Los tímidos

Entre dos participantes de Todorelato, el Tehuelche, de Buenos Aires y Fernando Momo, de Montevideo escribieron la historia de estos dos chicos, que unidos por la timidez se hacen hombre juntos al descrubir el sexo entre ellos.

LOS TÍMIDOS

Cuando vas a un club deportivo encuentras desde gente muy dispuesta a mostrar como es y lo que tiene hasta gente muy tímida. Este chico era de los tímidos, tenía un físico espectacular como 1.90 m, rubio, de pelo bien corto, ojos claros, piernas gruesas, espalda ancha y era muy bueno en los deportes especialmente natación. Además era simpático y tenia buen trato con todos en el club. Su timidez se notaba en que no usaba ropa ajustada, en la piscina bermudas hasta casi la rodilla aunque esto lo hiciera nadar mas lento. En las duchas elegía las mas escondidas y se quitaba las bermudas de espaldas. Se secaba rápido y se vestía enseguida.

Para esa época yo era un bicho parecido a él. Hoy veo mis fotos de esa época, y veo un lindo pendejo, morochito, de ojos oscuros y pelo negro, lindo cuerpito, donde ya se veía al hombre que soy hoy. Y sin embargo en esa época, a los 17, me sentía feo y me avergonzaba que me viesen desnudo. Yo también elegía las duchas apartadas, o me quedaba en la pileta más tiempo, así al llegar al vestuario todos mis compañeros de natación ya estaban duchados y vestidos. Esto hacía que muchas veces nos encontrásemos con Lionel, que así se llamaba el rubio. Él era más grande que yo, tenía 19 y ya estaba en la facultad, estudiaba antropología, y yo todavía estaba en el cole, en quinto del bachiller. Compartiendo duchas y timideces, nos fuimos haciendo amigos, bueno o por lo menos charlábamos un poco. A veces salíamos juntos del club, Lio a tomar el subte y yo caminando a casa.

A mí me estaban pasando cosas raras, sentía que los hombres me atraían, pero no terminaba de convencerme que era homosexual. Y de entre los hombres, la verdad, que Lio me gustaba mucho, pero no sabía que hacer. A los dos o tres meses, el departamento de turismo del club, organizaba un viaje a Bariloche, a hacer andinismo. Yo había ido a algún viaje de este tipo, pero no me había ido muy bien justo por mi timidez. Una noche, después de nadar, camino al subte, Lio me dijo si no iba a Bariloche, si no tenía ganas de ir, si no íbamos juntos. Sin pensarlo le dije que sí. Esa noche, en mi cuarto, ya en la cama, no me podía dormir, estaba nervioso, excitado. De a poco, como siempre, me metí la mano por debajo del calzoncillo, me acaricié el vello , poquito, negro y duro, bajé y me agarré el pito, note con placer como se me iba poniendo duro, como se iba corriendo el prepucio y la cabeza se me agrandaba. Jugué un poco con el agujero, lo abría y sentí como se me mojaba con la primera gota del líquido. Eso siempre me calentaba, me pase el líquido por toda la cabeza y comencé a hacerme la paja. A oscuras, en la cama, con el pito bien duro en la mano, no podía dejar de pensar en la invitación de Lio, de a poco la invitación en la calle, fue dejando lugar a la imagen de Lio en las duchas. Desnudo, brillante por el agua, los ojos azules y todo tan hermoso, con esas piernas musculosas plantadas en sus pies grandes y varoniles, las nalgas duras y blancas y cubiertas de vello dorado. No me pude contener, sentí en la mano, el chorro de mi leche, caliente, pastosa, me pareció que era más que la que me salía siempre que me hacía la paja. Lo cierto fue que por primera vez, verdaderamente supe que Lio me atraía, que me calentaba.

Después de una semana que no terminaba más salimos para Bariloche. El papá de Lio me vino a buscar a casa y nos llevó a tomar el micro del club. Viajamos juntos, bastante aislados del resto del grupo, pero cada vez más amigos. Cuando llegamos a Bariloche, el hotel que había reservado el club, había tenido algún problema con las habitaciones, y faltaba una, por tanto nos metieron a nosotros dos y a un profesor, en la única que quedaba. Una habitación triple, con una cama matrimonial y una chica. Por supuesto, el profe sin consultar nada se agarró la cama simple y nos dejó a nosotros que nos arreglemos como podamos con la cama doble...., lo que no se debe haber imaginado es lo bien que nos íbamos a arreglar.

Cuando llegó la noche y nos fuimos a la cama, la verdad que estaba muy conmocionado por tener que compartirla con Lio. Pero en fin, fue lo mejor que nos podía pasar. Nos acostamos muy duritos, derechitos con nuestros pijamitas, cada uno bien en el borde de su lado. No sea cosa que se vaya a pensar mal. Pero, después de todo un día chiveando por las montañas, dos pibes de 17 y 19 año, caímos como troncos. A la mañana, al despertarme, sentí algo. Mejor dicho dos cosas: el pie de Lio, encima de mi pantorrilla, y mi pija dura como de piedra. Si bien, todas las mañanas me despertaba con terribles erecciones, lo cierto es que el contacto con la patita del Lionel, me había puesto a mil.

Esa noche, fue diferente, durante todo el día con Lio, experimentamos una confianza como nunca antes había sentido. Nos hacíamos chistes, aprovechábamos cualquier cosa para acercarnos, o tocarnos, una ayuda con la mano, un empujoncito amistoso, un brazo sobre el hombre. El acercamiento cálido y viril de dos amigos. Cuando fuimos a la cama, creo que los dos sabíamos que ya estaba echada la suerte. Después de apagar la luz, y cuando la respiración del profe se hizo tan regular que nos dimos cuenta que estaba dormido, yo seguía despierto. Sentía que Lio también. Nos movíamos y poco a poco nos íbamos acercando. Hasta que pasó lo que tenía que pasar: con mi rodilla sentí la pierna de Lio. Parece una tontería, pero no puedo explicar la electricidad que corrió por ese mínimo contacto. No sé cuanto tiempo permanecimos así, lo que si se es como mi pija se puso dura. Nunca había sentido tal calentura, pensaba que si me movía iba a acabar. Sentía la dureza del músculo del costado de su pierna, y sentía el vello que la cubría. Sabía que era dorado, casi transparente, pero espeso.

Al rato, un pequeño movimiento de Lio hizo que su muslo se corriese casi hasta mi cadera, al mismo tiempo que su mano llegaba a mi brazo, a la altura del bíceps. Como yo respondí acercándome aun más, Lio me acarició el brazo, desde la axila hasta la mano, y cuando sus dedos llegaban a los míos, me animé y puse mi otra mano, en el borde de su calzoncillo, justo entre la tela y su pierna. Él siguió con la mano en la mía cruzando nuestros dedos, y yo de puro machito y valiente, pasé la mano por abajo del calzoncillo y llegué hasta su pija hermosa. No estaba listo para saber lo que me esperaba. En realidad, no era nada muy diferente a mi propia verga cuando me pajeaba. Igualmente dura, igualmente caliente, igualmente mojada por el líquido lubricante. Lo increíble era sentir todo eso en el cuerpo de Lio, saber finalmente como se siente el pito de tu amigo. Envalentonado por el descubrimiento seguí. Baje la mano por sus huevos, duros y muy peludos, y seguí hasta su culo. El agujero era flexible y caliente, rodeado por la aspereza de sus pelitos rubios. Justo cuando empezaba a introducirle mi dedo índice en la tibieza del orto, sentí que su pija, contra mi brazo se movía apenas, y me mojaba con el chorro caliente de su leche. Hice algo increíble, que solo me lo pudo sugerir mi intuición. Me llevé el brazo a la boca y me comí toda la leche de Lio. No puedo entender como se me ocurrió, pero si se como me gustó. Lio acerco la cara y me besó. Sentí su lengua caliente, bien adentro en mi boca, sus labios gruesos y húmedos de saliva, y me llegó el turno a mí. Vacié mis huevos, mitad en la cama, mitad en la panza de Lio. Y todo en absoluto silencio, para no despertar al profe.

Al otro día fue la mañana más genial. Apenas nos miramos, nos cagamos de risa y supimos lo que nos pasaba. Estábamos felices, al fin habíamos empezado a tener sexo de a dos. Cada día fue más divertido en las montañas, y cada noche más divertida en la cama. Pero siempre limitados por el profe y su sueño. Pero no éramos pelotudos y arreglamos una historia. El último día yo me hice el descompuesto, dije que no podía ir a la excursión, y Lio se ofreció a hacerme compañía. Me dieron pastillas de carbón y se fueron todos a la última excursión. Con Lio saltamos de alegría. Nos pusimos en pelotas, nos sacamos remera, pantalones, medias, slip, todo. Nos sacamos también la vergüenza de nuestros cuerpo, y disfrutamos de vernos en pelotas, nos miramos todo a la luz del día. Lio me abrio el orto para verme adentro. Yo le miraba los pies, entre los dedos o el agujerito de la pija, bien rosadito por dentro. El me acarició el ombligo y me pasó la lengua por los pezones.

Nos bañamos juntos, lo enjaboné, hicimos pis juntos, nos olimos sobacos e ingles. Y cojimos. Lo que apenas podíamos amagar debajo de las sábanas, a oscuras y en silencio, lo hicimos a plena luz del día. Me penetró y lo penetré. Sentí el chorro de su leche en mi culo y él me hizo acabar con la boca. Probamos nuestras leches pasándonosla de boca a boca. A las siete, ya no podíamos más. 10 horas de cojida nos dejaron tranquis y felices. Nos pusimos nuestros pijamitas de chicos buenos y esperamos la llegada de nuestros compañeros. Me parece que el profe nos vio un poco más locos, más contentos y brillantes.