Los strepteases de mamá
Para salvar una situación económica complicada una madre accede a trabajar como bailarina erótica. Allí, un hombre le propondrá un espectáculo privado. Tener sexo con sus dos hijos.
Cuando murió nuestro padre, quedamos en una situación realmente complicada. Desconocíamos que la empresa que regentaba estaba en una situación prácticamente de bancarrota.
Pasados dos meses, nos adaptamos a nuestra nueva vida, eso si, de manera mucho más modesta que hasta entonces. Habíamos liquidado la empresa y tan sólo nos habíamos quedado con el piso en el que vivíamos, eso si, gravado con una importante hipoteca.
Mi hermano Edu de 18 años y yo, Alberto de 19, propusimos a Blanca, nuestra madre, buscar algún trabajo, que compaginásemos con nuestras labores en los estudios y así ayudar en casa. Se negó, razonando que debíamos continuar estudiando y emplear todo nuestro tiempo en ello. Sería ella quien trajera el dinero a casa.
Lo ideal habría sido que hubiera podido montar una tienda de ropa, como ya la tuvo hasta poco antes de tenerme a mi. Pero necesitábamos dinero para ello, y era algo de lo que carecíamos.
Un domingo mirábamos en el periódico las ofertas de trabajo, siendo ella quien vio el anuncio. Necesitaban bailarinas para un espectáculo de streptease.. Al comentarlo, mi hermano y yo enrojecimos y sonreímos, pero no le dimos mayor importancia.
Un par de días después mi madre, mientras cenábamos, nos dijo que había ido a entrevistarse con el dueño del local de streptease que aparecía en el anuncio y le habían dado el trabajo.
- Pero mamá, ¿Vas a desnudarte para los hombres en un local? – Pregunté entre extrañado e indignado.
- Hijo.¿Tú sabes cómo nos conocimos tu padre y yo? Pues fue bailando. Yo trabajaba como gogó en una discoteca. Cuando empezamos a salir, me dijo que no le gustaba que me mirasen y me montó la tienda de ropa, que mantuvimos hasta ya muy avanzado el embarazo de ti. Ahora él ya no está y necesitamos el dinero.
- Si mamá. Pero no es lo mismo bailar que desnudarse. Es una traición a papá.
- Alberto. Entonces me ponía minifaldas muy cortas y grandes escotes. Tengo que sacar a mi familia adelante. Lo voy a hacer. No hay más que hablar. Además, papá ya no está aquí para sacarnos las castañas del fuego.
Me levanté malhumorado. Mi hermano me acompañó y salimos a la calle a hablar. No podíamos permitir que hiciera aquello, pero tampoco teníamos opción de impedirlo, hasta que después de mucho deliberar decidimos volver a hablar con ella.
- Mamá. ¿En qué consiste exactamente el trabajo? Tendrás que acostarte con hombres?
- No, no me acostaré con nadie. Tres veces por semana, haré un streptease en el local. Ni tan siquiera será un desnudo integral. El centro de los pechos estarán tapados por unos corazones adhesivos y debajo llevaré un minúsculo tanga que tapará mi sexo.
Mi hermano y yo sabíamos que en aquellos locales, además de los espectáculos públicos, las bailarinas solían tener relaciones íntimas con los clientes, y aquello ya nos ponía enfermos. Después de mucho deliberar, decidimos que la acompañaríamos todos los días mientras ella “bailaba”. De esa forma le quitaríamos a los moscones de encima y evitaríamos que, por nosotros, se sintiera tentada por el dinero y cometiera una estupidez.
Llegó el día que habría de comenzar el espectáculo. Supongo que todos estábamos nerviosos, aunque nuestra madre parecía llevarlo bien. En mi caso, tenía un nudo en el estómago que me impidió comer en todo el día.
El baile no iba a durar más de veinte minutos y para ese tiempo, le pagaban bastante bien. Ni mi hermano, ni yo, sabíamos nada de ese mundo. Entró en el camerino, con una bolsa con la ropa que se pondría, mientras nosotros esperábamos fuera.
Al salir, observamos como iba vestida. Una camiseta con una cremallera por delante y una falda bastante corta. Pensar que en unos instantes mi madre iba a bailar para excitar a los hombres que allí se encontraban era algo que nos hacía sufrir a mi hermano y a mi.
Oímos al presentador del streptease anunciar a mi madre. Lo hizo como Lady B, presentándola como una sexy madurita. Supongo que sería vista así por los hombres que allí se encontraban. La música empezó a sonar y ella entró corriendo en el escenario.
Nos colocamos en un lateral del escenario para ver el espectáculo. Se contoneaba alegremente, con movimientos ágiles, algo que sorprendía para una mujer de más de cuarenta años.
Empezó bajando la cremallera de su camiseta y poco a poco esta quedó abierta, con el sujetador cubriéndole sus pechos. Siguió bailando, esperando que su falda fuera la que se soltase, pero siguió con el tronco superior de su cuerpo. Lo siguiente que se quitó fue el sujetador, lo que provocó un gran aplauso de los asistentes, además de piropos, que en algunos casos se tornaban en ofensivos.
Como nos había dicho, sus pezones estaban tapados por unos corazones adhesivos. No obstante, sus pechos se movían alegremente. Miré a los hombres que allí se encontraban, y todos, sin excepción, mostraban una sonrisa simplona, siguiendo los movimientos de mamá.
Seguía bailando y moviéndose. Todo transcurría lento, dando pie a los comentarios de los hombres que prácticamente llenaban el local. El nudo de mi estómago aumentaba al ver que en breve se desprendería de su falda. Antes de hacerlo jugaba con ella, subiéndola y bajándola. No conseguía verle las bragas. Su promesa era que no se las quitaría.
Por fin, empezó a desabrocharla lentamente. Lo hacía de manera sexy. No me habría imaginado nunca a mamá así. Por fin, la falda cayó al suelo. De una patada la apartó de su radio de acción y siguió moviéndose agarrándose a la barra.
Miré el tanga. Aunque no se lo quitase, era tan pequeño que sólo le tapaba parcialmente su sexo. Imaginaba que estaría totalmente depilado, y la escasa tela, apenas lo cubría.
Continuó unos minutos con aquel erótico baile, mostrando el movimiento de sus caderas, aunque todos, incluidos nosotros, nos fijábamos más en sus pechos, y en lo que su tanga no cubría.
Por fin salió de nuevo el presentador dando por finalizada la actuación de mamá. Se llevó un fuerte aplauso y nos sentimos aliviados al ver que aquello había terminado.
Esperamos a que saliese del camerino y nos marchamos los tres a casa. Durante el trayecto en el coche, ni Edu, ni yo, abrimos la boca, hasta que ella rompió el hielo.
- ¿Qué os ha parecido el espectáculo? ¿Estaba guapa? ¿Os ha gustado como he bailado?
- Has estado bien, mamá, pero no me gusta que te desnudes para esos hombres. No me gusta como te miran.
- Alberto. Pagan por mirar. Es un espectáculo erótico, del que has de abstraerte. Bailo, enseño las piernas, y me voy.
- Enseñas las tetas y casi el coño¡¡¡ – Respondí enfurecido.
- No voy a seguir hablando de esto. Mientras no tenga otro trabajo, este es nuestro único medio de subsistencia.
Los días posteriores fueron similares. Acompañábamos a nuestra madre al espectáculo. A veces, al terminar le ofrecían tomar algo con algún cliente del club, cuya invitación siempre rechazaba.
Sé que si no la hubieramos acompañado Edu y yo, tal vez habría aceptado algo más en alguna ocasión, ya que nuestros problemas económicos cada vez resultaban más acuciantes y siempre aparecía alguna pequeña deuda nueva, de la que desconocíamos su existencia.
Una noche, después de terminar su actuación, se acercó un hombre a hablar con ella. Enseguida nos acercamos pensando que sería un moscón y querría quedarse a solas con ella, pero no era exactamente eso lo que pretendía.
- Lady B. Me gustaría invitarla a tomar un café.
- Lo siento. Ella no va sola a ningún sitio.
- Por supuesto. No quiero que me malinterpreten. Me gustaría invitarles a los tres. Me gustaría proponerles algo.
- Dada la eduacación que expresa, aceptaremos su invitación. Deme unos minutos que me cambie.
El hombre era más o menos de la edad de ella, y aunque era educado e iba bien vestido, no me había hecho gracia que le hiciera una proposición, que a todas luces, sería indecente.
Cuando mi madre salió del camerino, nos dirigimos los cuatro a un bar próximo al club. Se presentó como Felipe García. Era un empresario de la ciudad, según mostraba la tarjeta de visita que nos entregó.
Soy Blanca. La B que sigue a Lady es por Blanca. Estos son mis hijos Edu y Alberto.
Imagino que se preguntarán el motivo de haberles reunido.
- Mi madre no tiene citas privadas con nadie. – Se apresuró a comentar mi hermano.
- No. No pretendo acostarme con su madre, no se preocupe. Pero si me gustaría proponerles algo.....
Se hizo un silencio en la mesa, esperando que el hombre comenzara a hablar de nuevo.
- En primer lugar, quiero decirles que si les parece muy fuerte mi propuesta, les pido que la olviden. No es mi intención ofenderles.
- No se preocupe. Proponga lo que considere. Si no nos parece correcta, la olvidaremos.
- Represento a un club privado, y solemos contratar espectáculos eróticos, altamente eróticos. Actualmente estamos buscando una madre y unos hijos para que mantengan sexo en directo en nuestro local. Sexo entre ellos. Una relación de amor filial.
Curiosamente, mi madre no gritó, ni le tiró el café a nuestro interlocutor. No entendía como alguien podría tener esa fantasía sexual. Mi madre, de manera fría, contestó a Felipe.
- Lo siento. No estoy interesada.
- Le pagaríamos 10.000 euros.
Sorprendida, nos dejó aún más extrañados a nosotros al contemplar su respuesta, pero sobre todo, la frialdad de su reacción.
- Haría eso con dos jóvenes de su edad, pero no con ellos. ¿Serviría?
Estábamos tan aturdidos que no reaccionábamos ante la conversación, que a solas ,mantenían Felipe y mamá.
- Tiene mi tarjeta. Subo la oferta a 12.000 euros si aceptan. Piénsenlo.
No sabía como no habíamos despachado a semejante individuo en el momento que nos había ofrecido aquello. Sin embargo, en el coche hablamos libremente con nuestra madre.
- Mamá. ¿De verdad te habrías acostado con dos jóvenes?
- Es mucho dinero. Con 12.000 euros podríamos montar la tienda y nuestra vida cambiaría.
Entendíamos a nuestra madre. Por una vez nos habíamos puesto el traje de adultos y la entendíamos. Por una noche de sexo, podríamos iniciar una nueva vida.
No pude quitarme de la cabeza en toda la noche la proposición que nos habían hecho. Era mucho dinero y mi madre, si no fuéramos nosotros, estaría dispuesta a hacerlo. Eso hizo, que a la mañana siguiente, hablase con mi hermano.
Ambos coincidimos en que lo que nos ofrecían era una cantidad desorbitada y si nuestra madre accedería a tener una relación pública con dos jóvenes, ¿por qué no podía ser con nosotros? Ganaríamos 12.000 euros y nuestra vida podría tomar un nuevo rumbo. Eso hizo que decidiéramos hablar con ella.
- Mamá. Ayer dijiste a Felipe que habrías aceptado hacerlo con dos chicos de nuestra edad y el motivo era poder crear nuestro negocio con ese dinero. Pues bien, estamos juntos en esto. Edu y yo queremos hacerlo. Haremos el espectáculo.
- ¿Estáis locos? Habláis de follar con vuestra madre. Es una aberración.
- También lo es el que aceptases hacerlo con otros dos jóvenes.
Se negó a seguir hablando, aunque conociéndola, seguro que estaba dándole vueltas a la cabeza. Sabía que volvería a sacar el tema. La suma era importante, y sabía que acabaría aceptando, aunque sólo fuese por el bienestar de sus hijos.
Tal y como esperaba, esa misma tarde, mi madre volvió a sacar el tema, ratificándose en que resultaba una aberración mantener una relación sexual entre una madre y sus dos hijos. La conversación, en este caso, fue mucho más relajada, y poco a poco, fuímos rebatiendo todos sus argumentos que más que mantener una relación con dos jóvenes, se basaba en que aquellos fueran sus hijos.
Al final, tan sólo estaba preocupada por los detalles. Lo haríamos. Sería algo que quedaría entre nosotros. Era una fiesta privada y nadie hablaría de ello después. Una vez hecho, ella dejaría el club de streptease y se dedicaría a un negocio honrado como era la boutique.
Volvimos a quedar con Felipe que nos explicó con más detalle en que consistiría el trabajo. El club estaba compuesto por gente de muchísimo dinero. Políticos, famosos, hombres de negocios eran los miembros. Incluso nos comentó que a alguno de ellos lo habíamos visto en los medios de comunicación. Eran gente respetable que se permitían un affaire en su día a día
Nos explicó también cómo lo haríamos. Los tres llevaríamos unos pequeños receptores en el oído, mediante el cual nos explicarían lo que debíamos ir haciendo. Sólo mi madre llevaría una ropa específica, que el día anterior le entregarían y harían los arreglos pertinentes. Nosotros tan sólo llevaríamos unos boxers. Una vez finalizada la función, nos harían entrega del dinero.
Todos estábamos de acuerdo. El jueves siguiente iría mi madre a realizar la prueba de vestuario y el viernes sería el espectáculo.
El día de la prueba, decidimos acompañar a mi madre, ya que llevaba varios días muy tensa, algo anormal en ella, ya que siempre aparentaba tranquilidad. Le atendió un sastre, de unos sesenta años y aspecto homosexual. Para nuestra sorpresa, la ropa era bastante normal, tan sólo diferenciada por llevar velcro en lugar de cremalleras y así hacer más fácil su apertura.
Por fin llegó el día. Los tres nos mostrábamos nerviosos, tal vez demasiado. Mi madre había bailado en público, pero nosotros no habíamos hecho nada de aquello, y temíamos no estar a la altura de las circunstancias.
Mamá nos invitó a comer fuera de casa y después a ver un local en alquiler. A los tres nos gustó y quedó en ir al día siguiente a formalizar el contrato. Todo ello nos hacía evadirnos y no pensar lo que sucedería horas después.
Ansiosos y nerviosos esperamos pacientemente que diese la hora del comienzo del espectáculo. Nos presentamos en la casa a las once de la noche, una hora antes de la actuación. Nos llevaron a un cuarto bastante amplio, con un enorme espejo iluminado y un biombo, donde ella se cambió de ropa, vistiéndose con la ropa que debía. Momentos después una mujer entró a maquillarnos y Felipe nos entregó unos pequeños transmisores, mediante los cuales recibiríamos las órdenes.
Llegó el momento. Mi madre estaba cabizbajo, mi hermano espitoso y yo muy nervioso. Ya había mantenido relaciones con bastantes amigas, y en un par de ocasiones con mujeres mayores que yo, pero esta era algo diferente.
Llamaron a la puerta. Había llegado la hora. Salimos y nos llevaron al centro de un salón lleno de gente. La zona donde sería el espectáculo estaba fuertemente iluminada, con una colchoneta y dos sillas, colocadas una enfrente de la otra. Habría como unas quince personas contemplando el espectáculo, que se acercaron e hicieron un círculo en torno a nosotros.
De inmediato empezamos a recibir órdenes a través del receptor que llevábamos en nuestros oídos. La primera iba dirigida a nuestra madre. Debería hacer un espectáculo de streptease, similar al que realizaba en el club.
La música empezó a sonar y al unísono, mamá a bailar. Debía moverse eróticamente alrededor de nosotros. Le iban marcando, casi de manera militar, como debía moverse y lo que debía hacer. Lo primero era arrancarse, de forma violenta la camiseta. Lo hizo sin dificultad, gracias a los velcros que la sostenían.
La falda, en este caso era considerablemente más larga, como correspondía a una mujer de su edad. Ella seguía moviéndose en círculo, rodeándonos y apoyándose, a veces, en nuestros hombros. A la vez jugaba con el vuelo de su falda, subiéndola y mostrando sus piernas. Por mi parte, estaba d muy nervioso y tenía serias dudas sobre mi actuación sexual cuando llegase el momento.
Por fin llegó la orden a mi madre para que se quitase la falda. Siguió bailando y con un suave toque en el velcro esta cayó al suelo. Quedó con un pequeño tanga, un poco mayor que el que usaba en el otro espectáculo y atado a los lados mediante unos lazos.
Los movimientos de mamá hacían que empezase a verla de manera distinta, no como un amor filial, si no algo más intenso, más heterosexual. Mi madre me estaba excitando con su baile.
Al mirar el bulto de mi hermano, también me di cuenta que él estaba sintiendo lo mismo que yo. Ninguno éramos grandes expertos sexuales, y menos aún mi hermano, un año más joven que yo.
Mamá seguía bailando, esperando que le dijeran que se desprendiera del sujetador, sin embargo, la orden fue que ambos nos levantásemos y fuera mi hermano, el menor de sus hijos quien le retirase el sostén. En este caso, no llevaba ninguna pegatina en sus pezones, por lo que quedaron a la vista de todos los asistentes.
Los focos nos iluminaban, a la vez que impedían que viésemos a los asistentes. Nadie hablaba, tan sólo se oía el sonido de la música. Le indicaban que siguiese moviendo su cuerpo, sobre todo que desplazase su cuerpo en forma de vaivén, para que sus pechos se moviesen aún más.
Los tres bailábamos ahora al ritmo que nos marcaba nuestro interlocutor. En ese momento oímos que mi madre debía situarse de pie, mi hermano detrás de ella y yo de rodillas, debería retirarle el tanga. Iba a desnudar a mi madre en público, algo de lo que tanto había le había criticado, ahora sería yo quien lo hiciese.
La música se ralentizó. Me pidieron que soltase los dos nudos de los laterales de su tanga a la vez, de tal forma que este cayese directamente. Hice lo que me pidieron, y al instante, el depilado sexo de mamá quedó a escasos centímetros de mi cara.
Aunque nuestra madre no era una mujer reprimida, tampoco era frecuente que se pasease desnuda por casa. En realidad, la había visto desnuda alguna vez, pero antes incluso de mi adolescencia. Estaba excitado, mi hermano también, a tenor de lo que su calzón mostraba.
- Blanca. Abre las piernas y comienza a masturbarte. Chicos, tocaros hasta que vuestras pollas estén en forma.
Nos tocamos, aunque no era necesario. Mamá se masturbaba, se tocaba, abría su sexo. De vez en cuando se desplazaba de la misma forma que las agujas de un reloj, para que todos pudieran gozar del espectáculo. Nosotros aún nos encontrábamos con nuestros boxers.
Era nuestro turno. Al menos tomaríamos protagonismo. Fue ahora cuando las instrucciones fueron las contrarias. Blanca debería situarse de rodillas, con las piernas abiertas, supongo que para una mejor contemplación de los asistentes. Primero fue mi hermano, quien se colocó frente a ella, para que bajara su boxer y lo dejara desnudo. Le pidieron que cogiera su miembro, lo masajease con la mano, y finalmente lo llevase a su boca.
Mamá lo hacía con profesionalidad. Si no fuera nuestra madre, habríamos pensado que habría realizado este tipo de trabajo con asiduidad. Edu, por su parte, enrojeció al notar la mano y posteriormente la boca de mamá.
Fueron sólo unos segundos los que dedicó a mi hermano. Después fue mi turno. Al igual que antes, de rodillas, con las piernas semiabiertas bajó mi boxer. Estábamos los tres totalmente desnudo. Sentí como cumplía las indicaciones, masajeó mi pene y por último pasó la lengua por la punta, hasta que las directrices fueron que nos colocásemos los dos a ambos lados. Tomó los dos miembros y empezó a realizarnos una felación, saltando de un miembro a otro, según le mandaban.
Para evitar que tuviésemos un orgasmo antes de tiempo, dada nuestra escasa profesionalidad, nos indicaron que si estábamos cerca de que eso se produjese, nos apartásemos, y entonces mamá se tumbara en el suelo.
Edu no tardó en sentirse a punto, por lo que dio un paso hacia atrás, y mamá se tumbó sobre la colchoneta. Ahora seríamos nosotros quienes jugásemos con su cuerpo.
Echó los brazos hacia atrás y sus piernas se abrieron hasta quedar su sexo expuesto y sus labios sobresaliendo de su cavidad. Debíamos tocarla por todos lados, sobre todo, centrándonos en sus pechos y su sexo.
Aunque había tocado a mi madre muchas veces, por supuesto, nunca de manera erótica, ahora me pareció su piel mucho más suave. Veía como se estremecía su cuerpo cuando nuestros dedos pasaban por sus pezones, su clítolis o alguno de nuestros dedos, penetraba su vagina.
- Eduardo, bésale los pechos Alberto, cómele el coño.
Eso fue lo que nuestro receptor percibió. Mi hermano besaba sus pechos de manera suave y torpe. Felipe le corrigió y su ritmo se hizo más intenso. Mi lengua se frotaba con sus labios vaginales. Me gustaba su olor ocre y húmedo que desprendía. Sin duda, tenía una madre preciosa.
Siguieron los jugueteos con nuestra madre, que debía de incorporarse a veces, para mostrar sus encantos y que los espectadores, que tan cara habían pagado su entrada pudieran verla en primer plano.
Nos pidieron a mamá y a mi que nos besásemos. Sin duda, Edu no era fiable en esos momentos y podría eyacular antes de tiempo y estropear así el espectáculo. Nos besamos como amantes, no sólo en los labios, mezclando nuestras lenguas, sino también en nuestros cuellos.
Su mano se depositó en mi miembro, llevando las mías a sus pechos. Quedé perplejo, ya que ahora no habíamos recibido ninguna indicación. Me sonrió y en ese momento, tras hablar Felipe, me di cuenta que lo que estaba haciendo ahora era por iniciativa propia.
Se tumbó en el suelo e hizo que me colocase sobre ella. Seguimos besándonos y mi sorpresa aún fue mayor al oír su comentario al oído contrario donde recibía las indicaciones.
- Cariño. Imagina que no hay nadie. Al fin y al cabo no los vemos. La luz los oculta. Haz que esto sea único. Hace mucho tiempo que no estoy con un hombre. Hazme disfrutar.
Me envalentoné. Miré a mi hermano que no se había enterado de nada de lo que mamá me había susurrado. La besé, abrió sus piernas y mi pene se coló entre ellas.
La penetraba como si fuera mía. Abstraído del público presente y que veía excitado el evento de una madre con dos hijos, pero el receptor me despertó del sueño.
- Sois tres en la sala. Quiero que intervengáis los tres. Blanca, ponte de rodillas y qu e sea Edu ahora quien te penetre y a Alberto se lo haces con la boca.
Era mi hermano, pero en ese momento me molestaba que tocase a mamá y mucho más que la penetrase. Seguí penetrándola, pero fue ella quien me apartó y volvió a hablarme al oído.
- Alberto. Estamos aquí para ganar dinero. Ya haremos en otro momento lo que nos apetezca.
No me consoló, ni mucho menos convenció el comentario de mamá. Se colocó de rodillas y apoyó las manos en el suelo, situando su cara junto a mi, y mostrando el culo a Edu, que rápidamente lo tomó y empezó a penetrarla.
Con una mano empezó a jugar con mi pene. Lo masajeaba y lo llevaba a su boca de manera golosa. Los movimientos de Edu eran arritmicos y desencajados. Sabía que no iba a tardar mucho en llegar al orgasmo. Casi lo prefería, de esa manera me dejaría a solas con ella.
Sacó su miembro bruscamente y la espalda de nuestra madre se llenó del semen de mi hermano. Todos los vieron y un aplauso nos sacaron de nuestro mundo.
Con una toalla que me acercó Felipe limpié a mamá. Ahora la tenía para mi solo. Su mirada me hacía entender que ella deseaba lo mismo que yo.
- Tenéis vía libre. Haced lo que os apetezca siempre y cuando Alberto se corra.
Deseaba besarla. Quería hacer el amor con mi madre. Abrazarla y quererla. Sentirme como me había sentido antes, por ello, quería colocarme encima de ella.
Mamá no perdía la perpectiva. Sabía que había que hacer un buen papel para cobrar lo que nos habían prometido. Por ello separó sus piernas, procurando que su sexo se pudiera ver bien. Abrió las piernas aún más e hizo que yo me situase un poco más arriba, debiendo estirar mis brazos, como si hiciera unas flexiones y así, que pudieran contemplar, con todo lujo de detalles, la penetración.
Miraba hacia abajo. Veía su sexo, abierto, y mi pene, entrando y saliendo. Me excitaba. No veía en ella a la mujer que me había dado la vida, sino a una hembra imponente.
Me fui excitando más. Felipe, que se había dado cuenta me pidió que terminase fuera, para que todos vieran el final de la escena.
Aguanté lo que pude y de un salto salpiqué a mamá, llegando parte del semen hasta los pechos. Había gozado muchísimo.
Felipe nos interrumpió y nos dijo que faltaba algo. Quería que también Blanca tuviera su momento de éxtasis, por lo que nos indicó que ambos la masturbásemos.
Quería hacerlo yo, más que nada, para evitar que lo hiciese mi hermano, pero el mecenas, indicó que me dirigiera hacia sus pechos y le tocase los pezones, mientras que sería Edu, el que tomase el sexo de mamá.
- Házmelo despacio, tocándome el clítolis. Cariño, tú bésame los pezones.
Nos daba instrucciones. A veces le pedía a mi hermano que metiese su dedo, lo que me molestaba. Por último, le dijo que lo hiciera con la lengua. Cuando llevó su lengua a la vagina, fue cuestión de nada que mamá empezase a gemir y a moverse. Por fin, apartó con su mano la cabeza de Edu y mis manos de sus pechos.
Felipe, haciendo de perfecto anfitrión, nos entregó tres albornoces y nos acompañó hasta la habitación donde nos habíamos cambiado, dándonos la enhorabuena y felicitándonos por la actuación.
Nos vestimos y antes de salir de allí nos entregó en efectivo la cantidad acordada. Salimos de la casa con sensaciones contrapuestas y en mi caso, deseando volver a estar con mamá, pero esta vez a solas.