúpame el culo!! mete tu lengua en mí agujero!!
No le dió tiempo, antes que él reaccionara, Pablo ya tenía su lengua hurgando en mí agujero trasero. Aunque no le faltó tiempo a Javier para meter la suya en mí coño. Quique sostenía mí cabeza y golpeaba con su gorda polla en mí mejilla, ya estaba dura como una piedra. Era más gorda, tenía que abrir más la boca para dejar que la metiera bien adentro. No se quien fue quien tiró de mi, Pablo se sentó en el sofá de mí comedor y me hizo sentar a horcajadas sobre su polla, me la había colado hasta los huevos, Quique se colocó de pie junto a él, quería que siguiera chupando, no me dejaba casi ni respirar. Cuando sentí unas manos en mis riñones supe lo que me esperaba. Dejé de chupar y arqueé más mí cuerpo, eso dió la oportunidad a que Pablo mordiera una de mis tetas, sentí dolor, aunque no fue nada comparado con la entrada de Javier en mí culo, dolor y placer, más placer que dolor, me corrí gritando, aunque pronto me vi con la polla de Quique alojada hasta la garganta, Pablo y Javier se acoplaron enseguida, cuando uno la sacaba el otro la metía. Nunca había sentido algo así. Sí por separado, pero nunca todo junto. Me estaban follando el coño, sentía esa polla llegando hasta mí útero, sentía una polla a la vez abriendo mí intestino, me costaba dilatar el esfínter para que no me lo partiera, y una polla que casi no me dejaba respirar alojada en mí boca, haciendo chocar su capullo con mí campanilla.
No se cuanto tiempo aguantaron Pablo y Javier, solo se que los dos se corrieron a la vez. El mío fue brutal, no pude reprimir los gritos. Chillé como una descosida. Cuando comenzaba a reponerme Quique estaba entrando en mí culo, me la coló hasta los huevos, solo pude volverme para seguir gimiendo y verle la cara. Esa polla era más gorda, hacía daño, pero también producía mucho más placer. Me tenía bien sujeta por los riñones y hundía sin contemplaciones su polla, Pablo comenzó a morder mis pezones, tenían olvidadas mis tetas, tiré de Javier para que morderia la otra a la vez que yo misma empujaba mí cuerpo para atrás para que la polla de Quique se clavara todavía más adentro. Ahora podía chillar de verdad, nada me lo impedía. Quique hacía sonar su piel, me golpeaba con fuerza, sentía su polla bien adentro y cuando comenzó a correrse fue como si me quemaran por dentro. Su corrida fue bestial, cada vez que se corrían sentía una barbaridad de leche en mis entrañas. Casi no había terminado de correrse cuando Pablo me empujaba para salir de debajo mía, aún no había empezado a salir la leche de la corrida de Quique cuando Pablo me la estaba metiendo por el culo, lo miré sonriendo, eran niños, como sí le fuera a faltar algo, como sí no me la metía él también no lo hubiera hecho todo. Había perdido la cuenta de cuantas veces se habían corrido ya cada uno. Ya se había escondido el sol y comenzaba a faltar la luz. Pablo se estaba deleitando, me tenía bien abiertas las nalgas y metía su polla despacio, la sacaba y la metía sin dejar de mirar como desaparecía su polla por completo en mí culo. A mí me gustaba, lo estaba disfrutando, ya había disfrutado de orgasmos fuerte y este era placentero, me iba a llegar de un momento a otro, ayudaba que de vez en cuando sacaba su polla y la metía en mí coño apretando bien fuerte, me hacía sentir el clítoris rozando con su piel, la volvía a sacar y la volvía a meter en mí culo hasta los huevos. De pronto paró en seco, sentí su polla hincharse aún más y comenzó a soltar una nueva corrida en mí interior.
Quique y Javier ya estaban vestidos. Yo estaba dolorida, me dolía todo el cuerpo, las rodillas, el coño, el culo, las tetas, la boca, al ponerme de pie sentí como comenzaba a salir todo el caldo soltado dentro de mí cuerpo. Me puse la mano en el coño y les dije que me iba a la ducha. Javier me dijo que quería hacer un pis antes de irse y me siguió por el pasillo, me dió un par de cachetes en el culo, lo miré sonriendo.
.-¿no has tenido suficiente?
Me metí en la ducha y me arrodillé, junto a mi Javier se sacó la polla morcillona y fue a levantar la tapa del váter.
.-Espera!! Aquí!! acércate!!
Javier acercó su polla a mí cara, me la metí en la boca, la chupe varias veces y sentí como mí boca se llenaba de líquido caliente. Él reía y llamaba a gritos a sus amigos. Pablo y Quique no tardaron en llegar. Javier seguía meándome la cara y la boca que le mantenía abierta. Los otros dos no se hicieron esperar, se la sacaron y comenzaron a mearme toda, cara , pelo, tetas, incluso tiraban de mí cabeza para que me la metiera en la boca, creo que incluso llegué a tragar sin más remedio algo de sus orinas. No me lo podía creer pero aquello me había vuelto a poner cachonda. Incluso a ellos se le notaba que se les ponía dura por momento. Pregunté sí eran capaces de echarme la última corrida en la cara antes de irse. Los tres comenzaron a pajearse como monos. Yo los miraba divertida con la boca abierta, me las iba metiendo en la boca por turno, chupando como una posesa ayudando a que ellos se masturbaran. Pablo fue el primero, me hizo abrir la boca apuntó con su capullo en mis labios y soltó un chorro y varias gotas en mí boca, se la chupé con ganas hasta dejarla limpia y le enseñe la boca limpia de leche, me la había tragado toda. Quique fue el siguiente. Se la soltó y me dijo que lo masturbara yo. metí su capullo en mí boca y soltó varios chorros de caliente esperma en mí boca, mucha cantidad, para todas las veces que se había corrido ya. La chupé con ganas y le enseñe la boca sin restos de leche. Javier cogió mí cabeza y el primer chorro impactó en mí ojo derecho, el resto otros tres chorros bien espesos, dentro de mí boca. la relamí hasta dejarla bien limpia. Y los tres riendo decían que había sido el mejor día de sus vidas, que no lo iban a olvidar en sus vidas. Pablo preguntó sí podían volver al día siguiente. les dije que por lo menos me dejaran descansar dos o tres, que me dolía todo el cuerpo, pero que cuando volvieran les iba a dar una sorpresa que les iba a encantar.
Cuando sentí la puerta cerrarse estaba segura que los iba a tener al día siguiente pidiéndome más de lo mismo. Pero lo más sorprendente es que ya estaba deseando que llegara la mañana. Llené la bañera y me relajé dejando que salieran toda la lefa que me habían soltado dentro. Relajada pensaba en todas las cosas que no había hecho. En todas las cosas que podían hacerme para darme más placer aún. En cuanto salí de la ducha llamé a mí amiga Julia para contárselo, sabía que eso haría que saliera disparada para mí casa.