Los tíos del equipo de Rugby (2)
Hugo, el chaval de 19 que se mete en casa de dos heteros a comerles la polla, se despierta de madrugada adormecido con una fuerte presión en el pecho que no le deja respirar. Después de que dos machos heterosexuales con novia le hayan dejado exhausto la noche anterior, se despierta sobresaltado.
El equipo de Rugby II
Habían pasado apenas 50 minutos cuando de pronto me desperté con una fuerte presión en el pecho que no me dejaba respirar. Algo me ahogaba. ¿Estaba asfixiándome en sueños? Estaba entre aturdido y adormecido pero el dolor en mi pecho y la falta de aire me estaba haciendo reaccionar.
Entreabrí los ojos cuando me di cuenta de que Aitor, el que me acababa de follar el culo como un bestia y que había conseguido que me corriera con las embestidas de su polla, estaba sentado encima de mi pecho y mantenía mi boca abierta con su polla dura y gorda dentro. Notaba como mi saliva mezclada con el sabor de su rabo y su presemen se colaba por mi garganta sin poder remediarlo, directamente al estómago. Estaba tragando grandes cantidades de saliva mezclada con sus jugos. Cuando la embestida era muy fuerte, salía a borbotones y me mojaba los carrillos hasta las orejas. Estaba haciendo un charco de babas en el colchón, a cada lado de mi cabeza. Estaba literamente empachado de polla.
Quise zafarme, pero cuando se dio cuenta me sonrió con cara de bruto, sudando como un animal y me agarró con fuerza de la cabeza, manteniéndola en la posición exacta para que su polla entrara sin resistencia. Apretó con fuerza sus rodillas contra mis brazos, causándome una estraña sensación de adormecimiento en los codos y antebrazos.
En voz muy baja y queda me susurró -Shhhh, callate, no hagas ruido, que Marcos está dormido y no quiero despertarle. Relajate que estoy acabando. Quiero que te tragues toda mi lefa- me dijo.
Me miraba a los ojos con cara de lujuria, rojo y sudando. Jadeaba profundamente. Sus gotas de sudor caían en mi pecho e impregnaban con su particular olor y llegaban a mi cuello. Entendí por qué le llamaban "el toro".
-Niño, que boquita tienes, aguanta un poco más. Antes no me dejaste correrme en tu boca- me dijo mientras me agarraba de la cabeza para que me tragara toda su polla. Bufaba como un bestia.
¿Estaba soñando o era posible que este cabronazo quisiera llenarme la boca de leche solo por el hecho de que antes no había podido ser? Escuché la respiración profunda de su amigo, que dormía plácidamente sin enterarse de lo que estaba ocurriendo. La habitación estaba a oscuras y el porno del ordenador iluminaba y hacía sombras alrededor nuestro, por el techo y las paredes y Aitor parecía más grande de lo que era. Debía dedicar al menos la mitad del día a hacer deporte, porque era un tío enorme, con unas piernas tremendas y unos músculos muy desarrollados. Al lado de ellos dos parecía un monigote. Un criajo siendo usado por dos heteros. Estuvimos así al menos 10 o 15 minutos más. Mi boca era el agujero en el que metía su polla sin contemplaciones. Empecé a sentirme cómodo con la situación y jugaba con mi lengua en su capullo. El lo notó y me sonrió.
-Venga, aguanta, un poco más, ya queda menos- me susurro.
Aitor aceleró el ritmo y me agarró del pelo con fuerza. -Ahora viene niño, tragatela toda, verás que rica. La clavó profundamente en mi boca y empezó a eyacular a grandes chorros. El primero fue directo a la garganta, así que apenas pude saborearlo, pero los demás empezaron a brotar de su polla como si se estuviera meando en mi boca, y me dejó un agradable sabor entre salado y amargo. Paladeé toda su lefada mientras él la apretaba y escurría los restos. Cuando acabó me pasó el capullo entre los labios y dejó los últimas gotas que cayeran suavemente. Se hizo a un lado, volvió a agarrarme por detrás y se quedó dormido su polla semidura en mis nalgas.
-Gracias niño. Eres la ostia. Mañana te doy más. Buenas noches- Me susurró y suspiró profundamente.
Estaba completamente pringado de leche. Me escurría por las nalgas, tenía chorros por toda la cara y el pelo. Estaba enrojecido y muy cansado. Me quedé dormido entre esos dos machos y toda esa cantidad de fluidos, sin poder moverme de mi posición.
¿Cómo había llegado hasta allí? Estos tíos no iban a dejar que me fuera nunca, al parecer, hasta que no estuvieran totalmente satisfechos. ¿Qué iban a pensar mis padres cuando descubrieran que no estaba en mi cuarto?
A las 8:00 sonó una alarma de un despertador, que estaba escondido en alguna parte de la leonera entre camisetas usadas y calconzillos. Cuando dejó de sonar me volví a quedar dormido. Al parecer nadie en aquella habitación se daba por enterado. Estaba muy a gusto y empezando a soñar algo agradable cuando me despertaron unas palmaditas suaves en la cara:
-Despierta chaval, que se hace tarde y tenemos que irnos-.
Marcos, el macarra, totalmente despeinado y con cara de sueño me daba palmaditas en mi dolorida mandíbula para que me espabilara. A mi espalda, tenía en la misma postura a Aitor, agarrándome con fuerza por la cadera, y con su polla completamente tiesa metida en la raja de mi culo. El tío estaría soñando que se follaba a una poligonera de barrio en su coche. Era insaciable.
Miré a mi alrededor y vi el cuerpazo de Marcos. Se rascaba los huevos y la polla mientras se desperezaba estirándose todo lo largo que era y dejandome ver unas axilas peludas y un contorno de brazos super definido. Cogió el pantalón del chandal, sucio, y se lo puso. Se enfundó sus deportivas desgastadas y se volvió a estirar bostezando ostentosamente.
-He pensado que hoy te quedas- dijo mirándome a la cara. Mis viejos no están y mi novia se ha ido con sus padres de vacaciones unos días. Te invito a quedarte aquí en casa estos días- me dijo con tono decidido y muy masculino.
Ehmmmm... mira tio- dije con mucha suavidad y cierta torpeza. -Me lo he pasado muy bien, me ha encantado conoceros, pero creo que es hora de que me vaya a casa- Le espeté con cierta autosuficiencia. Noté como su amigo me agarraba con más fuerza y emitía una especie de ronquido en mi nuca, calentándome toda la zona con su aliento.
Mi, mi, mi, mira tio- dijo con voz burlona, intentando imitar mi tono de voz. -Yo me lo he pasado muy bien contigo, chaval. Hoy es sábado mañana y es domingo. No tengo nada que hacer y tengo planes para nosotros. Me gustaría que te quedaras. Solo te pido unas horas más y luego decides. En serio, quedate- dijo, pasando de hacerme burla a suplicarme. Este tio era un puto caprichoso y yo era su caprichito de fin de semana.
Debería irme, Marcos, mis padres no saben donde estoy. Estarán preocupados. Volví a insistir. Él me miraba con cara de mal humor.
Ahora les llamas y les dices que te has ido a la universidad o al instituto o a donde te de la gana, a estudiar pronto. Que tienes un examen y que quieres aprovechar el día. Por la tarde ya nos inventaremos algo. Pero quédate, no te vas a arrepentir. Te lo prometo. Confia en mí. Y me revolvió el pelo. Se levantó y se fue al baño. Con la puerta abierta escuché un enorme chorro de pis que parecía interminable.
Aitor se movió y me hincó la polla con más fuerza. Estrechó sus brazos a mi alrededor. Estaba en la misma postura desde anoche y me sentía agarrotado. Se ve que nuestra conversación le había despertado. Se pegó más a mi cuerpo y noté como su polla intentaba entrar en mi ojete. La sensación me gustó tanto que me incliné un poquito más y como pude, mojé mi mano y acaricié su cipote con mi saliva entre mis piernas. Hice presión y su polla entró. Mi ojete se tragó su capullo sin oponer resistencia. Emitió un gemido que estaba entre gusto, placer y el desperezarse.
Emitió un gruñido y deslizó el resto de su polla en mi recto. Estaba toda dentro. Me apretó fuertemente y comenzó a bombear medio despierto medio dormido muy lentamente con mucha suavidad y con mucha profundidad, gruñendo en mi oido. Metió su enorme mano entre mis piernas y las separo, subiendo todo lo que pudo y dejándome con mi culito blanco expuesto a embestidas. Tener su polla en mi ojete me encantaba, me hacía sentirme seguro y único. Entonces, me dijo al odio con voz muy ronca: -que culito tienes niño, me encanta despertarme asi
Cuando se cansó de tenerme en esa posición, me empujó contra el colchón y me estiró, sin sacarme la polla de mi culo poniéndome boca abajo, se dedicó a encularme como un salvaje durante más de media hora en la misma posición. Marcos que estaba pajeándose en el ordenador, miraba de vez en cuando y sonreía. O hacía algún comentario que no llegaba a entender, porque estaba concentrado en el enorme placer que me estaba dando la polla del colega en mi ojete. Llegó un momento en que la única parte de su cuerpo en contacto con el mío era su polla, que se clavaba insistentemente dentro de mí. Era como si estuviera haciendo flexiones encima mío. Cuando ya no pudo más, me la sacó, se incorporó, se la meneó a la entrada de mi culo, abriéndome con la mano que le quedaba libre y observando mi ojete dilatado y enrojecido de la presión de su cipote y metiendo el dedo índice insistentemente, jugando con mi ojete. Empezó a bramar y a resoplar y me embadurnó de lefa caliente toda mi raja y mis nalgas. Untó bien su rabo de su propia leche y me la volvió a meter varias veces, hasta que todo lo que había dejado en mis nalgas y en la raja de mi culo estaba dentro de mí. Tuvo un rato más su polla dentro, aplastándome contra su cuerpo sudado hasta que se levantó de un salto y se fue a la ducha, sin decir palabra.
Marcos se fijó en que su colega se metía en la ducha. Escuché risas y una palmada, como de chocar las manos. Se levantó de su silla y se sentó en la cama y me acercó a su entrepierna. No se había duchado, por lo que su olor a sudor era notable. Mucho más fuerte que ayer.
- Mientras se ducha mi colega, cómeme el rabo como tu sabes. Quiero darte el desayuno. - Venga chaval, que ayer lo hiciste muy bien -me pidió.
Le bajé el pantalón del chandal y asomó su polla con los restos de lefa de la noche anterior. El sabor era fuerte pero no era desagradable. Había mucha testosterona en esa entrepierna. Incluso creo que él mismo lo sabía y que se aprovechaba del olor y del sabor de sus huevos y de su rabo sudados. Me la metió de un tirón en la boca. - Así, muy bien chaval, a ver como mamas- me animó.
Yo estaba desnudo y boca abajo, así que deslicé una mano y me toqué mi polla que estaba a reventar. Levante un poquito el culo para que mi mano cogiera toda mi polla y poder masturbarla suavemente, disfrutando de la increíble mañana de sexo que estaba teniendo. Ya sabía más o menos el ritmo de mamada que quería aquel tio, y como le gustaba acabar, así que el se limitó a acariciarme el pelo con suavidad. Cuando no le daba el suficiente placer, me distraía o quería más caña, sujetaba con fuerza mi cabeza y me bombeaba, sentado en la cama como estaba, levantando el culazo y dándome fuerte en la boca. Cuando su polla alcanzó su máxima dureza, se puso de pie en la cama y me folló la boca como un animal.
Ya no me daban arcadas. Me había acostumbrado a sus metidas, y controlaba más o menos la respiración. Mis babas chorreaban por sus huevos y le pringaban las ingles, pero parecía no importarle en absoluto. Así que la cosa iba cañera pero como la seda. De cuando en cuando dejaba caer algún salivazo de los suyos, desde su altura, a los que me había habituado y que recibía encantado, porque mi saliva caía a borbotones y se me secaba mucho la boca. De pronto, con mucha fuerza me la metió hasta el fondo y empezó a correrse. Sin avisar. Este tío no avisaba nunca de que se corría. Su polla se hinchó y empezó a palpitar en mi boca, y a soltar enormes chorros de lefa que iban directos a mi estómago.
-Buen chico, déjala limpia- me felicitó. Estás aprendiendo mucho- dijo derrotado y visiblemente sudoroso.
Debes entender que esto es bueno para ti porque así creces. Es leche de macho para que te hagas un hombre. Se echó a reir. Venga, vamos a la ducha que apesto a tigre y tu hueles a troll.
Su colega salía de la ducha en pelotas con la toalla colgando del hombro. Nosotros entrábamos. Nos dijo que nos esperaba abajo desayunando.
-Este ya ha desayunado, se ha llevado un buen lefote de macho, ¿A que si chaval? Y me dió una palmadita en mi culo blanco que se puso rojo.
-Está completamente cubierto de leche ¿has visto? - y tiró de mí para que su amigo me observara.
En ese momento la lefa de su compañero me caía por la cara interna de los muslos a chorretones y me estaba dejando completamente pringado las piernas. Iba goteando pegotes blancos por toda la habitación. Tenía la cara pegajosa y tirante y un indescriptible olor a polla. Deseaba ducharme tranquilamente, así que pasé de ellos y me metí en la ducha.
Ei chaval, espera- me dijo el macarra de la cadena. Se metió detrás de mí.
Encendí el grifo y me metí debajo de él. El agua salía templada y me mojó todo mi cuerpo definido por las horas de ciclismo y los partidos de tenis. Comparativamente con Marcos, yo era muy poca cosa. Podría ser mi hermano mayor, pensé. ¿Cómo es posible que un tio se desarrolle tanto? Me agarró del cuello y tiró de mí hacia atrás, dejando mi cara expuesta a su cara.
Mi colega disfruta mogollón de tu culo y yo quiero saber qué se siente al metérsela a un mariconcito. Me colocó los brazos en la pared de la ducha, agarrándome de las manos, y mientras me caía agua en la nuca, me separó las piernas y me folló contra la pared. Era un animal. Yo gemía desesperadamente ante las embestidas y él disfrutaba metiendomela con fuerza. Su amigo era mucho más suave conmigo, aunque al final todas las folladas acabaran dándome caña, al menos se tomaba su tiempo para acostumbrarme. La polla de Marcos era enorme, muy gorda y de 18 cm, proporcionada y mirando al cielo, con dos cojonazos tremendos en su base que, cuando estaba muy cachondo disfrutando de mis mamadas, subían y se quedaban en los laterales de su rabo dándole un aspecto tremendamente imponente. Tenía una dureza increible y entraba y salía sin apenas esfuerzo porque tenía la leche de su compañero todavía lubricando mi culo, lo que no evitaba que yo gimiera y sollozara ante semejantes embestidas.
Ufffff, madre mía- bramó. Nunca me he follado a un niñato, pero tengo que reconocer que estoy gozando como un perro- me decía mientras me daba cachetadas fuertes en mi culo. Estaba exhausto, agotado, y mis piernas me fallaban, así que, cuando notó que me caía y me levanto en brazos y me la clavó hasta el fondo, en el aire, en volandas.
Reconozco que me dolió muchísimo. Su polla era un cañonazo que entraba entera haciendo una enorme presión. En esa posición me agarré a su cuello e intenté relajarme al máximo, pero se clavaba hasta el fondo, lo que me producía un intenso dolor cuando me embestía. Estuvimos largos minutos así, bombeándome hasta que agarró con fuerza y me dijo que se iba a correr dentro de mí. No puedo decir cuántas veces eyaculó dentro de mi ojete, pero sí noté que mi ojete se cerraba alrededor de su polla enorme y la abrazaba con fuerza. El gemía en mi cuello y me moría, causándome un intenso placer que se acercaba al dolor cuando se animaba demasiado. Cuando acabó, después de correrse, todavía estuvo un rato bombeando, mientras su lefa y la de su colega que minutos antes me había llenado el ojete a rebosar, a cada embestida, desbordaba mi ano y empapaba su polla. Me dejó en el suelo de la ducha abierto de piernas y goteando leche. Las dos corridas anteriores de su colega y la suya. Era todo un espectáculo verme, seguro que muchos habrían hecho lo que fuera por tener a un niñato en su baño en esa situación.
-Limpiame la polla bien que está muy pringosa- me pidió desde lo alto. Yo me acerqué a su rabo todavía temblando y estando duro aún lamí los restos de la leche de su amigo y la suya propia. Estaba aprendiendo a disfrutar de la leche de los hombres, y aunque me consideraba un salido nunca había experimentado lo que era comerme la lefa de dos tios heteros y tan cachondos en esa situación. Me deleitaba con la piel de su prepucio, que retraía hasta el final y subía para que cubriera todo su cipote, recogiendo los restos de leche y acumulándolos en la punta de su capullo. En ese momento, me acordé de mi polla y la agarré con fuerza, mientras él se dejaba hacer sin prestarme mucha atención y se enjabonaba el pelo, el pecho y las axilas. Empecé a pajearme suavemente y no aguanté mucho, noté como mi cuerpo pedía correrse y empecé a lanzar grandes chorros contra sus pantorrillas y pies.
-Joder, chaval, qué cerdo eres. Cabrón, córrete para otro lado- se echó a reir. Me apartó y se puso debajo del grifo del agua. Yo me quedé ahí, jadeando, con la polla en la mano, sintiendo como se relajaban mis brazos y mi espalda. Me habría quedado en esa situación todo el día.
Cuando salí de la ducha, bien limpio y como nuevo, me vestí con la misma ropa que había traido. Una sudadera gris de la universidad, camiseta blanca, un pantalón vaquero oscuro y mis deportivas. y cogí el movil.
¿Pero se puede saber dónde coño estás?- me dijo mi padre con voz de cabreado. Mira Hugo, estoy hasta los cojones, tu madre está preocupadísima y tus hermana pequeña no para de preguntar donde te has metido. Habías prometido venir con nosotros a casa de la abuela hoy por la mañana.
Ya papá, pero...- intenté meter baza.
Ni pero ni leches. Vente ahora mismo- exigió mi padre con voz grave.
Estoy en la Uni papá, estudiando un examen que tengo la semana que viene. No puedo ir a casa de la abuela- intenté justificarme.
Pues si tienes un examen, lo menos que puedes hacer es avisar. ¿Dónde has estado esta noche?- me inquirió con voz de pocos amigos.
Me fui a estudiar a casa de Lucas un rato, y me quedé a dormir. Mamá y tú estábais durmiendo y no iba a molestaros.
¿Y para estudiar te levantas a las 10 de la mañana? Vaya vida la del estudiante. Lucas, te lo advierto, quiero resultados, sino, te pongo a trabajar conmigo descargando sacos de cemento en la obra. No quiero tonterías.
Vale, papá. Os aviso cuando acabe de preparar esto. Estoy bien, en la biblioteca de la Uni. Dale un beso a mamá y a la abuela de mi parte. La próxima vez te prometo que voy. Y dile a Sara que no se preocupe. Que cuando vuelva juego con ella- dije refiriéndome a mi hermana de 6 años.
Bueno, llámame al mediodía y te paso a recoger si quieres. Sino, nos vemos esta noche en casa a la hora de la cena. Y avisa la próxima vez que te vayas a estudiar a esas horas, deja una nota o llama por teléfono -me aconsejó mi padre todavía algo mosqueado.
Mi padre era un tipo excepcional. Era un currante nato. Un ejemplo para cualquiera. Además de ser un macho en toda regla, tenía valores. Tenía un cuerpo currado de hacer deporte como un bestia, porque era su pasión. Unas piernas portentosas, unos brazos cuadrados y una espalda tremenda. Tenía su pecho cubierto con una fina capa de vello castaño que era las delicias de mi madre, y de todas las tías que en la playa o en la piscina se deleitaban mirándole. Solo tenía 39 años y le encantaba salir conmigo con la bici a hacer deporte: “a sudar la camiseta”, como le gustaba decir. Teníamos muchísima confianza y desde pequeño estaba ensimismado con su figura. Me quería un montón y siempre me intentaba proteger o se preocupaba cuando algo no iba bien. Descubrió que me gustaban los tios cuando me pilló en la sauna de nuestra urbanización con un vecino 11 años mayor que yo con el que quedaba para jugar al tenis. Después de cada partido, nos metíamos en la sauna y le comía la polla hasta que se corría en mi boca. El tío tenía novia, pero era adicto al sexo oral. Aquel día mi padre alucinó conmigo. Me tuvo una semana y media encerrado en casa, dándome la chapa, hablándome de sexo y explicándome que lo que tenía que buscar era alguien de mi edad que me comprendiera y me diera cariño. Lo que menos le importaba era que fuera gay, pero que chupara pollas de tios mayores le producía una impotencia y angustia que no era capaz de soportar. Desde entonces, la relación se había estrechado, haciéndose más cercana, sobreprotectora y cariñosa. Sé que estaba orgulloso de mí, pero no quería que me dedicara a distraerme con tíos adultos. Quería que su hijo fuera licenciado universitario a toda costa, y hacía un enorme esfuerzo para que no me faltara de nada. Su ojito derecho, vamos.
Después de la padre había quedado medio convencido. Había tragado con la mentira de que estaba con Lucas, mi mejor amigo desde el colegio. Él era el típico tío responsable hetero que lo sabía todo de mí y que me quería tal y como era, jamás me había cuestionado. El amigo que todo el mundo quiere tener. No era especialmente guapo, pero era muy masculino, y desde pequeño sentía una enorme atracción por él. El plan era que tenía que llamarle y pedirle que si mis padres le preguntaban algo, me tapara diciendo que estaba en la universidad estudiando.
-Lucas, tengo que pedirte algo- Le dije un poco impaciente.
-Qué pasa, nene, ¿Estás bien?- me contestó.
-Si, todo perfecto. Solo que estoy metido en un marrón. Mis padres piensan que estoy estudiando contigo en la Uni para un examen la semana que viene y en realidad estoy con unos amigos de fiesta- le expliqué con poca convicción.
-¡No me jodas! ¿Con quién estás?- me preguntó con un tono entre serio y curioso.
-Ahora no, Lucas, te prometo que te lo explico esta tarde o mañana, pero porfa, házme ese favor.
-Ehhhh- dudó un momento. Bien tio, yo te tapo, pero no quiero que te pase nada, ¿entendido? Espero que no estés metido en ningún lío y o te pasa algo, me avises inmediatamente y voy a recogerte- dijo con voz más que seria.
-No te preocupes, Lucas, estoy bien. Te llamo en cuanto tenga un rato y te cuento- puse fin a la conversación.
Solucionado el problema de mi familia y de mi mejor amigo, me quedaba enterarme de qué coño pasaba en esa casa. Había pensado quedarme hasta el medio día, y volverme a mi casa y esperar allí a que mis padres volvieran de casa de mi abuela. Estaba todo pensado y las cosas iban saliendo a la perfección. Ya eran casi las 11, así que bajaría a la cocina y hablaría con esos dos maromos. Esquivé la ropa que había por el suelo, las zapatillas de deporte tiradas por todas partes, los calcetines sudados y calzoncillos usados, los pantalones de deporte del horas en el gimnasio y las camisetas, que ciertamente desprendían un aroma tremendo, hasta que alcance la ventana de la leonera. Aunque mi nariz se había acostumbrado al olor a macho, sexo y semen concentrado que había en esa habitación, de los dos tios que habían estado dándole polla y leche a un post adolescente toda la noche y media mañana, todavía el ambiente estaba muy cargado y respirar se hacía pesado. Subí la persiana y dejé que entrara el aire fresco de la mañana de sábado. No creo, pensé, que le importaba al macarra que su habitación se ventilara. En realidad le estaba haciendo un favor. No había quien aguantara semejante fragancia.
Bajé las escaleras de la casa fijándome en los detalles. No era una casa muy grande, con las paredes pintadas de distintos colores. Era un adosado en una urbanización a las afueras. Todas las habitaciones estaban cerradas. Escuché carcajadas que venían de la cocina. Cuando llegué ví que ambos tios estaban sentados en la mesa que había en un lateral, con bricks de zumo de naranja, leche, cereales y magdalenas del Mercadona. Uno enfrente del otro. Cuando llegué se hizo el silencio. Marcos llevaba su cadena reluciente al cuello, un pantalón corto de deporte y unas zapatillas desgastadas. Estaba abierto de piernas y parecía que decía: “aquí estoy, soy todo un macho”. Marcaban pecho, y hacían gestos contínuamente con sus biceps y sus pectorales, tocándoselos a cada poco, orgullosos de sus cuerpos currados en el gimnasio. El colega, Aitori, llevaba la toalla en la cintura y estaba poniéndose como un cerdo, apoyado con un brazo en la mesa, comiendo magdalenas que sumergía en el tazón de leche con colacao y sacaba con una cuchara grande. Un ejemplo de educación en la mesa. Además, masticaba sin ningún miramiento.
-¿Qué quiere desayunar mi reina?- Dijo Marcos mirando a su colega. Y los dos se echaron a reír a carcajada limpia.
-Con un poco de zumo de naranja tengo- conesté azorado, evitando la palabra leche. Me senté en una silla vacía que había al lado del macarra. Intentaba que pareciera que controlaba la situación.
-Si, porque leche ya has tomado, ¿Verdad chaval?- me revolvió el pelo Marcos y me alcanzó su vaso usado con restos de zumo que acabó de llenar. Los dos se echaron a reir de nuevo.
-Gracias- Le miré a la cara. Bueno, tios, es hora de que me vaya, se me está haciendo un poco tarde, y mis padres dicen que esté en casa pronto, que tengo que ir a casa de mi abuela.
Marcos se echó a reir, e ignorándome le dijo a su colega: -aquí uno se ha pensado que somos gilipollas- Acaba de decirle a su viejo que no va a ir a ver a su abuela. Le comentó, e inmediatamente, apoyó un codo en la mesa con chulería y me miró fijamente a los ojos: Has planeado quedarte esta tarde. Lo admito. Te hemos dado lo que querías y tú te has portado como un campeón. Así que te quedas. No hay más que hablar. Su amigo Aitor, se levantó y chocaron puño contra puño en un gesto de colegueo. Su toalla cayó y quedó a la vista una polla morcillona muy gorda, con el capullo totalmente cubierto y una pelambrera negra que adornaba todo el conjunto. Entonces, se miró, se echó a reir, cogió mi vaso lleno de zumo, y metió su rabo dentro. Los dos rieron con fuerza. Sacó su polla empapada en zumo y goteando y la descapulló y la volvió a meter en mi vaso. Se aceró a mí y me dijo: -Limpiala, verás que dulce. Me hizo gracia la escena y acerqué el vaso a su polla y comencé a sumergirla y a limpiarla de zumo de naranja con mi boca. El tio empezó a empalmarse. Yo continué jugando con su polla hasta que se puso totalmente dura. Su rabo, en pocos minutos, volvía a estar a tope follándome la boca - venga, dale leche que desayune bien, que tenemos cosas que hacer, le increpaba su amigo, mientras el otro se concentraba en follarme la boca a saco. Disfrutaba saboreando su rabo con sabor al zumo de naranja. Subió una pierna a otra silla y me encajó la polla. Jugaba a metérmela del todo y a aguantarla dentro hasta que tosía o me atragantaba.
- joder colega, como chupa, voy a correrme- dijo, acercando el vaso a su capullo que empezó a lanzar chorros largos sobre lo que quedaba de mi zumo, dejando los márgenes del vaso completamente cubiertos de lefa blanca que escurría.
Cuando se sentó, me quedé mirando el zumo con la mezcla caliente de su leche. Me lo bebí ante sus caras de estupefacción. De un trago. Noté como su semen, más espeso que el zumo de naranja, pasaba a través de mi garganta directamente. Empezaba a saber a intuir lo que querían estos tios.
Tenemos planes para esta tarde. Si te vienes, no te arrepentirás. Te lo vas a pasar de puta madre y nosotros vamos a disfrutar de esa boquita que tienes de mamador.
¿Y qué planes son esos?- pregunté intrigado.
Se volvieron a reir y se miraron mutuamente. ¿Por qué cada vez que preguntaba o decía algo se hablaban entre ellos en lugar de hacerlo conmigo? Vale que eran colegas, pero joder, yo merecía un poco de respeto. Además, estaba haciendo todo lo que ellos querían.
Qué planes son esos, qué planes son esos - se burló de mí, haciendo más aguda su voz para imitar la mía. Este no sabe todavía donde se ha metido. Me asusté. Quiere ir más rápido que la ostia. Pero las cosas son como yo digo. Y volvió a mirarme.
Aprende a estarte callado, o te reviento. Descansa un rato en el salón mientras nosotros lo preparamos todo. Y tómate algo más que el zumo lefado que te ha regalado mi colega. Te necesito muy bien alimentado y con fuerzas. Se acercó mucho a mí, me revolvió el pelo y me dió un beso en la frente.
Eres un encanto, chaval- me alegro de haberte conocido. Y tú también, ¿a que sí tron? le preguntó a su amigo que seguía desayunando metiéndose un tazón enorme de cereales.
Ostia que si, este niño me está haciendo feliz- Mi polla está más que contenta. Y me guiño un ojo.