Los tres amigos

La experiencia más dulce entre tres amigos... mayores!

Los tres amigos…maduros.

El siguiente relato me lo contó uno de los tres amigos, el camarógrafo, de un encuentro muy especial que tuvieran hace algún tiempo, y que le dejaron unas ganas bien grandes de pedir que lo invitaran a proseguir en aquellas lides.

Aquí, el resumen del relato, bastante ajustado a la realidad vivida:

"Cierta tarde de sábado, aburrido en casa, tomo mi cámara y salgo a la calle dispuesto a irme por ahí, al parque o que se yo, a tomar imágenes inocentes, era una tarde bastante cálida. Pero resulta que no bien camino un par de cuadras, me encuentro con un buen amigo que ronda fácilmente los 70 años. El, de talla mediana, un tanto gordito, su cabello bastante cano; bien parecido. Jubilado de maestro hace ya tiempo, precisamente por esa actividad es que lo conociera. Me invita a charlar y continuamos caminando unas cuadras más. Entretanto, me había contado que salía camino a visitar a otro amigo jubilado con el que pensaba quedarse hasta entrada la noche en la que volvería, pues su esposa lo esperaba.

Bien, dicho esto, me dice: "deseas acompañarnos? Mi amigo es un libro para la risa, y podríamos pasarla muy bien". Bueno, le digo, y tomamos un taxi, que nos abrevió la llegada.

Llegamos al departamento del amigo, tocamos el timbre y sale a recibirnos un caballero de mas o menos la misma edad de mi amigo pero de talla algo más alta. Vestía una bata de casa color azul oscuro, sobria, usaba gafas, pantuflas y de una contextura física algo similar. Además noté, que no llevaba puestos los pantalones, intuyendo que había salido de la ducha hace apenas unos instantes. Formalmente nos recibió, mi amigo nos presentó y pasamos a la sala a charlar. Nos contó que su esposa había salido de viaje con una nieta que se quedaría en la capital por lo que esos días él estaba solo y el servicio de casa lo hacía una señora que hace años los servía, pero que igual, al ser sábado, había salido para visitar a unos familiares. Efectivamente, muy amable nos invitó a unas copas de vino, nos brindó unos cigarrillo y la charla amena: chistes de todo color, recuerdos de sus propias vivencias y aventuras. Yo le tomé confianza y bueno, parecíamos amigos de años. Por cierto yo tengo los 45 cumplidos.

En cierto momento, noté algo en este caballero que me hizo poner en guardia. A propósito de un chiste que contara, dirigiéndose a mí, me dice: "amigo, veo que trae una cámara. Sería bueno, si con ella tomara una película , como esas tres equis, para que me la obsequie y así me evita el ir buscarlas a escondidas de mi esposa" ¡Claro, le digo algo titubeando, solo que, dónde encuentro a los actores? No se preocupe, me dice, estamos perdiendo el tiempo. No bien dicho esto, le hace una seña a mi amigo para que se le acerque, y él desatando su bata, se recuesta en el sofá separando mucho las piernas. Efectivamente solo vestía un calzoncillo boxer de hilo de algodón color crema con tres broches, holgado aún para su contextura y una camiseta blanca vvd. Mi amigo, arrodillándose en el suelo alfombrado, comienza a acariciarle el pecho, el vientre y las piernas. Ambos me hacen señas que encienda la cámara. Lo hago, y para entonces, veo que mi amigo empieza a quitarse la ropa, ayudado por su amigo. Veo que viste ropa interior muy parecida a la del nuevo amigo. Ambos se quedan puestos tan solo sus interiores de algodón y ya ni se acuerdan que están siendo observados y grabados. Caricias van, caricias vienen ya sea por fuera , o introduciendo sus manos por las aberturas de sus ropas. Mutuamente se tocan y noto que demoran en conseguir sus respectivas erecciones.

Al rato y con sus calzoncillos levantados, proceden a terminar de desnudarse: es maravilloso el espectáculo, vientres abultados, penes ligeramente arqueados pero erectos, con sus pares de testículos colgando gloriosos dentro de sus respectivos escrotos muy caídos por entre sus piernas y con unos pocos pelos. Se entregan a un juego de manos y bocas. Se turnan para masturbarse, veo unos prepucios de tonalidad oscura que suben y bajan como flojos, unos glandes abombados igualmente de color oscuro y con unas aberturas pronunciadas, por las que fluye ligeramente un líquido transparente y muy viscoso. Ambos se chupan, se lamen, se frotan, se montan pero no llegan a penetrarse. Es un juego que parece no tener fin. Me doy cuenta que con la edad, no les es urgente la eyaculación. La cámara me dice, que si no empiezo a cortar las imágenes, pronto se terminará la película. Yo mismo ya tengo una erección que me consume, con las manos temblorosas , me dan muchos deseos de involucrarme en el juego. Hasta que parece que adivinan y me llaman. Me ayudan a quitarme la ropa rápidamente y mis manos ávidas, empiezan a llenarse con la soltura de sus sexos. Siento una calidez desconocida, una tersura indescriptible: son dos penes cargados de años y experiencias, largos. Los siento duros y suaves a la vez, tienen la piel muy escurridiza, grandes venas los corren de arriba abajo y de tal forma que al frotarlos, sus glandes llegan casi a perderse para luego sin impedimento alguno florecer ante mi cara, y no puedo evitar meterlos en la boca, por turnos. Mis amigos son dos seres que me prodigan ternura, no me obligan a nada, solo me brindan sus cuerpos y yo a cambio trato de darles algún placer. Es mi segunda vez en una situación parecida.

No conozco demasiado. Les lamo sus colgantes testículos, atrapo entre mis dientes muy suavemente la piel que los recubre, siento en mi lengua unos escasos pelos que se pegan. Les acaricio la cintura, el pecho, sus vientres prominentes, sus nalgas, las piernas. Aprisiono contra mi sexo el de ellos. Ellos, saben lo que me hace bien y frotan con delicadeza mi pene pequeño y mis testículos que no son ni la mitad de los de ellos. Y termino entre las manos regordetas de alguno de ellos, lo veo como contempla mi semen escurriéndose de entre sus dedos. El otro me masajea suavemente el vientre y muy por debajo del escroto. Es cuando me doy cuenta que he olvidado acariciar sus sexos. Me dicen en voz baja, que no me preocupe, que a ellos los relaja el juego, y nos es necesario precisamente el correrse. Pero no puedo permitir aquello, ya estoy involucrado en el gozo y continúo con el masaje a veces torpe y en otras muy prolijo. Transcurre mucho más tiempo, hasta que uno de los amigos, me dice sin prisas: "lo conseguiste" y ahí, ante mis ojos, brota por la gran abertura de su glande un río de líquido cremoso, suavemente, sin prisas. Siento entre mis manos unos espasmos delicados, lejanos y rápidamente como un manojo de algodón, un pene delicioso, cuelga como algo que estuviera mojado y ya sin vida propia. Extasiado contemplo esa anatomía. Tengo que continuar con el proceso para mi nuevo amigo, no puedo dejarlo lleno de deseos. Me toma otro tiempo y entre chupada y frotada, se repite el mismo cuadro de realismo y de misterio. Ya entrada la noche, los tres descansamos abrazados uno al otro, arrumados sobre el sofá y la alfombra. Nuestras ropas mezcladas entre sí. La cámara olvidada y en stop prematuro, por la falta de cinta. Luego me daría de cuenta que faltan las escenas de mi goce experimentado.

Mas tarde a vestirnos y lo gracioso, no encontraba mis calzoncillos, por lo que el nuevo amigo ofreció prestarme (regalarme) unos de él. Me los puse, y claro, me quedaban grandes, pero me los llevé conmigo. Luego me contaría que los había encontrado debajo de un sofá. A los días, les hice unas copias de la cinta original y se las entregué. No sé si les gustó de veras, pero muy amablemente me lo agradecieron. No se ha vuelto a repetir, aunque yo sigo con las ganas…de zambullirme entre los dos ríos"

Espero se cumpla el deseo de mi amigo, y nos cuente de nuevas experiencias para el deleite de nuestros sentidos y el de cada uno de aquellos a lo que les agraden, estas historias de la vida.

Carmigue.