Los sexuales placeres de perder la inocencia

Un matrimonio descubre los caminos del placer sexual guiado por un ser poderosos y perverso

Los sexuales placeres de perder la inocencia.

Sexo en el Londres victoriano.

La inocencia usada.

Lady Edith Forystie se encuentra de pié junto a la ventana, la luz a través de los visillos, permite ver la silueta de la mujer transparentada pese al camisón y la bata. El pelo rubio le cae en bucles por los hombros, enmarcando un rostro ovalado donde brillan sus ojos azules y destaca su boca de labios gruesos y sonrosados. Los pechos rotundos tensan la tela. Las nalgas se marcan airosas.

Edward Forystie, con la camisa de dormir, sentado en la mesa en la que ha acabado el desayuno, nota como la verga se endurece.

Lady Edith se da cuenta de la erección de su marido y se excita. Es algo nuevo para ella, él ha cambiado en los últimos meses y la toma de modo diferente a los primeros años de su matrimonio, cuando hacían el amor con los camisones puestos, en la noche, buscando la procreación.

Los labios del hombre se curvan en una sonrisa perversa.

- Cariño, desnúdate y ve a la cama.

La orden es precisa, no tiene alternativa. La mujer duda si volverse u obedecer como está, frente a él. Le da vergüenza, ninguna de sus amigas se muestran desnudas ante sus sus esposos, está muy nerviosa, pero también nota como le sube la lascivia, es la misma impresión que sintió cuando hace años vio como un caballo se apareaba con una yegua en la finca de su padre. Era apenas una adolescente, estaba escondida, y el espectáculo le afectó tanto que muchas noches se despertaba ansiosa , mojada en su intimidad soñando con aquellas bestias que se unían entre relinchos, sudores y violencia.

Lord Forystie se recrea viendo como su esposa se va despojando de la ropa. Pese a los tres hijos tiene un cuerpo voluptuoso, sensual, donde los pezones se muestran erguidos, duros. Recuerda lo que le ha enseñado Hyde, su recién conocido:

“a todas las mujeres les gusta joder. Si están calientes, se

les ponen los pezones rígidos”

, y su esposa los tiene así, erectos. El vientre liso se puebla de vello ensortijado como un pequeño nido entre los muslos. Quiere poseer la, hacerla suya.

- Échate en la cama.

La mujer obedece. Edward se quita el camisón, la polla está dura, quiere clavarla y descargar su virilidad, pero decide seguir los consejos de Hyde: si quieres ver una buena zorra , folla a tu mujer despacio. Se coloca entre sus muslos abiertos. Edith, los ojos cerrados, los brazos en cruz, parece un virgen dispuesta al sacrificio ritual. La cabeza del falo entra en contacto con el sexo de la mujer, lo nota húmedo, comprende que está ansiosa de que la penetre. Lo hace despacio, sintiendo el contacto con las paredes de la vagina. Entra hasta lo más profundo. Se da cuenta que su esposa ha agarrado las sábanas, y empieza a bombear. Siempre despacio y profundo, mira como ella se muerde los labios para no gemir, acelera los embistes. Agarra los tobillos de Edith y le levanta las piernas, sin dejar de follarla. Los dedos de la mujer parecen querer romper la tela. Edward sabe que debe seguir hasta que note los espasmos en la mujer. La respiración femenina se convierte en jadeo, luego baja de intensidad como si hubiera alcanzado la cumbre de una montaña y entonces él acelera el ritmo hasta sentir que se derrama en el interior de ella.

Se queda tumbado sobre su esposa, satisfecho, tiene razón Hyde: Todas son unas zorras. Edith se ha ido aficionando al sexo más descarnado, a gozar cuando la hace el amor, queda poco de aquella jovencita tímida con la que se casó. Ahora va camino de ser una hembra placentera.

Una extraña propuesta.

Lady Edith Forystie baja del coche tambaleante, toda sonrisas, ligeramente bebida, apoyándose en su marido, entra en la casa, procurando no hacer ruido suben al piso superior donde se encuentran sus habitaciones.

Eddy Forystie está contento, ha sido una velada deliciosa, lo más importante: el encuentro con el Príncipe de Gales, no lo esperaba, como tampoco esperaba que les situasen en la segunda mesa principal.

La cena en el palacio de la duquesa de Westress era especial. 120 personas, seleccionadas por los duques y sobre todo por el príncipe Eduardo. Se distribuían en mesas de 6 personas, a él le habían colocado en primera fila , a la derecha de la principal, donde estaban la duquesa, su nuera, los esposos de ambas y el príncipe. Se decía que la duquesa había sido una de las primeras amantes de Eduardo y que su nuera también había recibido y recibía las atenciones sexuales del heredero al trono.

A Edith y a él les acompañaban lord y lady Gleemore , lady Débora Rheichomd, joven viuda y Michael Westress, sobrino de la dueña. Era una mesa cargada de belleza y elegancia. Él se había dedicado a Débora, encantadora y pariente de los Rothschild , sus banqueros. Antes no lo hubiera pensado pero desde que coincidía con Hyde, la posibilidad de tener una amante fija, le rondaba la mente. La viuda, hermosa, morena, con el encanto de las viejas razas, era una pieza apetecible.

Las mujeres apenas probaron los 14 platos, eran un tentación pero los corsés estallarían si se llenaban de tanta y deliciosa vianda.

Al acabar, los hombres pasaron al salón de fumadores, algunos encendieron cigarrillos y un par de cachimbas, la mayoría tiraron de los puros que el anfitrión había puesto a su disposición, junto a un magnífico jerez. La voz cantante la llevaba el príncipe de Gales contando experiencias de sus viajes, era un narrador ameno, que procuraba no epatar con sus conocimientos y autoridad. Cuando salieron para acompañar a las damas en el baile que iba a comenzar, el príncipe le tomó del brazo y le dijo en voz baja:

- Forystie, dentro de media hora, cuando haya bailado con su encantadora esposa y las anfitrionas le espero aquí, quiero hablar con usted en privado.

A Eddy no le gusta bailar, una pequeña cojera consecuencia de una caída de caballo cuando tenía 16 años no le permite ser un buen bailarín, y dado que todo le gusta hacerlo bien,sabe que no puede competir. Ese accidente le había evitado ir a la guerra, sangría de los hombres de su edad.

Cuando cumple con el mínimo de cortesía vuelve al salón de fumadores,allí le espera el príncipe Eduardo,con otro puro y un whisky en la mano.

- Lo primero decirte que me caes bien, tenemos varias cosas en común, a parte del nombre: La primera saber apostar. Ahí me fijé en ti. Cuando Fogg ganó su vuelta al mundo en 80 días, fuiste de los pocos que ganaron, como yo. ¿ Cuánto ganaste ? -

- 500000 libras, mylord . Se llegó a apostar 1000 a 1. No se podía desaprovechar esa oportunidad, sólo jugué 1200 libras. Creo que usted también ganó, aunque sus apostadores eran secretos. -

- No conviene que se sepa que al príncipe de Gales le gusta el juego, sólo puedo apostar en público, en las carreras y por mis caballos.

  • soltó con una risotada envuelta en el humo del tabaco.-

Pero hay más, ese dinero lo pusiste en manos de los Rothschild, los que llevan mi economía privada, y como yo, has multiplicado por tres ese dinero en pocos años. ¿Has visto lo preciosa que es Débora,? Tiene la sangre de los banqueros, mezcla de oro y pasión.

Eddy no se atrevió a decir que sí, que le había parecido apetecible, se dio cuenta que el príncipe la tenía entre sus trofeos o la consideraba una próxima presa a abatir.

-

Y además de otras cosas, tenemos algo más en común. Tu padre , pese a su edad, no te permite heredar el condado, y mi encantadora madre me impide el acceso al trono. Vivimos esperando, pero disfrutemos de la espera. Te espero la semana que viene en las carreras, corre un caballo mío. Ya sabes que tienes que apostar por él, pero si de verdad quieres ganar, juega a lo que te diga Hyde, que sé conoces. Ese tipo tiene algo de animal, creo que huele y oye a las bestias, y sabe quien va a ganar. Así le conocí, me dijo que apostara a un penco que nadie daba nada por él, ganó y gané. Desde entonces le pregunto qué debo apostar. Siempre gano. No le uso cuando corre un caballo mío, entonces debo creer en mi cuadra y dejo de tener la certeza . Unas veces gano , otras pierdo pero es emocionante.

Eddy estaba extrañado, se daba cuenta que no era para eso para lo que le había pedido que se vieran a solas. Esperaba que el príncipe dijera para qué lo quería, él debía tener algo que deseaba su alteza.

Eduardo se sirvió otro trago, dio varias caladas al puro, no dijo nada mientras buscaba algo en la biblioteca de la habitación. Sacó un libro, lo ojeó, sonrió y se lo pasó a Eddy.

-

Es un libro que reproduce las esculturas de los templos indios. Esa gente tiene un concepto del sexo que causa impresión. Algún día te contaré cosas que he visto, y he hecho en mis viajes por Oriente. Tienen una moral diferente. Mi madre no me ha perdonado , ni me perdonará, que mis compañeros me metieran una mujer en la tienda cuando era joven. Me echa la culpa de la muerte de mi padre, dice que enfermó por el frío que cogió cuando fue a rescatarme de los brazos de aquella encantadora señora, para evitar escándalos y ataques a su moral absurda.

Eddy miró los dibujos, eran parejas,tríos, mujeres , bestias en una amalgama de todo tipo de actos sexuales.

- Forystie, ¿ sigues tratando al Dr. Joseph Bell?.

- Si ,mylord. Fue él el que me sanó la pierna. Logró que prácticamente quedara perfecta. Como sabe, está en Escocia pero seguimos comunicados. Le quiero como alguien de la familia.

- Necesito que venga. Invítale, no digas nada de mí. Cuando esté aquí , llévale a las carreras y preparas una reunión con él, solos los tres. No puede enterarse nadie. Es un tema que no puede trascender. Sería terrible para mí, para el Imperio y también especialmente para ti.

- Sus órdenes son lo más importante de la vida para mí. Me pondré en comunicación con el y le pediré que venga sin mencionar a su Alteza.

Volvieron al salón de baile. Edith, hermosa en su vestido verde oliva, con suficiente escote para que destacaran sus pechos exuberantes , pero sin caer en el mal gusto de una exhibición inapropiada, danzaba en brazos de galanes cambiantes. Él volvió a bailar con ella, con las anfitrionas y con sus compañeras de mesa. Al final se sentó esperando la hora de volver a casa. Los cuerpos hermosos de las mujeres girando alegres, el recuerdo de los dibujos eróticos que había visto en la biblioteca, unido a la sensación de poder que le proporcionaba la intimidad con el príncipe eran un potente afrodisíaco,comenzó a desear estar en su hogar para disfrutar de su esposa, que bebía champagne para mitigar el acaloramiento de la danza.

Están frente a sus dormitorios, no hace falta que Edward proponga un momento de intimidad, es Edith la que tira de él hacia su cuarto, rogando con voz que pide placer.

-

¿ Me ayudas a desabrochar el corsé? . Es muy tarde para llamar a Lena.

Entra con ella, enciende la lámpara de la mesilla, la luz tenue del gas le permite ver como la mujer simula unos pasos de danza. La para, hace que le de la espalda, y desabrocha los botones del vestido, cae al suelo, Edith se suelta el miriñaque, que se une a la prenda antes despojada. Saca los pies de las telas y se vuelve a su marido. En sus labios hay una sonrisa incitante, la toma en sus brazos y la besa, mete la lengua descarada entre los labios de la mujer hasta que llega a rozar la femenina. Edith se sorprende, pero acepta el juego. Los alientos se mezclan en un beso interminable. Cuando se separan , ambos están jadeantes y terriblemente excitados. Mirándole a los ojos, se baja el calzón, deja a la vista el coño con el nido de vello rubio y las gloriosas nalgas sonrosadas.

Edith se gira para que Edward suelte los cordones del corsé, mientras lentamente va desatando las cintas, siente como la polla se le endurece, se agranda, tiene urgencia de follarla. Por fin se puede quitar el corsé, se vuelve como una diosa orgullosa de su cuerpo. La camisola se mueve marcando los senos suspirantes, el vientre desnudo con la isla del pubis , los muslos poderosos,las piernas enfundadas en las medias blancas.

No aguanta más , se abalanza sobre ella, la tira al suelo, abre sus piernas, cuando ve los labios sonrosados del sexo entre los rubios pelos, apenas tiene tiempo de abrir la bragueta, sacar la polla y meterla de un golpe en la gruta mojada que le espera ansiosa.

Se mueve como un loco, acelerado, salvaje, llegando al fondo de la hembra que levanta las piernas para sentirle más y más dentro. Estalla como un volcán en erupción. Queda agotado sobre su esposa.

Edith no ha llegado a ese punto que algunas de las últimas veces que ha hecho el amor con su marido ha llegado. Ese punto en el que siente como una explosión, como si las olas rompieran contra las rocas y luego se retiran con dulzura. Pero está feliz, le ha vuelto loco, le ha hecho desearla como un caballo a una yegua, ha olvidado las normas de la educación, la rigidez de la relación matrimonial, ha sido un macho que toma a una hembra, y ella, una perra que recibe la polla del jefe de la manada.

La perla escondida.

Lady Edith Forestie está sola. Se ha encerrado para completar sus investigaciones, sonríe pensando en que el objeto de su estudio es ella misma. Todo había empezado dos días atrás, Cristine Glemoore la ha invitado a tomar el té en su casa, es un orgullo, pertenece a la más alta aristocracia, al círculo de la Corona, su marido y ella apenas son unos futuros nobles, llegados, él de Escocia y ella de York. Es verdad que tienen dinero, Eddy es un genio de las finanzas y además es un buen abogado con clientes en las grandes navieras, pero no tienen ese aroma de la vieja nobleza. Todo había cambiado en la cena de la duquesa de Westress, el que el príncipe les colocase en la mesa del poder, que luego se quedara a solas con su marido, les había hecho subir en la estima social. Así se sintió cuando Cristine la invitó a su palacete.

Tras hablar largo y tendido sobre los niños, el servicio y los vestidos que debían llevar en Ascott, Débora que era la tercera del trío, sacó de su bolso una pequeña revista y se la ofreció a Cristine.

- Es el último número de La perla. Es terrible , casi me muero leyéndolo. Cuenta cosas y describe sensaciones que no sabía que existían.

La dueña de la casa empezó a ojearlo, Edith se acercó a verlo. Casi da un grito al ver las ilustraciones. Un hombre con un falo enorme tomaba a una mujer con las sayas revueltas, estaban clarísimamente dibujados todos los pequeños detalles de la polla y del sexo de la mujer. Una pelota enorme, así le pareció a ella, estaba en la puerta de la mujer.

Sus amigas se dieron cuenta que se había quedado impresionada, pero que no quitaba los ojos del transcurrir de las páginas.

-

¿ No lo habías visto nunca?

  • le preguntó Cristine con una sonrisa.

Ante su negativa, le explicaron que La perla era una revista erótica, sicalíptica ( era la primera vez que oía esa palabra) que sólo tenía relatos de sexo, con dibujos muy, pero que muy excitantes. Se decía que se publicaba para los hombres, pero también a escondidas lo leían algunas mujeres. Si estaba interesada, y no le daba vergüenza leer esas cosas, podían dejarle algún número atrasado, eso sí, tenía que esconderlo bien escondido. Ninguna mujer quería que su esposo supiera que leía esas cosas.

Aquel día se llevó dos, estaban usadas, releídas una y otra vez, era un pequeño tesoro para su use y disfrute.

Las había devorado, contaba cosas y hechos que no había pensado hacer, pero que al leer esas “cochinadas”, impropios de una dama que se valorase, se habían convertido en una tentación.

Había leído sobre la “perla”, el botón rosado, el pequeño dedo, el clítoris. No sabía ni que existía, pero estaba decidida a descubrirlo.

Está sólo con una camisa, desnuda de medio cuerpo , toma un espejo, y lo enfoca a su entrepierna. Nunca se ha mirado esa zona de su anatomía. Unos labios sonrosados destacan entre el vello ensortijado de color oro. El índice derecho surca la boca del sexo , está húmedo, se nota el dedo mojado, decide chuparlo. Por primera vez en su vida, saborea sus propios flujos, le gusta el sabor ligeramente acre.

Pero debe continuar su investigación, en el medio de los labios, coronando su vértice , semitapado, lo descubre. Acerca el espejo quiere verlo bien. Le impresiona su forma, una cabecita rosita asoma en el pequeño dedito. Lo toca con cuidado, con miedo, una ola degusto le llega al cerebro. Despacio comienza a prodigar le mimos y caricias. Un placer desconocido la va inundando, no creía que pudiera existir algo tan grato.

No para, le llega el primer orgasmo salvaje de su vida. Se queda atontada, impresionada de la cantidad satisfacción que puede alcanzar.

Repite y repite. Después de una hora,desmadejada se da cuenta que ahora empieza a ser una auténtica mujer.

Las carreras de caballos y mujeres.

Lady Edith Forystie está preciosa. Su cuerpo turgente envuelto en un vestido de seda azul marino, que hace juego con sus ojos, se mueve excitando al que la mira y son muchos los que se fijan en ella cuando dirigen sus miradas al palco del Príncipe de Gales. Allí se encuentran los personajes de la alta sociedad que además pertenecen a esa élite que marca las modas.

Edith se ha hecho inseparable de Débora y Cristine, sus risas, sus coqueteos con los hombres del palco son continuos pero discretos como exige el buen gusto.

Edward Foystie no deja de estudiar a su mujer, la nota más desprejuiciada, con un punto de vicio y lujuria que le excita y hace que acuda a su lecho con una frecuencia que ni en los primeros meses de matrimonio ocurría.

El príncipe ha saludado cariñoso y con mucho interés al Dr. Bell, que no se encuentra en su ambiente en ese mundo de lujo.

Llevan cuatro carreras, Eddy lleva ganando las apuestas de todas las carreras. Tenía razón el príncipe, que le ha dado 500 libras para que las juegue en su nombre, Hyde acierta todos los ganadores, tiene algo salvaje que le aproxima a los animales y huele lo que va a ocurrir.

Tiene algo de bestia, bajo, produciendo una mezcla de rechazo, miedo y atracción.Habían estado juntos la noche anterior.

Le había llevado a una pequeña casa en el Soho, apenas entrar se dio cuenta que lo conocían, debía ser cliente habitual en aquel prostíbulo. La encargada , una mujer en los cuarenta, guapa, alta, bien vestida, sino fuera como iba maquillada, se la podría tomar por una dama.

- Mr Hyde ¿ qué desea hoy que viene acompañado por un distinguido caballero?. Si le parece , mientras me lo cuenta podemos tomar unos jereces y voy pensando en las chicas que pueden satisfacer les.

-

Mi compañero necesita aprender a tratar a las mujeres. Aceptamos el jerez y dado que mañana vamos a ir a las carreras, creo que sería interesante hacer hoy un pequeño juego de yeguas. Elige a cuatro chicas, de modo que ninguno tenga ventaja. Prepáralas y nos avisas cuando este

todo dispuesto.

Se sentaron en cómodas butacas bebiendo una deliciosa bebida, no tardó mucho en volver la madame, pidiendo que la siguieran.

Forystie se quedó impresionado cuando entró en la habitación, en medio dos carritos, atadas a ellos, como si fueran yeguas, cuatro mujeres desnudas , una pareja por vehículo. Eran altas, fuertes, rotundas, con pechos enormes, sonreían divertidas.

- Elige tu carro , nos jugamos el coste de esta noche y el dinero de quien sabes.

  • le propuso Hyde.

Edward se inclinó por una morena y una pelirroja, siendo todas hermosas, parecían las más fuertes. Se sentaron en los vehículos, las mujeres se movieron dando una vuelta al salón. La dueña del casa abrió las puertas, delante de ellos un enorme pasillo. Les dio una fusta a cada uno, se acercaron a la puerta.

- La carrera es ida y vuelta, salgan a la de 3 y que gane el mejor. 1..2...3.

Las chicas empezaron a correr , Hyde apenas arrancó comenzó a usar la fusta en las nalgas sonrosadas de su pareja. Edward enseguida le imitó.

Estaba loco de excitación: la carrera, las mujeres desnudas, el azotarlas, todo nuevo para él, maravilloso, un juego donde se mezclaba la alegría de la infancia con la perversidad de la adultez.

Iban igualados, dieron el giro a la vez, no había ganador claro, los azotes eran cada vez más fuertes y rápidos: Estaban llegando, de pronto, Hyde tiró de las correas que sujetaban a sus mujeres, las hizo ponerse totalmente erguidas y aunque entraron casi a la vez, en las tetas enormes de la rubia que corría a la derecha, se quedó prendida la cinta de la llegada.

- He ganado, siempre gano, recuérdalo. Y ahora vamos a disfrutar de estas yeguas.

Edward estaba excitado, las nalgas coloradas y surcadas por las marcas de los azotes se movían gloriosas ante los ojos de lord y cuando se pusieron en cuatro sólo acertó a bajarse los pantalones y abrir la puerta que dejaba libre al falo dispuesto. Miró a su izquierda, Hyde se había desnudado de medio cuerpo hacia abajo y entre sus muslos salía una enorme polla, nunca había pensando que hubiera algo de aquel tamaño, pensó en un burro empalmado, y el glande era como un pequeño melón. Forystie pensó que no había coño capaz de recibir semejante artilugio, pero Agnes , la mujer que con sus generosa anatomía había ganado la carrera , movió el culo ansiosa, y ante los ojos asombrados de Edward fue entrando en aquella gruta.

Una de sus dos yeguas le agarró la verga y la llevó hasta la hendidura jugosa de su compañera, que se movió para que la polla entrara sin ningún esfuerzo.

Forystie sonríe recordando como gozó esa noche, fue incapaz de tomar a su esposa cuando volvió a casa. La ve y piensa que cuando llegue a casa follara con ella, le divierte como se mueve y chilla cuando la jode ahora. Pero debe cumplir con la orden del príncipe, llevar a Joseph Bell a los bajos de la tribuna del palco para poder hablar a solas.

Eduardo de Gales fuma un puro, ofrece un par de habanos a sus invitados, Forystie lo acepta y lo prende, Bell saca una pipa curva , la carga de tabaco y se une a los fumadores.

- Doctor , sé quién es usted y lo que sabe hacer

  • a Forystie le extraña que no le tutee como es habitual en el príncipe -

tengo un problema y pienso que me puede ayudar a resolverlo con su capacidad ...de deducción, de observación. Sé que alguien de mi entorno se dedica a espiarme para los prusianos. No puedo pedirle a la policía que lo investigue. Perdería mi privacidad y además si es alguien muy próximo, me vería en un compromiso terrible a la hora de resolver el problema. Me fío de Forystie, no tiene nada que ver con ese mundo del espionaje, lo suyo es ganar dinero y disfrutar de la vida. Le voy a nombrar al servicio de mi persona, de ese modo usted, su amigo, puede tener manos libres y proximidad para investigar. Se lo pido por la Gran Bretaña, es algo que su patria necesita de usted.

Forystie queda impresionado, por la magnitud del problema, por la confianza del príncipe en el médico y por el nombramiento que le viene encima. Nunca ha pensado ser del círculo íntimo de la realeza.

Una propuesta amoral.

Lady Edith Forystie siente que la desnudan con la mirada, como si los ojos que recorren su cuerpo con lascivia fueran unas manos, una lengua que acariciasen su piel. Hace un tiempo se hubiera sentido molesta, ahora le gusta, le gusta saberse deseada, jugar con la lujuria de los hombres, haber asumido que el sexo es una fuente de infinito placer. Su esposo, transformado en un hombre ardiente y salvaje, la folla una y otra vez llevándola al orgasmo prácticamente todos los días. La lectura de “La perla” y las enseñanzas de esos libros sicalípticos, que además son inspiración en sus continuas masturbaciones y que la han ayudado a jugar con las fantasías de su marido, convirtiendo su lecho en un paraíso de concupiscencia.

Y sus amigas Débora y Cristine, nunca pensó que podrían hacer lo que hacen en las largas tardes en que se juntan a tomar el té. Lecturas y dibujos escabrosos, con temas que antes le hubieran parecido sucios, cochinos, pero que ahora la excitan, convirtiéndola en una más de lo que se habían bautizado como las “Tres Venus”. El desnudarse mientras toman la infusión, ayudándose entre ellas, aprovechando para acariciar la piel que iba quedando al descubierto. Y después, los toqueteos, las dedos y las manos exploradoras, los besos que nunca acaban y que recorren todo el cuerpo. La locura de libar la flor de la feminidad y recibir en tu ardiente y húmedo coño, como le gusta esa palabra que no debe usarse entre señoras, las lenguas que te llevan a la pequeña muerte.

Toda esa sensualidad se le refleja en los movimientos, le gusta pensar que es una hetaira, y la mirada de aquel ser, feo, bajo,parecido aun fauno, la excita y hace que esté mojada. Le ha visto de lejos , alguna vez con su esposo. Hoy está en su casa, como el príncipe de Gales, ellos dos y el médico de la familia en Escocia, el Dr. Bell, junto a su marido son las personas a las que atiende.

Les ha preparado un té completo, pero ha sido el príncipe el que le ha pedido a Edward que sirva whisky mientras se fuman los habanos. Se da cuenta que debe retirarse.

Cuando los hombres se quedan solos, es el médico el que toma la palabra:

-

Majestad tenía razón, le espían, le copian sus cartas al Almirantazgo y sus notas con Glasdstone y Disraeli. Cualquier cosa que diga u opine sobre el Canal de Suez es objetivo prioritario. Y es Guillermo, su sobrino, el futuro heredero del trono de Prusia el que quiere saber todo sobre usted. Y lo que quizás le duela más, es que el que organiza todo es un primo de su esposa: Lord Hans Diksen, al que usted ha casi prohijado, colmándole de honores . Obtiene la información cuando acude a palacio, les vista con frecuencia. Se la da a Sir Danvers Carew, que es el encargado de pasarla a la embajada prusiana.

Eduardo se queda pensativo, da una calada al puro, bebe un trago del licor y pregunta con preocupación:

-

Mi esposa , ¿sabe o sospecha algo?.

- Creo que no, pero no lo puedo jurar. Al fin y al cabo es danesa y si me permite , tampoco es usted un modelo de esposo fiel. Ya sabe como son las mujeres.

- Gracias, no sé como agradecerle lo que ha hecho por Gran Bretaña.

- Mi amigo Forystie se ha ocupado de todo. Y ayudar a su Majestad es una mezcla de obligación y placer. Además estos problemas policíacos me resultan muy divertidos. Hay dos cosas que sí puede hacer por mí. Dotar a la facultad de medicina escocesa de algunas becas y sobre todo intente que no haya guerra en Europa. Una guerra en Europa destruiría la civilización tal como la conocemos.

- Joseph, muchas gracias de nuevo. Lo de las becas lo organizo mañana mismo. Y lo de la guerra , esté tranquilo. Creo que con el Imperio ya han muerto suficientes ingleses.

Edward Hyde que escucha bebiendo y fumando apoltronado en un sillón, suelta con una voz que produce escalofríos:

-

Doctor, creo que es mejor que no se quede a oír lo que le voy a proponer a Eduardo. Eso sí, si las cosas salen como espero, me gustaría que un amigo mío, el Dr. Jeckyll tuviera tener una reunión con usted para analizar algunos temas científicos. Seguro que le interesa.-

El médico se retira, quedan los tres Eduardos a solas. Hyde sigue tranquilo exponiendo lo que considera debe hacerse.

  • Hay que eliminarlos, así de sencillo. Y sólo lo puedo hacer yo, sin que parezca que tú estas implicado

.

A Forystie le choca el tuteo de Hyde con el príncipe.

-

Necesito que me digas cuando va tu primo a montar en Hyde Park, me parece divertido matarlo en un parque con mi nombre. Y con Carew no habrá problemas , será una discusión. Cuando lo haga desapareceré. Como recompensa no quiero dinero, ni nada tuyo. Sólo una orden a Forystie, que me deje follarme a su mujer. La tengo ganas desde que la vi. Cuando haya cumplido mi parte, una tarde, invitará a Débora, la amiga de Edith . Me avisará ,me dejará entrar y de lo demás yo me ocupo. Puedes ver si quieres. Ese es mi precio.

Forystie le mira asombrado, está dispuesto a atacar a ese sátiro perverso y amoral, pero es Eduardo , el príncipe de Gales el que habla, con una sonrisa, pero sin dejar opción a la negativa.

-

Eddy acepta tu oferta. No tendrá ningún problema en contribuir al bien de Gran Bretaña. Yo recompensaré su entrega. Edward piensa que coño lavado,coño estrenado. Y un grano no hace granero. Hyde se irá y lo pasado, pasado.

Forystie sólo balbucea:

-

Los deseos de su Majestad son ordenes para mi mujer y para mí.

La recompensa es un extraño manjar.

Lady Edith Forystie espera a su amiga Débora. Todo Londres es una habladuría, el caballo que montaba Lord Hans Diksen se desbocó en el paseo , lanzó a su jinete al suelo,un extraño personaje, bajo, simiesco, acudió a ayudarle , no pudo hacer nada, estaba muerto, desnucado. Los periódicos dedicaron páginas al dolor del Príncipe de Gales por el fallecimiento del primo de su esposa. El asesinato de Danvers Carew en un altercado callejero fue una noticia de relleno.

Está sola, le apetece pasar el día con la descubridora de su cuerpo y su placer, los niños han ido a casa de sus primos y no volverán en dos días. Ha preparado un roastbeef ,que no necesita calentarse para el almuerzo, y ha dado la orden que no las molesten. Débora le ha prometido que le va a llevar a un paraíso nuevo, está ansiosa. Su marido ha salido y la deja sola, para poder disfrutar de los mundos prohibidos.

Débora entra con un pequeño maletín, se besan en la boca en cuanto se marcha la criada que le ha acompañado hasta el salón que une los dormitorios del matrimonio.

-

Quería que estuviéramos solas y con tiempo porque he traído para el placer del oriente, algo que fuman en China las emperatrices y los grandes mandarines. Yo voy a prepararlo , mientras ponte cómoda, no se puede fumar con tanta ropa.

Edith se va desnudando, queda en camisa , sus senos turgentes quieren romper la fina tela, al moverse su pequeño vellocino dorado queda al descubierto. Su amiga lo mira con ojos golosos mientras la imita, su piel morena contrasta con la sonrosada de la dueña de la casa. Tiene un cuerpo delgado, los pechos elásticos con pezones que erectos demuestran su excitación.

Enciende la pipa , da una profunda calada y se la ofrece a Edith, ésta nunca ha fumado, aspira profundo, la bocanada le hace toser, Débora se ríe, vuelve a chupar y le indica como debe hacerlo.

El opio las va despojando de inhibiciones, las caricias se hacen más íntimas, las lenguas corretean por la piel, juegan con los senos ensalivados que gustan de los pequeños mordiscos que se dan juguetonas.

Edith está en una extraña nirvana, la sensualidad le invade cada poro del cuerpo, su sexo rezuma vida. Ve como una fauno se acerca a ella, se siente como una diosa en el bosque. Abre los muslos para recibirle. Pero no es eso lo que ocurre.

El enorme cipote está ante sus ojos. Se siente atraída como si fuera un imán cuando su lengua roza la brillante y húmeda cabeza, le gusta el sabor acre del líquido que la cubre.

Por primera vez lame la polla de un hombre y feliz se da cuenta que tiene un poder en su boca, que golosa juega con la verga, la recorre en toda su longitud, la carne trémula recibe el placer de la caricia.

Siente como tiran de su cabello,forzando a levantar la cabeza, dos dedos se posan en sus gruesos labios y fuerzan la boca abriéndola. Ella los chupa, cuando se retiran el glande del fauno los sustituye, está a punto de tener una arcada, pero logra evitarla, y enseguida aprende a mamar la verga.

Edward Forystie contempla asombrado como su esposa se comporta como una puta viciosa. Quiere romper ese cuadro lúbrico, sabe que no debe hacerlo, es su promesa al príncipe. Y además nunca pensó que podría excitarse tanto. No sabe qué hacer, vestido en aquel jardín de cuerpos desnudos. Débora se acerca con la pipa de opio, apenas da una chupada, cuando oye la voz chillona de Hyde:

- Deja el opio para las mujeres. Folla y disfruta de esa perra.

Al oírle el andar de la morena se convierte en voluptuoso, se pega a él y comienza a desnudarle. Lo hace como si fuera un niño que necesita las manos expertas de una madre. La ropa queda tirada en el suelo. Tiene la polla dura, en alto.

La mujer restriega su cuerpo con el suyo. La piel femenina es suave y ardiente. Le soba las tetas, las aprieta cegado de deseo. La mano de ella agarra el arma enhiesta, lo masturba con movimientos lentos pero decididos. Y le besa en la boca. Es una serpiente que se enrosca en su cuerpo volviéndole loco.

- Ahora te la voy a chupar. Mira cómo se lo hace la dulce Edith a tu amigo. Yo la mamo mejor.

Débora se arrodilla, toma en sus manos la verga y se la lleva a la boca. A Eddy nunca se la han mamado, los labios glotones , la lengua buscadora, el tenerla dentro y luego fuera, siento en la base del glande la punta que juega con su masculinidad, le está trastornando, llevando su deseo a la cumbre del mundo.

Lo que le hace la mujer le encanta, pero el ver cómo su esposa se aplica viciosa a chupar la tranca descomunal de Hyde, le excita aún más. Ella tiene agarrada la polla con las dos manos y se la mete y saca de la boca, cada vez más rápido, como si una fuerza diabólica la empujara. La sonrisa del fauno se hace una mueca cuando culea con movimientos rítmicos y acelerados. Se vuelven espasmódicos y luego paran. Tirando del rubio cabello de Edith logra que ella abandone su presa.

Forystie contempla como chorrea el semen saliendo de la boca de su esposa, le recuerda a una endemoniada, dominada por la lujuria. El polla de Hyde no perdido dureza. Agarra a Edith por la cintura, la obliga a ponerse de espaldas a él, y la empuja hasta que la tiene como una perra a cuatro patas. La cabeza del rabo tantea la intimidad de la mujer, y Edward ve como su compañero,como si fuera una estocada, de un golpe se clava en su esposa, que da un grito de sorpresa y placer.

A Débora el aullido de la otra mujer,le hace soltar la presa que tiene en la boca. Gira la cabeza y ve como se han acoplado para la coyunda.

- Voy a tomar tu leche como si fueras una ternera.

La boca succiona hasta que el hombre no aguanta más, agarra la cabeza y cree obligar a que Débora trague su semen, lo que hace gustosa. Lame los restos y vuelve a masturbarle, quiere que se le ponga dura de nuevo.

A Forystie le excita la mano que le acaricia y ver y oír a su mujer que se mueve y chilla como una bestia en celo yendo de orgasmo en orgasmo una y otra vez como un río que corre por un lecho empedrado.

Hyde saca la enorme tranca del coño chorreante de Edith , se tumba en el suelo y hace que la mujer se empale de cara a su marido. Y empieza a subir y bajar , la polla de Hyde se desliza por la húmeda vagina como una espada en la funda.

El estimulado miembro de Edward está duro como una piedra, Débora le sonríe, mira como fornica la otra pareja, y mimosa susurra:

- Te voy a dar algo que nunca te han dado.

Se pone a cuatro patas,se moja el esfínter con saliva, coge la verga y la aproxima al estrecho orificio.

- Métela hasta el fondo. Rómpeme el orto.

Forystie no se hace rogar, empuja hasta que el guante de carne envuelve su vástago, la estrechez de la funda le excita hasta un nivel desconocido. Y se mueve como un poseso, en un mete y saca salvaje.

No sabe si es felicidad pero se encuentra pleno, libre y poderoso.

Dueño del mundo.

Edward Hyde desapareció de Londres, nadie sabe qué ha sido de él. La perla dejó de publicarse.

Los murmullos no han dejado de oírse durante la conferencia de Richard Ford Burton , cuando acaba, la sala rompe en aplausos .

Edward Forystie fuma tranquilo un habano, su padre ha muerto, por fin ha heredado el condado y es miembro de la Cámara de los Lores. Le acompañan Débora y su esposa Edith, forman un delicioso trío, que guarda las formas en sociedad, evitando cualquier maledicencia, y gozan en privado de una sexualidad perversa.

Es su esposa la que le susurra insinuante:

- ¿ No te gustaría que imitáramos a las mujeres árabes y nos afeitáramos el vello de ahí abajo?. Sería como si estuvieras con dos nenitas.

-

¡Forystie!

  • un vozarrón poderoso le llama. Es el príncipe de Gales. Se acerca como una locomotora envuelto en el humo de un puro.

- Te veo, como siempre, bien acompañado. Señoras, ¿ no les parece demasiado atrevidas esas cosas que cuenta ese loco explorador?.

Forystie mira al príncipe y a sus compañeras, se da cuenta que hay una oportunidad de aumentar su poder e influencia.

Personajes reales y literarios de otros relatos que aparecen en esta historia.

-Ficticios.

- Phileas Fogg. Protagonista de la novela “La vuelta al mundo en 80 días” de Julio Verne. La acción ocurre en 1872.

- Edward Hyde. Protagonista de la novela “El extraño caso del Dr Jekyll y Mr Hyde” de Robert L. Stevenson . Publicada en 1886 .

- Danvers Carew, personaje de la novela anterior asesinado por Hyde.

-Reales.

- Revista La perla. Publicación erótica inglesa entre 1879 y1880. Se publicaron 18 ejemplares. Nunca se supo ni quienes eran los autores, ni la editorial. Es la época en que se desarrolla esta historia.

- Los Rotchild, banqueros ingleses.

- Benjamin Disraeli. Primer ministro inglés.

- William E. Gladstone. Primer ministro inglés.

- Richard Francis Burton. Militar, explorador y viajero inglés tradujo las 1001 noches, daba conferencias sobre las costumbres sexuales de los pueblos que visitaba.

- Guillermo de Prusia . Sobrino de Eduardo VII y kaiser alemán desde 1888.

-Joseph Bell. Médico escocés , maestro de Arthur Conan Doyle, se cree que fue el modelo en el que se inspiró dicho autor para la creación de Shelhock Holmes .

- Eduardo , príncipe de Gales, nacido en 1841 , accedió al trono como Eduardo VII en 1901, falleció en 1910. Se ocupó de la modernización de la armada británica, adquiriendo acciones del Canal de Suez para potenciar que el poderío naval inglés. Fue un gran vividor, tuvo numerosas amantes. Le encantaban las carreras de caballos.