Los sonidos del Látigo (1)

Una sesión de castigo severo con su ama y una sorpresa.

Los sonidos del látigo sonaban en la habitación acompañados de pequeños gemidos, quejidos apenas audibles bajo el chasquido rítmico del látigo golpeando la carne. ¿Cuanto tiempo había pasado? ¿Desde cuando llevaba en esa posición, es ese cuarto, en esa oscuridad?

Había llegado a las nueve de la noche, según lo pactado. Había usado la llave que le dijo su ama encontraría en la parte alta del marco de la puerta para entrar en el mundo oscuro que había creado para él. En ese momento ya estaba excitado, tenía nervios, ansiedad, incluso miedo pero no se marcharía. En la misma entrada empezó a quitarse la ropa: las ordenes habían sido claras – estarás desnudo, con tu collar y a cuatro patas, perro, así vendrás a buscarme – y todo estaba dispuesto allí mismo, una percha para su ropa, y sobre una pequeña mesa negra el collar. Su dueña debía estar disgustada con él porque había dejado el collar de castigo: una correa de cuero ribeteada de clavos por la parte interna unida a la correa por un lazo que desliza, de esa manera, cada vez que estirara la correa se estrecharía y los clavos lacerarían su carne. Un castigo severo, algo había hecho mal para molestar así a su dueña. La sensación de miedo iba ganando terreno, así como iba ganando tamaño su erección. La miró unos instantes, las marcas de la última sesión habían desaparecido, pero hoy tendría otras nuevas. Su pene dio un brinco - Te estoy esperando – la voz seria de su ama le sacó de sus pensamientos y sin esperar más, adoptó su condición de perro y se dirigió a la habitación de su dueña. Toda la casa estaba a oscuras, solo una débil luz salía de la alcoba, indicándole el camino. Al pasar la puerta del recibidor un dolor agudo en sus rodillas le atenazó el estómago y le hizo lanzar un gemido profundo de dolor. Era como si pequeños cristales se clavaran en sus rodillas. Su ama había llenado l suelo con granos de arroz, realmente estaba enfadada. Ese iba a ser un castigo muy severo, la sesión iba a ser muy dura. Su ansiedad aumentó en intensidad y su erección se hizo mucho más dura. Aguantando el dolor de las rodillas, llegó a la habitación y se detuvo a los pies de su ama, la cabeza gacha, frotándose contra sus piernas, demandando un poco de atención, como un buen perro – dame la correa- al escuchar la orden levantó una mano para cogerla y acercársela a su dueña y un fustazo descargó fuerte en su culo – ¿desde cuando los perros tienen manos? – Lo siento ama – otro fustazo se unió en su piel al anterior – ¿quien te ha dado permiso para hablar? – su ama se agachó a su altura le agarró la barbilla para levantarle la cara – un perro usa su boca para coger las cosas, dame la correa – y se levantó, dejando solo sus zapatos de tacón a la vista. Agachó su cabeza y como un perro lamió el suelo para recoger la correa y entregársela a su dueña. El primer tirón le arrancó un gemido.

Hoy me apetece usar la fusta, marcar tu lomo, dejarlo ardiendo. Pídemelo.

Azótame mi ama, deja mi culo ardiendo

Suplícame

¡Te lo suplico mi ama, azótame el culo, utiliza la fusta en mi carne, por favor, te lo ruego!!

Su ama volvió a tirar del collar y lo llevó hacia el potro. Con tirones bruscos lo colocó en la posición que quería, doblado sobre su cintura, piernas y brazos abiertos. Con lentitud ceremoniosa fue ajustando las correas en sus extremidades hasta tenerlo completamente inmóvil.

¿Qué deseas que te haga tu ama?

¡Deseo que me azotes, te suplico que me azotes, que me arranques la piel!

El primer fustazo le tensó la espalda, el segundo comenzó el escozor a partir del tercero el dolor comenzó a llegar en oleadas. Contó diez fustazos en cada nalga y su ama se detuvo. Era angustioso estar en aquella posición sin poder ver que es lo que preparaban para él. Pero el placer crecía por momentos.

Las manos de su ama se posaron de repente en su culo haciéndole dar un respingo. Algo frío comenzó a deslizarse por su ano y los dedos de su dueña lo introdujeron dentro de él. Un dedo, dos, dentro y fuera, una intensa sensación de placer lo inundaba, sin darse cuenta sus caderas empezaron a moverse buscando más penetración de esos dedos. Que placer, maravilloso, de tal manera que cuando su dueña sacó sus dedos le dolió, no por que fuera brusca, si no porque había dejado de follarle. Pero fue un descanso muy corto, sin ningún miramiento penetró su ano con un consolador duro y rugoso que dio la impresión de desgarrarle por dentro. Gritó de dolor. Su ama se quedó quieta, acariciando su carne dolorida, dejando que su ano se acostumbrara a la penetración. Poco a poco el dolor fue remitiendo, aunque no del todo, su respiración se fue relajando i igual que los músculos de su cuerpo. El consolador empezó a vibrar, el placer i el dolor se unían en una sola sensación, una excitación extrema, un deseo desgarrador de pertenecer a su dueña.

El ama colocó una silla frente a él. Solo podía ver a la altura del suelo, sus zapatos moviéndose por el cuarto, los sonidos que producía al preparar el siguiente castigo. Esa situación le producía una ansiedad brutal, no saber que es lo que vendría a continuación, estar completamente expuesto y a la merced de su ama. El pene le dolía, la presión de la erección era insoportable y su ama se había encargado de aprisionarlo en el potro, entre la madera y su cuerpo. El dolor, el placer.

El collar tiró de su cuello hacia arriba para colocarle la cara frente a su dueña. Esta había pasado la correa por unas poleas i la sujetaba con la mano izquierda. Solo por medio de tirones bruscos conseguiría la posición y la atención que quisiera en cada momento. Estaba sentada en la silla, las piernas abiertas y había apoyado sus pies a cada lado de su cabeza en el potro. Estaba tan cerca de su sexo que sacando la lengua acariciaría su clítoris, y su olor inundaba sus fosas nasales.

¿te gusta esclavo?, ¿quieres lamer mi coño?

Si ama, quiero chupar tu clítoris, déjame darte placer

¿te gustaría follarme verdad?

Si ama, quiero follarte, déjame follarte, por favor, te lo ruego, quiero follarte, necesito follarte!

En la cara del ama apareció una sonrisa provocadora, casi cruel y el supo que no podría hacerlo, no le dejaría que la follara, ni siquiera le dejaría que la tocara. La sensación de frustración fue insoportable y la humillación todavía fue mayor: al lado de su dueña apareció un hombre. Llevaba una máscara de cuero, el torso desnudo y unos pantalones que le cubrían las piernas, dejando a la vista su polla y su trasero. La mano de su ama acarició aquella polla que inmediatamente respondió a su contacto, tembló, creció, se humedeció.

A una orden del ama el extraño se sentó bajo el potro, metió la mano entre la madera y coció su polla. El ama mientras había dejado la silla para sentarse sobre el extraño y mirando los ojos de su perro se introdujo el sexo del hombre en su coño y a la vez, ese hombre se metió la polla de él en su boca, y de esta manera sin despegar sus ojos de los de su perro empezó a montar esa polla de forma salvaje.

¡Dios que humillación! Ver como otro hombre le daba placer a su ama después de haberlo suplicado él y además notar como su polla crecía igual que su placer, cuando era un hombre el que se la estaba chupando. Iba a correrse, iba a tener un orgasmo en la boca de un hombre.

ama no dejes que me haga correr, te lo suplico, no quiero correrme en su boca

El bofetón resonó en la habitación, le giró la cara y tiró del collar arañándole el cuello – nadie te ha dicho que hables, y te correrás cuando y como yo diga – Bestia, muerde!!!!! – y el dolor fue insoportable. Aquel hombre, el tal Bestia cerró sus dientes sobre su polla erecta en un mordisco salvaje. El esclavo gritó de dolor, no pudo reprimirlo y provocó un orgasmo a su ama follando a aquella polla extraña – bestia, para!!- y los dientes dejaron de lacerar su piel. Las lágrimas recorrían sus mejillas, el dolor era muy fuerte, pero le gustaba complacer a su ama.

Dime Bestia ¿se ha corrido este perro en tu boca?

No ama, no se ha corrido y te aseguro que tenía ganas, pero no se corrió.

El ama hizo levantar al extraño y lo colocó justo delante de su esclavo, con la polla a la altura de su boca. Entonces ella misma se puso debajo del potro cogió entre sus manos la polla de su esclavo y comprobó las lesiones provocadas por el castigo. Las marcas de los dientes eran huecos profundos y morados, no habían llegado a rasgar la piel pero sin duda habían roto capilares y dejarían marcas durante un tiempo, eso la excitó y complació, ya que su esclavo no había pedido clemencia en ningún momento, había aceptado el castigo. Como premio deslizó su lengua por aquel pene dolorido que inmediatamente respondió a su caricia – voy a chuparte la polla perro, no se te ocurra correrte en mi boca y aprende bien lo que voy a hacerte, ya que luego se lo vas a repetir a Bestia- y se metió el falo completo en su boca, hasta la base, haciendo girar su lengua por el glande cada vez que lo sacaba de su boca, Dios esta tortura era peor todavía, estaba a punto del orgasmo y contenerse le provocaba un dolor en los testículos atroz. Pero el ama seguía, lamía, chupaba y acariciaba su sexo con petición, no iba a aguantar, se iba a correr.

ama para te lo suplico, me voy a correr!!

Ni se te ocurra correrte, ya has oído al ama

No voy a poder aguantar, por favor Bestia dile que pare, me voy a correr, por favor, por favor!!!

Pero el ama no paró, no se apiadó y el esclavo se corrió en su boca. El ama se levantó despacio, cogió un vaso y escupió el semen en él

Te has corrido perro, te prohibí que lo hicieras

Perdón mi ama, no pude aguantar, te rogué que pararas!!

¿Me estás echando la culpa a mí encima?

Dio un tirón brusco a la correa y levantó su cuello para que la mirara hacia arriba, esta vez no se agachó a su altura.

Vas a aprender a obedecerme perro, te aseguro que hoy vas a aprender a obedecerme!

Le soltó la correa y metió la polla del desconocido en su boca. Bestia hacía honor a su nombre en todos los aspectos y su sexo era de un tamaño enorme, así cuando a una orden del ama empezó a follarle la boca la sensación de ahogo, de angustia era brutal. De vez en cuando paraba con la polla bien metida hasta el fondo de la garganta, hasta que sentía la arcada entonces seguía bombeando con fuerza, agarrando su cabeza con fuerza, tirándole del pelo de forma salvaje. Los dolores se confundían, se unían en uno solo o le invadían el cuerpo por todas partes. Bestia seguía follando su boca, ahogándole, humillándole. Era tal el sufrimiento que no se dio cuenta cuando el ama ordenó al extraño que parara. Solo sintió el alivio de su boca libre, de su garganta abierta llenándose de aire y la voz de su ama en su oído.

Te has corrido desobedeciéndome, tu leche no debería haber salido de ti y ahora volverá a entrar, además sabrás lo que siente una zorra cuando se corren en su boca.

Y dicho esto cogió el vaso con su semen y lo vertió sobre la polla de bestia, hizo abrir bien la boca a su esclavo y ordenó a Bestia que lo follara hasta el final, que se corriera en su boca y que no fuera suave, que le follara como a él le gustaba.

Dios el castigo fue brutal, el extraño bombeaba salvaje, brutal, las arcadas eran continuas, el sabor de su propio semen ya le ponía al borde del vómito así que cuando sobrevino la corrida de esa especie de semental diabólico, contenerlo fue casi imposible. Los jugos de su estómago llegaron hasta su boca y el esfuerzo para tragarlo fue sobrehumano, pero lo hizo. Haría cualquier cosa por complacer a su ama. Tragó su semen, la tremenda corrida de Bestia y sus propios jugos que subían por su garganta. Complacería a su ama y lo haría bien, estaría orgullosa de él.

Cuando finalmente Bestia sacó la polla de su boca, pudo respirar una gran bocanada de aire. Dedicó unos segundos a relajar su respiración y abrió los ojos. Su ama estaba sentada de nuevo en la silla ante él. Con sus manos enguantadas abrió su boca para comprobar que realmente había tragado toda la corrida, cogió su lengua con unas pinzas y la sacó con fuerza, movió su cabeza de un lado a otro para convencerse que todo estaba bien. Realmente lo hacía para causarle dolor. Cada vez que movía su cabeza el collar de castigo laceraba su piel, los dedos forzando su boca abriéndola más allá de sus posibilidades causaban unas punzadas tremendas y la pinza apretaba mucho más de lo necesario, pero no se le ocurrió quejarse. – Bien, lo has hecho bien zorra, te lo has comido todo- se levantó de la silla y le permitió cerrar la boca, pero no le quitó la pinza quirúrgica de la lengua, de ese modo su propio peso le obligaba a tener la lengua fuera de la boca y le complicaba la tarea de tragar saliva, de manera que babeaba sin poderlo remediar.- Bestia, menéatela- la voz del ama sonó desde detrás suyo – y tu zorra, mira bien como se la machaca para ti- Mi ama me lo ordenaba y así lo hice, mis ojos se centraron el la polla flácida de Bestia, que empezó a menearla despacio, retirando la piel para volver a cubrir la cabeza suavemente. Eran movimientos suaves, su mano acariciaba su falo y este iba respondiendo al estímulo. Dios, no podía creérselo, pero se estaba excitando. Se estaba poniendo caliente viendo a un hombre masturbarse. Notaba como su pene se iba llenando de sangre, engordando, creciendo. Y no solo lo notó él.

La descarga del látigo en su espalda le dejó sin respiración, no fue dolor, fue frío, calor, sorpresa, angustia, miedo. En el segundo llegó el dolor, al tercer latigazo lanzó un grito y ya no dejó de gritar, pero si de contar. Sabía que el castigo sería largo, su ama disfrutaba con el látigo, su brazo no se cansaba, descargaba latigazos a un ritmo constante, provocando un dolor igual de constante. Tenía que cumplir la norma de su ama, tenía que disfrutar del castigo, tenía que disfrutar del dolor, tenía que hacerlo ya que era para el placer de su ama y esa era su función, esa era su razón de ser, la satisfacción de su ama.

Los sonidos del látigo sonaban en la habitación acompañados de pequeños gemidos, quejidos apenas audibles bajo el chasquido rítmico del látigo golpeando la carne. ¿Cuanto tiempo había pasado? ¿Desde cuando llevaba en esa posición, es ese cuarto, en esa oscuridad? Abriendo los ojos despacio se dio cuenta que no era oscuridad, eran sus parpados que se habían cerrado no sabía cuando. Ante sus ojos estaba la polla de aquel extraño y volvía a estar completamente erecta. Si, el ama le había ordenado a ese semental que se masturbara y a él que lo mirara. Y eso hacía, mirar ese falo enorme ante su cara – Veo que vuelves a estar preparado Bestia – Y su boca se curvo en una sonrisa dura, fue en ese momento que se dio cuenta que el látigo había cesado y que el ama estaba de pie frente a él, acariciando el sexo de aquel tío. En su otra mano el ama tenía una mordaza, pero no era la de siempre, esta era diferente. Por la parte interna tenía media bola, como siempre, pero la parte externa era un pene de considerables dimensiones. El ama se adelantó, le quitó la pinza y le colocó la mordaza bien apretada. Acercó más la silla y la colocó a la altura necesaria para que su coño quedara justo a la altura deseada, o sea justo a la altura de la polla de la mordaza. En estas Bestia había desaparecido de la vista del esclavo y este notó de repente que le sacaban el consolador del culo de un tirón. Entonces lo entendió, Dios esa mole le iba a follar, le iba a dar por el culo y ¿entonces su ama?, ¿como iba a follar el a su ama?

En un segundo se disiparon sus dudas. El ama se sentó en la silla los pies en el potro, las piernas bien abiertas y la polla de la modaza justo en la entrada de su coño y a una señal, Bestia

Le metió todo aquel trozo de carne de un solo golpe y con la fuerza del empujón él a su vez penetró a su ama. Así es como iba a follarla. Con la fuerza de las embestidas de Bestia, la propia inercia hacía que la polla de su boca entrara y saliera del coño de su ama. Era la humillación total, ni siquiera le permitiría tocarla, sería ese Bestia a través de él el que follaría a su ama. El dolor era intenso, pero la humillación fue lo que le hizo llorar.