Los sueños de Carla: agua y vapor

Una de las profesoras más morbosas del instituto, le cuenta a su colega uno de los sueños que cada vez con más frecuencia recurren su mente mientras duerme inocentemente.

Los sueños de Carla

Carla era una de las profesoras más simpáticas y morbosas del instituto. Tenía 30 años y bajo su frágil e inocente apariencia se escondía una mujer políticamente incorrecta a la que le encantaba el lenguaje vulgar y las conversaciones de sexo.

Era profesora de lengua y literatura y a menudo bromeaba con eso diciendo que era una experta con dicho músculo. Lo que más nos llamaba la atención es que a menudo se "quejaba" de tener sueños eróticos y no dudaba en comentarnos nada más llegar que se había tenido que dar una ducha bien fría porque se había levantado empapada y con unas ganas tremendas de follar por culpa de algún sueño. De ahí que opine que es una tía morbosa, pero creo que no lo hace por ponernos cachondos. Por lo que la conozco diría que es su personalidad, es aplastantemente sincera y siempre dice lo que piensa, aunque a veces choque con las opiniones de los demás.

Aquella mañana Carla volvió a darse una ducha fría. Durante mi primera hora libre coincidí con ella en un pasillo y puesto que ella tampoco tenía clase fuimos a la cafetería a tomar algo. Durante un buen rato estuvimos hablando de política, tema que nos apasiona, y al final me decidí a llevar la conversación por el tema que más me interesaba; sus sueños.

  • Bueno esta mañana también te has pegado un duchazo frío, ¿no?

  • Pues sí, pero vamos, estoy acostumbrada ya.

  • Pero, ¿qué pasa? ¿Tienes sueños de ese tipo muy a menudo?

  • Bastante, de hecho hace poco empecé a ir a un psicólogo, porque la verdad es que hasta cierto punto me preocupa. Todos tenemos sueños porno, pero yo los tengo tantas noches que me da por pensar que me voy a volver loca o que me falla algo o no sé

  • ¿Qué te dice el psicólogo?

  • Dice que lo más seguro es que me estoy reprimiendo de algo en la vida real y que todavía no lo se.

  • ¡Bua! A mí eso me suena a cuento chino.

  • Ya, yo también lo pensaba al principio. Estaba cagada por si en alguna de sus sesiones me soltaba que lo que me pasaba es que me lo tenía que tirar ahí mismo.

  • Hombre no sé, quizá algo de razón tiene, pero vamos, a mi es que nunca me han gustado demasiado los psicólogos.

  • A mi tampoco pero ya ves hijo.

  • Bueno… ¿y con quien sueles soñar? – Ella entonces me clavo la mirada como si mi pregunta fuera demasiado indiscreta. Traté de continuar suavizando un poco el tema. – Quiero decir… ¿sueñas con gente desconocida? ¿con amigos? ¿compañeros?

  • Jajaja, tranquilo, si es normal preguntarlo. En realidad sueño un poco con todo el mundo. Más a menudo con mis compañeros de trabajo. Y compañeras

  • ¿El de esta noche con quién ha sido?

Ella cambió la cara, miro hacia arriba y esbozó una sonrisa pícara. Parecía que le estaba gustando recordarlo.

  • El de hoy ha sido con mi compañera de piso.

  • Ah… Bien, bien. No sabía que te gustaban las tías.

  • Bueno, nadie tiene por qué saberlo… pero aún así te digo que no, como norma general.

  • ¿Eso que quiere decir? ¿Eres bisexual?

  • Es que no se como explicarlo… A mi me encantan los tíos y francamente, no me veo saliendo con una tía. Pero a veces me topo con alguna tía que… sencillamente me la follaría. Nunca lo he hecho, ¿sabes? Creo que me tiene que gustar muchísimo como para llegar a hacerlo

  • Sí, eso en mi pueblo se llama ser bisexual

  • Bueno, en cierto modo, dicen que todos somos bisexuales.

  • Me gustaría discutir eso, pero me interesa más lo de tu sueño, ¿te gustó?

Ella se empezó a reír, consciente quizá que me estaba alegrando el café con su confesión.

  • Me encantó, tanto que me he levantado con unas ganas terribles de ir a su cama y comerla el coño sin ni siquiera despertarla

  • Guau, joder… ¡tu no te cortas!

  • Es que fue la ostia. Sólo de recordarlo me pongo mala.

Los dos nos quedamos un rato en un silencio algo tenso y expectante. Por fin arranqué a decir:

  • Bueno joder, venga cuéntame un poco, ¡no me dejes así!

  • Vale, pero procura no hacerte una paja, que está lleno de gente.

Nos empezamos a reír y por fin empezó a contarme su sueño:

Mi sueño empezó como terminó; en la ducha. Me acababa de meter y había puesto a correr el agua caliente. Recuerdo que lo primero que hice fue observar detenidamente mi cuerpo, sobretodo los muslos, cerca de la entrepierna, buscando puntos negros, granitos y pelitos enquistados, ya sabes… ese tipo de cosas. Una vez revisado todo me acerqué al chorro y me relajé mientras el agua caliente bajaba y resbalaba por todo mi cuerpo. Me sentía fenomenal, pero de repente, un extraño ruido me sacó de la tranquilidad. Parecía que alguien se había metido en el baño. En aquel momento sólo estábamos en casa mi compañera de piso y yo, así que no me preocupé. Imaginé que tenía que coger algo del baño. Pero me quedé extrañada al ver su silueta inmóvil detrás de la mampara, dirigiendo su cara hacia mí.

A pesar de lo extraño de la situación, no me importaba, de hecho, en el fondo empecé a desear que se metiera conmigo. Al cabo de unos segundos pude ver como se quitaba la ropa. Me empecé a excitar mucho y creo que ella, de alguna manera, sabía como me sentía. A través de la gruesa mampara, pude distinguir vagamente su cuerpo desnudo, mezclándose con el vapor y el húmedo ambiente. Me moría de ganas por que abriera la puerta y entrara conmigo. Tanto que mis manos ya estaban masajeando mi clítoris y mi coño empezó a segregar más flujo de lo normal.

Por fin abrió la puerta. Casi me corro cuando sus pezones rozaron los míos a medida que entraba en la ducha. Empezamos a besarnos y acariciarnos por todos lados. Mis manos navegaban por su espalda y cuando llegaban al culo lo apretaban y presionaban contra mí. Sus manos hacían lo mismo, su dedo índice pasaba suavemente por la rajita de mi culo haciéndome gemir de ansias por que su boca me devorara. Ella se inclinó y comenzó a lamer mis pechos. Jamás nadie me había lamido los pechos así, ni en sueño ni en realidad. Cuando sus labios rozaban mis pezones creía volverme loca, era como si la hubiera estado deseando toda mi vida. A la vez que me los chupaba su mano pasaba por mi vientre y bajaba hasta mi pubis. Tocaba y manoseaba mi coño como si conociera de antemano todas mis preferencias sexuales.

Entonces me cogió de los brazos y me obligó a que me sentara sobre un pequeño reposadero donde dejábamos nuestros botes de champú y jabón. Miré con intención de decirle que no podía sentarme debido a que estaba todo ocupado, pero entonces ella de un golpe lanzó todos los botes al suelo. Me senté y ella dirigió el chorro de agua caliente hacia mi coño. Se arrodilló y me abrió ligeramente de piernas para quedar su cabeza entre mis piernas. Ella me empezó a besar los muslos e iba subiendo lentamente, haciéndome que me retorciera de placer y respirara cada vez más fuerte.

Por fin su boca rozó los labios de mi coño que estaban siendo empapados. Pasaba su lengua lentamente, bebiéndose el agua que resbalaba. Su lengua recorría toda mi vagina. Abrí mis labios con los dedos y su lengua entró en contacto profundo con mi clítoris. Ella lo lamía suavemente, con ternura, procurando no hacerme daño. Pero poco a poco aumentaba el ritmo. Metió su lengua en mi agujero y después la saco y la volvió a subir para atrapar entre sus labios mi preciado botoncito. Lo chupaba como si de una polla pequeñita se tratara. En esos momentos mis gemidos eran casi alaridos, gritaba como una puta a la que no la importaba si despertaba al vecindario con tanto placer. La cabeza se me fue y cuando me introdujo el tapón de uno de los botes de champú, reventé en un orgasmo brutal, apretando su cabeza entre mis piernas y agarrándola de los pelos. Quería sentir su cuerpo y su boca mientras me estremecía de placer. Mi cuerpo latía y ardía, no me corría así desde hacía mucho tiempo.

Cuando me relajé, miré hacia abajo y vi como ella seguía besando mi cuerpo, acariciando mi vientre con una mano mientras la otra sostenía el bote de champú cuyo tapón me había penetrado. Lo sacó lentamente y lo metió en su boca; lo relamió hasta que ni un solo rastro de mi flujo quedaba en él…"

Carla paró y sonrió mirando hacia la nada. La campana sonó, pero los dos nos quedamos sin inmutar. Yo estaba totalmente empalmado ante tales declaraciones y en esos momentos sólo pensaba en lo bien que me lo habría pasado si hubiera aparecido en aquel baño. Por fin volví a la Tierra y le dije:

  • ¿Y así acabó todo?

Ella recuperó la cordura tras unos instantes y me miró.

  • No, hubo mucho más. Yo también le di lo suyo. Hicimos de todo. Pero ya te contaré otro día. No sé como voy a poder dar clase ahora. Sólo puedo pensar en llegar a casa y ducharme con ella.

  • Joder, no me extraña. Yo tampoco sé como voy a dar clase. También estoy deseando ir a tu casa y ducharme con ella.

Los dos nos reímos y terminamos por fin de volver a la realidad rutinaria. Nos levantamos y cogimos nuestros bártulos. Estaba a punto de despedirme cuando se me ocurrió soltarle:

  • Oye Carla, a ver cuando sueñas conmigo, ¿no?

  • ¿Contigo? Contigo ya he soñado varias veces. Ya te los contaré… en otro momento.

Y se fue por el pasillo.